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Las Residentas

Aunque los historiadores e investigadores no se han puesto de acuerdo acerca


de las bajas paraguayas en la guerra contra la triple alianza, nadie discute que
se vio reducida como mínimo en un 50%, afectando a por lo menos el 90% de
la población masculina. La catástrofe demográfica no tiene símil en la historia
universal. El Paraguay se quedaba sin hombres, y sólo con "Las Residentas"
para trabajar la tierra devastada. El presidente argentino en la postguerra,
Domingo Faustino Sarmiento aseveró: "La Guerra del Paraguay concluye por la
simple razón de que matamos a todos los paraguayos mayores de diez años" -
Mayo de 1869"

La Mujer paraguaya, un poco de historia

El 24 de febrero del año 1867, siendo las 20:00, en la plaza 14 de Mayo se


dio inicio a unas manifestaciones públicas por parte de las señoras a
favor de la causa paraguaya. Se resolvió, durante los cuatro días que duró
la asamblea, donar las joyas para los gastos de guerra. El 10 de agosto de
ese mismo año, doña Escolástica Barrios de Gill reunió a 30 mujeres,
quienes donaron sus preciadas joyas para ayudar a la financiación de la
causa que sostenía la República. La iniciativa sirvió para que mujeres de
todo el país se sumaran al gesto.

El papel de las Residentas

Este gesto es lo que más adelante se denominó como LAS RESIDENTAS.


Mujeres de todas las clases sociales, VOLUNTARIAS que se habían
presentado primero donando sus joyas, luego objetos de valor, para luego
continuar con el apoyo cercano a sus hombres que estaban en el frente, en el
campo de batalla, luchando contra tres países, en la más cruenta lucha, en
desigualdad de condiciones durante la guerra de la TRIPLE ALIANZA.

Más adelante, vino la escasez de indumentaria para los combatientes y estas


heroicas mujeres fueron las encargadas de tejer para vestir a los combatientes.

Madres, esposas, hijas de la patria

El aporte de las mismas fue extraordinario: cultivando la tierra para el envío de


alimentos o la alimentación de los hijos; curando heridas o tejiendo para la
indumentaria.

No contentas con colaborar pacíficamente, llegaron a empuñar fusiles, en


igualdad de condiciones con los hombres, en el campo de batalla, en defensa
de la soberanía nacional.
24 de febrero Día de la Mujer Paraguaya. Origen de la fecha

La doctora Idalia Flores de Zarza, historiadora nacional, justificadamente


propuso declarar el 24 de febrero Día de la Mujer Paraguaya; acompañó el
proyecto la entonces congresista Carmen Casco de Lara Castro, quien
presentó el proyecto de ley en la Cámara de Diputados, en 1974; el mismo año
en que las Naciones Unidas proclamaba el Año Internacional de la Mujer. En
diciembre de ese mismo año, la ley fue proclamada por ambas cámaras del
Congreso y la promulgación del decreto no se hizo esperar.

Así el 24 de febrero se memora el Día de la Mujer Paraguaya en recordación


de las mujeres que habían donado sus joyas para sostener la guerra. Como
todos los años, con asombrosa puntualidad se cuestiona la ley de 1974 que
había dado origen a la celebración. Se argumenta que las mujeres fueron
presionadas por el gobierno de López para que se desprendieran de sus
bienes. Es sabido que en ese tiempo –incluso mucho antes y mucho después–
las mujeres lucían oro de subidos quilates, aunque anduviesen descalzas.   

 Es impensable que todas las donantes hubieran sucumbido a las amenazas.
Es posible –según la conducta de las personas en una dictadura– que haya
habido mujeres que desnudaron su cuello, sus orejas, sus dedos, por una de
estas razones: por miedo, oportunismo o intenciones patrióticas. De todos
modos, al término de la guerra, cuando Elisa Alicia Lynch había regresado al
Paraguay, se la culpó en una manifestación pública de haber sido la
inspiradora de las famosas donaciones para quedarse con ellas.   

Es más razonable la crítica por celebrar el Día de la Mujer Paraguaya al estar


asociado a la guerra. En esta idea se puede también cuestionar, con más razón
todavía, el Día del Niño, 16 de agosto, que recuerda a los niños masacrados en
Acosta Ñu, en 1869.   

 Como fuere, hay un Día de la Mujer Paraguaya. Que tal día vaya pegado a la
violencia es coherente con la historia misma de esa mujer que ya en la colonia
se la había usado como animal de carga y cría.   

 Desde la Independencia hasta inicios de la Guerra de la Triple Alianza su


condición mejoró algo. Luego le lloverían los padecimientos multicolores e
interminables. Un largo vía crucis habría de sufrir hasta casi terminar el siglo
XX. Debe de haber muy pocos países en los que la mujer haya sido tan
maltratada como en el nuestro.   

Volviendo a la Guerra de la Triple Alianza, tenemos lo que se dio en llamar “las


confinadas”, “las traidoras”, “las residentas”. En las dos primeras categorías
militaban las esposas o demás parientes de los ciudadanos sospechados de
traición a López, y que aparecían ellas mismas como las traidoras. Las
residentas, mujeres que seguían al ejército corriendo la misma suerte de los
combatientes. Traidoras o leales al mariscal, igualmente sufrían la violencia con
su carga trágica.   

 Terminada la guerra les quedó la penosa tarea de reconstruir el país. Apenas


aliviadas de sus penurias, comenzó la serie interminable de las guerras civiles
que también las arrastró como víctimas inocentes. Fueron las viudas de los
combatientes, o las esposas o madres de los encarcelados, confinados,
exiliados, pero siempre las responsables del sostenimiento del hogar.   

 Apenas levantada la cabeza, el Paraguay se enfrentó a otra guerra


internacional: la del Chaco. Nuevamente las mujeres tenían que contribuir al
mantenimiento del país y de su casa. Hay documentos que demuestran que
durante la contienda la producción agrícola fue mayor que en tiempos de paz.
O sea, cuando estuvo enteramente en manos de las mujeres.   

Concluida la guerra y la etapa de las revoluciones, el país sufrió la dictadura del


general Morínigo, también con muchos paraguayos arrancados de su hogar.
Pero aún hubo una guerra civil más, la de 1947, cuyos efectos habrían de
extenderse por varias décadas.   

Apenas siete años después, otra dictadura –larga y penosa– se instaló en el


país. Fue la de Stroessner que a tantos paraguayos había castigado con la
tortura, la desaparición, el exilio. Paraguayos que dejaban a las mujeres
apuntalar a la familia, si no eran ellas mismas las que sufrían directamente los
rigores de la dictadura.   

Por todo esto, y mucho más, bien está que la mujer paraguaya tenga un día en
que se la recuerde. Al conmemorar este 24 de febrero, también queremos
destacar que a pesar de la época difícil y las circunstancias de la guerra, en
esta fecha, en el año 1867, en la Plaza de Mayo de Asunción, se realizó la gran
asamblea de mujeres de la capital y del interior,  hermanadas con el único
interés de “la salvación de la patria” –dice el acta de esa asamblea. Si bien en
el Paraguay hoy no se vive una guerra como aquella, la paz no se ha logrado
mientras perduren los altos niveles de pobreza, el precario acceso a la salud y
al empleo mediante en el cual las mujeres accederían al bienestar económico,
social y cultural. Hoy miles de mujeres paraguayas viven bajo la tiranía de la
violencia intrafamiliar, la explotación sexual y la trata de personas. En nombre
de tantas mujeres anónimas que han hecho nuestra historia sin que sus
nombres estén registrados, queremos darles hoy el honor a las Mujeres
Paraguayas en su diversidad, caídas de aquella infame guerra del ´70 y a
aquellas que han sostenido y sostienen hasta hoy al Paraguay de nuestro
tiempo.
 
La guerra del 70 relatada por las mujeres que la vivieron como residentas
o como destinadas y traidoras

La distancia entre las realidades históricas y la idealización de tales realidades


se hace patente en esta compilación de textos de mujeres que hicieron el
penoso camino de la residenta o de la destinada. RESIDENTAS eran aquellas
que no habían caído en desgracia con el Mariscal Presidente. DESTINADAS (o
TRAIDORAS) eran las mujeres destinadas a los campos de concentración de
Panadero o de Espadín. La falta de estas últimas era, mayormente, haber
tenido un pariente perseguido por Francisco Solano López, como fue el caso
de la señora de Decoud, que tuvo que hacer a pie el camino hasta la cordillera
del Mbaracayú.
Sin embargo, tanto las destinadas como las residentas fueron víctimas del furor
irracional de la guerra. Perseguidas por el hambre, por los bombardeos
enemigos, sin ninguna protección del ejército nacional, las mujeres y sus hijos
menores fueron los auténticos héroes de la guerra de 1870, aunque en un
sentido muy distinto al indicado por O`Leary y otros fanáticos belicistas.
Como secuela de esa guerra, miles de mujeres sufrieron el dolor, abuso,
violaciones, embarazos y  el abandono de un Estado que quedo en la
bancarrota”.

El feminismo en Paraguay

Así a fines del siglo XIX la mujer comenzó a participar activamente en la vida
social, política, cultural con igual derecho con los hombres.
Entre los años 1902 y 1904 Ramona Ferreira dirigió el periódico “La voz del
siglo”, Serafina Dávalos, primera mujer universitaria, abogada que se tituló en
1807 con la Tesis “Humanismo”, cuestionó la opresión de la mujer, ella fue
miembro del Tribunal Superior de Justicia.
Así iban gestándose algulnos movimientos para mejorar la situación de la mujer
en nuestro país.
El 25 de abril de 1920 fue fundado el Centro Feminista Paraguayo (CEP) y tuvo
como fin que las mujeres se organizaran para luchar por sus derechos y
contribuir con ideas al Congreso Internacional de la Alianza para el Sufragio
Femenino, que se celebró en mayo de ese año en Madrid, suscribieron el acta
fundacional varias profesionales destacadas como: Serafina Dávalos, Virginia
Corvalán, Inés Emiliana Escalada, María Felicidad González y otras.
La ilustre profesora Ma. Felicidad González dirigía la Escuela Normal de
Profesores.
En nuestro país tenemos varias mujeres trabajando como Ministras,
Intendentas, Consejales y Diputadas.
Sigue abriéndose espacios en todos los ámbitos: social, económico, político,
cultural, artístico y científico.
Sensible ausencia irremediable

Desgraciadamente, hoy ya no contamos en el Paraguay con las heroicas


RESIDENTAS, aquellas mujeres paraguayas, jefas de hogar, formadoras de
ciudadanos, impulsoras del crecimiento del país. Luchadoras incansables,
artesanas, agricultoras, empresarias, diplomáticas, amas de casa, trabajadoras
del comercio, doctoras, maestras; en fin, forjadoras de un mañana mejor. Pero,
felizmente, quedaron sus ejemplos, sus testimonios de vida, con toda su bagaje
de lindas lecciones sobre cómo apoyar el país.

El Tratado Secreto. La Guerra Contra la Triple Alianza.

El Paraguay, enclavado en el centro de América del Sur, poseía importantes


recursos naturales, se autoabastecía y exportaba maderas de sus frondosos
bosques, yerba mate, tabaco, cueros. Las estancias de la Patria estaban
atiborradas de ganado y los cultivos producían todo cuanto necesitaban para
abastecerse sin necesidad de importar mucho del extranjero. La política de
aislamiento y autoabastecimiento impuesta por el dictador Francia estaba
dando sus frutos. Pero, nuestros ríos no eran navegables por extranjeros y
para surcar sus aguas debían conseguir permisos especiales. No estábamos
abiertos al comercio internacional y nuestro grave pecado era comenzar a
surgir como potencia independiente de los intereses creados de las grandes
potencias que dominaban el mundo a fines del siglo XIX.

El 18 de junio de 1864, en el mayor secreto, se firma en Puntas del Rosario,


Uruguay, un pacto secreto con la presencia de Edward Thornton, cónsul inglés
en Buenos Aires; Rufino de Elizalde, canciller argentino; José Antonio Saraiva,
delegado del Imperio; y Venancio Flores, un revolucionario uruguayo opuesto al
Partido Blanco en el poder, que deseaba dar un golpe de estado y tomar el
gobierno, cosa que logró con la ayuda de Mitre, y del Brasil. Este fue el primer
paso que culminó el 1 de mayo de 1865, cuando Argentina, Brasil y Uruguay
firman “oficialmente” el Tratado Secreto de la Triple Alianza, para unirse y
hacer la guerra al Paraguay.

El terrible conflicto duró cinco años, desde su declaración en 1865 hasta la


muerte de López, ya herido, sin ejército y prisionero de los brasileños, en Cerro
Corá, el 1 de marzo de 1870. La población del Paraguay, que era de
aproximadamente unos 1.300.000 habitantes, según algunas crónicas, quedó
reducida después de la hecatombe a 80.000 personas, de las cuales solo unos
28.000 eran hombres, habiendo entre ellos niños, ancianos y extranjeros. El
Paraguay quedó convertido en un inmenso osario.
Campos de Muerte

No existían tribunales internacionales que pudieran juzgar a los criminales de


guerra, como juzgaron a los nazis, o a los sanguinarios jefes que comandaron
los exterminios en la reciente guerra de Chechenia. Se llama “genocidio”
cuando se extermina a un pueblo; si la encuadramos dentro de este concepto,
la Guerra Grande fue un verdadero genocidio.

En 1863 el “Jornal do Comercio” hablaba de la anexión de Uruguay y Paraguay


a la Argentina como “Estados Unidos del Río de la Plata”. Un atlas publicado
en Londres, en tiempos de la Gran Guerra, incluye como territorios
pertenecientes al Brasil: la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Paraguay.
Desde que fuera trazada la línea de Tordesillas entre Juan II de Portugal y los
Reyes Católicos el 7 de junio de 1494, que demarcaba las posesiones de uno y
otro reino, Portugal, por la fuerza y la violencia de los asaltos de mamelucos y
bandeirantes, se fue apoderando a sangre y fuego de nuevos territorios,
corriendo la línea al punto que debimos mudar las misiones de los indios
porque eran arrasadas, y los aborígenes arreados como ganado y vendidos
como esclavos en el Brasil.

El continuar con esa política expansionista no era inusual para el poderoso


Imperio. Y, por su parte, Buenos Aires reclamaba sus derechos sobre los
territorios que habían compuesto el Virreinato del Río de la Plata. Se hallaba,
pues, Paraguay, en medio de la lucha de dos gigantes.

Llamas de un holocausto

Leer el Tratado Secreto de la Triple Alianza produce horror. Si bien establecía


que la guerra era contra López no contra el Paraguay, lo dejaron escapar
abiertamente en Lomas Valentinas, cuando estaba totalmente rodeado y no
tenía salida posible. Tomaron todos los papeles de López en Angostura, los
archivos de la República que fueron tomados en Piribebuy, y también los
papeles que fueron tomados finalmente en Asunción.

Si no era contra el Paraguay, por qué exterminaron cruelmente a su población,


quemaron los campos de “Acosta-Ñú”, donde la caballería riograndense atacó
a niños de 8 a 14 años armados con palos y disfrazados con barbas postizas
hechas de las briznas amarillas de los marlos de maíz, los heridos y escasos
sobrevivientes perecieron calcinados entre alucinantes gritos de dolor, mientras
sus madres y hermanas trataban de socorrerlos.
Incendiaron el Hospital de Sangre de Piribebuy, trabando puertas y ventanas y
quemando vivos a heridos, médicos y enfermeras.
Dieron muerte al vicepresidente Sánchez, anciano y enfermo tirado en un
carretón en Cerro Corá, y al hijo de López con Juanita Pesoa, de tan solo 11
años. Mataron a muchos de quienes se entregaron en aquel holocausto final y
luego prendieron fuego al campo, donde yacían aquellos espectros enfermos
de hambre y de miseria.
La perdida de nuestro territorio

En el Tratado de la Triple Alianza se estipula claramente que nuestro territorio


debería ser dividido de acuerdo a las ambiciones del Brasil y la Argentina. Y así
se hizo.

Mariano Varela, canciller argentino dijo la famosa frase: “La victoria no da


derechos a las naciones aliadas, para declarar por sí límites suyos, los que el
tratado señala, los límites deben ser discutidos con el Gobierno que se
establezca en el Paraguay, y su fijación será establecida en tratados después
de que cada parte exhiba los títulos en que cada uno apoye sus derechos”.

Pero las pretensiones de Mitre de llegar hasta Bahía Negra fueron sometidas a
arbitraje y frenadas por el laudo Hayes en 1878, que decidió que nuestro
territorio llegaba hasta el Pilcomayo, mientras que a la Argentina le otorgaba la
fracción comprendida entre el Pilcomayo y el Bermejo; también fue para la
Argentina el territorio en litigio de las Misiones, al sur oriental del Río Paraná,
donde quedaban las reducciones de indios que, conforme la Corona Española,
debían ser administradas por Velazco, el gobernador del Paraguay, posición
que Francia reivindicó terminantemente.

Brasil, por su parte, conforme el tratado del 9 de enero de 1872 “Loizaga-


Cotegipe”, se apoderó de todo el territorio comprendido entre el río Apa y el río
Blanco, y el comprendido entre el río Ygurey hasta los hitos más altos de las
sierras de Amambay y de Mbaracayú.

Sería interesante revelar el contenido de estos documentos que ahora el Brasil


reconoce obran en su poder, relativos a la Guerra de la Triple Alianza, dado
que la documentación contendría detalles de supuestos sobornos a los árbitros
que mediaron, beneficiando así al Brasil y a la Argentina con territorios
históricamente paraguayos. Nosotros deseamos comprender lo que aconteció;
conocer los entretelones de una Guerra que destruyó nuestra Patria;
adentrarnos en los preámbulos de Puntas del Rosario, la intervención del
cónsul inglés, los conciliábulos secretos de argentinos, brasileños y uruguayos;
nos asiste el derecho de poder conocer la verdadera historia, no la que
escribieron los vencedores o los políticos corruptos vendidos al invasor, sino la
real, en memoria de aquellas residentas y soldados del 70, porque de la base
del conocimiento de nuestro pasado podremos cimentar nuestro presente y
planificar un futuro mejor para nuestra castigada Patria.

Reorganización del Paraguay luego de la guerra del 64-70.

La primera época del Paraguay de la postguerra del 70 fue de crisis política.


Los problemas de la reorganización nacional no pudieron ser atendidos como
correspondía porque la intervención del Brasil y la Argentina en las
conspiraciones y golpes de estado desempeñaron un papel demasiado
importante. Resultado de esta política de intervención fue el derrocamiento del
Presidente Cirilo Antonio Rivarola por una revolución, en diciembre de 1871. En
esta oportunidad asumió Jovellanos hasta la terminación del período
constitucional en 1874. Para este año se había restaurado el sistema
municipal: se crearon el Consejo Superior de Institución Pública y el Superior
Tribunal de Justicia; se arreglaron puentes y caminos del interior; se reorganizó
la Política de la Capital y se calculó los recursos generales de la Nación. Más
no se podía hacer, porque las leyes que establecían los impuestos no se
cumplían, en su mayor parte por insuficiencia de dinero circulante y pobreza
general.

Las emisiones de pesos fuertes por valor de 1.648.301 con garantía de


propiedades fiscales no sirvieron para remediar la situación económica,
resolviéndose entonces gestionar un empréstito en Londres por 1.000.000 de
libras esterlinas. El Gobierno recibió solamente 403.000 de libras; de un
segundo emprétito de 2.000.000 de libras llegaron solamente 124.000. el resto
fue aprovecahdo por personas inescrupolosas que actuaban como
intermediarias comisionistas.

A fines de 1874 se cumplió el primer período constitucional siendo electo


Presidente de la República Juan Baustista Gill y Vice-Presidente Higinio
Uriarte.
Bibliografía
 Victor Natalicio Vasconsellos. Lecciones de Historia Paraguaya. 6ª.
Edición.
 Diario ABC color.
 Suplemanto estudiantil ABC color escolar.

Internet.
 www.wikipedia.com
 www.monografias.com
 www.guerrapy.blogspot.com

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