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NOTAS SOBRE

RICARDO FONSECA AGUAYO

LEO FONSECA
2009
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Ricardo Fonseca Aguayo.


Por Leo Fonseca

Introducción.
Sobre Ricardo Fonseca se ha escrito una biografía y muchos artículos,
especialmente en los años posteriores a su desaparición el 21 de julio de
1949. Con el tiempo el ritmo de recuerdos disminuyó de tal manera que
cuando se cumplieron 100 años de su nacimiento en el 2006 no se escribió
nada y tres años después al cumplirse 60 años de su muerte, fue recordado
por dos artículos que circularon en internet, uno del historiador Iván
Ljuvetic y otro del “Colectivo Antiimperialista Mauricio Arenas”.

Por ello me decidí a escribir algo que tomara algunos aspectos no dichos
de su vida, tal vez presentarlo un tanto menos el dirigente que fue y más la
persona con la cual me tocó compartir un corto tramo de mi vida. Corto
pues falleció cuando yo había cumplido 13 años, por lo tanto los recuerdos
son escasos si descontamos la primera infancia, o sea los primeros 5 ó 6
años de vida donde se tienen conceptos difusos sobre los padres.

Otro problema. Posterior a esa primera infancia, hablamos de los años 41-
42, él era Director de El Siglo, es decir llegaba a casa muy tarde debido al
cierre del diario, además era diputado por la Provincia de Tarapacá, lugar
muy lejano en esos tiempos aunque se viajara en avión. Entre Santiago e
Iquique se demoraba unas 9 horas en unos aviones pequeños anteriores a
los DC3. En tren eran tres días y tres noches entre Santiago e Iquique y en
barco unos 5 a 6 días desde Valparaíso. Recuerdo que permanecía un mes o
más en su distrito en el trabajo político.

Cuando fue promovido a Secretario General del Partido sus tareas fueron
más complejas aunque siempre destinó tiempo y atención a su familia y al
hogar. Por ello, sin haber sido un padre permanentemente presente como en
la mayoría de las familias tampoco puede calificarse como uno ausente.

Mi madre, Elena Pedraza, también era activa trabajadora al ser la


sostenedora principal del hogar, además de militante y dirigente sindical.
Ricardo ganaba como los diputados y senadores comunistas es decir un
sueldo de obrero especializado pagado por el Partido, la “dieta” de todos
los parlamentarios las cobraba Finanzas y se destinaba al funcionamiento
de la organización.

En casa él debió atender diferentes tareas domésticas como comprarme


zapatos y ropa, matricularme en la escuela todos los años, en 1942 se dio
tiempo para enseñarme a leer y escribir y las operaciones de suma y resta
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reactivando sus conocimientos de profesor primario. Por lo tanto ingresé a


segundo año, en 1943, estando bien preparado para el curso al cual llegaba.

La casa y la fraternidad comunista


El primer recuerdo de casa era la de un cité en la calle Dardignac, nº 191
casi esquina de Loreto, ocupábamos la casa Nº 4. A ese hogar llegaron
muchos compañeros del Partido. Algunos de visita y otros a pasar días con
nosotros. Tenía tres piezas y un pequeño patio. Los que llegaban era
básicamente comunistas tanto chilenos como de otros países. Uno que pasó
un tiempo largo con nosotros fue un camarada boliviano, militante del PIR
antecesor del PC de ese país. También llegaban profesores ya que Ricardo
fue dirigente del magisterio. Vivieron con nosotros compañeros obreros del
norte quienes después fueron destacados dirigentes. Recuerdo que
permanecieron con nosotros por años las dos hijas de un camarada
profesor, viudo, que estaba enfermo de tuberculosis y debió partir al
sanatorio, creo que era de apellido Ibáñez.

En esta primera casa llegaban compañeros como Ulriksen, conocido como


“el gringo” y su esposa Tola, amiga de mi madre. También Bernardo
Ibáñez Aguila, condiscípulo en la Escuela Normal de Victoria y dirigente
socialista. Este traicionó en enero de 1946, después de la masacre de la
Plaza Bulnes donde murió Ramona Parra, incorporándose al gobierno de
Duhalde (Vicepresidente de la República) el masacrador; además, dividió a
la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH). Después Bernardo
Ibáñez fue recompensado con cargos internacionales en la OIT y
Washington.

Entre las amigas de mi madre recuerdo a Saray Cortés, destacada agitadora


de masas y miembro del Comité Central de esa época (figura en la foto que
está en la sala del CC); a la “Pollo” que le decían así por ser chica; a
Carmen Guerrero proveniente del “clan” de viejos luchadores que llevan
ese apellido y su esposo el “negro” Alvarez obrero ferroviario, etc.

El compartir lo que había era también una tradición en el Partido. La


comida en la mesa y lo que hubiera para comer, una cama donde descansar
cuando llegaban de provincias, la solidaridad con los enfermos, el buscar
soluciones a problemas familiares. Los comunistas se consideraban una
familia grande y muy solidaria.

Cuando nos mudamos a una casa mejor en el mismo barrio, Purísima nº


305 esquina Santa Filomena, segundo piso, siguieron viniendo a vivir con
nosotros compañeros o visitas. En una oportunidad se realizó allí una
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reunión importante, me parece que de la Comisión Política con Vitorio


Codovilla, el hombre de la Tercera Internacional, dirigente italo-argentino
que en ese momento estaba exiliado en Chile. Sólo sé que hubo un gran
revuelo doméstico.

Era un hogar bastante elástico en cuanto a visitas prolongadas, incluso


después de que Ricardo falleciera, entonces se transformó en una casa
donde venían jotosos de otros países y dirigentes femeninas desde
Argentina las cuales debían salir por Chile hacia Europa por la persecución
a los comunistas argentinos en tiempos de Perón.

La moral y el dinero.
Económicamente no andábamos mal recuerdo que no nos faltó nada básico.
A mi me mandaron varias veces al Comité Central en Moneda 712 esquina
Mac Iver, en los altos de El Siglo, a buscar un adelanto del sueldo de
Ricardo. Subía al segundo piso e iba a la oficina del encargado de finanzas,
creo que era Arnulfo Rubilar. El abría una gran caja de fondos que tenía
detrás de su escritorio y sacaba un billete rojo de $100.- que me entregaba.
Al volver a la casa me mandaban a comprar mantequilla para las onces.

El sueldo de un diputado comunista era, como señalé, el de un obrero


especializado, correspondía a una tradición de los funcionarios de la
revolución pero que no era comprendida por los no comunistas. Un día en
mi escuela primaria, la Nº 162 del barrio Bellavista, la profesora preguntó
por las remuneraciones de los padres, yo le dije que creía que $ 800, algo
así había escuchado; ella me rebatió, los diputados reciben $4.000 de
sueldo, me dijo, lo cual en realidad no era verídico para nosotros pero de
difícil comprensión para otros.

Los fondos del Partido y de las organizaciones donde participaban los


comunistas eran sagrados, supe de compañeros que fueron expulsados
públicamente, sin remedio, cuando se apropiaron de pocos o muchos
recursos de la organización o del sindicato. Ese Partido era inflexible en ese
aspecto, tal vez era una de las causas del respeto que gozaba en su base
social.

Fonseca rompe prejuicios


En el hogar predicaba mucho con el ejemplo al tomar parte en tareas
domésticas. En 1947-48, en la represión de la Ley Maldita, (no fue preso
por tener fuero parlamentario, sin embargo era permanentemente vigilado
por Investigaciones), mi padre ayudaba todos los días temprano a hacer el
aseo a la persona que hacía trabajos domésticos y cuidaba de mis hermanas.
(Creo que casi todas las personas que nos atendieron en esos años
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ingresaron posteriormente al Partido y algunas, junto a sus familias,


jugaron un papel importante en la lucha en contra de la dictadura.)

El, en las mañanas se asomaba al balcón en la casa de calle Purísima


sacudiendo algo, entonces el punto fijo, un pobre tira guatón y tuerto que
estaba entumido de frío reportaba que el objetivo se encontraba en la casa
pudiendo retirarse. En esos años era difícil pensar que un diputado hiciera
el aseo de su casa y se mostrara haciéndolo sin importarle un carajo lo que
pensaran los vecinos.

No le importaban tampoco los pensamientos conservadores de la sociedad.


En 1939 viajó en barco a EEUU a un Congreso de la Juventud
Antifascista, allí le agradó cierta forma de la vida de ese país como andar
con el cuerpo lo más liberado posible, por ejemplo usar short en verano.
Bueno, trajo short para él y para Elena y la obligó a ponérselos para ir a
caminar al cerro. Imagínense Uds. una pareja en short en esos años por el
barrio Bellavista, era un escándalo. Entonces muchas mujeres del barrio
usaban aún falda hasta el suelo.

La vida al aire libre


Disfrutaba de la vida silvestre, tal vez por haber nacido en un pueblo del
Sur. Dicen que siendo Secretario de la Jota comenzó a desarrollar los
paseos al cerro San Cristóbal y a otros lugares para que la juventud
estuviera en contacto con la naturaleza. Yo no recuerdo nada de esa
primera etapa pero luego, siendo niño más conciente y como vivimos
siempre cerca del cerro hasta 1949, los paseos familiares del domingo se
realizaron regularmente al San Cristóbal si es que no había concentración
en el Caupolicán u otra tarea partidaria. A veces invitó a un compañero
para compartir el picnic y para conversar con él.

Mucho tiempo antes, en el verano del año 40 o 41 fuimos ambos por unos
días a Baños Morales, en el cajón del río Volcán afluente del río Maipo. Yo
tenía 4 años o algo así. Se viajaba en tren hasta Puente Alto saliendo de la
Plaza Baquedano y desde allí al regimiento de ferrocarrileros donde se
tomaba el tren militar hasta el pueblo El Volcán. Luego se continuaba a pié
por 10 kilómetros. En el mencionado pueblo había una procesadora del
yeso proveniente de una mina que estaba casi en la frontera, en la falda del
volcán San José, desde donde en el verano bajaban en andarivel los
cascotes del mineral.

Alojamos pegados a una piedra con dos paños de carpa de cubierta.


Normalmente los soldados de esa época llevaban en su mochila cada uno
un paño de tela con botones y ojales los cuales se unían y formaban una
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carpa para alojar un grupo de conscriptos. Esos paños, al igual que las
mochilas, los vendían como desechos del ejército en tiendas de San
Bernardo.

En esa excursión mi padre rechazó visitar al Refugio Alemán, del Club


Alemán de Andinismo y Excursionismo que estaba al otro lado del río, allí
izaban la bandera nazi al lado de la bandera chilena, era 1941.

Con los años, 1946-47, el Partido compró una parcela en El Arrayan, la


cual quedaba frente a la hostería de ese nombre. A veces fuimos los
domingos con otros compañeros. Aun no existía la piscina sino una
pequeña pileta donde se bañaba la gente.

La célula.
En esos tiempos, hablo de la década del 40, el militar en una célula y asistir
a sus reuniones era sagrado para los comunistas. “Prefiero andar con los
calcetines rotos antes que Ud. falte a su reunión de célula” relataba mi
madre que él le decía. En plena represión de los años 47-48 veía a mi padre
en la noche ponerse la pistola al cinto y salir a su reunión clandestina de
célula. En la etapa más dura de la represión el Partido le asignó a un
camarada que hacía las funciones de guarda espaldas. En aquella época el
Partido no tenía vehículos salvo un auto o camioneta del diario. Todos los
dirigentes viajaban en micro o tranvía.

El militaba en una célula de la fábrica de zapatos Ilarreborde, en Recoleta


abajo, Sexta Comuna de Santiago. Mi madre contaba que en los años 30,
mucho antes, iban en la noche a repartir volantes o a conversar con los
obreros a fin de organizar partido en dicha fábrica. Ella relataba: “eran
noches oscuras, con neblina, los obreros salían cansados, mal vestidos, con
los rostros cetrinos -relataba- entonces se entregaban los volantes o se
conversaba con alguno a fin de organizar partido” Sin ese trabajo regular,
de hormiga, en la base, que hacían los militantes y dirigentes sin distinción,
hubiera sido imposible el triunfo del Frente Popular o, con los años, el
triunfo de Salvador Allende.

(Resulta hasta cómico, más bien trágico, como hoy un dirigente político
“iluminado” o grupo de dirigentes se desgajan de un partido por
discrepancias políticas, ideológicas o personales, y crean otro partido con
diferentes nombres; por lo general dichas organizaciones no pasan del
grupo original que los formó. Para lograr un partido, hoy como ayer, hay
que bajar a los infiernos y ganar la militancia desde allí, trabajando por
años)
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La fuerza del Partido estaba en su trabajo celular y el contacto de cada


célula con los trabajadores. En esa época eran pocas las células de calle,
mínimas, o territoriales como se las llama ahora, la mayoría eran de
fábricas y empresas.

Creo haberle escuchado, o trasmitido posteriormente a través de mi madre,


que el afirmaba que a las reuniones de célula los dirigentes del CC no iban
a dar la línea ni a hacer una conferencia de prensa puesto que la
información y orientación correspondiente venía por el conducto regular o
por el diario El Siglo. Los dirigentes nacionales del Partido, en la célula,
podían aportar aclaraciones si se requería pero lo principal era aprender del
contacto del partido con las masas. Era el cable a tierra necesario para ser
certeros en el desarrollo del trabajo de dirección y en la elaboración de la
línea política. Ese conocimiento del Partido y sus relaciones con las masas
permitía no confundir los deseos con la realidad.

Esto no correspondía a una inspiración de Ricardo Fonseca, era lo normal


de los dirigentes de esa época, anteriores y posteriores, por lo menos hasta
el golpe. Recuerdo a dirigentes durante la UP, ministros inclusive, que no
fijaban reuniones los días y hora de sus reuniones de célula, imagino que
no las trascendentales del gobierno.

Ricardo Fonseca era militante las 24 horas del día. No se entienda esto
como algo rígido sino que en la concepción y responsabilidades del
militante estaba la atención a la familia y su formación, el hablar y
compartir con compañeros y amigos, todo ello formaba parte de la
actividad política de los comunistas y, por supuesto, la risa y la alegría de
vivir. En efecto, la familia comunista era una de las principales fuentes de
crecimiento del Partido, la “reproducción ampliada” se decía alegremente.

Lo de militante las 24 horas había que ampliarlo a los 365 días del año.
Recuerdo que las pocas veces que salimos de vacaciones el se iba a reunir
siempre con el Partido de la zona, donde fuera, o a ayudar en alguna tarea
específica.

El vestir
Fue cuidadoso en el vestir, no andaba al lote, descuidado. Rechazaba la
idea de algunos compañeros que pensaban que para identificarse con el
proletariado había que andar sarrapastrosos y sucios. La poca ropa que
tenía estaba siempre impecable, lustraba cuidadosamente sus zapatos y
cepillaba el mismo su ropa y cuando podía comprar zapatos los elegía con
extremo cuidado por que no eran muchas las veces que se daba ese gusto.
Recuerdo una vez que lo acompañé a una zapatería; dio vuelta la tienda,
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hizo sacar muchos pares y al final no compró ninguno. Una parte de los
hijos tuvimos los genes contrarios, los de mi madre, quién no perdía tiempo
en una tienda, llegaba, veía y compraba en el menor tiempo posible. Por
eso él trató de “orientarla” en dichas compras. “El me vestía, me
seleccionaba el color de la ropa”, relató mi madre.

Pegaba sus botones a lo “San Martín”. Me contaba que el General San


Martín pegaba sus botones de tal manera que nunca más se volverían a
cortar.

Estudioso
Destacaba su afán por adquirir libros para estudiar especialmente a los
clásicos del marxismo. Se conoce la historia de cuando estuvo relegado en
Aysén y pidió que mi madre le enviara El Capital, al parece el resumen en
un tomo. Después tuvo en la casa el texto en tres tomo, me parece que del
Fondo de Cultura Económica. Posteriormente adquirió la Historia Crítica
de la Teoría de la Plusvalía en tres tomos, también del Fondo.

Todos los libros, salvo los mencionados al final, tenían anotaciones en el


margen. También, por cierto, estudiaba mucho a Lenin y seguía el
desarrollo de la lucha del pueblo soviético en contra del nazismo. Todos los
libros “políticos” y sus anotaciones se perdieron en las diversas represiones
que le ha correspondido a la familia.

No sólo estudiaba marxismo sino también la historia y el desarrollo de la


sociedad en nuestro continente. Recuerdo títulos de su biblioteca como las
conversaciones de Bolivar y San Martín en Guayaquil texto que para él era
muy valioso; ”El cabildo en Chile Colonial” y, me parece, “Del Ayllú al
Imperio” sobre el desarrollo de la sociedad incaica; estudió a Mariátegui en
sus 12 ensayos. Pero habían muchos más en su amplia biblioteca. Para
adquirir libros se “encalillaba”, tenía crédito en alguna librería, no se cómo
pagaba. Por otra parte se interesaba que el Partido leyera. En El Siglo había
una biblioteca que él ayudó a formar, nosotros tenemos aún un libro
salvado de dicha Biblioteca, “Tierra de Océano” de Benjamín
Subercaseaux, está en nuestro poder para cuando el periódico o el Partido
construya una biblioteca.

El Siglo era una escuela de formación periodística para compañeros que no


venían de las escuelas universitarias o de las capas más ilustradas, eran los
periodistas proletarios para quienes era obligatorio no solamente manejarse
adecuadamente en la lucha social sino, también, elevar permanentemente
su nivel cultural a través del estudio y la lectura.
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Cuando niño me llevó a la inauguración de una escuela del Partido. Creo


que quedaba por Independencia o Recoleta abajo. A ese acto asistieron
dirigentes del Partido argentino como Vitorio Codovilla y Paulino
González, exiliados en Chile. Había que estudiar a los clásicos, la historia,
las experiencias del movimiento comunista internacional. En esa etapa,
previo a la represión de la Ley Maldita, se dio un impulso decisivo en la
formación de muchos cuadros partidarios.

La historia de Chile
Volviendo a su interés por la historia. Comenzó a adquirir la Historia de
Chile de Barros Arana. Sólo existía la primera edición editada en el siglo
XIX y era muy escasa. El la fue comprando en libros viejos pero nunca
llegó a tener una secuencia de los quince tomos. (recientemente, pasados
más de 120 años del primer tomo, la Editorial Universitaria lanzó la
segunda edición). Recuerdo que valoraba mucho a Vicuña Mackenna como
un hombre progresista para su época pero, indudablemente, tenía una gran
valoración por personajes avanzados del siglo XIX como Bilbao, Arcos,
Lastarria; su valoración del Presidente Balmaceda era alto, tenía un retrato
de él.

Siendo niño leí libros sobre la etapa de la guerra de la independencia, entre


ellos trabajos novelados de Liborio Brieva, que me parece fue carrerista
tratando muy mal a O`Higgins. En esa etapa de la niñez tomé partido
evidentemente que por los Carrera. Ricardo me aclaró que O`Higgins fue
realmente uno de los chilenos más importantes en la lucha por la
independencia, además tenía ideas progresistas razón por la cual la
oligarquía lo exilió no permitiéndole regresar nunca a Chile. Carrera
también fue un prócer de la independencia, me dijo, y hay que valorarlo en
sus virtudes de patriota sin caer en los partidismos de aquella etapa de
nuestra historia. El en todo caso era admirador de O`Higgins.

Valoraba mucho el papel del Ejército Libertador que organizó y dirigió el


General San Martín. Señalaba que la mayoría de los oficiales de dicho
ejército y gran parte de los soldados fueron argentinos. Buscaba sacarnos
un tanto de la cabeza las ideas chauvinistas que nos fueron metiendo en la
propaganda estatal y en las escuelas de que nosotros los chilenos éramos
los mejores, los más valientes, etc, etc. Era consecuente entonces con la
necesaria unidad y solidaridad latinoamericana.

Dentro de la historia de Chile resaltaba el papel de Recabarren en la


organización de la clase obrera y la formación del Partido. La
conmemoración una vez al año de la desaparición del maestro, como se lo
nominaba, era fecha importante. El Partido entonces hacía una romería al
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Cementerio General, me parece que en diciembre. A mi me llevó en


algunas oportunidades desfilando por Avenida La Paz.

Fonseca y la música
Disfrutaba la música. En la Escuela Normal de Victoria aprendió a tocar
violín, bueno, creo que a un nivel necesario para que un profesor primario
enseñe algo a sus alumnos. En mi primera infancia creo haberlo escuchado
tocar algo, “La Cucaracha”, seguramente para que dejara de berrear. La
verdad es que para ser un violinista con algo de nivel se requiere estudiar
fuertemente, casi dedicarse a esa formación; pero tocaba bien según mi
madre. Sin embargo el sí tocaba la armónica, instrumento ligero para llevar
a las excursiones e inducir a cantar.

Durante el gobierno de la UP el violín se entregó a un museo que organizó


el Partido junto con un disco en 78 RPM que le fue grabado para unas
elecciones de 1949, antes de su muerte. Recuerdo que él ya estaba postrado
pero igual su voz salió por la radio condenando la satrapía de González
Videla y llamando a votar por candidatos del frente en que el Partido
llevaba candidatos ocultos. Todos esos bienes se perdieron con la última
represión, la más brutal.

Por el año 40 ó 41 en mi casa se compró a un vecino una radio, de segunda


mano, una modesta RCA. Allí mis padres escuchaban ópera, música que a
mi no me gustaba. Les decía que esa era música de iglesia, aunque yo
tampoco iba a la iglesia.

En la época del Frente Popular las manifestaciones culturales surgían por


doquier y parte de lo mejor estaba en el Partido. El fundador y primer
director de la Orquesta Sinfónica de Chile, Armando Carvajal, era militante
del Partido lo mismo que su esposa, la cantante Blanca Hauser que muchas
veces cantó en los actos del Partido en el Caupolicán mientras Carvajal la
acompañaba al piano. Surgió en esos años el Teatro Experimental donde
destacados actores eran comunistas: Graciela Alvarez, María Maluenda,
Rubén Sotoconil. En la literatura, además de Neruda, había una pléyade de
camaradas como Diego Muñoz, que además era periodista de El Siglo,
Nicomedes Guzmán, creo que Rubén Azocar, etc.

El Partido era un punto de atracción de gran parte de los artistas e


intelectuales de nuestro país y Ricardo, Director de El Siglo y después
Secretario General, no podía estar al margen de las fuerzas que
acompañaban ese proceso que encabezaba la clase obrera.
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Su relación con Neruda


Cuando al poeta le dieron el Premio Nacional de Literatura le regaló a
Fonseca unas pantuflas de levantarse como de fieltro. Creo que siempre
hubo acercamiento y respeto mutuo pero él no formó parte del círculo del
poeta. Recuerdo que sólo una vez nos llevaron a un almuerzo en
Michoacán. Para nosotros niños era un sitio fascinante, enorme. Los
grandes estaban e una mesa larga donde almorzaban nuestros padres,
dirigentes comunistas y parte del grupo que rodeaba a Neruda.

Neruda, en verano entregaba a dirigentes del Partido y su familia su casa de


Isla Negra por una semana, no era ni la mitad de lo que es hoy el museo. La
única vez que nos tocó reemplazamos allí a la familia de Humberto Abarca,
miembro del CC.

Durante la represión de la Ley Maldita con Neruda perseguido, el Director


de Investigaciones afirmaba por la prensa: “no me llamaré nunca más
Peluchoneaux -era su apellido- si no atrapamos a Neruda esta semana”,
nunca pudieron atraparlo. A Fonseca le tocó el cuidado y la organización
de la huída del poeta. Se entiende que era dirigir el cuidado del poeta,
aunque una vez, en casa de unos tíos en Viña del Mar mi padre pasó a
recoger a Elena para seguir en un auto a Santiago y a mi no me dejaron
salir de la casa a ver el vehículo y despedirme; con los años supe que en el
vehículo viajaba también Neruda con la Hormiga.

El carpintero y tallador.
Nuestros muebles eran muy sencillos cuando vivíamos en un cité del barrio
Bellavista. Recuerdo que la mesa de comedor la había construido mi abuelo
materno que era carpintero de obra, por lo tanto era un tanto sólida y
pesada. Las sillas eran aquellas que se compraban en el baratillo de la
Vega, de listones de álamo y paja. De las camas no me acuerdo. Sólo
recuerdo una cama de niño de metal, de esas que son a su vez corrales. Allí
durmieron mis hermanas cuando nacieron.

En algún momento hubo más recursos, seguramente por el trabajo


profesional de mi madre. Entonces se compraron muebles, pero muebles de
uso. El tuvo la idea de lograr la mayor estética y calidad con los menores
recursos. Fue a unos depósitos de muebles viejos que quedaban en la Plaza
Artesanos; allí había maravillas desechadas de las mansiones del centro que
desaparecían al golpe de las demoliciones y que no eran bien recibidas en
las nuevas casas del barrio alto donde se trasladaban los dueños con
recursos suficientes para adquirir muebles de cada época. Entonces
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apareció comprando a “precio de huevo” aparadores, camas, mesas y sillas,


destartalados, rayados, pelados y sucios, a los cuales les habían sacado los
mármoles victorianos. Estos fueron transformados por las ideas de mi padre
y la capacidad del maestro Arredondo, viejo mueblista del barrio. Sin
embargo hubo alguno que se trabajó en casa lijando y barnizándolo los
domingos; a mi me tocó lijar bastante.

Hubo un aparador que aún existe, el llamado “mueble de leones”, que tenía
tres cabezas rugientes y feroces que sobresalían. Cuando adquirió el
mueble sólo existían dos de las cabezas. Recuerdo que él talló la que
faltaba la cual se perdió en los avatares de los cambios y exilios. Hoy el
aparador tiene sólo una cabeza que no es la que él talló.

Algo sobre su familia.


Se habla en biografías y remembranzas que Ricardo era campesino y que
su familia trabajaba la tierra. Esto es verdad a medias. El nació y creció en
Puerto Saavedra, pueblo cuya principal actividad estaba relacionada con la
producción del campo o el comercio ligado a la actividad de la tierra. Su
padre, Santiago Fonseca, trabajaba el pequeño comercio; traía vinos desde
la zona central además de otros productos según su esposa, mi abuela.
Cuando su padre murió por 1912 Ricardo tenía 6 años. La viuda se dedicó a
criar a los niños ayudada por su hijo mayor, Santiago, dando pensión y
siendo una trabajadora dura. Me contó que era capaz de matar un chancho
sin necesidad amarrarlo, lo perseguía con el cuchillo en la mano y lo
ultimaba.

Por haber sido “pueblerino” Ricardo tuvo posibilidades de estudiar en la


escuela primaria de ese lugar. La parcela de su abuelo materno, donde con
los años se fue a vivir su madre, quedaba a 4 leguas del pueblo, lo que
hacía imposible la asistencia diaria del niño.

En la vida de Ricardo existen varias “casualidades” para avanzar, además


de su inteligencia como condición fundamental y la visión de su madre. La
primera fue la existencia de un profesor primario que supo descubrir el
talento de su alumno y recomendar a la madre, analfabeta, las posibilidades
del desarrollo de su hijo. Sin ese maestro que vislumbró una perspectiva
hubiese sido imposible o muy remota su trayectoria posterior. Un segundo
elemento es que en Puerto Saavedra existió una biblioteca que organizó y
dirigió el poeta Augusto Winter; Ricardo, antes de los 12 años, fue el
principal lector de la institución. Existe la anécdota de la visita de un
personaje de la ciudad a la biblioteca el cuál indagó por el mejor lector del
pueblo. Entonces el bibliotecario mostró al niño Ricardo. Es decir, antes de
ingresar a la Escuela Normal ya tenía un acervo de conocimientos que
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facilitaron su vida posterior. Cuando pasados los años fui a ayudar a las
faenas agrícolas en mis vacaciones de verano, antes de maremoto que
arrasó con Puerto Saavedra en 1960, visité la biblioteca para pedir libros.
Pude ver allí una gran foto de Ricardo en uno de los muros, claro que era
una foto oficial de él como diputado.

Ricardo nunca le hizo el quite trabajo del campo. En mi infancia fuimos


dos veces donde se había trasladado a vivir la abuela, entonces Ricardo
trabajó en la cosecha con sus hermanos. Tenía una hermana y tres
hermanos: Elcira, Santiago, Lizardo y Abraham Zacarías.

Elcira emigró a la ciudad luego de casarse en una primera relación donde


tuvo cuatro hijos. Posteriormente se avecindó en Santiago donde se volvió
a casar y tuvo una hija. Fue militante del Partido tanto ella como su esposo
hasta sus muertes.

Santiago, el mayor, emigró cuando su madre se fue a vivir al campo. Se


hizo obrero en Valdivia pero con los años volvió al campo. Fue el primer
militante en la familia ingresando al Partido en esa ciudad. Según me
relató, él llevo a Ricardo al Partido cuando comenzó su vida de maestro en
dicha ciudad. Santiago fue regidor del municipio de Puerto Saavedra en
varios períodos, además Subdelegado del gobierno del Presidente Allende.
Perseguido diferentes represiones tenía la capacidad para mimetizarse en
las reducciones mapuches eludiendo a los uniformados.

Lizardo, nunca salió del campo. Su mundo no llegaba más allá de Carahue.
Abraham Zacarías se fue a trabajar a Valdivia donde fue cuidador del local
del Partido y distribuidor del diario. En la represión de González Videla se
fue al monte donde se transformó en leñador de una maderera. Allí lo volví
a ver con el transcurso de los años, estaba casado y tenía varios hijos.

Leo
2009

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