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SÍNTOMA Y TRAUMA

Mario Elkin Ramírez 1

El síntoma en la civilización es la denominación lacaniana de lo que Freud llamaba el


malestar en la cultura y para el que Jacques-Alain Miller propone el matema: a > I, que viene a
escribir la observación de Lacan de que, el objeto a ha ascendido hasta el cénit social.2
El síntoma tiene un pié en el Otro y para que el objeto a llegara al cénit social fue necesario
que el horizonte de goce cambiara de una época a otra. La declinación del Nombre-del-Padre hizo
que el parricidio ya no fuera el centro de las preocupaciones sociales, como lo fue en el siglo XIX y
mitad del XX. Freud mismo le dedicó algunos textos.3 Ahora la preocupación social se ha
desplazado y uno de los aspectos de ese desplazamiento es el abuso sexual infantil, generalizado por
la psiquiatría norteamericana como child abuse.
La contrapartida de la declinación de los ideales es la exacerbación de las exigencias del
goce y en consecuencia, la pulsión revela su más crudo empuje mortal. El sujeto contemporáneo se
presenta con una levedad respecto al sentimiento de culpa en cuanto a sus ideales, y en retorno se
enfrenta con las exigencias del goce. El reverso de la levedad respecto del ideal es la pesadez, la
gravidez del goce. El sujeto está preso del imperio del goce que pide cada vez más satisfacción.
Si el horizonte de goce de nuestra época nos dirige hacia el abuso sexual infantil, esto es
coherente con los nuevos significantes del Otro que al desplazarse crean nuevos síntomas. Así,
tanto el DSM IV como el ICD10 describen el “síndrome de estrés pos-traumático”, en un intento de
“reducir el trauma a un fundamento biológico, transcultural”.4 Pero, en la medida en que se entiende
por traumático toda aquella causa que escapa a la programación, es decir, toda irrupción inesperada
de lo contingente, “todo lo que no es programable se convierte en trauma”. 5 Lo que termina por
darle una extensión al término que hace perder de vista la diferencia entre el maltrato infantil, el
físico, el psicológico, el sexual, el alimentario, el maltrato intra-familiar, el acoso laboral, el trauma
proveniente de la guerra. Es decir, todo aquello que en la vida moderna conlleve algún “riesgo
importante para la seguridad o la salud [también la salud mental] del sujeto. La lista de los peligros
mezcla ahora cualquier tipo de catástrofe técnica, de accidente individual o colectivo, un atentado,
la guerra o la violación”.6 Esta ampliación del concepto para cubrir fenómenos tan heterogéneos
hace perder la especificidad del concepto de trauma.
El nacimiento del psicoanálisis está articulado a la teoría del trauma y el paradigma de esta
situación es relatado por Freud bajo la rúbrica de la Proton pseudos, la primera mentira.7
Freud escribe sobre una paciente llamada Emma, que sufría por no poder entrar sola en una
tienda. Evoca un recuerdo de sus trece años, poco después de su pubertad: al entrar en una tienda
para comprar algo vio reír a los dos vendedores y presa de pánico salió precipitadamente. Tenía la
idea de que se reían de su vestido, pero agregó que uno de ellos la había atraído sexualmente. La
relación de este recuerdo con el síntoma es incomprensible. Freud dice que si ella sintió que se
burlaban de su vestido, esta impresión debería haber sido corregida desde que se viste como una
dama. Además, el hecho de estar acompañada por un niño le es suficiente para darle el sentimiento
de seguridad y poder entrar a las tiendas, por lo que no se trata de una necesidad de protección, ni

1
Psicoanalista, Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana, NEL-Medellín,
Profesor del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia.
e.mail: marioelkin@gmail.com
2
Lacan, Jacques, Radiophonie. En: Autres écrits. París : Seuil, 2001. Pág. 414.
3
Cfr. Freud, S., Dostoievsky y el parricidio, Tótem y tabú, Moisés y la religión monoteísta.
4
Laurent, E., El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios. En: Lost in cognition, el
lugar de la pérdida en la cognición. Buenos Aires : Colección Diva, 2005. Pág. 126.
5
Ibíd.
6
Ibíd. Pág. 129-130.
7
Freud, S., Proyecto de psicología. En: Obras completas. Vol. I. Buenos Aires : Amorrortu, 1982. Pág. 400.
de algo que concierna su atuendo.
Una indagación suplementaria reveló a Freud un segundo recuerdo, esta vez inconsciente: a
la edad de ocho años, Emma fue sola a la tienda de un pastelero a comprar golosinas y éste le tocó
los genitales a través de sus vestidos mientras reía.
Freud aborda el caso con la teoría que hacia 1896 consideraba como una: “revelación
importante, algo como el descubrimiento de un caput Nili de la neurología”.8 Es decir, la teoría de la
seducción que daba la fórmula etiológica a las neurosis poniendo en su centro el trauma y donde es
patente la intrusión de una figura de un Otro gozador.
La escena de los vendedores se comprende cuando se la aproxima a la escena del pastelero.
Emma asoció el reír de los vendedores con la risa sardónica con la que el pastelero acompaño su
gesto. La risa anotémoslo no es un significante. Freud reconstruye el proceso: en la tienda dos
vendedores ríen y este reír despierta el recuerdo del pastelero. Otro punto en común es que en
ambas escenas Emma estaba sola y, finalmente, recuerda haber sido tocada a través de sus vestidos.
La segunda escena despierta lo que en la época de la primera no podía despertarse, una descarga de
energía sexual que se transformará en angustia. Ella teme inconscientemente que los vendedores
repitan el atentado y huye. Que una descarga sexual haya llegado hasta su conciencia queda
demostrado por la idea que uno de los vendedores “le había atraído”.9
Con la teoría de la seducción Freud busca una relación causal: “llevar un síntoma histérico
hasta una escena traumática”. Era inteligible la determinación de las causas específicas de los
síntomas y la naturaleza siempre sexual de la represión.
El primer acontecimiento vivido deja una marca, un signo del goce acompañado de estupor,
pues el sujeto no estaba preparado para esa acción sexual; su significación no es asimilada. Freud
dirá que queda una Prägung del acontecimiento traumático -término del que Lacan resalta su
resonancia de acuñación- y que queda en el inconsciente no reprimido. 10 Después Lacan acerca esa
Prägung, que por sí misma no es patógena, a una escritura.11 En el ejemplo freudiano, el trauma se
disuelve por abreacción, en una clínica del sentido en la que por asociación de una escena con la
otra hay una articulación significante, se vuelve consciente lo inconsciente y en esa vía el síntoma
se vuelve innecesario y desaparece.
Pero Prägung es un (S1+a) sin sentido por sí mismo. Es a partir de una resonancia
asociativa que entra en relación con otro acontecimiento, un S2, llevando consigo las reacciones
sintomáticas. Freud representa el psiquismo en una topología donde se constituyen capas
concéntricas de representaciones, que tienen múltiples modos de vinculación, no sólo por estratos
sino también por amarres diversos que anudan el material psíquico a un núcleo patógeno
inaccesible, en ese núcleo donde se sitúa el trauma. Esta topología retorna en Freud, por ejemplo,
cuando reconoce la imposibilidad que tiene la interpretación para encontrar el “sentido último” de
las formaciones del inconsciente. A pesar de ello, Freud piensa que en ese núcleo real, en ese
ombligo del sueño,12 está la verdad. Hace coincidir trauma y verdad.
Se trata de un punto inaprehensible que es del dominio de lo más desconocido en la relación
del sujeto con lo simbólico, abismo donde Lacan,13 sitúa el ser: “[...] marca de una experiencia
privilegiada excepcional donde un real es aprehendido más allá de toda mediación, imaginaria o
simbólica”.14

8
Freud, S., La etiología de la histeria. En: Obras completas. Vol. III. Buenos Aires: Amorrortu, 1981. La exploración de
las fuentes del Nilo representó, un viraje fundamental en la geografía del siglo XIX.
9
Freud, S., Proyecto de psicología. En: Obras completas. Vol. I. Buenos Aires: Amorrortu, 1982, p. 402. Confrontado con
la traducción publicada como documento de trabajo en la E.C.F. en el suplemento del boletín Palea, N° 9, París, 1988,
realizada por Susanne Hommel, André Albert, Eric Laurent, Guy Le Gauffey y Erik Porge.
10
Lacan, J., Le Séminaire, Livre 1: Les écrits techniques de Freud. París : Seuil, 1975. Pág. 214.
11
Lacan, J., Le Séminaire, Livre 7: L'éthique de la psychanalyse. París : Seuil, 1986, pág. 63.
12
Freud, S., La interpretación de los sueños. En: Obras completas. Vol. V. Buenos Aires: Amorrortu, 1979. Pág. 519.
13
Lacan, J., Le Séminaire, Livre 2: Le moi dans la théoríe de Freud et dans la psychanalyse. París : Seuil, 1978. Pág. 130.
14
Ibíd. Pág. 209.
El 21 de septiembre de 1897 Freud escribe a Fliess: “no creo más a mi neurótica”.15 Bajo
esta expresión se refería a su fórmula etiológica de las neurosis, cuyo centro era el trauma sexual.
Freud descubre que la seducción no corresponde siempre y de modo necesario a un acontecimiento
real vivido, puede ser una fantasía. Freud dirá: “[...] cuando las histéricas anudan a sus síntomas
traumatismos inventados, el hecho nuevo consiste precisamente en que se imaginan estas escenas,
lo que nos obliga a tener en cuenta la realidad psíquica, tanto como de la realidad práctica”. 16 El
Complejo de Edipo, dirá unos meses después de aquella carta, puede investir una ficción que
entonces puede igualarse a la realidad.
En contra de la opinión escandalizada de su época, Freud sostuvo su teoría situando la
etiología de la histeria en el hecho fáctico de una seducción sexual, generalmente incestuosa y
ejercida por un adulto sobre un niño en estado de inmadurez sexual e incapaz de reaccionar ante ese
hecho. Fueron los nuevos descubrimientos los que relativizaron su teoría explicativa (El Edipo y la
fantasía). Pero nunca negó que hubiera casos de abuso sexual real del menor. Más, si hubiera sido
negligente con sus nuevos descubrimientos, en vez de inventar el psicoanálisis se hubiera
convertido en criminólogo. Sin embargo, nunca desestimó los hechos; la prohibición del parricidio
y del incesto son el punto de partida del psicoanálisis y el trauma seguirá siendo una de sus
preocupaciones cruciales, cómo también lo fue para Lacan, hasta que le encontró el lugar adecuado
en la teoría psicoanalítica.
El emplazamiento de la fantasía imaginada en el lugar de la escena traumática real modifica
la dirección de la cura: en adelante se apuntará a “remontar un síntoma hasta una fantasía”, la cual
toma el relevo de la causalidad del síntoma.
La prägung dejada por el Otro es elaborada por el sujeto como fantasía, articulando la
vertiente significante a la del goce. El síntoma ya no es sólo un mensaje a descifrar para conducirlo
a la verdad traumática, sino que comporta una dimensión de satisfacción, una cifra de goce. Aquí es
donde cobra importancia que el síntoma tenga además el otro pié en el cuerpo del sujeto, donde
hace acontecimiento.
Con las marcas traumáticas dejadas por el Otro el sujeto construye su destino, y es en ese
punto donde elige, de manera forzada, su fantasma. Dice Lacan: “Son los azares que nos empujan a
derecha e izquierda, y de los que hacemos -ya que somos nosotros quienes los trenzamos como tal-
nuestro destino. Nosotros hacemos nuestro destino, porque hablamos. Creemos que decimos lo que
queremos, pero es lo que han querido los otros, particularmente nuestra familia, que nos habla.
Entiendan aquí ese nos habla como un complemento directo. Somos hablados y a causa de ello,
hacemos, de los azares que nos empujan, algo de tramado. Y en efecto, hay una trama – llamamos
eso nuestro destino”.17
El encuentro con el Otro familiar es la inmersión del sujeto en el mundo simbólico, en el
discurso por el que somos hablados, pero también es el encuentro contingente, como azar, con lo
real del goce del Otro, al que el sujeto responde trenzando su destino fantasmático. Su
responsabilidad es por su respuesta, por haber descifrado en la manifestación del Otro un goce, o
por haber tenido la necesidad de fantasear que el Otro lo tomaba como objeto, necesidad
radicalizada por Freud en su texto Pegan a un niño.
Aquí se articula, exterior e interior, sentido y real, para cuya reflexión se requiere de pasar a
otro momento del psicoanálisis, a la última enseñanza de Lacan, donde hay una orientación hacia lo
real.
Eric Laurent señala que: “En el borde del lenguaje, algunos fenómenos clínicos señalan la
categoría de lo real [...] específico del ser hablante [y que] están a la vez en el borde y en el corazón

15
Sigmund, F., Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1892-99), Carta 69. En: Obras completas. Vol. I. Buenos
Aires: Amorrortu, 1981. Pág. 301.
16
Freud, S., Contribución a la historia del Movimiento Psicoanalítico. En: Obras completas. Vol. XIV. Buenos Aires:
Amorrortu, 1979.
17
Lacan, J., Le Séminaire, Livre 23: Le symtôme I. París : Seuil, 2005. Pág. 162-163.
de ese sistema. Atañen a una topología que no es simplemente de interior y exterior”. 18 Entre dichos
fenómenos está el trauma, y la topología que conviene para representarlo, dice Lacan: “[...] es la
forma tridimensional de un toro […] en virtud de que su exterioridad periférica y su exterioridad
central no constituyen sino una única región”.19
Laurent sostiene que: “Este modelo presenta la particularidad de designar un interior que se
encuentra también en el exterior [...] En un primer sentido, pues, el trauma es el agujero en el
interior de lo simbólico […] Lo simbólico incluye allí el síntoma en su envoltura formal y también
lo que no logra reabsorberse, ese punto real sigue siendo exterior a una representación simbólica, ya
sea síntoma o fantasma inconsciente. Permite figurar lo real en exclusión externa de lo simbólico”.20

Gráfico 1: Toro

Como dice Jacques-Alain Miller “El sujeto no puede responder a lo real sino
sintomatizándolo. El síntoma es la respuesta del sujeto a lo traumático de lo real”.21
Lacan distingue dos índices de lo real: “lo simbólicamente real [y lo] realmente
simbólico”.22 “Lo simbólicamente real -explica Miller- es la presencia de lo real en lo simbólico.
Lacan dice 'es la angustia' […] Al contrario, lo realmente simbólico es lo simbólico presente en lo
real, 'es una mentira', en tanto lo real está completamente separado del sentido”.23
Sin embargo, al decir de Lacan, Freud: “[…] se imagina que lo verdadero es el núcleo
traumático. Así lo expresa exactamente [Pero] el susodicho núcleo no tiene existencia, solo hay..., el
aprendizaje que el sujeto soportó de una lengua entre otras, lo que es para él lalengua, esperando
engancharla, a ella, lalengua; esto crea un equívoco con hacer-real.24 La lalengua, sea cual sea, es
una obscenidad”.25
Si en el núcleo traumático estuviera la verdad podría traducirse en términos de falso o
verdadero, es decir, enteramente en lo simbólico. Pero el núcleo traumático justamente ex-siste por
fuera de lo simbólico. Es porque es ruptura de lo simbólico que ese núcleo se define como
18
Laurent, E., El origen del Otro y el objeto postraumático. En: Lost in cognition, el lugar de la pérdida en la cognición.
Buenos Aires : Colección Diva, 2005. Pág. 101-102.
19
Lacan, J., Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse. En: Écrits. París : Seuil, 1966. Pág. 320-321.
20
Laurent, Op. Cit. Pág. 102.
21
Miller, J.-A., Le Séminaire de Barcelona sur “Die Wege der Symptombildung”. En: Le Symptôme-Charlatan. París :
Seuil, 1998. Pág. 51.
22
Lacan, J., Le Séminaire, Livre 24: L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre. Lecciones del 15 de Marzo al 17 de
Mayo de 1977. En: Ornicar?, Boletín periódico del Campo Freudiano, N° 17-18. París : Lyse, 1979. Pág. 1-23.
23
Miller, Op. cit.
24
Ferrer -enganchar- y faire réel -hacer real-, son homofónicos en Francés
25
Lacan, Op. Cit.
traumático.
¿Qué sitúa Lacan en su lugar? La lalengua, esto es, la lengua particular del sujeto que es la
que le permite el baño del lenguaje donde el niño ha caído y por la que puede enganchar algo de lo
real. Porque dicha lalengua es un puro lugar de goce, antes de todo valor de significación particular.
Lacan ofrece entonces otra interpretación de lo que Freud allí situó como verdad -verité-,
diciendo que se trata de una varité -varidad-. La verdad como variable y no como constante
Universal. La Proton pseudos es la varidad, la versión de la verdad de Emma, su verdad subjetiva.
Esto da mayor valor a lo real que a la verdad.
Lacan continúa: “Lo que el analizante dice, esperando verificación, no es la verdad, es la
varidad del síntoma”.26 La lalengua lleva consigo la obscenidad. Es decir que, conlleva el objeto de
goce que presenta la traza de una obscenidad particular. Y como obscenidad se opone a lo que
podría verificarse.
El síntoma dice Miller: “[…] circula entre lo que engaña siempre y lo que no engaña nunca.
Pero Lacan, proponiendo el síntoma como la única cosa verdaderamente real, lo sitúa más bien del
lado de la mentira. El síntoma miente, la angustia no”.27

S R
.R .S

Laurent aclara, en cuanto al primero de estos esquemas de Miller, que ese punto de real es
lo “imposible de reabsorber en lo simbólico, es la angustia entendida de un modo generalizado en el
que incluye la angustia traumática”.28 A este caso corresponde el tratamiento por el sentido. Pero el
analista “sabe que el lenguaje en su fondo más íntimo, permanece fuera de sentido […] es un virus
que crea enigma, al cual el sentido del síntoma vendrá a responder”.29
En el segundo esquema, el punto S ilustra el estatuto del lenguaje en lo real. “Hay simbólico
en lo real, es la estructura del lenguaje […] en el cual el niño es tomado […] Luego del trauma de la
pérdida, hay que reinventar el Otro que ya no existe […] uno inventa su fantasma y su síntoma
superando la angustia de la pérdida de la madre […] Se debe inventar un 'lenguaje privado' a partir
de la contingencia de los acontecimientos que han rodeado la pérdida, a partir del lenguaje público
que se comparte con el Otro al que uno se dirige”.30
El trauma habrá que tomarlo por el lado de la lalengua en tanto conlleva una obscenidad
instaurada en el sujeto antes de poder distinguir lo verdadero de lo falso en términos simbólicos.
Transporta una obscenidad como huella de un goce particular que un Otro transmitió a un sujeto. El
sujeto se apropia de dicho rasgo para, a su vez, hacer real y dar su propia versión en el mundo de lo
que es su relación a la lengua. Es decir, crea su síntoma unido a su fantasma.
Lacan, en una última referencia, vuelve al final de su enseñanza a esa relación entre trauma
y lenguaje dice:
Estoy traumatizado por el malentendido […] El hombre nace malentendido […] El cuerpo no
hace aparición en lo real mas que por el malentendido. Seamos aquí radicales: vuestro cuerpo

26
Ibíd.
27
Miller, Op. cit.
28
Laurent, Eric, El tratamiento de la angustia postraumática, sin estándares pero no sin principios. En: Lost in cognition,
el lugar de la pérdida en la cognición. Buenos Aires : Colección Diva, 2005. Pág. 132-133.
29
Ibíd. Pág. 134.
30
Laurent, Eric, El origen del Otro y el objeto postraumático. En: Lost in cognition, el lugar de la pérdida en la cognición.
Buenos Aires : Colección Diva, 2005. Pág. 103-104.
es el fruto de un linaje del que una buena parte de sus desgracias proviene de que nadaba en
el malentendido tanto como podía. […] Es lo que le transmitieron al 'darle la vida'. Es de eso
de lo que usted es heredero. Y es lo que explica su malestar […] No hay otro traumatismo del
nacimiento que el de nacer como deseado. Deseado o no -es parecido, porque es del
parlêtre”.31
Habrá siempre un agujero, trou-matique,32 en el hecho de la inmersión en el lenguaje, en el
Otro, por quien el sujeto fue deseado. Hay una huella de ese Otro como deseante y hay una
imposibilidad de decir una palabra al respecto. Ese es el malentendido.
Lacan continúa: “El parlêtre en cuestión se reparte en general en dos hablantes. Dos
hablantes que no se hablan en la misma lengua. Dos que no se escuchan hablar. Dos que no se
entienden. Dos que se conjuran para la reproducción, pero por un malentendido cumplido, que
vuestro cuerpo vehiculizará con la llamada reproducción”.33
Lacan terminará remitiendo la causalidad del trauma a la no-inscripción de la relación
sexual. La no-relación sexual es el malentendido que se le transmite al niño. Sin embargo, esto no
es un asunto del Otro del significante, sino que el propio cuerpo encarna ese malentendido que le es
transmitido al sujeto por ser fruto de esa no-relación sexual.
La sexualidad es traumática porque el discurso siempre falla para nombrar el goce. “El
hecho copulatorio de la introducción de la sexualidad es traumatizante -he ahí un gran tropiezo- y
tiene una función organizadora para el desarrollo”.34
El síntoma “[...] es la manera como cada uno goza del inconsciente que lo determina”. 35
Pero lo real, en el sentido de un universal, no existe. Para cada sujeto lo real existe como su
partenaire sólo como trozos de real. El síntoma, unido al fantasma, responderá a ello con los objetos
a que dan acceso al goce.
La operación del neurótico es ordenar las marcas del Otro en un destino fantasmático-
sintomático. Por eso hace el relato de las contingencias del origen de sus síntomas, de sus marcas
singulares del encuentro con ese real, que revelan cómo para él se cifra lo imposible de la no-
relación sexual. Relato de la contingencia irreductible de sus traumatismos, sus encuentros con el
goce del Otro, con el trozo de real que lo toca. Pero frente a la dificultad de soportar ese imposible,
prefiere la impotencia de referir sus desgracias al Otro.
El psicoanalista escucha la singularidad del síntoma de cada uno, síntoma cuya envoltura
formal no es la de todos, es contingente, única. Al hacerse destinatario del síntoma, el analista pone
de nuevo a circular la agalma cristalizada en la identificación a un síntoma común. Operar hoy con
el síntoma significa poder prescindir del padre a condición de servirse de él.

Preguntas:
De acuerdo a la última teoría del trauma de Lacan ¿qué puede decirse del trauma vivido
por las personas, por ejemplo del 11 de Septiembre?
¿Qué concepción de la víctima se desprende a partir de lo desarrollado y cuál es su
contraste con la idea de la salud mental?
Algunos psicoanalistas de la AMP estuvieron atendiendo a las personas luego del impacto
vivido en el 11 de Septiembre;36 también de los sobrevivientes del atentado de Madrid el 11-M.37
Otros nos interrogamos por nuestra intervención con los sobrevivientes en las masacres perpetradas

31
Lacan, J., Le malentendu. En: Ornicar?, Boletín periódico del Campo Freudiano, N° 22-23, París : Lyse. 1980 Pág. 12.
32
Juego de palabras de Lacan entre agujero trou y traumatismo.
33
Lacan, Op. Cit. Pág. 13.
34
Lacan, J., Séminaire, Livre 11: Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse. París : Seuil, 1973. Pág. 62.
35
Lacan, J., Séminaire, Livre22: R.S.I., Lección del 18 de Febrero de 1975. Inédito.
36
Aguirre, M. C., Septiembre 11. 2001, Una experiencia. En: El psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de
Psicoanálisis, N°7, Julio 2004. Pág. 68-70.
37
Cocoz, V., Después del 11-M. En: El psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, N°7, Julio 2004.
Pág. 46-50.
por los paramilitares en nuestro país, con los dolientes de desaparecidos en el terrorismo de Estado
llamado con el eufemismo de “falsos positivos” y con los familiares de las víctima del infame delito
del secuestro perpetrado por las guerrillas.
Algunos psicoanalistas han dirigido estas experiencias de atención en situación de desastre,
de intervención en crisis por esos atentados y han teorizado al respecto.38
A diferencia de las intervenciones que se hacen desde las TCC, no se quedan en el
acontecimiento, por horrible que haya sido. Quedarse allí es pre-analítico, la salud mental quiere el
control social de lo real, de lo imprevisible, de la Tyché. Eso es una ilusión. Lo real es sin ley.
Si se leen esos textos se verá que a pesar de la presentación de la homogeneidad del trauma
que se quiere prescribir como “síndrome de estrés postraumático” para todos, lo que emerge en la
escucha psicoanalítica es la singularidad del caso. Porque un acontecimiento así es inscrito de
manera diferente por cada uno que lo vivió, ya que cada uno responde a ese trauma desde su
fantasma y su síntoma singular.
Cada quien integra o elabora ese evento como una Prägung que viene del Otro, para unos
más consistente que para otros y será elaborado con los recursos simbólicos con los que cada quien
cuente. Puede ser integrado desde un discurso religioso, político u otro. Puede ser privilegiada la
dimensión de goce de quien realizó el atentado, visto como un Dios oscuro, etc. Pero lo crucial para
el psicoanalista es que en la elaboración de esa huella hay participación subjetiva y es en esa
dimensión donde es posible intervenir, sea posibilitando que el sujeto le de sentido a lo que no tiene
o que pueda vivir con el agujero de sentido que esto le provoca, al hacer resonancia del trauma
original de todo ser hablante.
En este punto se enlaza la segunda pregunta. Hay ahora ONG's interesadas en
investigaciones con componentes psicoanalíticos para indagar ¿cuándo termina la situación de
víctima para alguien? Porque es necesario que alguien se declare víctima ante la ley para comenzar
a obtener algunos beneficios, pero ¿cuándo acaba esto? Hay quien se instala en el lugar de víctima
en la impotencia, quejándose eternamente del daño que el Otro ejerció sobre él y puede evolucionar
en su idea de reparación desde algo que le permita continuar sobreviviendo hasta la demanda de
algo delirante, imposible, porque en el fondo lo que perdemos en esas circunstancias es irreparable.
Pero hay quienes reconocen su participación subjetiva, sintomática, fantasmática en su
actual situación e integran el acontecimiento en su historia, no quieren ser más reconocidos como
desplazados, reinsertados, víctimas del conflicto, sino por su nombre propio. Allí hay un
movimiento subjetivo difícil de conquistar pero posible, cuando se pasa de la queja y el beneficio
secundario a hacerse responsable de su propia vida.

Ramírez, Mario Elkin


"Síntoma y trauma". ed. Medellín: 2010. pp.121-133.
En: Ruiz L., Adolfo. El silencio de los síntomas: la salud mental. Serie Cursos Introductorios No. 3. Ed. NEL-
Medellín,
Octubre de 2010. 145 p.

El Directorio de la NEL-Medellín, Adolfo Ruiz L. Editor y compilador del libro y el autor,


autorizan la difusión virtual de este texto.

38
Briole, G., Después del horror, el traumatismo. En: El psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis,
N°7, Julio 2004. Pág. 57-67

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