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La base de maquillaje es uno de los cosméticos que más contribuyen a tu buen aspecto. Es
como el lienzo sobre el que pintar, además cubre imperfecciones, proporcionando un
acabado liso y aterciopelado y ¡la protege frente al medio ambiente!
1. Elige el tono que armonice con lo claro u oscuro de tu cutis: Y, dentro de esta gama, los
que se adapten mejor al matiz de fondo de tu piel, que puede ser más bien rosada o tirando
a amarilla.
Para ello, aplica tres o cuatro tonos que te parezcan los mejores a lo largo de la línea de tu
mandíbula y escoger el que parezca haber desaparecido porque se ha difundido con la piel
2. Maquíllate con la luz adecuada.: Es fundamental para que el resultado sea favorecedor.
Polvos
La elección de uno u otro es un asunto de gusto personal. Los sueltos son ideales para usar
en casa, pero no resultan prácticos para transportar. Los compactos son ideales para hacer
retoques cuando está fuera de casa y se controlan mejor.
Para obtener un buen resultado final hay que tener en cuenta la fijación
de los toques de cada parte del maquillaje. Los polvos volátiles se
aplican en el cisne y luego se adhieren al rostro por medio de leves
apoyos. Recién después tomá la brocha y retirá el excedente desde
arriba, para no levantar los vellos del rostro, comenzando por la frente y
terminando en el mentón. Tras este proceso tu piel quedará con un
acabado aterciopelado y luminoso. Es entonces cuando deberá aplicar el
rubor compacto. Para las caras redondas la dirección del rubor debe ser oblicua y
descendente (desde las sienes hasta la mitad de la mejilla). Si la cara es más larga, conviene
aplicarlo en forma de media luna horizontal, esto quiere decir, desde el nacimiento de la
oreja en dirección al centro de la mejilla.