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TEXTO NARRATIVO

Los textos narrativos son aquellos donde un narrador cuenta unos hechos que le han
ocurrido a él mismo como personaje o a otros en un tiempo y un espacio
determinados.

El género literario que los estudia se llama épica o narrativa. Los elementos que
intervienen en una narración son los siguientes:

La historia que se cuenta en la narración o el conjunto de acontecimientos que viven


los personajes en un marco espacio-temporal, y el discurso, la manera que adopta el
narrador para ordenar esos acontecimientos. La historia de Lázaro es su vida al
sevicio de varios amos hasta que se enmancipa y se casa, mientras que el discurso es
la técnica autobiográfica que adopta el narrador para ordenar, en siete tratados y
bajo la forma de una extensa carta dirigida a un receptor desconocido, los avatares
vividos con sus amos.

La estructura es la disposición del material narrativo. Conviene distinguir la


estructura externa de la interna. La externa es la distribución formal en que se
presenta la narración (capítulos, secuencias, tratados, cartas, diarios...) y la interna,
el modo en que se ha ordenado el material narrativo, que puede ser: lineal, cuando
la acción sigue el orden normal de introducción o planteamiento, nudo o desarrollo
y conclusión o desenlace. Cervantes adopta esta estructura en El Quijote; "in media
res", cuando el relato empieza ya avanzada la acción y luego o bien sigue adelante o
bien retrocede a partir de ese momento. La novela policiaca suele adoprar este tipo
de estructura; retrospectiva, cuando los hechos se narran al final de haber sucedido
y se vuelve atrás en el tiempo para contarlos. Un ejemplo lo vemos en El camino de
Delibes, en que Daniel el Mochuelo, antes de partir para la ciudad, recuerda todo lo
vivido en el pueblo.
El narrador cuenta la historia del relato. En función del punto de vista que adopta
éste ante los hechos y la persona gramatical en que los cuenta, existen los siguientes
tipos de narrador: el narrador protagonista, que en primera persona cuenta los
hechos (éstos deben ser ficticios) como si le hubieran sucedido a él. Un ejemplo lo
podemos encontrar en el Lazarillo. El autor narrador-protagonista, que también en
primera persona cuenta sus propias vivencias; es el caso de los libros de Memorias y
Autobiografías (La Rosa, de Camino José Cela, o La arboleda perdida, de Rafael
Alberti). El narrador testigo, representado por un personaje secundario que cuenta
los hechos en los que ha intervenido directa o indirectamente. Un ejemplo lo
hallamos en el doctor Watson, ayudante de Sherlock Holmes, en las novelas de
Conan Doyle. Estos tres tipos de narradores pertenecen a su vez al llamado punto de
vista interno, cuya principal característica es el empleo de la primera persona
gramatical (el yo o el nosotros). Al punto de vista externo, que se da cuando el
narrador está fuera de los hechos contados y utiliza la tercera persona, pertenecen
las siguientes clases de narradores: el narrador omnisciente, que conoce a la
perfección lo que hacen, piensan y sienten todos los personajes (incluso en
ocasiones inteviene para opinar sobre los hechos ocurridos o sobre el modo de ser
de los personajes; es el caso de Pío Baroja en muchas de sus novelas (Las
inquietudes de Shanti Andía). Cuando sólo conoce lo que hace y piensa alguno de los
personajes y da a conocer las cosas a través de la visión de éste, el narrador pasa a
ser omnisciente limitado; un ejemplo claro lo vemos en La Regenta, de Leopoldo
Alas "Clarín". El narrador observador, especie de mero testigo que se limita a
recoger en la narración los hechos tal como suceden sin añadir ni quitar nada, como
si fuera una cámara de vídeo, y lo mismo actúa con los personajes, que sólo son
conocidos en el relato por lo que ellos hacen y dicen o por lo que otros personajes
nos cuentan de ellos; es el caso de El Jarama, de Sánchez Ferlosio. Finalmente el
narrador puede emplear la segunda persona para dirigirse a un tú o a un usted que
puede no estar presente; uno de los ejemplos más claros es el que presenta Delibes
en su novela Cinco horas con Mario.

Los personajes, seres inventados que actúan en la narración y que son definidos por
una serie de caracteres físicos y morales a lo largo del relato. Según esta
caracterización, se clasifican en planos (si sólo los define un rasgo de carácter o su
comportamiento es invariable: el malo y el bueno, por ejemplo, de las novelas
policiacas) y redondos (si poseen varios matices de personalidad y se parecen
mucho a los seres reales, es decir, varian su carácter y su modo de pensar según las
circunstancias: el protagonista de las novelas picarescas). Atendiendo a la visión del
autor, también se pueden clasificar en personajes realistas (semejan a las personas
vivas), fantásticos (son completamente imaginarios o inventados), históricos (si
encarnan a un personaje que ha existido) o simbólicos (si representan alguna idea
en especial). Finalmente, los personajes pueden ser, atendiendo a la función que
ejercen en el relato, principales (llevan el peso de la trama y están más
caracterizados que otros), secundarios (tienen menos importancia que los
anteriores, pero contribuyen también a que se desarrolle la acción), protagonistas
(centra la atención del relato; es el héroe en determinado tipo de narración: por
ejemplo, Amadís en la novela de caballería del mismo nombre; o el antihéroe en
otros: por ejemplo, Lázaro de Tormes en la novela picaresca que lleva su nombre),
antagonistas (se oponen a los anteriores y contribuyen a que la acción se complique
y adquiera más interés).

El tiempo es el transcurso en el que se desarrolla la acción y el tratamiento que


recibe. Puede ser: cronológico o lineal (si la acción sucede de principio a fin; la
mayoría respeta este tipo), histórico (si la acción se sitúa en una etapa concreta de la
Historia; las novelas históricas del Romanticismo toman la Edad Media como marco
temporal), restrospectivo (si regresa al pasado desde un punto de la acción
concreto; es el caso de las novelas policiacas), anticipativo (si se adelantan
acontecimientos que sucederán más tarde; un ejemplo claro es el de Crónica de una
muerte anunciada, de G. García Márquez).

El espacio es el lugar en el que se desarrolla la acción y el tratamiento que recibe.


Puede ser: realista u objetivo ( si se parece al espacio de la realidad ; el de las
novelas realistas del siglo XIX son un buen ejemplo), subjetivo (si refleja la visión
personal de un determinado personaje; las leyendas de Bécquer reúnen claras
muestras), fantásticos (si son ambientes inventados por el autor; Tolkien en El señor
de los anillos  nos ofrece ejemplos incuestionables).

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