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La revelación Crucial de la Vida Hallada en las Escrlluras

Witness Lee
Living Stream Ministry
Anaheim, California
© 1997 Living Stream Ministry
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida ni trasmitida por ningún
medio -gráfico, elec¬trónico o mecánico, lo cual incluye fotocopiado, grabación y sistemas informáticos-
sin el consentimiento escrito del editor.
Primera edición: Mayo de 1997.
ISBN 0-57593-811-1
Traducido del inglés
Título original: The Crucial Revelation of Life
in the Holy Scriptures
(Spanish Translation)
Publicado por
Living Stream Ministry
1853 W. Ball Road, Anaheim, CA 92804 U.S.A.
P. O. Box 2121, Anaheim, CA 92814 U.S.A.
Impreso en los Estados Unidos de América 97 98 99 00 01 02 / 9 8 7 6 5 4 3 2 1

CONTENIDO
Título Página
Prefacio 5
1 El cuadro de la vida en Génesis Uno 7
2 El propósito de la vida: la imagen y el dominio 13
3 El cordero, el maná y el producto de la tierra
sirven como comida 23
4 Aspectos del beber en el Antiguo Testamento 35
5 El fluir de la vida (1) 47
6 El fluir de la vida (2) 59
7 La vida en contraste con el conocimiento 67
8 Comer y beber en el Nuevo Testamento 75
9 El aliento de la vida 85
10 La semilla de la vida 93
11 El Espíritu de vida (1) 101
12 El Espíritu de vida (2) 107
13 El Espíritu de vida (3) 115
14 Salvos por la vida (1) 125
15 Salvos por la vida (2) 133
16 El desarrollo de la vida 141

PREFACIO
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee durante el verano de 1969 en Los
Angeles, California.
CAPITULO UNO
EL CUADRO DE LA VIDA
EN GENESIS UNO
Lectura bíblica: Gn. 1:1-31

LA TIERRA SE VUELVE DESIERTA Y VACIA

Hablando con propiedad, Génesis 1 no es una crónica de la creación. Este es un concepto erróneo. Génesis
1 es una crónica de la vida. Cuando yo era joven, me enseñaron que el versículo 1 era el tema de todo el
capítulo. Pero el versículo 2 empieza con la conjunción "y". Esta conjunción comprueba que el versículo 1
no es el tema del relato, sino solamente el comienzo. El versículo 1 dice: "En el principio creó Dios los
cielos y la tierra". El versículo 2 continúa: "Y la tierra quedó desierta y vacía, y las tinieblas estaban sobre
la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas" (heb.).

La palabra hebrea traducida "quedó" es la misma palabra que se usa en Génesis 19:26, donde dice que la
esposa de Lot se volvió columna de sal. La esposa de Lot era una mujer, pero se convirtió en otra cosa. La
tierra fue creada originalmente por Dios y El le dio buena forma, pero perdió su forma y quedó desierta y
vacía. Isaías 45:18 nos dice que Dios no creó la tierra "en vano". La palabra hebrea traducida "en vano" es
la misma palabra traducida "desierta" en Génesis 1:2. Dios no creó la tierra como desierta, sino que se
volvió desierta. Esto se debe a la rebelión de Satanás, la cual consta en Isaías 14 (vs. 9-14) y Ezequiel 28
(vs. 12-18). Debido a la rebelión de Satanás, todo el universo fue juzgado por Dios, y mediante ese juicio la
tierra quedó desierta y vacía.

En Génesis 1:2 hay cuatro palabras que describen la desolación de la tierra bajo el juicio de Dios: desierta,
vacía, tinieblas, y abismo. La tierra quedó desierta y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo.
En la superficie de la tierra estaba el abismo, y en la faz del abismo, las tinieblas. Esto nos dice que no
había vida allí, sólo la muerte. Esto es un cuadro de la muerte: la tierra se vuelve desierta y vacía y las
tinieblas están sobre la faz del abismo.

EL ESPIRITU QUE SE CERNIA


Con este fondo de muerte, las Escrituras añaden: "Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas".
La palabra traducida "cernerse" es la misma palabra traducida "revolotear" en Deuteronomio 32:11. Este
versículo dice que Dios es como un águila que extiende sus alas y revolotea sobre sus polluelos. El Espíritu
de Dios se cernía, extendiendo Sus alas sobre el entorno de muerte con miras a producir vida. Las gallinas
empollan para producir seres vivientes. En la Biblia el Espíritu de Dios se menciona por primera vez como
el Espíritu que se cernía, lo cual indica que Génesis 1 no es simplemente un relato de la obra creadora de
Dios sino una crónica de la vida. El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas de muerte con el fin de
producir vida.

LA OBRA DE DIOS DE RESTAURAR Y DE CREAR ALGO MAS PARA PRODUCIR VIDA

El versículo 3 dice: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz". La luz viene para producir la vida. Donde se
encuentra la oscuridad, allí está la muerte. Donde se halla la luz, allí está la vida. En Génesis 1 la luz vino
principalmente para producir la vida, no para crear. Génesis 1 no es principalmente una narración de la
creación, sino una crónica de la vida. El versículo 4 dice: "Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la
luz de las tinieblas". La razón por la cual Dios separó la luz de las tinieblas fue producir la vida.

Cuando fuimos salvos, la luz divina entró en nosotros y aquella luz cumplió una obra de separación, o sea
división. Lo que pertenece a la luz fue separado de lo que pertenece a las tinieblas. La luz viene para traer
vida, y esta luz divide, o separa, las cosas positivas de las cosas negativas. El versículo 5 dice: "Y llamó
Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día". Ahora contamos los
días de la mañana a la tarde, pero la Biblia cuenta los días de la tarde a la mañana. La manera bíblica es
mejor que la manera humana. Los hombres cuentan de la mañana a la tarde, pero la Biblia cuenta de la
tarde a la mañana. Era la tarde, pero ahora es la mañana. Estaban las tinieblas pero ahora hay luz. Estaba
allí la muerte, pero ahora hay vida.
Los versículos del 6 al 8 narran lo que pasó en el segundo día: "Luego dijo Dios: Haya expansión en medio
de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban
debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión
Cielos". La palabra traducida "expansión" significa un espacio lleno de aire, el cual separa las aguas debajo
de la expansión de las aguas que están arriba de ella para producir la vida. Primero, la luz fue separada de
las tinieblas, y luego el aire separó las aguas debajo de la expansión de las aguas que estaban arriba de ella.
Anterior¬mente, las aguas debajo y las aguas arriba estaban unidas, pero el aire las separó, no con el fin de
crear sino de producir la vida.
El tercer día, se dio un tercer paso de separación. Todas las aguas fueron juntadas en un solo lugar y la
tierra seca apareció (v. 9). Fue necesario juntar todas las aguas para que la tierra saliera de las aguas de
muerte. El fin del primer paso fue separar la luz de las tinieblas. El fin del segundo fue separar las aguas
que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre ella. Luego el tercer paso separó la tierra
de las aguas que estaban debajo de la expansión. La luz, el aire, y la tierra tienen como fin producir la vida.
Después de los tres pasos de separación, las diferentes formas de vida surgieron de la tierra. El versículo 11
menciona la hierba verde, la hierba que da semilla y los árboles. En la vida vegetal, la hierba verde es la
forma inferior, y los árboles la forma superior. La hierba verde, la hierba que da semilla y los árboles son
diferentes clases de vida vegetal o plantas, la vida sin consciencia de sí.

Se necesitaba una vida superior, la cual estaba consciente de sí. Como resultado, una luz superior se
requería. Sin luz superior, no puede existir una vida superior. Por consiguiente, el cuarto día la luz llegó a
ser más substancial. Había dos lumbreras: la lumbrera mayor para que señorease sobre el día, y la lumbrera
menor para que señorease en la noche

Además de las dos lumbreras tenemos las estrellas. En el cuarto día la luz se intensificó. La luz del cuarto
día muestra una vida superior.

En el quinto día, llegó a existir una vida superior, la cual es consciente de sí, a saber, la vida animal de las
aguas de muerte y la vida que volaba en el aire (vs. 20-21). La vida m 9b-drsucnuede moverse en el aire es
una vida trascendente y es sI s M ioirior a la vida que habita las aguas de muerte. .occc11 lccm el sexto día
la tierra produjo todos los seres vivientes. q?s7~nsc a seres pertenecen principalmente a tres categorías: el
col 11,obdo, los animales que se arrastran y las bestias (1:24). El il siaeib e día Dios hizo las formas de vida
superiores entre la Tlsragrin animal. También el sexto día llegó a existir la vida aún .~roisooequzsuperior,
es decir, la vida humana. Primero hubo la vida ,9ul I ,Iuual, luego la vida animal y finalmente la vida
humana. ruina 1-ida humana no sólo está consciente de sí, sino que sq a _ aíi•ién posee la imagen de Dios,
la semejanza de Dios, y ha 6.ramo,=ora9 encomendada con la autoridad de Dios (Gn. 1:26). La sbssess7r
creada superior es la vida humana. Finalmente, en rsc 1 _ cic'sis 2 se revela la vida que es superior a todas,
y ésta ral sbd:biv vida divina (v. 9).
llisrdo s a sl al la obra de Dios de restaurar y de crear algo más en
,oc7ersriniverso, todo lo que Dios llamó a existir fue declarado IIl _ 'ono". El primer día "vio Dios que la
luz era buena" (Gn. srrrrsJ -11 El tercer día, la tierra seca apareció y de esa tierra clir3 a sii ó la vida
vegetal. Dios también dijo que era buena. La ,r9uu.cpsa que surgió de las aguas de muerte era un tipo de
Cristo ~)smrlr_7ucesurrección. Así como la tierra apareció el tercer día, itihi n oeei.ién Cristo resucitó el
.tercer día de las aguas de muerte, gccol l.lco_os los aspectos de vida surgieron del Cristo resucitado. rió el-
tolcsnarto día, el sol, la luna y las estrellas llegaron a ser fl q o sUes, y Dios vio que esto era bueno. En el
quinto día, la ' Ismi.izius animal llegó a existir. Dios no sólo dijo que esto era roaiói=ic,oo, sino que
también bendijo los animales para que fuesen : i , corro91dferos y se multiplicaran. Finalmente en el último
~rbo o ollxulo de Génesis 1 "vio Dios todo lo que había hecho, y
up coiuguí que era bueno en gran manera". Con todas las demás
cosas creadas, Dios sólo vio que eran buenas. Al final de Génesis 1, Dios dijo "muy bueno" porque allí
estaba el hombre. El hombre es un ser muy bueno en la obra creadora de Dios porque el hombre es el
centro de la creación. Dios dijo que era "muy bueno" porque para aquel entonces había obtenido un hombre
que cumpliera Su propósito por la vida y en la vida.

LA LUZ SUPERIOR PARA LA VIDA SUPERIOR


Génesis 1 revela que la luz superior siempre viene para producir la vida superior. El primer día, Dios dijo:
"Sea la luz". Luego el cuarto día apareció la luz intensificada. Finalmente, el séptimo día, hubo la luz más
grande, el propio Dios. La luz principiante tenía como fin producir la vida que no está consciente, una luz
más grande produjo la vida que está consciente de sí, y la luz más grande tenía como fin producir la vida
divina. Génesis 1 es una narración maravi¬llosa de la vida.
CUATRO PASOS DE SEPARACION
También hemos señalado que sucedieron cuatro pasos de separación en Génesis 1: la luz fue separada de
las tinieblas, las aguas que estaban debajo de la expansión fueron separadas de las aguas que estaban sobre
ella, la tierra fue separada de las aguas de muerte, y en el día cuarto, el día fue separado de la noche. Antes
del cuarto día, los días no eran muy definidos. En el cuarto día Dios hizo la lumbrera mayor para que
señorease en el día y la lumbrera menor para que señorease en la noche. Luego el día fue separado de
manera definitiva de la noche.
La vida humana apareció después del cuarto día, después de los cuatro pasos de separación. Después de
completarse estos pasos de separación, Dios pudo hacer al hombre a Su imagen y conforme a Su
semejanza. La vida humana, la cual tiene la imagen y la semejanza de Dios, es la vida creada más elevada.
Dios creó al hombre conforme a Su semejanza. Todas las otras vidas son según su género. La vida humana,
empero, no es según el género humano, sino según el género divino.

EL CUADRO DE LA VIDA EN GENESIS UNO


DIOS CREA ALGO MAS SEGUN LA SECUENCIA DE LA VIDA

Dios creó todas las cosas según la secuencia de la vida. La vida vegetal, la vida animal, la vida humana, y
la vida divina constituyen los cuatro niveles de vida mencionados en Génesis 1 y 2. Estos niveles de vida
son mencionados en secuencia, de la vida más inferior a la vida superior. Los diferentes tipos de vida
vegetal y vida animal también se mencionan según su nivel, de la más inferior a la superior. El nivel más
inferior de la vida vegetal es la hierba verde, o sea, el pasto. Luego hay hierbas que dan semilla y los
árboles. En la vida animal primero tenemos los peces y luego las aves, los pájaros. La vida humana es una
vida maravillosa porque esta vida se parece a Dios. Esta es la vida que es semejante a Dios, la vida que es
según el género divino, la cual tiene la imagen de Dios y Su semejanza y a la cual se le encomendó la
autoridad divina para ser el representante de Dios en la tierra. La vida humana es la vida superior entre
todas las vidas creadas. Es inferior solamente a la vida increada, o sea la vida divina.

LA INTENCION DE DIOS

Después de este estudio, podemos comprender que la intención de Dios en Génesis 1 fue mostrarnos que el
deseo de Su corazón está envuelto con la vida. Finalmente, en Génesis 2 el árbol de la vida es presentado al
hombre creado. El relato de Génesis 1 y 2 nos conduce a este punto de la vida. La intención de Dios
consiste en que el hombre le recibiera a El, la vida divina. La narración de la obra creadora de Dios es tan
sencilla porque Dios no prestó atención principalmente a todas_ las cosas y todos los aspectos de Su obra
de creación. Esa no fue la intención de Dios. Dios se centra en solamente esto: la vida. Su intención, desde
el principio; fue que el hombre le recibiera a El, la vida divina, para poder llegar a ser la expresión de Dios
en este universo.
CAPITULO Dos
EL PROPOSITO DE LA VIDA: LA IMAGEN Y EL DOMINIO
Lectura bíblica: Gn. 1:21; 26-28, 31; Mt. 6:10; Col. 1:15; Ro. 8:29; 12:2; 2 Co. 3:18; 1 Jn. 3:2; Lc. 10:19;
Ap. 2:26-27; Gn. 2:10-12, 18-24

EL DESEO DE DIOS ES EXPRESARSE Y PONER FIN A SU ENEMIGO

El fin de la vida es la expresión de Dios. La vida se necesita porque la intención de Dios es expresarse, y la
vida es el medio por el cual Dios se expresa. En la creación todas las vidas inferiores existen para las vidas
superiores, y todas las vidas superiores existen para la vida creada superior a todas las demás, y ésta para la
vida divina. El hombre es la vida creada superior a todas las demás y, como tal, vive para expresar a Dios.
Debemos recordar que el hombre fue creado según el género divino. El hombre no fue creado conforme a
su propia semejanza, sino conforme a la semejanza de Dios. El hombre no fue hecho a su propia imagen,
sino a la imagen de Dios. Jacobo nos dice que el hombre usa su lengua no solamente para bendecir al
Señor, sino también para maldecir "a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios" (3:9).
Debemos comprender que todos los hombres están hechos conforme a la semejanza de Dios, así que no
debemos menospreciar a ningún hombre. En 1 Corintios 11:7 dice: "Porque el hombre no debe cubrirse la
cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios". El hombre fue hecho a la imagen de Dios (Gn. 1:26) para
expresar a Dios y glorificarle. Podemos decir que Dios es nuestra gloria, pero este versículo dice que
nosotros somos la gloria de Dios. Tal vez sepamos que Dios es nuestra gloria y quizá queramos
experimentar a Dios como nuestra gloria.

Pero también es necesario que comprendamos que somos la gloria de Dios porque vamos a expresar a Dios
por medio de Su vida. Sin la vida, el hombre no puede expresar a Dios. Por lo tanto, la vida es el medio por
el cual nosotros expresamos a Dios. La vida vegetal y la vida animal existen para la vida humana, para que
nosotros vivamos para Dios. La vida humana, la vida creada superior, existe para la vida divina, la vida
increada.

El hombre fue creado no solamente para expresar a Dios, sino también para representar a Dios. A nosotros
se nos encomendó, confió, la autoridad de Dios. Esto significa que Dios nos ha autorizado para ser Sus
representantes. Por consiguiente, tenemos dominio sobre todas las cosas que están en la tierra excepto a
Dios (Gn. 1:26). Dios está sobre nosotros; nosotros estamos bajo Dios, pero estamos por encima de todo lo
demás. Estamos sobre lo que se encuentra en el agua, lo que se encuentra en la tierra y lo que se encuentra
en el aire. El hombre es el verdadero generalísimo de la tierra, del mar, y del aire, y fue hecho para
representar a Dios por medio de la vida.

El propósito eterno de Dios consiste en que El se exprese por medio de la vida humana creada, pero
Satanás intervino para frustrarlo. El hizo todo lo posible para perjudicar el propósito de Dios, para impedir
que Dios realizara Su intención eterna. Hay una lucha, una guerra, en el universo, la cual se hace entre
Satanás y Dios. Dios se dirige a expresarse, y Satanás se dirige contra esta meta. Así que, en este universo
hay dos direcciones: las direcciones divina y satánica. Estas direcciones se contradicen. Dios va a cumplir
Su propósito, y Satanás hace todo lo posible para estorbar el propósito de Dios. Esta es la guerra, la lucha,
que está ocurriendo en el universo, y esta guerra también toma lugar en nosotros. Dentro de nosotros hay
un conflicto entre Satanás y Dios. Dios quiere expresarse por medio de nosotros, y Satanás hace todo lo
posible para frustrarle.

Antes de que el hombre fuese creado, Satanás se rebeló contra Dios y arruinó y usurpó la tierra. En cierto
sentido, el derecho que Dios tenía con respecto a la tierra fue robado por Satanás. La tierra estaba bajo la
mano usurpadora del enemigo y, en cierto sentido, sigue así (1 Jn. 5:19). Dios no tiene problemas en los
cielos, pero sí tiene un verdadero problema en esta tierra. Es por esto que el Señor Jesús oró: "Hágase Tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:10). No hay problema en cuanto a la voluntad de
Dios en los cielos, pero sí existe un verdadero problema en cuanto a Su voluntad en esta tierra. Esta es la
razón por la cual necesitamos orar para que la voluntad del Padre se haga en la tierra como en los cielos. El
verdadero problema radica en que Satanás ahora está usurpando la tierra. La tierra está bajo su mano
usurpadora. Esta es la razón por la cual Dios dijo en Génesis 1 que la vida que se parece a El tiene que
vencer la tierra, sojuzgarla (v. 28). Es menester sojuzgar la tierra y vencerla por causa de la rebelión contra
Dios, instigada por Satanás, que existe en la tierra. Es necesario que el hombre, viviendo la vida de Dios,
venza la tierra rebelde. Si vamos a vencer y sojuzgar la tierra necesitamos la vida divina.

Génesis 1:26 nos dice que el hombre iba a señorear "en todo animal que se arrastra sobre la tierra". Entre
los seres que se arrastran se halla la serpiente. La serpiente representa a Satanás, el diablo, quien es el líder
de todos los seres que se arrastran (cfr. Le. 10:19). Tener dominio sobre los seres que se arrastran significa
reinar sobre Satanás. Vencer significa derrotar la rebelión de Satanás. Puesto que Dios es todopoderoso,
omnipotente, le sería fácil poner fin a Satanás. Pero Dios no quiere hacerlo directamente por Su propia
cuenta. El quiere usar a otra criatura, al hombre, para poner fin a Satanás. Por lo tanto, la vida humana es el
medio por el cual Dios se deshace de Satanás.

Al crear al hombre Dios deseaba cumplir dos metas: expresarse y deshacerse de Su enemigo, Satanás. Dios
usa al hombre para expresarse y para deshacerse de Satanás.
La intención de Dios consiste en que el hombre le exprese en Su imagen
Génesis 1:26 nos dice que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. Por un lado, la Biblia nos dice
claramente que Dios es invisible, pero por otro, la Biblia nos dice también que Dios tiene una imagen. En
Génesis 1:26 Dios dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen". Pero el versículo 27 dice que Dios creó al
hombre "a Su propia imagen". [En el idioma original,] el versículo 26 usa el adjetivo posesivo plural
traducido "nuestra" y el versículo 27 usa el adjetivo posesivo singular traducido "su", lo cual muestra que el
hombre fue hecho a la imagen del Dios Triuno. Colosenses 1:15 nos dice que Cristo es la imagen del Dios
invisible. Así que, el hombre fue creado conforme a Cristo porque Cristo es la imagen de Dios.

La intención de Dios consiste en que nosotros seamos conformados a la imagen de Su Hijo (Ro. 8:29). En 2
Corintios 3:18 nos dice que tenemos que ser transformados a la imagen del Señor de un nivel de gloria a
otro. Fuimos hechos a la imagen del Dios Triuno, la cual es Cristo, y finalmente llegaremos a ser la imagen
de Dios. Recibimos a Cristo, y El nos transforma poco a poco a Su imagen. En la eternidad, como la Nueva
Jerusalén, todos los redimidos de Dios serán completamente conformados a la imagen del Hijo de Dios
para expresar a Dios al máximo. Cristo es la imagen de Dios, así que El es el modelo, el patrón, el molde.
Cuando el barro, o la masa, se pone en un molde, se conforma a la imagen de ese molde. Fuimos hechos
conforme a Cristo, y recibimos a Cristo para que seamos transformados y conformados a la imagen de
Cristo para que finalmente le expresemos en Su imagen en la eternidad. En la eternidad seremos
completa¬mente semejantes a El. En 1 Juan 3:2 dice: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El, porque le
veremos tal como El es". El propósito de Dios se cumplirá cuando seamos completamente transformados y
conformados a Su imagen. En aquel tiempo, seremos totalmente uno con Dios y conformes a Su género.
Seremos la expresión de Dios; plenamente le expresaremos en Su imagen.
La intención de Dios consiste en que el hombre le represente con Su autoridad

Además, la intención de Dios consiste en que el hombre le represente con Su autoridad. El desea que el
hombre reine en Su vida (Ro. 5:17). Después de la resurrección, el Señor Jesús dijo a los discípulos que
toda potestad le había sido dada en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Debido a que toda potestad le había
sido dada a Cristo, El como rey celestial mandó a Sus discípulos a ir y hacer discípulos a todas las naciones
(v. 19). Nosotros Sus discípulos vamos con Su autoridad. Cristo nos ha dado no sólo Su poder sino también
Su autoridad para reinar sobre Satanás. En Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: "He aquí os doy potestad de
hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará". Es posible que las
serpientes representen a Satanás y sus ángeles (Ef. 2:2; 6:11-12) y los escorpiones, a los demonios (Lc.
10:17, 20). Los discípulos sojuzgaron el poder maligno de ellos por medio de la autoridad del Señor.

Un día los vencedores tendrán autoridad para reinar sobre la tierra, así como Cristo tiene tal autoridad.
Apocalipsis 2:26-27 dice: "Al que venza y guarde Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las
naciones, y las pastoreará con vara de hierro, y serán quebradas como vasijas de barro; como Yo también la
he recibido de Mi Padre". Salmos 2:8-9 nos dice que Dios dio a Cristo autoridad para reinar sobre las
naciones; aquí en Apocalipsis 2, Cristo da la misma autoridad a los vencedores. Apocalipsis 20:4-5 nos
dice que los vence-dores están sentados en los tronos, y a ellos se les ha dado la autoridad para juzgar.
Estos vencedores reinan con Cristo mil años. La resurrección del reinado es una recompensa para los
vencedores a fin de que reinen como correyes con Cristo en el reino milenario (cfr. Ap. 20:6). Finalmente,
todos los redimidos de Dios "reinarán por los siglos de los siglos" (Ap. 22:5) como los constituyentes de la
Nueva Jerusalén. Reinar para siempre será la bendición final de los redimidos de Dios en la eternidad.

EL PRODUCTO DEL FLUIR DE LA VIDA


Hemos visto que el deseo de Dios consiste en que el hombre sea lleno de Su vida para poder expresar a
Dios en Su imagen y reinar, en El con Su dominio. El deseo de Dios para con el hombre, el cual consiste en
que el hombre le exprese y que tenga dominio sobre Su enemigo, solamente puede realizarse por la vida de
Dios. Así que, vemos en Génesis 2 que Dios puso al hombre en frente del árbol de la vida con la intención
de que el hombre recibiera a Dios como vida (vs. 8-9). Génesis 2 también dice que un río salió de Edén
para regar el huerto (v. 10), lo cual muestra que cuando participamos de Dios como vida, somos
introducidos en la comunión, o sea el fluir, de esta vida.

Transformados en materiales preciosos con miras al edificio de Dios

El producto del fluir de la vida como vemos en Génesis 2 es el oro, el bedelio (una clase de perla) y el
ónice (vs. 11-12). Cuando disfrutamos al Dios Triuno, el fluir de la vida divina dentro de nosotros, somos
transformados en materiales preciosos para el edificio de Dios en todo el universo. El producto del fluir es
la transformación y la edificación.
Los tres materiales preciosos en Génesis corresponden a las tres personas de la Deidad. El oro tipifica a
Dios el Padre en Su naturaleza divina. Cuando fuimos salvos, nacimos del Padre y la naturaleza divina del
Padre fue impartida en nosotros. Fuimos hechos participantes de la naturaleza divina de Dios el Padre (2 P.
1:4).

Al considerar el significado de las perlas, necesitamos considerar cómo se forma una perla. Primero, una
ostra es herida por un grano de arena. Este grano se aloja en la herida de la ostra, y ésta segrega su zumo
vital alrededor de la arena produciendo una perla. Un grano de arena se convierte en una perla por medio
del proceso de secreción. Esto es un cuadro del Cristo viviente que entra en las aguas de muerte, es herido
por nosotros y luego segrega Su vida sobre nosotros con el fin de hacernos perlas preciosas para la
edificación de la expresión eterna de Dios. Cristo era la verdadera ostra viviente que entró en las aguas de
muerte. El fue herido por nuestras-transgresiones, y nosotros creímos en Su muerte redentora. Así que, El
pudo segregar Su vida sobre nosotros para hacer de nosotros perlas. Por un lado, tenemos la sangre de
Cristo que nos limpia, y por otro, tenemos la vida de Cristo que segrega todo el tiempo el zumo vital en
nosotros y sobre nosotros con el fin de hacernos perlas para el edificio de Dios.

Las piedras preciosas son producidas mediante una gran cantidad de presión y calor. Cuando se somete un
pedazo de carbón a mucha presión y calor durante muchos años, se transforma en un diamante. En cierto
sentido, nosotros somos como ese carbón negro y nos hallamos bajo presión y en el horno. Job, David y
todos los santos que seguían al Señor conforme al deseo de Su corazón pasaron por el calor y la presión
para poder ser transformados en piedras preciosas. Dios midió todos los sufrimientos que experimentó Job.
Dios sólo limitó lo que Satanás podía hacer con Job. Había un límite con respecto a lo que Job iba a
experimentar. Todos nosotros tenemos que pasar por la presión y el calor. Luego seremos transformados en
piedras preciosas.

Sin el Señor nosotros los seres humanos no somos piedras sino barro. El barro sólo sirve para hacer
ladrillos, los cuales son pedazos de barro cocido. En la Biblia, los edificios que Satanás construyó fueron
hechos de ladrillos, tales como Babel (Gn. 11:3-4) y las ciudades de tesoro en Egipto (Ex. 1:11, 14). Por
otra parte, el edificio que Dios construye es hecho de piedras preciosas (1 Co. 3:12; Ap. 21:19-20). En
Mateo 16 cuando Simón Pedro reconoció que el Señor era el Cristo y el Hijo del Dios viviente, el Señor le
cambió el nombre de Simón Barjona a Pedro, el cual significa piedra, o sea, el material para el edificio de
Dios (1 P. 2:5). Originalmente, Simón era un hombre de barro, pero el Señor le convirtió en una piedra
viviente. Finalmente, nosotros los creyentes somos las piedras vivientes y vamos a ser transformados en
piedras preciosas. ¡Cuán grande es la transformación que necesita¬mos!

La obra del Espíritu Santo en nuestro medio ambiente es quemarnos y ponernos bajo presión. Si nos gusta o
no, lo necesitamos, y el Espíritu Santo tiene que hacerlo. El Espíritu Santo día por día nos está quemando y
aplicando la presión. Cuando un hermano se casa entra en el horno. El marido llega a ser el horno para la
esposa, y la esposa se convierte en un horno para el marido. La esposa y el marido se queman el uno al
otro. Además, muchas veces el marido no constituye un placer para la esposa, sino presión, y la esposa es
una verdadera presión para el marido. Cuando un matrimonio tiene hijos, estos pequeñitos aumentan la
presión y el calor. Todos los casados saben de lo que hablo. Esta es la manera en que el Señor nos
transforma. El Dios Triuno obra en nosotros y sobre nosotros para transformarnos en oro, perlas y piedras
preciosas. El fin de esta transformación es preparar la desposada de Cristo, o sea, edificar la iglesia.

No se puede edificar la iglesia por las enseñanzas doctrinales ni por la organización. La iglesia sólo puede
llegar a existir por el fluir de la vida divina que nos transforma en oro, perlas y piedras preciosas. Sin la
experiencia y el disfrute del fluir interior de la vida en medio de un ambiente de calor y presión, nosotros
seguiremos siendo hombres de barro. El barro no es el material apropiado para la obra celestial, espiritual y
divina de Dios. Una iglesia local no puede realizarse por las enseñanzas ni la organización. Sólo la vida
puede edificar una iglesia local; es la única manera. Es por esto que debemos recalcar la vida divina y
centrarnos en ella todo el tiempo. Debemos hacer todo lo posible, mediante Su misericordia y Su gracia,
por ministrar la vida a otros. Tenemos que comer del árbol de la vida y beber del río de agua de vida
diariamente para que seamos transformados en material precioso. La necesidad actual de la iglesia es el
ministerio de la vida. La vida es él único medio por el cual se edifica la iglesia.

La manera en que la desposada de Cristo es producida

En Génesis 2 hay un cuadro de la manera en que la novia de Cristo llega a existir. Antes de preparar Dios
una novia para Adán, le presentó a Adán todas las bestias y todos los animales, y éste le puso nombre a
cada uno. Pero ninguno de aquellos seres creados correspondieron a Adán, y por eso, no pudo ser su
complemento (vs. 19-20). Entonces Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán (v. 21). Adán tipifica a
Cristo (Ro. 5:14), y su sueño tipifica la muerte de Cristo. En la Biblia, el sueño representa la muerte (1 Co.
15:18; 1 Ts. 4:13-16; Jn. 11:11-14).

Durante el sueño de Adán, Dios tomó una de las costillas de su costado. Del mismo modo, cuando Cristo
dormía en la cruz, algo salió de Su costado. Juan 19:34 nos dice que cuando el soldado le abrió el costado,
salió sangre y agua. En los tiempos de Adán no existía el pecado, así que no se necesitaba la redención. El
pecado no entró sino hasta Génesis 3. Por lo tanto, lo único que salió del costado de Adán fue la costilla sin
la sangre. Sin embargo, cuando Cristo dormía en la cruz, ya existía el problema del pecado. La sangre salió
del costado de Cristo para redención. Después de la sangre brotó el agua, la cual es la vida que fluye para
producir la iglesia. Esta vida divina e increada que fluye es tipificada por la costilla tomada del costado de
Adán.

Cuando el Señor Jesús estaba moribundo en la cruz, otros dos morían junto con El. Las piernas de ellos
fueron quebradas, pero cuando el soldado llegó al Señor Jesús, El ya estaba muerto y no era necesario
quebrarle las piernas. Esto cumplió la profecía de que ni siquiera uno de Sus huesos se quebraría (Jn.
19:31-33). Por consiguiente, el hueso tomado del costado de Adán representa la vida inquebrantable e
indestructible de resurrección del Señor. Su vida de resurrec¬ción es inquebrantable. La costilla tomada de
Adán representa la vida de resurrección, y Dios edificó una mujer con la costilla de Adán. Ahora Dios
edifica a la iglesia con la vida de resurrección de Cristo. Así como Eva era parte de Adán, así también la
iglesia es parte de Cristo. Eva era hueso de los huesos de Adán y carne de la carne de Adán. Ahora nosotros
la iglesia somos parte de Cristo (Ef. 5:30-32). Esta revelación maravillosa puede verse al comparar Génesis
2, Juan 19 y Efesios 5.

Cuando recibimos al Señor Jesús, El entró en nosotros como la vida de resurrección, la vida inquebrantable.
Esta vida es la que nos transforma. Esta vida es el árbol de la vida, el río de la vida, la misma vida que nos
suministra y fluye dentro de nosotros para transformarnos. Diariamente somos transformados al disfrutar la
vida que es divina, increada, inquebrantable, y que fluye. Esta transformación se menciona y se revela en
Romanos 12:2 y 2 Corintios 3:18. Al ser transformados, también somos edificados como la iglesia para ser
la novia que satisface a Cristo como Su complemento. Al final de Génesis 2 tenemos a Eva, y al final de la
Biblia tenemos la Nueva Jerusalén, la cual es la Eva cumplida, la máxima consumación de la desposada
universal edificada con materiales preciosos producidos por la vida de resurrección de Cristo.
La vida que vennos en Génesis 2 es la vida que fluye, la vida que transforma y la vida que edifica. Esta
vida fluye dentro de nosotros, nos transforma y con el tiempo nos edifica como la desposada de Cristo. Esta
desposada, la Nueva Jerusalén, cumplirá los dos aspectos del propósito de Dios. Primero, la Nueva
Jerusalén será la plena expresión de Dios en Su imagen completa (Ap. 21:11; cfr. 4:3). En segundo lugar,
esta Nueva Jerusalén sojuzgará al enemigo, dominará la tierra y ejercerá la autoridad de Dios sobre todo el
universo, especialmente sobre todos los seres que se arrastran (Ap. 22:5; 21:15; cfr. 21:8; 20:10, 14-15). El
dominio de Dios se realizará sobre toda la tierra mediante la Nueva Jerusalén. Así que, el propósito de Dios
es cumplido por la Nueva Jerusalén, la cual e s el resultado, el producto y la máxima consumación de la
vida. Lo único que nosotros los creyentes necesitamos es la vida, y esta vida es simplemente el propio Dios
Triuno, el Padre en el Hijo y el Hijo como el Espíritu. Que todos nosotros seamos introducidos en el
disfrute y la experiencia de esta vida que fluye, transforma y edifica para que seamos preparados como la
novia que hará volver a Cristo.
CAPITULO TRES
EL CORDERO, EL MANA, Y EL PRODUCTO DE LA TIERRA SIRVEN COMO COMIDA

Lectura bíblica: Ex. 12:2-11; 13:4; 16:13b-15, 31, 35; Nm. 11:7-8; Jos. 5:10-12

El libro de Génesis trata de la creación, y el libro de Exodo abarca la redención. Vimos en los primeros dos
capítulos de Génesis que desde el principio Dios tenía la intención de que el hombre participara del árbol
de la vida. El árbol de la vida representa a Dios mismo como vida para nosotros en forma de comida.
Cuánto más comamos de El, cuánto más le disfrutemos y participemos de El como vida, tanto más de El
será asimilado en nuestro ser interior para ser uno con nosotros al mezclarse con nosotros. Génesis 3 deja
constancia de que el hombre cayó. El maligno entró en el hombre que Dios había creado para Su propósito,
así que el hombre se corrompió, se arruinó. Ahora existe un verdadero problema con el hombre, y por esto
se necesita la liberación. Es por esto que se necesita el libro de Exodo.

De Génesis 3 a Exodo 12 hay un largo período y una larga historia. Aquí tenemos el registro de la caída del
hombre. Esta caída empezó con Adán y pasó a los hijos de Israel. Al final de Génesis se nos muestra dónde
estaba el hombre. Génesis 50:26 nos dice que el hombre acabó en "un ataúd en Egipto". Hasta este punto
cayó el hombre. Al principio Dios creó los cielos y la tierra, y luego Dios creó al hombre a Su propia
imagen. Dios puso al hombre frente al árbol de la vida con la intención de que el hombre participara de este
árbol. Pero el hombre cayó más y más hasta que acabó en "un ataúd en Egipto". El primer versículo de
Génesis dice: "En el principio creó Dios...", y el último versículo dice que el hombre ya estaba "en un ataúd
en Egipto". Por estar el hombre en un ataúd en Egipto, necesitaba la redención, la liberación. Esta es la
razón por la cual se necesita el libro de Exodo.

EL CORDERO

La primera parte de Exodo nos dice que el hombre estaba en esclavitud trabajando para Satanás. Faraón,
quien tipifi¬caba a Satanás, el enemigo de Dios, forzó a los hijos de Israel a construir dos ciudades de
tesoro para él (Ex. 1:11). Esta obra estaba relacionada con la muerte, era una obra muerta. A los ojos de
Dios los hijos de Israel trabajaban en un ataúd en Egipto y, por eso, necesitaban liberación. Exodo 12 nos
dice cómo Dios intervino y liberó a Su pueblo de la esclavitud de Su enemigo. En Exodo 12 Dios no les
presentó a los hijos de Israel el árbol de la vida, sino un cordero. El árbol de la vida fue cambiado por un
cordero porque el hombre se había caído.

Se necesitaban la vida y la redención

En el libro de Exodo Dios vino para recobrar al hombre, quien había caído hasta tal punto que estaba en un
ataúd, en Egipto. Antes de ser salvos, nosotros también estábamos en un ataúd en Egipto. El Señor vino a
nosotros cuando estábamos en esa condición y se nos presentó como Cordero de Dios. Desde que el
hombre cayó, el árbol de la vida no ha sido en sí suficiente para liberar al hombre. Se requieren tanto la
vida como la redención para resolver el problema de la caída del hombre. La redención recobra la gente
caída, y la vida mantiene el propósito original de Dios. Todos necesi¬tamos decir: "Aleluya por el
Cordero", porque el Cordero cumple el propósito de la redención y el de la vida. El Cordero nos
proporciona tanto la-sangre como la carne. La sangre del cordero es para la redención (12:7, 13), y la carne
del cordero es para la vida (12:4, 8-11). Dios no abandonó Su propósito original, empero, algo adicional fue
suplido debido a la caída del hombre. La vida ya no es adecuada y se necesita la redención. Por eso, el
árbol de la vida fue cambiado por el cordero.

Tanto el cordero como el árbol se hallan en el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan nos dice que en el
principio era el Verbo (1:1a), el Verbo era Dios (1:1b), el Verbo se hizo carne (1:14), y este Verbo hecho
carne, este Dios-hombre, es el Cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo (v. 29). Juan 15 revela la
vid, la cual es el árbol de la vida, que provee la vida. El cordero es Cristo por lo que a la redención se
refiere, y el árbol es Cristo por lo que a la vida se refiere.

Abib: un nuevo comienzo


El Señor les dijo a Moisés y a Aarón que debían hacer del mes de su redención principio de los meses, el
primer mes del año para ellos (Ex. 12:2). El mes en el cual salieron de Egipto es el mes de Abib (13:4).
Originalmente, este mes era el séptimo mes, pero el Señor lo declaró el primer mes del año, el comienzo de
todos los meses. Al principio Dios creó, pero lo que creó acabó en un ataúd en Egipto. Por consiguien¬te,
se necesitaba otro comienzo. El comienzo de Génesis 1 fue sepultado en un ataúd. Pero en Exodo 12, Dios
comenzó de nuevo. El primer comienzo se ve en Génesis 1, donde vemos el principio de la creación. El
segundo se ve en Exodo 12, y este comienzo se dio para la redención. El primer comienzo tuvo que ver con
la creación con el propósito de producir la vida. El segundo comienzo tuvo que ver con la redención y tenía
el mismo propósito: la vida. Dios tiene el mismo propósito con los dos comienzos. Todos necesitamos ver
que tenemos dos comienzos. Cuando recibimos al Señor, empeza¬mos de nuevo.

El primer mes del año fue llamado Abib. La concordancia de Strong nos dice que esta palabra significa una
espiga verde de maíz. Las espigas de maíz que son frescas, verdes y tiernas simbolizan un nuevo comienzo.
La concordancia de Young nos dice que Abib se refiere a algo que retoña o brota. Este es el comienzo de la
vida. Cuando me preguntan cuál es la fecha de mi cumpleaños, les quisiera decir que mi cumpleaños es
Abib. Abib fue nuestro comienzo. Este principio no es el comienzo de la creación, sino el de una nueva
vida. Algo está retoñando, brotando, con espigas verdes, frescas y tiernas. Esto representa la vida nueva y
también indica algo adicional al árbol de la vida. La vida nueva es algo que brota, que retoña, que produce
espigas verdes y tiernas; es algo que crece. Tenemos que aprender cómo entender la Biblia obser¬vando los
cuadros encontrados en el Antiguo Testamento. Un cuadro vale más que mil palabras. El segundo
comienzo es el principio de la vida, y esta vida brota y retoña.

El Cordero es para vida

Los hijos de Israel estaban en un ataúd en Egipto. Aun si hubieran sido sacados de Egipto y colocados en
Canaán, habrían sido muertos, sin vida. Era necesario sacarlos del ataúd, de Egipto, y poner vida en ellos.
La vida es simbolizada por la carne del Cordero.

Exodo 12 nos dice que el Señor les dijo a los hijos de Israel que prepararan el cordero conforme al comer
de cada hombre (v. 4). Si una persona podía comer más, tenía que preparar más cordero. Esto significa que
se prepara el cordero no conforme a la redención sino, y con más importancia, conforme a la vida.
¿Necesita usted una porción del cordero más grande o más pequeña? Tal vez crea que usted es muy
pecador y que sus pecados son más grandes que los demás, y por eso, necesita un Cristo más grande. Este
es un concepto humano y no divino. El concepto divino es el siguiente: tenemos que preparar el cordero
conforme a nuestro comer. Cristo nos es asignado conforme a la capacidad para comer, la capacidad vital.

Nuestra intención no es rebajar el valor de la redención del Señor, pero muchos cristianos recalcan la
redención y se olvidan de la vida. Oí muchos mensajes sobre la Pascua cuando era joven. Siempre dieron
énfasis a la sangre del Cordero que nos redime y que hace que Dios pase sobre nosotros. Esto es bueno y
verdadero, pero necesitamos comprender que la sangre no es la meta. La sangre es el procedimiento usado
para alcanzar la meta. La meta es la vida. La meta consiste en que el Cordero entre en nosotros, que esté en
nosotros como nuestra vida.

Necesitamos la sangre porque somos pecadores ante los ojos de Dios. Los hijos de Israel eran personas
caídas y pecaminosas como eran los egipcios. En la noche de la Pascua, Dios vino a la tierra para juzgar a
las personas pecaminosas. Sin que la sangre los hubiera cubierto, los hijos de Israel habrían sido heridos
por Dios así como los egipcios. Pero Dios les dio algo que permitió que El pasara sobre ellos. Ellos
necesitaban que la sangre los cubriese, así que mataron el cordero según lo que Dios les había dicho.
Tomaron la sangre del cordero y la pusieron en los dos postes y en el dintel de sus casas (Ex. 12:7). Luego
rociaron la casa con la sangre redentora, y dentro de las casas comieron la carne del cordero. Esto significa
que estaban bajo la sangre, que la sangre les cubría. Luego Dios vino para juzgar a Egipto e hirió a todos
los que no estaban cubiertos por la sangre del cordero. Dios pasó sobre los hijos de Israel, quienes estaban
bajo esta protección. Cuando los egipcios fueron heridos por Dios, los hijos de Israel estaban disfrutando la
carne del cordero bajo la sangre que los cubría. Por tanto, la sangre está ligada con la carne, es decir, la
redención es para vida.
No se debe comerla cruda o cocida

Con respecto a comer la carne del cordero hay algunas cosas que exigen atención. El Señor dijo a los hijos
de Israel que no debían comer la carne cruda ni cocida. Tenían que asar el cordero al fuego (Ex. 12:9). El
hecho de que algo sea crudo indica que no ha pasado por los sufrimientos, así como el ser cocido significa
sufrir bajo la mano humana. Los modernistas dicen que la muerte de Cristo constituyó un mero martirio.
Ellos creen que Cristo simplemente sufrió la persecución del hombre. Esto se muestra con el cordero
cocido. Pero ser asado al fuego significa sufrir bajo el juicio quemador de Dios. El fuego representa el furor
santo de Dios. El hecho de que el cordero debiera ser asado significa que Cristo debía ser juzgado por Dios.
Cristo sufrió no solamente bajo la mano del hombre, una forma de persecución, sino también bajo la mano
de Dios, lo cual fue un castigo divino, el juicio divino. Esto es ser asado al fuego divino. Cristo no es un
cordero crudo ni un cordero cocido en agua. Nuestro Cordero, nuestro Cristo, es un cordero asado al fuego
divino. Este es el Cristo que tomamos.

Uno con el cordero al comer de él

Cuando yo era joven, siempre me enseñaban que debíamos tomar a Cristo como nuestro ejemplo. Puesto
que Cristo ama a la gente, nosotros debemos imitarle y amar a la gente. Puesto que Cristo era simpático y
humilde cuando estaba en esta tierra, nos enseñaron que debemos ser lo mismo. Imitar a Cristo de este
modo es imposible. La mejor manera de seguir al Señor es recibirle en nosotros y comerle. Necesitamos ser
uno con el Cordero al comer de El. Luego seremos constituidos con el Cordero. Dios no dijo a los hijos de
Israel que mataran un cordero para obtener la sangre y que consiguieran a otro para que lo pudieran seguir.
Dios les dijo que mataran un solo cordero, que pusieran la sangre sobre la casa, y que bajo la protección de
la sangre comieran del cordero inmolado y asado. De esta manera el cordero podía ser uno con los hijos de
Israel, estar en ellos y constituirlos. El pensamiento aquí es muy profundo. La vida cristiana no tiene que
ver con imitar a Cristo, es decir, con seguir a Cristo sólo en lo tocante a la conducta. Más bien, la vida
cristiana tiene que ver con comer a Cristo, recibir a Cristo y asimilar en nuestro ser todo lo que El es.

Se debe comerlo con pan sin levadura e hierbas amargas

Los hijos de Israel también tenían que comer el cordero con pan sin levadura y con hierbas amargas (Ex.
12:8). El pan y las hierbas significan que la Pascua se compone no sólo de la vida animal sino también de la
vida vegetal, la vida botánica. El árbol de la vida era de la vida botánica, pero el cordero era de la vida
animal. El cordero primero tiene como fin la redención, pero después de que se cumpla la redención y
nosotros la experimentemos, el cordero llega a ser el árbol de la vida para darnos vida.

En Juan 6 el Señor Jesús nos dijo que El es el pan de la vida (v. 35). También nos dijo que es posible beber
Su sangre y comer Su carne (v. 55). En Juan 6:51 el Señor dijo que el pan que El nos dará es Su carne. En
Juan 6 el pan de trigo también es el pan de sangre y carne. Cristo era el Cordero inmolado por nosotros, y el
Cordero tiene sangre y carne. Cristo también es vida para nosotros, así El es el pan de vida, el árbol de la
vida, la vida vegetal. En Juan 1 tenemos el Cordero, y en Juan 15 tenemos el árbol de la vida. Entre estos
dos capítulos tenemos, en el capítulo seis, el pan de vida con la sangre y la carne. Por un lado, Cristo es la
vida redentora, la vida animal, pero por otro, Cristo es la vida generadora, la vida vegetal. El es el cordero,
la vida animal, y así cumple la redención. También es el árbol, la vida botánica, y así hace generar la vida.
Con esto vemos los dos aspectos: la redención y la vida.

El pan viene de la vida vegetal y su fin es alimentar; la carne viene de la vida animal y su fin es alimentar y
también redimir. Antes de la caída del hombre, el Señor era el árbol de la vida (Gn. 2:9), cuyo único fin era
alimentar al hombre. Después de que el hombre cayó en el pecado, el Señor llegó a ser el Cordero (Jn.
1.29), no solamente para alimentar al hombre sino también para redimirle (Ex. 12:4, 7-8, 12-13).

Comer para moverse

Exodo 12 también nos dice que cuando comieron el cordero tenían los lomos ceñidos, los pies calzados y
bordón en mano (v. 11). Los hijos no comieron el cordero de manera descuidada ni lenta. Comieron el
cordero apresuradamente. Creo que todos ellos comieron parados. Sus lomos estaban ceñidos, los zapatos
estaban en sus pies, y tenían su bordón en la mano. Supon¬gamos que la sangre les cubriese sin que hubiera
carne para comer. Quizá Dios les hubiese mandado que ciñesen sus lomos, que se pusieran los zapatos, que
tomasen sus bordones y que se apresuraran para salir de Egipto. Si esto hubiera sido el caso, habrían tenido
hambre todavía. Aunque hubieran sido cubiertos con la sangre, todavía habrían tenido hambre por dentro.
Sin haber comido, no habrían tenido la energía para salir de Egipto apresuradamente. Este cuadro nos
muestra que se come el Cordero para poder moverse. La vida nos permite moverse. Ellos comieron el
cordero de modo activo. Mientras comían, se preparaban para salir de Egipto. Cuando cenamos,
normalmente nos sentamos y nos relajamos. Pero durante la Pascua, los hijos de Israel comieron
apresuradamente para poder moverse. Este es un nuevo comienzo, no de la creación sino de la redención
para vida.

EL MANA
Las crónicas de la historia del pueblo de Dios se refieren una y otra vez al comer. Después de que los hijos
de Israel salieron de Egipto, su alimentación tenía una importancia central en el desierto. Ellos empezaron a
comer el maná.

Un misterio

La palabra maná en hebreo significa "¿qué es?" o "¿qué es esto?" La mañana en que los hijos de Israel
vieron por primera vez esta cosa pequeña, redonda y blanca sobre el suelo, ellos no sabían lo que era. Por
tanto, se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto?", lo cual es el significado de la palabra "maná". Tal vez
sepamos lo que es el maíz y el trigo pero, ¿qué es esto? Para la gente del mundo Cristo es el maná, es decir,
El es "¿qué es esto?" Puede ser que los profesores sepan acerca de fisica, matemáticas, historia y geografía,
pero a lo que Cristo se refiere ellos se preguntan: "¿Qué es esto?" Cristo es el verdadero maná, el verdadero
"¿qué es esto?" Cristo es la comida celestial en esta tierra. No hay nada como el maná en esta tierra. El
maná, el Cristo celestial como nuestra comida celestial, es un misterio.

Sabe a miel y a aceite nuevo

El maná sabía a miel y a aceite nuevo (Ex. 16:31; Nm. 11:8-9). Cuando comemos el maná, disfrutamos de
la miel y del aceite. En la Biblia el aceite representa al Espíritu. En este maná se encuentra el sabor del
Espíritu y el de la miel. La miel es producto de la mezcla de dos vidas, la vida animal y la vegetal. Las
abejas que producen miel sacan el nectar de las flores, de la vida vegetal. Cristo, nuestro maná, tiene el
elemento de la mezcla de la vida animal, que es la vida que redime, y la vida vegetal, la cual genera la vida.
Esta mezcla constituye nuestra alimentación dulce.

Menudo y redondo

También vemos en Exodo que el maná era menudo y redondo (16:14). La traducción hecha por J. N. Darby
usa la palabra "fino" en vez de menudo, y "granulado" en vez de redondo. Lo fino o lo pequeño que es el
maná indica que estaba listo y disponible para que el pueblo de Dios lo consume. Lo que comemos tiene
que ser lo suficientemente pequeño para poder ser ingerido. Cualquier cosa que es fina, tal como la flor de
harina, el azúcar fina o la sal, está lista y disponible para que la usemos. Lo redondo que es el maná indica
que Cristo es eterno, perfecto y completo, sin principio y sin fin. Cristo es la comida eterna, la cual tiene
una naturaleza eterna para dar alimentación eterna sin límite. Esta comida eterna, la cual no tiene principio
ni fin, es la vida eterna.

Blanco y como la escarcha

Además, Exodo 16:31 indica que el maná era blanco. Era limpio y puro; no estaba adulterado de ningún
modo. Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida es extrema¬damente puro y blanco. El maná
también era como la escarcha (16:14), la cual es una cosa semejante al rocío y al mismo tiempo a la nieve.
Tanto el rocío como la escarcha son refrescantes. Sin embargo, el rocío sólo refresca a uno, no mata los
microbios. La escarcha, sí los mata. La vida de Cristo da refrigerio, es refrescante y mata las cosas
negativas que están en nosotros.
Viene con el rocío

El maná también venía con el rocío por las mañanas según Exodo 16:13-14. El rocío no sólo da refrigerio,
sino que también trae el agua. La vida, que es Cristo, es una vida que trae el agua. El rocío es más suave
que la lluvia y no tan frío como la escarcha.
La apariencia de bedelio
En Números 11:7 se nos dice que la apariencia del maná era semejante a la del bedelio. Esto significa que
Cristo, quien es nuestro suministro de vida diario es trasparente. Además, está implícito el significado de la
transformación. Cuanto más disfrutamos a Cristo como nuestra alimentación celestial, más llegaremos a ser
trasparentes y transformados en materiales para el edificio de Dios.

Se comía como pan, tortas y hojuelas


El maná se comía como pan (Ex. 16:15), tortas (Nm. 11:8) y hojuelas (Ex. 16:31). Como nuestro maná,
Cristo tiene diferentes aspectos y nos nutre de diferentes formas. Cuando lo comemos como maná, a veces
sabe a pan y otras veces sabe a tortas o a hojuelas, las cuales son delgaditas y fáciles de comer y digerir.

No legal

Finalmente, Cristo es el maná y como tal no acarrea muchas legalidades. Números 11:8 dice: "El pueblo se
esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él
tortas". A Cristo se puede moler, majar en morteros, o cocer en caldera. Si usted experimenta a Cristo de
una manera específica, quizás haga de ella algo legal. Pero Cristo no es legal. A El lo podemos tomar y
experimentar de varias formas.

La continuación del cordero pascual

Tenemos que ver que el maná es la continuación del cordero pascual. Los hijos de Israel comenzaron su
nueva alimentación con el cordero pascual, y el maná llegó a ser la continuación de ésta durante cuarenta
años. Cada mañana por cuarenta años, dondequiera que iban y dondequiera que estaban, el maná estaba allí
para que los hijos de Israel lo comieran. Esto fue un verdadero milagro. Es un milagro que nosotros
podamos comer a Cristo día tras día. Diaria, semanal, mensual y anualmente comemos una sola cosa:
Cristo como nuestro maná celestial.

Sin vejez

No existe la vejez en lo concerniente al comer. Cuando los hijos de Israel- comían el cordero, no debían
dejar nada (Ex. 12:10). El maná que comían en el desierto era fresco cada día. Una persona nunca podía
comer maná viejo. Sin embargo, los hijos de Israel no tenían fe. Intentaron guardar el maná y así se
opusieron a lo que Moisés les había dicho. El maná que intentaron guardar "crió gusanos, y hedió" (Ex.
16:20).

No podemos guardar "el maná", sino que debemos comer a Cristo en forma fresca día tras día cada mañana.
Algunas personas compran los comestibles una vez a la semana y los guardan en su refrigerador, pero no es
posible guardar así el maná. Día tras día el mismo alimento celestial viene de los cielos nuevo y fresco.
Tenemos que mantenernos al día con el Señor. Siempre tenemos que comer el maná del día.

EL PRODUCTO DE LA TIERRA

Finalmente, los hijos de Israel entraron en la buena tierra para disfrutar los productos de ella. El cordero, el
maná y los productos de la tierra tipifican a Cristo. Cristo es nuestro cordero, nuestro maná y nuestra tierra.
Como la tierra, Cristo es plenamente rico. Esta tierra es "una tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y
granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará
nada en ella" (Dt. 8:8-9). Todos los productos de la buena tierra son Cristo mismo, quien se nos da para
nuestro disfrute. Josué 5:10-12 dice: "Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a
los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó. Al otro día de la pascua comieron del fruto de
la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó al día siguiente,
desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino
que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año". En este breve pasaje de la palabra, Josué
menciona tres cosas. Menciona el cordero pascual, el maná y los productos de la tierra. Estas son Cristo
como nuestro alimento que nos da vida. Damos gracias al Señor por el cordero, el maná y la tierra con
todos sus productos.
CAPITULO CUATRO
ASPECTOS DEL BEBER EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Lectura bíblica: Ex. 15:22-27; 17:1-7; Nm. 20:1-13; 21:16-18; 1 Co. 10:3-4

Vimos en el último capítulo que la historia de los hijos de Israel estaba totalmente relacionada con el
comer. En este capítulo queremos ver que la historia de los hijos de Israel no tiene que ver solamente con el
comer, sino también con el beber. En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida como alimento y el río de agua
como bebida. Los dos juntos producen los materiales preciosos que se necesitan para el edificio de Dios.
De Génesis 2 en adelante la historia del pueblo escogido de Dios siempre ha estado ligada al comer y al
beber. Estos dos asuntos se ven en toda la Biblia. El pueblo escogido de Dios de hoy también debe
relacionarse íntimamente con el comer y el beber porque éstos son los aspectos principales del sustento de
la vida. Necesitamos comer y beber para vivir. El comer y el beber nos permiten disfrutar y mantener la
vida.

LAS AGUAS AMARGAS ENDULZADAS POR EL CRISTO RESUCITADO

La historia de los hijos de Israel empezó cuando comieron el cordero pascual en Exodo 12. Poco después
de que habían comido la pascua y atravesado el Mar Rojo para salir de Egipto, les faltó el agua. Exodo
15:22 nos dice que "anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua". Llegaron a Mara, el cual significa
amargo, pues las aguas de Mara eran amargas y no se podían beber. Es muy significativo que el viaje del
Mar Rojo a Mara duró exactamente tres días. El hecho de que estuvieran tres días en el desierto sin agua
significa que estuvieron sepultados por tres días, que estu¬vieron en muerte. Se puede considerar el tercer
día como el día de resurrección, puesto que el Señor Jesús resucitó al tercer día (1 Co. 15:4). Cuando los
hijos de Israel llegaron a las aguas amargas de Mara el tercer día, el Señor le mostró a Moisés un árbol, y
cuando Moisés echó ese árbol en las aguas, éstas se endulzaron (Ex. 15:25). Podemos decir que el árbol es
el Cristo resucitado porque este árbol fue echado en las aguas amargas de Mara después de que los hijos de
Israel habían viajado tres días en el desierto.

Por la carencia de agua y por haber llegado a un lugar de aguas amargas, los hijos de Israel se pusieron a
murmurar y a quejarse. Esto nos da un cuadro claro de cómo es el pueblo de Dios cuando no tiene agua. Si
una iglesia local carece del agua espiritual, seguramente habrá peleas, reprensiones, murmuraciones y
quejas. Si todo esto está presente en una iglesia local, queda muy claro que hay sequedad allí, que la sed se
encuentra allí. Si no tuviéramos agua para beber durante tres días, sin lugar a dudas, muchos de nosotros
expresaríamos reprensiones, pelearíamos y murmuraríamos por causa de la carencia de agua. Debemos
comprender que tenemos un árbol viviente, el Cristo resucitado. Si sólo ponemos este Cristo resucitado en
nuestra amargura, permi¬tiendo que el Cristo resucitado entre en nuestra situación, las aguas amargas
llegarán a ser aguas dulces.

En Mara, aun antes de que se diese la ley, el Señor les hizo un estatuto y una ordenanza a los hijos de Israel
(15:25). Esto significa que si entre nosotros tenemos el agua dulce y viviente, la que se puede beber, de esta
agua viviente vendrá espontáneamente un estatuto y una ordenanza vivientes. Cuanto más bebemos del
agua viviente, el agua dulce del Cristo resucitado, más regulados estamos. El estatuto y la ordenanza no
vienen de la ley de letra, sino que son el estatuto y la ordenanza vivientes producidos cuando bebemos del
agua viviente.

Creo que el estatuto hecho en Mara podría haber prohibido las reprensiones y las murmuraciones. Después
de que las aguas amargas se endulzaron, es posible que los hijos de Israel dijeran que ya no era necesario
reprender o murmurar, así que promulgaron un estatuto de acuerdo con esto. No es necesario reprender o
murmurar cuando haya abundancia de agua y cuando las aguas sean dulces. Si se encuentran muchas
reprensiones y murmuraciones en una iglesia local, habrá mucha enfermedad en aquella iglesia. Si nosotros
murmura¬mos todo el tiempo, nos enfermaremos. Las murmuraciones le abren la puerta al enemigo y así
éste puede introducir todo tipo de enfermedad. Si murmuramos, nos quejamos y expre¬samos reprensiones,
somos semejantes a los egipcios, a la gente mundana. En la mayoría de las asociaciones y socieda¬des, los
miembros murmuran, se reprenden y aun se pelean. ¿Debiera haber este tipo de situación o condición entre
el pueblo de Dios en una iglesia local?
Nuestras quejas o murmuraciones constituyen cierto tipo de enfermedad. Estamos enfermos
espiritualmente, y esta enfermedad espiritual puede dar por resultado una enferme¬dad física. En 1
Corintios 11 Pablo les dijo a los corintios que entre ellos había muchos debilitados y enfermos y varios aun
estaban muertos (v. 30), porque murmuraban, se quejaban y eran facciosos. Los corintios se oponían
porque carecían del agua dulce del Cristo resucitado. Si tenemos al Cristo resucitado en nuestra situación,
ésta será muy dulce y tendremos el agua viviente. Luego promulgaremos un estatuto que prohiba las
reprensiones, las murmuraciones, las quejas y las peleas entre nosotros. Nuestra ordenanza mandará que
alabemos al Señor y que gritemos con júbilo sin quejas ni murmuraciones. Una ordenanza tal como ésta
sólo proviene de las aguas dulces. Si disfrutamos al Cristo resucitado en nuestra situación y gozamos de la
dulzura del agua viviente, no tendremos ninguna enfermedad.

Si pueden encontrarse murmuraciones y quejas en una iglesia local, esto comprueba que hay enfermedades
egipcias allí. Si no hay murmuraciones ni quejas, entonces hay un estatuto viviente hecho del agua viviente
y dulce, el cual nos enseña a no criticar, reprender, murmurar, quejarnos ni pelear el uno con el otro. Este
estatuto no se dio en Sinaí, sino que se promulgó en Mara donde los hijos de Israel disfrutaron de las aguas
dulces. Exodo 15:26 dice: "Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de
sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que
envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador". No debemos tener entre nosotros las
enfermeda¬des ni las dolencias porque el Señor es nuestro sanador, y en las aguas dulces se encuentra la
sanidad que El nos trae. Tenemos al Señor como nuestro sanador.

Los hijos de Israel, después de sus experiencias en Mara, llegaron a Elim donde había doce fuentes de
aguas y setenta palmeras (Ex. 15:27). En la Biblia las palmeras simbolizan la victoria de la vida de hoja
perenne. Debemos alabar al Señor por la palmera, por la victoria de la vida. Setenta es diez por siete. Siete
es el número de completamiento y diez es el número de plenitud, así que Elim es un lugar lleno de las
victorias de la vida. También había doce fuentes de aguas en Elim. Doce se compone de cuatro por tres. El
número cuatro simboliza las criaturas, especialmente la humanidad, y el número tres representa al Dios
Triuno. Por lo tanto, cuatro por tres, el número doce, nos habla de la mezcla de lo divino con lo humano.
Las fuentes de Elim tienen como fin la mezcla de la divinidad con la humanidad. Dios como agua viviente
entra fluyendo en Sus escogidos para mezclarse con ellos. La vida de resurrección en Elim fluye y crece.
Procede de Dios y entra en nosotros, y mediante este fluir crece hacia arriba a fin de manifestar las riquezas
y la victoria de la vida divina.

Necesitamos que Cristo como el árbol, el Cristo resucitado, sea puesto en nuestra situación. Entonces
tendremos las aguas dulces. De estas aguas dulces vendrán un estatuto y una ordenanza que prohiban las
murmuraciones, las quejas, y que exijan la alabanza. No debemos encontrarnos murmu¬rando sino
alabando. Necesitamos una ordenanza que nos mande a decir: "¡Oh Señor, amén, aleluya!" Nuestra
ordenan¬za y nuestro estatuto no nos mandan a dar reprensiones, a criticar,- -a murmurar ni a quejarnos,
sino a alabar siempre. Este estatuto y esta ordenanza no vinieron de la ley de letra, sino del beber de las
aguas dulces. Con el tiempo, nosotros somos introducidos en Elim, donde hay doce fuentes de aguas y
setenta palmeras. Esta situación está llena de la vida que fluye para mezclar lo divino con lo humano, y
también está llena de las victorias de la vida para que alabemos al Señor. Elim es un lugar lleno de
alabanzas que brotan de la vida.

BEBER DE CRISTO COMO LA ROCA ESPIRITUAL

En Exodo 15 los hijos de Israel disfrutaron las aguas dulces y en el capítulo dieciséis comieron el maná
celestial. En el capítulo diecisiete llegaron a un lugar donde otra vez les faltó el agua. Cuando carecían de
agua, entre ellos expresaban reprensiones, murmuraciones, quejas y se pelea¬ban (17:1-4). Se enfermaron
una y otra vez por no tener agua. Con el tiempo, es posible que en cierta iglesia local la ordenanza de
ofrecer alabanzas haya desaparecido. En vez de alabanzas podría haber murmuraciones y críticas. En aquel
entonces la iglesia estará enferma. Hoy tal vez tengamos la ordenanza de alabanza, pero más tarde es
posible que tengamos la ordenanza de crítica.

Debido a que a los hijos de Israel les faltaba el agua, volvieron a reprender a Moisés y a murmurar contra
él: "Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto
para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová,
diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa
delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que
golpeaste el río, y vé. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y
saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel"
(17:3-6).

Parece que el Señor le dijera a Moisés: "Toma en tu mano la vara y haz algo. Y te he dado el poder, la
autoridad. La vara está en tu mano. ¿Acaso no usaste la vara para hacer muchas cosas con Mi autoridad,
con Mi poder? Ahora, toma en tu mano la vara y golpea la roca". Esto indica que Cristo como la roca
viviente fue golpeado por el poder de la ley. Moisés representa la ley. Cristo en la cruz fue golpeado por la
autoridad, el poder, de la ley. Luego el agua viviente salió de Cristo, la roca herida. Juan 19:34 nos dice que
la sangre y el agua salieron del costado del Cristo crucificado. La sangre cumple la redención, y el agua
tiene como fin impartir la vida. Cristo como la roca viviente tenía que ser golpeado por el poder de la ley
para que el agua viviente pudiera fluir de El.

En cierto sentido, como miembros de Cristo, todos nosotros hemos sido golpeados por el poder de la ley.
La autoridad de Dios tiene que subyugarnos. Cristo fue tocado por el poder de la ley, y ahora todos
nosotros como miembros de Cristo tenemos que ser tocados por la autoridad de Dios. Entonces tendremos
el agua viviente.

En Exodo 15 vemos a Cristo como el árbol y en el capítulo diecisiete vemos a Cristo como la roca. El árbol
simboliza al Cristo resucitado, y la roca simboliza al Cristo golpeado y crucificado. Si nosotros que
estamos en la iglesia queremos recibir el agua viviente, el agua dulce, el agua que fluye, tenemos que
asirnos del Cristo crucificado y resucitado y experimentarle. El Cristo resucitado es el árbol para nosotros,
y el Cristo crucificado es la roca para nosotros. En 1 Corintios 10:4 se nos dice que todos los hijos de Israel
bebieron de la misma bebida espiritual de la roca espiritual que los seguía, la cual era Cristo.

HABLAR A LA ROCA PARA BEBER DEL AGUA VIVIENTE

Números 20:1-13 nos dice que después de cierto tiempo, los hijos de Israel regresaron a Masah o Meriba.
Esta vez, la tercera ocasión en la cual vemos a los hijos de Israel beber, es una repetición de la segunda.
Masah significa tentación y Meriba significa reprensión o contienda. En Masah o Meriba los hijos de Israel
tentaron al Señor y contendieron con El. Para aquel entonces los hijos de Israel estaban viajando en
círculos. Estaban vagando en el desierto y regresaron al mismo sitio. Si se hubieran adelantado en vez de
vagar, nunca habrían experimentado una repetición de lo que les sucedió en Masah. Debido a que vagaban
y no estaban dispuestos a adelantarse, regresaron al lugar donde habían tentado al Señor y luchado con El.
Si una iglesia local no quiere seguir adelante, sino que anda vagando, esa iglesia tarde o temprano pasará
por una repetición de esta pobre experiencia.

Los hijos de Israel reprendieron a Moisés de nuevo, y esta vez realmente le ofendieron. Moisés acudió al
Señor, y el Señor le dijo que hablara a la roca para que el agua fluyera. No era necesario que Moisés
golpeara la roca porque ya había sido golpeada y estaba hendida. Pero Moisés estaba enojado con el pueblo
de Israel y les llamó rebeldes (Nm. 20:10). Este episodio nos muestra que necesitamos tener cuidado con
respecto a la manera en que tratamos a los hijos del Señor y cómo les hablamos. Aun si ellos están en una
condición pobre, no debemos enojarnos mucho. Aun así, se puede decir con cierta seguridad que ellos son
muy buenos. Si usted es sabio, no irá a los padres de cierto niño o niña para decirles algo malo de ellos. Por
muy malos que sean, no vaya a los padres de ellos para decirles algo malo de ellos. Es mejor decirles a los
padres algo bueno con respecto a sus hijos.

El libro de Números nos relata la historia de Balak, quien empleó a Balaam para que éste maldijera a los
hijos de Israel. En aquel tiempo los hijos de Israel eran muy malos. Balak pensaba que tenía razón emplear
a Balaam para que éste les maldijera por causa de la pobre situación de ellos. Sin embargo, lo único que
Balaam podía hacer era bendecir a los hijos de Israel. Dijo que el Señor no vio iniquidad ni perversidad
entre los hijos de Israel (23:21). La profecía de Balaam sorprendió a Balak, así que llevó a Balaam a otro
lugar para que allí maldijera a los hijos de Israel. Tal vez si Balaam viera a los hijos de Israel desde otro
ángulo, en otro sentido, podría ver su verdadera condición y maldecirlos. Finalmente Balaam dijo: "¡Cuán
hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!" (24:5). Lo único que Balaam podía decir
de los hijos de Israel era algo positivo. No diga usted que la iglesia en su localidad está en malas
condiciones. Si lo dice, perderá algo.

Moisés perdió entrada a la buena tierra debido al error que cometió en su ira en Meriba. Debido a su enojo,
hizo algo malo. El Señor no le dijo que golpeara de nuevo la roca. El Señor le dijo que fuese y hablase a la
roca, la cual ya había sido golpeada. Cuando nos enojamos, siempre nos es fácil cometer un error. Cuando
usted se enoje, tiene que aprender cómo escaparse de la situación que le enfada. No diga nada ni haga nada.
Simplemente escápese corriendo de la situación y quédese aparte hasta que se vaya su ira. Luego puede
regresar para decir algo. Aun Moisés, quien era un hombre viejo, experimentado, humilde, manso y
paciente, cometió un error en su ira.

Es muy difícil pasar la prueba de las iglesias locales. En las iglesias locales los santos siempre ponen a
prueba a los hermanos que están al frente. Es posible que éstos les hayan hecho muchas cosas buenas a los
santos y por los santos, pero es posible que los santos se olviden de éstas. Puede ser que reprendan a los
hermanos responsables, que peleen con ellos, y que digan algo malo de ellos. Es posible que esto enfade a
los hermanos que están al frente. Pero necesitamos tener cuidado y no enojarnos. No llamemos a los santos
rebeldes, sino siempre hablemos bien de ellos. Si decimos que los hermanos son buenos y las hermanas
simpáticas, ganaremos algo. Aunque Moisés hizo mal al golpear la roca, el Señor tuvo misericordia de él y
el agua salió de la roca. El hecho de que el agua saliera de la roca, aun en vista del error cometido por
Moisés, comprueba cuán misericordioso es el Señor.

La verdad es que Cristo fue golpeado y hendido en la cruz una vez por todas. No es necesario que sea
golpeado otra vez. Debemos darnos cuenta del hecho cumplido: Cristo fue golpeado en la cruz hace dos mil
años. En vez de golpearlo de nuevo, sólo necesitamos hablarle. Cuando le hablemos, El nos dará el agua
viviente. El himno #115 habla de este punto muy claramente:

1 Desmayando-estaba El pueblo_Israel Cuando Jehová daba Un mandato fiel Sólo con fe A la Peña-hablad,
Agua de vida Ella te dará; Sólo con fe A la Peña-hablad.

Coro:
Sólo con fe
A la Peña_ hablad, El agua viva De ella fluirá;
No dudes más, pues El Espíritu Quiere que bebas De Su plenitud.

2 Esa Roca_ eterna Hoy abierta-está; Su Espíritu Santo Aun puede llenar; Oye Su voz: "No vaciles más. Al
Espíritu habla Con un susurrar". Sólo con fe, A la Peña hablad.

3 Oh, con fe sencilla


Se puede creer;
Y como un infante Se pueda beber. Como_ el bebé
Que en el pecho-está, Mi espíritu halle En Tu seno paz, Lleno de Ti, Vida Eternal.

Cuánto más usted cante este himno, más se enamorará de él. Cristo ya fue crucificado y herido por
nosotros. No necesitamos golpearle, pero sí necesitamos invocarle, hablarle y pedirle agua viva.

EXCAVAR LA TIERRA PARA DISFRUTAR A CRISTO COMO EL POZO

La cuarta ocasión en la cual vemos a los hijos de Israel beber se narra en Números 21:16-18. Llegaron a un
lugar llamado Beer, que significa un pozo. Cuando los hijos de Israel llegaron a Beer, encontraron un pozo.
Esto tipifica a Cristo, quien nos es un pozo. Cristo no sólo es la roca hendida, sino también un pozo de
agua. El Señor Jesús nos dice en Juan 4:14 que si bebemos de El, tendremos un manantial o un pozo de
agua que brota de nuestro interior. Cristo es la roca que está fuera de nosotros, y El es el pozo dentro de
nosotros. Como la roca fuera de nosotros, El necesita que le golpeemos. Con respecto a que Cristo sea el
pozo en nuestro interior, nosotros necesitamos la excavación. No es necesario golpear a Cristo, pero sí es
necesario que nosotros experimentemos la excavación a fin de que Cristo como el pozo pueda brotar desde
nuestro interior. Hay mucha tierra en nuestro ser que sirve como barrera y no permite que Cristo fluya en
nosotros. Toda esta tierra necesita excavarse.

Números 21:18 dice: "Pozo, el cual cavaron los señores, lo cavaron los príncipes del pueblo, y el legislador,
con sus báculos. Del desierto vinieron a Matana". La versión American Standard nos dice que los nobles
del pueblo cavaron el pozo "con el cetro, con sus cayados" (v. 18, heb.). Un cetro es una vara real en mano
del príncipe y está relacionado con la autoridad. El salmo 23 indica que el cayado sirve para guiar (v. 4).
Por consiguiente, los cetros se relacionan con la autoridad, y los cayados, con la guía. Necesitamos que
nuestro ser interior sea cavado bajo la autoridad del Señor y conforme a Su guía.

Los príncipes y los nobles del pueblo normalmente no eran los que cavaban el pozo. Los de la clase baja lo
hacían. Pero Números 21 nos dice que los príncipes y los nobles del pueblo de Dios cavaron el pozo en
Beer. Si queremos disfrutar a Cristo como el pozo que brota todo el tiempo en las iglesias -locales, todos
los que estamos al frente tenemos que ser los primeros en cavar la tierra bajo la autoridad del Señor y
conforme a Su guía. Entonces, debido a que los príncipes y los nobles del pueblo estarán cavando con el
cetro y los cayados, tendremos un pozo que brotará con agua viva todo el tiempo en las iglesias.

INVOCAR AL SEÑOR PARA BEBER DEL AGUA VIVA

En Jueces 15 en la historia de Sansón encontramos la quinta vez que el asunto de beber se presenta en el
Antiguo Testamento. El Espíritu del Señor había descendido en Sansón, capacitándole para matar a mil
filisteos con una quijada de asno. Después, Sansón, muriendo de sed, invocó al Señor (15:18) y "Abrió
Dios la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto
llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy" (v. 19). En-hacore significa la
fuente o el pozo del que invoca. Cuando invocamos el nombre del Señor, bebemos del agua viva y nos
reanimamos. Las porciones de las Escrituras que hemos abarcado en este capítulo tratan de cinco ocasiones
que nos dan un cuadro completo del lo que es beber en el Antiguo Testamento.
CAPITULO CINCO
EL FLUIR DE LA VIDA (1)

Lectura bíblica: Sal. 36:8; 46:4; JI. 3:18; Zac. 14:8; Ez. 47:1, 2, 12; Is. 55:1-3

En el último capítulo de este libro vimos cinco ocasiones en el Antiguo Testamento relacionadas con el
agua que se puede beber. En Exodo 15 se ve el árbol que fue echado en las aguas amargas para endulzarlas.
En Exodo 17 tenemos la roca hendida, de la cual fluye el agua de la vida para que el pueblo bebiese de ella.
Números 20 nos muestra que necesitamos hablar a la roca para disfrutar de su agua viva, ya que la roca está
hendida. En Números 21 vemos el pozo que está dentro de nosotros, lo cual requiere que excavemos y
saquemos toda la tierra que esté en nuestro ser para que ese pozo pueda fluir y brotar de nosotros. En
Jueces 15 Sansón invocó al Señor (v. 18) porque moría de sed, así que Dios le dio agua para beber y se
reanimó. Invocar el nombre del Señor es la manera de beber el agua viva y reanimarse. Estos cinco casos
nos muestran que el agua viva apaga nuestra sed y resuelve nuestros problemas. Estos episodios
constituyen la primera parte de la historia de los hijos de Israel en cuanto al beber del agua, la cual ocurrió
antes de edificarse la casa de Dios y la ciudad. En este capítulo queremos ver la segunda parte de la historia
de los hijos de Israel con respecto al beber del agua, la cual ocurrió después de edificarse la casa y la
ciudad.

EL BEBER DEL AGUA DE LA VIDA DESPUES DE EDIFICAR LA CASA DE DIOS Y LA CIUDAD


DE DIOS

Los versículos citados en la lectura bíblica nos muestran que el agua que se puede beber siempre está
relacionada o con la casa de Dios o con Su ciudad. Salmos 36:8 dice: "Serán completamente saciados de la
grosura de Tu casa, y Tú los abrevarás del torrente de Tus delicias". En este versículo se menciona la casa
de Dios. Salmos 46:4 dice: "Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios". En este versículo el río está
en la ciudad. El río que alegra la ciudad tiene corrientes como el río que estaba en el huerto de Edén, el cual
fue un solo río repartido en cuatro brazos o corrientes (Gn. 2:10). Los dos versículos en los salmos nos
muestran que el río está en la casa dentro de la ciudad. Debido a que la casa está en la ciudad, el río que se
encuentra en la casa también está en la ciudad.

Joel 3:18 nos muestra que una fuente saldrá de la casa del Señor. Zacarías 14:8 nos dice que las aguas vivas
saldrán de Jerusalén, "la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental". El río
fluye, por un lado, hacia el Mar Muerto al este y, por otro, hacia el Mar Mediterráneo al oeste. En los libros
de Joel y Zacarías vemos de nuevo que el río está relacionado con la casa y con la ciudad. Ezequiel 47 nos
dice que las aguas salían de debajo del umbral de la casa (v. 1). Finalmente, Isaías 55 nos muestra que se da
un llamamiento en la predicación del evangelio para todos los que tengan sed, diciéndoles que vengan a las
aguas.

El fluir interior de la vida divina en la iglesia

Es necesario que nos quedemos muy impresionados con que la casa de Dios procede del fluir de la vida.
Génesis 2 nos muestra que los materiales para la edificación de la novia vienen del fluir del agua de la vida.
El resultado, el producto, del fluir de la vida consta de los materiales preciosos con que se edifica la casa de
Dios. Después de edificarse la casa, el agua sale de ella. Los ciento veinte discípulos de Hechos 1 eran
individuos que habían bebido del Señor Jesús (v. 15). El agua viva había entrado en ellos, y por el fluir de
esta agua viva fueron -transformados en materiales preciosos con los cuales se construiría la edificación de
Dios. La iglesia fue edificada con ellos como los materiales. Desde aquel tiempo, la dulce agua viva ha
estado en la iglesia.

El Señor Jesús como la fuente, el origen el manantial de agua viva, está en la iglesia, la casa de Dios. Antes
de edificarse la casa, el origen o la fuente, era Cristo. Después de edificarse la casa, el origen o la fuente,
todavía es Cristo. La única diferencia radica en que ahora Cristo como la fuente o el origen del agua viva
está dentro del edificio. El agua sale de la casa porque la fuente está en la casa. El agua ahora fluye dentro
de la casa de Dios y también sale de ella.
Al principio de nuestra salvación teníamos la impresión de que algo dentro de nosotros fluía, pero después
de cierto período sentimos que el fluir se paró. Se detuvo porque no habíamos entrado en la vida práctica de
iglesia, la casa de Dios. Al principio de nuestra salvación, por cierto período, el Señor nos concedió el fluir
del agua viva, pero este fluir no se puede mantener a menos que entremos en la vida de iglesia. Una vez que
entramos en la iglesia local, la casa, tenemos la impresión profunda de que dentro de nosotros el fluir, el
cual se había perdido, ahora está restaurado. Recobramos el fluir interior de la vida divina en la iglesia
local.

Al principio de nuestra salvación había un fluir, y el fin de ese fluir era la iglesia. Pero es posible que no
nos diéramos cuenta de ello. Tal vez pensáramos que Cristo solo era suficiente. Teníamos el Cristo
maravilloso, quien fluía en nosotros, y pensábamos que el fluir no cesaría. Pero sí se detuvo porque no
entramos en la iglesia, la casa. Sin embargo, un día, el Señor en Su misericordia nos introdujo en la vida
práctica de iglesia, la casa. Nosotros los que estamos en la vida práctica de iglesia podemos testificar que
sentimos un fluir profundo, ancho y rico. Así como la historia del beber de los hijos de Israel en el Antiguo
Testamento tiene dos partes, así también la historia de nosotros los que estamos en la vida práctica de
iglesia tiene dos partes. Una parte de nuestra historia de beber tiene que ver con nuestra vida antes de la
vida de iglesia, y la otra con nuestra vida después de entrar en la vida de iglesia. La parte antes de la vida de
iglesia fue inicial y temporal.

El fluir de vida constante en la casa de Dios

Cuando entramos en la casa de Dios, el fluir es constante. En la Nueva Jerusalén, la cual es la ciudad santa
y el tabernáculo de Dios (Ap. 21:2-3), el río de agua de vida fluye continuamente (22:1). Si el fluir dentro
de nosotros ocurre sólo de vez en cuando y no es constante, esto significa que no estamos en la casa sino en
el desierto. En cuanto a las cinco ocasiones relacionadas con el beber antes de la edifica¬ción de la casa de
Dios, los problemas se resolvieron al beber el agua viva, pero esa agua no fluía continuamente. Una vez
edificada la casa y establecida la ciudad, el agua empezó a fluir continuamente. Nuestros problemas
regresan porque tenemos solamente un fluir para el momento y no el fluir continuo. Necesitamos entrar en
la casa para disfrutar el fluir constante.

Todos los que estamos en la vida práctica de iglesia podemos dar testimonio de la diferencia entre las
experiencias del fluir interior de vida antes de entrar en la vida de iglesia y las que ocurrieron después.
Después de recibir al Señor, experimenté el fluir. Pero poco después de esa experiencia inicial, el fluir fue
interrumpido. El fluir regresaba de vez en cuando y para el momento, pero luego se detenía de nuevo. Sin
embargo, desde que entré en la vida de iglesia, he disfrutado el fluir constante.

Es necesario que prestemos toda nuestra atención a estas dos secciones de la historia de los hijos del Señor:
la sección del fluir del agua antes de edificarse la casa y la ciudad y la sección después. En la sección antes
de la edificación, el agua fluye de vez en cuando y sólo para el momento, pero en la sección después de la
edificación, el agua fluye constante y eternamente. Hoy no debemos estar en el desierto, sino en la casa y
en la ciudad. Necesitamos estar en la casa y en la ciudad para recibir el fluir constante del agua viva. No
debemos estar satisfechos con el fluir que ocurre sólo de vez en cuando en el desierto, pero sí es necesario
que todos nosotros experimentemos el fluir constante que se da en la casa de Dios y en Su ciudad.

El fluir de vida que sale de la casa regando la tierra seca, produciendo la vida y sanando la muerte

Hablando en términos básicos, el agua que se bebía antes de la edificación apagaba la sed. Pero después de
edificarse la casa, el agua no sólo apaga la sed, sino que también riega la tierra seca, produce la vida y cura
la muerte. El agua que se encontró en Mara, Masah, Beer y Lehi sirve, principal-mente, para apagar la sed.
Pero en la ciudad, dentro de la casa, se encuentra el río cuyo fin no sólo es apagar la sed, sino también regar
la tierra seca, producir la vida y sanar la muerte.

Salmos 46:4 nos dice que el río alegra la ciudad. Si no tenemos el agua de la vida, nos entristeceremos. Los
libros de Joel y Zacarías nos dicen que el río sale de la casa que está dentro de la ciudad para regar el
desierto y sanar los dos mares, el Mar Muerto al este y el Mar Mediterráneo, que está al oeste. El agua salió
de la casa pasando por la ciudad y de ella con el fin de sanar la muerte.
EL AGUA VIVA FLUYE Y SALE DE LA CASA DE DIOS
El hombre de bronce

En Ezequiel 47 el Señor nos da un cuadro muy claro del fluir de agua viva y cómo sale de la casa de Dios.
Ezequiel nos dice que "me hizo volver luego a la entrada de la casa" (v. 1) y que "salió el varón hacia el
oriente, llevando un cordel en su mano" (v. 3), el cual midió mil codos. El hombre mencionado aquí es
Cristo. Este hombre, a quien vemos en el capítulo cuarenta y siete, es aquel mencionado en 40:3: "Me llevó
allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce; y tenía un cordel de lino en su mano, y
una caña de medir; y él estaba a la puerta".

Daniel 10:5-6 dice: "Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro
de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de
fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el
estruendo de una multitud". En Daniel el Señor se ciñe por los lomos, pero en Apocalipsis 1 se ciñe por el
pecho. Se ciñó por los lomos en el libro de Daniel porque todavía trabajaba, pero en Apocalipsis 1 la obra
está cumplida. El hecho de que se ciña por el pecho significa que cuida a las iglesias en el amor. Daniel nos
dice que Sus brazos y Sus pies eran como de color de bronce bruñido mientras que en Apocalipsis 1:15 se
nos dice que Sus pies eran "semejantes al bronce bruñido, fundido en un horno". Esto nos muestra que el
hombre en Ezequiel 40 que tiene la apariencia de bronce, quien se ve otra vez en el capítulo cuarenta y
siete, es Cristo.

Cristo no sólo es un hombre de oro, sino también un hombre de bronce. El hecho de que sea un hombre de
oro indica que está lleno de divinidad, mientras que el hecho de que sea un hombre de bronce indica que El
es aquel que juzga. En la tipología el bronce significa el juicio divino (Ex. 27:1-6). El bronce bruñido
significa que primero El ha sido juzgado, probado y demostrado ser perfecto. El es el bronce bruñido. Es
aquel que ha sido juzgado y probado y que ya está calificado para ser el juez que examina a otros. En el
libro de Ezequiel el Señor Jesús es aquel que juzga, aquel que prueba, así que tiene el cordel para medir, la
caña que mide.

El fluir de vida es para la gloria de Dios

Ezequiel 47:1 dice: "Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del
umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de
debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar". La puerta de la casa es la entrada y la salida de la
casa. La palabra "umbral" se puede traducir "pasaje". En este versículo el umbral es el pasaje de la casa. La
entrada del templo es hacia el oriente, hacia la salida del sol, lo cual significa que es hacia la gloria (Nm.
2:3; Ez. 43:2). El agua fluye hacia la gloria. Todo lo tocante al fluir tiene que ser destinado para la gloria de
Dios.

La preeminencia del fluir de la vida

Además, las aguas salen del lado derecho de la casa. En la Biblia, el lado derecho es la posición más
elevada, el primer lugar. Así que, el fluir de la vida debe tener la preeminencia, el primer lugar. Esto nos
dice que no debemos olvidar, descuidar o perder el fluir del agua viva, el fluir de la vida. Tenemos que
examinarnos todo el tiempo: "¿Tenemos el fluir en nuestro interior? ¿Estamos en el fluir?" Si estamos en el
fluir, todo está bien sin importar la situación en la cual nos encontremos. Si estamos en el fluir, somos uno
con el Señor. Tenemos que prestar toda nuestra atención al fluir y pagar el precio para meternos en el fluir.
Este fluir tiene que estar en el lado derecho; debe tener el primer lugar; es necesario que sea preeminente.
Debemos consagrarnos por completo para disfrutar el fluir de la vida

El fluir ocurre al sur del altar. Todo debe ser puesto en el altar para que se tenga el fluir del agua viva.
Necesitamos una consagración completa para disfrutar el fluir de la vida. Es necesario que le consagremos
al Señor todo lo que tenemos y todo lo que somos.

Medidos por el Señor para que se aumente el fluir de la vida


Ezequiel 47:3 dice: "Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y
me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos". Medir significa juzgar o probar. Todo lo que Dios mide, lo
juzga y lo prueba. Medir algo significa probarlo para determinar si está en conformidad con la norma. Al
medir determinamos si el tamaño y el peso están correctos.

Medir también significa poseer. En Apocalipsis 21:15 Dios mide la ciudad santa, lo cual significa que Dios
va a poseerla. Todo lo que Dios mide pertenece a El. Cuando uno va a comprar una parcela de tierra, la
parcela que mide es la que posee. La cantidad medida equivale a la cantidad poseída. Por tanto, medir
significa probar, juzgar y finalmente poseer.

Medir también significa examinar. Cuando en el Lejano Oriente las señoras van a una tienda de textiles
para comprar tela, la miden. Cuando miden la tela, la examinan para ver si hay agujeros o imperfecciones.
Aun cuando uno compra una parcela de tierra, la mide, y cuando la mide, también la examina. En
conclusión, medir significa juzgar, probar, poseer y examinar.

En la casa el agua fluye constantemente, pero la profun¬didad del agua depende del acto de medir. Antes
de que el hombre empezara a medir en el versículo 3, las aguas salieron del lado derecho (v. 2). La versión
American Standard afirma en el margen que "salir" también se puede traducir "salir poco abundantemente".
Por consiguiente, después de que el hombre empezó a medir, el fluir del agua comenzó a aumentarse.
Después de la primera medida, llegó a los tobillos. Todavía el fluir no era muy profundo porque no se había
medido adecuadamente. Del mismo modo, en nosotros tal vez el fluir no sea muy profundo porque no
hemos sido medidos adecuadamente por el Señor. Sólo nos ha medido un poco. Es posible que declaremos:
"Aleluya, estoy en la iglesia. Estoy en la casa de Dios y tengo el fluir". Puede ser que usted tenga el fluir
pero, ¿qué tipo de fluir tiene? ¿En qué tipo de fluir está usted? ¿Fluye poco a poco o hasta sus tobillos?
Todos nosotros necesitamos que el hombre de bronce nos mida. Es necesario que el Señor Jesús como el
que mide, que prueba, que posee, venga a medirnos. Debemos permitirle al Señor que nos juzgue y que nos
ponga a prueba para poder poseernos. Tal vez usted diga que lo ha consagrado todo, poniéndolo en el altar,
pero el Señor quiere medirnos. El desea probarnos y examinarnos. Después de que nos mida, las aguas se
aumentarán.

El hombre de bronce de nuevo midió mil cubos y las aguas llegaron a las rodillas (v. 4). Cuanto más el
Señor le mida, le pruebe, le juzgue y le examine a usted, más de usted El poseerá y más profundo llegará a
ser el fluir. La tercera vez que el hombre de bronce mide en Ezequiel 47, hace que las aguas aumenten al
nivel de los lomos (v. 4), un fluir más profundo. Es posible que usted esté en la iglesia y en el fluir pero,
¿cuánto ha sido probado por el Señor? ¿Cuánto ha sido juzgado por el Señor? ¿Cuánto de usted ha
permitido que el Señor posea? El Señor nos examina midiéndonos. El Señor va a ponernos-a- prueba,
poseernos y examinarnos. El desea medir todo lo tocante a nosotros, aun las cosas pequeñas. Quiere medir
nuestra actitud, la manera en que gastamos el dinero, la manera en que pasamos el tiempo, y quiere medir
nuestra conducta.

Quizás usted declare: "¡Aleluya, estoy en la iglesia local!" Pero tiene que pasar la prueba. La prueba por la
cual todos tenemos que pasar no es la del hombre, sino la del Señor. El es el hombre de bronce que lleva el
cordel para medir. Usted puede decir que está en la iglesia local y que todo lo ha puesto en el altar. El
Señor, en Su sabiduría, no mide todos los cuatro mil cubos inmediatamente. Mide poco a poco en unidades
de mil cubos. Si nos midiera de manera completa a la vez, cuatro mil cubos, no lo podríamos soportar. De
la misma manera que una madre alimenta a su hijo un poco cada vez, el Señor nos mide a nosotros poco a
poco. Cada vez que el Señor nos mide, cuenta mil cubos. En la Biblia un mil es una unidad completa. El
Señor Jesús no quiere medirle a usted cuatro mil cubos inmediatamente, pero tiene que medirle una unidad
completa.

El número cuatro indica la creación y específicamente alude al hombre como cabeza de la creación. El
hecho de que el hombre de bronce mida cuatro veces mil cubos cada vez significa que es necesario que el
Señor posea todo nuestro ser. El no quiere poseer sólo una parte de nuestro ser, sino todo nuestro ser.
Nuestra consagración tiene que ser absoluta. Ser absolutos equivale a que el Señor nos ha medido cuatro
mil cubos para poder poseer todo nuestro ser. Después de que las aguas fueron medidas la cuarta vez,
Ezequiel dice que ellas llegaron a ser un río que no se podía pasar "porque las aguas habían crecido de
manera que el río no se podía pasar sino a nado" (47:5). Antes de ser medidas la primera vez, las aguas
salían poco abundantemente. Después de la primera vez, llegaron a los tobillos. Después de la segunda,
llegaron a las rodillas. Después de la tercera vez, llegaron a los lomos. Finalmente, después de que las
aguas fueron medidas la cuarta vez, nadie podía determinar cuán profundas eran. Habían llegado a ser un
río que no se podía pasar sino a nado.

Antes de entrar en el fluir, una persona puede andar fácilmente en la tierra seca. Es muy conveniente andar
en la tierra seca, pero caminar en un lugar donde sale un poco de agua es inconveniente. Después de un
aguacero, el agua que llega a las calles lo hace difícil a uno andar. Cuando el agua llega a sus tobillos,
caminar es aún más inconveniente.

Cuando el agua llega a las rodillas, es aún más difícil andar. Cuando el agua llega a los lomos, una persona
todavía puede moverse pero con dificultad. Cuanto más profundo sea el fluir del agua y cuanto más
estemos nosotros en ese fluir, más inconveniente nos llegará a ser. Después de que el Señor le mida a usted,
tendrá la sensación de que es más difícil moverse. Cuanta más gracia usted reciba, más limitado y
perturbado estará.

Cuando el fluir de la gracia llega a los lomos, es muy difícil moverse. Esta es la prueba más difícil. Es
posible que ahora desee que no estuviera en la iglesia local, y tal vez quiera escaparse. No obstante, no se
puede escapar porque está rodeado del agua. Cuando el agua llega a los lomos, la consagración de usted es
setenta y cinco por ciento; cuando está en las rodillas de usted, su consagración es cincuenta por ciento; y
cuando llega a los tobillos, su consagración es veinticinco por ciento. Cuando usted se ha consagrado el
setenta y cinco por ciento, experimenta los tiempos más duros. En aquel tiempo tiene la gracia suficiente
para no perder la paciencia fácilmente, pero no tiene la gracia suficiente para vencer su mal genio. Esto es
un verdadero dilema. La gracia está allí, pero no es lo suficientemente profunda. Necesita usted ser medido
de nuevo mil cubos. Luego la consagración de usted será ciento por ciento. Cuando esto ocurre, nadie sabe
cuán profundas sean las aguas. Cuando lo único que se puede hacer es nadar en las aguas, entonces no es
necesario moverse. En aquel entonces usted puede descansar porque el fluir de la vida le sustenta, le apoya
y aun le lleva. En aquel entonces, podrá decir: "Aleluya" todo el día. Entonces no se manifestará más la
fuerza, el esfuerzo ni la lucha humanos. El fluir de la vida le lleve.

Después de la caída, a los seres humanos siempre les gusta moverse con plena libertad. A ellos no les gusta
ninguna restricción. - Cuando estábamos en la tierra seca, era fácil movernos. Cuando el agua de vida
empezó a aumentarse en nuestro ser, comenzó a restringirnos y perturbarnos. Tal vez sienta usted que tenga
mucha fuerza y mucha energía, pero hay algo en su interior que le ata y le pone limitaciones. Quizás le
hayamos dicho al Señor: "Señor, me rindo a Ti".

Pero sólo si nos mide la cuarta vez, seremos completamente entregados a El. En aquel entonces, no será
posible ejercer nuestro propio esfuerzo. Lo único que podremos hacer en las aguas es nadar. No las
podremos pasar. Después de que el Señor le haya medido por completo, no será necesario su propia fuerza
ni su propio esfuerzo, ni que usted luche más. En aquel entonces, dirá: "Señor, me rindo al fluir. Me
entrego al fluir. Detengo todos mis esfuerzos y ceso mis luchas. Descanso en el fluir y permito que me
lleve". Todos necesitamos preguntarnos cuántos pasos de medición hemos experimentado. El cuadro de
Ezequiel 47 vale más que mil palabras. Debemos alabar al Señor porque estamos en Su casa, pero es
necesario que El nos mida cabalmente.
CAPITULO SEIS
EL FLUIR DE LA VIDA (2)
Lectura bíblica: Ez. 47:1-12; Is. 55:1-3

En el capítulo cinco vimos que necesitamos experimentar continuamente el fluir de la vida en la casa de
Dios y es preciso que el Señor nos mida para que aumente el fluir de la vida. En este capítulo queremos ver
más en cuanto al fluir de la vida en Ezequiel 47 e Isaías 55.

EL FLUIR DE LA VIDA PROCEDE DE LA CASA DE DIOS

El libro de Ezequiel trata del recobro. El recobro de la edificación de la casa empieza en el capítulo
cuarenta, y al final del capítulo cuarenta y seis el edificio está completo. En el capítulo cuarenta y siete las
aguas salen de la casa edificada. Todo el Antiguo Testamento es un libro de cuadros, los cuales nos
muestran algo con respecto a nuestra situación actual. Con el cuadro presentado en Ezequiel 47 podemos
ver que el fluir de las aguas divinas siempre salen del edificio de Dios. Ahora estamos en la edad de
recobro, y el fluir de la vida divina tiene que proceder de la casa recobrada de Dios.

En la mayoría de los cultos religiosos del cristianismo, los que asisten experimentan una sensación de
sequedad y no de riego. Cuando yo estaba en el cristianismo, oí muchas enseñanzas, pero me sentí seco
porque el agua viva fluía muy poco. Apenas había un fluir porque la casa de Dios no había sido recobrada.

Cuando uno entre en una iglesia local que está en debidas condiciones, tendrá la sensación de agua
refrescante. Siempre sentimos el riego cuando entramos en algunas de las iglesias locales porque allí se
encuentra el recobro de la edificación de la casa de Dios. Donde está la casa, allí está el fluir del agua viva.

El fluir de agua viva procede de la casa porque el origen, la fuente, el manantial, del agua viva está en la
casa. El Señor Jesús es el origen. El es la fuente, y ahora tiene un lugar en la tierra donde ubicarse. El tiene
un lugar donde morar, donde se puede establecer. Los que nos reuníamos en diferentes grupos en el
cristianismo podemos testificar que cuando nos reuníamos allí, no nos parecía que el Señor se hubiera
establecido allí. Cuando me reunía allí, me parecía como si el Señor estuviera fuera de la puerta. Esto es
semejante a Apocalipsis 3 donde el Señor como Cabeza de la iglesia está fuera de la iglesia degradada,
tocando a la puerta (v. 20). No nos parecía que el Señor se hubiera establecido allí, así que no estábamos
satisfechos ni establecidos. No obstante, cuando llegué a la vida práctica de iglesia, percibí que el Señor
Jesús estaba allí y yo también me establecí.

El Señor Jesús está dentro de la casa como el origen del agua viva; de El fluye el agua viva. Edificar las
iglesias locales es de gran importancia. Tenemos que prestar toda nuestra atención a la casa de Dios, y es
menester que nos quedemos en la casa. Ezequiel nos dijo que el Señor lo llevó a la entrada de la casa
(47:1). Nos debe impresionar que necesitamos la casa. Laboran mucho en el cristianismo de hoy pero,
¿dónde está el fluir? Hay mucha predicación del evangelio, muchas enseñanzas bíblicas, y muchas obras
misioneras pero, ¿dónde está el fluir? Se siente la sequedad en vez del riego. Muchos cristianos que buscan
más del Señor no están satisfechos debido a la sequedad. Buscan el agua. Los que buscan más del Señor
desean el fluir del agua viva. De la maravillosa edificación de Dios viene el fluir del agua viva.

EL SEÑOR DESEA UN RIO

El Señor, como hombre de bronce [Ez. 40:31, necesita medirnos para que el fluir de la vida aumente en
nosotros, en la casa. El es aquel que prueba, que juzga, que examina y que posee porque nos mide. Cuanto
más nos mida, más profundo y ancho será el fluir. Después de que El nos haya medido por completo, el
fluir llegará a ser un río. En cada ciudad necesitamos un río. Cuando el hombre de bronce mide dentro de la
casa, el resultado es el río. Simplemente estar en una iglesia local no es adecuado. Todos necesitamos que
el Señor nos mida. Es posible estar en la iglesia local sin que el agua viva sea muy profunda. El fluir en la
iglesia tal vez no sea un río. Cuando el Señor nos mida de manera adecuada, tendremos el río. El Señor no
está contento de que haya sólo un fluir del agua viva. El desea que haya un río, porque las aguas del río
riegan, sanan y producen. En 47:6 el Señor le preguntó a Ezequiel: "¿Has visto, hijo de hombre?" Todos
tenemos que ver este cuadro maravilloso en Ezequiel.
EL RIO RIEGA EL DESIERTO Y SANA EL MAR MUERTO PARA PRODUCIR VIDA

En 47:8 el Señor le dijo a Ezequiel: "Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y
entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas". En el versículo 8 el río desciende al
desierto. Aquí Arabá es el nombre hebreo para desierto, la tierra seca, la tierra árida donde nada crece; por
ende, el desierto. Esta tierra necesita agua. El río riega la tierra seca y sana el Mar Muerto. Arabá está cerca
al Mar Muerto. Josué 3:16 llama al Mar Muerto el mar del Arabá. El Mar Muerto o el Mar de Sal está cerca
al Arabá. Debido a que el río fluye al mar, las aguas saladas del mar reciben la sanidad. El mar ya llega a
ser el agua dulce porque la sal ha sido absorbida. El río viene primero para regar la tierra seca donde nada
crece y para sanar las aguas de la muerte. Este riego y esta sanidad tienen como fin producir la vida.

Las dos categorías básicas de la vida producida en Ezequiel 47 son la vida vegetal y la vida animal. El
versículo 7 nos dice que "en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado". Los árboles
pertenecen a la vida vegetal. El río de agua produce una abundancia de peces (v. 9). El versículo 10 dice:
"Y junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus
especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande". Conforme al hebreo, En-gadi
significa "la fuente de cabritos" y En-eglaim significa "la fuente de dos becerros". Así que, el fluir del río
produce árboles, peces y ganado. Los pescadores tendieron sus redes en la tierra de En-gadi a En-eglaim.
Tendieron sus redes en la tierra entre estas dos fuentes. Los árboles, los peces y el ganado en Ezequiel 47 se
mencionan según la secuencia dada en Génesis 1, donde la vida vegetal se menciona primero, en segundo
lugar, los peces y en tercer lugar el ganado.

Necesitamos En-gadi y En-eglaim, las fuentes de los cabritos y los becerros. Debemos darnos cuenta de
que todas las posibilidades que haya en el recobro del Señor reposan en los jóvenes. Me alegro ver a tantos
"cabritos" y "becerros" en la vida de iglesia. Yo soy un santo mayor y agradezco mucho por todos los
santos mayores que están entre nosotros. Todos los "cabritos" necesitan el cuidado de los santos mayores.

Aunque amo y aprecio a todos los santos mayores, profundo en mi ser me doy cuenta de que el futuro, la
prosperidad, y las posibilidades en cuanto al mover del Señor reposan en los jóvenes, en los "cabritos" y los
"becerros". El hecho de que haya muchos jóvenes entre nosotros y que estén llenos de vida es indicio de
que la iglesia local es la fuente de los cabritos y de los becerros.

Todos nosotros los santos mayores debemos estar muy contentos de que tengamos tantos cabritos. Los
cabritos son un indicio de la vida nueva que existe en el recobro del Señor. Cuánto debemos dar gracias al
Señor por los nume¬rosos jóvenes que tenemos. Necesitamos agradecerle al Señor porque el Arabá, el
desierto, la tierra seca, el desierto árido ha llegado a ser la fuente de cabritos y becerros. También
necesitamos alabar al Señor porque el Mar Muerto, el Mar Salado, ha llegado a ser el mar vivo y dulce que
produce una multitud de peces. Con el fluir del río también hay pescadores (47:10). Pescar significa
aumentar. Todos los cabritos y los becerros deben ser pescadores. El cuadro presentado en Ezequiel 47 nos
muestra que junto al río hay árboles, peces, cabritos, becerros, pescadores y redes.

NECESITAMOS SER MEDIDOS POR EL BIEN DEL MOVER DEL SEÑOR

El punto principal de Ezequiel 47 es que todos necesita¬mos estar dispuestos a ser medidos. No
necesitamos luchar, pelear o ejercer nuestros propios esfuerzos para hacer algo. Sólo necesitamos estar
dispuestos a ser medidos una y otra vez. Debemos decirle al Señor: "Señor, estoy dispuesto a ser medido".
Luego el fluir, con el tiempo, llegará a ser un río. Si los santos de las iglesias locales están dispuestos a ser
medidos una y otra vez, cuatro veces más ciento por ciento, habrá un río que regará el desierto árido, sanará
el mar muerto, hará crecer los árboles y producirá los peces, los becerros y los cabritos. Lo que necesitamos
es ser medidos por el bien del mover del Señor. Necesitamos ser probados, examinados y poseídos por el
Señor.

El hecho de que el agua llegue a los tobillos significa que sólo una pequeña parte de nuestro ser ha sido
poseída por el Señor. Cuando el agua llega a los lomos, el Señor posee parte de nuestro ser, pero la otra
parte está libre. Si estamos dispuestos a ser medidos ciento por ciento, nos devorará el agua viva. Entonces,
en cierto sentido, perdere¬mos nuestra libertad, pero en otro sentido realmente estaremos libres. Cuando el
Señor nos posea por completo, estaremos verdaderamente libres. El fluir del agua viva nos llevará hacia la
meta. Si estamos dispuestos a ser edificados como casa del Señor, el Señor estará en nosotros como fuente
de agua viva. Si estamos dispuestos a ser medidos para que el Señor pueda poseer más y más de nosotros
hasta que nos posea por completo, tendremos aguas en las cuales podremos nadar, un río que no se puede
pasar.

El río fluye y riega la tierra seca, sana el mar muerto, y produce árboles, peces, cabritos y becerros. Debido
al río se puede cultivar y hacer crecer los árboles, se puede pescar los peces, y se puede criar el ganado y
los cabritos. Si estamos dispuestos a ser edificados y medidos una y otra vez, tendremos los árboles, los
peces y el ganado. Esto significa que tendremos el alimento que incluye el producto de los árboles, el
producto de la granja y el producto de los mares. Cuando el Señor alimentó a los cinco mil, les dio a comer
algo de la tierra, o sea los cinco panes, y algo del mar, los dos peces. El fluir del río produce las riquezas de
la tierra y del mar, las riquezas de la vida animal y la vida vegetal, o sea las riquezas de Cristo.

VENID A LAS AGUAS SIN DINERO PARA COMPRAR Y COMER

Isaías 55:1 dice: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y
comed". No se menciona el beber en este versículo. Nos dice que vengamos a las aguas y comamos; no nos
dice que bebamos. Además, este versículo dice que vengamos y compremos los que no tenemos dinero.
¿Cómo podemos venir a las aguas para comer y cómo podemos comprar sin dinero?

Ezequiel 47 nos dice que había muchos árboles en las orillas del río (v. 12), lo cual muestra que cuando nos
acercamos a las aguas, llegamos a la comida. Puede ser que tengamos la intención de simplemente beber,
pero también recibimos algo para comer. El beber y el comer van juntos. En Génesis 2 se ve el árbol de la
vida con el río que fluye de Edén para regar el huerto (vs. 9-10). Al final de la Biblia tenemos el río de agua
de vida y en sus dos lados el árbol de la vida está creciendo y extendiéndose (Ap. 22:1-2). Cuando llegamos
a las aguas, hay alimento para nosotros.

Ahora tenemos que ver cómo el Señor puede decirnos que vengamos y compremos sin dinero y sin precio.
En Apocalipsis 3 el Señor le aconsejó a la iglesia que estaba en Laodicea que comprara de El aunque era
desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda (vs. 17-18). Por un lado, no tenemos el dinero con que
comprar, pero por otro, no podemos decir que no tenemos nada. Tal vez no tengamos el dinero, pero sí
tenemos a nosotros mismos. Tenemos que gastarnos a nosotros mismos como precio pagado. Debemos
darnos al Señor. Isaías 55:3 dice: "Inclinad vuestro oído, y venid a mí". Este es el precio. El precio no tiene
nada que ver con el dinero. No tiene nada que ver con lo que tenemos. El precio es lo que somos nosotros.

Tenemos que ofrecernos al Señor como el precio que pagamos.


Cuando llegamos a las aguas, allí está el alimento, y cuando nos parece que-no tengamos nada, tenemos a
nosotros mismos. El Señor quiere nuestras propias personas. Por consiguiente, nos llama a acercarnos y
entregarnos a El. Comprar el oro en la epístola a Laodicea equivale a abrir la puerta (Ap. 3:20). Abrir la
puerta es entregarnos al Señor. Todos necesitamos decirle al Señor: "Señor, me doy a Ti". Si tenemos sed,
necesitamos ir y comprar sin dinero pero con nosotros mismos. Debemos ir y darnos al Señor. Cuando
pagamos este precio, podemos beber. También cuando nos acercamos para beber, recibimos el alimento
porque el agua incluye el árbol de la vida.

LAS MISERICORDIAS FIRMES A DAVID

La última parte de Isaías 55:3 dice: "Haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David". Así
como promulgaron el estatuto y la ordenanza cuando bebieron en Exodo 15, un pacto eterno fue hecho aquí
con el llamamiento a los sedientos a venir a las aguas a comer. Cuando bebemos y comemos se hace un
pacto eterno. Este pacto es un contrato o un acuerdo hecho por el Señor con nosotros. El Señor llega a estar
ligado a nosotros. Cuando nos damos al Señor para beber y obtener el alimento, el Señor hace un pacto
eterno con nosotros, lo cual significa que tenemos un disfrute asegurado y constante. Lo que disfrutamos
del Señor llega a ser constante, firme y asegurado. Este pacto eterno es la mejor compañía de seguros, la
cual asegura lo que disfrutamos de las misericordias firmes a David. Las misericordias firmes a David
constan de todo lo que es el Señor con relación a la casa de David. Todo lo que es el Señor como
misericordias para con la casa de David constituye nuestra porción asegurada del pacto eterno.

Podemos comprender por la comunión que hemos disfrutado hasta este punto que la vida divina siempre
está relacionada con el beber y el comer. Si no bebemos y no comemos, se pierde la vida. La vida divina
está en el árbol y en el río, y recibimos esta vida al beber y comer. Cuando nos acercamos a las aguas, no
sólo recibimos las aguas sino también el alimento. Cuando comemos y bebemos del Señor, El hace un
pacto eterno con nosotros. Este pacto es el acuerdo firmado del Señor, o sea, la póliza de seguros, por el
cual todas las misericordias dadas a David se nos hacen firmes. Su pacto eterno asegura y garantiza las
misericordias firmes. Todo lo que es el Señor ahora constituye las misericordias firmes dadas a la casa de
David. Hoy somos la casa de David y disfrutamos las misericordias firmes a David, las cuales son las
riquezas de la vida divina.
CAPITULO SIETE
LA VIDA EN CONTRASTE CON EL CONOCIMIENTO
Lectura bíblica: Jn. 1:1-4, 29; 3:36; 5:21, 39-40; 10:10b; 11:25a; 14:6a; Col. 3:4a; He. 7:16; Hch. 5:20; 1 P.
1:23; 1 Co. 4:15; 8:1; 2 Ti. 4:3; 2 Co. 3:6

En los capítulos anteriores vimos la vida y cómo se presenta en el Antiguo Testamento por medio del árbol
como alimento y del río como bebida. También, vimos que el alimento y la bebida son una sola entidad.
Cuando tenemos sed y nos acercamos a las aguas, recibimos el alimento. El beber y el comer se encuentran
en todo el Antiguo Testamento. Los versículos que mencionamos con respecto al comer y al beber
empiezan en Génesis 1-2 y terminan en Zacarías 14. En este capítulo queremos fijar nuestra atención en la
vida y cómo se presenta en el Nuevo Testamento, y también queremos ver cómo la vida está en contraste
con el conoci¬miento. Para ver el asunto central de la vida presentada en la Biblia, debemos profundizar el
pensamiento y el espíritu de la Biblia.

LA CREACION, LA VIDA Y LA REDENCION PRESENTADAS EN GENESIS 1-3 Y EN JUAN 1

Génesis nos dice que en el principio Dios creó, y luego se le presentó como vida al hombre. Debido a que
el hombre cayó, Dios tenía que redimirlo para que la vida siguiera estando disponible para él. Génesis 3:21
nos dice que Dios hizo túnicas de pieles del sacrificio y con ellas vistió a Adán y Eva. Probablemente Dios
mató corderos en la presencia de Adán y Eva para poder hacerles túnicas de pieles. Por tanto, la sangre de
corderos fue derramada, porque sin el derrama¬miento de sangre no hay perdón (He. 9:22). Adán
experimentó la obra redentora anticipada de Dios.

El primer capítulo del Evangelio de Juan, en el Nuevo Testamento, tiene los mismos puntos y pensamientos
espiri¬tuales que tienen los primeros tres capítulos de Génesis en el Antiguo Testamento. Juan 1 dice que
en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios (v. 1). La creación llegó a existir por medio de
Dios el Verbo, y en El la vida se le presentó al hombre (vs. 3-4). Se necesita la redención debido a la caída
del linaje humano. Así que, Juan 1:29 dice: "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!"
No debemos imaginar que el Nuevo Testamento contenga un pensamiento que no concuerda con el del
Antiguo Testa¬mento. El Antiguo Testamento y el Nuevo son un solo libro. El Antiguo Testamento es un
libro de cuadros, mientras que el Nuevo Testamento nos da la definición de los cuadros. El pensamiento y
el espíritu de los dos testamentos son iguales.

LA VIDA PRESENTADA EN EL EVANGELIO DE JUAN

Casi todos los capítulos del Evangelio de Juan nos dicen algo acerca de la vida. En la lectura bíblica de este
capítulo seleccionamos algunos versículos importantes con respecto a la vida. Juan 3:36 dice: "El que cree
en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios
permanece sobre él". Según Juan 1, el Hijo en quien creemos es Aquel que era en el principio, el Verbo,
Dios, el Creador, Aquel que tiene la vida en El, y el Cordero que quita nuestro pecado. Debemos creer en
El para que tengamos vida. Si no creemos en El, no podemos tener la vida ni verla.

Juan 5:21 dice: "Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da la vida a
los que quiere". La intención del Hijo es dar vida, y vino con el fin de dar vida. Debemos recordar estas
palabras: "El Hijo da vida". Por esto, el Señor dice en Juan 10:10b: "Yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia". En Juan 11:25a el Señor le dijo a Marta: "Yo soy la resurrección y la
vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá". En Juan 14:6 El declaró que era la vida. Estos
versículos muestran que el propio Cristo es el árbol de la vida. Después de la redención del hombre, el
árbol de la vida es presentado de nuevo al hombre en el Nuevo Testamento. Colosenses 3:4a nos dice que
Cristo es nuestra vida.

LA VIDA EN CONTRASTE CON LA LEY

En el Nuevo Testamento podemos ver no sólo la realidad del árbol de la vida, sino también la realidad del
árbol del conocimiento. Como en el Antiguo Testamento, podemos ver el árbol del conocimiento junto al
árbol de la vida en el Nuevo Testamento. Hebreos 7:16 nos dice que Cristo fue designado el Sumo
Sacerdote "no conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida indestructible".
En este versículo hay dos fuentes: la ley y la vida. La ley está al lado del árbol del conocimiento, y la vida
está al lado del árbol de la vida. En este versículo se ven dos árboles, el árbol del conocimiento junto al
árbol de la vida. Génesis 2:9 indica que los dos árboles no están muy separados el uno del otro. No están
lejos el uno del otro, sino que están ubicados juntos. Si no tenemos cuidado, es posible tocar el árbol del
conoci¬miento en vez del árbol de la vida; tal vez creamos que estamos tocando el árbol de la vida, porque
el árbol del conocimiento no está muy separado del árbol de la vida.

La ley es buena (Ro. 7:12, 16), y todo lo que es bueno no está muy separado de la vida. Todo lo
relacionado con la vida es bueno. Con la vida indestructible e interminable, nada es malo y todo es bueno.
Los mandamientos de la ley también son buenos, entonces no están muy separados de la vida. Según
nuestra mentalidad y nuestro discernimiento caídos y naturales, pensamos que cualquier cosa buena es la
vida. Pero nuestras mentes necesitan ser renovadas y transforma¬das para poder ver que es posible que lo
bueno no sea la vida. Considerar algo bueno como vida es totalmente erróneo. Este es un concepto de la
mentalidad caída. En Hebreos 7:16 la ley está relacionada con el árbol del conocimiento, y la vida está
relacionada con el árbol de la vida.

LAS PALABRAS DE LA VIDA

En Hechos 5:20 el ángel mandó a Pedro y a los apóstoles lo siguiente: "Id y puestos en pie en el templo,
hablad al pueblo todas las palabras de esta vida". A Pedro y a los apóstoles no se les mandó a ir y a hablar
solamente la palabra. Se les dijo que hablaran las palabras de esta vida. La ley no está muy separada de la
vida, y la palabra aún menos. Muchos pueden afirmar que predican y enseñan la palabra pero ¿hablan las
palabras de esta vida? En este versículo "palabras" no es la palabra griega logos sino réma. Logos es la
palabra constante, y réma es la palabra hablada para el momento. La palabra constante podría ser el árbol
del conocimiento, pero las palabras específicas que el Señor habla para el momento son espíritu y vida (Jn.
6:63). Debido a que el árbol del conocimiento y el árbol de la vida no están muy separados el uno del otro,
uno podría tomar del árbol del conocimiento y pensar que está recibiendo algo del árbol de la vida. Es
difícil discernir la vida del conocimiento, porque la vida y el conocimiento no están muy separados el uno
del otro.

LA PALABRA VIVIENTE DE DIOS

En 1 Pedro 1:23 dice: "Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre". Una simiente es un envase de la vida. La palabra
de Dios es la simiente incorruptible que contiene la vida de Dios. Por medio de esta palabra, esta simiente,
fuimos regenerados. Pedro dice que la palabra "vive". La palabra aquí en el griego es logos, pero Pedro
hizo notar que fuimos regenerados por medio del logos que vive. Es posible tener la palabra y no tener la
palabra que vive. Cuando yo era niño, recibí la palabra en la escuela dominical. Aunque asistí a la escuela
dominical, no fui regenerado, renacido, allí. No obstante, un día recibí la palabra viviente, y en aquel
tiempo nací de nuevo. La palabra en sí es el árbol del conocimiento, pero la palabra viviente es el árbol de
la vida.

GUIAS EN VEZ DE PADRES

En 1 Corintios 4:15 dice: "Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en
Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio". Los guías, los maestros, los instructores, son buenos,
pero estos guías están ligados con el árbol del conocimiento. Los guías tienen que
ver con el conocimiento, pero el padre con la vida. Los padres imparten vida a sus hijos a quienes
engendran, y el apóstol era semejante padre, que impartió la vida divina en los corintios para que llegasen a
ser hijos de Dios y miembros de Cristo. De nuevo, podemos ver cuán difícil es distinguir entre la vida y el
conocimiento.

EL CONOCIMIENTO EN CONTRASTE CON EL AMOR

En 1 Corintios 8:1 Pablo nos dice: "El conocimiento envanece, pero el amor edifica". El conocimiento
externo y objetivo que envanece viene del árbol del conocimiento del bien y del mal, la fuente de la muerte.
El amor espiritual (no carnal), el cual es una expresión de la vida como se describe en 1 Corintios 13,
edifica; viene del árbol de la vida, la fuente de la vida. El conocimiento pertenece al árbol del
conoci¬miento, y la vida pertenece al árbol de la vida.

LA SANA ENSEÑANZA

En 2 Timoteo 4:3 dice: "Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo
comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concu¬piscencias". La enseñanza
proviene del conocimiento, pero "sana" implica la vida. Todo lo sano está relacionado con la salud de la
vida. Lo que necesitamos no es simplemente la enseñanza, sino la sana enseñanza. Lo que enseña uno
puede ser muy fundamental pero aún así es muerte. Necesitamos la sana enseñanza, la que tiene la vida.
Según 2 Timoteo 4:3 los que no soportan la sana enseñanza conforme a sus propias concupiscencias "se
amontonarán maestros" que alivian el "comezón de oír". Estos no pueden soportar la sana enseñanza, sino
que se amontonan maestros porque tienen un comezón de oír, tienen oídos que buscan las palabras
agradables para su propio placer.

En 1964 cierto grupo cristiano me invitó a estar con ellos en San Diego, y el que era responsable en ese
grupo levantó un letrero que llamaba a la gente a ir a escuchar a Witness Lee. Cuando vi ese letrero, le dije
al que era responsable que lo quitara. De otro modo, no podría hablar. Algunos cristianos asisten a muchas
conferencias, pero no hay cambio en sus vidas. Estos están adictos a escuchar los oradores buenos. Tienen
comezón de oír, y estos oradores buenos llegan a ser para ellos una droga. Oyeron muchas enseñanzas pero
la vida diaria permaneció igual. Sólo se amontonaron maestros que aliviaban el comezón de oír.

LA LETRA EN CONTRASTE CON EL ESPIRITU

En 2 Corintios 3:6 se nos dice que los apóstoles eran "ministros competentes de un nuevo pacto, ministros
no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica". Génesis 2 nos muestra que el
árbol del conocimiento es un árbol de la muerte. Dios le advirtió a Adán, diciéndole que si comía del árbol
del conocimiento, ciertamente moriría (Gn. 2:17). El Nuevo Testamento dice que la letra mata. Cuando
Pablo habló de la letra, no se refería a la letra de un periódico, sino a la letra de la Biblia. En cierto sentido,
la Biblia mata. En 2 Corintios 3:6 la letra está en contraste con el Espíritu.

LAS ESCRITURAS Y EL SEÑOR MISMO

El Señor Jesús dijo a los religiosos judíos: "Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí" (Jn. 5:39-40). Puesto que las Escrituras
testifican en cuanto al Señor, no deben ser separadas del Señor. Es posible tocar las Escrituras sin tener
contacto con el Señor. El Señor es el único que da vida. Si tenemos las Escrituras sin el Señor, no podemos
recibir la vida. Sin Cristo, aun las Escrituras son el simple conocimiento. En vez de hallar nosotros vida en
la Biblia, es posible que la Biblia nos mate. Sin Cristo, la Biblia es un libro de la letra, y la, letra mata.

LA NECESIDAD DE DISCERNIR LA DIFERENCIA


ENTRE EL CONOCIMIENTO Y LA VIDA

Los versículos que hemos considerado hasta ahora nos muestran que el conocimiento no está muy separado
de la vida. Satanás es muy sutil. Hace que la gente se concentre en cosas tales como la ley, la obra, la
palabra, los guías, el conocimiento, la enseñanza y la letra de la Biblia. Estas cosas
no son malas. Algunos tal vez digan: "¿Qué hay de mal con la ley, el lógos divino, los guías, el
conocimiento, la enseñanza, y la letra de la Biblia?" Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que
veamos la diferencia entre el conocimiento y la vida. El árbol del conocimiento no está relacionado
solamente con el mal, sino también con el bien. Es el árbol del conocimiento del bien y del mal. Creo que
el árbol de la vida y el árbol del conocimiento eran muy parecidos (Gn. 2:9; cfr. 3:6). Satanás, en su
sutileza, siempre nos dirige al árbol del conocimiento, apartándonos del árbol de la vida. La Biblia dice que
fuimos regenerados mediante la palabra viviente, pero tal vez no nos fijemos en la palabra viviente. La
Biblia dice que necesitamos padres, pero quizás busquemos guías o instructores. La Biblia emplea la
expresión sana enseñanza, pero puede ser que hagamos a un lado la palabra sana cuando hablamos de las
enseñanzas.

Es preciso que veamos la diferencia que existe entre el conocimiento y la vida en los versículos que hemos
señalado. Debemos ver el contraste entre la ley y la vida, entre la palabra constante y las palabras habladas
para el momento, entre el logos y el lógos viviente, entre los guías y los padres, entre el conocimiento y el
amor, entre la enseñanza y la sana enseñanza, entre la letra y el Espíritu, y entre las Escrituras en sí y el
Señor viviente. Todos los versículos que hemos tratado nos muestran que el árbol del conocimiento todavía
permanece con nosotros hoy en día. La iglesia local está relacionada con la vida, pero las enseñanzas en
cuanto a la iglesia local pueden ser simplemente conocimiento. Queremos las iglesias locales, y no la mera
enseñanza doctrinal acerca de las iglesias locales. Si sólo recibimos la enseñanza acerca de ciertas cosas,
esa enseñanza llega a ser un conocimiento que mata.

Debemos dejarnos impresionar de que en el Antiguo Testamento así como en el Nuevo se encuentren el
árbol de la vida y el árbol del conocimiento, y estos dos estén con nosotros hoy en día. Necesitamos orar:
"Oh Señor, ten misericordia de mí. No quiero ocuparme por el conocimiento porque éste trae muerte.

Ayúdame a concentrarme en el árbol de la vida". Es posible que muchas veces fuésemos engañados sin
saber. El insidioso, Satanás, puede entrar furtivamente para distraernos con el mejor conocimiento y así
apartarnos del árbol de la vida. Por muy bueno que sea el conocimiento, sigue siendo el conocimiento que
mata.

Debemos darle gracias al Señor y alabarle porque El es vida para nosotros. No debemos ocuparnos con lo
bueno o lo malo, lo correcto o lo incorrecto, en conformidad con el árbol del conocimiento, sino que
necesitamos fijar todo nuestro ser en el fluir de la vida. ¿Qué ventaja hay si tenemos razón en cuanto a
nuestra doctrina pero estamos muertos? Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos lo que El busca
en estos días. Ahora el Señor desea obtener un grupo de personas que le disfruten como vida. El se presentó
a Sí mismo como vida para que nosotros tuviéramos la vida y para que la tuviéramos en abundancia. Por Su
misericordia, es menester que nuestros ojos se abran para que veamos el daño que ha traído el
conocimiento. No nos debe interesar el conocimiento sino la vida.

En el principio era el Verbo, quien era Dios. En El estaba la vida, y El llegó a ser el Cordero de Dios, que
quita nuestros pecados. El Cordero llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b) para impartirse como
vida en nuestro ser. Diaria¬mente y momento a momento, necesitamos tener contacto con El. Cuando
tocamos la Biblia, debemos tener contacto con El ejercitando nuestro espíritu y no simplemente ejercitando
nuestra mente. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar la Palabra, tocamos el árbol de la vida. El
árbol de la vida y el árbol del conocimiento permanecen con nosotros hoy en día. Estos árboles están
ubicados juntos el uno al otro. Debemos tener cuidado y sólo recibir de la vida y no del conocimiento que
trae muerte. Tenemos que estar alerta para no ser engañados.
CAPITULO OCHO
COMER Y BEBER EN EL NUEVO TESTAMENTO
Lectura bíblica: Jn. 4:14; 6:35, 57, 63; 7:37-39; 1 Co. 3:2;
10:3-4; He. 5:12b-14a; 1 P. 2:2-3; Ap. 2:7b; 3:20; 7:16-17; 21:6b;
22:1-2, 17; Mt. 22:2-3; Lc.14:16-17; 15:22-23; 1 Co. 10:21;
Ap. 19:9

COMER Y BEBER: EL PENSAMIENTO CENTRAL DE LA ECONOMIA DE DIOS

El pensamiento central de la economía de Dios consiste en que comamos y bebamos a Cristo. Este
pensamiento se encuentra no sólo en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo. El concepto de
comer y beber empieza al principio de la Biblia en Génesis y continúa hasta el final de la Biblia, en
Apocalipsis. En la economía de Dios, El no se nos presenta a Sí mismo como cierta clase de religión, sino
como alimento y bebida. Si comprendemos el verdadero significado de los versículos enumerados en la
lectura bíblica, veremos que comer y beber constituye el pensamiento central del Nuevo Testamento.

El evangelio es un banquete

En Mateo 22 el Señor Jesús comparó el evangelio de Dios con una boda o una cena de bodas, una gran
cena, que un rey preparó para su hijo (vs. 1-14). Así que, el evangelio tiene que ver con el disfrute que uno
tiene al comer y beber.

En Lucas 14:16-17 el Señor Jesús comparó de nuevo el evangelio con una gran cena. Dios, como el hombre
[de la parábola], envió a Sus esclavos para que dijeran a los convidados: "Venid, que ya todo está
preparado" (v. 17). Dios ha preparado Su plena salvación como una gran cena. Nosotros asistimos a la cena
no para aprender enseñanzas, sino para participar del comer y del beber. Cuando fuimos salvos,
empezamos a experimentar el disfrute que se tiene al comer. Después de que somos salvos, el Señor
siempre nos pone un banquete.

Cuando fui salvo, aunque nadie me dijo, sentí que había algo dentro de mí reservado sólo para mi disfrute;
me nutría, me daba refrigerio, me traía el agua viva. Yo estaba muy contento en mi espíritu. Pero muy poco
después de aquella experiencia inicial, fui conducido a ocuparme de las enseñan¬zas solamente. Llegué a
estar lleno de enseñanzas, pero interiormente estaba vacío. El cristianismo es una religión llena de
enseñanzas, pero el Señor quiere recobrar Su evangelio hasta que sea un verdadero banquete. El evangelio
es un banquete donde todo está preparado, y nosotros simplemente nos acercamos para comer, beber y
disfrutar.

El concepto central del Nuevo Testamento consiste en que comamos y bebamos de Cristo para disfrutar un
gran banquete de Cristo. En Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó, el padre dijo a sus esclavos que le
vistiesen con el mejor vestido, y que le pusiesen un anillo en la mano y sandalias en sus pies (v. 22). El
vestido se le dio para su cuerpo, el anillo para su mano, y las sandalias para sus pies. Estos artículos
representan la justificación externa dada por el Padre mediante Cristo. Este vestido externo, empero, no era
suficiente para llenar las necesidades del hijo, pues éste se moría de hambre. Interiormente necesitaba el
alimento. Primero su padre le adornó para hacerle digno, dándoles así los requisitos para entrar en la casa
del padre y cenar con él. Después de darle el adorno exterior, el padre dijo a sus esclavos: "Traed el becerro
gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos" (Le. 15:23).

No solamente necesitarnos el adorno externo, sino también el llenar interior. El vestido, el anillo y las
sandalias tienen que ver con lo externo, el lado de la justificación traída por la sangre de Cristo. En la
observancia de la Pascua, la sangre cubrió la casa (Ex. 12:7). Bajo la protección de la sangre, el pueblo
disfrutó la carne del cordero (v. 8). Del mismo modo, bajo la protección del vestido, el hijo pródigo disfrutó
con su padre el becerro gordo inmolado. Con esto tenemos el lado interior, el cual representa el
disfrute interior que tenemos al experimentar a Cristo como nuestro suministro de vida. Cristo es el vestido
y también el becerro gordo. Cristo es nuestra protección exterior y también nuestro llenar interior. Debemos
disfrutarle como el becerro gordo diariamente. En la casa del Padre tenemos un banquete, una mesa.
Antes de que el hijo pródigo regresara, se preparó para ser tratado como si fuera un esclavo que laboraba
día tras día por su padre (Le. 15:19). Pero su padre no quería que su hijo laborara por él, sino que disfrutara
un banquete con él. Cuando llegamos a la iglesia local, tenemos que abandonar el concepto de laborar.
Vamos a la casa del Padre, la iglesia local, para disfrutar un banquete. En la casa del Padre hay una mesa
preparada para que nosotros vayamos y cenemos. Simplemente venga para comer y alegrarse (Le. 15:23).
El Señor Jesús estará satisfecho, el Padre estará feliz y nosotros estaremos llenos. Todos necesitamos
disfrutar este banquete.

La mesa del Señor es un banquete semanal

La mesa del Señor también nos es un banquete. Sema¬nalmente, al ir nosotros a la mesa del Señor,
tenemos un banquete. Anteriormente, cuando yo asistía a los servicios de la llamada comunión, nunca me
dijeron que la cena del Señor era una mesa, un banquete. Me enseñaron que debía tomar la comunión santa
al examinarme primero para ver si era pecaminoso o no. Me preguntaba acerca de mi corazón, mi mente y
mis pensamientos. Me preguntaba cómo me había comportado con mis padres, mis maestros, mis
compañeros de clase, mis vecinos y mis amigos. Luego me enseñaron que debía recordar al Señor
acordándome de que El era Dios, quien se hizo hombre, nació en un pesebre, y así sucesivamente. Sin
embargo, no me dijeron que en la mesa del Señor tenía que disfrutarle, es decir, que debía comer de El y
beber de El. Examinarnos y recordar lo que el Señor ha hecho por nosotros ciertamente no es incorrecto.
No obstante, el hecho de que recordemos al Señor simplemente comiendo y bebiendo, o sea, disfrutándole,
concuerda con el concepto divino.

En 1 Corintios 11:24-25 se dice: "Esto es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de
Mí ... Esta copa ... la bebáis, en memoria de Mí". Recordar verdaderamente al Señor es comer el pan y
beber la copa (v. 26), es decir, participar del Señor, disfrutarle a El, quien se nos ha dado mediante Su
muerte redentora. Comer el pan y beber la copa es recibir al Señor redentor como nuestra porción, nuestra
vida y nuestra bendición. Esto es recordarle de manera genuina. Entonces, recordamos al Señor no al
pensar en El, sino al comerle, beberle y disfrutarle. La mesa del Señor es una proclamación semanal, una
declaración hecha para todo el universo de que nosotros disfrutamos diariamente a Cristo como nuestro
alimento y bebida. El es nuestro banquete, nuestro disfrute.

La cena de bodas del Cordero

Finalmente, cuando El venga, los creyentes vencedores se unirán a El para disfrutar un banquete en la cena
de bodas del Cordero (Ap. 19:7, 9). Ese banquete de bodas, el cual es universal y único en su género,
durará mil años. El banquete de mil años será el día de bodas para Cristo, porque para con el Señor mil
años son como un solo día (2 P. 3:8). Durante los mil años, la iglesia es la novia, y después del mil años, la
iglesia es la esposa (Ap. 21:9-10). La diferencia entre una novia y una esposa radica en que la novia sólo es
novia el día de bodas. Después del día de bodas, la novia se convierte en la esposa. En el día de bodas, se
ven el novio y la novia; al día siguiente, el esposo y la esposa. El reino milenario, el cual durará mil años,
será el día de bodas para Cristo, en el cual los creyentes vencedores estarán con Cristo, disfrutando Su cena
de bodas.

Un banquete eterno

El evangelio es un banquete que durará la eternidad; por consiguiente, la mesa del Señor nunca tendrá fin.
Ahora la mesa del Señor es un anticipo del sabor pleno que tendremos en la eternidad. Finalmente el sabor
pleno reemplazará nuestro anticipo actual. En la mesa de ese banquete, disfru¬tamos a Cristo mismo, quien
es nuestra comida y bebida. Comemos a Cristo (Jn. 6:35, 57) y bebemos el Espíritu (Jn. 7:37-39; 1 Co.
12:13), quien también es Cristo mismo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17).

COMER Y BEBER EN EL EVANGELIO DE JUAN

Comer y beber de Cristo también se revela en el Evangelio de Juan. Por todo el Evangelio de Juan, el Señor
Jesús se refiere a Sí mismo como nuestra vida (10:10; 4:14; 6:35; 7:38; 14:6). En el primer capítulo del
Evangelio de Juan, un libro que muestra la manera en que el Señor Jesús como vida puede satisfacer las
necesidades de todos los hombres, hay cinco puntos principales: Dios, el Verbo, la carne, el Cordero y la
vida. En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios (Jn. 1:1). Este Verbo, quien era el propio Dios, se
hizo carne (v. 14), lo cual significa que se hizo hombre. Como hombre El es el Cordero de Dios (v. 29),
nuestro Redentor, y también es nuestra vida (1:4; 10:10). El Evangelio de Juan empieza con Dios, el Verbo,
la carne, el Cordero y la vida.

En el capítulo dos del Evangelio de Juan hay un aconteci¬miento maravilloso: una cena de bodas (vs. 1-
11). Cuando yo era joven, estudié esta porción de la Palabra. Entendí el capítulo uno pero no entendí el
capítulo dos. No sabía lo que significaban las bodas ni el agua que fue cambiada en vino. Ahora tengo
mucha más comprensión. En la cena de bodas descrita aquí, el vino se acabó, entonces el Señor Jesús pidió
a los que servían que llenaran con agua las seis tinajas de piedra. Estas tinajas se empleaban en los ritos
judíos de purificación por agua, los cuales demuestran el intento, por parte de la religión, de limpiar a la
gente por medio de ciertas prácticas muertas. Pero el Señor cambió en vino el agua que estaba en las
tinajas, la cual fue usada para purificación. ¡Este vino no sirve como limpieza externa, sino como una
bebida! ¡Debemos olvidarnos de cuán sucios estamos por fuera y beber al Señor como nuestro vino
interior! Por muy limpios y purificados que estemos exteriormente, puede ser que aún así estemos muertos
por dentro. El Señor Jesús no vino simplemente para limpiar nuestro exterior, sino para que nosotros
bebamos de El. El Señor convirtió el agua en vino, cambiando el elemento de limpieza en un elemento que
se bebe.

La vida del Señor es un banquete; su fin no es purificarnos, ni limpiarnos externamente, sino que la
bebamos, que la ingiramos. La bebida que ingerimos por dentro hará el trabajo de limpiar. Lo que bebemos
nos limpia, no desde afuera, sino desde el interior. Esta es una limpieza metabólica, una limpieza hecha por
la vida. No es una limpieza hecha de manera externa, sino una limpieza metabólica desde el interior y por
la vida.

Ahora aprecio mucho Juan 2. En muchos lugares, cuando me pedían que predicara el evangelio, usaba Juan
2. He dicho a las personas: "Ustedes son las seis tinajas de agua porque, ya que el hombre fue hecho el
sexto día (Gn. 1:26, 31), el número seis representa al hombre. Necesitan el vino; necesitan la vida. No
intenten mejorarse o corregirse. Esto sería simplemente tratar de limpiarse o purificarse. No necesita el
agua que limpia, sino el vino que usted puede beber". Juan 2 nos muestra que nuestra necesidad no es ser
limpiados exteriormente sino beber, a saber, recibir algo en nuestro interior. La idea que se encuentra en
Juan 2 es el de beber y comer al Señor.

En el capítulo tres, Nicodemo, un maestro muy erudito y culto y un hombre mayor con mucha experiencia,
vino al Señor y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro" (3:2). El concepto humano
consiste en que necesitamos un maestro y más enseñanzas. El Señor Jesús es muy sabio. El no discutió con
Nicodemo ni lo reprendió, ni habló demasiado con él. Después de escucharle, el Señor Jesús respondió:
"De cierto, de cierto te digo: El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (3:3). Con estas
palabras Nicodemo quedó realmente perplejo. Es posible que pensara: "Yo vine para que Tú me enseñaras,
o sea, vine buscando enseñanzas. Reconozco que Tú eres un rabí, un maestro, pero no entiendo lo que
quieres decir con eso de nacer de nuevo. Un hombre viejo como yo no puede regresar al vientre de su
madre y volver a nacer. ¿Qué tipo de enseñanza es ésta?"

El Señor Jesús-indicó a Nicodemo que nacer de nuevo no significaba regresar al vientre de su madre y
volver a nacer. Nacer de nuevo es nacer del agua y del Espíritu (v. 5). Lo que es nacido de la carne, carne
es (v. 6). Aun si Nicodemo pudiera haber entrado en el vientre de su madre y volver a nacer, no habría
seguido siendo el mismo Nicodemo, la misma carne.

Necesitaba algo más. Tenía que nacer del Espíritu. "Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (v. 6). Las
palabras del Señor dejaron a Nicodemo totalmente sorprendido. Si usted o yo estuviéramos allí, a nosotros
también, junto con Nicodemo, nos habría dejado sorprendidos el lenguaje celestial del Señor.

El Señor Jesús continuó hablando con Nicodemo, diciéndole que como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así era necesario que El como Hijo del Hombre fuese levantado (3:14). Todas las personas
moribundas, habiendo sido mordidas por las serpientes, tenían que mirar la serpiente de bronce levantada
por Moisés. Todos los que vieron la serpiente de bronce vivieron (Nm. 21:7-9). El Señor estaba allí para
que Nicodemo lo mirara. Nicodemo tenía que creer en El; como resultado tendría la vida eterna. Nicodemo
no necesitaba las enseñanzas, sino la vida eterna, la vida que Cristo podría darle.

Mientras que el capítulo tres trata de una persona muy culta y muy religiosa, que buscaba y temía a Dios,
una persona moral, el capítulo cuatro trata de una mujer inmoral. Aunque era muy mala en el sentido de
que había tenido cinco esposos y ya vivía con el sexto, quien no era su esposo, aún así intentó hablar de la
religión. Fingió ser religiosa porque el Señor Jesús había expuesto la historia perversa de ella. El Señor le
dijo: "Vé, llama a tu marido, y ven acá" (Jn. 4:16). Ella dijo que no tenía esposo. Esto fue la verdad pero
también fue una mentira. Le mintió al Señor Jesús diciéndole la verdad. El Señor Jesús, contestándole, dijo:
"Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido;
esto has dicho con verdad" (Jn. 4:17-18). Inmediatamente cambió de tema, pasando de sus maridos a la
adoración de Dios (vs. 19-20). Hablar de sus maridos era desagradable. Debido a que las palabras del Señor
con respecto a su marido tocaron la conciencia de la mujer, ella hizo girar la conversación hacia la
adoración.

El Señor Jesús, en Su sabiduría, también empezó a hablar de la adoración a Dios, diciendo: "Dios es
Espíritu; y los que le adoran en espíritu y con veracidad es necesario que adoren" (Jn. 4:24). Finalmente, el
Señor le reveló que este Espíritu, quien es Dios mismo, y quien es Aquel a quien debemos adorar, es el
agua viva (Jn. 4:24, 14). El propio Dios quien es Espíritu es el agua de la vida. Recibimos el agua de la vida
ejercitando nuestro espíritu para ponernos en contacto con El, es decir, para adorarle.

En el capítulo tres del Evangelio de Juan se nos dice que tenemos que nacer de nuevo, es decir, nacer la
segunda vez. Luego en el capítulo cuatro el Señor Jesús habla del beber (v. 14), en el capítulo seis, del
comer (v. 57), y en el capítulo siete vuelve a hablar del beber (vs. 37-38). El beber y el comer parecen ser
dos cosas diferentes, pero en realidad son una sola. Juan 6:35 dice: "Yo soy el pan de vida; el que a Mí
viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás". Comemos el pan y nunca tendremos
sed. ¿Es el Señor el pan que comemos o que bebemos? Parece que Juan 4 sólo trata del beber, y que Juan 6
sólo habla del comer. Pero aun en Juan 6, que es aparentemente un capítulo que sólo trata de comer,
también se dice algo de beber. No se puede separar el comer del beber ni el beber del comer. Isaías 55:1
dice: "A todos los sedientos: Venid a las aguas ... venid, comprad y comed". Nos acercamos a las aguas y
obtenemos comida. Esto comprueba que el comer y el beber tienen un solo fin. En nuestra vida diaria, nos
es difícil comer sin beber. ¿Acaso ha cenado usted sin beber? El comer y el beber van juntos. Estos dos son
uno.

El Evangelio de Juan nos revela la vida. Esta vida sólo puede mantenerse por el suministro de la vida, el
cual es el alimento y el agua. Puesto que recibimos al Señor Jesús como vida, todos necesitamos aprender a
beber y a comer. La razón por la cual muchos cristianos son débiles hoy en día, es que no saben cómo
comer y beber. Muchos cristianos saben que Cristo es el pan de la vida, pero muy pocos saben cómo
comer. Muchos saben que Cristo es el agua de la vida, pero muy pocos saben cómo beber. No sólo
debemos saber cómo comer y beber, sino que debemos comer y beber cada hora y diariamente. Comiendo
el pan y bebiendo el agua, no sólo recibimos la vida, sino que también-recibimos el suministro de la vida.
En capítulo tras capítulo del Evangelio de Juan, el Señor se revela como nuestra vida y nuestro suministro
de vida. Le recibimos como nuestra vida y participamos de El como nuestro suministro de vida al comer y
beber de El. En el capítulo uno el Señor, el Dios todopoderoso que estaba en el principio, se hizo carne, se
hizo hombre, para ser el Cordero de Dios a fin de realizar la obra redentora de Dios para que El sea nuestra
vida. Como nuestra vida, El también nos es un banquete, donde se tiene el vino para beber y disfrutar, así
como lo presentado en el capítulo dos. Según el capítulo tres, la manera en que recibimos este vino es nacer
de nuevo. El día que recibimos al Señor Jesús, nacimos de nuevo, y comenzamos a beber a Cristo como el
vino y disfrutarle como un banquete. Ahora debemos beber y comer a Cristo, dándonos cuenta de que el
alimento y la bebida se mezclan juntos. Día tras día debemos beber y comer, comer y beber, disfrutando al
Señor todo el tiempo.

COMER Y BEBER EN LAS EPISTOLAS Y EN APOCALIPSIS

El pensamiento y el concepto de comer y beber se encuen¬tran no sólo en los Evangelios, sino también en
las Epístolas de los apóstoles Pablo y Pedro y en el libro de Apocalipsis. En 1 Corintios 3:2 Pablo dijo: "Os
di a beber leche". Por un lado, la leche es bebida, y por otro, es alimento. La leche consiste de alimento y
agua. Es agua que contiene alimento. En 1 Corintios 10, Pablo también habló de beber y comer,
aplicándonos el tipo de los hijos de Israel (vs. 3-4, 6).

En Hebreos 5, Pablo dijo a los santos que tenían necesidad de leche y no de alimento sólido, porque la
leche es para los bebés, mientras que el alimento sólido es para los maduros (vs. 12-14). Beber es tomar el
alimento en forma de líquido, y comer es recibir el alimento sólido. Cuanto más débil es uno, más necesita
beber, y cuanto más fuerte uno es, más necesita comer. Además, cuando estamos enfermos, bebemos más
de lo que comemos. Cuando tenemos buena salud, comemos más de lo que bebemos. En 1 Corintios 3,
Pablo dio a entender que los santos en Corinto eran muy débiles. Por lo tanto, no podía alimentarles con
algo sólido. Sólo podía darles a beber leche, el alimento líquido. En 1 Pedro 2:2-3 dice: "Desead, como
niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación, si es
que habéis gustado lo bueno que es el Señor".

Finalmente, en Apocalipsis, las promesas dadas a los que vencen constan de comer el árbol de la vida (2:7),
disfrutar el maná escondido (2:17), y cenar con el Señor (3:20). La mención del árbol de la vida es una
referencia a Génesis 2, y la del maná escondido a toda la historia de los hijos de Israel en el desierto.
Durante cuarenta años comieron el maná (Ex. 16:35); por consiguiente, el maná fue el punto central de su
historia. En Apocalipsis 3:20 el Señor Jesús dijo: "He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi
voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Cenar no es simplemente comer una sola
comida, sino que es recibir las riquezas de una comida. Es posible que esto se refiera al rico producto de la
buena tierra de Canaán comido por los hijos de Israel (Jos. 5:10-12).

En Apocalipsis 7 los santos redimidos quienes hayan sido arrebatados a los cielos, a la presencia de Dios,
disfrutarán al Señor Jesús como el Cordero y el Pastor, quien los conduce a los manantiales de las aguas de
vida (v. 17). El pastoreo incluye la alimentación; por lo tanto, comeremos y también beberemos. No sé de
manera completa lo que haremos en la eternidad, pero sí sé que haremos por lo menos tres cosas: comer,
beber y alabar. En la eternidad nuestro vivir y nuestra vida se compondrán de comer, beber y alabar.
Nuestra vida en la eternidad será una vida de comer, beber y alabar. En las iglesias locales tenemos un
anticipo hoy en día. Debemos comer, beber y alabar. Cuando decimos: "Oh Señor, amén" esto es comer.
Decir: "Aleluya" es beber y alabar. ¡Alabado sea el Señor! Nosotros somos los que comemos, bebemos y
alabamos.

Finalmente en Apocalipsis 22, se nos invita a beber gratuitamente del agua de vida (v. 17). El Espíritu y la
novia juntos dicen que vengamos y bebamos gratuitamente del agua de la vida. En toda la Biblia,
Apocalipsis 22:17 es la llamada final dada por Dios al linaje humano. Esta llamada divina final es que nos
acerquemos y bebamos. Si usted se acerca para beber, ciertamente comerá. En el agua de la vida crece el
árbol de la vida (22:2). Cuando nos acercamos al agua, tenemos el árbol. Cuando bebemos el agua,
comemos el árbol de la vida. El pensamiento central de la economía de Dios consiste en que comamos y
bebamos. Todos debemos aprender cómo disfrutar la vida divina comiendo y bebiendo a Cristo.
CAPITULO NUEVE
EL ALIENTO DE VIDA

Lectura bíblica: Gn. 2:7; Ez. 37:1-14, 26-28; Jn. 20:22; 3:8; Hch. 2:2, 4; 2 Ti. 3:16; Ap. 11:11; 2 Ts. 2:8

EL ALIMENTO SE ENCUENTRA EN EL AGUA Y EL AGUA SE HALLA EN EL AIRE

En los últimos capítulos vimos que el Señor es nuestro suministro de vida como el agua que bebemos y el
alimento que comemos. También vimos que el alimento se encuentra en el agua. Isaías 55 nos dice que
cuando nos acercamos a las aguas, comemos. El árbol de la vida como alimento crece en el agua de la vida.
Por lo tanto, si queremos comer del árbol de la vida, tenemos que acercarnos al agua de la vida. Debemos
acudir al agua para obtener nuestro alimento. Isaías 55:1 nos dice que cuando venimos a las aguas,
comemos y compramos "sin dinero y sin precio, vino y leche". Es difícil decir si la leche es solamente agua
o solamente alimento, porque la leche es alimento disuelto en agua. El mismo principio se aplica al vino: es
alimento disuelto en agua. El vino es hecho de las uvas, las cuales son un alimento. Cuando las uvas se
convierten en vino, son alimento disuelto en agua.

El alimento se halla en el agua, y el agua está en el aire. Cuando el agua se convierte en vapor, entra en el
aire. El aire envía el agua a la tierra en forma de lluvia, y el agua que está en la tierra se vaporiza y regresa
al aire. Hay aparatos llamados vaporizadores que convierten el agua en vapor para que sea inhalada.
Después de cierto tiempo, el agua que está en el vaporizador entra en el aire. Cuando permanecemos en un
cuarto donde funciona un vaporizador, inhalamos el aire y recibimos agua, porque el agua está en el aire.
Génesis 2:5-6 dice: "Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que
naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la
tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra". He aquí el vapor del cual
hablamos. Las plantas crecen para producir alimento al ser regado, y el agua viene del aire. El aire envía el
agua, y ésta da por resultado el alimento. En Ezequiel 47 vimos que junto con el agua los árboles sirven
como alimento. El agua sana el Mar Salado y produce muchos peces. El agua también riega el desierto,
convirtiéndolo en fuentes de cabritos y becerros. Los árboles, los peces, y el ganado son alimento. Este
alimento viene del agua, y el agua del aire.

Si queremos obtener alimentos, tenemos que acercarnos al agua. Si queremos recibir el agua, necesitamos
el aire. Si deseamos comer, tenemos que beber. Si vamos a beber, debemos respirar. Cuando inhalamos el
aire, recibimos el agua. Además, en el agua obtenemos el alimento.

Finalmente, el aire es el aliento, y en la Biblia el aliento es el Espíritu. En el hebreo así como en el griego,
la palabra traducida "Espíritu" es la misma palabra que se traduce "aliento". La palabra griega que se
traduce "Espíritu" es pneúma, y la palabra hebrea traducida "Espíritu" es ruach. En Ezequiel 37 este
vocablo hebreo se traduce en tres palabras diferentes: Espíritu, aliento y viento. La versión American
Standard hace notar en el margen del texto que la palabra "aliento" se puede traducir "Espíritu" (v. 5), la
palabra "viento" se puede traducir "aliento" (v. 9), y aliento se puede traducir "viento" o "Espíritu" (v. 9).
El alimento se halla en el agua, el agua se encuentra en el aire, el aire es el aliento, el aliento es el Espíritu,
y el Espíritu es Dios. Juan 4:24 nos dice que Dios es Espíritu. La esencia de Dios es Espíritu. Así como la
madera puede ser la esencia de una mesa, Espíritu es la esencia divina. Dios es Espíritu; El --es ruach o
pneúma. La esencia de Dios es el aliento divino. Dios es aliento para nosotros. De todos los seres creados,
el hombre fue el único en el cual Dios exhaló el aliento de vida (Gn. 2:7). Este aliento se convirtió en el
espíritu humano del hombre. Dios hizo al hombre formándolo del polvo de la tierra y soplando el aliento de
vida en él. Apocalipsis 11:11 también relata un caso en el cual el aliento de vida que procede de Dios entra
en el hombre. Entre los seres creados por Dios, el hombre es el único que tiene este privilegio.

FUEGO, ALIENTO Y AGUA

Los tres capítulos principales del libro de Ezequiel son los capítulos uno, treinta y siete, y cuarenta y siete.
El capítulo uno trata del fuego, el capítulo treinta y siete habla del aliento, y el capítulo cuarenta y siete
trata del agua. Todas las cosas mundanas y pecaminosas, incluyendo a Satanás y sus ejércitos,
experimentan la quemadura del fuego ardiente. Finalmente, todas estas cosas negativas serán echadas en el
lago de fuego (Ap. 20:10), pero nosotros los creyentes seremos los constituyentes de la ciudad de agua, la
Nueva Jerusalén (Ap. 22:1). Entre el fuego y el agua se halla el aliento.

LOS HUESOS SECOS NECESITAN EL ALIENTO

En Ezequiel 47 tenemos la casa de Dios, el edificio de Dios, pero en el capítulo treinta y siete, los hijos del
Señor se ven como si fueran huesos secos e inconexos. Ninguno de los huesos está unido el uno al otro. Los
huesos son independientes y están separados. Estos huesos secos están en medio de un valle. Aquí el
cuadro es semejante al de los hijos de Israel antes de su partida de Egipto. El último versículo de Génesis
muestra que los hijos de Israel estaban en un "ataúd en Egipto" (50:26). En Ezequiel 37 se ve a los hijos de
Israel como si estuvieran en sepulcros (vs. 12-13). Los huesos secos esparcidos en medio del valle fueron
los huesos de los muertos (v. 9b). Satanás fue quien los mató y los enterró. Los huesos secos necesitan que
el aire, el aliento, los vivifique.

Hay una expansión de aire que rodea la tierra para que la vida exista en la tierra y sirva al propósito de
Dios. Como Espíritu, Dios es el verdadero aire, el aliento. En el aire tenemos el agua, y en el agua, el
alimento. Dios como nuestra vida es nuestro aire, nuestra agua y nuestro alimento. Cuando comemos,
bebemos, y cuando bebemos, comemos. Uno come al beber, y uno bebe al respirar. Además, uno respira al
alabar. Cuando decimos: "¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!", respiramos.

La manera de inhalar a nuestro maravilloso Señor es decir: "¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!" Al inhalar al
Señor de este modo, el agua nos riega y nuestra sed se apaga. Tenemos la sensación de que estamos llenos
y satisfechos. Podemos inhalar, beber y comer al Señor clamando: "¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!" Al
declarar: "¡Oh Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!", recibi¬mos el aire, el agua y el alimento.

El himno #119 por A. B. Simpson habla de la respiración de modo maravilloso. El coro de este himno dice:
Exhalando, exhalando
Culpas y pesar;
Inhalando, inhalando
De Tu gran caudal.

Necesitamos inhalar a Cristo como nuestro propio aliento. Al inhalar a Cristo podemos recibirle en lo más
profundo de nuestro ser.

EL VIENTO, EL ALIENTO Y EL ESPIRITU

Debemos recordar que en Ezequiel 37 el viento es el aliento, y el aliento es el Espíritu. El versículo 9 dice:
"Y me dijo: Profetiza al viento, profetiza, hijo de hombre, y di al viento: Así ha dicho Jehová el Señor: Ven
de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos, y vivirán" (heb.). El Señor le dijo a Ezequiel
que se dirigiera al viento, llamándolo: "Oh aliento". Esto significa que el viento es el aliento. El viento y el
aliento en ese versículo son la palabra hebrea ruach. Luego el versículo 14 dice: "Y pondré mi Espíritu en
vosotros". El Espíritu mencionado en este versículo también es ruach. Así que, el viento es el aliento, y el
aliento es el Espíritu. Cuando el Señor sopla, El es el viento. Cuando le inhalamos, El es el aliento. Cuando
entra en nosotros, es el Espíritu. El Señor viene como el viento, le recibimos a El como aliento, El entra en
nosotros- como el Espíritu, y el Espíritu es la vida.

LOS HUESOS SE JUNTARON CON RUIDO Y CON TEMBLOR

Antes de que viniera el Espíritu, nosotros éramos huesos secos. No solamente estábamos muertos y secos,
sino que también estábamos sepultados y en el valle. Después de que Ezequiel profetizó: "Hubo un ruido ...
y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso" (v. 7). Antes de la profecía de
Ezequiel, los huesos secos estaban callados y separados. Un cementerio lleno de huesos secos y sepultados
es un lugar callado. Pero nuestras reuniones no deben ser semejantes a los cementerios. Cuando nos
reunamos, debe haber "ruido y temblor". Cuando el Espíritu como el viento sopla sobre nosotros, ¿cómo
podríamos estar callados? Nues¬tras reuniones deben estar llenas del ruido apropiado, donde todos
hablamos, todos oramos, todos alabamos y todos le damos gracias al Señor. Los salmos nos dicen que
aclamemos al Señor con gozo (66:1; 81:1; 95:1-2; 98:4, 6; 100:1).

Después de que los huesos se juntaron, "he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por
encima de ellos; pero no había en ellos aliento" (v. 8, heb.). Después de que se juntaron los huesos, los
tendones, la carne y la piel los cubrieron. Esta cubierta mejoró mucho su apariencia. Anteriormente, eran
solamente huesos secos, pero ya eran un cuerpo sin aliento. Es obra maravillosa del Señor que los huesos se
juntaran sin tener vida en ellos.

Debemos interpretar a Ezequiel 37 de modo espiritual. Antes de que viniera Dios para renovarnos y
regenerarnos, éramos como huesos muertos y secos. La salvación de Dios no es meramente para la gente
pecaminosa sino para los muertos. Debido a que estábamos muertos y secos, también estábamos
esparcidos. Ya sea que fuéramos pecadores no salvos o creyentes caídos, nos encontrábamos en
condiciones de muerte, estábamos sepultados. Muchos cristianos están muertos y secos, están esparcidos y
separados. No están conectados a nadie. El Señor vino para rescatarnos mediante Su palabra profetizada. Al
profetizar Ezequiel, los huesos se juntaron y los tendones, la carne y la piel los cubrieron.

EL ALIENTO DE VIDA ENTRA EN LOS HUESOS SECOS


PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS

Estos huesos necesitaban una profecía adicional para que el aliento de vida pudiera entrar en ellos. Ezequiel
profetizó de nuevo: `Y entró aliento en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en
extremo". Primero los huesos se convirtieron en un cuerpo. Luego el aliento entró en los huesos y vivieron.
Cuando se pusieron de pie llegaron a ser un ejército grande en extremo para pelear la batalla para Dios. Los
huesos llegan a ser el ejército que pelea la batalla, y finalmente llegan a ser la morada en la cual Dios puede
habitar y ser expresado. El fin del ejército es tener dominio para enfrentarse con el enemigo de Dios, y el de
la morada es ser la expresión, la imagen de Dios. Al soplar el Espíritu, Dios es expresado y Su enemigo
derrotado.

Ezequiel profetiza dos veces en el capítulo treinta y siete. Profetiza por primera vez a los huesos y por
segunda vez al viento. Primero profetizó a los muertos y luego al Espíritu. El Señor mandó a Ezequiel que
profetizara la segunda vez y que dijera: "Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos,
y vivirán" (v. 9, heb.). Luego, los huesos formados como cuerpo recibieron el aliento de vida. Se pusieron
de pie y llegaron a ser un ejército para pelear la batalla para Dios. Esto también le dio a Dios la base para
edificarlos como Su morada. El ejército y la casa cumplen el propósito doble de Dios, el cual consiste en
derrotar a Su enemigo y expresarle a El en Su imagen. El soplar del Espíritu produce la imagen y el
dominio.

EL ALIENTO DE VIDA EN EL NUEVO TESTAMENTO

En el Nuevo Testamento, el Evangelio de Juan nos dice que el Señor Jesús regresó a Sus discípulos en la
noche del día de resurrección (20:19). El sopló en ellos y les dijo que recibieran el Santo Pneuma (v. 22).
De nuevo, la palabra pneuma puede traducirse Espíritu o aliento. El Señor sopló en los discípulos y les dijo
que recibieran el Santo Aliento. Ahora el Señor en Su resurrección es el aliento de vida, el Espíritu de vida.
En Juan 3 el Señor Jesús le dijo a Nicodemo que el Espíritu es como el viento, el cual sopla donde quiere y
no se ve pero se puede conocer por su sonido (Jn. 3:8). El día de Pentecostés, "vino del cielo un estruendo
como de un viento recio que soplaba" (Hch. 2:2). Este viento recio que soplaba era el soplar del Espíritu, el
soplar del ruach o pneuma celestial.

Apocalipsis 11:11 nos dice que los dos testigos, después de estar muertos por tres días y medio, fueron
resucitados cuando el espíritu de vida que venía de Dios entró en ellos. El aliento de vida entrará en los dos
testigos y los resucitará durante el tiempo de la gran tribulación. En 2 Tesalonicenses 2:8 afirma que
cuando el Señor Jesús regrese, matará al anticristo con el aliento de Su boca, el Espíritu. El aliento de vida
nos da vida, pero mata a aquel que existe sin ley.

Según 2 Timoteo 3:16 toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. Esto indica que las Escrituras, la
Palabra de Dios, es el aliento de Dios. El hablar de Dios es el exhalar de Dios. Dios nos es aliento. En este
aliento se encuentra el agua, y en esta agua el alimento. Si queremos disfrutar a Dios como alimento,
tenemos que beberle como agua. Para beberle como agua, tenemos que inhalarle como aliento. Al inhalar al
Señor, le bebemos y le comemos. Podemos beberle y comerle en todas partes porque podemos respirar en
todo lugar. Nuestro alimento y nuestra bebida espirituales nos están disponibles en cualquier momento y en
todo lugar. Hablando en términos físicos, podemos respirar en todo lugar, pero no podemos beber ni comer
en todo lugar. Pero con respecto a lo espiritual, podemos comer y beber en todo lugar porque nuestro
alimento espiritual está en nuestra bebida espiritual, y la bebida se encuentra en la respiración. Cuando
recibimos al Señor como el aire divino, le disfrutamos como el agua viva y como el alimento celestial.
CAPITULO DIEZ
LA SEMILLA DE LA VIDA
Lectura bíblica: Gn. 1:11, 12, 29; Le. 8:5-8a, 11-15; Mt. 13:4-8, 19-23, 24, 31, 33, 37-38, 44-46; 1 Co. 3:6-
9, 10-12; 1 P. 1:23; Jac. 1:18; Ap. 14:4b, 15

Hasta ahora hemos abarcado tres aspectos de la vida: el árbol de la vida, el río de la vida, y el aliento de la
vida. El árbol de la vida tiene como fin que lo comamos, el río de la vida, que lo bebamos, y el aliento de
vida, que lo respiremos. Necesitamos el aire, el agua y el alimento para existir. El aire es lo primero en el
mantenimiento de la vida, el agua es lo segundo, y el alimento es lo tercero. Una persona puede ayunar sin
comer ni beber, pero no puede dejar de respirar. Si nos graduamos de la respiración, "nos graduamos" de la
vida y morimos. Hemos visto que el alimento viene del agua, y el agua viene del aire. Por consiguiente, el
aire es lo básico en el mantenimiento de la vida.

En este capítulo, queremos ver el cuarto aspecto de la vida, el de la semilla de vida. Este aspecto es mucho
más profundo que los otros tres aspectos. Es menester que sepamos qué es la vida. Muchos llamados
maestros de la Biblia no pueden ofrecer la ayuda práctica en cuanto a la vida, porque ellos mismos no
entienden claramente qué es la vida. Quizás tengan muchas enseñanzas, pero nunca se han dejado
impresionar con las cosas de la vida. La Biblia nos muestra el árbol de la vida, el río de la vida, el aliento
de vida y la semilla de la vida. El árbol es alimento para comer, el río es agua para beber, el aliento es aire
para inhalar, y la semilla es un envase para la vida. La esencia vital, o sea, el germen, el poder engendrador
de la vida, el crecimiento de la vida, la transformación de la vida y la vida de resurrección están incluidos
en la semilla de la vida. La palabra semilla tiene un significado todo-inclusivo, puesto que habla de la
corporificación de la vida e incluye todo lo relacionado con la vida.

LA HIERBA QUE DA SEMILLA Y EL ARBOL QUE PRODUCE SEMILLA SON EL ALIMENTO DEL
HOMBRE

Hemos visto que Génesis 1 no es un simple relato de la creación, sino mayormente de la vida. Génesis
1:11-12 nos dice que la tierra produjo "hierba que [da] semilla" y el versículo 29 se refiere a un "árbol ...
que da semilla". Según el plan original de Dios, El dio por alimento al hombre sólo la hierba que daba
semilla y el árbol que daba semilla. Todo lo que no daba semilla Dios no lo designó como alimento para el
hombre. Antes de la caída lo que Dios le dio al hombre como alimento era algo que daba semilla. Esto se
debe a que en la intención de Dios, en la economía de Dios, el hombre debe ingerir, recibir y disfrutar la
vida todo el tiempo. El hombre no debe comer, ingerir, lo que no da semilla. Todo lo que el hombre toca,
ingiere o come, debe ser algo de vida y algo que produce la vida, o sea, algo que da semilla.

Dios no quiere que el hombre coma cualquier cosa que no sea vida. Dios no tiene la intención de que el
hombre tenga contacto con lo que no da semilla. Todo lo que el hombre toca, todo lo que ingiere, todo lo
que come como sustento, debe dar semilla. Muchos libros que podemos leer no dan semilla. Pero muchos
de entre nosotros, los que hemos leído el libro La economía de Dios, podemos testificar que éste da semilla.

Según Génesis, lo que el hombre come debe ser algo que dé semilla. Cualquier cosa que no dé semilla no
debe comerse. El árbol de la vida es un árbol que da semilla. Dentro de la semilla lo principal es la vida. La
esencia vital, el germen vital, está en la semilla, y esta vida, contenida en la semilla, tiene como fin
producir. También podemos decir que la vida en la semilla es para resucitar, extenderse, transformar y
crecer. La vida está en la semilla, y la semilla nos es alimento. En otras palabras, la vida está en Cristo, y
Cristo es alimento para nosotros.

EL SEÑOR JESUS ES LA SIMIENTE DE LA MUJER, LA DE DAVID Y LA DE ABRAHAM

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, el Señor Jesús tiene muchos títulos. Entre Sus muchos
títulos, El tiene el título de "la simiente". En Génesis 3:15 El es la simiente de la mujer y como tal herirá la
cabeza de la serpiente. En 2 Samuel 7, El es la simiente de David (v. 12). En Génesis 12 El es la simiente
de Abraham (v. 7). En el Nuevo Testamento, Gálatas 3 nos dice que la simiente de Abraham es el Señor
Jesús (v. 16). Abraham tuvo dos hijos, Ismael y Isaac, pero una sola semilla. Ismael era hijo de Abraham,
pero no fue la simiente. Gálatas 3 nos dice que la única simiente de Abraham es Cristo, a quien Isaac
tipificaba. Isaac, como simiente de Abraham, era un tipo de Cristo.

LA SEMILLA ES LA PALABRA DE DIOS, LOS HIJOS DEL REINO Y CRISTO MISMO

En los Evangelios, el Señor Jesús se comparó con un sembrador que siembra la semilla. La semilla es la
palabra de Dios (Le. 8:11), los hijos del reino (Mt. 13:38), y Cristo mismo (1 P. 1:23). La palabra de Dios
es la corporificación de Cristo. Decir que la palabra de Dios es la semilla significa que la semilla es Cristo.
Como hijos del reino, nosotros también somos la semilla, lo cual significa que somos la reproducción de
Cristo, la semilla única. En Juan 12:24, el Señor Jesús indicó que El era el grano único, o sea, la semilla,
que cayó en la tierra y murió. Por medio de la muerte del único grano de trigo, muchos granos se
produjeron. El único grano es Jesús, y nosotros somos los muchos granos. Así que, somos la reproducción
de Jesús porque los muchos granos son la reproducción del único grano. Las palabras humanas no son
adecuadas para explicar el misterio maravilloso y pro¬fundo de la rica y todo-inclusiva semilla de la vida.
Debemos recordar que la palabra de Dios, Cristo y nosotros somos la semilla. No debemos ser ambiciosos
por ser simples maestros de la Biblia, pero sí debemos ser semillas para la reproducción de la vida. El
apóstol Pablo dijo a los corintios que él era su padre, el que los engendró mediante el evangelio (1 Co.
4:15).

En 1 Corintios el apóstol Pablo usó tres frases para describir su relación con ellos: "Os di a beber" (3:2);
"yo planté" (3:6); y "os engendré" (4:15). Pablo hizo hincapié en el hecho de que había engendrado a los
corintios y que los había plantado y dado de comer. Pablo era un padre, un agricultor

LA SEMILLA DE LA VIDA

y un alimentador. En nuestra localidad debemos ser sembra¬dores y semillas. Tenemos que sembrarnos en
la vida de iglesia en nuestra localidad. Debemos engendrar, plantar y alimentar a otros. Es preciso que
seamos semillas que contengan la vida, o sea semillas que den alimento. No debemos quedarnos en
nuestras localidades simplemente para impartir enseñanzas o conocimiento. Debemos estar allí como
semillas que contienen la vida, las cuales son buenas para comer y para alimentar a otros. Debemos
plantarnos, sem¬brarnos, como semillas en nuestras localidades. Entonces seremos padres y agricultores.
Seremos personas que repro¬ducen y producen la vida.

TRABAJAR EN NUESTRO CORAZON PARA QUE SE DE EL CRECIMIENTO DE LA SEMILLA DE


LA VIDA

Mateo 13 y Lucas 8 nos muestran que el Señor vino para sembrar la semilla, la cual es El mismo. Después
de sembrarse en nosotros, la semilla de la vida necesita crecer, y su crecimiento exige que cooperemos, que
coordinemos con ella. Nuestra cooperación, o coordinación, consiste en mante¬ner un corazón correcto. El
problema no yace en el espíritu sino en el corazón. El corazón incluye la conciencia (He. 10:22), la mente
(He. 4:12), las emociones (Jn. 16:20), y la voluntad (Hch. 11:23). Si vamos a coordinar con el crecimiento
de la semilla que está en nuestro interior, tenemos que trabajar en nuestra conciencia, nuestra mente,
nuestras emociones y nuestra voluntad. Si no resolvemos los problemas de todas las partes de nuestro
corazón, le será difícil a la semilla de vida crecer en nosotros. El Señor Jesús dio cuatro ejemplos de la
clase de corazón que se puede tener: el que está junto al camino, el de entre los pedregales, el de entre los
espinos y el de la buena tierra (Mt. 13:4-8, 19-23; Lc. 8:5-8a, 11-15).

El lugar junto al camino es el área que yace al perímetro del campo y está junto a la senda. Puesto que está
muy cerca a la senda, es muy fácil que el tráfico la endurezca. Los corazones de muchos incrédulos y
muchos creyentes son duros. Junto al camino es el lugar donde el corazón es endurecido por el tráfico
mundano. Es posible que nuestro corazón esté muy cerca al tráfico del mundo actual. La semilla no puede
penetrar un corazón tal como éste, endurecido por el tráfico mundano. La semilla sólo puede caer en la
superficie donde los pájaros, que representan al maligno, Satanás, pueden ir y llevársela. Satanás, el
maligno que está en los aires (Mt. 13:19), sabe que la semilla no puede entrar en el corazón que es
semejante al lugar junto al camino, así que viene para llevarse la semilla. Antes de que siembren los
agricultores, generalmente labran la tierra para prepararla. Pero el lugar junto al camino está endurecido y,
por está razón, les es muy fácil a los pájaros llevarse las semillas. Si nuestro corazón es el lugar junto al
camino, le es fácil a Satanás venir y llevarse la palabra sembrada en nuestro corazón.

La siguiente clase de tierra es la que se encuentra en los pedregales. Mateo 13:5 dice que esta clase de tierra
carece de "profundidad de tierra". En la superficie está la tierra pero debajo están las piedras. Debajo de la
tierra de nuestro corazón, tal vez haya pedregales. El lugar junto al camino es duro, pero no tan duro como
son las piedras. Es posible que en la superficie nuestro corazón parezca ser suave, pero debajo podemos ser
tan duros como las rocas. La semilla que está en nosotros puede crecer y brotar, pero no puede arraigarse
profundamente en nosotros por causa de los pedregales. Los que tienen corazones que no son muy
profundos y que tienen pedregales no pueden soportar ninguna tentación ni persecu¬ción. Las rocas pueden
representar los pecados escondidos, los deseos personales, la búsqueda egoísta y la compasión de sí mismo,
los cuales impiden que la semilla se arraigue en lo profundo del corazón. Lucas 8:6 nos dice que la semilla
que cayó sobre la piedra brotó pero se secó porque no tenía agua. La tierra no muy profunda se seca
fácilmente por el calor del sol. Si la tierra es profunda, la superficie puede secarse, pero aún así habrá algo
de humedad o de agua debajo de ella que sostiene el crecimiento de vida. Todos debemos acudir al Señor y
permitir que El nos examine para que veamos cuán profunda es la tierra en nosotros.

Los espinos representan la ansiedad de la edad, el engaño de las riquezas y los placeres de la vida que
ahogan la semilla (Mt. 13:22; Le. 8:14). Estos espinos ahogan la palabra, no permitiéndola crecer en el
corazón y haciéndola infructuosa.

Un corazón bueno es uno que ha sido completamente cultivado y es suave para con el Señor. No está
endurecido por el tráfico mundano, no tiene pecados escondidos ni le molestan las preocupaciones de este
siglo, el engaño de las riquezas ni los placeres de la vida. El lugar junto al camino, los pedregales y los
espinos tienen que ser tratados de manera cabal para que tengamos un corazón bueno. El buen corazón
tiene una conciencia pura y buena, una mente seria y sobria, emociones afectuosas pero también
restringidas, y una volun¬tad suavizada y flexible. Un corazón así da cada pulgada para recibir la palabra a
fin de que ésta creza, dé fruto y produzca a ciento (Mt. 13:23).

LA SEMILLA DE LA VIDA, EL CRECIMIENTO EN VIDA,


Y LA TRANSFORMACION EN VIDA EN MATEO 13 Y EN 1 CORINTIOS 3

En Mateo 13 las primeras tres parábolas tratan de la semilla. La primera parábola habla del sembrador que
siembra la semilla, la segunda trata del sembrador que siembra la buena semilla (vs. 24-30), y la tercera
habla del sembrador que siembra la semilla de mostaza (vs. 31-32).

La cuarta parábola trata del producto de la semilla: la flor de harina (vs. 33-35). Esta parábola nos dice que
una mujer tomó levadura y la escondió en la flor de harina sin levadura hasta que toda fuese leudada. En las
Escrituras "levadura" representa las cosas malignas (1 Co. 5:6, 8) y las doctrinas malignas (Mt. 16:6, 11-
12). La flor de harina, con la cual se hace la ofrenda de harina (Lv. 2:1), representa a Cristo como alimento
tanto para Dios como para el hombre. Esta mujer tipifica a la Iglesia Católica, la cual tomó las prácticas
paganas, las doctrinas heréticas y los asuntos malignos y lo mezcló todo con las enseñanzas acerca de
Cristo y así leudó todo el contenido del cristianismo.

La quinta parábola trata del tesoro escondido en un campo, y la sexta parábola, del comerciante que halla
una perla de gran valor. El tesoro escondido en el campo debe de consistir en oro o en piedras preciosas, los
materiales usados para edificar a la iglesia y a la Nueva Jerusalén (1 Co. 3:12; Ap. 21:18-20). La perla
también es material que se usa para edificar a la Nueva Jerusalén (21:21). El oro, la perla y las piedras
preciosas son producto del crecimiento de la semilla de la vida. Dentro de la semilla se halla el elemento de
transformación. El árbol de la vida en Génesis 2:9-12 produce el oro, la perla (bedelio) y las piedras
preciosas (el ónice).

En 1 Corintios 3:6 Pablo dice: "Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios". Luego pasó a
revelar que la iglesia es "labranza de Dios, edificio de Dios" (3:9), y que necesitamos edificar la iglesia con
oro, plata y piedras preciosas (3:12). El oro, la plata y las piedras preciosas que se usan en el edificio de
Dios provienen del crecimiento de la vida en la labranza de Dios. La iglesia, la casa de Dios, debe ser
edificada con oro, plata y piedras preciosas, o sea, los materiales preciosos producidos al crecer Cristo en
nosotros. Como labranza de Dios, nosotros tenemos a Cristo plantado en nosotros. Cristo debe también
crecer en nosotros y brotar de nosotros para producir los materiales preciosos de oro, plata y piedras
preciosas para la edificación de la morada de Dios en la tierra. En Mateo 13 así como en 1 Corintios 3 se
hallan los conceptos de la semilla de la vida, el crecimiento en vida y la transformación en vida. La semilla
de la vida se siembra dentro de nosotros y crece en nosotros para transformarnos en materiales preciosos
que han de usarse en el edificio de Dios.

LA SEMILLA INCORRUPTIBLE, LAS PRIMICIAS Y LA COSECHA

Pedro nos dice que nacimos de nuevo de la semilla incorruptible (1 P. 1:23). Luego Jacobo nos dice que
nacimos para ser primicias de Sus criaturas (1:18). El nos regeneró para ser las primicias de Su nueva
creación al impartir Su vida divina en nuestro ser mediante la palabra implantada de la vida (Jac. 1:21).
En Apocalipsis 14 encontramos las primicias de los creyentes, las cuales son arrebatadas antes de la gran
tribulación (v. 4b) y la cosecha de los creyentes, la cual es arrebatada casi al final de la gran tribulación (v.
15). De esta cosecha provienen todas las piedras preciosas necesarias que han de usarse en el edificio de
Dios, la Nueva Jerusalén. Finalmente, la labranza produce el edificio de Dios. Somos la labranza de Dios y
el edificio de Dios. En Génesis la semilla de la vida se menciona primero y en Apocalipsis tenemos la
cosecha de la semilla. Entre Génesis y Apocalipsis se ven la siembra de la semilla, el crecimiento de la
misma, y la transformación en vida provocada por este crecimiento. Damos gracias al Señor por la semilla
de la vida.
CAPITULO ONCE
EL ESPIRITU DE VIDA (1)
Lectura bíblica: Jn. 6:63a, e; 2 Co. 3:6c; 1 Co. 15:45b; Ro. 8:2a; Jn. 3:5-6b; 4:24; Mt. 28:18-19

EL ESPIRITU QUE DA VIDA

Ya hablamos del árbol de la vida, el río de la vida, el aliento de vida y la semilla de la vida. En este capítulo
llegamos al último punto, el más elevado: el Espíritu de vida. Hay tres pasajes en el Nuevo Testamento
donde al Espíritu se le llama el Espíritu que da vida. Juan 6:63 nos dice que el Espíritu es el que da vida. En
2 Corintios 3:6 dice que la letra mata pero el Espíritu da vida. Finalmente, 1 Corintios 15:45 declara que el
postrer Adán llegó a ser Espíritu vivificante. Uno de los principios de la Biblia es que dos es el número del
testimonio. Hablar algo la tercera vez es una confirmación de lo que ha sido testificado. Lo que se habla
tres veces es algo pronunciado de manera completa. El Nuevo Testamento dice que el Espíritu da vida, lo
testifica y también lo confirma. El Espíritu Santo de Dios es el Espíritu vivificante, el Espíritu que da vida.
La expresión "el Espíritu de vida" se menciona sólo una vez en el Nuevo Testamento: Romanos 8:2 se
refiere a la "ley del Espíritu de vida ... en Cristo Jesús". En este versículo hay cuatro puntos: la ley, el
Espíritu, la vida y Cristo. La ley es la ley de la vida, el Espíritu es el Espíritu de vida, y Cristo es el Cristo
de vida. La ley, el Espíritu y Cristo están relacionados el uno con el otro, y son uno en la vida. Cristo es el
Espíritu vivificante, y este Espíritu es el Espíritu de vida. Apocalipsis 11:11 nos dice que el pneúma de
vida, el aliento de vida, entra en los dos testigos, quienes fueron asesinados por el anticristo. Esto nos
muestra que el Espíritu de vida es simplemente el aliento de vida.

Es muy difícil definir lo que es la vida, pero damos gracias al Señor porque en la Biblia podemos trazar un
cuadro de lo que es la vida divina. La vida divina se encuentra en el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios
hoy es el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida; y este Espíritu de vida es el aliento de vida. Si tenemos el
aliento de vida, tenemos al Espíritu de vida y la vida misma. Nos es fácil recibir la vida porque esta vida
está en el aliento divino. Simplemente necesitamos inhalar el aliento divino ejercitando nuestro espíritu, el
órgano con el cual respiramos.

CUATRO ASPECTOS DEL ESPIRITU DIVINO


Dios es Espíritu

Según la revelación del Nuevo Testamento, el Espíritu divino tiene al menos cuatro aspectos cruciales.
Primero, el Nuevo Testamento dice claramente que Dios es Espíritu (Jn. 4:24). Juan 4:24 no dice que Dios
es un Espíritu, sino que Dios es Espíritu, lo cual es semejante a decir que una mesa es de madera. En Juan
4:24 "Espíritu" se refiere a la esencia divina, así como la madera puede ser la esencia de una mesa.
El Espíritu es la aplicación del Dios Triuno

En segundo lugar, la Biblia nos relata un misterio, el cual nunca podemos entender adecuadamente, es
decir, que nues¬tro Dios es el Dios Triuno. En la Biblia no se encuentra la palabra triuno, pero el hecho de
que Dios sea triuno sí se revela en la Biblia. En Génesis 1:1 la palabra traducida "Dios" se usa por primera
vez. El sujeto "Dios" en el hebreo (Elohim) es plural, mientras que el verbo de este versículo es singular, lo
cual indica que Dios es tres-uno. Mateo 28:19 nos dice que hagamos discípulos a las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Este versículo usa el sustantivo
"nombre" en singular y no "nombres". La Trinidad Divina tiene un solo nombre, el cual es la totalidad del
Ser divino y equivale a Su persona.

El Padre está en el Hijo, y el Hijo con el Padre está en el Espíritu. Las tres personas de la Deidad no son
tres seres separados de la misma manera que el espíritu del hombre, su alma y su cuerpo no son tres partes
separadas. Un hombre es un ser completo que tiene tres partes. Dios es triuno y el hombre es tripartito. Con
respecto a Dios, hay tres personas, pero no debemos creer que estas tres personas son tres seres divinos
separados. Algunos cristianos creen que los tres de la Deidad no son solamente distintos, sino que también
están separados. Aunque los tres de la Deidad son distintos, según la verdad de las Escrituras es erróneo
decir que están separados. El Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres dioses separados. Tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo, siempre se afirma que hay un solo Dios (Is. 45:5; Sal. 86:10; 1 Co. 8:4; 1
Ti. 2:5). La Biblia nos dice claramente que Dios es singularmente uno, pero que El es triuno, con tres
personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Dios el Padre está en Dios el Hijo, y Dios el Hijo está en Dios el
Espíritu. En Juan 14:10 el Señor dijo que El estaba en el Padre y el Padre en El. Además, Romanos 8:2 se
refiere al Espíritu de vida que está en Cristo Jesús.

Podemos decir también que el Padre es el Hijo y que el Hijo es el Espíritu. En Isaías 9:6 al Hijo se le llama
el Padre eterno, y 2 Corintios 3:17 dice que el Señor es el Espíritu. Por un lado, el Padre está en el Hijo, y
el Hijo está en el Espíritu. Por otro, el Padre es el Hijo, y el Hijo es el Espíritu.

Los tres de la Deidad son distintos, pero al mismo tiempo son uno. Juan 1:1 dice que el Verbo estaba con
Dios y que el Verbo era Dios. Por un lado, el Verbo y Dios son distintos, y por otro, son uno. En 2
Corintios 3:17 se afirma que el Señor es el Espíritu, pero también menciona el Espíritu del Señor. Por una
parte, el Señor y el Espíritu son uno, pero por otra, son distintos.

Ahora tenemos que preguntar por qué es necesario que Dios sea triuno. Para contestarlo debemos conocer
toda la Biblia de manera adecuada. Dios necesita ser triuno porque El desea forjarse en nosotros,
dispensarse en nosotros. Dispensación es un sustantivo derivado del verbo dispensar. La dispensación de
Dios es Su plan de dispensarse en nosotros. La dispensación de Dios, Su economía, es dispen¬sarse en
nosotros, o sea, aplicarse a nosotros.

Tomemos la electricidad como ejemplo del dispensar de Dios. La corriente de la electricidad y la


electricidad misma no son dos cosas separadas. Son una sola. La corriente de electricidad es la electricidad
misma en movimiento. Cuando la electricidad se mueve, cuando fluye, hay una corriente de electricidad.
Necesitamos la corriente de la electricidad para poder aplicar la electricidad. Si nunca aplicáramos la
electri¬cidad, no sería necesario que tuviéramos la corriente de electricidad. Pero si queremos dispensar la
electricidad en nuestros hogares, nos hace falta la corriente de la misma. La corriente de la electricidad es
necesaria para la dispensación, la economía, de la electricidad.

En el Nuevo Testamento, Jesús nos dijo que El, como Hijo, fue enviado por el Padre (Jn. 5:37; 8:18; 29). El
hecho de que fuera enviado por el Padre indica que el Padre es el origen; de El fluyó el Hijo para estar entre
la humanidad. Esto no significa que el Hijo y el Padre fueran dos seres divinos distintos en términos de Su
substancia o esencia. En cuanto a Su substancia, son un solo Ser divino. El Padre es la fuente, y el Hijo es
la expresión del Padre. Pero el Hijo como expresión del Padre sólo podía venir a morar entre la humanidad.
No podía entrar en el hombre. Por tanto, necesitamos al Espíritu. En Juan 14 el Señor Jesús indicó que
necesitaba cambiar de forma, de la carne al Espíritu. El dio a entender que necesitaba pasar por la muerte y
entrar en la resurrección para poder entrar en nosotros como el Espíritu, como el aliento (vs. 16-20).
Después de Su muerte y Su resurrección, regresó como el aliento de vida. En la noche del día de
resurrección, El llegó a los discípulos, sopló en ellos, y les dijo: "Recibid el Aliento Santo" (20:22, gr.).
Como aliento, El entró en los discípulos, así que Dios fue dispensado en los seres humanos. Por ende, la
Trinidad Divina es para la dispensación de Dios, o sea, para que Dios se dispense en nosotros.
El Espíritu es la última persona de la dispensación de Dios y de la visitación de Dios. ¿Cómo podría entrar
Dios en nosotros? ¿Cómo podría visitarnos? Viene a nosotros y nos visita como Espíritu. La electricidad
entra en un cuarto como corriente. Si no hay corriente de electricidad, ésta no puede ser dispensada y
aplicada al cuarto. La electricidad es aplicada a nosotros en la corriente. Por tanto, la corriente es la
visitación de la electricidad. Del mismo modo, el Espíritu es la visitación de Dios, el dispensar de Dios, la
aplicación de Dios. La tercera persona de la Deidad, quien es el Espíritu, es Dios aplicado a nosotros. Es
necesario que Dios sea el Espíritu para poder aplicarse a nosotros. La esencia de Dios exige la aplicación de
Dios. La esencia de cierta medicina exige que se ponga en forma de píldora para que sea dispensada en el
paciente. La píldora es necesaria para aplicar la medicina. Asimismo, el Espíritu como la tercera persona de
la Deidad es necesario para que la esencia de Dios sea aplicada, dispensada en nosotros.

El Espíritu vivificante

Ahora queremos ver el tercer aspecto del Espíritu divino. El primer aspecto consiste en que Dios es Espíritu
en cuanto a Su esencia, y el segundo aspecto consiste en que Dios en Su Trinidad es el Espíritu para
aplicarse a nosotros. El tercer aspecto del Espíritu divino se puede ver en 1 Corintios 15:45, donde nos dice
que el postrer Adán, quien era Cristo en la carne, llegó a ser Espíritu vivificante. El Redentor, el Salvador,
quien pasó por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, llegó a ser
Espíritu vivificante. El tercer aspecto del Espíritu divino es el aspecto de dar vida. La esencia tiene que ver
con la aplicación, y la aplicación con dar vida. El Señor quiere aplicarse a nosotros para darnos vida.

La palabra es Espíritu

El cuarto aspecto del Espíritu divino consiste en que las palabras que el Señor nos habla son espíritu (Jn.
6:63). Esto muestra que Sus palabras habladas son la corporificación del Espíritu vivificante. Dios es
Espíritu, la tercera persona de la Deidad es Espíritu, Cristo fue hecho Espíritu vivificante, y la palabra
divina es Espíritu. Este es un solo Espíritu en cuatro aspectos. El primer aspecto es la esencia, el segundo es
la aplicación, el tercero tiene que ver con dar vida, y el cuarto es la palabra dada para alimentar. Juan 6
afirma que Cristo es el pan de vida que nos alimenta (vs. 35, 57). Necesitamos la esencia y la aplicación
para que se nos dé la vida, lo cual depende principalmente de la alimentación. El Señor nos alimenta con El
mismo como pan de vida. El Espíritu es viviente y verdadero pero también es abstracto, misterioso,
intangible y difícil de comprender. Pero las palabras son substanciales y concretas. El Espíritu es el que da
vida, y hoy en día el Espíritu está corporificado en la palabra. El Espíritu hoy está consolidado en la
palabra, la palabra viviente. "Palabras" en Juan 6:63 no es una traduc¬ción de la palabra griega lógos sino
de réma, la cual significa la palabra para el momento, la cual es viviente y actual.

EL ESPIRITU TODO-INCLUSIVO, CUYO FIN ES DISPENSAR A DIOS EN NOSOTROS COMO


VIDA Y SUMINISTRO DE VIDA

Los cuatro aspectos del Espíritu divino que hemos visto tienen un solo propósito: dispensar a Dios en
nosotros como vida y como suministro de vida. Hablando de la esencia de Dios, El mismo es Espíritu. En
términos de la economía de Dios, la última persona de la Deidad es el Espíritu. Hablando de lo todo-
inclusivo que es Cristo, El es el Espíritu. Final¬mente, con respecto a lo práctico, las palabras que el Señor
nos habla son el Espíritu cuyo propósito es darnos vida y alimentarnos con Dios mismo. Estos cuatro
aspectos son como cuatro pasos que Dios da para dispensarse en nosotros como vida. El título "Espíritu de
vida" incluye lo siguiente: a Dios como Espíritu, a la tercera persona de la trinidad de Dios, al Cristo todo-
inclusivo y redentor junto con Su encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, y la
palabra viva de Dios. Todo lo que Dios es para nosotros es el Espíritu todo-inclusivo, el cual es el Espíritu
de vida. Este Espíritu nos da vida. Como ayuda para comprender lo todo-inclusivo que es el Espíritu de
vida, le animo a usted que lea el librito titulado The All-inclusive Spirit of Christ [El Espíritu todo-
inclusivo de Cristo] publicado por Living Stream Ministry.
CAPITULO DOCE
EL ESPIRITU DE VIDA (2)
Lectura bíblica: Jn. 3:5.6; Ro. 8:2, 9, 15, 23; 1 Co. 12:13; 2 Co. 3:17-18; 13:14; Gá. 5:22, 25; Ef. 3:16;
4:23; Tit. 3:5-6; Fil. 1:19; 2 Ts. 2:13; 1 Jn. 2:27

En el último capítulo vimos cuatro aspectos del Espíritu divino, del Espíritu todo-inclusivo de vida, los
cuales sirven para que Dios mismo se dispense como vida en nuestro ser. En este capítulo, queremos ver
más aspectos referentes al Espíritu de vida.

EL ESPIRITU QUE ENGENDRA

Juan 3:5-6 nos dice que el Espíritu de vida es el Espíritu que engendra. Nacer de nuevo significa nacer del
Espíritu de vida. "Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (3:6). El Espíritu de vida introduce a Cristo y
la vida divina en nosotros, y así nacimos de nuevo. Luego este Espíritu engendrador empieza a morar en
nosotros como el Espíritu de vida.

LA LEY DEL ESPIRITU DE VIDA

Hablando con propiedad, el título "el Espíritu de vida" se menciona solamente en Romanos 8:2. (En Ap.
11:11 la traduc¬ción más apropiada es "el aliento de vida".) Este Espíritu tiene una ley, la cual es algo que
regula. La ley no solamente consiste en regulaciones, sino que también es un poder, una energía, una fuerza
espontánea. De un grano de trigo crece el trigo, y el duraznero produce duraznos, porque cada vida tiene
una ley, la cual regula. No es necesario que alguien regule al duraznero, diciéndole: "Duraznero, no debes
producir man¬zanas. Si produces manzanas, serás castigado". No es necesario enseñar al manzano de esta
manera porque dentro del manzano mora la ley del manzano. La ley de vida regula el manzano de modo
que sólo produce manzanas. Dentro de la ley de vida se encuentra el poder espontáneo, la fuerza y la
energía para producir algo según la ley reguladora.

Los científicos investigan las leyes que operan en la naturaleza, tales como la ley de la gravedad y la ley de
la aerodinámica. Creo que el apóstol Pablo era el científico más grande porque descubrió la ley del Espíritu
de vida. Dentro de la vida del Espíritu hay una ley. Cada vida tiene su ley. Los perros ladran según la ley de
la vida canina, y las gallinas ponen huevos según la ley de la vida avícola. Nosotros tenemos la vida divina,
la vida del Espíritu, y esta vida también tiene una ley, la cual nos regula interiormente y es poderosa y
espontánea. Esta ley nos libera de otra ley, la ley negativa, la del pecado y de la muerte.

La ley de la gravedad opera de tal manera que hacen caer las cosas en la tierra. Por mi propio esfuerzo,
puedo sostener un libro en el aire con mi brazo extendido, pero con el tiempo mi fuerza se agotará. Debido
a la ley de la gravedad, tendré que bajar el libro. Una ley superior se necesita para vencer la ley de la
gravedad. De modo semejante, nosotros necesita¬mos una ley superior que pueda vencer la ley del pecado
y de la muerte. Como creyentes en Cristo, tenemos esta ley de vida superior y positiva, la cual está en
contra de la ley negativa, o sea la del pecado y de la muerte. Los incrédulos no tienen en ellos la ley
positiva, sólo la negativa. Dentro de nosotros tenemos otra ley porque tenemos otra vida, la vida divina.
Esta vida tiene una ley divina que nos libra de la ley del pecado y de la muerte.

EL ESPIRITU DE DIOS Y EL ESPIRITU DE CRISTO

Romanos 8:9 nos dice que el Espíritu es el Espíritu de Dios y también el Espíritu de Cristo. Podemos decir
que los títulos "el Espíritu de-Dios" y "el Espíritu de Cristo" son sinónimos, pero todavía hay algunas
diferencias entre ellos. El Espíritu de Dios nos trae la esencia de todo lo que Dios es junto con todos Sus
atributos. Pero el Espíritu de Cristo nos trae todo lo que Cristo es. Dios es Cristo, y Cristo es Dios. Pero
Cristo es Dios y hombre. No podemos decir que Dios es Dios y hombre, pero sí podemos decir que Cristo
es Dios y hombre. El Espíritu de Cristo es el Espíritu, no sólo de Dios sino también del hombre. Dios es el
Creador, pero Cristo, como Dios y hombre, es el Redentor.

Podemos decir que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo y que el Espíritu de Cristo es el Espíritu de
Dios. Pero no se incluye en el Espíritu de Dios tanto como en el Espíritu de Cristo. El Espíritu de Dios y el
Espíritu de Cristo son un solo Espíritu pero en diferentes etapas. El Espíritu de Dios está en la primera
etapa, mientras que el Espíritu de Cristo está en la segunda. El Espíritu de Dios tiene el elemento de
divinidad y participó en la obra creadora de Dios (Gn. 1:2b). En el Espíritu de Cristo tenemos la
encarnación de Cristo, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte y Su resurrección. En el Espíritu de
Dios hay vida, pero en el Espíritu de Cristo hay vida y también resurrección. El Espíritu de Cristo mora en
nosotros no sólo como Dios, sino también como Cristo; comprende la naturaleza divina de Dios y la
naturaleza humana de Cristo, además de Su encarnación, Su vivir humano, Su crucifixión y Su
resurrección.

EL ESPIRITU DE FILIACION

Romanos 8:15 nos dice que hemos "recibido espíritu filial, con el cual clamamos: Abba, Padre". La
filiación incluye la vida del Hijo, la naturaleza del Hijo, el derecho del Hijo, la posición del Hijo, la
realidad del Hijo, el potencial del Hijo, la imagen del Hijo y la herencia del Hijo. Hoy somos hijos de Dios
pero no en plenitud. El Espíritu de filiación nos hará hijos en plenitud. Quizás usted diga que tiene la vida
del Hijo de Dios; sin embargo, esta vida no se ha desarrollado totalmente en usted. Es posible que tenga la
naturaleza del Hijo de Dios, pero todavía está muy escondida. Tal vez tenga el potencial para ser rico en
Cristo, pero aún así sea pobre en las experiencias y riquezas de Cristo. No obstante, el Espíritu de filiación
producirá en nosotros todo lo relacionado con la filiación.

LAS PRIMICIAS DEL ESPIRITU


Romanos 8:23 dice que tenemos las primicias del Espíritu.
Toda fruta proviene de una semilla de vida. Es el producto de la vida contenida en la semilla. Así que, el
Espíritu no es solamente la vida, sino también el fruto de la vida. Las primicias son el anticipo. Tenemos el
anticipo, las primicias, del Espíritu, y esperamos la cosecha. Según Romanos 8:23 la cosecha es la
redención de nuestro cuerpo. Hemos sido redimidos en nuestro espíritu pero no en nuestro cuerpo. Por
mucho que disfrutemos el estar en el espíritu, a veces nuestro cuerpo nos molesta de verdad. Es posible que
mi espíritu sea fuerte, pero al mismo tiempo mi cuerpo sea débil. Debido a que nuestros cuerpos todavía no
han sido redimidos, nos restringen y nos limitan. Si nuestro cuerpo es débil o sí está enfermo, tenemos que
prestar toda nuestra atención a sus necesidades. Pablo dijo que nosotros los que tenemos las primicias del
Espíritu estamos "aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo" (v. 23). Por
medio de la regeneración de nuestro espíritu, tenemos al Espíritu como anticipo. Las primicias que tenemos
en nuestro espíritu es el Espíritu. Luego necesitamos la cosecha del Espíritu, la cual es la plena filiación, la
redención de nuestro cuerpo.

BEBER DEL ESPIRITU

En 1 Corintios 12:13 dice: "Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo, sean
judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". En este
versículo el Espíritu no sólo es el agua para bautizar, sino también el agua para beber. A todos se nos dio a
beber del Espíritu, y beber del Espíritu está relacionado con la vida. Ser bautizado significa ser puesto en el
agua, pero beber es ingerir el agua. Ya que hemos sido bautizados en el Espíritu, estamos bebiendo del
Espíritu. Ser bautizados en el Espíritu es entrar en el Espíritu y perdernos en El; beber -del -Espíritu es
ingerir al Espíritu y dejar que El sature todo nuestro ser.

LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU

Filipenses 1:19 menciona "la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo". El Espíritu nos
suministra todo lo que necesitamos. Si necesitamos la vida, El nos la da. Si necesitamos fuerza, nos la
suministra. Si necesitamos pacien¬cia, nos provee la paciencia. Si necesitamos poder para soportar los
sufrimientos, El nos da la fuerza para sufrir. Todo lo que necesitamos se encuentra en la abundante
suministración del Espíritu. W. J. Conybeare nos dice que la palabra griega traducida "abundante
suministración" signifi¬ca literalmente la suministración de todo lo que necesita el coro por parte del
corega. El corega era el director del coro, y él llenó todas las necesidades de los que estaban en el coro,
tales como comida, ropa, alojamiento, e instrumentos musi¬cales. Todo lo que necesitaban los miembros
del coro fue provisto por el director del coro. La suministración por el corega era verdaderamente
abundante, aun todo-inclusiva. Damos gracias al Señor porque el Espíritu todo-inclusivo y abundante nos
suministra todo lo que necesitamos.

EL ESPIRITU QUE LIBERA

En 2 Corintios 3:17 dice que el Señor es el Espíritu y "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Esto significa que el Espíritu es el Espíritu que libera. Donde la vida está, allí siempre hay libertad. Cuanto
más crecemos en la vida, más liberados somos. Cuanto más maduros llegamos a ser en la vida, más
disfrutamos la libertad de todo tipo de esclavitud. Muchos de los santos jóvenes todavía están bajo la
esclavitud. Parece que disfrutan más libertad que los santos más maduros en la vida divina, pero en realidad
se ven más atados. Muchos de nosotros somos atados por la religión y por las prácticas religiosas, así que
necesitamos experimentar más del Espíritu que libera. Al crecer en la vida, somos liberados de nuestra
esclavitud.

Los numerosos hábitos que tenemos conforme a nuestra carne y nuestra constitución natural nos esclavizan.
El Espíritu liberador nos puede librar de la esclavitud de nuestros hábitos. Algunos hermanos están
acostumbrados a estar callados mientras que otros hermanos están acostumbrados a hablar todo el tiempo.
Tal vez quiera usted decir algo al hermano que tiene el hábito de hablar, pero es posible que no tenga la
oportunidad por causa de su hábito. Todos necesitamos ser liberados de nuestros hábitos. Otro hermano tal
vez tenga el hábito de hablar en voz baja en una reunión grande. Quizás su costumbre natural lo ate y él no
experimente el denuedo que hay en el Señor y la liberación del espíritu. Necesita ser liberado de este
hábito; de otro modo, no podrá ministrar en la debida forma. Necesita que el Espíritu liberador le dé el
denuedo y la liberación del espíritu.

Cuando oramos-leemos la Palabra, es necesario que seamos liberados de nuestras costumbres. Debemos
orar-leer según la necesidad que exista y el medio ambiente. Si cuatro o cinco hermanos se juntan para
orar-leer la Palabra en el apar¬tamento de un hermano, no deben gritar. Si uno de los hermanos grita, lo
hace como hábito. Debemos gritar pero no en conformidad con nuestro hábito, sino con las circunstancias y
el medio ambiente. Necesitamos liberar nuestro espíritu, y no nuestro hábito. Es posible que otro hermano
tenga la costumbre de estar quieto todo el tiempo. La manera en que él "ejercita el espíritu" cabe muy bien
en los hogares de los santos. Pero cuando va a una reunión donde hay trescientas o cuatrocientas personas,
necesita el denuedo para liberar su espíritu de manera viva. En una reunión grande, le será más fácil al
hermano continuar como siempre con su hábito y orar-leer con la "liberación" de su hábito de estar callado.
Necesitamos la liberación que nos da el Espíritu para que quepamos en cualquier ambiente o
circunstancias. Cuando estamos con poca gente, debemos experimentar al Espíritu de modo que oremos-
leamos en voz baja. Cuando estamos en una reunión con muchos santos, necesitamos orar-leer en voz alta
en el Espíritu. Si disfrutamos al Espíritu liberador, hablaremos cuando sea necesario hablar y estaremos
callados cuando sea necesario. Debemos actuar según la liberación que trae el Espíritu y no según nuestro
hábito. Para disfrutar al máximo la liberación dada por el Espíritu, necesitamos el crecimiento en vida. Las
reglas externas no nos pueden liberar de nuestros hábitos. Cuanto más crecemos en la vida, más seremos
liberados.

EL ESPIRITU QUE TRANSFORMA

En 2 Corintios 3:18 dice: "Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu".
En este versículo el Espíritu es el Espíritu que transforma. La transformación es un cambio en la vida, un
cambio metabólico. Cuanto más suministro de vida disfrutemos, más cambios, o más de la transformación,
experimentaremos. La transformación no es un cambio externo provocado por algún método, sino un
cambio interno efectuado por el suministro de vida. La transformación mencionada en 2 Corintios 3:18 no
es algo relacionado con las enseñanzas, sino algo de la vida que cambia.

Todos necesitamos ser cambiados, no por las enseñanzas y las reglas exteriores, sino por el crecimiento
interior de la vida. Cuando los niños crecen en su vida humana, cambian en apariencia año tras año. Con el
crecimiento en vida, hay cambios. Todos debemos procurar ganar el verdadero creci¬miento en la vida, y
todos necesitamos tener un verdadero cambio en vida. No estamos practicando la religión, más bien somos
la iglesia, la labranza de Dios. Debemos ocuparnos del crecimiento en vida para que obtengamos la
transformación en vida efectuada por el Señor Espíritu.

EL SEÑOR ESPIRITU

El versículo 17 de 2 Corintios 3 nos dice que el Señor es el Espíritu, y luego menciona el Espíritu del
Señor. Decir "el Espíritu del Señor" es semejante a decir "la corriente de la electricidad". La corriente y la
electricidad no son dos cosas distintas. Del mismo modo, el Espíritu y el Señor no son dos entidades
diferentes. La corriente de la electricidad es la electricidad misma, y el Espíritu del Señor es el Señor
mismo. La corriente de la electricidad es la electricidad misma en movimiento. El Espíritu es el Dios
Triuno en movimiento, la extensión del Dios Triuno. El Dios Triuno se extiende al hombre tripartito como
Espíritu. En el versículo 18 tenemos la expresión "el Señor Espíritu". Este es un título compuesto como
"Dios Padre" y "el Señor Cristo". El título compuesto "Dios Padre" se refiere al Padre quien es Dios o al
propio Dios quien es nuestro Padre. El Señor Espíritu se refiere al Señor quien es el Espíritu y al Espíritu
quien es nuestro Señor. El Señor y el Espíritu no son dos, sino uno.

En 2 Corintios 3:17-18 el Espíritu se menciona en tres aspectos: 1) el Señor es el Espíritu; 2) el Espíritu del
Señor; 3) el Señor Espíritu. Tenemos que comprender que el Señor es el Espíritu para nosotros, y debemos
llamarle el Señor Espíritu. Llamarle el Señor Espíritu concuerda con la experiencia subjetiva de la vida. Si
no conocemos la vida divina, nos será difícil llamar a nuestro Señor Jesús el Señor Espíritu. Al
experimentar nosotros la vida divina en nuestra vida diaria, espontáneamente nos daremos cuenta de que el
Señor es el Espíritu. Cuanto más experimentemos al Señor en vida, más real será para nosotros el hecho de
que el Señor es el Espíritu.

Cuando experimentemos la vida divina en el Espíritu y acudamos a la Biblia con esta experiencia,
podremos recibir el entendimiento adecuado e iluminado de la Palabra. Si no tenemos el conocimiento ni la
experiencia de algún aparato, no podemos entenderlo. Si me diera usted una parte de un automóvil, no
sabría cuál parte es ni dónde ponerla. Sin embargo, si le diera a un mecánico la misma parte, él sabría cuál
parte es y dónde corresponde. Debido a que tiene el conocimiento y la experiencia del automóvil, le es fácil
entender sus partes. De la misma manera, para poder entender la Biblia, especialmente con respecto a la
vida y al Espíritu, necesitamos las experiencias verdaderas de vida y del Espíritu. Podemos aprender
doctrinas, enseñanzas y teología, pero para entender lo concerniente a la vida y al Espíritu, necesitamos
disfrutar y experimentar a Cristo como el Señor Espíritu. Debemos disfrutar al Espíritu liberador y al
Espíritu transformador, quien nos transforma de un nivel de gloria a otro.
CAPITULO TRECE
EL ESPIRITU DE VIDA (3)
Lectura bíblica: Tit. 3:5; Ef. 4:23; 2 Ts. 2:13; 1 Jn. 2:27; Gá. 5:22, 25; Jn. 14:17; 16:13-15; 2 Co. 13:14

En el capítulo doce vimos algo relacionado con el Espíritu de vida en Romanos, 1 Corintios y 2 Corintios.
En este capítulo queremos continuar la comunión acerca del Espíritu de vida.

EL ESPIRITU QUE RENUEVA

Tito 3:5 se refiere a la renovación del Espíritu Santo. La transformación y la renovación están
estrechamente relacio¬nadas la una con la otra (Ro. 12:2). Cuanto más transformación ganamos, más
renovados somos. Cuanto más renovación ganamos, más transformados somos. Hemos dicho que la
transformación no es un simple cambio externo, sino un cambio interno de vida, un cambio metabólico. La
transfor¬mación es un cambio muy subjetivo que tiene lugar en nuestro interior mediante la vida. La
renovación efectuada por el Espíritu tampoco es una renovación exterior sino interior, la cual es cumplida
por la vida. La vida divina impartida en nosotros nos renueva.

Todo lo relacionado con nuestro ser natural es viejo. En Efesios 4 vemos que debemos despojarnos del
viejo hombre, ser renovados en el espíritu de nuestra mente, y vestirnos del nuevo hombre (vs. 22-24). Por
muy joven que sea uno, su mismo ser, o sea el hombre creado y luego caído, es viejo. El viejo hombre es el
hombre de la vieja creación, la cual está en Adán. Incluso un niño recién nacido tiene un viejo hombre que
necesita ser renovado. Nuestra mente es vieja, nuestra naturaleza es vieja y nuestra vida también.
Adán se envejeció inmediatamente después de la caída. El viejo hombre es de Adán, creado por Dios, pero
caído por el pecado. Debido a la vejez que heredamos de Adán, necesitamos ser renovados con todo lo que
Dios es. Todo lo que Dios es y todo lo que tiene es nuevo. Todo lo que nosotros somos y todo lo que
tenemos es viejo. Dios es muy antiguo porque es infinito, pero nunca está viejo. El es antiguo pero siempre
nuevo. Puesto que somos muy viejos, necesitamos ser renovados por nuestro Dios, Aquel que siempre es
nuevo.

Ser renovados significa ser reemplazados. Nuestra mente tiene que ser reemplazada por la mente de Cristo,
nuestra naturaleza, por Su naturaleza, y nuestra vida, por Su vida. Todo lo que tenemos es viejo. Todo lo
que es Cristo es nuevo. Cuando Cristo viene para reemplazar todo lo que tenemos y todo lo que somos, nos
renueva. Necesitamos ser renovados, mediante la vida, con todo lo que Cristo es. Un dentista puede
reemplazar los dientes de alguien con postizos, pero esto no constituye la renovación de sus dientes, porque
no han sido reemplazados por la vida. El Espíritu de vida nos renueva mediante la vida con todo lo que
Cristo es.

EL ESPIRITU QUE SANTIFICA

El Nuevo Testamento nos dice que fuimos santificados por la sangre de Cristo (He. 13:12; 10:29). Aun se
encuentra en el Antiguo Testamento que la sangre redentora puede santificar¬nos (He. 9:13; cfr. Lv. 16:18-
19). La santificación efectuada por la sangre es un simple cambio externo en cuanto a posición y condición,
no es un cambio interno con respecto a nuestra manera de ser. Antes de que fuéramos salvos, estábamos
entre los muchos pecadores no santificados. Cuando confesamos nuestros pecados y aceptamos a Cristo
como nuestro Salvador, la sangre de Cristo nos roció y nos santificó, cambiando así nuestra posición. La
sangre nos separó de los pecadores del mundo. Fuimos santificados para Dios posicionalmente por la
sangre de Cristo

Antes de que fuéramos salvos, estábamos bajo la con¬denación de Dios. Pero, por la sangre del Señor, la
cual nos ha rociado, nuestra condición ha sido cambiada. Ya no estamos bajo la condenación de Dios, sino
que hemos sido justificados ante los ojos de Dios por la sangre de Cristo (Ro. 5:16, 18; 3:24-25). Ahora
estamos en condiciones de justificación, y no de condenación. La sangre de Cristo ha cambiado nuestra
posición así como nuestra condición ante Dios. Estamos justificados y reconciliados con Dios.

No obstante, la sangre no cambia lo que somos en nuestra naturaleza, o sea en nuestro carácter. Es por esto
que necesitamos otro aspecto de la santificación. No necesitamos solamente la santificación exterior
realizada por la sangre, sino también la santificación interior efectuada por el Espíritu. 2 Tesalonicenses
2:13 habla de la santificación realizada por el Espíritu. En este versículo la santificación tiene lugar por
medio de la vida. El Espíritu nos santifica subjetiva e interiormente al cambiar nuestro carácter o sea,
nuestra inclinación natural. El Espíritu Santo nos santifica interiormente en nuestro modo de ser con la
substancia de Cristo, con lo que es Cristo, con la esencia de Dios.

Un buen ejemplo de esta santificación es la preparación del té. Cuando se pone una bolsita de té en agua
pura, ésta se hace té. Por haberse quedado la bolsita de té dentro del agua por un tiempo, ésta llega a ser
igual que el té en esencia, en naturaleza, en apariencia, en color y en aroma. El agua pura llega a ser uno
con el té porque éste se mezcla con el agua. Cuanto más té se mezcla con el agua, más como té llega a ser
el agua. Así como el agua pura llega a ser té, nosotros necesitamos ser santificados, o constituidos de
Cristo. El Espíritu Santo entra en nosotros para santificarnos con Cristo, para hacernos Cristo. El Espíritu
pone más y más de Cristo en nosotros para que seamos mezclados con El así como el té se mezcla con el
agua. Si la bolsita de té se deja en el agua por un tiempo largo, se intensifica el té. Debemos permitir que
Cristo se dispense en nosotros de manera completa para que seamos santificados, o sea, constituidos de
Cristo, de modo intensificado.

Romanos 6:19 nos dice que debemos presentar nuestros miembros "como esclavos a la justicia para
santificación". La santidad es la esencia del ser divino de Dios. John Wesley interpretó la santidad como la
perfección impecable, una perfección sin pecado. Sin embargo, la santidad no es la perfección impecable.
La manera en que Dios nos hace personas santas es impartirse, el Santo, en nosotros para que todo nuestro
ser sea impregnado y saturado de Su naturaleza santa.

Purificar el agua y hacer de ella té son dos asuntos diferentes. Si quiere usted servirme una taza de té, tal
vez purifique primero el agua y después haga de ella té. La purificación está incluida en la preparación del
té, pero no es la preparación misma. Del mismo modo, la perfección impeca¬ble está incluida en la
santidad, pero no es la santidad.

Los que tienen el concepto de que la perfección impecable es la santidad, se someten a muchas reglas. Es
posible que tengan reglas con respecto a su modo de vestirse y de conducirse para poder hacerse "santos".
Cuando yo era un cristiano joven, me reunía con un grupo de creyentes de la Asamblea de los Hermanos.
Eran muy estrictos. Los hombres tenían que cortarse el pelo muy corto. Si el pelo de un hermano era muy
corto, se consideraba una persona muy espiritual. Además, las hermanas no debían vestirse con nada
moderno. Tenían que llevar la ropa anticuada. Un día me di cuenta de que las personas no salvas que vivían
en el campo en China tenían la misma práctica que nosotros: los hombres se cortaban el pelo muy corto, y
todas las mujeres llevaban la ropa anticuada. Aparentemente, eran tan "espirituales" como nosotros. En
aquel momento me di cuenta de que la enseñanza acerca de que la santidad fuese la perfección impecable,
era errónea.

La santidad es la esencia divina de Dios, la esencia del ser divino de Dios. Es necesario poner la substancia
del té en el agua para hacer de ella té. Tenemos santidad cuando somos constituidos de Dios, el té divino.
Cuando algo del ser divino de Dios es dispensado en nosotros, somos santificados, es decir, somos hechos
santos con la propia esencia de Dios. La santificación realizada por el Espíritu no es un cambio externo,
sino la adición de la propia esencia de Dios a nuestro ser. El embalsamador tiene la tarea de dar una buena
apariencia a las personas muertas. Esto es un embellecimiento externo que no tiene nada que ver con la
vida. Nuestra conducta o nuestra belleza exterior deben ser expresiones de la vida interior. La santificación
que el Espíritu Santo efectúa no es algo exterior, sino que está exclusivamente relacionada con la vida
interior.

EL ESPIRITU QUE UNGE

El Espíritu de vida también es el Espíritu que unge (1 Jn.2:27). El Espíritu de vida libera, transforma,
renueva, santifica y unge. La unción es el mover y el obrar del Espíritu vivificante y todo-inclusivo que
mora en los creyentes. El Espíritu nos unge con todos los elementos divinos de la Trinidad Divina. La
unción es como la pintura repetida de algún objeto. Cuando se añade capa tras capa de pintura a un objeto,
los elementos de la pintura se añaden a lo pintado. El Espíritu Santo nos unge con la pintura divina, con
Cristo, la corporificación del Dios Triuno. La unción del Espíritu Santo no simplemente limpia, sino que
pinta en nuestro ser añadiéndonos los elementos divinos de Cristo. Dios desea añadirse a nosotros, es decir,
dispensarse en nosotros. Mientras el Espíritu Santo nos unge, mata las cosas negativas que están en nuestro
ser, y nos purifica y limpia con todo lo que Cristo es.

El ungüento santo para la unción del cual leemos en Exodo 30:23-25 tipifica de manera plena al Espíritu de
Dios com¬puesto, del cual somos ungidos. Los ingredientes de este ungüento incluyen todo lo que es
Cristo, todo lo que ha realizado, logrado, y obtenido. Este ungüento compuesto y todo-inclusivo es el
mismísimo elemento con el cual el Espíritu Santo nos pinta. Todos los ingredientes del ungüento
compues¬to conforman la esencia de Cristo como la corporificación del Dios Triuno. Cuanto más el
Espíritu Santo nos unge, más como Cristo llegamos a ser en vida y en naturaleza.

Si queremos cambiar el color de una casa, de color oscuro al color verde, necesitamos pintarla con pintura
de color verde. Nosotros somos como la casa de color oscuro, y Cristo es la pintura verde. Verde representa
la rica vida de Dios. Cuanto más el Espíritu Santo nos unja con Cristo, más como Cristo llegaremos a ser y
aún más seremos Cristo mismo. Llegamos a ser Cristo porque la esencia y el elemento de Cristo han sido
añadidos a nosotros por la unción. La unción es total¬mente un asunto de la vida.

EL ESPIRITU QUE FORTALECE

Efesios 3:16 dice que necesitamos ser fortalecidos en nuestro hombre interior mediante el Espíritu. Muchas
veces cuando tengo hambre, me siento débil, así que necesito alimento para fortalecerme. Me siento débil
porque estoy vacío por dentro. Me hace falta la fortaleza interior. Al comer bien, soy fortalecido y
vigorizado interiormente. Físicamente, nece¬sitamos ser fortalecidos al recibir el alimento en nuestro ser.
Espiritualmente, necesitamos ser fortalecidos en nuestro hombre interior con Cristo mediante el Espíritu
Santo. El Espíritu Santo introduce más y más de Cristo en nuestro hombre interior y así somos vigorizados
y fortalecidos, lo cual significa que ganamos más del suministro de vida.

En 1948 yo laboraba en el pueblo natal del hermano Watchman Nee, Foochow, el cual fue un lugar famoso
por las naranjas que producía. Me quedé allí alrededor de tres semanas y laboré día y noche en la obra del
Señor. Cuando me cansaba después de una reunión, bebía un vaso de jugo fresco de naranja, y en muy poco
tiempo era vigorizado, fortalecido y refrescado. Así como nuestro ser físico recibe el suministro de vida del
jugo de naranja, nosotros necesitamos recibir el suministro de vida del Espíritu, o sea, el fortaleci¬miento
interior del Espíritu. A menudo podemos sentirnos débiles o deprimidos. En estos momentos debemos
abrirnos al Señor y decir: "Oh Señor, Amén". Necesitamos aprender a inhalar al Señor profundamente
desde nuestro ser interior.

Cuando inhalamos al Señor, podemos sentir el fortalecimiento interior y la energía impartida en nosotros
por el Espíritu Santo. Cuando invocamos al Señor, el Espíritu Santo nos fortalece con Cristo como
suministro de vida. No puedo definir los elementos que están en un vaso de jugo fresco de naranja, pero sí
puedo disfrutar la nutrición y el refrigerio que me dan. Hay un elemento en el jugo de naranja que nutre, da
energía, fortalece y refresca. Hay también algunos elementos verdaderos, divinos, celestiales y espirituales
contenidos en el aliento del -Espíritu Santo. Cuando le inhalamos, somos fortalecidos en nuestro hombre
interior.

Cuanto más somos transformados, renovados, santificados, ungidos y fortalecidos por el Espíritu, más
disfrute tenemos del suministro de vida y más crecimiento en vida obtenemos. Los hombres
estadounidenses robustos y altos han crecido en la vida humana porque han disfrutado las riquezas de los
Estados Unidos. Del mismo modo, nuestro peso espiritual y nuestro crecimiento en vida son productos de
las riquezas de Cristo. Mientras el Espíritu de Cristo nos libera, transforma, renueva, santifica y unge día
por día, añade a Cristo en nosotros para que ganemos peso adicional de Cristo. Cuando Cristo se añade en
nuestro ser de esta manera, da por resultado que crezcamos en vida.

Al recibir toda la rica comida de los Estados Unidos, un niño estadounidense crecerá y será cambiado
metabólica¬mente durante un período de tiempo. Mientras el Espíritu de Cristo añade a Cristo a nuestro
ser, nosotros crecemos y somos transformados metabólicamente. El Espíritu nos libera, transforma,
renueva, santifica y nos unge con el único propósito de poner a Cristo en nosotros para que El pueda ser el
propio elemento de nuestro ser interior. Necesitamos cooperar con el Espíritu de vida, quien dispensa más
de Cristo en nosotros poco a poco y en varias formas. No tenemos interés en las simples enseñanzas porque
ellas nunca pueden reem¬plazar los ingredientes del propio Cristo. Confiamos en el Espíritu vivificante
porque este Espíritu obra con el fin de liberarnos, transformarnos, renovarnos, santificarnos y un¬girnos,
introduciendo a Cristo en nosotros y añadiéndolo a nosotros poco a poco día tras día. Al cooperar con la
obra del Espíritu vivificante, crecemos en las riquezas de Cristo y ganamos más de Su vida para poder
crecer en vida.

EL FRUTO DEL ESPIRITU

Gálatas 5:22 se refiere al fruto del Espíritu. El fruto es la expresión y el producto de la vida interior. De la
renovación interior hecha por el Espíritu viene el fruto del Espíritu. Al ser añadido Cristo a nuestro ser por
medio del Espíritu que transforma, santifica y unge, el fruto del Espíritu brotará de nosotros. Este fruto es la
expresión externa de la obra interior del Espíritu, la cual es la renovación del Espíritu. Cuanto más seamos
renovados, transformados, santificados y ungidos por el Espíritu Santo, más fruto tendremos del Espíritu.
El Espíritu produce fruto que está lleno de vida por medio del disfrute interior que tenemos de Cristo.

El fruto del Espíritu es singular, pero vemos la expresión del fruto en Gálatas 5:22-23 donde se dan nueve
ejemplos de los diferentes aspectos del fruto. El fruto del Espíritu tiene otros aspectos, pero sólo estos
nueve están enumerados en Gálatas 5. El fruto del Espíritu es Cristo mismo en muchos aspectos expresados
en amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. El fruto
del Espíritu es el Cristo único expresado en muchos aspectos. El fruto producido por el Espíritu es
simplemente Cristo. Cuando Cristo es introducido en nosotros, El es la alimentación. Cuando Cristo es
manifestado a través de nosotros, es el fruto. La obra del Espíritu de vida es introducir a Cristo en nosotros
y hacer que Cristo se manifieste a través de nosotros. El fruto del Espíritu es exclusivamente un asunto
de vida.

VIVIR POR EL ESPIRITU

Cuando vivimos por el Espíritu nuestra vida depende del Espíritu y está controlada por el Espíritu. Vivir
por el Espíritu en Gálatas 5:25 equivale a andar por el Espíritu en el versículo 16. Vivir por el Espíritu, o
andar por el Espíritu, es un asunto de vida. Vivir por el Espíritu no tiene que ver simplemente con una
conducta externa, sino con la vida. Vivir no significa comportarse. Muchas veces los padres les dicen a sus
hijos que se porten bien. Para poder portarse bien los niños tal vez tienen que conducirse de una manera
diferente de lo que son. Es posible que un mono sea adiestrado a conducirse como si fuera hombre. Una vez
vi una demostración de un mono que fue adiestrado a comer usando un tenedor. Llevaba en la cabeza una
gorra, se vestía de una chaqueta, y podía andar en dos patas en vez de cuatro. Después de la demostración,
el mono empezó a comportarse como era normal para él. Se quitó la gorra y la chaqueta, tiró el tenedor y
empezó a andar en cuatro patas. Había sido adiestrado a comportarse como si fuera un hombre, pero en su
ser era todavía un mono. Nosotros los cristianos no debemos actuar o comportarnos de manera diferente de
lo que somos. Necesitamos vivir por el Espíritu. Es posible que muchos de nosotros nos comportemos de
cierta manera en una reunión cristiana. Fuera de la reunión tal vez vivamos de otro modo. Así como el
mono que se comportó como si fuera hombre, nosotros quizás nos conduz¬camos como "hombres" en las
reuniones y como si fuéramos "monos" fuera de las reuniones. Esto está mal. Nosotros los cristianos no
debemos fingir o intentar portarnos bien. Necesitamos vivir por el Espíritu, andar por el Espíritu. No
debemos vivir por nosotros mismos, por nuestro viejo hombre, sino por el Espíritu.

EL ESPIRITU DE REALIDAD

El libro de Juan menciona el Espíritu de realidad (14:17; 16:13). La realidad es Cristo (Jn. 14:6). En todo el
universo, Cristo es la realidad de todo. La verdadera luz es Cristo. El amor nuestro no es el verdadero amor.
El verdadero amor es Cristo. La Biblia manda que honremos a nuestros padres, y necesitamos ver que la
verdadera honra es Cristo. Si no tenemos a Cristo, no podemos honrar de verdad a nuestros padres. La
verdadera honradez es Cristo. La verdadera paciencia es Cristo. Nuestra paciencia no es la verdadera
paciencia porque después de pasar por algunas pruebas nuestra paciencia desaparece. Nuestra paciencia
está limi¬tada, pero Cristo como paciencia no tiene límites, porque El es la verdadera paciencia. Cristo es
la realidad, y el Espíritu de vida también es el Espíritu de la realidad. Si tenemos al Espíritu de vida,
tenemos a Cristo como realidad. Hoy en día el Espíritu de realidad está en nosotros (Jn. 14:17).

Necesitamos conocer y experimentar de forma práctica a este Espíritu de realidad que mora en nosotros.
Debe ser nuestro caso que día tras día podamos testificar que el Espíritu es muy real dentro de nosotros.
En Juan 16:15 el Señor Jesús dijo: "Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío,
y os lo hará saber". La realidad y la plenitud del Padre son de Cristo. El Padre entrega todas Sus riquezas y
Su plenitud al Hijo. Luego el Espíritu recibe todo lo que Cristo tiene para mostrárnoslo. Todo lo que el
Padre es y tiene está corporificado en el Hijo (Col. 2:9), y todo lo que el Hijo es y tiene se revela como
realidad a los creyentes por medio del Espíritu. Lo que el Espíritu nos muestra no es cierta enseñanza sino
todo lo relacionado con el Padre. Lo que tiene el Padre pertenece a Cristo, y el Espíritu recibe de Cristo
todo lo relacionado con el Padre para divulgárnoslo. La realidad es del Padre, el Padre entrega la realidad al
Hijo, el Espíritu recibe esta realidad del Hijo y nos la muestra. El Espíritu de vida nos trae todo lo que Dios
es en Cristo como la realidad. En esta realidad encontramos todo lo que necesitamos. Esta realidad incluye
la vida, la luz, la paciencia, el amor, la humildad, la bondad, la sabiduría y el conocimiento.

LA COMUNION DEL ESPIRITU

En 2 Corintios 13:14 dice: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu
Santo sean con todos vosotros". No debemos considerar este versículo como una simple bendición leída al
final de un culto de adoración. Debemos leer este versículo teniendo en mente la economía de Dios y el
dispensar de Dios. El amor de Dios es Dios mismo; la gracia de Cristo es Cristo mismo; y la comunión del
Espíritu es el Espíritu mismo. El amor es la fuente, la gracia es el cauce y la comunión es el fluir. En el
dispensar divino, el amor de Dios como fuente se manifiesta en la gracia de Cristo, el cauce, y es trasmitida
a nosotros como la comunión del Espíritu, el fluir del Espíritu. El amor de Dios, la gracia de Cristo y la
comunión del Espíritu no son tres asuntos distintos, sino tres aspectos de una sola cosa. Con tal que
estemos en el fluir del Espíritu, tenemos la gracia de Cristo junto con el amor de Dios. Disfrutamos la
gracia de Cristo con el amor de Dios en la comunión del Espíritu, en el fluir del Espíritu. El disfrute del
dispensar divino de la Trinidad divina está exclusivamente relacionado con la vida.

En 2 Corintios 1 se afirma que Dios nos ha ungido con este Espíritu (v. 21); el capítulo tres nos dice que
este Espíritu es el que da - vida, libera y transforma; y la conclusión de 2 Corintios afirma que este Espíritu
es el Espíritu de comu¬nión. El Espíritu de comunión es el Espíritu de vida que nos vivifica, unge, libera y
transforma. El Espíritu de vida comunica y trasmite a nosotros todo lo que Dios es en Cristo para nuestro
disfrute a fin de que ganemos a Dios en plenitud.
CAPITULO CATORCE
SALVOS POR LA VIDA (1)
Lectura bíblica: Jn. 1:4; 10:10b; 11:25; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4a; Ro. 5:10, 12, 17-19, 21; 6:4; Fil. 3:10a

Hemos considerado el árbol de la vida, el agua de vida, el aliento de vida, la semilla de la vida y el Espíritu
de vida. En este capítulo llegamos a considerar la vida misma. Nada es tan difícil de definir como lo es la
vida.

EL REGISTRO DE LA VIDA EN GENESIS 1 Y 2

Debemos recordar que Génesis 1 y 2 constituyen un registro de la vida. Hay cuatro categorías de vida
presentada en Génesis 1 y 2: la vida botánica, la vida animal, la vida humana y la vida divina. La vida
botánica, la vida animal y la vida humana fueron creadas por Dios. Sólo la vida divina es increada y eterna.
Es la vida que se extiende de la eternidad a la eternidad. Todas las otras categorías de la vida tienen su
principio y su fin porque son vidas creadas, pero una sola categoría de vida, o sea una sola vida, la vida
divina de Dios, es eterna e increada; no tiene principio ni fin.

En Génesis 1 y 2 todas las vidas inferiores existen para las vidas superiores. La vida botánica existe para la
vida animal, la vida animal para la vida humana, y la vida humana para la vida divina. Sólo la vida humana
está capacitada para tener esta relación con la vida divina. ¿Por qué está capacitada sólo la vida humana
para contener la vida divina? El mejor ejemplo de esta realidad divina y maravillosa es el de un guante y
una mano. La mano de una persona no cabe en un pañuelo porque éste no tiene la imagen ni la forma de la
mano. Puesto que el guante tiene la imagen, la semejanza y la forma de una mano, puede contener la mano.

Un guante es hecho en la forma de una mano para poder contener la mano. La vida humana fue creada
conforme a la semejanza de la vida divina para que Dios pudiera dispensarse como vida divina en la vida
humana. Sólo la vida humana está capacitada para contener la vida divina porque la vida humana tiene la
semejanza de la vida divina. Dios nos creó conforme a Su semejanza con el fin de que le contuviéramos;
éste fue Su propósito. Para cumplir este propósito Dios nos dio un espíritu humano al crearnos. Nuestro
espíritu humano es el órgano por el cual recibimos a Dios y le contenemos. Así que, el espíritu humano es
el medio y el órgano por el cual se cumple el propósito divino de Dios.

LA VERDADERA VIDA ES LA VIDA DIVINA

La vida botánica, la vida animal y la vida humana no son la vida verdadera; son sombras, figuras o cuadros
de la verdadera vida. Muestran diferentes aspectos de la vida única, la vida divina. La belleza de ciertas
flores señala la belleza de la vida divina, la cual es en realidad la más bella de todo lo que se puede ver en
la vida botánica. Los muchos árboles frutales que dan muchas clases de fruta son solamente sombras que
nos muestran cuán fructífera es la vida divina. El bosque, lleno de árboles, es un cuadro de la abundancia
de la vida divina. Además, la vida humana tiene la semejanza de la vida divina. La sabiduría del hombre en
sus empeños científicos nos muestra la sabiduría de la vida divina. Todos los atributos, rasgos y aspectos
positivos de la vida vegetal, de la vida animal y de la vida humana son sombras, o cuadros, de la vida
divina. Conforme al concepto divino, si no tenemos la vida divina, no tenemos la vida. Nuestra vida
humana no es la verdadera vida; es sólo una figura, una sombra, de la vida. Necesitamos la vida que lo es
de verdad (1 Ti. 6:19). Es por esto que 1 Juan 5::2 nos dice que si tenemos al Hijo, tenemos la vida, y si no
tenemos al Hijo, no tenemos la vida.

LO QUE ES LA VIDA

Ahora necesitamos preguntar qué es la vida. La vida es Dios mismo; es Dios en Cristo; es Dios en Cristo
mediante el Espíritu; es Cristo con Dios; y también es el Espíritu junto con todas las riquezas de Cristo en
toda la plenitud de la Deidad. Juan 1:4 dice: "En El estaba la vida". La Persona en la cual hay vida es la que
en el principio era el Verbo, quien estaba con Dios, quien era Dios y por medio de quien todas las cosas
llegaron a existir. En esta Persona estaba la vida. Esta vida era la luz de los hombres (Jn. 1:4). Juan 10:10b
nos dice que el Señor Jesús vino para que tuviéramos vida y para que la tuviéramos en abundancia. Este es
el propósito de la venida de Cristo. En 1 Timoteo 1:15 dice que "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a
los pecadores". El vino al mundo para salvarnos de nuestros pecados, para eliminar el lado negativo (Mt.
1:21). No obstante, el propósito positivo de la venida de Cristo consiste en que tengamos vida y que la
tengamos en abundancia.

Esta vida es la vida que tiene el poder de la resurrección. La vida que recibimos de Dios por medio de
Cristo es una vida de resurrección. Tenemos que distinguir entre la vida y la resurrección. La resurrección
es una vida que ha sido probada al pasar por la muerte. La vida que poseemos es una vida con el poder de
resurrección. Esta vida ha sido probada al morir y al pasar por la muerte. Cristo es la resurrección y la vida
(Jn. 11:25). Debido a que Cristo es la resurrección, era imposible que El fuese retenido por la muerte (Hch.
2:24). La muerte no puede retener la vida de resurrección. Si tenemos al Hijo, tenemos esta vida. Si no
tenemos al Hijo, no tenemos esta vida. Debido a que recibimos al Hijo, podemos declarar que tenemos esta
vida. Podemos decir: "Cristo es nuestra vida" (Col. 3:4a).

SALVOS EN SU VIDA

Romanos 5:10 dice: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida". Los dos puntos principales de este
versículo son la muerte del Hijo de Dios y la vida del Hijo de Dios. Además de la muerte y la vida del Hijo
de Dios, hay dos asuntos: la reconciliación y la salvación. La reconciliación se obtiene mediante Su muerte;
la salvación se obtiene en Su vida. La reconciliación con Dios mediante Cristo ya se ha cumplido, pero ser
salvos en Su vida de las muchas cosas negativas sigue siendo un asunto de la vida diaria. También en este
versículo necesi¬tamos prestar atención a las palabras "mucho más". Fuimos reconciliados, pero mucho
más, seremos salvos en la vida del Señor. Como los pecadores que somos, necesitamos la justificación,
pero siendo enemigos necesitamos la recon¬ciliación. Debido a la enemistad que existía entre nosotros y
Dios, necesitábamos ser reconciliados. No éramos sola¬mente pecadores sino también enemigos. Cuando
éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Cristo. Podemos decir que hemos sido
salvos del lago de fuego y de la condenación de Dios mediante la sangre redentora de Cristo. Pero según
Romanos 5:10 todavía necesitamos ser salvos en la vida de Cristo, la cual es la vida divina, la verdadera.
Salvos de la ley del pecado, de la carne, y de la muerte

Después de ser salvos de la condenación de Dios y del lago de fuego, primero necesitamos ser salvos de la
ley del pecado. La ley del pecado es el poder dominante del pecado. Romanos 8:2 dice que la ley del
Espíritu de vida nos libra de la ley del pecado. La carne es la segunda cosa de la cual necesitamos ser
salvos. La muerte es la tercera cosa negativa de la cual necesitamos ser salvos. La muerte incluye todo lo
negativo. Nuestro descuido, nuestra falta de disciplina, nuestra debili¬dad, nuestros pensamientos negativos
y nuestras fallas pertenecen a la muerte. Es menester que seamos salvos de la ley del pecado, de la carne y
de la muerte. La ley del pecado, la carne y la muerte son cosas negativas, prevalecien¬tes y muy poderosas
que nos molestan aun después de ser regenerados con la vida divina. Si queremos conocer lo que es ser
salvos en Su vida, tenemos que ser salvos de estas cosas negativas.

La definición de la muerte

La muerte siempre acompaña al pecado; es el producto del pecado. El pecado es la causa y la muerte es el
efecto. Cuando tenemos el pecado, allí está la muerte. La muerte es la falta de capacidad para cumplir los
requisitos de Dios según Su norma divina. Dios requiere que honremos a nuestros padres. Si no podemos
honrar a nuestros padres, eso es la muerte. Ante los ojos de Dios, la muerte está con nosotros porque no
podemos cumplir Sus requisitos. El Señor también nos dice: "Sed santos, porque Yo soy santo" (1 P. 1:16).
Si no podemos ser santos, esto es un indicio de que estamos muertos. Dios quiere que nosotros seamos
diligentes. Si somos descuidados, estamos en la muerte. Dios requiere que seamos vigilantes, pero puede
ser que siempre estemos dormidos. Esto significa que carecemos de la capacidad para cumplir los
requisitos de Dios y que la muerte está con nosotros. Dios desea que seamos personas cuidadosas, pero es
posible que vivamos de manera descuidada cada día. Muchos hermanos jóvenes parecen ser vivientes, pero
en realidad están muertos porque carecen de la capacidad para cumplir los requisitos de Dios según Su
norma divina.

El modelo presentado por el Señor Jesús


De 1920 a 1925, el Señor hizo algo maravilloso en China salvando a muchos estudiantes de la universidad
y de la secundaria. Durante ese tiempo un verdadero cambio sucedía en China debido a la generación
joven. Su concepto fue revolucionado con la idea de que el hombre tiene que ser libre. Los chinos tenían
muchas enseñanzas, costumbres, hábitos, tradiciones y reglas. Los jóvenes a principios de los años 20 en
China querían abandonar las reglas para poder ser libres. En los años de dicho decenio en China un joven
tenía que levantarse cuando entraba en el cuarto una persona mayor. Un adolescente no tenía la libertad de
decir nada en la presencia de sus mayores, y no podía sentarse hasta que ellos saliesen. En este medio
ambiente nosotros los jóvenes de China fuimos salvos por el Señor. Debido al deseo de estar libres de las
reglas, algunos que fueron salvos tenían el concepto de que Jesús nunca controlaba a otros y que El no
estaba bajo ninguna regla. Para ellos la verdadera libertad equivalía a no tener reglas. Pero en realidad no
tener reglas es no tener disciplina y estar en la muerte. Al leer las Escrituras, podemos ver que el Señor
Jesús era una persona muy cuidadosa. No era descuidado ni indisciplinado.

Los Evangelios nos dan un relato de cómo el Señor dio de comer a cinco mil personas a la vez (Mt. 14:14-
21). Estas al personas disfrutaban de la enseñanza del Señor, pero avanzarse la hora, tuvieron hambre. Los
discípulos pidieron en ir y Señor que despidiese a las multitudes para que pudiesen conseguir algo que
comer. Pero el Señor mandó a los discípulos: "Dadles vosotros de comer" (Mr. 6:37). Los Evangelios
narran el milagro hecho por el Señor de alimentar a cinco que el con sólo cinco panes y dos peces, pero
también p Señor lo hizo todo de manera cuidadosa y en orden. Los discípulos presentaron los panes y los
peces al Señor Jesús, y El les dijo a los discípulos que mandasen a la gente a sentarse en compañías, de
ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta (Jn. 6:10; cfr. Mr. 6:39-40). Esto nos muestra cómo el Señor
Jesús lo hacía todo en orden. El exigió que la gente se sentara en orden, en compañías.

Después de un milagro tan grande de alimentar a cinco mil personas, el Señor Jesús les mandó que
recogiesen las sobras del pan y de los pedazos de pan afirma que los discípulos "recogieron y de los peces
doce cestas llenas". Si nosotros hubiéramos estado allí con los discípulos, probablemente no nos hubieran
importado los pedazos de pan y de los peces. Pero el Señor Jesús no era descuidado. Cuando estaba en la
tierra, lo hacía todo en orden y de manera cuidados nada de creación Su testimonio del orden de Dios. No
hay creación, sino que todo está en orden.

Necesitamos ser salvos en Su vida

Si somos descuidados, indolentes o indisciplinados, esto demuestra que no podemos cumplir los requisitos
de Dios según Su norma divina, así que la muerte está con nosotros.

Necesitamos ser salvos en Su vida. Necesitarnos también u vida llenos que podamos ser vivientes y capaces
y de energía y capacidad para cumplir los requisitos de Dios según Su norma divina. Ser vivientes no
significa que somos únicamente activos o vivos, sino que somos o capaces de cumplir los requisitos de
Dios. Es bueno que Dios quiere que ¡Alabado sea el Señor. Pero supongamos nosotros guardemos silencio.
Si no podemos estar callados, esto significa que la muerte está con nosotros. Si tenemos que estar en ciertos
lugares a tiempo y no podemos llegar a tiempo, esto es muerte. La falta de capacidad de llegar a tiempo es
indicio de que la muerte está con nosotros. Cuando el Señor nos manda que brinquemos y gritemos,
debemos ser uno con El. Cuando quiere que guardemos silencio, debemos estar callados. Si podemos ser
uno con el Señor, esto demuestra que estamos llenos de vida porque tenemos la habilidad y la capacidad de
cumplir los requisitos del Señor. Si nos falta la capacidad de cumplir los requisitos de Dios, esto demuestra
aún más que estamos muertos. ¡Cuánto necesitamos ser salvos en Su vida!

Debemos tener comunión con el Señor con respecto a nuestra necesidad de ser salvos en Su vida. En
nuestra vida diaria, ¿tenemos la capacidad de cumplir los requisitos del Señor? Si no, carecemos de la vida.
Una falta de capacidad para cumplir los requisitos del Señor según Su norma divina es indicio de que
carecemos de la vida. Significa que la muerte está con nosotros y que necesitamos la vida del Señor para
que nos salve. Mucho más, seremos salvos en Su vida. Ser salvos en Su vida no tiene que ver solamente
con ser justificados, perdonados por Dios y salvos del lago de fuego. Necesitamos ser salvos de la falta de
capacidad de glorificarle, agradarle y cumplir Sus requisitos. Necesitamos más vida; necesitamos tener vida
en abundancia; necesitamos ser salvos de esta manera tan rica. Debemos llevar lo compartido en este
capítulo al Señor en oración para ser salvos en Su vida en nuestra vida diaria.
CAPITULO QUINCE
SALVOS POR LA VIDA (2)
Lectura bíblica: Ro. 5:10, 12, 17-19, 21; 6:4; Fil. 3:10a

EL PECADO Y LA MUERTE EXISTENTES EN ADAN EN CONTRASTE CON LA JUSTICIA Y LA


VIDA QUE SE HALLAN EN CRISTO

Romanos 5 nos muestra dos personas: Adán y Cristo. La desobediencia de un hombre está en contraste con
la obedi¬encia de uno solo (v. 19). Adán es el primer hombre, Cristo el segundo Hombre. En la Biblia el
deseo de Dios está con el segundo Hombre, y no con el primero. Los dos hijos de Isaac eran Esaú y Jacob.
Dios rechazó a Esaú, el primogénito, y amó a Jacob, el segundo hijo (Ro. 9:13). Además, el libro de Exodo
nos dice que el juicio final de Dios sobre Egipto consistió en que murieron todos los primogénitos (11:4-5).
El primero representa al hombre natural, mientras que el segundo representa al hombre espiritual (1 Co.
15:46-47). Estábamos en Adán, el primer hombre, pero ahora estamos en Cristo, el segundo Hombre.

Primero nacimos en Adán, pero la segunda vez nacimos en Cristo. Todos los que tienen un solo nacimiento
no han sido salvos y no están en Cristo. Debido a que nuestro primer nacimiento fue en Adán y nuestro
segundo nacimiento en Cristo, somos de Cristo.

Según Romanos 5 heredamos el pecado y la muerte en Adán (v. 12). El pecado nos puso bajo la
condenación de Dios (vs. 16, 18). Mientras seamos pecaminosos, seremos conde-nados por Dios bajo el
justo juicio de El. La muerte nos introduce en una situación donde somos completamente incapaces de
cumplir con los requisitos de Dios. Debido a que estamos muertos, no tenemos la capacidad de ser
humildes ni pacientes conforme a la norma divina de Dios. Romanos 5 muestra que primero estábamos
bajo la condenación de Dios y además éramos completamente incapaces de cumplir con Sus requisitos. No
obstante, damos gracias a Dios porque Cristo murió por nosotros. Su muerte resolvió el primer problema
que teníamos. El hecho de estar bajo la condenación de Dios se acabó por completo. Pero ahora, en cierto
sentido, seguimos en la segunda condición, la de no ser capaces de cumplir los requisitos de Dios.

De Adán heredamos el pecado y la muerte. De Cristo recibimos justicia y vida (vs. 17-19). La justicia y la
vida son dos cosas principales que hemos recibido en Cristo y de El. La justicia está en contra del pecado, y
la vida está en contra de la muerte. Heredamos el pecado, pero hemos recibido la justicia. La justicia borró
el pecado. Heredamos la muerte de Adán, pero hemos recibido la vida en Cristo. La vida borra y absorbe la
muerte. La justicia en Cristo está relacionada con Su muerte. La vida en Cristo está relacionada con Su
resurrección. El murió por nuestro pecado y resucitó para que nosotros tuviéramos la vida. Su muerte
resuelve el problema de nuestro pecado, y Su resurrección nos imparte Su vida para vencer y absorber la
muerte. Por una parte, hemos sido reconciliados con Dios por Su muerte. Por otra, ahora en Su vida somos
salvos de la muerte. La muerte es nuestro problema. Habiendo sido reconciliados, mucho más, en Su vida
seremos salvos de la muerte (v. 10), la cual es la incapacidad de cumplir los requisitos de Dios conforme a
Su norma divina.

LA LIBERTAD QUE SE HALLA EN CRISTO EN CONTRASTE CON LA INDISCIPLINA

Tenemos que aplicar esta comunión a nuestra vida práctica diaria. El descuido, la falta de disciplina y la
indolencia son debilidades, y éstas son los diferentes aspectos de la muerte. Nosotros somos descuidados,
indisciplinados e indolentes porque somos-débiles, y todas las debilidades son aspectos de la muerte. Tal
vez pensemos que si tuviéramos más libertad, eso sería maravilloso. Pero la clase de libertad que deseamos
tal vez no sea de verdad libertad sino descuido.

Tenemos que distinguir entre la libertad y la falta de disciplina. Ser indisciplinados significa que en nuestra
vida diaria no podemos hacer nada por nosotros mismos. Tal vez no podamos acostarnos cuando debemos.
Quizás no podamos mantener todo en orden. Cuando somos fuertes y sobrios en nuestra mentalidad,
espontáneamente somos disciplinados. Cuando sea el tiempo para sonreír, debemos sonreír. Cuando sea el
tiempo para llorar, debemos llorar. Cuando sea el tiempo para reír, debemos reír. El descuido significa que
no hay control. La indisciplina trae la muerte. Tener libertad es no estar bajo el cautiverio de nada. Cuando
estamos libres, hacemos lo que nos parece que debemos hacer. Tener libertad es reír cuando nos parezca
que debemos reír y cesar de reír cuando así nos parezca. Cuando estamos libres, no estamos cautivos por
nada.

Cuando disfrutamos la verdadera libertad podemos contro¬larnos. La habilidad de manejar bien un


automóvil significa que manejamos con libertad. Podemos usar los frenos o acelerar cuando sea necesario.
Manejar de manera indiscipli¬nada significa que los frenos o el volante no funcionan. Para disfrutar la
verdadera libertad en el manejo, tenemos que ejercer absoluto control sobre el automóvil. Necesitamos
vivir una vida sana, sobria y normal, y esa vida es Cristo. ¡Cuán sano, sobrio, normal y fuerte es El!

EL VIVIR HUMANO REGULADO DE CRISTO

Los cuatro Evangelios revelan la humanidad maravillosa del Señor Jesús. ¡Qué vida diaria maravillosa y
qué vivir humano tenía El cuando estaba en la tierra! Era noble, sólido, sobrio y recto en todo aspecto. El
Evangelio de Juan revela al Señor Jesús como el propio Dios quien pasó por el vivir humano en la tierra. El
libro de Juan nos muestra de forma específica cómo el Señor Jesús, quien es la vida, satisface la necesidad
de cada hombre.

Juan 11 muestra que la necesidad de los muertos es la vida de resurrección. En este capítulo podemos ver la
humanidad divina y maravillosa del Señor Jesús. Las Escri¬turas nos dicen que Jesús amó a María, a Marta
y a su hermano Lázaro (v. 5). Un día Lázaro se enfermó gravemente, y Marta y María dieron aviso al Señor
Jesús. Cuando el Señor oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba (v.
6). Tenía toda la libertad para ir o no ir a visitar a Lázaro. El "freno" de su "automóvil" funcionaba muy
bien.

Los discípulos se conmovían fácilmente, pero el Señor Jesús era estable. Cuando llegaron las noticias
acerca de la enfermedad de Lázaro, el corazón del Señor no se conmovió. Los discípulos debieron de
haberse quedado sorprendidos y confusos. Podemos imaginarnos cuán desanimados estaban. Después de
dos días, el Señor de repente expresó el deseo de visitar a Lázaro. Cuando el Señor no quería ir, los
discípulos estaban sorprendidos, y cuando el Señor estaba preparado para ir, pensaban que no era necesario.
Le dijeron al Señor: "Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?" Lo que el Señor
no quería hacer, los discípulos sí querían, y cuando el Señor quería hacer algo, los discípulos no estaban de
acuerdo. Podemos decir que no conocían la voluntad de Dios. Pero también debemos ver que los discípulos
no eran muy normales. Se entusiasmaban y se ofendían fácilmente.

Si nos ofendemos fácilmente, esto significa que no somos muy normales. Si nos reprendieran y
despreciaran severa¬mente y nosotros pudiéramos evitar ser ofendidos, sería un indicio de tener la
verdadera libertad. Sin embargo, a veces, una sola palabra puede ofendernos. Si entendemos mal a otros y
nos ofendemos y nos disgustamos fácilmente, esto es un indicio de que somos débiles, estamos muertos y
no tenemos el poder de vida con el cual controlarnos. Cuando los discípulos acompañaron al Señor al ir El
a visitar a Lázaro, no lo hicieron con voluntad. Aun Tomás les dijo a los otros discípulos: "Vamos también
nosotros, para que muramos con El" (v. 16).

Cuando el Señor Jesús estaba en camino al pueblo de Betania, la primera persona que salió a Su encuentro
fue Marta. Marta le_ dijo al Señor Jesús: "Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto" (v. 21).
Luego el Señor Jesús le dijo a Marta que su hermano resucitaría y que El era la resurrección y la vida (vs.
23, 25). Pero Marta no entendió lo que dijo el Señor Jesús. Respondió que sabía que su hermano resucitaría
en la resurrección en el día postrero (v. 24). Después de conversar con el Señor Jesús, Marta se fue y le dijo
a su hermana María que el Señor estaba allí y que la llamaba (v. 28). Esto fue la opinión de Marta y no el
mandato del Señor. El Señor Jesús no se ofendió por las opiniones de Marta, ni por las de María (v. 32), ni
por las opiniones de los judíos (vs 36-37). En cierto momento el Señor lloró identificándose con el dolor
que ellas tenían por causa de la muerte de Lázaro. En Juan 11 podemos ver que el Señor siempre se
controlaba por completo. El tenía plena libertad. Estaba completamente libre y no le faltaba nada de
disciplina porque estaba lleno de la vida.

DISFRUTAR A CRISTO COMO LA VIDA DIVINA INTERIOR


PARA LLEVAR UNA VIDA HUMANA ADECUADA
Si me río o lloro sin límite y sin control, esto significa que estoy lleno de muerte. Tenemos que comprender
que si participamos de Cristo y le disfrutamos como vida, todo nuestro ser, todo nuestro vivir humano, será
cambiado por completo. Al participar de la vida transformadora de Cristo, estamos capacitados no sólo para
vencer algunos pecados y hábitos dominantes sino que también, y con mayor importan¬cia, devorará la
muerte de nuestro hombre natural, y así seremos hechos nuevas personas. Entonces cuando nos riamos, lo
haremos de modo diferente. Cuando lloremos, lo haremos sin falta de control. Podemos estar alegres y
entusiasmados pero bajo cierto control. Cuando cada parte de nuestro ser está bajo el control y la
regulación interior de Cristo como vida divina interior, entonces tenemos la verdad¬era libertad.

Vivir sin ley y sin disciplina no es libertad. Disfrutamos la libertad cuando estamos bajo el control de la
vida divina, pero sin sentirnos atados. El hecho de ser capaces de hacer los quehaceres domésticos en el
debido tiempo y con gozo demuestra que tenemos el poder de vida en nosotros. El poder de vida interior
nos capacita para lavar los platos, llegar a tiempo y acostarnos al debido tiempo. Hacer estas cosas no nos
atarán sino que nos darán gozo si estamos disfrutando la verdadera libertad en la vida divina. Necesitamos
disfrutar el poder de vida, el poder de la resurrección del Señor, para tener el vivir humano adecuado en
nuestra vida diaria. Nada nos debe atar ni oprimir ni hacer que suframos, pero en todo debemos tener el
gozo del Señor porque somos salvos en Su vida. Si no tenemos la vida, todo lo que hagamos nos será
presión o sufrimiento. Necesitamos la verdadera experiencia de Cristo como nuestra vida interior que nos
salva.

LA VIDA EDIFICA EL CUERPO

Mucho más, seremos salvos de la muerte en Su vida. Ser salvos de la muerte incluye ser libertados del
pecado, y también incluye la santificación, la transformación, la con-formación a la imagen de Cristo y la
edificación del Cuerpo. Somos independientes porque carecemos de la vida. En Ezequiel 37 los huesos
estaban completamente secos, así que cada hueso estaba solo y separado de los otros. Los huesos estaban
separados el uno del otro porque no tenían vida. Puesto que no tenían vida, estaban separados y eran
totalmente independientes. Los huesos de nuestro cuerpo humano están unidos mediante la vida, por la vida
y con ella para ser un solo cuerpo. Del mismo modo, nosotros somos edificados como un solo Cuerpo
mediante la vida divina, por ella y con ella.

LA TRANSFORMACION Y EL CRECIMIENTO DE LA VIDA

Nos debe impresionar el hecho de que desde muchos puntos de vista todavía estamos llenos de la muerte.
Todavía somos débiles, indisciplinados, descuidados, indolentes, independientes, individualistas y no
estamos dispuestos a coordinar con otros. Todas estas fallas indican nuestra debilidad, y ésta es
simplemente la muerte. Necesitamos la vida divina. Cuanto más vida tengamos, más ésta absorberá toda la
muerte que esté en nuestro ser. Entonces habrá una verdadera transformación en nosotros.
No se debe creer que la transformación es algo que ocurre de repente. La transformación sigue avanzando
hora tras hora, momento tras momento y poco a poco durante todo el día. Por la misericordia del Señor, he
estado bajo la transformación de la vida interior por muchos años. No debemos creer que es necesario orar
y ayunar por un tiempo para experimentar la transformación. Esta no viene de repente, sino que trabaja de
forma normal día tras día. Poco a poco la transformación de la vida interior trabaja de manera normal y
ordinaria, incluso en las pequeñeces de nuestra vida diaria. Tal vez no podamos percibir la transformación
de la vida, pero después de cierto tiempo habrá una diferencia en nuestro ser por causa del crecimiento de
la vida.

No podemos ver mucho crecimiento en un niño de un día para otro, pero después de un año podemos ver el
crecimiento en vida. De un día para otro no podemos ver ninguna diferencia en las flores o en los árboles
frutales. Pero después de algún tiempo, podemos ver las flores brotar y los árboles fructificar. El
crecimiento de la vida botánica no es algo que viene de repente sino gradualmente. Después de un tiempo,
podemos ver las flores y la fruta como evidencia del crecimiento de la vida.

Si ante el Señor realmente queremos disfrutar al Cristo quien es vida dentro de nosotros, debemos de
experimentar un cambio en nosotros después de un tiempo. Si no hay cambio o progreso después de un
tiempo, esto indica que no estamos disfrutando la vida interior y salvadora de Cristo. Cuanto más digamos:
"Oh Señor. Amén", más vida recibiremos. Espon¬táneamente, seremos salvos en Su vida de todo indicio de
la muerte. Seremos salvos de toda debilidad e incapacidad para poder satisfacer los requisitos de Dios
según Su norma divina.

CONOCER EL PODER DE LA VIDA DE RESURRECCION DEL SEÑOR

En Filipenses 3:10a Pablo dijo que quería conocer el poder de la resurrección del Señor. Este poder es Su
vida de resurrección, la cual lo resucitó de entre los muertos (Ef. 1:19-20). Necesitamos conocer y
experimentar el poder de vida de la resurrección del Señor para ser salvos en Su vida.

SALVOS EN LA VIDA PARA REINAR EN ELLA Y SER EDIFICADOS EN EL CUERPO DE CRISTO

Necesitamos llevar esta comunión al Señor y orar-leer los versículos de Romanos enumerados en la lectura
bíblica hasta que percibamos que la vida en nosotros está verdaderamente gobernando y reinando como
rey. Entonces no sólo andaremos en la novedad de la vida (Ro. 6:4) y no sólo seremos salvos en la vida
(5:10), sino que también reinaremos en vida (5:17). Entonces tendremos la plena libertad. Reinaremos en
vida al tomar a Cristo como la vida. Nada nos atará porque estaremos libres en el disfrute que
experimentaremos de la vida salvadora de Cristo. Al ser salvos en Su vida, seremos santificados,
transformados y edificados en el Cuerpo de Cristo. La santificación, la transformación y la edificación del
Cuerpo provienen de la salvación que trae la vida.

LA MANERA DE DISFRUTAR LA SALVACION QUE TRAE LA VIDA

En Romanos 10 se revela la manera de disfrutar la salvación que trae la vida. Los versículos 12 y 13 nos
dicen que el Señor es rico para con todos los que le invocan y que todo aquel que invoque el nombre del
Señor, será salvo. Cuando invocamos el nombre del Señor, somos salvos en Su vida. Cuando le invocamos,
disfrutamos la salvación que la vida trae. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que disfrutemos
Su vida salvadora al máximo día tras día.
CAPITULO DIECISEIS
EL DESARROLLO DE LA VIDA Lectura bíblica: 2 P. 1:1-11; 3:18

En los últimos capítulos vimos algo relacionado con la vida presentada en los escritos de Juan y de Pablo.
Los ministerios principales del Nuevo Testamento son los de Juan, Pablo y Pedro, y la enseñanza hallada
en el Nuevo Testamento se basa principalmente en los escritos de estos apóstoles. Los escritos de Juan se
encuentran al principio y al final del Nuevo Testamento; el Evangelio de Juan se halla al principio y
Apocalipsis al final. Juan hace hincapié en la vida y abre el camino para la vida en su evangelio. También
concluye con la vida en el libro de Apocalipsis. Todos los apóstoles recalcaron la vida. Cada uno tenía su
forma única de presentar lo mismo: la vida. En este capítulo queremos ver la maravillosa presentación de la
vida divina hecha por Pedro en la segunda epístola que escribió.

LAS TRES GRANDES COSAS QUE DIOS NOS DIO

Según 2 Pedro 1:1-4 hay tres grandes cosas que Dios nos ha dado: una fe preciosa, el poder divino, y las
preciosas y grandísimas promesas. La fe no proviene de nuestras obras, ni de nuestros esfuerzos ni de
nuestra lucha, sino que es un regalo asignado a nosotros por Dios (2 P. 1:1). Dios también nos ha dado el
poder divino, el cual es el poder de la vida divina relacionada con la naturaleza divina. Además, debido a
que Dios nos ha llamado a Su propia gloria y virtud, El nos ha dado Sus preciosas y grandísimas promesas
para asegurarnos, animarnos, fortalecernos y para acelerarnos en el camino hacia la meta.

La fe igualmente preciosa

Dios nos asignó, es decir, nos dio, una fe preciosa. Hace más de cuarenta años que escribí junto a este
versículo en una de mis Biblias: "Aunque no puedo compararme con el apóstol Pedro, tengo algo que es
exactamente igual a lo que El tiene: una fe igualmente preciosa". Hemos recibido esta fe; no se originó de
nosotros.

Es difícil decir qué es la fe, pero nos es muy preciosa. Aunque la fe es difícil de definir, podemos decir que
la tenemos y que no podemos perderla. Dios puso esta fe en nosotros. Ya sea que somos fuertes o débiles,
si nos mantenemos firmes o caemos, desde el día en que recibimos al Señor Jesús, la fe permanece siempre
con nosotros. Puede ser que algunos jóvenes, después de recibir al Señor Jesús, se arrepientan, y no quieren
creer más. No obstante, debido a que creyeron en el Señor y fueron capturados por El, no pueden escaparse
de El. Fueron "pescados" por Cristo. Creer es fácil, pero después de creer, es muy difícil dejar de creer. Una
persona puede abandonar las enseñanzas o aun no hacer caso de la Biblia, pero no puede deshacerse de esta
fe. Esta fe permanece siempre con nosotros y nos ata incondicionalmente a Cristo.

Una vez que la tenemos, no podemos perderla. Esta es la razón por la cual esta fe es tan preciosa. La fe es
una semilla sembrada en nosotros, la cual es divina y eterna. Esta fe es el cimiento, la raíz y la semilla de
nuestra vida cristiana.

El poder divino

Dios también nos ha dado el poder divino maravilloso y misterioso. Dios como el poder divino pasó por la
creación, la redención y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este poder
divino es nada menos que el Espíritu vivificante, quien es Dios mismo como vida para nosotros en la
resurrección. Las cosas visibles de la creación llegaron a existir por medio del poder divino de Dios. La
redención también fue efectuada por Su poder divino. El hombre Jesús pudo morir por todos los hombres
para cumplir una redención eterna (He. 9:12) por causa del poder divino. Ahora como Espíritu vivificante,
El se nos ofrece como el poder divino en resurrección. Cuando recibimos al Señor Jesús, el propio Dios
Triuno entra en nosotros como vida en resurrección. Esta vida en resurrección es el poder divino, el cual es
Dios mismo como Espíritu vivificante.

EL DESARROLLO DE LA VIDA

El poder divino en 2 Pedro 1:3 es el poder de la vida divina, y ésta nos ha dado todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad. Las cosas que pertenecen a la vida son inagotables. Incluyen la ley de
vida (Ro. 8:2; He. 8:10), la humildad, la sabiduría, el regocijo, el amor, el gozo, la esperanza, la sumisión,
la bondad, la longanimidad y la paz. Todo lo relacionado con la vida se nos ha dado. El poder de vida
hallado en la semilla de una planta incluye todo lo relacionado con la planta. El poder de vida dentro de la
semilla incluye el tallo, las ramitas, las hojas, los retoños, las flores y la fruta de la planta. Dentro del poder
de la vida divina, es decir, dentro de la semilla que está en nosotros, se hallan todas las cosas necesarias
para el crecimiento de la vida divina. En el poder divino hay virtudes tales como el amor, la paciencia, la
humildad, la bondad y la longanimidad. El poder divino, el poder de vida, incluye todas las cosas
necesarias no sólo para la vida interior, sino también para la piedad exterior.

Las preciosas y grandísimas promesas

La tercera categoría de las cosas grandes que Dios nos ha dado consiste en las preciosas y grandísimas
promesas. Las promesas mencionadas en 2 Pedro 1:4 están relacionadas principalmente con nuestra vida
espiritual. Estas son prome¬sas para la vida interior y su expresión exterior. Una de estas promesas se
encuentra en Efesios 3:20, donde dice: "Ahora bien, a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros". Esta
promesa, la de hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, no tiene
que ver con las cosas materiales de la vida actual, sino con las cosas espirituales para el bien de la vida de
iglesia. El Señor hará todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos por el
bien de la vida de iglesia, según el poder operador que actúa en nosotros. Otras promesas preciosas y
grandísimas se hallan en Mateo 28:20; Jn. 6:57; 7:38-39; 10:28-29; 14:19-20, 23; 15:5; y 16:13-15.

CINCO GRUPOS DE COSAS NECESARIAS PARA EXPERIMENTAR LA VIDA

Además de las categorías básicas de la fe, el poder divino y las promesas preciosas, 2 Pedro también
presenta cinco grupos de cosas necesarias para experimentar la vida. Primero, tenemos todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad. La vida está en nuestro interior, mientras que la piedad es algo que
manifestamos. La vida es la substancia interior, y la piedad es la expresión externa. La piedad, según el uso
del Nuevo Testamento, se refiere a nuestro vivir cristiano, o sea nuestro diario andar cristiano. Es la
expresión, la manifestación, de la vida interior. Es un vivir que es la expresión de Dios (1 Ti. 2:2). La
piedad es ser como Dios, tener Su semejanza. La vida cristiana debe ser una vida que exprese a Dios y
tenga Su semejanza en todo. El poder divino nos ha dado todas las cosas que pertenecen a nuestra vida
interior y nuestro vivir exterior.

En segundo lugar, por medio de las promesas llegamos a ser participantes de la naturaleza divina, o sea los
que la disfrutamos (2 P. 1:4). En tercer lugar, hay virtudes espirituales (vs. 5-7), las cuales provienen del
desarrollo de la vida divina. Estas virtudes divinas son la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la
perseverancia, la piedad, el amor fraternal y el amor. En cuarto lugar, Dios no nos ha llamado simplemente
para Su evangelio, Su gracia o Su misericordia, sino para Su propia gloria y virtud (v. 3). En quinto lugar,
tenemos la entrada al reino eterno de Jesucristo cristo. En 2 Pedro 1:11 dice: "Porque de esta manera os
será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". La
entrada es condicional; ciertas estipulaciones y condiciones determinan si se nos dará.

PONER TODA DILIGENCIA

Pedro dice en 2 Pedro 1:5: "Y por esto mismo, poniendo toda diligencia, desarrollad abundantemente en
vuestra fe..." Desarrollar es una buena palabra porque da a entender el crecimiento. Cuando una semilla
crece, primero desarrolla un tallo, luego las ramitas, las flores y, por último, la fruta.

Debemos desarrollar siete cosas: en la fe debemos desarrollar la virtud; en la virtud, el conocimiento; en el


conocimiento, el dominio propio; en el dominio propio, la perseverancia; en la perseverancia, la piedad; en
la piedad, el amor fraternal; y en el amor fraternal, amor. Tenemos la fe dentro de nosotros como la semilla,
tenemos el poder divino y tenemos la Palabra santa con sus promesas. Ahora, basándose en lo que Dios ha
dado, Pedro dice que debemos poner toda diligencia. El maná en el desierto es un buen ejemplo de cómo
nosotros necesitamos cooperar con Dios (Ex. 16:4-5, 14-15, 21). El maná caía cada mañana y tenía que ser
recogido temprano porque se derretía cuando calentaba el sol. El maná fue enviado por Dios, pero los hijos
de Israel debían ejercitarse con diligencia para levantarse temprano e ir a recoger el maná. Dios podía
enviar el maná a la tierra, pero no quería poner el maná directamente en las bocas de los hijos de Israel.
Ellos tenían que hacer su parte. Dios está lleno de gracia, pero por mucha gracia que tenga y por muy
suficiente que sea la gracia, aún así nosotros tenemos que ejercitarnos. Los hijos de Israel no sólo tenían
que recoger el maná, sino que también tenían que llevarlo a casa para cocerlo (Nm. 11:8; Ex. 16:23). Dios
enviaba el maná, pero El no iba a cocerlo para ellos.

Dios ha dado, pero nosotros debemos cooperar con El. En 2 Corintios 9:10 dice: "Y el que liberalmente
provee de semilla al que siembra, y de pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y
aumentará los frutos de vuestra justi¬cia". Dios da la semilla y la fruta, y entre la semilla y la fruta hay
mucho desarrollo. El desarrollo entre la semilla y la fruta es nuestra responsabilidad. Dios da la semilla,
pero no va a sembrar la semilla ni labrar la tierra. Sembrar la semilla y labrar la tierra es nuestra parte. Así
que, Pedro nos manda a desarrollar algo de la semilla que ya tenemos. Dios, por Su parte, nos ha dado
cosas grandísimas. Ahora debemos hacer nuestra parte al poner toda diligencia. En Génesis 2:5 Dios no
envió la lluvia porque no había hombre que labrara la tierra. La parte que Dios hace requiere la nuestra.
Dios ha hecho Su parte, y ahora nosotros debemos hacer nuestra parte para cooperar con El.

EL DESARROLLO DE LA VIDA

LOS SECRETOS DE LA VIDA

Las palabras de Pedro son misteriosas, pero en estas palabras misteriosas están los secretos de la vida. El
primer secreto consiste en que todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad se nos han dado como
la semilla de la fe (2 P. 1:1, 3, 5). Dios también nos ha dado todas las promesas. No sólo nos da la semilla y
nos promete la lluvia, sino que también nos da el crecimiento (1 Co. 3:6) y la cosecha (2 Co. 9:10).

El segundo secreto consiste en que, dándonos cuenta de que Dios nos ha dado todo, debemos cooperar con
El y hacer nuestra parte. Dios promete hacer más, pero esta promesa es condicional, o sea, depende de lo
que hagamos. Muchas de las grandes promesas son condicionales. Si hacemos algo, entonces Dios hará
algo más. Si sembramos la semilla, Dios dará el pan. Si sembramos la semilla, Dios enviará la lluvia. Dios
nos dará más pero depende de nuestra cooperación. Si no sembramos o no labramos la tierra, entonces no
habrá lluvia, ni crecimiento, ni cosecha.

El tercer secreto de la vida consiste en que, en nuestra cooperación con Dios, no debemos hacer nada fuera
de lo que El ha dado. Debemos desarrollar lo que El ha dado. Dios nos ha dado la semilla. Debemos hacer
todo lo posible para desarrollar la semilla preparando la tierra, sembrando y regando la semilla.
En 2 Pedro 1:4 dice: "Por medio de las cuales El nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para
que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina". Aquí se muestra el cuarto secreto de la
vida. Al participar de la naturaleza divina por medio de las promesas preciosas, desarrollamos, mediante el
crecimiento en vida, la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad, el amor
fraternal y el amor (1:5-7). Las promesas preciosas están contenidas en la Palabra divina. Al orar-leer las
promesas participamos y disfrutamos de la naturaleza divina, y al participar de ella nos desarrollamos en
vida. Cuanto más oramos-leemos las promesas, más disfrutamos de la naturaleza divina, y cuanto más
disfrutamos de la naturaleza divina, más crecemos y nos desarrollamos en la vida.

Debemos desarrollar la fe en nosotros. Primero, en nuestra fe tenemos que desarrollar la virtud. La virtud es
la explicación de las excelencias de Cristo. Las virtudes, o las excelencias, de Cristo se mencionan en 1
Pedro 2:9. La virtud es la excelencia de Cristo expresada por medio de nosotros. Es la expresión excelente
de Cristo. Cuando algo de Cristo es expresado a través de nosotros, esto es algo excelente, y esta excelencia
es la virtud. Podemos reconocer cierta excelencia en muchos hermanos y hermanas. Con respecto a un
hermano, tal vez percibamos la paciencia de Cristo. Con cierta hermana, quizás percibamos la humildad de
Cristo. Estas virtudes son la expresión excelente de Cristo. Tenemos dentro de nosotros la fe como semilla.
Ahora esta semilla necesita más desarrollo y expresión. Esta expresión es una virtud. Conforme a lo que he
visto y experimentado, la virtud significa la expresión de Cristo. Debemos desarrollar la expresión de
Cristo en nuestra fe. Nuestra virtud es la expresión de Cristo en nuestra vida diaria.
La virtud es como un poder, la excelencia que procede de Cristo. Marcos 5:30 dice: "Al instante Jesús,
conociendo en Sí mismo que de El había salido poder, volviéndose entre la multitud, dijo: ¿Quién ha
tocado Mis vestidos?" Lucas 6:19 dice: "Y toda la multitud procuraba tocarle, porque poder salía de El y
sanaba a todos". Luego en Lucas 8:46 el Señor Jesús dice: 'Alguien me ha tocado; porque Yo he sentido
que ha salido poder de Mí". En estas porciones "poder" puede traducirse "virtud".

En la virtud, debemos desarrollar el conocimiento. El conocimiento viene después de la virtud. Si el


conocimiento precediera a la virtud, llegaría a ser un estorbo para la virtud. Es necesario que la virtud se
desarrolle primero, luego para que se desarrolle más necesitamos el conocimiento adecuado. El
conocimiento mencionado en 2 Pedro 1:6 se refiere al conocimiento de Cristo, es decir, conocer a Cristo
completamente y en toda Su excelencia. El último versículo de este libro confirma esto diciendo: "Creced
en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P. 3:18). El pleno conocimiento
de Jesucristo, o sea, conocer a Cristo de manera profunda y completa, nos ayuda a crecer y desarrollarnos.
Después de desarrollar el conocimiento, debemos desarrollar el dominio propio. El dominio propio es una
restricción. El dominio propio es algo que ejercitamos para con nosotros mismos, mientras que la
perseverancia es algo que empleamos en situaciones y circunstancias. Por lo que a nosotros mismos se
refiere, necesitamos el dominio propio; por lo que al medio ambiente se refiere, necesitamos la
perseverancia; por lo que a Dios se refiere, necesitamos la piedad; con respecto a los hermanos, el amor
fraternal; con respecto a las necesidades elevadas, el amor, o sea el amor noble. La fe es la semilla, y el
amor es la cosecha. A partir de la fe y concluyendo con el amor hay siete etapas del desarrollo por el
crecimiento en vida.

El quinto secreto revelado en 2 Pedro 1 consiste en que entramos en el reino del Señor Jesucristo al
disfrutar la naturaleza divina (v. 11). La entrada al reino es un asunto de crecimiento. Mientras crecemos,
entramos. Cuanto más crecemos, más ganamos para entrar. Para entrar en el reino del Señor Jesús,
necesitamos crecer. Si llegamos al último paso del desarrollo, estamos completamente en el reino. No
debemos pensar que vamos a entrar en el reino de Cristo, si después de ser salvos somos ociosos sin
desarrollarnos en nada. Si tenemos este pensamiento, seremos engañados. Entrar en el reino es diferente a
la salvación. Entrar en el reino requiere la madurez de la vida, el pleno crecimiento en vida.

EL DESARROLLO MEDIANTE EL CRECIMIENTO EN VIDA DA POR RESULTADO LA RICA


ENTRADA AL REINO ETERNO

Hemos visto tres cosas principales en 2 Pedro 1: la semilla de la fe, el poder divino, el cual es el poder para
crecer, y las promesas preciosas. Dios nos ha dado la semilla, el poder para crecer, y las promesas de que El
enviará la lluvia, el crecimiento y la cosecha si cooperamos con El. En cooperación con Dios, debemos ser
diligentes en desarrollar la semilla de la fe al recibir las promesas, al tomar Su palabra. La mejor manera de
tomar Su palabra es orar-leerla. Cuanto más oramos-leemos todas las promesas, más disfrutamos de la
naturaleza divina. Al disfrutar la naturaleza divina, tenemos el crecimiento en vida, la madurez en vida, y la
cosecha de la vida. Esta madurez es la entrada al reino del Señor Jesús. Todos necesitamos crecer en la
gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo.

La Segunda Epístola de Pedro es un libro sobre el crecimiento. El último versículo termina de esta manera:
"Antes bien, creced en la gracia..." El capítulo uno revela la manera de crecer. Tenemos la semilla, el poder
para crecer, y las promesas de que Dios enviará la lluvia, dará el crecimiento y concederá la cosecha. Ahora
necesitamos desar¬rollar la semilla al tomar Sus promesas, al orar-leer la palabra de Sus promesas, para
poder disfrutar Su naturaleza divina. Con esto seremos desarrollados y creceremos paso por paso hasta que
alcancemos la madurez. Entonces disfrutaremos de una rica entrada al reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.

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