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RAFAEL POMBO: EL MAYOR DE NUESTROS POETAS ROMÁNTICOS

POR:

CARLO EDISON MONSALVE USQUIANO

DOCENTE: CLAUDIA ACEVEDO

CURSO: LITERATURA COLOMBIANA

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

FACULTAD DE EDUCACIÓN

MEDELLÍN

2011
RAFAEL POMBO: EL MAYOR DE NUESTROS POETAS ROMÁNTICOS.

Rafael Pombo es quizás, el poeta colombiano que llevó en sí, más


arraigadamente el carácter romántico; y realmente románticas fueron
su vida y obra. Aunque el destino ahorró a Pombo los duros golpes y la
agitada existencia que deparó a otros grandes y típicos representantes
de la época, el lírico bogotano es un caso típico de romanticismo vital y
poético, en un tiempo en el que vida y literatura, sueño y realidad
desbordan sus límites para fundirse en el escritor.

Bien nutrido de lecturas románticas que no hicieron sino reforzar las


inclinaciones de su temperamento y las incitaciones del ambiente, desde
los ocho años se dio el incipiente escritor a hacer versos, y reveló
pronto, muestras sintomáticas de aquel furor poético.

No faltaron en él las características anímicas de su tiempo, como aquel


"mal del siglo": inconformidad a escala metafísica que llevaba no sólo a
rebelarse contra el propio destino y a rechazar por injustas y
defectuosas a la historia, la humanidad y la naturaleza sino que llegaba
a cuestionar al mismo Creador. Hay señales tempranas en Pombo de
este sentimiento, expresado no sólo en varias poesías sino en
fragmentos de sus memorias íntimas. Este radical pesimismo se
manifiesta ya antes de abandonar a Popayán por Bogotá, pero llega al
máximo, durante su permanencia en los Estados Unidos, donde estalla
en las estrofas de “La hora de tinieblas” (1855). Con el tiempo su
angustia ante lo absurdo, insubstancial y gratuito de la existencia cede,
pero nunca desaparece totalmente.

Pombo no fue un rebelde político al estilo de muchos de sus congéneres


románticos que conspiraron y lucharon virilmente contra las
prolongaciones del régimen o contra los excesos revolucionarios. Luego
de una breve participación en reuniones secretas y maniobras contra el
régimen de José Hilario López, no vuelve él nunca a tomar el peligroso
papel de conspirador, pero en cambio dirige su rebeldía ontológica no ya
contra ningún régimen social y político sino, contra nadie menos que
contra el “Autor del Universo y las leyes de la existencia”.
Pero, como Héctor H. Orjuela escribe, en 1878, "el escéptico de La hora
de tinieblas se ha tornado sumiso. Asiste a numerosas funciones
religiosas y siempre tiene un verso listo para todo lo que se relacione
con la gloria de la religión y de la patria". Y aún más: superada la crisis,
Pombo es el poeta esencialmente religioso que puede decir: "vivo en
demanda de él".

Si a veces el “yo romántico” del vate se aísla y se pierde desvalorando


todo lo que le rodea; también conoce — y plenamente — la actitud
opuesta: sabe de las consonancias del alma, ya sea con la naturaleza, la
humanidad, una mujer, o con Dios.

Tampoco faltan en él, actitudes y acontecimientos comunes con las


vidas de otros románticos, tales como la expatriación más o menos
forzosa; un prolongado contacto con culturas extrañas; una invencible
resistencia a quedar reducido a la simple y normal condición del buen
burgués; una generosa simpatía por la justicia, el derecho, la libertad, la
concordia civil, la humanidad y la cultura.

Tal vez el contacto con una cultura y un idioma de sonoridades


diferentes en Nueva York (en donde trabaja como secretario de la
legación colombiana en 1855), dio un giro universal a su obra. También
mantuvo contacto con personalidades de la intelectualidad como
Longfellow y Bryant.

Tradujo por ese entonces a poetas ingleses, franceses y alemanes, ya


que sus estudios en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario
(donde inició su vida académica), le habían hecho accesibles los clásicos
latinos. Pombo empezó por lo más difícil: traducir lo que ya, cientos de
sabios de todos los países y siglos han traducido: Intentó una nueva
versión de Virgilio y otra más de Horacio, entre las de tantos otros
sabios de la lengua. Fue un traductor excelente; Marcelino Menéndez y
Pelayo dijo de su obra en este género: “No las hay más valientes y
atrevidas en nuestra lengua”.
Pombo no pensaba así, y el elogio de Menéndez y Pelayo le importó
muchísimo y lo animó a seguir traduciendo. Entonces intentó, no con
menor éxito, algunos episodios de Shakespeare y algunos de Lamartine,
que le valieron, unos años después, un contrato con una editorial
neoyorquina para traducir al español algunos poemas infantiles de la
tradición anglosajona. De esa labor aparentemente mecánica y
subordinada a los caprichos de los originales, surgió sin embargo la obra
infantil de Pombo, y todos sus singulares y memorables personajes.

Rafael Pombo continúa vivo, permanece, principalmente, por su poesía


infantil. Y de ésta, en especial, por “Los Cuentos pintados”. Se sabe que
Pombo retomó temas que "pertenecen a todas las literaturas", como
dice Sanín Cano. También se sabe que poemas como "Simón el bobito"
o "Rin Rin renacuajo" son recreaciones en español vertidas del inglés.
Pero lo esencial aquí no es la originalidad en los temas, después de
todo, parten de una herencia común de la humanidad; sino la singular
maestría para convertir la poesía en un juego y para hacerles conocer
con sus versos, el éxtasis de la poesía a los niños de todas las
generaciones.

Hay un aspecto de esos originales ingleses, sin embargo, que comporta


un problema, y es que la moral en que fueron escritos era una moral
protestante, y por más atrevida que fuera la imaginación de Pombo,
parece difícil alterar algo que está tan profundamente enraizado en una
historia. Sin embargo, una lectura adulta de los poemas del escritor,
muestra que de protestantismo no queda un rastro en sus versos, y que
en cambio las pataletas de “Simón el bobito”, el delirio de grandeza de
doña “Pánfaga” y la hipocresía de “la Pobre Viejecita” esconden culpas
más bien católicas.

Con Pombo nace así, una poesía nueva en el continente. Su lírica funde
subjetividad y meditación filosófica, reflexivo sentimiento del amor y de
la naturaleza, pálpito religioso y aprovechamiento de la experiencia.
Dios, la naturaleza y la mujer son protagonistas en su obra, así como la
rebeldía, el vigor, la ironía, por lo que resulta una extraña suma de
autor entre devoto y demoníaco. Su inspiración romántica recorrió los
caminos que van de Zorrilla y Víctor Hugo a Byron y Leopardi, así como
a muchos ingleses y franceses.
Su obra se puede dividir en tres ciclos que corresponden a tres
momentos de la vida del poeta: primera residencia en Bogotá,
residencia en Estados Unidos y segunda estadía en Bogotá. Entre los
más logrados poemas de Pombo escritos en Norteamérica se ha querido
destacar “Al Niágara” y “Elvira Tracy”. En el primero hay una constante
oposición entre la civilización moderna y la vida bucólica, entre la
utilidad y el desinterés, entre lo artificial y lo natural, donde lo segundo
siempre triunfa por sobre lo primero. Elvira Tracy, es un canto al amor
verdadero, a la pureza femenina, a la inocencia; es un canto en el que
se cumple el ideal romántico de morir en la plenitud de la belleza y en el
inicio de la vida.

Más que un poeta del amor, Pombo canta a la amada, y más aún a la
compañía de la amada. En efecto, la mujer amada es, para el vate
bogotano, la suma e interpretación de toda la creación. Otro de los
temas recurrentes en su obra es la historia y las manifestaciones de la
cultura local. En este ámbito sobresalen sus poemas a la patria y al
folclore nacional.

Se puede concluir entonces, que Rafael Pombo fue el mayor de


nuestros poetas románticos. Su riqueza verbal se mostró inagotable; si
el romanticismo cayó muchas veces en lo desmañado, sus poemas
serían casi siempre modelo de austeridad y de destreza. Es romántico
porque trata de expresar su conciencia individual con exactitud y con
vehemencia; porque cultiva con empeño su personalidad y se atreve a
mostrarla con verdad y franqueza; porque prefiere el uso de su razón a
las imposiciones de la autoridad en materias literarias, y porque siente
la naturaleza con intensidad y se identifica con ella para expresarse.

Con Pombo no surge tan sólo el poeta del romanticismo, sino también el
poeta profesional y el poeta creador. Su obra no caduca en un poema.
Comienza en una fábula y atrapa una constelación. Posiblemente es el
poeta más representativo en toda la historia literaria de Colombia en la
medida en que es un demiurgo y por lo tanto autor de un universo tan
rico y maravilloso como el de Ándersen, La Fontaine, y Cervantes. Sus
fábulas viven hoy como ayer y con la mejor vida: esa vida cotidiana de
las palabras que toman cuerpo entre los infantes y los abuelos. Es el
poeta de las edades del hombre.
BIBLIOGRAFÍA.

Oscar Hincapié. “Literatura y poder: esbozo hermenéutico en torno a


las fábulas de Rafael Pombo”.
En: Cuestiones teológicas y filosóficas (Medellín), Vol. 29, No.71, 2002.
P.159-194.

Eduardo Carranza. “El mayor poeta de la patria”.


Pluma (Bogotá) Vol. 07, No.39 p.12-15.

Héctor H. Orjuela. “Biografía y bibliografía de Rafael Pombo”.


Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, Serie Bibliográfica V (Bogotá),
Imprenta Patriótica, 1965.

Darío Jaramillo Agudelo. “Antología: 18 Poemas de Rafael Pombo”


Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango de Colombia

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