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Notas Sobre Ricardo Fonseca Aguayo
Notas Sobre Ricardo Fonseca Aguayo
LEO FONSECA
2009
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Introducción.
Sobre Ricardo Fonseca se ha escrito una biografía y muchos artículos,
especialmente en los años posteriores a su desaparición el 21 de julio de
1949. Con el tiempo el ritmo de recuerdos disminuyó de tal manera que
cuando se cumplieron 100 años de su nacimiento en el 2006 no se escribió
nada y tres años después al cumplirse 60 años de su muerte, fue recordado
por dos artículos que circularon en internet, uno del historiador Iván
Ljuvetic y otro del “Colectivo Antiimperialista Mauricio Arenas”.
Por ello me decidí a escribir algo que tomara algunos aspectos no dichos
de su vida, tal vez presentarlo un tanto menos el dirigente que fue y más la
persona con la cual me tocó compartir un corto tramo de mi vida. Corto
pues falleció cuando yo había cumplido 13 años, por lo tanto los recuerdos
son escasos si descontamos la primera infancia, o sea los primeros 5 ó 6
años de vida donde se tienen conceptos difusos sobre los padres.
Otro problema. Posterior a esa primera infancia, hablamos de los años 41-
42, él era Director de El Siglo, es decir llegaba a casa muy tarde debido al
cierre del diario, además era diputado por la Provincia de Tarapacá, lugar
muy lejano en esos tiempos aunque se viajara en avión. Entre Santiago e
Iquique se demoraba unas 9 horas en unos aviones pequeños anteriores a
los DC3. En tren eran tres días y tres noches entre Santiago e Iquique y en
barco unos 5 a 6 días desde Valparaíso. Recuerdo que permanecía un mes o
más en su distrito en el trabajo político.
Cuando fue promovido a Secretario General del Partido sus tareas fueron
más complejas aunque siempre destinó tiempo y atención a su familia y al
hogar. Por ello, sin haber sido un padre permanentemente presente como en
la mayoría de las familias tampoco puede calificarse como uno ausente.
La moral y el dinero.
Económicamente no andábamos mal recuerdo que no nos faltó nada básico.
A mi me mandaron varias veces al Comité Central en Moneda 712 esquina
Mac Iver, en los altos de El Siglo, a buscar un adelanto del sueldo de
Ricardo. Subía al segundo piso e iba a la oficina del encargado de finanzas,
creo que era Arnulfo Rubilar. El abría una gran caja de fondos que tenía
detrás de su escritorio y sacaba un billete rojo de $100.- que me entregaba.
Al volver a la casa me mandaban a comprar mantequilla para las onces.
Mucho tiempo antes, en el verano del año 40 o 41 fuimos ambos por unos
días a Baños Morales, en el cajón del río Volcán afluente del río Maipo. Yo
tenía 4 años o algo así. Se viajaba en tren hasta Puente Alto saliendo de la
Plaza Baquedano y desde allí al regimiento de ferrocarrileros donde se
tomaba el tren militar hasta el pueblo El Volcán. Luego se continuaba a pié
por 10 kilómetros. En el mencionado pueblo había una procesadora del
yeso proveniente de una mina que estaba casi en la frontera, en la falda del
volcán San José, desde donde en el verano bajaban en andarivel los
cascotes del mineral.
carpa para alojar un grupo de conscriptos. Esos paños, al igual que las
mochilas, los vendían como desechos del ejército en tiendas de San
Bernardo.
La célula.
En esos tiempos, hablo de la década del 40, el militar en una célula y asistir
a sus reuniones era sagrado para los comunistas. “Prefiero andar con los
calcetines rotos antes que Ud. falte a su reunión de célula” relataba mi
madre que él le decía. En plena represión de los años 47-48 veía a mi padre
en la noche ponerse la pistola al cinto y salir a su reunión clandestina de
célula. En la etapa más dura de la represión el Partido le asignó a un
camarada que hacía las funciones de guarda espaldas. En aquella época el
Partido no tenía vehículos salvo un auto o camioneta del diario. Todos los
dirigentes viajaban en micro o tranvía.
(Resulta hasta cómico, más bien trágico, como hoy un dirigente político
“iluminado” o grupo de dirigentes se desgajan de un partido por
discrepancias políticas, ideológicas o personales, y crean otro partido con
diferentes nombres; por lo general dichas organizaciones no pasan del
grupo original que los formó. Para lograr un partido, hoy como ayer, hay
que bajar a los infiernos y ganar la militancia desde allí, trabajando por
años)
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Ricardo Fonseca era militante las 24 horas del día. No se entienda esto
como algo rígido sino que en la concepción y responsabilidades del
militante estaba la atención a la familia y su formación, el hablar y
compartir con compañeros y amigos, todo ello formaba parte de la
actividad política de los comunistas y, por supuesto, la risa y la alegría de
vivir. En efecto, la familia comunista era una de las principales fuentes de
crecimiento del Partido, la “reproducción ampliada” se decía alegremente.
Lo de militante las 24 horas había que ampliarlo a los 365 días del año.
Recuerdo que las pocas veces que salimos de vacaciones el se iba a reunir
siempre con el Partido de la zona, donde fuera, o a ayudar en alguna tarea
específica.
El vestir
Fue cuidadoso en el vestir, no andaba al lote, descuidado. Rechazaba la
idea de algunos compañeros que pensaban que para identificarse con el
proletariado había que andar sarrapastrosos y sucios. La poca ropa que
tenía estaba siempre impecable, lustraba cuidadosamente sus zapatos y
cepillaba el mismo su ropa y cuando podía comprar zapatos los elegía con
extremo cuidado por que no eran muchas las veces que se daba ese gusto.
Recuerdo una vez que lo acompañé a una zapatería; dio vuelta la tienda,
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hizo sacar muchos pares y al final no compró ninguno. Una parte de los
hijos tuvimos los genes contrarios, los de mi madre, quién no perdía tiempo
en una tienda, llegaba, veía y compraba en el menor tiempo posible. Por
eso él trató de “orientarla” en dichas compras. “El me vestía, me
seleccionaba el color de la ropa”, relató mi madre.
Estudioso
Destacaba su afán por adquirir libros para estudiar especialmente a los
clásicos del marxismo. Se conoce la historia de cuando estuvo relegado en
Aysén y pidió que mi madre le enviara El Capital, al parece el resumen en
un tomo. Después tuvo en la casa el texto en tres tomo, me parece que del
Fondo de Cultura Económica. Posteriormente adquirió la Historia Crítica
de la Teoría de la Plusvalía en tres tomos, también del Fondo.
La historia de Chile
Volviendo a su interés por la historia. Comenzó a adquirir la Historia de
Chile de Barros Arana. Sólo existía la primera edición editada en el siglo
XIX y era muy escasa. El la fue comprando en libros viejos pero nunca
llegó a tener una secuencia de los quince tomos. (recientemente, pasados
más de 120 años del primer tomo, la Editorial Universitaria lanzó la
segunda edición). Recuerdo que valoraba mucho a Vicuña Mackenna como
un hombre progresista para su época pero, indudablemente, tenía una gran
valoración por personajes avanzados del siglo XIX como Bilbao, Arcos,
Lastarria; su valoración del Presidente Balmaceda era alto, tenía un retrato
de él.
Fonseca y la música
Disfrutaba la música. En la Escuela Normal de Victoria aprendió a tocar
violín, bueno, creo que a un nivel necesario para que un profesor primario
enseñe algo a sus alumnos. En mi primera infancia creo haberlo escuchado
tocar algo, “La Cucaracha”, seguramente para que dejara de berrear. La
verdad es que para ser un violinista con algo de nivel se requiere estudiar
fuertemente, casi dedicarse a esa formación; pero tocaba bien según mi
madre. Sin embargo el sí tocaba la armónica, instrumento ligero para llevar
a las excursiones e inducir a cantar.
El carpintero y tallador.
Nuestros muebles eran muy sencillos cuando vivíamos en un cité del barrio
Bellavista. Recuerdo que la mesa de comedor la había construido mi abuelo
materno que era carpintero de obra, por lo tanto era un tanto sólida y
pesada. Las sillas eran aquellas que se compraban en el baratillo de la
Vega, de listones de álamo y paja. De las camas no me acuerdo. Sólo
recuerdo una cama de niño de metal, de esas que son a su vez corrales. Allí
durmieron mis hermanas cuando nacieron.
Hubo un aparador que aún existe, el llamado “mueble de leones”, que tenía
tres cabezas rugientes y feroces que sobresalían. Cuando adquirió el
mueble sólo existían dos de las cabezas. Recuerdo que él talló la que
faltaba la cual se perdió en los avatares de los cambios y exilios. Hoy el
aparador tiene sólo una cabeza que no es la que él talló.
facilitaron su vida posterior. Cuando pasados los años fui a ayudar a las
faenas agrícolas en mis vacaciones de verano, antes de maremoto que
arrasó con Puerto Saavedra en 1960, visité la biblioteca para pedir libros.
Pude ver allí una gran foto de Ricardo en uno de los muros, claro que era
una foto oficial de él como diputado.
Lizardo, nunca salió del campo. Su mundo no llegaba más allá de Carahue.
Abraham Zacarías se fue a trabajar a Valdivia donde fue cuidador del local
del Partido y distribuidor del diario. En la represión de González Videla se
fue al monte donde se transformó en leñador de una maderera. Allí lo volví
a ver con el transcurso de los años, estaba casado y tenía varios hijos.
Leo
2009