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ANDREA FABIANA MARQUES

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© ART+DG By Andrés Gustavo Fernández 2009 / adncreadores@gmail.com

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CON VIVENCIA
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CON VIVENCIA
Por © Andrea Fabiana Marqués
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E-Mail: ipocampus_@hotmail.com

Parte
Parcela del Valle de Limache, Chile
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Puedo escuchar el sonido del mar en mis oídos. Ser la risa en la mañana. Ser
aroma de flores en mi piel. Ser calor de fogata. Ser y acariciar el aire al
moverme con la brisa en la luz del sol. Ser al desnudarme en la noche y al
renacer en la mañana. Puedo ser y saber que estoy en el lugar privilegiado
que alberga el corazón y comanda el Amor. El único lugar a donde fui, a
donde voy y a donde estoy…

A hora se abre el telón a una nueva convivencia. En este viaje me


acompaña, además, un amigo de ruta. Para él su vivencia. Sin
embargo, como sé que nada es porque sí su presencia permite que
vea al levantar el telón de apariencias actores que dicen ser yo.

Vamos en la ruta en dirección al Valle de Limache, en Chile. Para


asistir a un seminario vivencial de cambio de paradigma. Me
pregunté qué es un cambio de paradigma, y ahora puedo
responder que es lo que puedo expresar con la vida, después de
haber estado ahí.

Las montañas dan la bienvenida, y puedo ver en sus formas el


rostro ancestral de épocas que mi memoria reconoce. Pasaron las
horas sin caer en la necesidad de saber qué hora es. Ya que la
atención recorre la Cordillera con el momento de estar ahí. Me
detengo aquí y puedo reconocer cómo el tiempo distrae el
momento y entonces queda la necesidad de volver a encontrar lo
que se desatendió. Lo veo en la melancolía y en la ansiedad. Sin
embargo los momentos ni se fueron ni vendrán. Están.

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Continuamos el viaje en colectivo hasta llegar a


Viña del Mar, a unos pocos quilómetros del Valle.
Al descender del colectivo una familia que
regresaba a su país, Chile, nos indicó cómo
hacer para llegar. Y en ese mismo momento, sin
preocuparnos por como lo haríamos, nos
ofrecieron llevarnos en auto hasta ahí. Nos
comentaron que estaban agradecidos de la
hospitalidad recibida en Argentina, que lo
menos que podían hacer era devolver la actitud. 3
Esto es saludable de escuchar, ya que me
permitió reconocer el nombre de un país como
un orden que trasciende los límites. Y al mismo
tiempo, reconocí la hermandad como la actitud
de dar y recibir en la sincronicidad del universo,
que se manifiesta sin esfuerzo.

El corazón latía con el ritmo estremecedor de


este momento. Las señales hablan, no cabe duda
de que este es mi viaje. Y cada momento
presenta una oportunidad, y estando en él puedo
tomarla.

Al llegar, descendimos del auto, y nos


despedimos de la familia agradeciendo su
hospitalidad. Fuimos hacia la puerta del hogar
noosférico. Lo que había imaginado era poco
para lo que estaba viendo con mis propios ojos
ahora. Caminamos unos pasos, cruzamos la
entrada, y aún nadie se veía. De repente
apareció una joven de manera silenciosa. Nos
saludó y nos indicó por dónde ir para
encontrarnos con quienes custodian el lugar: la
familia que allí vive.

Así llegamos a una puerta que daba a un pasillo.


Y de espaldas, recogiéndose el cabello y
expresando la belleza femenina, Elfa, la madre
del hogar. Pronuncie una palabra habitual para
entablar una conversación: Hola!... en ese
momento dió un giro energético y respondiendo
al saludo se presentó. Sin mucha vuelta, nos
llevó al lugar en donde asentaríamos la carpa.
Estaba oscureciendo, por lo que decidimos
armar el iglú rápidamente. El entusiasmo por
conocer a quien percibía una figura importante
en mi historia, podía superar el cansancio del
viaje. Me energizaba como una fuente
inagotable. Llena de ganas de estar ahí, y de
conocer. De escuchar a quién venía siguiendo
desde tiempo de manera virtual. Y Ahora,
vivencial.

Estaba a unos pocos pasos del encuentro con


quien había dibujado de mil formas en mi mente,
sin embargo solo estando ahí podía saber qué

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era cierto y qué no. Y darme cuenta que los


supuestos se desvanecen en el mismo momento
que decido ir.

Nos dirigimos al lugar donde se anclaba el


encuentro. Una estructura de adobe y madera
construida por la familia. La entrada, no era una
puerta común, más bien era un paso a
experimentar una manera diferente de vivir la
realidad. Un cambio de paradigma. 4
Así comenzó esta bienvenida, con inmensas
posibilidades y sin expectativas. Ya que sólo
sabía a ciencia cierta, que el momento es
presenta, y solo así lo reconozco.

Ahora, cara a cara con la realidad, recibo el


abrazo de quien daría el seminario, Caco. Rostro
amigable, mirada atrevida y sonrisa
contenedora. Así lo percibí.

Nos sentamos en círculo y así pude registrar a las


demás personas. Ocho integrantes, siete
mujeres, y un varón. Por un momento lo vi
normal por ser esta la era de la mujer, como se
dice, y al mismo tiempo me pregunté qué es lo
que falta en el hombre que aún no se atreve a
despertar lo sutil femenino de su ser. Sin ser esto
la condición que determine su sexo.

Y sin ir más lejos, puedo ver la diferencia en


quien dirige el Seminario. Si bien es un hombre,
su expresión es sutil y al mismo tiempo lo
acompaña una mujer que manifiesta su firmeza.
Ambos se complementan. Y al mismo tiempo se
liberan en cada actitud. Y lo maravilloso de ver
en familias como estas: me muestra un paisaje
que llevo conmigo, para pintar mi historia con
pinceles diferentes a los que tracé tiempo atrás.
Lanzándome al vacío con estos trazos para luego
traerlo a la realidad.

Luego de este bocadillo para el Alma, llega el


momento de una cena liviana para después
descansar y estar lúcidos para el nuevo día que se
presenta, lleno de cambios, y de propuestas de
vida diferentes. De experiencias para crecer.

Así, nos despedimos y cada cual a su carpa. Si


bien estaba cansado mi cuerpo por el trayecto del
viaje, deseaba que fuera la mañana. El
entusiasmo inspiraba la energía y revitalizaba
cada parte de mi cuerpo.

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Cerré los ojos hasta la media noche, como suelo


despertarme. Esta vez, noté, además, la falta de
experiencia de dormir en carpa; el frío
congelaba mis extremidades, la cadera no podía
distinguirse del el piso. Trataba de encontrar
una manera de acomodarme, cuando en medio
de este revoloteo, mi compañero de viaje, abrió
sus ojos, y mirando el techo de la carpa y
exclamó desorientado. ¿Qué es esto?
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Comenzamos a reírnos, a tal punto que
despertamos al resto de las personas que
estaban en las demás carpas. Por ventaja para
todos, esto sólo sucedió esa noche, ya que las
siguientes, los anfitriones de la casa nos
brindaron lo necesario para estar cómodos. Sin
embargo, lo que llamó mi atención es el
recuerdo de reírnos en esa noche, mas aún, me
río cada vez que lo recuerdo. Y así pareciera
suceder con lo que voy registrando. El recuerdo
es lo que tomo de ese momento. Y en este caso lo
que tomé fue el calor de la risa que trascendió el
frio y la incomodidad. Y así pudimos descansar.
Y así lo recuerdo. Al amanecer el sonido del
gong indico el momento de la meditación. Nos
levantamos sin mucha vuelta, acomodamos
nuestro cuerpo y así como estábamos nos
dirigíamos a la sala dispuesta.

Los cuencos nos daban la bienvenida, con la


profunda sutileza que los caracteriza,
permitiéndonos entrar con mayor facilidad en
este estado de meditación. El silencio formó
parte de la bienvenida, uno tras otro fuimos
llegando. Observaba sin esfuerzo todo lo que
sucedía. Y así, pasó ese momento que cito: un
nuevo momento de comprensión. En donde
comenzaron a desenmascararse personajes, y la
sinceridad con uno mismo es el diamante que
permite esta posibilidad.

Continúa en Con vivencia 2

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