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VOCES

RAFAEL TORRECH SAN INOCENCIO


HISTORIADOR

7 de Mayo de 2011, P. 64

Infortunios que se acumulan


“Este es el primer país que bajo del primer mundo al tercero sin escalas”. Esa muestra
de humor negro lo escuché en Buenos Aires a mediados de la década de los ochenta.
La gran ironía es que Argentina ya no es el único país con ese infortunio. Ya en Puerto
Rico se notan las señas de una gradual y creciente despauperización.

Mozos que ante una buena propina por un servicio excepcional te confiesan que hasta
el mes pasado trabajaban en una agencia de seguros.

Edificios que llevan años de inaugurados, que cuando cae la noche, revelan su
desocupación por la ausencia de iluminación en los apartamentos.

Personas de relativa mayor edad caminando en horas laborables por la calle, con un
carrito de cargar compra, sin rumbo fijo y con mirada desorientada.

Gente que invierte mucha gasolina por encontrar una estación que les ahorre unos
centavos por litro, inconscientes que en la travesía se gastaron cualquier ahorro
obtenido.

Restaurantes de mucho tiempo que cerraron por reparación, que por meses
permanecieron intactos, a los que súbitamente les cuelgan un se vende o se alquila.

Tiendas por departamento vacías, cuyos pocos consumidores miran pero no se acercan
a las cajas registradoras.

Estudiantes que acuden a clases nocturnas a rendir su tercera jornada del día, con los
ojos rojos y evidencia de un cansancio acumulado que no cesa.

Reventas de vivienda a precios de quemazón, que han hecho caer en picada las
tasaciones, y que aún así permanecen sin compradores.

El espectro de la pobreza llueve y no escampa en Puerto Rico. Progresivamente la


clase media desciende de clase, y la clase alta se afana por exhibir estándares de vida
que no corresponden con sus actuales medios.
El gobierno prende velas a una recuperación varias veces pospuesta que no llega. Sus
incentivos suponen escenarios cuestionables que evaden a los que más cerca están del
precipicio de la pobreza: para pagar menos impuestos hay que tener ingresos que
reportar; y los incentivos para la venta de propiedades nuevas soslayan las necesidades
de los que necesitan revender sus propiedades para evitar el descalabro definitivo. Y el
espiral en el costo de energía encarece en factores de multiplicación todo consumo en
el País.

El “supply side economics” del gobierno presupone que los incentivos a los que más
tienen se filtrarán hacia los que tienen menos. Pero el país entero va para un año de
grandes y acumuladas carencias de flujo de efectivo que aprietan con singular violencia
a la clase media.

Hay que pensar en otras alternativas. La regresión del país a un “welfare state” federal
no abona a la concesión de la estadidad. La quiebra estructural del ELA no justifica un
cada vez más precario estatus quo. La gestión de nuevas alternativas soberanas
dirigidas a una estructura nacional de autosuficiencia es el único camino para devolverle
al país la confianza en sí mismo y la capacidad para regenerarse.

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