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Algunas precisiones necesarias

Hablar de familia en la actualidad nos lleva a hablar de diversidad. Más allá del casi obligado plural con que debemos
referirnos a la institución familiar, es cierto que las definiciones de familia por más variadas que sean descansan hoy en la
relación interindividual, dando la idea de que la familia es ante todo un proyecto relacional que no hace referencia
necesariamente a lazos de sangre. Precisamente Schaffer (1990 en Isabel Solé i Gallart, 1998) señala que la naturaleza
de las relaciones interpersonales son el factor clave del desarrollo del niño en la familia, más incluso que la propia
estructura familiar.

Esto es precisamente lo que queremos rescatar en nuestra intervención: la naturaleza de la relación interpersonal como
factor clave del desarrollo del niño en la familia. La familia sigue siendo, a pesar de los ataques y dudas que se ciernen
sobre ella, el nudo esencial de la constitución de la personalidad de los niños. Prácticamente todas las definiciones, más
allá desde donde se posicionen para estudiar a la familia, hacen referencia a los factores comunes: habitación común,
descendencia común, mismo techo, mismo apellido, mismos padres, mismo grupo, misma historia.

Podríamos decir que dos aspectos fundamentales marcan a la familia de hoy: es el niño que la define, ya sea por su
ausencia o por su presencia. Por otro lado, la historia de las personas dentro de las familias no es tan lineal como antaño:
el ciclo de vida familiar no es tan previsible, y una misma persona puede pasar por muy diferentes etapas de su vida en
cuanto a la familia: celibato, pareja, familia monoparental, familia compuesta, etc..

Por otro lado, la familia se ve amenazada en lo que tiene de más fundamental: dar a sus miembros la identidad de base
suficientemente reaseguradora para afrontar los acontecimientos de la vida. La familia antes tomaba a cargo dimensiones
muy particulares de la experiencia humana: tiempo de vida, de aprendizaje, de educación, de reproducción y ahora está
cediendo algunas de estas funciones a otras instituciones.

De todos modos, y con variantes respecto a etapas anteriores, la familia es claramente el primer contexto de aprendizaje
para las personas, en este sentido, es importante aclarar que en su seno aprenden no sólo los niños sino también los
adultos. En la familia se ofrece cuidado y protección a los niños, asegurando su subsistencia en condiciones dignas.
También ella contribuye a la socialización de los hijos en relación a los valores socialmente aceptados.

Las familias acompañan la evolución de los niños, en el proceso de escolarización, que es la vía excelente para ir
penetrando en otros ámbitos sociales diferentes a la familia. Esta, a través de estas funciones apunta a educar a los niños
para que puedan ser autónomos, emocionalmente equilibrados, capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios.

En esta intervención haremos expresa referencia a la que anotamos como segunda función básica de la familia, esto es, la
función socializadora, que conecta al niño con los valores socialmente aceptados. La enculturación como así ha dado en
llamarse consiste en la transmisión de representaciones y valores colectivos, indispensables para el desarrollo y la
adaptación de los niños.

Partimos de que los valores, las reglas, los ritos familiares están al servicio de la estabilidad familiar, funcionan como sello
de identidad para las distintas familias, están al servicio del sentido de pertenencia. Por otro lado, existen fuerzas internas
y externas, como el proceso evolutivo de los miembros de una familia, los conflictos, las crisis que funcionan como agentes
de cambio. Del equilibrio entre ambas fuerzas resultará el sano crecimiento de la familia.

Desde una perspectiva evolutivo-educativa, podemos decir que la familia supone:

 un proyecto vital de existencia en común con un proyecto educativo compartido, donde hay un fuerte compromiso
emocional,
 un contexto de desarrollo tanto para los hijos como para los padres y abuelos,
 un escenario de encuentro intergeneracional,
 una red de apoyo para las transiciones y las crisis(1).

Desde esta perspectiva, la familia aparece como el mejor contexto para acompañar a la persona para transitar los cambios
que implica necesariamente la vida.

En cuanto al proyecto educativo familiar es en general de orden implícito, se trata de un contrato familiar donde se
"inscribe" la forma en que se organizan las familias, como se dividen las tareas, qué expectativas se tienen de los
miembros de la familia. Los valores, actitudes y expectativas que de esta forma se transmiten constituyen lo que algunos
autores (Cremin, 1976; Bloom, 1981) han llamado "currículum del hogar". Este currículum del hogar no está escrito -a
diferencia del escolar- pero cuenta con objetivos, contenidos, "metodologías" que determinan la seña de identidad de cada
familia, y contribuyen a generar aprendizajes en sus miembros . Las familias se diferencian entonces no sólo por los
contenidos sino también en los estilos con que transmiten estos contenidos (Martínez, 1996).
El tema de los estilos educativos adquiere entonces importancia fundamental a la hora de educar en valores.

En ese sentido se distinguen varios estilos educativos (Baumrind, 1971 y Maccoby y Martín, 1983 en Coloma, 1993), que
vienen determinados por la presencia o ausencia de dos variables fundamentales a la hora de estudiar la relación padres-
hijos: el monto de afecto o disponibilidad paterna a la respuesta y el control o exigencia paterna que se pone en la relación
padres-hijos. De la atención de estas dos variables surgen cuatro tipos de padres:

 Autoritativo recíproco, en los cuales estas dos dimensiones están equilibradas: se ejerce un control consistente y
razonado a la vez que se parte de la aceptación de los derechos y deberes de los hijos, y se pide de estos la
aceptación de los derechos y deberes de los padres.
 Autoritario-represivo, en este caso si bien el control existente es tan fuerte como en el caso anterior, al no estar
acompañado de reciprocidad, se vuelve rígido, no dejando espacio para el ejercicio de la libertad de parte del
hijo.
 Permisivo-indulgente, en este caso no existe control de parte de los padres, que no son directivos, no establecen
normas. De todos modos, estos padres están muy implicados afectivamente con sus hijos, están atentos a las
necesidades de sus hijos.
 Permisivo-negligente, en este caso, la permisividad no está acompañada de implicación afectiva, y se parece
mucho al abandono.

La educación de los valores en la familia

Partimos de que los valores son elementos muy centrales en el sistema de creencias de las personas y están relacionados
con estados ideales de vida que responden a nuestras necesidades como seres humanos, proporcionándonos criterios
para evaluar a los otros, a los acontecimientos tanto como a nosotros mismos (Rokeach, 1973 en García, Ramírez y Lima ,
1998) . Es así que los valores nos orientan en la vida, nos hacen comprender y estimar a los demás, pero también se
relacionan con imagen que vamos construyendo de nosotros mismos y se relacionan con el sentimiento sobre nuestra
competencia social.

Según otros autores (Schwartz, 1990) los valores son representaciones cognitivas inherentes a tres formas de exigencia
universal: las exigencias del organismo, las reglas sociales de interacción y las necesidades socio-institucionales que
aseguran el bienestar y el mantenimiento del grupo.

De esa manera, según Schwartz los sistemas de valores se organizan alrededor de tres dimensiones fundamentales: el
tipo de objetivo (trascendencia o beneficio personal; conservación o cambio), los intereses subyacentes (individuales o
colectivos), el dominio de la motivación (tradición, estimulación, seguridad). Las teorías implícitas que todos los padres
tienen y que se relacionan con lo que los mismos piensan sobre cómo se hacen las cosas y por qué se hacen de tal o cual
manera ofician "de filtro" en la educación en valores.

Estas ideas y teorías implícitas se montan sobre experiencias, sobre lo que se ha vivenciado.

Si bien se podría decir que la familia no es el único contexto donde se educa en valores, es una realidad que el ambiente
de proximidad e intimidad que en ella se da la hace especialmente eficaz en esta tarea.

Existe en la literatura una extensa discusión sobre cómo se educa en valores: ¿los pequeños interiorizan los valores
familiares? ¿o los niños son agentes activos en el proceso de construcción de valores, en el entendido que la relación
padres-hijos es una relación transaccional, esto es de ida y vuelta? Nosotros estamos con la segunda posición,
afiliándonos así a las nuevas perspectivas constructivistas. En ellas se concibe a la relación entre adultos y niños de doble
sentido, aunque se acepte que esta relación es asimétrica.

Esto significa que no sólo cambian y se influencian los valores de los niños, sino también los de los adultos, por ejemplo,
luego de tener hijos una persona puede privilegiar más el valor de la seguridad que el de reconocimiento social.

Un marco teórico para comprender la educación en valores en la familia

La familia muestra a sus miembros lo que espera de ellos teniendo en cuenta lo que se ve como deseable y valioso en la
sociedad. Bronfenbrenner (1987) propone un modelo que incluye cuatro sistemas para entender la realidad en la que están
incluídas las familias:

En el nivel del macrosistema, se ubican las creencias de una cultura, las leyes que regulan una sociedad, los mitos y los
valores que se aprecian en un determinado grupo social. En él también residen los mensajes que se transmiten en los
medios de comunicación social, los clichés, los estereotipos y lo que es valorado como deseable respecto a lo que puede
considerarse una "buena familia".
En el nivel exosistema se ubican todas las influencias de agentes externos que tiene la persona, que aunque no estén en
directo contacto con ella, tienen impacto sobre la misma. En el tema que nos ocupa, los valores manejados por la familia
extensa y por los amigos tienen influencia en los padres, ya sea para tomarlos como ejemplo y reproducirlos en su propia
familia o para vivirlos como reto y conflicto.

El autor reserva el concepto mesosistema a la relación existente entre dos o más sistemas que tienen estrecha influencia
en la persona. El ejemplo más claro de relación a nivel del mesosistema lo constituye la relación entre familia y escuela. En
general justamente, a la hora de elegir el centro educativo para los hijos uno de los aspectos a tener en cuenta es la
compatibilidad de los valores asumidos por ambas.

Por último, en el microsistema es donde residen las relaciones más próximas e íntimas que una persona tiene con el
entorno, en palabras del mismo Bronfenbrenner el microsistema "constituye un patrón de actividades, roles y relaciones
interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y
materiales particulares". La familia es un ejemplo claro de microsistema.

Este marco teórico permite la lectura abierta de la educación en valores en otros contextos de socialización: es un hecho
que la televisión, el mundo de internet y de los ordenadores condicionan en parte los valores que son transmitidos desde la
familia . De cómo administren los padres estos medios, como eduquen a sus hijos en la lectura del lenguaje audiovisual y
en el espíritu crítico depende la educación en valores en general.

Este marco teórico permite estudiar a la familia como un sistema, inmerso dentro de otros sistemas. La palabra sistema
pone acento justamente en la familia como conjunto de elementos en continua interacción. En un sistema, y por lo tanto,
en las familias cada elemento afecta a otros y es a su vez afectado por aquellos, en una especie de equilibrio circular que
una vez establecido tiende a mantenerse, esto es lo que se llama aptitud de homeostasis, que es la tendencia del sistema
a permanecer igual a sí mismo.

De todos modos, los sistemas también tienen aptitud para el cambio Los modos de relación no son considerados desde
esta perspectiva en forma lineal, sino que son multilaterales, cada elemento influye al otro, y este al primero, el esquema
es entonces de naturaleza circular.

Todas estas características de las familias en tanto sistemas interesan a la hora de estudiar a la familia como educadora
en valores.

Ciclo de vida familiar y valores

Las familias, como las personas atraviesan diferentes etapas, recorriendo un ciclo evolutivo (Vidal, 1991).

En general se pueden distinguir tres grandes tiempos en la vida de una familia: el tiempo de constitución, que abarca
cuestiones tales como elección de la pareja, matrimonio y cohabitación sin hijos, el tiempo de expansión, esto es de la
llegada de los hijos, que implica la transición a la paternidad y la vida con hijos de edad preescolar y escolar, y por último
un tiempo de reducción, cuando los hijos se emancipan, la pareja vuelve a quedar sola y sin actividad laboral.

En general, las etapas que se inscriben dentro de estos tiempos se definen en relación a estos factores: cambios en la
composición familiar, cuando miembros se anexan o se pierden, cambios en la composición en relación a las edades y
cambios en la situación laboral de los miembros de la familia.

A grandes rasgos se pueden describir las siguientes etapas:

 constitución de la pareja, cuando la mujer y el hombre llegan a la pareja cada uno tiene una serie de expectativas
sobre como debe ser una pareja. Estas expectativas tienen que ver con valores sobre cómo tienen que ser las
cosas dentro de una pareja, y en general no se dicen de forma explícita. Estas formas de concebir las cosas
pueden ir desde como se deben relacionar hombre y mujer, hasta la repartición de las tareas domésticas ¿quién
cocina, lava los platos, hace los mandados, quién ayuda a quién?. En esta etapa el éxito en la separación con
las familias de origen es crucial, y cuanto más aglutinadas sean las familias de origen, mayor dificultad traerá
consigo la separación, ya que separarse en ciertos casos puede asimilarse a aniquilación y a traición.
 nacimiento de los hijos (con las primeras etapas de vida preescolar y escolar), supone el tener resuelto el lugar
que va a ocupar el hijo que llega, el modo de participación de los padres y de sus familias está vinculado con la
relación de los padres entre sí y de cada uno con su familia de origen: Aquí se pone en juego cómo se debe
educar a un niño o a una niña, y en general lo que se quiere de los hijos, si esto se define por repetición o por
oposición a lo que los padres han vivido ellos mismos en tanto hijos; cuanto se asigna externamente a ese hijo
que llega, desde la misma manera de esperarlo, del lugar que se le asigna, desde el nombre que se le pone, etc.
La cuestión del nombre: si el mismo ya existe en la familia, si es un nombre a "estrenar", tiene que ver con las expectativas
y valores que los padres ponen en juego desde el inicio en la relación con ese hijo: se va a llamar como el abuelo, como el
tío, y por qué, para llenar un espacio que ha quedado vacío, si se quiere repetir la historia de alguien que ha sido muy
inteligente, muy afectuoso, muy exitoso en la familia. La distribución de tareas en el cuidado de los hijos es un tema
fundamental en la educación, quién se levanta de noche, quién lo baña y quién le da de comer definen valorizaciones,
formas determinadas de encarar los vínculos.

 adolescencia de los hijos ,que se estudia en forma separada de las etapas anteriores, por el impacto que tiene
tanto en los adultos como en los mismos adolescentes. En esta etapa los hijos se plantean el por qué, el para
qué, el sentido de la vida, qué quieren hacer, cómo quieren vivir. A través de estas preguntas, el adolescente
también "mueve" a los padres, y los lleva a replantearse sus propias opciones al respecto. Pueden darse
conflictos de valores, enfrentamientos, con la diferencia que el adolescente tiene tiempo por delante para
resolver estos temas, mientras que los padres no. Esta etapa puede resolverse mediante el control férreo de
parte de los padres o por el contrario, por una indiscriminación entre padres e hijos, que funcionan como amigos.
 partida de los hijos del hogar parental, es también una etapa movilizadora para los padres, porque coincide con la
disminución de la potencia en el hombre, la pérdida de la capacidad de reproductora en la mujer, la transición de
una vida laboral activa a la jubilación. Cómo se viva esta etapa va a depender de cuán diferenciados hayan
estado los subsistemas parental y conyugal, como para poder permitir al hijo partir sin culpa.
 pareja nuevamente sola, que se ha dado en llamar etapa del "nido vacío", en ella se suelen invertir los roles, los
hijos deben cuidar de sus padres, de cómo se hayan sentido cuidados, protegidos y atendidos los hijos como
tales dependerá como puedan vivir esta etapa.

Estas etapas pueden variar: en algunas culturas o en algunas subculturas el ingreso a la vida adulta se hace sin transitar
prácticamente por la adolescencia, en otros casos, no se puede hablar de nido vacío, ya que las nuevas unidades
familiares se construyen en presencia de por lo menos una de las familias de origen, a tal punto que algunos autores han
hablado de "nido repleto".

Cada una estas etapas implica el cumplir con determinadas tareas, implica conflictos básicos a resolver, que de no
enfrentarse en su momento, se arrastran a etapas posteriores.

Valores y reglas

Las reglas familiares son en general implícitas y provienen de las familias de origen y se transmiten de generación en
generación. Las reglas pueden funcionar como vehículos concretos de expresión de los valores, ya que en general
responden a una determinada escala de valores, sea esta explícita o no. También pueden responder a la tradición y ser el
principal obstáculo para el cambio. Las reglas familiares constituyen indicadores comunicacionales por excelencia. A través
de ellas se determina quién habla con quién, quién tiene derecho a qué, cómo se expresan los afectos, qué se penaliza,
que se premia, a quién le corresponde hacer qué.

Las reglas en todo caso deben ser flexibles, cambiar a lo largo del ciclo familiar y estar al servicio del crecimiento de los
miembros del grupo.

Es interesante detenerse en el análisis de las reglas y sus características.(Gimeno, 1999)

En primer lugar, las reglas tienen diferentes contenidos: las hay organizacionales o instrumentales, son las reglas que
regulan los horarios, las tareas domésticas, las rutinas.

Las reglas más importantes para la teoría sistémica son las que regulan las interacciones entre los miembros, cuáles son
las distancias a tener con los miembros de la familia extensa, con los amigos, los vecinos y también la intimidad y la forma
de expresar el afecto entre los miembros de la familia nuclear

Existen reglas que hacen referencia a las formas de apoyo y se vinculan al cuándo se pide ayuda a quién y cómo.

Otras reglas regulan la manera de proceder ante los conflictos, cómo se enfrentan, y en el caso de hacerlo, cómo se
resuelven. Si la regla básica de una familia es "no tenemos conflictos", se sancionará a todo aquel que intente denunciar
uno.

Por último, los secretos familiares que existen justamente porque son violatorios de escalas de valores o constituyen un
riesgo para el prestigio familiar, son regulados mediante reglas. Cuanto se cuenta, a quién, con quién se comparte el
secreto, con quien se hacen alianzas en tal sentido, todo ello depende de la aplicación de ciertas reglas.
Las reglas cuando están al servicio de las metas y los valores familiares contribuyen al crecimiento de la familia, pero si su
número es excesivo pueden resultar un factor estresante: La consistencia de las reglas esto es, reglas claras que indican a
las personas los límites entre lo que se puede y lo que no, colaboran para dar seguridad a los hijos.

Algunos autores como Stenberg (1992 en Gimeno, 1999) hablan de poder ejecutivo, legislativo y judicial en la familia,
pidiendo prestados términos jurídicos, haciendo referencia a la aplicación de reglas en la familia. El poder legislativo se
encarga de enunciar normas, el poder judicial determina si ha habido incumplimiento de las mismas, y el poder ejecutivo es
quien se encarga de que las normas se cumplan.

En las familias de corte tradicional, el padre representa el poder legislativo, mientras que a la madre, que en general está
en mayor contacto con los hijos, corresponden los otros dos poderes.

Investigaciones relacionadas con el tema

Las investigaciones relacionadas con la educación en valores en la familia han sido criticadas muchas veces por descuidos
de orden metodológico. Las que han trabajado directamente con los hijos puede decirse que son las que han aumentado la
validez y fiabilidad de los resultados, al tratar de las relaciones entre sus representaciones y los valores finales a los que
adhieren los hijos.

Cuando se ha solicitado a las personas que asocien el concepto de familia a una serie de valores que tengan relación con
el bienestar familiar la gran mayoría de ellas señalan como importante el valor de la seguridad, seguidos por los valores de
respeto, tolerancia, solidaridad, responsabilidad, etc (Salcedo, 1992; Orizo, 1996;García y Ramírez, 1997 en García,
Ramírez y Lima, 1998)

Se han realizado también estudios transculturales sobre las representaciones que los adolescentes se han formado de la
relación padres-hijos en el marco de la familia y a la vez sobre los valores de los mismos padres. En esas investigaciones
realizadas con adolescentes españoles, polacos, ingleses, colombianos y portugueses se pone énfasis en la relación entre
los valores de los adolescentes y sus representaciones de las actitudes y comportamientos educativos parentales por un
lado, y por otro, en la relación entre los valores de los adolescentes y los padres por otro (Musitu y Fontaine, 1998).

Se trabajó con dos instrumentos en el caso de los adolescentes: evaluación de la representación que tienen los
adolescentes sobre sus padres y por otro la escala de valores inspirada en la teoría de Schwartz ya mencionada. En el
caso de los padres, sólo se aplicó ésta última.

En forma muy resumida, podemos decir que existen interacciones significativas, aunque de poca intensidad, entre la
representación del adolescente en cuanto los roles y las funciones de sus padres y de su propio sistema de valores. La
dimensión principal de los adolescentes relacionada con el factor comprensión, es la que presenta mas correlación con los
diferentes valores. Los hogares donde predomina la armonía, el bienestar, el afecto refuerzan los siguientes valores:

 universalidad entendida como la comprensión la tolerancia, la estima y la protección de todas las personas y de
la naturaleza,
 benevolencia, entendida como la preocupación por la preservación del bienestar de las personas próximas
 la seguridad, o valoración de la integridad, armonía y equilibrio tanto a nivel interpersonal como social
 el conformismo, entendido por la restricción de acciones o pulsiones que puedan resultar dañinas para los otros o
que violen las expectativas o normas sociales.

Estos valores fueron encontrados en los cinco países estudiados.

La armonía familiar, la comprensión y el apoyo aparecen como dimensiones centrales para la formación de sistemas de
valores que se refieren a estados finales de la existencia y a comportamientos deseables. Estos resultados ilustran la
relación que existe entre los valores característicos de cada sociedad y los valores individuales de sus miembros. La
transmisión de valores parece darse en forma principal a través de la familia siendo entonces el clima familiar con todos
sus componentes socio-afectivos lo que da sentido a los valores, sin descuidar, como hemos dicho que hay otros agentes
que intervienen en la transmisión de valores: los pares, los medios de comunicación social, las instituciones educativas,
etc..

Existen otras investigaciones de los mismos autores que relacionan las funciones de la familia y la pertenencia social. La
familia como refugio del individuo es vivida más frecuentemente en medios socioeconómicos medios y altos, mientras que
la transmisión de valores tradicionales predomina en el seno de las clases desfavorecidas Mientras que estas clases
valorizan el conformismo respecto a la norma social, las clases media y alta valorizan la iniciativa, la curiosidad, la
autonomía y la creatividad.
En nuestro país existen investigaciones que pueden colaborar para dar luz en este tema. Una investigación dirigida por
Rita Perdomo (1998) realizada con adolescentes montevideanos a principios de la década de los 90 estudia lo dicho y lo
no dicho por los adolescentes poniendo énfasis en su inserción social y sus dificultades.

Uno de los capítulos de la encuesta realizada a adolescentes entre 15 y 19 años está dedicado a la toma de decisiones en
el hogar. Ante la pregunta : ¿quién decide las cosas más importantes en tu casa? , en el total de los encuestados
predominó la respuesta el padre y la madre (un 33 % del total) ubicándose la respuesta "todos en familia" en el tercer lugar
con un 19%.(2)

Esto podría hablar de una tendencia a la democratización de los vínculos familiares, esta tendencia es de anotar se da en
todos los estratos socioeconómicos, y se vincula con la facilitación de la comunicación y la comprensión entre los
miembros de la familia. Es verdad que esta investigación no tenía como objetivo fundamental el estudio de los valores, e
incluso los autores dejan claro que expresamente formularon esta pregunta en forma vaga, no dejando claro en su
formulación qué querían decir con "las cosas importantes en tu casa", dejando librado a la interpretación de cada
adolescente. esta expresión.

Así las cosas importantes de la casa podrían ser la adquisición de bienes materiales, decisiones respecto a la educación
de los hijos, o aspectos cotidianos tales como distribución de tareas, horarios, etc.. De todos modos, más allá de las
interpretaciones personales, esta pregunta indagaba acerca de la percepción que los adolescentes tienen sobre las figuras
de autoridad, la distribución del poder, los mecanismos de control que operan en una familia, aspectos que vimos están
relacionados con la educación en valores.

Reflexiones finales

De acuerdo al modesto recorrido realizado a través de teorías, propuestas de autores e investigaciones, parece claro que
aún la familia, a pesar del debate frecuente sigue siendo vehículo privilegiado en la transmisión de valores.

Los cambios operados al interior de la familia desde los años 70, han dejado de lado el modelo racional, con una fuerte y
rígida división de roles entre hombre y mujer y entre padres e hijos. Los padres optan por una educación para la libertad,
valorizando la comunicación, el diálogo, la tolerancia. El estilo autoritativo recíproco descripto en este mismo artículo es el
que según las investigaciones actuales aparece como el más indicado para favorecer el crecimiento del hijo en todas las
dimensiones. Más allá de la forma que adquiera, la familia sigue siendo la institución cuya función fundamental es
responder a las necesidades y las relaciones esenciales para el futuro del niño y su desarrollo psíquico. La familia aparece
como la instancia primera donde se experimenta y organiza el futuro individual donde se dan las contradicciones entre:
"pertenecer a" y a la vez lograr la autonomía, parecerse y diferenciarse. Esta tensión paradójica se resuelve con la marca
individual de cada persona, pero es verdad que la familia se instituye como un lugar de resiliencia, en el sentido que brinda
un espacio para resistir a esta tensión y resolverla favorablemente. La familia es el lugar de la construcción de identidad,
sin el otro, es imposible que exista el yo, sin lazos o relaciones no existe psiquismo unificado. La familia constituye
entonces el compromiso de cada uno con un proyecto relacional que se construye en un determinado tiempo y espacio y
que define por lo tanto los valores que en cada unidad familiar se ponen en juego. La familia se constituye así como el
primer paso importante hacia la cultura, al organizar el sistema de valores, la manera de pensar y de comportarse de sus
miembros, de acuerdo a la pertenencia cultural

Más allá de la estructura, la historia, la cultura, la composición de la familia sus funciones primeras siguen siendo las
mismas: favorecer lo mejor posible a nivel de las relaciones, las condiciones necesarias y suficientes de un dispositivo que
permita favorecer la capacidad psíquica de cada uno de sus miembros para producir sentido a fin de inscribir su existencia
en su historia y la de los otros. La relación padres-hijos, a través de la educación en valores, constituye la primer y
fundamental escena de esta meta a lograr. (Lefebvre, 2000)

Bibliografía

Bronfenbrenner, Urie (1987): La ecología del desarrollo humano, Buenos Aires: Paidos.

Coloma Medina, José (1993): Estilos educativos paternos en: Pedagogía Familiar de José María Quintana (Coord.),
Madrid: Narcea.

García Hernández, María Dolores, Ramírez Rodríguez, Gloria y Lima Zamora, Alinson (1998): La construcción de valores
en la familia en: Familia y desarrollo humano, María José Rodrigo y Jesús Palacios (Coords.), Madrid: Alianza.

Gimeno, Adelina (1999): La familia: el desafío de la diversidad, Barcelona: Ariel.

Lefebvre, A. (2000) :De quelques fonctions paradoxales au sein de la relation parents-enfants en: Le parent éducateur, de
Jean Pierre Pourtois y Huguette Desmet , Paris: Presses Universitaires de France.
Martínez González, Raquel-Amaya (1996): Familias y escuelas en : Psicología de la familia. Un enfoque evolutivo y
sistémico. Vol. 1, Valencia: Promolibro.

Musitu, Gonzalo y Anne-Marie Fontaine (1998). Système de valeurs et représentations des styles éducatifs parentaux à l
´adolescence: une étude transculturelle en: Regards sur l´éducation familiale. Représentation. Responsabilité Intervention,
Anne Marie Fontaine y Jean Pierre Pourtois (eds), Bruselas: De Boeck.

Perdomo, Rita y otros (1998): Los adolescentes uruguayos hoy, República Oriental del Uruguay, Ministerio de Educación y
Cultura, Dirección de Educación, Serie Aportes a la Educación Nacional, Número 11

Solé i Gallart, Isabel (1998): Las prácticas educativas familiares en: Psicología de la Educación; César Coll (Coord)
Barcelona: Edhasa.

Vidal, Raquel (1991): Conflicto psíquico y estructura familiar: Montevideo: Ciencias.

INTRODUCCIÓN

En general, la familia se define como el grupo social básico, creado por los vínculos del matrimonio o parentesco que se encuentra y es
considerada por muchos como base de la sociedad. Durante un prolongado periodo la sociedad estuvo formada por un conjunto de familias
que cumplía con la mayoría de las funciones sociales, inclusive las políticas, las religiosas y las económicas. Actualmente, la familia sigue
cumpliendo funciones sociales importantes. En todas las culturas la familia se encarga de la socialización primaria de los nuevos miembros,
de la satisfacción de las necesidades básicas de sus integrantes. Entre ellas esta la comunicación y el dialogo que representan un carácter
importante para el buen funcionamiento de esta. Veremos la diferentes etapas y las comentaremos.

COMUNICACIÓN

¿ QUE ES ?

El es el medio o la herramienta que solo pueden utilizar los seres humanos por medio de signos orales y escritos que poseen un significado.
En un sentido más amplio, se entiende por lenguaje cualquier procedimiento que sirva para comunicarse.

La comunicación es el envío y la recepción de un mensaje, el cual es entendible gracias al lenguaje, herramienta que sólo los seres humanos
podemos utilizar.

LA COMUNICACIÓN EN LOS PRIMEROS MESES DE VIDA

No alcanza el hecho biológico de la procreación para ser padre o madre, es necesario el acto de reconocimiento efectivo para que la
paternidad o maternidad sean constructivas. Dice un dicho que “No es padre quien da a luz al hijo, sino quien lo cría”. Y esta es una verdad
muy cierta, porque muchas veces pensamos que por el solo hecho de haber dado a luz a nuestro hijo nos convierte en buenos padres, pero
eso no es lo que caracteriza a un padre, sino la forma en que lo va criando en su vida.

Es más, lo importante de ser padres no pasa por el mero hecho biológico, ya que hermosas familias están conformadas únicamente por uno o
varios “hijos del corazón” y de “la panza”, o ambos.

Tener un hijo es un hecho tan trascendente que ni siquiera se modifica por la llegada de otro hijo.   Cada persona ocupa “su” lugar particular,
diferente e irremplazable, distinto de cualquier otro.

Esta trascendencia convierte el vínculo en indisoluble porque nunca deberá, ni podrá desentenderse desde la responsabilidad, ni desligarse
desde lo biológico o afectivo. Desde la identidad, porque necesita un sucesor; desde el amor, por la felicidad que le causa. 

LA COMUNICACIÓN EN LA INFANCIA

( HASTA LOS TRES AÑOS DE EDAD )

Desde la edad de 2½-3 años, una vez aceptada "la disciplina y el orden", se tornan bastante obedientes y sumamente curiosos. Es la mejor
edad para introducir hábitos: de higiene, orden, autonomía, colaboración. Lo preguntan todo. Y observan si intentamos responderles todo, lo
cual promoverá su curiosidad, principal elemento para el aprendizaje a lo largo de toda su vida. O bien, si les cortamos sus preguntas por
resultarnos molestas: aprenderán a adormecer su curiosidad, y quizá a no preguntarse ya más cosas. Además son juguetones incansables,
disfrutan de ejercer sus habilidades motrices y expresivas, "no paran".

Desde que se les quitan los pañales aparece la distinción genital, y juegan entre ellos con sus genitales, no por erotismo, sino por diversión y
por diferenciación en dos "bandos", con sus maneras y adjetivos socialmente añadidos: aparece así la sexualización, como fenómeno más
social que orgánico. Luego se irán identificando con los padres, primero el del sexo contrario, y luego con el del propio. Se llama la fase de
Edipo en niños o de Electra en niñas.
LA COMUNICACIÓN EN LA EDAD PRE-ESCOLAR

( DE LOS 3 HASTA LOS 6 AÑOS )

Los niños desde que andan y hablan dominan mucho más su espacio y sus relaciones con los demás. Desde esta edad entran a ser parte de
la escolarización, allí es donde comentan con otros niños y empiezan a relacionarse, a jugar con otros niños y convive ya teniendo en cuenta
la individuación y se prende a un mundo mas complejo. Al poder sobrepasar a menudo los límites que nosotros les queremos imponer,
aprenden una novedad: nosotros les limitamos, les decimos que "no", y ellos responden igual. Es la edad de los límites, pues se encuentra
con problemas para convivir con sus hermanos mayores y con otros niños. De las grandes rabietas por cualquier cosa (no quiero comer, no
quiero dormir, no quiero seguir andando, no quiero que me vistas...). Junto a una tremenda ingenuidad. El niño irá dejando de hacer rabietas
cuando compruebe que le resultan inútiles.

En la medida en que nuestra respuesta les va obligando a "disciplinarse", es decir, a admitir los límites y a quien se los impone, aprenden un
primer sentido "moral" (qué deben hacer, qué no deben hacer. Qué es bueno, qué es malo. Qué nos gusta, qué nos disgusta). Es conveniente
elogiarle siempre que sus comportamientos sean positivos.

LA COMUNICACIÓN EN LA EDAD ESCOLAR

( DE LOS 7 A LOS 11 AÑOS )

Desde los 7 a los 11 años es una edad caracterizada por una mayor habilidad y un aumento progresivo de la musculación (sobretodo a partir
de los 10 años), lo que les impulsa a la práctica física o deportiva. Si la escuela consigue encauzar y fomentar su inmensa curiosidad, irán
apareciendo con la lectura y la escritura una gran potenciación de los conocimientos. Dada su mayor autonomía personal y social, y su
expresión más seria ("adulta"), con menos necesidad de exteriorizar su ternura, podemos caer fácilmente en el error de no demostrarles
nuestro afecto o estima, "darlos por consabidos": todavía (¿y quizá siempre, verdad?) necesitan nuestra demostración afectiva.

Conviene evitar excesos en actividades extraescolares, de TV y de ordenador, y fomentar la lectura.

Las personas que gozan de una buena educación afectiva suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen rendir mejor su talento
natural. En cambio, quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad
de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás.

LA COMUNICACIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Al final de esta etapa ya se notan los preparativos de la adolescencia, sobretodo en las niñas, en que su maduración sexual avanza y muchas
"se hacen mujeres" (tienen su primera menstruación). Aquí se señala un punto de inflexión, un final de etapa infantil, un olvidarse de ser niña.
Los niños suelen persistir aún más tiempo (unos dos años más) en esta etapa infantil.

Todo aquello que pretendemos en las generaciones que nos continúen, debemos luchar por adquirirlo nosotros primero.

La educación entra más por los ojos que por los oídos.

Sólo educaremos de verdad si procuramos que los niños y jóvenes se formen en las virtudes humanas, bajo la luz del Evangelio.

De este modo, la educación podrá parecer un desafío pero no resultar un imposible.

La familia y la adolescencia

La adolescencia es una etapa muy importante de la vida. Quizás una de las más difíciles tanto para los adolescentes como para sus padres.
En esta etapa se produce una gran crisis que involucra toda la personalidad del joven. La vida en su constante transformación nos lleva y nos
impone cambios que muchas veces no deseamos pero que debemos aceptar por ser partes de nuestro crecimiento. El adolescente no elige
serlo, simplemente debe aceptar el desafío.

Dentro de la familia, el niño aprende el sentido de identidad, autoridad y libertad, y aprenderá a compartir, competir y experimentar
sentimientos de frustración, celos, rivalidad. Es aquí donde comenzara el proceso de socialización que continuara en los medios extra
familiares y culminara con la sociedad en general. Como vemos la familia forma parte esencial en el desarrollo del niño, pero al llegar la
adolescencia empiezan los problemas, el niño ya no es un niño y siente que ya no necesita de la presencia de un padre, por ende va
buscando independencia, y quiere experimentar nuevas cosas; pero no pueden porque se encuentran dependientes de los padres, lo que los
molestas porque no tienen las mismas opiniones que ello y se sienten “alienados” por el hecho de convivir en un ambiente que aunque hayan
vivido allí toda su vida, en esta etapa se siente un ambiente diferente. El problema esta que la mayoría de las veces los adolescentes no
están preparados aunque crean que lo están, y es papel de los padres guiarlos y enseñarles la realidad pero de forma comprensiva ya que
deben comprender que la etapa por la que está pasando el adolescente no es fácil y necesita una voz de compresión y los padres deben ir,
paso a paso, hacer el papel tanto de padres como de amigos.

Se tiende a pensar que la sexualidad se inicia en la adolescencia, lo que es un grave error. Somos la resultante de una interacción entre lo
genético y lo ambiental. El ser humano puede carecer de muchas cosas, o tenerlas en su mínima expresión, pero no puede carecer de amor.
En la adolescencia se produce una serie de cambios físicos, psíquicos, afectivos, espirituales, sociales, etc.; se instala la fertilidad, y emerge
el impulso sexual con las características de un adulto.    

En esta etapa pre-adolescente y adolescente, lo que cobra relevancia es la “información” sexual.  .

Con todo lo pasado se demuestra que el adolescente pasa por muchos problemas causados por la tentación de tocar lo prohibido aunque
sepa que esta mal el simple hecho de que esta prohibido hace que el adolescente se sienta atraído. Ejemplos de esta atracción letal son las
drogas y el alcohol.

La mejor solución para estos problemas es la ayuda y comprensión de la familia que es el medio mas saludable, aunque los adolescentes
Casi nunca recurren a el.

Las propuestas que se les presentan sólo parecen estar dirigidas a pasarla bien; a vivir el momento; es el apogeo de las emociones y lo
pasajero. 

Lo importante no es sólo poder seguir un buen camino sino tener claro adónde y en qué condiciones se quiere llegar.

Los jóvenes de hoy son los hombres y mujeres del mañana; son los padres y madres de las nuevas generaciones.

Hay mucho en juego y todo lo que se haga por ellos nunca será demasiado.

Comunicación en la familia

Las relaciones cercanas y afectuosas son una de las necesidades fundamentales de los seres humanos. Nuestra capacidad de expresar lo
que pensamos y sentimos y la seguridad en nosotros mismos, depende mucho de la forma como nos relacionamos con las otras personas.

Perfil del adolescente y la relación con los distintos modelos comunicacionales :

Podemos sin temor a equivocarnos darle al adolescente determinadas característica, que por otra parte son las mismas que caracterizaron a
los adolescentes del pasado inmediato. Algunas de estas características (ª ) son:

o Fuertes pasiones.

o Deseos corporales, en especial por manifestar su sexualidad.

o Ausencia de autocontrol.

o Ideas exaltadas.

o Manifiestos de violencia ante desacuerdos.

o Preferencia de acciones nobles antes que acciones útiles.

o Culto a la diversión y al ingenio gracioso.

EL DIALOGO

Aunque existen diferentes tipos y niveles de comunicación, como la charla informal, la discusión, la información, la persuasión y el
interrogatorio, el diálogo constituye la mejor forma de comunicarse con otra persona.

El dialogo es el encuentro personal y dinámico entre dos seres que se dan y reciben mutuamente. No se trata simplemente de la
comunicación puramente funcional que se da en el ejercicio de determinados roles, como el supervisor y el de obrero, por ejemplo, sino en de
una relación que compromete a la persona para transmitir y recibir de aquello que le es mas caro: sus opiniones, sus sentimientos, sus
actitudes, sus convicciones, sus valores, sus ideas, sus inquietudes, etc...

CUALES SON LOS REQUISITOS

PARA QUE SE DE EL DIALOGO

 La reciprocidad y la libertad : Desarrollar la confianza en sí mismo y la autoestima gracias a las manifestaciones de amor y de
reconocimiento que colman sus necesidades afectivas básicas: necesidad de afecto, necesidad de aceptación y necesidad de
seguridad.
 El afecto: Los padres afectuosos proporcionan un bienestar físico y emocional a los niños. Esto es muy importante y afecta a las
dimensiones anteriores.

 El respeto: Los padres que exigen altos niveles de madurez a sus hijos son los que les presionan y animan para desempeñar al
máximo sus cualidades. Los que no plantean retos acostumbran a subestimar las competencias del niño o piensan en dejar que
“el desarrollo siga su curso”.

 La capacidad de escuchar: Los padres que ejercen mucho control sobre sus hijos son los que tratan de inculcarles unos
estándares. Este controlo lo pueden ejercer mediante la afirmación de poder (castigo físico, amenaza, etc.); la retirada de afecto
(para expresar el enfado, decepción, etc.) o la inducción (hacer reflexionar al niño sobre el por qué de su acción y las
consecuencias que ésta tiene).

 La comprensión: Los padres altamente comunicativos utilizan el razonamiento para obtener la conformidad del niño (explican el
por qué del “castigo”, le piden opinión, etc.) mientras que los no comunicativos son los que no hacen estos razonamientos, los que
acceden a los llantos de los niños o usan la técnica de la distracción.

 La confianza: la fe en el interlocutor, es decir la confianza que este tenga para poderle hablar, si esto no se llega a dar, no hay
dialogo.

 La voluntad: Es crucial, al emprender este camino, tener en claro cuáles son los ideales y sueños personales de la pareja. Pero
fundamentalmente establecer y detallar sinceramente los propios, algo que no todas las personas que llegan al matrimonio tienen
muy en claro; a veces por la considerable juventud, o por no quedar solos luego de haber pasado los 30 años; a veces por
desidia, para escapar de alguna problemática familiar, o por interés económico. Lo importante es que sea por mantener, y sobre
todo, engrandecer el verdadero amor. Mantener la comunicación de los cónyuges es esencial, no solo al inicio, sino también tratar
de mantenerla siempre ya que la comunicación es la base primordial para estabilizar la relación en todo momento, para compartir
problemas y alegrías, sin hipocresías ni envidias.

EL DIALOGO EN LA FAMILIA

Aunque los orígenes sociales están ciertamente “perdidos en el misterio”, resulta seguro decir que casi en todas partes  la formación de 
instituciones comenzó con la familia. En todas las sociedades a lo largo de la historia humana, las familias han sido el principal vehículo de
identidad de grupo y el principal receptáculo de los intereses creados. Es indispensable tener en cuenta que la etapa inicial en la formación de
toda persona se produce en el hogar, en el seno de la familia. Los valores se captan por primera vez en la infancia; se sigue el ejemplo de los
mayores y se inician los hábitos que luego conformarán la conducta y afianzarán la personalidad.

Este período inicial de la vida determina los trayectos del posterior comportamiento moral; donde tendremos arraigadas, o no, las nociones
del bien y del mal. Más tarde, la convivencia con los diversos ambientes con los que nos interrelacionemos como: la escuela primaria, las
amistades, la enseñanza secundaria y superior, el trabajo, etc.; irán moldeando las actitudes individuales de cada persona. Pero ante todo, lo
realmente importante es la inevitable y grandiosa tarea de formarlos con todo el soporte de valores y principios cristianos que a su vez
legarán a las generaciones del mañana.

El ambiente familiar no es fruto de la casualidad ni de la suerte. Es consecuencia de las aportaciones de todos los que forman la familia y
especialmente de los padres. Los que integran la familia crean el ambiente y pueden modificarlo y de la misma manera, el ambiente familiar
debe tener la capacidad de modificar las conductas erróneas de nuestros hijos y de potenciar al máximo aquellas que se consideran
correctas.

Para que el ambiente familiar pueda influir correctamente a los niños que viven en su seno, es fundamental que los siguientes elementos
tengan una presencia importante y que puedan disfrutar del suficiente espacio:

 AMOR

 AUTORIDAD PARTICIPATIVA

 INTENCIÓN DE SERVICIO

 TRATO POSITIVO

 TIEMPO DE CONVIVENCIA

El entrecruzamiento de estas situaciones es lo que convierte a la paternidad (maternidad) y a la filiación, en un abanico de posibilidades en
las que no hay una fórmula establecida, ya que en la continuidad del ejercicio de estas funciones se aprende a ser padres. Un hijo nos abre a
nuevas y múltiples situaciones emocionales, que incluyen el amor, el dolor, la desesperación, la ilusión, la angustia, el temor, la desconfianza,
la sinceridad, la alegría, la honestidad, el desconcierto, la incertidumbre, la esperanza, el entusiasmo, la seguridad, la intimidad, la libertad, la
cordialidad, la franqueza, etc.

Los padres debieran ser del “modelo dialogantes”, aprendiendo a escuchar los mensajes de su hijo, que guarden en su interior la capacidad
de recrear el presente mediante el humor; los juegos; la sana complicidad, y muchos otros ingredientes como: habilidad, inteligencia,
disposición, experiencia, autoridad, comprensión y carácter, para aceptar las equivocaciones y logros, y sin perder el sentido de sus
propósitos e ideales con respecto a su vástago.

Dedicar tiempo a hablar con nuestros hijos no es fácil; no sólo la falta de tiempo, de costumbre o de hábitos, sino también la dificultad
intrínseca de comunicarse con un adolescente, pueden restar espacios y momentos para comunicarnos con ellos. Pero aquí nos encontramos
con una serie de problemas porque la comunicación en la familia, en la sociedad en la que estamos viviendo, se ve alterada o deteriorada por
múltiples factores sociales, que no se deben a los padres, ni a los hijos, sino a nuestro contexto social. Por un lado tenemos el estilo de vida
de la sociedad occidental, el trabajo, el estrés, el que tengamos que estar en una situación de exceso de esfuerzo en muchos casos o de
preocupaciones laborales que hacen que gran parte de la energía de los padres vaya dirigida al área laboral. Por otro lado tenemos el
aprendizaje que los padres hemos realizado en nuestras familias de origen. Puede ser que en nuestras familias los padres hablaran con los
hijos, se favoreciera un diálogo cercano, y ahora los padres actuales traen un bagaje cultural y humano que les resulta más fácil de transmitir
a sus hijos. Pero también nos vamos a encontrar con padres que vienen de familias autoritarias, de familias en las que el padre ordenaba y
mandaba pero no se comunicaba apenas con los hijos, o en las que los padres estaban demasiado ocupados en la subsistencia de la familia
por dificultades sociales y económicas importantes. Por estos u otros factores habrá padres que no tuvieron experiencias de comunicación
con sus propios padres. Desgraciadamente no se nos educa para ser padres y tendremos la necesidad y la obligación de desarrollar una
serie de funciones y tareas para las que no hemos sido entrenados adecuadamente.

Comunicación en la adolescencia

Ya hemos visto cómo en el adolescente se producen una serie de cambios importantes. El adolescente atraviesa por una crisis en la cual
debe hacer ese pasaje de niño a adulto, que no siempre es fácil, y que implica muchas contradicciones, mucha confusión, y una lucha entre
la necesidad que tienen de dependencia y la necesidad de autoafirmación e independencia. Todo eso hace que el comunicarse con un
adolescente sea bastante difícil, porque va a ser esquivo, va a querer que nos ocupemos de él, que hablemos con él, pero no puede
reconocer esa necesidad porque la equipara a la dependencia infantil y quiere hacerse adulto. La adolescencia de los hijos es sumamente
difícil para los padres.

Incluso aquellos que han estado en contacto muy directo y han hablado en confianza con ellos, se van a encontrar con dificultades serias
para entablar una conversación y si antes no había una comunicación adecuada, resultará mucho más difícil.

Tarea de los padres

Vamos a destacar en primer lugar los roles sociales que han aprendido los padres para ejercer sus funciones como tales en el seno de su
familia. Existen dos tipos de roles fundamentales: el rol instrumental y el rol expresivo. La persona que está funcionando de acuerdo con el rol
instrumental, se va a regir por el intelecto, la razón... va a buscar soluciones a los problemas, se va a centrar en lo material. Lo material, no en
el sentido económico únicamente, sino en el sentido de las necesidades materiales, de las cosas concretas, de la operatividad cara a
conseguir los objetivos. Este rol va a determinar que el funcionamiento sea más frío y práctico.

El rol expresivo se relaciona con el mundo emocional y la persona que funciona de acuerdo con este rol va a atender a las necesidades
afectivas del otro, va a ocuparse del cuidado del otro, de proveerle de contención emocional, apoyo, escucha, va a tener una actitud empática
frente a las dificultades y vivencias del otro; es decir, de calidez y cercanía, que ofrece cobijo emocional, escucha cálida que nos ayuda a
desahogarnos, a sentirnos comprendidos. A la hora de plantearnos la comunicación en el seno de la familia, el conocer estos aspectos es
muy importante porque es necesario que los padres vean cómo ellos se han ido desarrollando en sus funciones de padres, qué posturas han
ido adoptando, cómo les pueden estar percibiendo sus hijos.

Y que todo esto no lleve a una culpabilización de "No he sabido hacer de padre con mis hijos", o a una culpabilización del otro : "Es que su
madre está demasiado encima de ellos", "Es que su padre no sabe cómo hablar a sus hijos, está muy distante, no se ocupa..." Porque todo
esto va a llevar a favorecer que estos padres se vuelvan inefectivos".

Coherencia ante los hijos

Los padres deben presentar a los hijos un frente común. Entre ellos dos deben apoyarse para desarrollar las funciones parentales y conviene
que vayan centrándose en sus capacidades, no en sus deficiencias porque esto los hará más ineficaces. Conviene que los padres puedan
recordar cómo fueron ellos cuando eran adolescentes, cómo era la relación con sus padres. Pero no sólo: "Mi padre hacía esto, hacía lo otro
y entonces yo tengo que hacer lo mismo", porque la sociedad es diferente ahora, los valores son diferentes, los jóvenes son diferentes, y
quizás los modelos anteriores no valgan.

Lo importante es que recuerden cómo se sentían con sus propios padres cuando eran adolescentes; no sólo cómo los veían actuar, sino
cómo se sentían al ver cómo actuaban ellos; cómo les hubiera gustado que actuaran o qué conductas de ellos les gustaban y cuáles no. Esto
les puede poner como padres en una posición de escucha de las necesidades de sus hijos.

Un desafío

Todo esto nos puede situar ante un desafío consistente en cómo conseguir acercarme a mi hijo, cómo conseguir relacionarme con mi hijo
adolescente que necesita pelear conmigo, afirmarse frente a mí, diferenciarse pero que a la vez me está necesitando cómo padre, como
madre, como alguien que le escuche y le comprenda, que le ayude a orientarse en la vida, muchas veces sin poderlo reconocer, ofreciendo
resistencia.

Realmente para los padres es muy difícil en muchos casos intentar acercarse a sus hijos, que pueden mirarle de un modo despreciativo, (eres
un carroza, eres un antiguo, "Lo que tú sabes no me sirve para nada"). Intentar no sólo que nos escuche, sino que nos hable de cómo se
siente, cómo vive la vida, cuáles son sus valores; que realmente podamos estar en contacto con lo que es la experiencia vital de nuestros
hijos, especialmente de nuestros hijos adolescentes. Esta es la base para poder hablar de drogas con ellos.

El poder relacionarnos con nuestros hijos, en principio hablando de otros temas, de sus diversiones, sus aficiones, sus amistades. No en plan
de escudriñar qué aspectos problemáticos puede haber, no queriendo dictaminar si sus amistades son convenientes o no, porque
inmediatamente se van a cerrar, se van a cerrar en sus amistades, se van a aislar de nosotros y vamos a perder oportunidades de tener
información sobre nuestros hijos, de poderles orientar y ayudar.

BIBLIOGRAFÍA
Comportamiento y Salud 2

Segunda edición 1993

Director: William M. Mejía

Coeditora: Libia Patricia Pardo

Enciclopedia Encarta 2003

Microsoft Corporation Inc.

TRUCOS PARA FACILITAR LA COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA:

Si es importante el diálogo en las relaciones interpersonales, lo es aún más la comunicación en la familia. La


comunicación está guiada por los sentimientos y por la información que transmitimos y comprendemos. La comunicación
nos sirve para establecer contacto con las personas, para dar o recibir información, para expresar o comprender lo que
pensamos, para transmitir nuestros sentimientos, tener algún pensamiento, idea, experiencia, o información con el otro,
y nos unirnos o vincularnos por el afecto. Cuando existe la comunicación en una familia, seguramente se pode afirmar que
existe un compañerismo, una complicidad, y un ambiente de unión y afecto en la casa. Habrá sobretodo un respeto mutuo
y unos valores más asentados. Sin embargo, crear este clima de comunicación en la familia, no es así una tarea tan fácil.
Hay que ayudar a los hijos con prácticas, es decir, que los padres introduzcan mecanismos que faciliten la comunicación.

Aquí tenéis algunos pequeños trucos:

- Al dar una información, busca que siempre sea de una forma positiva.
- Obedecer a la regla de que "todo lo que se dice, se cumple".
- Empatizar o ponernos en el lugar del otro.
- Dar mensajes consistentes y no contradictorios.
- Escuchar con atención e interés.
- Crear un clima emocional que facilite la comunicación.
- Pedir el parecer y la opinión a los demás.
- Expresar y compartir sentimientos.
- Ser claros a la hora de pedir algo.

Una buena comunicación une la familia:

Por supuesto que no existe una regla básica para mejorar la comunicación en una familia. Cada familia es un mundo
distinto, un lenguaje único. Lo que sí deberían existir, como forma para mejorar la comunicación, es la voluntad, el
interés, y la disponibilidad, por parte de los padres, a que este espacio sea creado y vivido intensamente, en la medida de
lo posible. Si lo que quieren es una familia unida, la mejor vía, el más acertado camino, es por la comunicación.

Aquí tenéis algunos consejos que os podrá ayudar en esta tarea:

1. Observar el tipo de comunicación que llevamos a cabo con nuestro hijo. Dediquemos unos días de observación libre de
juicios y culpabilidades. Funciona muy bien conectar una grabadora en momentos habituales de conflicto o de sobrecarga
familiar. Es un ejercicio sano pero, a veces, de conclusiones difíciles de aceptar cuando la dura realidad de actuación
supera todas las previsiones ideales.

2. Escuchar activa y reflexivamente cada una de las intervenciones de nuestros hijos. Valorar hasta qué punto merece
prioridad frente a la tarea que estemos realizando; en cualquier caso, nuestra respuesta ha de ser lo suficientemente
correcta para no menospreciar su necesidad de comunicación.

3. Si no podemos prestar la atención necesaria en ese momento, razonar con él un aplazamiento del acto comunicativo
para más tarde. Podemos decir simplemente: "dame 10 minutos y enseguida estoy contigo". Recordemos después
agradecer su paciencia y su capacidad de espera.

4. Evita el empleo del mismo tipo de respuestas de forma sistemática para que nuestro hijo no piense que siempre somos
autoritarios, que le hagamos sentir culpable, que le quitamos importancia a las cosas o le damos sermones.
5. Dejar las culpabilidades a un lado. Si hasta hoy no hemos sido un modelo de comunicadores, pensemos que podemos
mejorar y adaptarnos a una nueva forma de comunicación que revertirá en un bien de nuestra familia suavizando o
incluso extinguiendo muchos de los conflictos habituales con los hijos.

6. Cuando decidamos cambiar o mejorar hacia una comunicación más abierta, es aconsejable establecer un tiempo de
prueba, como una semana o un fin de semana, terminado el cual podamos valorar si funciona o no y si debemos modificar
algo más. Los padres tenemos los hábitos de conducta muy arraigados y cambiarlos requiere esfuerzo, dedicación y, sobre
todo, paciencia (¡con nosotros mismos!).

III. CAUSAS DE LA FALTA DE COMUNICACIÓN

Diversos factores dificultan la comunicación de la pareja.

1. Egocentrismo y narcisismo: me creo el ombligo del mundo. No sólo me creo el ombligo, sino que me enamoro de mí mismo,
como le sucedió al personaje mitológico, Narciso.

2. Superficialidad: la superficialidad da como resultado diálogos insulsos, intrascendentes, sosos. Uno de los mayores peligros en
un matrimonio es la superficialidad, ofrecer al otro la cáscara de la propia persona, y guardar para sí –generalmente por miedo- la
propia riqueza interior, la intimidad personal, lo que uno “es” por dentro. El miedo surge ante el posible peligro de sentirse
descalificado, menospreciado, incomprendido al momento de revelar la propia intimidad, que es lo que más apreciamos de
nosotros mismos.

3. Cansancio: llego muy cansado de mi trabajo, no tengo ganas de hablar; sólo de sentarme y ver televisión. La televisión se
convierte en el intruso que obstaculiza la comunicación familiar y matrimonial. Una mujer acumula ganas de hablar durante el día
mientras que el hombre parece gastarlas en el trabajo. Para el hombre, la pequeña pantalla puede ser un medio para relajarse de
las tensiones del día, pero si no se regula bien su uso, puede afectar la convivencia conyugal. “Durante el día sentía muchas ganas
de ver a mi esposo. No vino a comer y cuando llegó a las 10.00 de la noche me saludó con “estoy muerto, sólo tengo ganas de ver
la televisión; además juega mi equipo preferido”. Esta gota derramó el vaso, porque yo tenía muchas ganas de estar con él, de
charlar y él ni caso me hizo”. El cansancio es el desafío que la comunicación debe superar.

4. Dedo acusador: ese creerme que yo soy el inocente y el otro es el culpable. Esto se demuestra en frases como éstas: “nunca me
tomas en cuenta...jamás me haces caso...siempre me haces lo mismo...todo es igual contigo...nada te satisface...siempre me
espías...siempre sales con la tuya...siempre quieres tener la razón...”

5. Piedra en el zapato: tu mal humor, impaciencia, tu manía de juzgar mal, de controlarle al otro. Esta piedra pone a prueba la
resistencia psíquica. Es la que te molesta durante tu convivencia diaria. O la sacas o aguántatela.

6. Dejar meterse a la familia política: suegros, hermanos... “Mi esposo es el que carga con todos los problemas de la casa de sus
padres. En muchas ocasiones cuando yo lo he necesitado más, él está en casa de sus padres tomando un papel que no le
corresponde. Esto es un gran problema, especialmente cuando hay necesidad y uno no cuenta con su compañero y esposo”.

7. Ausentismo del papá: como siempre, papá no está.

8. La caída del héroe: sea por infidelidad, alcoholismo. Cuando descubren que su padre o su madre no son como ellos habían
idealizado, entonces tomarán una pica para dedicarse no sólo a derrumbar el pedestal en que estaba el héroe, sino también para
destruir al propio héroe. No quiere que de su padre quede nada. Ni el recuerdo. Porque el recuerdo lo haría sufrir. Es cuando se
comporta severo con sus padres, cuando brota la crítica y aun la burla, cuando la oposición a cuanto huela a padre y madre se
torna sistemática y feroz. Así empezará lo que el hijo cree que es el camino de la independencia y de la libertad. Si el hijo
fracasa, achacará el fracaso a sus padres. Si triunfa, el triunfo lo considerará exclusivamente suyo para mayor desprestigio de sus
padres. El fracaso es por ellos. El éxito es a pesar de ellos. Trágico final de los padres que un día fueron estatuas y después
ruinas.

9. El no tener una meta, un objetivo grande en el matrimonio: no sé qué estamos construyendo, a dónde vamos, qué
pretendemos. No tener cimientos, ni columnas, ni argamasa...ni los planos de la casa que queremos construir.

III. SOLUCIONES

El clima de intimidad para una comunicación se forma, se construye, no se improvisa. Menos aún se puede imponer. Toda presión
asusta. Ningún caracol sale de su concha protectora si lo golpeamos o lo molestamos para que salga. Sólo sacará su cabeza si
capta que no hay peligro ni amenaza de peligro. Así también la comunicación.

Nadie se abre ni puede abrirse porque el otro le dice “ábrete”. Uno quiere estar seguro de ser bien acogido al comunicar la propia
intimidad. La única manera segura de invitar al otro a abrirse es abrirse primero uno mismo, abriendo la puerta de la propia
intimidad, expresando lo que siente en ese momento. Al mostrarse indefenso, inofensivo, lejos de toda agresividad y acusación,
es posible...o es más fácil que el otro se atreva a abrirse o a expresar lo que siente por dentro.

Si el otro, en cambio, le discute y él o ella se siente acusado (a), y se defiende, la comunicación aborta enseguida y surge la
discusión: cada uno quiere ganar y tener la razón, y esto exactamente se debe evitar, porque no sólo se pierde la ocasión para
comunicarse, sino que se abre una herida más, lo que aumenta las defensas ante cualquier nuevo ensayo. Por estas razones,
dijimos que no es fácil la comunicación, pero su buen resultado es maravilloso.

Es una gran ventaja para los novios que empiezan su vida en común, tener estas ideas claras y hacer pequeños ejercicios para
adquirir hábitos de verdadera comunicación y rectificar conductas a tiempo, antes de que se formen heridas y hábitos perversos.

Les pongo un ejemplo.

La niña tiene 13 años. Termina de hablar por teléfono y la mamá nota luego, cuando ésta se va a encerrarse sin decir palabra en
su pieza que algo grave ha pasado. La sigue y le encuentra llorando a la hija.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?


- Nada mamá...
- Cómo nada...estás llorando y no te pasa nada...¿No tienes confianza en tu madre?

La niña llora más desconsolada y se de vuelta de espaldas, tapándose la cara, sollozando más angustiada.

¿Qué hacer? Analicemos el caso. La mamá tiene la mejor intención, pero no le es útil, porque “hay amores que matan”. La buena
intención es necesaria, es indispensable, pero no es suficiente. Se requiere “acertar” en la conducta.

La niña expresaba claramente una emoción fuerte, una desilusión que la hacía sufrir. Con su actitud comunicaba un sentimiento:
“sufro”. La mamá no acogió en sentimiento. Podría haberle dicho: “te veo sufrir, ¿te duele mucho? ¿te puedo ayudar?”. Se habría
mostrado desarmada, inofensiva, dispuesta a empatizar sin peligro de enjuiciamiento, y la niña, con más probabilidad, se habría
abierto. La madre actuó en frecuencia AM, con ideas: “¿qué te pasa”, como insinuando “veamos si lo que te pasa justifica ese
llanto o si lloras por una tontería...”. Todo esto no lo dijo la madre, pero a la niña le llega de esa forma.; para ella es una
amenaza de peligro, de nuevo sufrimiento, porque no está segura de ser bien acogida en su realidad, corre peligro de ser juzgada
(si es bueno o malo, válido o no válido lo que le pasa) y contesta con razón “nada” (nada para ti, porque representan un peligro
para mí, de sentirme reprochada o ridiculizada por lo que me pasa, y no quiero aumentar mi sufrimiento).

Si la mamá se hubiera acercada en actitud claramente “inofensiva”, abierta, desnudándose ella primero: “Te veo sufrir, me da
pena...quisiera ayudarte, no sé cómo hacerlo...me duele no poder ayudarte...sabes que mamacita está para ayudarte, para
aliviarte la pena...Créeme...” y si la acaricia respetuosamente, respetando su llanto todavía inexplicable, y se aleja dejándola
libre, sin la presión emocional materna, que complica la situación, más fácilmente la niña habría podido abrirse y confiar su
problema.

Por tanto, no confundamos ideas y sentimientos. El sentimiento expresa sólo “algo de uno”. La idea expresa algo del otro. Un
ejemplo típico de autoengaño es éste: “siento que estás enojado...”. ¡No! No se puede sentir interiormente algo que está fuera
de uno; está en ti el enojo, no en mí. Es algo tuyo, no lo puedo sentir yo, sólo lo veo, lo constato.

No es que “siento”, sino que “veo” que estás enojado. ¿Y qué siento (en mi interior) al verte enojado? Siento rabia, pena, miedo,
preocupación...Esto es mío, nace en mí. Por tanto, hay que tener cuidado de no confundir “siento” con “me doy cuenta”. Hay
que pasar de ser un observador como esa mamá, un posible juez, para meterme en el ánimo del otro. Tengo que comunicar y no
conversar.

Les doy unas posibles pistas para mejorar la comunicación.

1. Hacer del matrimonio nuestro mejor negocio: si fallamos en este negocio, fallamos en lo principal. Es un negocio en el que
todos en la familia tienen que invertir para ganar y salir adelante.

2. La imagen del alpinismo: formamos un equipo todos en la casa: padre e hijos. Lo que importa es llegar a la cima todo el
equipo, y no sólo un individuo. No importa cuál de los dos sea el que llega y plante la bandera. Es el equipo quien la logra plantar.

3. Para papás:

a) Agradece y reconoce lo lindo que te ha dado el otro en estas 48 horas. Te ha preparado el desayuno...te ha llamado desde el
trabajo...se ha interesado por los niños...te ha traído una rosa...te ha besado al llegar del trabajo...le tuviste todo preparado al
llegar del trabajo...se puso a cocinar en la noche, aunque estaba cansado...rezaron juntos...”

b) Informa al otro (no reprochándole, ni acusándole, ni reclamándole), de cuanto hizo, que a ti te hizo sentir mal en las 24 horas
últimas. Así no nos guardaremos nuestros malestares, que a la larga serán una explosión. Expresa en sentido positivo esos
sentimientos: “Me sentí mal...me sentí enojado...me sentí a disgusto”; nunca digas así: “Eres un desconsiderado, un miserable,
desagradecido...”. No buscar culpables, sino responsables. Señalar con el dedo las culpas del otro sería aumentar las dificultades.
No vivir del pasado acusando. La acusación está ligada al pasado. Si nos centramos en quién tiene la culpa nos atoramos en el
pasado. Por eso hay que pasar del concepto de culpa al concepto de responsabilidad. En vez de decir: “Eres un desgraciado...”,
mejor decir: “Me siento muy mal, estoy muy enojado con lo que sucedió anoche...no entendí tu postura”.

c) Hagamos algo en estas 72 horas que nos haga sentir bien a los dos. Los otros puntos eran en primera persona del singular: “Me
siento muy mal...estoy muy enojado”; aquí es la primera persona del plural: “hagamos algo...veamos cómo podemos superar tal
punto...qué te parece si hacemos tal cosa”.

d) Busca la delicadeza en el amor, estando atento al mundo interior de los sentimientos. Así se evitan problemas y la felicidad
crece y se consolida. La comunicación es comunicación de sentimientos, de intimidades. Uno no siente inmediatamente lo que
siente el otro, sino que uno “acoge” el sentimiento expresado por el otro y lo “hace suyo”, “empatiza”, vibra con lo que el otro
vibra en su intimidad, entran en sintonía emocional, se “comprenden” y se sienten unidos, se aman, especialmente cuando sufren
juntos. No hay mayor alivio que un dolor compartido. Si tu esposa te dice: “me dolió lo que dijiste”, no le contestes nunca con
una disculpa como, por ejemplo, “pero si yo lo dije en broma”, porque la harás sufrir dos veces; la primera, porque le dolió (con
razón o sin razón, “le dolió”, es sagrado su dolor), y la segunda, porque al darle explicación de que ella se equivocó, por
interpretar mal, sufre otra vez por pasar por tonta, por incapaz de comprender la situación como debía ser. La reacción deseable
debería ser: “siento que te haya dolido...comprendo que sufriste...estoy contigo”. Al decirle “pero si lo dije en broma”, le estás
diciendo, sin decirlo, “yo no quise herirte, si tú te sientes herida es problema tuyo. Eres tú quien te complicas”. Pero así el dolor
queda y la incomprensión aumenta. Uno habló en FM y el otro en AM. Nunca se van a entender. ¡usan frecuencias distintas!

e) Presta atención a los conflictos para resolverlos cuando se llega a enojos. Cuando hablan los esposos de sus dificultades
matrimoniales es muy común oír una expresión como ésta: “lo que provocó la crisis fue una tontería”. Sin embargo, están
preocupados porque sienten que esa tontería les está haciendo daño o, en casos más graves, destruyendo la relación. Veamos
unos casos: “Yo soy una persona que practico mucho deporte. El domingo pasado jugaba la semifinal del campeonato. Mi esposa
me informó dos días antes que su sobrino iba a hacer la primera comunión. El vaso se derramó cuando le dije que no asistiría
porque...”. Otro ejemplo: “Mi esposa no pidió mi opinión sobre un mueble que iba a comprar a pesar de que sabía que yo estaba
preocupado por unos pagos que teníamos que hacer. Cuando me enteré, me enojé muchísimo porque creo que manifiesta
inmadurez e irresponsabilidad” ¿Qué decir de los conflictos? Algunos son inevitables en cuanto que el matrimonio es la convivencia
de dos personas muy diferentes entre sí por la educación y formación, historia y sensibilidad. El secreto de un buen matrimonio
está en saber resolver bien los conflictos que surgen –sean éstos graves o no-. Es importante el amor. Ese amor estará atento a lo
que sucede dentro de la otra persona. Tener oídos no sólo para las palabras que se dicen, sino para los sentimientos que están
detrás. ¡Esto es comunicación! Por tanto, atención a los sentimientos y estados emocionales del otro; esto es parte esencial del
amor. El amor busca hacer feliz al otro y una parte de esta felicidad es el hacer que se sienta comprendido y aceptado en todo su
ser, en su modo de pensar y de actuar, en su sensibilidad y en sus gustos. Mucha comprensión, pues los sentimientos no tienen su
lógica. “La última gota fue que yo estaba muy alterada porque había tenido un día muy difícil con los niños y él, en vez de
ayudarme o comprenderme, se puso furioso y encima me regañó porque dijo que suficiente tiene con el trabajo para tener más
problemas en casa”. “Me duele el hecho de que él no me llame por teléfono cuando es muy tarde y no sé dónde está...” “Suele
provocar una explosión la intervención de mi familia política en algo en lo que nosotros no estamos de acuerdo. Basta que venga
de allá para que se derrame el vaso”. Fíjate cómo el otro reacciona a tus palabras, acciones y omisiones. Hay que saber tener un
manejo constructivo de las situaciones conflictivas: en clima de confianza. Actitud de escucha de los sentimientos del otro en un
clima de verdadera comprensión; luego, un análisis de la situación con el afán de eliminar lo que molesta. De nuevo el problema
no es la montaña que hay que escalar sino la piedrita del zapato, que tengo yo que sacar.

f) Cultiva el milagro del diálogo: no basta quererse, hay que decirlo. El diálogo es para el amor lo que la sangre es para el cuerpo.
Cuando el flujo de sangre se acaba, el cuerpo muere. Cuando el diálogo desaparece, muere el amor y nacen el resentimiento y el
odio. Pero restablecer el diálogo puede devolver la vida a una relación muerta. Por eso se llama el milagro del diálogo.

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