Está en la página 1de 10

Nuestra historia habla de heroínas durante el proceso libertario; sin embargo, ¿realmente fueron ellas

importantes para lograr la Independencia?

“Mujeres próceres: quienes se incorporaron dentro de la lucha de los ejércitos patriotas, a semejanza de
una bandada de colibríes dentro de una bandada de cóndores” (02 de abril de 2009)
“Nuestras Madres, fecundas por la libertad, dieron a luz una generación sobrehumana llena de la llama
del cielo o del calor sombrío de la tempestad. Quienes a ejemplo de las espartanas, al pie del cañón
estaban dispuestas a lanzar la horda mortal sobre los ejército enemigos”.

“La mujer…. Nuestros antepasados la consideraban inferior al hombre y nosotros la consideramos


igual… Unos y otros estamos grandemente equivocados, porque la mujer es muy superior… Dios la ha
dotado de gran perspicacia y sensibilidad y ha puesto en su corazón fibras y delicadísimas, cuerdas muy
sensibles a todo lo noble y elevado. El patriotismo, la admiración y el amor, hacen vibrar esas cuerdas, y
de ahí resultan la caridad, la abnegación y el sacrificio”.

“Las mujeres primitivas de la amazonia eran demasiados feroces. Sentían desprecio al presenciar la
quema de sus casas y haberes por parte de los conquistadores y aún aparentaban cierta afabilidad sin
ningún sentimiento de pesadumbre”. “Entraban en la lucha y daban batalla encarnizada con gran
ferocidad y valentía desbordad”.

“…sólo existía pues, una íntima minoría de hombres deseosos de aprovechar con propósitos
revolucionarios el estado de anarquía de la madre patria. Sin las mujeres, América nunca hubiera
alcanzado su libertad. Muchos de los círculos, clubes y conjuraciones que entonces se formaron en
América del Sur, nacieron a impulsos de mujeres heroicas y apasionadas. Fueron ellas las primeras en
llevar la sublevación a la calle, en lucir la banda revolucionaria, en cantar himnos patrióticos; más tarde
siguieron a sus maridos a los campos de batalla, tan firmes a caballo como a pie, a veces con un niño al
pecho, otras con pantalones de soldados: Como en las viejas estampas”.

EMIL LUDWING (Biografía de Bolívar)

“Con las mujeres próceres, tiene Colombia una deuda de eterna gratitud, para hablar de ellas, es preciso
ponerse de pie y con un sagrado respeto, debe llegarse al Alta de la Patria, como abriendo en un homenaje
de cordial pleitesía al retablo de los más importantes recuerdos”.

Homenaje del Municipio de Medellín

“Mujeres próceres de Colombia, que en reguero de sangre bañaron los campos del suelo colombiano y
ofrendaron sus vidas y las de sus hijos por la libertad”. “Como heroína luchadora y como compañera de
los próceres, fue la mujer: madre, esposa, hermana e hija. Ella fue la misionera de la civilización”.

“Pensamos en el río de sangre que costó nuestra libertad, pero no hemos valorados el mar de lágrimas y
sufrimientos de las madres, las esposas, las hijas de los héroes conocidos o ignorados que ofrendaron sus
generosas vidas en aras de nuestra libertad.“Porque si bien es cierto que la mujer fue excluida de la
guerra, al menos como combatiente, en cambio fue victima de innumerables violencias, arrastrando las
penalidades del trabajo que el hombre no podía ejecutar por estar ocupado en las luchas guerreras”.

“Las mujeres lucharon contra la tiranía y dejaron una hoja de servicios heroicos; ya con el casco guerrero
y empuñando las armas en defensa de la patria oprimida; ya sirviendo de acicate para retemplar la energía
y pujanza de nuestros bravos patriotas; en ocasiones suministrando su asistencia a los enfermos en el
campo de batalla, curando heridos, mitigando la sed al soldado fatigado, acompañando a los cadáveres
hasta su sepultura y entregando su vida en el patíbulo bajo el plomo del verdugo”.

“Muchas de las actuaciones heroicas de nuestros próceres fueron inspiradas o alentadas por su mujeres, y
muchas de ellas intervinieron directamente en sus actividades bélicas o rindieron su vida en los patíbulos.
Esposas de los próceres: Quien podrá valorar vuestro heroísmo y vuestros sacrificios al servicio de la
patria?”

En las guerras de independencia, miles de mujeres sufrieron el martirio, fueron sacrificadas en aras de la
libertad y la independencia de nuestra Patria, fusiladas, desterradas, confiscados sus bienes, asesinadas.
Al sufrir el martirio de la persecución y la muerte se hicieron inmortales y acreedores a nuestro
agradecimiento.

UNA HEROÍNA INCOGNITA, a sus hijos: “Ve a morir con los hombres, nosotras las mujeres
marcharemos adelante: presentaremos nuestros pechos al cañón y que la metralla descargue sobre
nosotras, y los hombres nos sigan y a quienes hemos salvado de la primera descarga, pasen sobre nuestros
cadáveres, se apoderen de la artillería y liberen la patria”, 20 de Julio de 1810.

A continuación una relación preliminar de ellas:

GREGORIA POLICARPA SALVARRIETA RÍOS: Guaduas, 26 de enero de 1796. Virtuosa y digna


heroína de la Independencia. “Joven, bonita, pobre, viva e inteligente”. Marchó desde la capilla del
Colegio del Rosario hasta el suplicio, cuyo cadalso estaba levantando en la Plaza Mayor. Vestía de
camisón y mantilla azul, En forma arrogante dijo:

“Pueblo indolente: cuan diversa sería vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad. Ved que
aunque mujer y joven me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes mas. No olvidéis este ejemplo.
Pueblo miserable, yo os compadezco, algún día tendréis más dignidad”. Un oficial al pie del banquillo le
ofreció un vaso de vino. “No lo tomo”, dijo, “Menos de un tirano”.

Fusilada el 14 de noviembre de 1817, a las 10 de la mañana, en compañía de su novio el capitán Alejo


Sabarain. Seis balas atravesaron su hermoso cuerpo y nueve vidas más fueron segadas ese mismo día en
su compañía. Fue sepultada a petición de sus dos hermanos sacerdotes, José Ignacio y José María bajo en
el altar mayor de la Iglesia de San Agustín.

JUSTA ESTEPA: fusilada el 16 de enero de 1817.

ANSELMA LEYTON: de Lérida. Fusilada el 17 de enero de 1817.

CACICA GAITANA: el español Pedro de Añasco hizo inmolar quemando vivo al hijo de la Gaitana
delante de la madre. La Gaitana destrozada por el dolor y la ferocidad de Añasco, reunió más de seis mil
indígenas e hizo prisionero a Añazco tratándolo con gran crueldad e insensibilidad.

ZULIA: Bella, valerosa cacica de sangre real y altiva. Luchó contra los españoles con valor y heroísmo.
Francisco de Paula Santander, su biznieto fue uno de los grandes forjadores de la Patria.

FRESIA: Princesa india, con sus huestes indígenas enfrentó con ferocidad desbordante los aguerridos
soldados españoles.

Indígenas anónimas que se sacrificaron al arrojarse sobre agudas estancas para eludir la servidumbre de
los conquistadores y otras, que se lanzaron desde altas rocas de Muzo, para morir antes de ser esclavas del
déspota. Nos dejaron la enseñanza del heroísmo.

TERESA OLAYA: defendió la causa de los Comuneros, organizó un ejército y marcho frente al él en
Neiva.

MATILDE GUEVARA: Niña de trece años, horrorosamente azotada por decir que era patriota, por haber
nacido en América fue desterrada.

RAMONA ALVARÁN: natural de Cúcuta, fusilada el 13 de febrero de 1813.

ROSAURA VELEZ DE PEÑA: de Tumaco, fusilada en enero de 1814.

MANUELA BELTRÁN: “Misionera del movimiento de los comuneros de 1871” “Heraldo femenino de
la Libertad”. Nacida en el Socorro. En la plenitud de una sana y cuajada lozanía, fue la primera mujer en
la tierra colombiana que se atrevió a romper el símbolo de la dominación española en América. Alta y
esbelta, su larga trenza negra le caía desde los hombros sobre el pecho. La boca de labios gruesos y
sensuales, lucía un rancio gesto de altivez. Blanca la tez de suave tinte aperlado con el contacto del sol y
el viento del templado clima socorrano.

PRESENTACIÒN BUENAHORA: natural de Pore, fusilada el 28 de Junio de 1816.


SIMONA DUQUE DE ALZATE: de Marinilla, entregó cinco de sus hijos a la Patria. Rechazó una
pensión de $16 anuales para que no faltara esa suma a la República.

JUANA RAMÌREZ: fusilada en marzo de 1816.

MAGDALENA ORTEGA DE NARIÑO: robados sus bienes por los españoles, murió en la miseria.

ROSA ZÁRATE DE PEÑA: fusilada y decapitada el 17 de julio de 1813 en Tumaco.

AGUSTINA FERRO: fusilada el 20 de mayo de 1820.

DOLORES TORRALBA, RAFAELA RANGEL: fusiladas por suministrar agua a los heridos.

BIBIANA TALERO: de Zipaquirà, fusilada el 21 de noviembre de 1817, en Chocontá.

EULALIA BUROZ DE CAMBERLAINE: despedazada a sablazos el 7 de abril de 1814.

CARLOTA ARMERO: fusilada el 28 de mayo de 1816.

MANUELA SAENZ DE SANTAMARÍA: dama aristocrática. Murió en la miseria por amor a la libertad.

MARÍA DEL CARMEN Y BALBINA ULLOA: Fusiladas el 13 de abril de 1814.

DOMITILA SARASTI: fusilada el 11 de diciembre de 1812.

TERESA IZQUIERDO: fusilada el 24 de julio de 1819.

MANUELA Y JUANA ESCOBAR: lanceadas vilmente el 10 de julio de 1819.

FAUSTA GARCÌA: Ofrendó sus hijos a la patria.

MARIA ANTONIA SANTOS PLATA: fusilada el 28 de junio de 1819. Heroína de gran ascendencia
política y social de la provincia del Socorro. Nació en Pichote, Santander, el 11 de abril de 1782.
Apotegma patriótico profético que pronunció en el patíbulo: “Antes de terminar este año, el suelo
granadino estará libre de los que lo tiranizan vilipendiando la virtud y el mérito”.

JOAQUINA AROCA: fusilada en Purificación el 5 de septiembre de 1816.

MARÍA DEL ROSARIO DEVIA: de Natagaima, fusilada el 16 de septiembre de 1817.

CANDELARIA FORERO: de Machetá, fusilada el 26 de noviembre de 1817.

AGUSTINA MEJÍA: de Charalá, fusilada el 8 de septiembre de 1816.

DOLORES SALAS: de Neiva, fusilada el 14 de Septiembre de 1817. Salió en medio de los demás presos,
sus compañeros. Iba en comisión de zaraza azul, mantilla de paño azul y sombrero cubano”.

LUISA TRILLERAS: de Natagaima, fusilada el 18 de septiembre de 1817.

DOMINGA BURBANO: de Pasto, fusilada el 13 de diciembre de 1812.

MARTHA TELLO: de Neiva, fusilada el 12 de noviembre de 1817.

REMIGIA CUESTAS: de Tiribitó, fusilada en 2 de diciembre de 1817.

SALOMÉ BUITRAGO: fusilada el 3 de diciembre de 1817.

EVANGELINA DÍAZ: fusilada a los 22 años, el 19 de agosto de 1818.


ANTONIA MORENO: de Neiva, fusilada el 19 de septiembre de 1817.

MERCEDES LOAIZA: de Villavieja, Huila, fusilada el 16 de septiembre de 1817.

INÉS OSUNA: de Bogotá, confinada y sacrificada el 6 de septiembre de 1817.

IGNACIA MEDINA: de Garagoa, fusilada el 9 de diciembre de 1817.

MANUELA USCÁTEGUI: fusilada el 20 de diciembre de 1818.

ROSAURA RIVERA: fusilada en Neiva el 26 de noviembre de 1816.

Isaac Vargas Córdoba, Miembro de la Academia Colombiana de Historia Militar, y Sociedad Bolivariana
de Colombia

Las mujeres de la libertad: heroínas de la


Independencia
Maureén Maya S.

“Mi patria es todo el continente americano”


Manuela Sáenz
 
"¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Ved
que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!"
Estando en el patíbulo, un soldado le ofreció un vaso con agua y ella respondió: “No beberé agua de un
tirano”. En la cárcel su compatriota Joaquín Monsalve redactó el famoso anagrama que se inscribe
como epitafio: "Yace por salvar la patria".
María Policarpa Salavarrieta Ríos. Fusilada el 14 de noviembre de 1817
 
El bicentenario, tal como sucedió en el centenario de 1910, se configura en un escenario propicio para
reescribir la historia y destacar el papel que en la lucha por la independencia, asumieron las mujeres, los
esclavos y las minorías étnicas del continente.
 
Pocas veces en los relatos de la historia oficial, embellecida y mitificada con el paso del tiempo, se
incluye el nombre de valientes mujeres que aportaron a la lucha emancipadora. Si acaso se les menciona,
se hace referencia sólo a unas pocas sin mucho contexto y sin revelar su trayectoria como en el caso de
Manuela Beltrán, quien aparece de manera bastante fugaz en la historiografía. Declarada Heroína de la
Nueva Granada, se le conoce por haber iniciado la insurrección de los comuneros al liderar un motín
contra los impuestos mercantiles que desembocó en la revolución de los comuneros. Al grito de "viva el
Rey y muera el mal gobierno. No queremos pagar la armada de barlovento" rompió el edicto sobre
nuevos tributos notificados por el visitador regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres el 16 de marzo de
1781. Siendo una mujer de pueblo sabía leer, y aún cuando se puede presumir que su compromiso político
trascendía el acto público de un día de furia, no se conocen detalles sobre su vida y su historia.
 
Otra gran olvidada por la historia ha sido la heroína Agustina Ferro. En la ciudad de Ocaña, donde se
gestaron los primeros fuegos emancipadores, esta criolla se unió a la resistencia patriótica contra la
guerrilla realista de “los colorados” y ayudó a la fuga del general Figueredes. Por este hecho fue apresada,
no aceptó permutaciones a la pena impuesta ni negó su participación en la lucha rebelde. A las cuatro de
la tarde, bajo un sol opaco y una multitud herida, el 20 de enero de 1820, la heroína de Ocaña fue
fusilada.
 
Aún cuando en algunos registros historiográficos se menciona el nombre de María Antonia Santos,
fusilada el 28 de junio de 1819, poco se sabe sobre su origen, entorno y lucha. Sus últimas palabras ante
el patíbulo fueron: “Antes de terminar este año, el suelo granadino, estará libre de quienes lo tiranizaron
vilipendiando la virtud y el merito”.
 
Centenares de mujeres como Manuela Beltrán, Agustina Ferro o Antonia Santos lucharon ardorosa y
generosamente por la independencia, y aún así fueron intencionalmente condenadas al anonimato o
quedaron reducidas a figurar sólo como esposas, novias o amantes de los grandes próceres. Es el caso de
Magdalena Ortega[1], esposa de Antonio Nariño. En pocos textos se cuenta que esta valiente mujer
estuvo comprometida con la causa libertaria y que a ella consagró sus mayores esfuerzos y sacrificios.
Tuvo que padecer los constantes encarcelamientos de su marido, exilios y rechazo social, sufrió la
represión española de manera directa, fue perseguida, sus bienes confiscados y finalmente murió sola en
la absoluta miseria.
 
Se suele decir que detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer. ¿Por qué detrás? ¿Por qué no al lado?
¿Por qué no es ella la reconocida y nombrada en la historia a partir de su propio rol social y político y no
cómo la simple y fortuita acompañante de un gran hombre?
 
El discurso oficial afirma que la traducción de los "Derechos del hombre", formulados por la revolución
francesa, hizo tomar conciencia en América sobre la opresión y de la necesidad de empezar a luchar por
la libertad. “Lo que no cuenta este discurso es que los "Derechos del hombre" tienen su correlato
femenino y que una mujer llamada Olimpia de Gouges (1748-1793), protestó por el desprecio a los
derechos de la mujer. Su encarcelamiento y ejecución por parte del despotismo jacobino, demostraron el
fracaso de ese intento igualitario y el largo camino que esperaría a las mujeres en el reconocimiento de
sus derechos.[2]
 
Nuestra versión de la historia es androcéntrica y por ello se ha excluido a la mujer de las gestas
patrióticas. De allí la importancia de empezar resignificar ese relato histórico que se fundamenta en la
victimización o actitud pasiva de las mujeres.
 
Centenares de mujeres deliberantes y con criterio propio participaron a su manera, quizás no todas
empuñando las armas, en la lucha por la independencia haciendo uso de la palabra, el rumor, la estrategia
de guerra y la realización de diversos actos heroicos que marcaron, quiérase o no, el devenir de nuestra
historia.
 
La versión galante y romántica de la historia del siglo XIX, nos habla de mujeres sumisas y obedientes,
plegadas a las dos grandes virtudes femeninas de la época: callar y obedecer. Las mujeres fueron
expuestas en la historia como seres decorativos que embellecían el hogar y para quienes sólo existía dos
opciones decorosas para sus vidas: el matrimonio o el convento. Esta visión no refleja sus inquietudes
humanas y menos la participación política que muchas de ellas ejercieron en medio de enormes
contrariedades, represiones y adversidades. Las mujeres de la independencia nunca fueron ángeles de
hogar, ni las que pertenecían a las élites sociales ni aquellas que tenían su origen en los sectores
populares. Al contrario, muchas de ellas fueron partícipes activas en la lucha contra los abusos virreinales
desde el movimiento comunero, las luchas patrióticas y desde otras gestas de enorme significado
histórico.
 
En el centenario, después de 100 años de exclusiones, se intentó rescatar el nombre de algunas mujeres,
pero se hizo desde una perspectiva machista de la historia, y también clasista. Muchas siguieron siendo
minimizadas en su verdadero protagonismo político, al igual que los mulatos, indígenas y negros.
También se les asignó características masculinas que no correspondían a su naturaleza y desestimaba sus
características y potencial femenino.
 
Este intento de rescate histórico no logró por tanto configurar una nueva perspectiva para el análisis de su
desempeño político y social. No reconoció la real dimensión del rol que jugó la mujer en la historia y
contrario a ello, le adjudicó valores masculinos para justificar su osadía y valentía, como sí estas
características fuesen exclusivas de los hombres. Así por ejemplo, la historia personal y humana de
Manuelita Sáenz fue distorsionada en los anales de la historia oficial. Sólo se le conoció durante varias
décadas como la amante de El Libertador y no como una política aguerrida y comprometida, desde mucho
antes de conocer a Bolívar y mucho después de su muerte, con el sueño de la libertad.
 
En un comienzo Manuela, como muchas otras mujeres, no ingresó al catálogo de la historia. Los
testimonios sobre la época de la emancipación, al igual que muchas de las obras generales que se refieren
a la Independencia, no hacían mención de su presencia activa. La vida íntima y la actuación pública de las
mujeres no eran materia de atención. Lo trascendental era dar cuenta de las batallas y de las acciones
heroicas de los protagonistas en la gesta libertadora. Las mujeres eran dignas de atención, solamente,
cuando eran víctimas de los realistas, mártires de guerra, o cuando por la calidad de sus acciones podían
ingresar al inventario de los sucesos en la condición de heroínas.
 
Sin embargo, en el caso particular de Manuela, “esta actitud historiográfica se vio intervenida por una
restricción «estilística» adicional: ocultar intencionalmente su actuación, básicamente porque no resultaba
ejemplarizante ni acorde con la visión impoluta de los héroes que Bolívar, que la máxima figura de la
Independencia se hubiese liado con una mujer de comportamiento irregular y censurable[3].
 
Antes de ser registrada por la historia como la “Libertadora de El Libertador” Manuela Sáenz estuvo en
Lima con su esposo del Dr. Thorne y se involucró con los rebeldes limeños. Asistía a reuniones
clandestinas, buscaba recursos para financiar la causa, servía de correo y conspiraba contra el gobierno
español. Tiempo después se radicó en Quito, y desde allí siguió militando para la causa independentista.
Participaba en los entrenamientos militares y auxiliaba logísticamente a las tropas; era espía y correo de
los insurgentes. Fue en esa condición que se conoció con El Libertador. Al regresar a Perú, ataviada con
ropas militares, armada y a caballo emprendió la campaña libertadora escalando la cordillera y
participando activamente en la campaña de Junín y en la batalla de Ayacucho. Se integró, por petición de
Bolívar, al Estado Mayor General, continuó su entrenamiento militar y se convirtió en coronela. Su
actividad valiente y vital le mereció a ella -y 111 mujeres más- la condecoración de “Caballeresa del Sol”,
insignia de la nueva nobleza republicana otorgada por el general José de San Martín. Luego de padecer la
prisión en Lima y lograr su libertad regresó a Bogotá y se vinculó al Partido Bolivariano, no como amante
del Libertador, sino como una oficial dispuesta a entregar la vida por hacer realidad el sueño de la libertad
para las naciones americanas.
 
Cuando Bolívar se retiró a Santa Marta, ella se mantuvo en Bogotá y participó con Urdaneta en la
ejecución de varias acciones político militares contra el gobierno de Mosquera. Tres años después del
fallecimiento de Bolívar, ocurrido el 17 de diciembre de 1830, Manuelita fue expulsada del país e intentó
regresar a Ecuador. El Presidente prohibió su entrada al considerar que su sola presencia constituía una
referencia política negativa que perturbaba los intereses del partido gobernante[4].
 
Vicente Rocafuerte, jefe de Estado de Ecuador, considerado como uno de los más notables pensadores de
la América revolucionaria y un eficaz gobernante expuso por escrito su extraña y contradictoria
determinación; más extraña aún si en efecto alguna vez cumplió misiones secretas para Bolívar en
España. Su decisión de prohibir el ingreso de Manuelita Sáenz a Quito, fue expresada en los siguientes
términos:
 
“….por el carácter, talentos, vicios, ambición y prostitución de Manuela Sáenz, debe hacérsele salir del
territorio ecuatoriano, para evitar que reanime la llama revolucionaria”
 
Manuelita siguió adelante en su compromiso con la Independencia. Desde su exilio en Paita se mantuvo
al tanto de los sucesos ecuatorianos, informaba de los movimientos rebeldes de los exilados, se carteaba
constantemente con ellos y era consejera del venezolano Juan José Flores.
 
Otras mujeres que fueron excluidas o disminuidas en los relatos historiográficos, tanto por ser mujeres
como por ser indígenas, fueron la peruana Micaela Bastidas Puyucahua y la boliviana Bartolina Sisa.
Micaela ha sido recordada como la esposa de Tupac Amaru II. No obstante, ella además de ser una gran
guerrera y estratega militar, tuvo que padecer la tortura y la pena de muerte, como su esposo y su primer
hijo. Luego del fracaso en un intento de sublevación, fue capturada, torturada y ejecutada. Sus verdugos
le cortaron la lengua, le anudaron al cuello una cuerda que tiraron desde lados opuestos y, mientras
agonizaba, la patearon el vientre y el pecho, en la Plaza de Armas del Cusco, el 18 de mayo de 1781.
Murió a los 36 años de edad, teniendo que presenciar la ejecución de su hijo Hipólito y de de su
esposo[5].
 
Sobre la heroína Bartolina Sisa, compañera de Tupac Katari, jefa indígena Aymará, si bien existen dudas
sobre la fecha exacta y lugar de nacimiento,[6] se sabe que su lucha contra la opresión y el despojo
colonialista español de que eranobjeto los indígenas de los Andes, le valió ser reconocida como heroína
de la emancipación. Bartolina junto a sus progenitores, y luego con su esposo, el gran caudillo Aymara
Tupaj Katari (Julián Apaza), se dedicó en un inicio al comercio de la hoja de coca y tejidos nativos,
viajando por innumerables lugares entre ayllus, poblados, comunidades y ciudades de la inmensa y árida
altiplanicie andina y por los valles yungueños del departamento de La Paz. “Esta febril actividad permitió
a Bartolina Sisa conocer el terrible sometimiento de que eran objeto varios pueblos indígenas tanto por
parte de los colonialistas europeos como de los criollos y mestizos serviles a estos”.
 
Bartolina Sisa se comprometió con la emancipación y a ella consagró el resto de su vida.  Fue así,
como junto a su esposo Tupac Katari, lograron coincidir con los itinerarios libertarios del arriero José
Gabriel Condorcanqui (Tupaj Amaru) y de los hermanos Dámaso y Tomás Katari de Chayanta, con
quienes se integraron formando un ejército rebelde. Contando con más de 150 mil indígenas en toda la
región del Perú, La Paz, Oruro, y los valles de Chayanta en Bolivia, dieron una cruenta batalla por la
libertad de sus pueblos. Bartolina, fue nombrada comandante político-militar, y cuando estalló la
insurgencia Aymara-Quishwa de 1781, ella era proclamada Virreina, no por esposa de Tupaj Katari, sino
por mérito propio. Compartió alta jerarquía con su esposo en igualdad de condiciones y fue respetada por
varios pueblos guerreros.
 
Tras la derrota de su ejército el 29 de junio de 1781, la Corona ofreció un indulto a los rebeldes a cambio
de que éstos entregaran a sus “jefes cabecillas”. Varios de ellos para salvar la vida, sucumbieron a la
traición. Tres días después, en un complot organizado por sus propios hombres, la Virreina Bartolina
Sisa, fue entregada a los militares españoles.
 
El 5 de septiembre de 1782, la comandante guerrera aymara fue condenada a la pena ordinaria del
Suplicio y fue torturada[7]. Atada a la cola de un caballo y con una soga de espatro al cuello fue llevada a
la horca después de ser flagelada, violada, azotada, arrastrada a puntapies y paseada desnuda montada en
un burro, en la plaza colonial de La Paz, hoy “Plaza Murillo”[8]. Una vez muerta, su cuerpo fue
descuartizado y su cabeza y extremidades expuestos en distintos ayllus “para escarmiento de los indios”.
 
Junto a ellas, decenas de mujeres sufrieron cruentos castigos y estos hechos no han sido resinificados por
la historiografía oficial. Salvo en contados casos, los Estados han rendido un merecido homenaje a sus
heroínas. El 14 de julio de 2009 la presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner 2009, le
otorgó a Juana Azurduy de Padilla, heroína de América de origen boliviano, el grado póstumo de
Generala del Ejército en reconocimiento histórico a su valor para enfrentar las fuerzas de la colonia
española en busca de la independencia de las tierras de La Plata y el Alto Perú. A su vez, el presidente de
Bolivia, Evo Morales, la condecoró con el Cóndor de los Andes en el Grado de Gran Collar, la máxima
distinción conferida por el Estado boliviano a los presidentes y jefes de Estado.
 
Juana Azurduy fue comandante guerrillera en la entonces llamada Republiqueta de La Laguna. Junto con
su esposo Manuel Asencio Padilla se sumaron a la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809.
Juana vio morir a sus cuatro hijos y combatió embarazada de su quinta hija. Tras la derrota del Ejército
del Norte en la Batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811, los realistas al mando de José Manuel de
Goyeneche recuperaron el control del Alto Perú y las propiedades de los Padilla junto con las cosechas y
sus ganados fueron confiscadas, siendo apresada Juana Azurduy y sus hijos, pero Padilla logró rescatarlos
refugiándose en las alturas de Tarabuco.
 
Por su papel protagónico en el primer grito revolucionario en el alto Perú 1809, más conocido como la
batalla de Chuquisaca, arrebatar un estandarte español, organizar el "Batallón Leales" que participó en la
Batalla de Ayohuma el 9 de noviembre de 1813, y liderar importantes acciones guerrilleras contra los
realistas entre ellas la del cerro de Potosí del 8 de marzo de 1816 y lograr el triunfo en el Combate del
Villar, recibió el rango de Teniente Coronel. El decreto fue firmado el 13 de agosto de 1816 por Juan
Martín de Pueyrredón, director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tras ello, el general
Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable.
 
El 14 de noviembre de 1816 Juana fue herida en la Batalla de La Laguna. Padilla acudió en su rescate
siendo herido de muerte. Ella siguió adelante en su lucha.
 
Un posterior cambio en la estrategia militar de la guerrilla comandada por Juana Azurduy, le significó una
disminución en el apoyo logístico. Ello llevo a que su ejército tuviera que replegarse hacia el sur, dónde
se unió a Martín Miguel de Güemes.
 
Sus planes no prosperaron. Güemes fue asesinado y Juana se vio reducida a la pobreza.
 
En 1830, vagando por las selvas del Chaco argentino, Juana escribió una carta que da cuenta de su
situación:
 
"A las muy honorables juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente
Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y
digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera
suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución.(...)Sólo el sagrado amor a la patria
me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir
su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E.
quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que
pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no
tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para
presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne
ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede
corresponderme".
 
Juana permaneció varios años más en el municipio de Salta solicitando al gobierno boliviano, ya
independiente, sus bienes confiscados. El mariscal Antonio José de Sucre le otorgó entonces una pensión,
que le fue retirada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares.
 
Murió en la indigencia y la soledad el 25 de mayo de 1862 a los 82 años. Fue enterrada en una fosa
común. Cien años después sus restos fueron exhumados y llevados al mausoleo de Sucre.
 
En 1962 la historia se acordó de ella. Fue nombrada generala de la nación por decreto. La dictadura
militar intentó de nuevo sepultar su nombre y excluirla de la historia, pero en 1980 a través de las
gestiones que impulsaba la academia de Historia, se restablece el decreto y se le asigna vigencia.
Finalmente en el 2009 el gobierno de Argentina y de Bolivia la reconoce como Generala de los ejércitos
emancipadores de ambas naciones.
Otra heroína que merecería ese mismo reconocimiento histórico es la venezolana Josefa Camejo. Mujer
valiente y de élite que consagró su vida a la causa republicana, cedió sus bienes materiales a la causa y
participó en numerosas batallas como soldado regular de los ejércitos patrióticos. En 1811, en Barinas,
ante la amenaza de los realistas, le solicitó al gobernador permiso para protegerlo. "El sexo femenino no
teme los horrores de la guerra; antes bien, el estallido del cañón no hará más que encender en nosotras el
deseo de libertad...", le escribió en su misiva. Lideró las rebeliones en toda la Provincia de Coro, fue
hecha prisionera, al parecer durante varios años, y su nombre fue arrojado al olvido.
 
Muchas otras Juanas siguen siendo excluidas de la historia oficial. Es el caso de las heroínas de
Venezuela Luisa Cáceres de Arismendi, oriunda de La Guaira en 1765, conocida por ser la esposa de José
María España. Llamada la "Bordadora de la primera Bandera de Venezuela", a los 17 años, estando
embarazada, fue encarcelada y torturada en la Fortaleza de Santa Rosa en La Asunción. Perdió a su hija y
permaneció encerrada por más de 8 años. Una vez recuperó su libertad emprendió de nuevo la lucha
contra la tiranía española y de nuevo fue hecha prisionera. Murió confinada en Cumaná. Eulalia Ramos
de Chamberlain, fue otra heroína arrojada al olvido por la historia oficial. Participó en la batalla de la
Casa Fuerte de Barcelona y cuando grito de "Viva la Patria, mueran los tiranos", recibió una descarga en
el pecho; su cuerpo fue mutilado y amarrado a la cola de un caballo.
 
Otra heroína de este país fue la criolla Juana Ramírez, conocida como "La Avanzadora" por ir en primera
línea y a gran velocidad en combate hacia el enemigo. Participó en la defensa de la ciudad de Maturín al
frente de un batallón denominado "Batería de las Mujeres". No se conocen detalles sobre su muerte.
Teresa Heredia se comprometió con los patriotas; por ello fue encarcelada cuando tenía 19 años de edad,
y obligada al destierro. Existen varias versiones sobre su regreso al país en la clandestinidad, pero no se
conocen detalles sobre su muerte.
 
Ana María Campos apoyó decididamente la causa de los patriotas. Por su reiterativa frase: "Si Morales no
capitula, monda", fue llevada al martirio y murió en suplicio público bajo los azotes de sus verdugos.
Cecilia Mujica ha sido conocida como la “Mártir de la Libertad”. Desde muy joven se dedicó a difundir
las ideas emancipadoras y sirvió como enlace entre varios grupos independentistas. Por ello fue
condenada a muerte. Antes de fallecer dedicó sus últimas palabras a su novio, otro líder patriótico: "No
tuve la gloria de ser tu esposa pero si la gloria de inmolarme por la libertad”. Consuelo Fernández,
pretendida por un coronel español que ocupaba La Victoria, decidió servir de espía a la causa patriótica.
Cuando trataba de enviar un mensaje de advertencia al ejército patriota sobre la ocupación que caería
sobre la ciudad por Boves, fue descubierta y fusilada cuando tenía 17 años de edad. Frente al pelotón de
fusilamiento gritó: ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad!
 
La gran mayoría de los relatos historiográficos y de la iconografía que se produjeron en la época al calor
de los hechos o post independentistas contiene omisiones y sesgos culturales propios de su tiempo,
fácilmente entendibles dada la concepción y el orden social imperante en aquel entonces; sin embargo,
aún cuando en la segunda mitad del siglo XIX se lleva a cabo una revisión histórica, también se produce
gran cantidad de sesgos.
 
La construcción por ejemplo del mito de la heroína Policarpa Salavarrieta, ha sufrido grandes variaciones.
Hoy se sabe que ningún pintor contemporáneo la dibujó, sin embargo, su imagen ha sido presentada de
distintas maneras. Antes del Centenario, se la presentaba como una mujer cercana a los sectores
populares, vestida de azul oscuro, robusta, y con una fisonomía propia de su clase social. En el siglo
XVIII, tras la generación centenarista, su imagen se embellece, se blanquea y su nombre se mitifica, tal
como se puede apreciar en la Sala Emancipación y Republica del Museo Nacional de Colombia. Así
sucedió con las propuestas iconográficas, también ocurrió con el relato historiográfico.
 
La historiadora argentina, Berta Wexler del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres de la
Universidad de Rosario, Argentina, a través de su libro “Juana Azurduy y las mujeres en la revolución
Altoperuana”, demuestra que las mujeres en efecto participaron y lideraron varias acciones de guerra en
la lucha por la emancipación, y que muchas de ellas fueron perseguidas y condenadas a la muerte por sus
acciones. A través de su prolífico trabajo, la profesora Wexler ha propuesto la relectura y resignificación
de los procesos independentistas desde un punto de vista de género. El fenómeno de la exclusión y la
masculinización de las mujeres ha sido una constante en el trabajo historiográfico en toda América del
Sur, señala la profesora. El desempeño femenino en las gestas libertadoras, fue destacado y produjo
importantes hechos que no son contenidos en la historiografía oficial. No se cuenta por ejemplo que
muchas de ellas formaron ejércitos sólo de mujeres, como en el caso de Juana Azurduy. En Cochabamba
fueron las mujeres las que salieron a pelear y ejecutaron valientes acciones. Una de ellas fue la toma de
un cuartel militar. Y cuando el general realista Goyeneche se dio cuenta que eran las mujeres las que
habían asaltado el cuartel militar y asesinado a su guardia, dio la orden de que fueran perseguidas y
ejecutadas. Treinta mujeres, hoy conocidas como “Las Heroínas de la coronilla”, fueron fusiladas.
 
La acción heroica de buena parte de los próceres de la independencia contó con la asistencia y el apoyo de
centenares de mujeres que vieron afectadas sus rutinas en el hogar con la partida de los hombres a la
guerra. Fueron ellas en consecuencia quienes debieron asumir, como cabezas de hogar, tanto la
manutención de sus hijos, el orden en el hogar y el desarrollo de diversas actividades económicas. Varias
de ellas se vieron obligadas a asumir el rol de proveedoras del hogar, y de administradoras de bienes, si
los había, de cultivos o empresas. La partida de los hombres a la guerra, a partir del decreto 19 de Simón
Bolívar produjo enormes problemas rutinarios, buena parte de los hombres enlistados eran trabajadores
del campo, labriegos, y al partir ellos se produce un decaimiento en la producción económica que las
mujeres ayudaron a superar.
 
En Argentina, José de San Martín también promulgó un decreto sobre reclutamiento forzado el 27 de
agosto de 1821. Por ello, muchas mujeres adineradas, conocidas como las “patricias” para salvar a sus
hijos de la guerra y en obediencia al decreto, prefirieron enviar a sus esclavos a la guerra. De modo que
buena parte de la sangre que se derramó en los campos de batalla fue la de de esclavos y esclavas cuyos
nombre se ignoran aún en la actualidad.
 
El enfoque androcéntrico de nuestro relato histórico desconoce el rol de las mujeres en las luchas
emancipadoras y establece unos parámetros prejuiciados, a través de los cuales se mide lo digno de ser
recordado y lo que no lo es. A partir de estereotipos creados que privilegian la acción de los sujetos
masculinos, blancos, de posición en algunos casos, se universaliza el prototipo a conservar. Las
experiencias históricas de quienes no cumplían con el canon establecido fueron relegadas y minimizadas.
 
El sujeto de la historia política y social creado y recreado con el paso del tiempo, establece un perfil
heroico que resalta características físicas y sociales que no siempre se cumplieron en la realidad de los
hechos. Quizás un enfoque demográfico y económico sobre las luchas emancipadores, pudiera ayudar a
revelarnos que la acción femenina desde la actividad domestica, bélica o como proveedora del hogar ha
sido intencionalmente negada. La deuda con el género femenino sigue sin resolverse. El bicentenario
podría ser un escenario oportuno para resignificar esta historia y adjudicar su valor histórico a los
eternamente excluidos de la memoria oficial.

También podría gustarte