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PREPARACIÓN DEL TERRENO EN LA HUERTA

Un gran número de aficionados a las plantas encuentran en el laboreo de su huerto la mejor


recompensa para sus gustos. Sin perjuicio en las obtenidas en la tenencia y cuidado del jardín, las
satisfaccions que nos brinda el cultivo de las plantas hortícolas en una pequeña parcela de nuestro
terreno son muy grandes.

La preparación de la tierra, la siembra, las plantaciones, el seguimiento de los ciclos de las plantas y
la recolección son experiencias muy interesantes que nos darán una enorme satisfacción.

• Luz
• Suelos pesados
• Suelos arenosos
• Preparación del terreno
• División de la huerta

El que las plantas puedan desarrollarse en un clima determinado, no quiere decir que éste sea el
adecuado.El horticultor no debe conformarse con que las plantas cumplan su ciclo biológico. sino
que este ciclo sea óptimo ya que de esta forma obtendrá mejores rendimientos.

De ahí la importancia que tiene el conocer las condiciones ambientales, clima, suelo, etc., de nuestra
parcela. Debemos conocer asimismo la dirección de los vientos dominantes de la región así como
sus velocidades para poder proteger nuestros semilleros y plantas por medio de setos y cortavientos.
Las hortalizas requieren por lo general un clima cálido-templado, de ahí que se elijan terrenos
expuestos al mediodía o poniente, nunca al norte. Si en nuestra parcela se ha construido ya la
vivienda, debemos saber que el terreno queda dividido en zonas diferentes en cuanto a microclima
se refiere.

LUZ Y EXPOSICIÓN

La luz es un factor esencial para la elaboración de azúzares en las plantas; a mayor intensidad,
mayor cantidad de azúcares se formarán y mejores serán las cualidades organolépticas de los frutos
como son el sabor, olor, maduración, etc. De ahí que para el replanteo del huerto, debemos elegir las
zonas más iluminadas de la parcela. En las regiones septentrionales, la orientación sur-suroeste es
la más indicada, mientras que en las meridionales, es preferible la este-sureste.

La falta de luz va a provocar:

• Alargamiento exagerado de los tallos


• Desarrollo pequeño de las hojas
• Hojas de color amarillento
• Mala formación y por consiguiente mala fructificación y maduración.

De ahí que tratemos de evitar la proximidad de edificios elevados, árboles, setos de gran porte, etc.
Lo ideal es, al hacer la distribución del huerto, separar las hortalizas de los frutales para impedir que
éstos roben luz y sus raíces superficiales entren en competencia con las de las verduras,
absorbiendo el agua y los elementos nutritivos de éstas. Se deben colocar en una parcela aparte o
bien diseminados en una zona del jardín, pudiendo servir al mismo tiempo de árboles de sombra.
Figura 1 Figura 2

1 Semillero ; 2 Hortalizas ; 3 Frutales

La figura 1. corresponde a una distribución clásica de los distintos elementos que se suelen situar en
una parcela. Se puede considerar como fachada principal la que corresponde a la orientación norte,
y por tanto toda la zona que recae a ella se ha destinado a plantas ornamentales, mientras que la
parte trasera está ocupada por las plantaciones de hortalizas y frutales.

En la figura 2. se han colocado frutales en la zona delantera por lo que en este caso se deberán
seleccionar variedades de porte decorativo.

Se observará en ambos el lugar protegido ocupado por el semillero, junto a un ángulo, permitiendo la
construcción de un invernadero con este fin. Las hortalizas y los frutales aunque contino se
encuentran entremezclados. el terreno El terreno adecuado para el huerto debe ser rico en
elementos nutritivos, fresco, de consistencia media, con buena retención (50%) y bien drenado.

Los suelos arenosos, retienen poca agua y elementos fertilizantes, se lavan con frecuencia;
necesitando aportes periódicos de los mismos; las cosechas son precoces ya que, al no retener el
agua, son cálidos.

Los suelos pesados por el contrario son compactos, difíciles de trabajar, retienen mucho la
humedad y los elementos nutritivos; el agua se estanca produciéndose asfixia radicular. Las
cosechas son más tardías ya que son suelos fríos.

SUELOS PESADOS
Siempre que un suelo se aleje de esas características intermedias que le hacen suelo
ideal para la horticultura, debemos corregir sus propiedades.

En este tipo de suelos, la mejora se hará con aportes de estiércol, 10 Kgs./m.2 y


turba, al mismo tiempo que se harán aportes de arena de río bien lavada. El sembrar
legumbres, incorporándolas al terreno cuando están próximas a la floración, como abono verde es
una de las mejores correcciones que le podemos hacer.

En terrenos pesados irán bien los cultivos de habas, guisantes, col, coliflor, así
como manzanas y ciruelos.

SUELOS ARENOSOS
El problema en estos suelos, es que hay que darles cohesión para favorecer la retención de agua y
elementos nutritivos; para lo cual se harán aportaciones de turba 0,5-1 Kg. por m2 y estiércol a razón
de 3 a 5 Kgs. La turba y el estiércol en tierra ligera, aumentan el poder de retención.

En suelos ligeros, los cultivos de espárragos, espinacas, zanahorias, perejil, patatas, tomates,
son los más adecuados.

Si tienen gran cohesión, cualquier árbol frutal irá bien. En las parcelas de montaña, nos encontramos
que en la mayoría de los casos, toda la parcela está ocupada por la roca madre, teniendo entonces
que recurrir al relleno de la par-cela con tierra vegetal, siendo necesario aportar una capa de 80-100
cm. de espesor encima de la roca madre, mezclándole materia orgánica (estiércol) a razón de 5 a 10
Kgs. por m2

PREPARACIÓN DEL TERRENO

La parcela elegida para la implantación de la huerta debe tener la superficie horizontal y uniforme; en
caso de que se trate de un suelo con desnivel, debernos formar terrazas, siempre orientadas de
forrna que los cultivos reciban la máxima iluminación posible. Una vez se haya aplanado la superficie
de cultivo se procede a dar una labor profunda, 45-50 cm. por lo general, 2 ó 3 meses antes de
efectuar la plantación.

Para parcelas pequeñas se puede utilizar la azada si bien cuando se trate de extensiones grandes
habrá que disponer de moto-azadas, arados, etc. Esta labor debe efectuarse siempre cuando no
haya ningún cultivo y el terreno esté en sazón o tempero, es decir ni tan seco que no puedan
penetrar los aperos ni tan húmedo que se adhiera a los mismos.

Posteriormente a esta labor en profundidad se procede a eliminar los terrenos, piedras, raíces de
cosechas anteriores.., así como a nivelar la superficie para la cual se puede utilizar un rastrillo de
púas o retovator.

DIVISIÓN DE LA HUERTA

Una vez preparada la parcela mediante las labores rrecedentes, se divide en pequeñas parcelas o
eras, cuya superficie sea proporcional a la cantidad que de cada hortaliza queremos cultivar.

Estas parcelas se pueden formar mediante el trazado surcos que posteriormente nos pueden servir
para el riego o bien como pasillos de acceso. Estas divisiones o pasillos pueden hacerse de
hormigón o gravilla, si bien no es recomendable puesto que limitamos la superficie de cada era y la
superficie de cultivo. Sólo deben hacerse de hormigón los accesos a la huerta y la circunvalación de
la misma.

Cada parcela debe tener como máximo 5 m2 (5 x 1) ya que así se facilitan las operaciones de
plantación, recolección y de cultivo en general. Se calcula que para suministrar las verduras que una
persona necesita en un año, son necesarios 100 m.2 de huerta; si consideramos una familia
formada por 4 personas, se necesitan 400 m2, lo que supone una mayor dedicación; no sólo fines de
semana, y unas disponibilidades de terreno que se alejan del aficionado medio.

Lo que se diga en este apartado va encaminado para parcelas de huertas no superiores a los 60/80
m2, que son los que nos pueden servir de distracción y regocijo en nuestros ratos libres.

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