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La informalidad empresarial en Colombia supera el 50%.

Se debe, en buena
medida, al creciente costo de los servicios legales, contables y notariales que
pesa mucho a la hora de constituir una sociedad tradicional. Por ello, los
pequeños empresarios prefieren muchas veces mantenerse en la informalidad.

El sistema económico pierde por esta causa nuevos contribuyentes, al tiempo


que el crecimiento de las empresas se ve truncado por la imposibilidad de
acceder a recursos de crédito.

El éxito de la nueva Ley de Sociedad por Acciones Simplificada (SAS) obedece


a la sencillez y flexibilidad del sistema introducido por la Ley 1258 de 2008. En
el régimen de la SAS cualquier empresario puede cumplir directamente el único
trámite requerido para su creación, que consiste tan sólo en la inscripción del
texto de los estatutos en la Cámara de Comercio. Una vez constituida la
sociedad, los accionistas ven limitada su responsabilidad al monto de lo
aportado y pueden comenzar a operar con todos los privilegios que se le
confieren a cualquier sociedad regular.

Esta modalidad de compañía ha permitido disminuir notoriamente los costos de


transacción por medio de la supresión de formalidades inútiles y de arcaicos
requisitos que se exigían en las leyes anteriores. Su estructura interna es tan
leve que la compañía puede funcionar con un solo accionista y basta un único
funcionario que haga las veces de representante legal. La capitalización de la
sociedad se logra mediante procesos ágiles y expeditos que se refuerzan por la
multiplicidad de clases de acciones que se pueden emitir. Pero no es sólo la
reducción de trámites lo que se ha logrado con la ley sobre sociedades
simplificadas. El nuevo régimen ha permitido incentivar el diseño de nuevas
estructuras de negocios y ha propiciado la creatividad empresarial. Estos
objetivos se dificultaban enormemente antes de la vigencia de la SAS, debido a
las restricciones legales y a innumerables obstáculos que impedían pactar
reglas innovadoras y adecuadas a las realidades empresariales de hoy.

Todas estas ventajas han hecho de la SAS el modelo societario predilecto de


pequeños y grandes empresarios en Colombia. Tanto las sociedades
familiares, como los grandes grupos empresariales, han migrado hacia la
sociedad simplificada. Al culminar el año anterior, existían en el país más de
12.000 sociedades por acciones simplificadas, una cifra que ha superado todas
las expectativas. Hoy se crean más SAS que cualquier otro tipo de sociedad.
La nueva forma ha superado en número de nuevas compañías, incluso a la
sociedad de responsabilidad limitada que había reinado en este ámbito desde
su introducción en 1937.

Existen algunos retos pendientes para la SAS. El primero tiene que ver con la
forma y efectividad en que tendrán que resolverse los conflictos que surjan en
estas sociedades. Por fortuna, el comienzo de año trajo para la SAS una noticia
excepcional que fue la creación del centro de conciliación y arbitraje de la
Superintendencia de Sociedades. Se espera que a él concurran los más
calificados árbitros lo que, sin duda, garantizará para las nuevas sociedades
simplificadas una resolución técnica y expedita de disputas para sus
accionistas.

El segundo reto se refiere a la necesidad de poner en práctica el sistema de


constitución electrónica de la SAS. Es halagüeño en este sentido el esfuerzo
que vienen adelantando las Cámaras de Comercio de Medellín, Cali y Bogotá
para poner en marcha nuevos mecanismos de certificación digital que permitan
—ojalá en muy breve lapso—, garantizar la rapidez y seguridad de las
constituciones en línea de esta clase de compañías.

También es urgente que se promueva la reforma inaplazable de la ley de


insolvencia que hasta ahora ha resultado casi inoperante para las sociedades,
debido a los extravagantes requisitos de admisión que se incluyeron en la Ley
1116 de 2006. La necesidad de facilitar el acceso al trámite concursal tiene
relevancia innegable en épocas que no son propiamente de prosperidad
económica.

No menos importante es evitar cualquier intento de contrarreforma a la ley de


sociedades simplificadas (como la anunciada por ciertos sectores para
restablecer formalismos innecesarios). Una norma que ha funcionado
espléndidamente durante su primer año de vigencia merece la oportunidad de
continuar ofreciéndoles a los empresarios colombianos un régimen moderno y
acorde con los tiempos que corren. Ningún sentido tendría retroceder en un
esfuerzo de innovación normativa que ha tardado más de una década en
diseñarse. Sería un atentado contra los empresarios y la propia evolución del
sistema económico.

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