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HOLA A TOD@S

Junio 29 de 2010

Esta vez comparto con ustedes lo


que pienso sobre los avatares del
deseo y el amor en: “¿Qué es lo que
quieres?”
Mi propósito es invitarlos e
invitarlas a que lean, disfruten,
critiquen y compartan con otras
personas el artículo adjunto.
Recuerden que sus apuntes,
comentarios, críticas y opiniones son
siempre muy importantes para mí y
por eso es muy valioso que las
compartan conmigo.

¡Espero que lo disfruten!


Ate:
Diegho Ramírez
dieghoramirez@hotmail.com
¿Qué es lo que quieres?

“¿Qué es lo que
quieres?”
Sobre el deseo insatisfecho

Al fondo de un pasillo en un bar, con las luces


tenues que caracterizan las bulliciosas recámaras
de las tabernas y con la música no siempre
romántica que parece abonar el deseo, una
pareja se dice tantas cosas que no alcanza la
mirada ni la fina observación para leer tantos
labios moviéndose. Parecen discutir, digo yo;
parecen conversar, dice quien me acompaña; ¡No! Están terminando, dice
alguien más que se inmiscuye en la morbosa observación. Poco tiempo
después, pasando entre la gente, a mi oído alcanza a revelarse algo de la
verdad de esa pareja acalorada, saltó a mis oídos lo que ellos pretendían
ocultar con la algarabía de una noche que sin estrés se lleno de notorios
desaires. El novio decía a la novia, mientras ella frunce el ceño y hace ojos
chillones: ¿¡Qué es lo que querés!? Te digo que te quiero y no te basta, te
traigo un trago y me lo tiras encima, me pides que me siente y luego me dices
que por qué no bailo. Qué es lo que quieres, ¡dímelo!...
Mi observación no se calmó ahí. Luego en medio de la noche la novia pasaba
corriendo una y otra vez entre la gente, por el pasillo y preguntaba a las que
parecían sus amigas: “¿Dónde está? ¿Dónde está?”, y luego se volvía a ir.
Cuando el novio aparece, en la salida del lugar coincidiendo con mi partida,
ella le dice mientras estallaba de rabia: “¿Por qué te fuiste, dónde estabas?” Y
él le contesta extendiendo los brazos, iracundo y tirando un vaso de esos
transparentes y plásticos donde uno se lleva la cerveza: “¡cómo así! ¿No me
dijiste pues que me fuera pa’ la mierda? ¿Y entonces pues?”...y ella
estupefacta aprieta con simpleza los labios y abre su mirada entre enfurecida
y temerosa.

Junio 29 de 2010
¿Qué es lo que quieres?

Este es un cuadro simple que quizás muchos han escuchado y visto, aunque no
se si con el filtro necesario para alcanzar a entrever lo que creo que son los
avatares del amor afectado siempre por el deseo y su eterna insatisfacción.
Uno se asoma a estas situaciones e inicialmente experimenta una confusión
como nudos amarrados, otras veces uno se pregunta delatado por la confusión
¿Que está pasando? O ¿Qué les pasa?, pero otras veces, como en la escena de
la que hablo, nos atrevemos a prestarle sentido a esa escenografía que por si
sola no lo tiene para nosotros los observadores, y así intentamos interpretarla
o catalogarla de manera tal que no nos parezca tan confusa, por ejemplo,
lanzamos juicios como: ¡es que están terminando! ¡Están conversando! O
¡están discutiendo! En fin.
Sin embargo, cuando atrapamos algo de la palabra que esta allí jugada es
posible acercarse un poco, sólo poco, a lo que está configurado entre los dos
amantes, lo que creo que además enseña algo a la propia experiencia del
amor. La escena cambia sustancialmente cuando se consiguen oír las palabras
entre ellos, cuando se puede escuchar lo que circula entre ambos así sea en
medio de la saturación y la penumbra.
Ella reclama, pide y exige cosas, Él trata de seguir esas exigencias, de cumplir
tales pedidos y parece encontrar en la obediencia la manera de calmar el
huracán que el deseo de su novia le sugiere bajo la forma de una
insatisfacción tremenda que le hace decir: ¿¡Qué es lo que querés!? Como si se
dirigiese a un oráculo del cual espera no sólo una respuesta sino también la
indicación del cómo calmar el verdadero pedido después de tantos intentos
fallidos.
Entre ambos, en las preguntas de él y en los reclamo de ella, se ubica algo de
lo que se puede ver del deseo. Allí una serie de pedidos que hace ella, que
como si estuviese vacía pide y pide, reclama y reclama algo que parece no
tener pero que considera que su novio le puede dar. También allí está él, un
novio que acude sincrónicamente para tapar ese vacio que ella exhibe
hambrienta, para responder a esos reclamos que lo asfixian y que siente como
obligaciones creyendo ilusionado que él tiene lo que ella pide.
Él le pregunta a ella, como cuando uno le pregunta a un fantasma: Qué es lo
que quieres, ¡dímelo!... Y en esa pregunta aparece el meollo del asunto: el

Junio 29 de 2010
¿Qué es lo que quieres?

deseo del otro es enigmático tal cual son de enigmáticos los fantasmas para
nosotros. Y, mas allá de equiparar en lo que digo al deseo con los fantasmas,
lo que quiero decir es que el deseo de esta novia es un enigma para el novio,
uno que no se ha descifrado, que lo hace desesperar y frente al cual no
encuentra ya un tapón.
Ahora, la relación de estos amantes muestra la ignorancia estructural del
amor. Ella cree que él puede darle lo que pide, lo que le falta, que puede
contestar acertadamente a su reclamo, y él cree que con todo lo que hace
puede satisfacerla, hacerla sentir mejor; lo que hay como resultado es una
novia cada vez mas insatisfecha, sin respuestas acertadas que la hagan sentir
mejor y nada de lo que él le da, a pesar de reclamarle y pedirle, resulta
siendo lo que desea; por otro lado también resulta un novio ya desesperado
por no poder lograr la satisfacción de su novia, no alcanza a hacer mucho con
esos reclamos y la insistencia de su amada es realmente un espejo de su
impotencia.
Ninguno de los dos sabe lo que el otro desea, mas se encuentran con el enigma
y por esa vía hallan muchas formas para tratar de satisfacerse mutuamente a
pesar que el sentimiento de vacio no se desplace. El amor acontece entonces
como una experiencia de eterna insatisfacción en la cual los amantes se
matriculan y quedan amarrados tratándose de colmar, satisfacer, querer,
darse todo; paradójicamente, ese enigma es lo que embellece a cada uno de
los amantes, es el deseo enigmático lo que hace que el amor se sostenga, se
amañe, perdure como popularmente queremos llamarlo.
Pero, esencialmente, la relación de esta pareja enseña algo sobre el deseo
insatisfecho o, como debemos decir: para nuestro deseo insatisfecho. Siempre
andamos buscando, siempre esperando, siempre creando maneras de alcanzar
lo que queremos, siempre empujados y avocados a tantas cosas, personas e
ideales a los que luego descubrimos su cojera y emprendemos una búsqueda
diferente. Esto es lo que precisamente me hace pensar que el deseo no tiene
respuesta, o que para el deseo no hay contestaciones únicas o totales…hay
actos que lo marcan, como si lo amarraran y provocaran, pero siempre
indiscutible, infinito, escurridizo, huracanado incluso.

Junio 29 de 2010
¿Qué es lo que quieres?

Pero los novios terminaron señalando cómo la juntura de los amantes se da a


partir de un enigma: él no sabe y ella tampoco pero permanecen en el
reclamo y la respuesta, una demanda tan eterna como el deseo que allí se
oculta empujando a la insatisfacción. Ambos amantes haciéndose preguntas
desesperantes que tocan con el límite del no-saber sobre el otro. Lo que
sugiere la frase: Qué es lo que quieres, ¡dímelo! Es precisamente que hay un
enigma que puede angustiar, que puede llevar a límites donde la única manera
de hacer algo es enfrentar la palabra del otro con la palabra propia a pesar de
cualquier estallido.
Esa pregunta es la que deja claro que no sabemos lo que el otro desea y los
chocolates, las tarjetas, las cartas y lo que damos al otro son sólo cosas que
cada uno quiere dar sin ser necesariamente lo que el otro espera recibir. Ahí
está el punto cero del amor: no sabemos lo que el otro espera recibir y frente
a eso respondemos de muchas maneras: dando nada, dando muchas cosas que
el otro pide y quiere pero que no alcanzan o no son, o dejando de dar eso para
dar lo que hay del propio deseo.
Y entonces esto hace que todo sea diferente. Cuando se responde desde el
deseo, sin saberlo muchas veces, se responde diciendo al otro: ¡No tengo eso
que me pides! Pero puedo darte esto. Y entonces las palabras se configuran
como el punto de fuga del deseo, en ellas se amarra esa nada, se articula el
silencio del deseo porque ciertamente es mudo o innombrable.
Para dejar esto claro y terminar la intervención de hoy recuerdo una historieta
donde dos amantes se aman por el efecto de una sola frase, así acontece la
historia: Un amante que está lejos de su amado, pero que están unidos por
una promesa de amor eterno, le dice: ¡Me haces falta para ser feliz! Y ellos
silenciosos se aman pensando todo el tiempo que se hacen falta…para ser
felices.
Como si la felicidad fuera hacerse falta, estar en falta, tenerse mientras no se
tienen; además, hacerse falta es como hacerse un vacio o a un vacio, es decir,
hacerse acreedor de un vacio donde falta más. Y ese falta más es lo que
siempre me ha hecho pensar que el amor como efecto del deseo tiene una
estructura de adverbio, pues siempre requiere de uno para existir

Junio 29 de 2010
¿Qué es lo que quieres?

simbólicamente como: más, menos, mucho, poco, es muy poco, es muchísimo,


¿sólo eso? O… ¡ah! ¿Es qué quieres más?

Por, Diegho Ramírez.

Junio 29 de 2010

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