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Procesión del silencio.

El sonido del repique de las campanas rompe el silencio, el mundanal bullicio


centra su atención, en un solo punto, hay una tradición que dejo como legado la
orden dominica y en pleno viernes santo una vez más se hace presente.

Es la procesión del silencio, que como cada año y desde hace más de dos
décadas, salió a las 6 de la tarde, justo cuando cae el sol. La calle de macedonio
Alcalá desde Abasolo hasta la plazuela del Carmen alto se ve repleta de fervientes
católicos que muestran su pésame a la virgen María tras la crucifixión de su hijo
Jesús.

Son las cofradías, de los valles centrales, de las iglesias y parroquias que
demarcan el centro histórico, familias conocidas de la capital y muy creyentes,
hacen lo propio acudiendo en la agrupación que conforma su cofradía, al tiempo
que todos se disponen para cargar en hombros las imágenes religiosas

Esta procesión tiene un orden muy específico, en primer lugar se llevan a la cruz
y los ciriales ambos símbolos católicos encabezan el desfile religioso, seguidos de
ellos se mostraron los estandartes en dimensiones magnas cuyos bordados en
hilos de plata o en oro, enmarcaban los relicarios antiguos que también los
acompañan, siguen las damas de la Tercera Orden de Santo Domingo, quienes
cubiertas de su cabeza con una mantilla acompañan al señor de la Columna,
detrás de ellas se hacen presentes personajes que le dan sentido a esta
procesión un hombre con los pies descalzos, encapuchado, cubierto tan solo con
un taparrabo carga una cruz muy grande y pesada, detrás de el las demás
cofradías que acompañan con sus rezos en silencio el lamento de la Madre de
Dios, por ultimo decenas de creyentes encapuchados y cubiertos en túnicas
negras o moradas, que con su caminar lento y pausado manifiestan la tristeza que
embarga al pueblo católico por la cursi ficción del Verbo Encarnado.
Justo al final caballeros de alguna cofradía o agrupación portan lanzas que en sus
puntas se aprecian motivos relacionados con la pasión de nuestro señor
Jesucristo.
Son mujeres oaxaqueñas, fieles católicos, niños mujeres y ancianos, propios y
turistas, los que acompañan en el recorrido por las principales calles de la verde
Antequera a las imágenes religiosas que irónicamente dan vida a este desfile en el
que se guarda el luto al Mártir del Gólgota

Es la fe la que envuelve el alma de los asistentes, para los ajenos una cara de
incertidumbre los envuelve conforme avanza la procesión por el andador turístico
de la capital y demás calles aledañas.
La caminata es lenta, llena de fervor religioso embargada de rezos y plegarias
hacia dios pero todo es en absoluto silencio hablan únicamente la voz del alma,
los sentimientos salen del corazón de la grey católica cubiertos de ese misticismo
que invade cada espacio de la ciudad.
Se le llama procesión del silencio por una sola razón, solamente se escuchan los
tambores y flautas de las ancestrales chirimías, es decir, no hay rezos en voz
altas, no hay llantos ni lamentos estruendosos, todo se lleva a cabo en absoluto
silencio, ante la mirada y ambiente atónito la noche poco a poco empieza a caer y
la procesión avanza lenta pero certeramente, los faroles, velas y cirios de pascua
iluminan el andar de los feligreses así hasta que lleguen al destino final el mismo
lugar del que partió.

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