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Equidad de Genero
Equidad de Genero
INTRODUCCIÓN
Por mucho tiempo se nos han asignado una serie de expectativas, valores, actitudes y creencias
que determinan nuestra manera de ser, pensar y sentir; de esta manera nuestra sociedad y
nuestra cultura han impuesto modelos que definen cómo debemos ser los hombres y las mujeres,
y que excluyen cualquier forma de ser y vivir que no se apegue a ellos, condicionando la
construcción de nuestros estilos de vida.
Los estilos de vida así establecidos reproducen un orden social fundado en relaciones de poder y
subordinación que colocan a hombres y mujeres en situaciones de inequidad, exclusión y
discriminación.
El patriarcado y el poder
El sistema patriarcal es un mecanismo de poder que opera a través del sexismo, mediante el cual
se ha promovido que lo masculino tenga control y dominio sobre lo femenino en todos los
ámbitos, tanto en lo físico como en lo político, económico, social y cultural.
El sexismo
El sexismo se refiere más a una forma de pensar o de actuar dentro del patriarcado, que se
expresa cotidianamente en formas como el machismo, la misoginia y la homofobia.
A partir del siglo XVIII, el movimiento feminista emprende una lucha que parte de la necesidad de
construir una sociedad equitativa, donde se reconozca a todas y todos como diferentes, en un
marco de respeto y ejercicio de los derechos humanos que asegure un desarrollo humano pleno,
en un ambiente de libertad y autonomía.
No, el sexo está determinado por el cuerpo físico; hombres y mujeres tenemos características
diferentes derivadas de la biología (cuestiones anatómicas, fisiológicas, hormonales, sexuales y
reproductivas), con las que nacemos. De esta manera, el sexo se refiere a las diferencias biológicas
entre mujer y hombre: las visibles en los órganos genitales y las relativas a la procreación.
El concepto de género nos ayuda a comprender cómo es que cada sociedad y cultura le han dado
un significado y una valoración distinta a las diferencias sexuales, creando ideas, prejuicios y
prácticas acerca de lo que “debe ser” un hombre o una mujer. Es decir, que al hecho de nacer con
un determinado cuerpo se le han asignado cierto tipo de actitudes, actividades, comportamientos,
valores y normas, que se supone “deben” cumplir hombres y mujeres en razón de su sexo, y que
colocan a unos y otras en posiciones desiguales dentro de la estructura social. A este conjunto de
asignaciones diferenciadas para mujeres y hombres, que no tienen nada que ver con el sexo de la
persona sino que son resultado de las valoraciones y creencias de la sociedad, se les llama género.
Vivimos en un mundo de profunda tensión entre modelos tradicionales que no han desaparecido
del todo y nuevos modelos que no terminan de establecerse con claridad. Esta tensión ha llevado
al ser humano a buscar nuevas formas de relacionarse con sus semejantes y a cuestionar los viejos
modelos y, por supuesto, las condiciones de exclusión, marginación y discriminación que los
acompañan.
Sin lugar a dudas, una de las principales causas que impiden nuestro desarrollo integral es que,
como sociedad, aún no hemos reflexionado acerca del daño que causa a hombres y mujeres el
condicionamiento que se nos impone desde la construcción de género, que reproduce y refuerza
esa estructura de relaciones de poder.
Por esta razón, es necesario que analicemos las ideas, actitudes y prácticas que transmiten,
refuerzan o transforman los modelos tradicionales establecidos en la sociedad, y valoremos en
qué medida hemos contribuido a reproducir la inequidad, así como el costo personal que significa
asumir las prácticas, creencias y valores implícitos en esos modelos.
Cuestión de equidad
De acuerdo con Marta Lamas “Equidad es la cualidad por la que ninguna de las partes es
favorecida de manera injusta en perjuicio de otra.” La esencia de la lucha por la equidad es lograr
un trato justo y equitativo para todas las personas, y dirigir las acciones sociales a asegurar la
equidad, tanto en las oportunidades de desarrollo como en el acceso a los recursos materiales y
simbólicos, para todos los hombres y mujeres de diferentes edades y condiciones sociales.
En resumen, la equidad parte del reconocimiento de las características y diferencias que existen
entre las personas, y de que la diferencia y la pluralidad constituyen rasgos no solamente
necesarios sino deseables para el enriquecimiento de la vida colectiva. Equidad es aceptar la
diferencia, pero no la desigualdad.
¿Y la equidad de género?
En suma, la equidad de género permite construir un espacio donde todas y todos reconozcamos
la diversidad y practiquemos el respeto de la otra y el otro, donde se distingan las especificidades y
las diferencias de hombres y mujeres, abriendo así otras posibilidades de hacer, pensar, sentir y
actuar.
Para alcanzar la equidad de género necesitamos pensar en un cambio a nivel cultural y social, así
como en cambios personales basados en el respeto, la cooperación, la igualdad de oportunidades
y la distribución equitativa de los recursos, para que hombres y mujeres nos desarrollemos y
reconozcamos como diferentes. Aun cuando por mucho tiempo se nos ha impuesto una forma de
ser que tiende a uniformarnos, cada persona vive, piensa, siente y se expresa de forma distinta;
cada una y uno de nosotros somos capaces de inventar, construir, proponer y transformar; somos
diferentes.
No se trata de que las mujeres se parezcan o lleguen a ser como los hombres, sino que ambos
construyan una nueva personalidad, donde mujeres y hombres no vivan en mundos separados y
diferenciados en los que se les limite.
La meta, entonces, es construir la equidad, la igualdad y la justicia en las relaciones entre mujeres,
entre hombres, y entre mujeres y hombres. Es decir, se propone llevar a cabo cambios sociales
(destinados a transformarse en cambios en las leyes y reglamentos jurídicos) que no tienen como
fin exclusivo mejorar la condición de las mujeres sino de todos los miembros de la sociedad,
mediante una profunda transformación de las concepciones, las relaciones, las ideas, las prácticas
y las costumbres excluyentes y discriminatorias que aun prevalecen en nuestra sociedad.
Cambio de actitudes y de prácticas
La mayor dificultad que se nos presenta para poder comprender los problemas de género que se
viven cotidianamente es, curiosamente, identificarlos, ya que se han convertido en algo “normal”,
en algo que se supone es parte de la vida misma.
Al adquirir esta nueva mirada descubrimos sobre todo que existe en el mundo una diversidad
increíble de personas y un sin fin de feminidades y masculinidades, es decir, de capacidades para
vivir de manera diferente lo femenino y lo masculino, y que esto significa un enriquecimiento de la
vida personal y social.
Democratizar los espacios significa promover que tanto hombres como mujeres confluyan en
espacios comunes y dejen de mantener mundos separados y diferenciados, compartiendo la
responsabilidad de las actividades en los espacios públicos y privados. Ésta es una de las
principales acciones que podemos emprender para lograr que la construcción de la equidad de
género sea asunto y responsabilidad de mujeres y hombres por igual.