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Mirabeau
Mirabeau
El autor comienza distinguiendo entre los arquetipos y los ideales, los primeros
son aquellas cosas que corresponden a su realidad y los segundos son aquellas cosas
que corresponden con “el deber ser”. Siempre solemos confundir estos términos,
queriendo que los arquetipos sean ideales cuando esto es completamente
incompatible, ya que las naturalezas de ambos pueden entrar en contradicción.
Ortega y Gasset, hace un recetario con las cualidades que deben tener los
hombres de la política entre ellas: la impulsividad primero que la reflexión, ya que
pensar en lo que se va a hacer frena la acción en si misma, anticipándola y juzgándola
en una idea. El activismo, estar constantemente en movimiento, vivir una vida
“ejecutiva”, ya que la actividad lo puede todo, a diferencia de los intelectuales. El autor
los divide en los hombres ocupados (políticos) y los preocupados (intelectuales). La
moral es una preocupación ya que también es el freno del acto en si mismo, donde se
acota que no debe llamarse inmoral al político sino inescrupuloso, ya que los
sentimientos también detienen la acción política. No deben pedírsele virtudes
cotidianas a los grandes hombres, ya que esto no los haría grandes ni diferentes de las
masas. El hombre político no es sus ideas, porque no consiste en ellas. Este hombre
posee una piel fuerte que lo proteja de heridas que lo desconcierten, posee pobreza de
intimidad por encargarse del ámbito público, es histriónico, impreciso y debe agregarse
el genio que sepa aprovechar estas cualidades al máximo.