Está en la página 1de 110

LAS DONCELLAS DE COATLICUE

POR JAIME FALCON

El sentido del mundo


Debe encontrarse fuera del mundo
En el mundo todo es como es
Y todo sucede como debe de suceder

-LUDWIG WITTGENSTEIN

A ISABELLA MAGDALENA
A VENDELA LOVISA

Copyright Jaime Falcón, 2007

2
El paraíso hecho de olvido

Jorge Luis Borges

Después de cuarenta y dos años, Ernesto Covadonga había retornado


al lugar donde había nacido. Setenta años antes, existía allí una
población pequeña que no excedía los dos mil habitantes. Miles de
años atrás, culturas provenientes de distintas y lejanas partes del
mundo se habían reunido en el mismo misterioso lugar para vivir en
paz y compartir lo que la sabiduría siempre comparte: la conversación,
los alimentos, el amor, la amistad, el trabajo enfrentando las
incógnitas escondidas en el arte, la invención, el quehacer físico y el
juego misterioso heredado de la eternidad para diluir los desastrosos e
inmisericordes debates del tiempo. En la mente de Ernesto Covadonga
todo el pasado se concentraba en unos instantes que, menos difusos,
retornaban de pronto con fuerzas insospechadas y se negaban a morir,
tomando una clara y nítida presencia que descendía lentamente sobre
la superficie de un espejo imaginario y se reflejaba igual que una
imagen fresca e indestructible. Al abandonar el aeropuerto, Ernesto
toma un taxi y se dirige al hotel de su amigo Gorostiza en
Coatzacoalcos. Ernesto duerme todo el resto del día. En la noche,
serian quizás las ocho, baja al bar a tomarse un whisky. Después de
pensar que hacer, toma su celular y marca el número de su amigo
Alejandro Portinari. Los dos acuerdan encontrarse al día siguiente en
el bar del hotel donde él está hospedado. La amistad entre ellos se
extiende más allá de los sesenta años. Alejandro Portinari es uno de
sus amigos más viejos y se gana la vida como investigador privado. A
la mañana siguiente, Alejandro llega puntual a la cita.

¡Ernesto Covadonga, hace tantos años! ¿Cuales son esos vientos que
te arrojan por tus tierras?

Ernesto y Alejandro se funden en un abrazo prolongado. Alejandro


descubre, en ese mismo instante, que la amistad entre ellos no ha
sufrido el menor deterioro. Ernesto llega al mismo hallazgo.
¡Estas igual, cabrón!, le dice Ernesto, observando las arrugas del
rostro de Alejandro. Mirándole a los ojos Ernesto le dice:

3
- Quiero que me investigues el paradero de Edna Duarte y, no solo
eso, sino quiero que me investigues también toda la vida de Edna; lo
que ha hecho, con quien ha vivido, en que lugares ha estado;
¡investígame de ella hasta lo que no ha hecho! ¡Esto es muy
importante para mi Alejandro!, le dice Ernesto y con el dedo índice de
la mano derecha, moviéndolo en señal de inquietud, le golpea
suavemente en el vientre.

Alejandro pensaba que Ernesto no le había dado ningún margen.


¿Ernesto en busca de Edna Duarte? Por qué hoy?, habían pasado
tantos años. Alejandro no quiso perderse y diluirse en una turba de
pensamientos diseminados buscando un lugar cualquiera para
expresarse; de manera que ahora, a partir de ese mismo momento,
puso toda su atención en Ernesto.

¿Y tú como estás? La última vez que hablamos fue por teléfono, un


poco más de una hora si recuerdo bien. Me da un gran gusto
encontrarte de nuevo; Ernesto!, exclama Portinari.

Bajaron dos cuadras hacia el malecón que bordeaba todas las formas
sinuosas que el río tomaba antes de desembocar en las quietas aguas
del Golfo.

Edna Duarte había llegado a Coatzacoalcos cuando había cumplido


los siete años de edad, justamente unos días antes de que las lecciones
del primer grado empezaran. Ernesto recuerda el choque de la
impresión que le había causado verla como si los hechos hubieran
sucedido ahora mismo: Edna Duarte, con todo su cuerpecito tierno y
temeroso, esta ante él y ella lucha por abrirse paso entre los grupos de
novicios que, con todas las expectaciones reflejadas en sus rostros y
en sus movimientos, liberan sus primeras batallas con los sucesos que
nadie esta en condición ni de controlar ni de predecir. La mirada de
Ernesto está clavada en los ojos oscuros e impenetrables de Edna. El
encuentro de sus miradas detiene al tiempo y los dos creen alcanzar
leer lo que transcurre en el instante congelado. Son décadas, siglos,
miles de años, los que se deslizan rápidamente por sus universos
internos y ellos están seguros de encontrarse en el lugar convenido.

4
Ernesto y Edna saben que eso es un encuentro. Si la vida lo ha llevado
hacia ese lugar ese día siete de agosto, a las siete de la mañana, - Edna
es la visión de sus sueños - (ella llevaba un cuaderno con el numero
siete grabado en sus guardas), es por una razón que allí mismo los
hechos revividos rebasaban todas las expectativas jamás sospechadas.
Edna había hundido la fragilidad de sus oscuros ojos en la claridad
azul-verdosa de los ojos de Ernesto. Los dos se habían leído uno al
otro. Si Edna hubiese dudado algún segundo solamente, la inquietante
perturbación de ese instante hubiera desaparecido como cuando la
parte conocida de los acontecimientos se repite una y otra vez hasta
que, por una descarga única de luz, el instante deviene otro y los
caídos en su red se transforman en otros y el instante mismo es
simplemente otro y la versátil y poderosa fuerza del tiempo no es la
misma que la del tiempo que tratamos de retener en nuestros cálculos
lógicos cuando todavía mantenemos cierto ligero control sobre lo que
denominamos la realidad. Por el lado de Ernesto, las cosas habían sido
misteriosamente trascendidas desde el instante mismo de su aparición.
Ernesto pensó que nada de eso tenia que ver con el tiempo, sino con
aquello que constriñe al tiempo para, de alguna forma, despojarle de
sus efectos devastadores. Lo que mas le atraía de todo esto era la
figura exacta de Edna que de la nada, había tomado forma y también
había, por su sola presencia, disminuido la importancia de las otras
imágenes cercanas a ella. Sueños cercanos a nosotros, se corrigió. La
verdad de todo es que ellos dos estaban adheridos a una especie de
realidad que no poseía ningún tipo de conexiones con la realidad que
los demás estaban viviendo. Los otros no estaban allí con ellos, se
había atrevido Edna a pensar y Ernesto, mas preciso todavía que ella,
se dijo que los otros no habrían tenido la misma posibilidad de existir
si ellos, nosotros, Edna y él, no estuvieran fundidos en ese instante
disolvente de la vida, ¡Dios!, se dijo a si mismo Ernesto y lo repitió
muchas veces. Los dos entraron juntos a la sala de lecciones. Edna
había avanzado primero y Ernesto le había seguido igual que un dócil
acompañante que se sabe de pronto prisionero de aquello que esta
oculto pero que aun de esta manera rige de todas formas las
voluntades involucradas.

Todos esos recuerdos llegaron a la mente de Ernesto con la velocidad


de un deseo lanzado a la eternidad para disolverse en ella y, algunos

5
instantes después, se fueron escurriendo en los orificios aparentemente
arbitrarios que el tiempo erige matemáticamente para parecer menos
penetrante y darle a sus victimas un poco mas de respiro o de
concentración; es decir, una tabla de ayuda para cruzar los precipicios
que se encuentran debajo, dentro o por encima de las experiencias
ajenas a la realidad.

El amigo Portinari convino con Ernesto en que el estaba obligado el


mismo día, si eso fuera posible, a trasladarse a México City, el
escenario de los grandes acontecimientos. Portinari creía que desde la
región mas transparente, desde esas avenidas de apariencia eterna
donde muchas víctimas y recolectores de historias habían arrastrado
sus cuerpos y sus almas con pasos titubeantes y llevando todas sus
casi extintas obras en sus lenguas y en sus gargantas tratando de
aferrarse a lo que fuera para tratar de darle algún valor a los hechos
vividos y relatados, desde allí, desde esa visión alucinante habría que
partir. Desde ese lugar habría que seguir la marcha de la mayor parte
de los acontecimientos por venir. ¡Desde el ombligo de ese lugar
tendremos que revivirlo todo, Ernesto!, exclamo Portinari, mas alegre
que borracho.
Ernesto y Portinari bebieron el contenido de los vasos e
inmediatamente los volvieron a llenar de whisky. Se habrían tomado
esa noche casi una botella de escocés, pero estaban muy claros de la
cabeza. Ernesto subió a su habitación; antes de tirarse a la cama se
cepillaría los dientes y tomaría una cortísima ducha. Portinari pensó,
estaría seguramente casi por llegar a su casa. La verdad es que
Portinari, en esos mismos instantes, estaba llegando a su casa.
Portinari abrió su maleta negra y escogió tres trajes, cinco pares de
calcetines, tres corbatas, cinco camisas blancas, cinco calzoncillos, un
par de guantes y un abrigo negro; también tomó tres pares de zapatos:
un par color negro, un par color café y un par Björn Borg blancos, con
los cuales él se lanzaba a largas caminatas cuando quería pensar en
problemas específicos y todas sus posibles e imposibles soluciones.
Lo primero que haría al día siguiente sería comprar un boleto ida-
vuelta de avión para México City, la gran puta, como Ernesto
denominaba a la ciudad donde algunas solitarias virtudes vivían
obstinadamente cercadas por las mandíbulas hambrientas de todos los
pecados sueltos. Portinari no podría nunca dejar de reconocer que la

6
aguda mente de Ernesto penetraba – sobre todo cuando el observaba
las cosas con esa voluntad que estaba muy por encima de los demás
seres – hasta la sustancia original de los problemas en un pequeño
momento de pausa. Uno o dos minutos, para él, requerían dos o tres
horas para los demás; y en la palabra “demás” debería incluirse a los
más hábiles pensadores cercanos a su reducidísimo círculo de
hermanos de la literatura y la imaginación. Los amigos de Ernesto y
Portinari vivían viajando constantemente de un sitio a otro del planeta,
lo mismo que ellos mismos. Los objetivos de Ernesto estaban, por lo
demás, concentrados en Europa y las excursiones de Portinari (los
viajes de Portinari eran cortos) se reducían a las capitales de los países
de América del Sur solamente. Portinari no había hecho ningún viaje a
Europa en los últimos diez años, salvo el último viaje - hoy se
cumplían diez meses – a Venezia. El día siguiente llegó y Portinari
tomó el avión hacia México City y se hospedó en un hotel de la calle
Génova desde donde el dirigiría los epígrafes del problema “Edna
Duarte”. Los dados habían sido lanzados por una mano invisible pero,
al mismo tiempo, determinante. No existían rostros detrás de los
hechos y los acontecimientos, sino solo ordenes lanzadas al aire por la
persistente voluntad de Ernesto Covadonga para que las cosas que
alguna vez pasaran fueran reveladas y las cosas reveladas fueran
disueltas en la atmósfera donde el perdón se mueve y los errores
desaparecieran para siempre y nunca volvieran a ser recordados.

Alejandro Portinari sabía que Edna Duarte se había casado con un


buen amigo de ellos: Federico Gómez de la Serna. El matrimonio de
ellos se había diluido a las pocas semanas. Federico había
permanecido con ella - durante la luna de miel en Acapulco – en la
suite, solo algunas horas. Para acercarse a la medula del problema
Portinari trató de conseguir una cita con Federico. De esa manera,
Portinari se enteraría seguramente de lo que habría sido la verdad.
Federico, desgraciadamente, había partido para cualquier parte y nadie
sabía donde se encontraba. No había persona, en su oficina, que
supiera sobre su posible regreso. Portinari se vio entonces obligado a
cambiar sus planes. Victoria Duarte, la hermana de Edna, vivía con el
general Santiago Montenegro, padre de Gloria Montenegro, a su vez
amiga muy íntima de Edna. Atreverse llegar a las cercanías del
general era una empresa bastante arriesgada que habría que evitar a

7
cualquier costo. Portinari pensó entonces en Javier Calderón, a quien
las malas lenguas señalaban como el amante en turno de Edna.
Portinari rompió el cordón por la parte más débil y se decidió por
contactar al pintor y arquitecto Calderón, pero Javier Calderón había
obtenido el puesto de agregado cultural en la Embajada Mexicana en
Washington. Por razones de orden cultural, Javier Calderón operaba
en New York. Esa misma tarde Portinari habló con Ernesto y los dos
acordaron partir hacia New York la semana siguiente. Ernesto y
Portinari, en tiempos pasados, habían pertenecido al mismo grupo
cultural que Javier Calderón. En sus fiestas y reuniones en México
City, solían leerse piezas de teatro, poesía, relatos, capítulos enteros de
novelas que nunca vieron la luz de la impresión. Ellos tendrían, por lo
menos, dos o tres años de no encontrarse y hablar entre ellos. Ernesto,
Portinari y Javier habían sido siempre amigos. Portinari se encargó de
llamar a la Embajada Mexicana en Washington y desde allí le habían
informado que la oficina del agregado cultural Calderón había sido
trasladada a New York. Portinari recibió incluso hasta el número del
celular de Javier y entonces habló con él detalladamente del asunto.
Javier les estaría esperando en algún bar del aeropuerto John F.
Kennedy cuando ellos llegaran.

La madre de Edna Duarte, Estela Ducasse, provenía de una familia


venida a menos. Su influencia francesa, hasta en sus mínimas
expresiones, se revelaba en la educación que Edna y Victoria recibían
en la casa familiar: lo fundamental, allí, era pensar, hablar, escribir,
comer, vestirse, desvestirse, dormir, soñar y comportarse en francés.
Estela Ducasse pensaba que si sus hijas mantenían en alto la bandera
de la reivindicación, tarde o temprano regresarían a ese enaltecido y
luminoso pasado que en un momento de la vida se les había
extraviado y las había dejado en manos del desamparo. El marido de
Estela, Miguel Duarte Agramonte, se había juntado con Estela con la
descabellada idea de formar un grupo familiar que tuviera conexiones
con la realeza mexicana, o lo que de ella existiera o fuera tangible y
verdadero y él tuviera, así, posibilidades de ascender como un
triunfador al escenario de los acontecimientos. Con el paso del tiempo,
Miguel fue descubriendo que las familias consideradas de linaje, la
gran mayoría, habían comprado los documentos que las acreditaban,
desde esa reaccionaria mentira, como familias pertenecientes a la

8
realeza mexicana: una mentira de cabo a rabo, evidentemente. Pero
Miguel seguía creyendo que ellos serían, por siempre, o franceses-
mexicanos o mexicanos-franceses. La verdad es que todas estas
pretensiones habían sido inventadas en las borracheras extravagantes
que Miguel organizaba todos los fines de semana en compañía de sus
amigos del momento. Las cosas se iban realizando, de acuerdo a lo
que él pensaba, poco a poco. Lo que habría que hacer primero era
procurarse amigos que le ayudaran en la tarea; después, el camino
hacia el éxito quedaría prácticamente abierto. Las fiestas que Miguel
Duarte Agramonte solía hacer en casa estaban muy bien
condimentadas con toda clase de mentiras, chismes, traiciones,
charlas, rumores de mala esencia y pequeños y grandes robos y
desavenencias. Miguel devino un hamponcete y poco a poco fue
perdiendo el brillo que le había caracterizado al principio como
alguien simpático con quien cualquier persona hubiera deseado
compartir los momentos libres. Esto sucedió cuando la familia Duarte-
Ducasse residía en Chilpancingo, en el estado de Guerrero. Cuando
estaba ante sus amigos, Miguel Duarte Agramonte solía relatarles que
el héroe de la independencia, José Maria Morelos y Pavón, había
redactado el Acta Primaria de la Independencia en Chilpancingo. Un
familiar mío sorprendió a los miembros de la Junta que habían
redactado el Acta y los apresó y los encarceló. El héroe Morelos y
Pavón termino sus últimos días en manos de mi ilustre familiar, solía
repetir incansablemente Miguel Duarte Agramonte y se ufanaba de
ello para recibir el aplauso unánime de sus compinches. Miguel
Duarte Agramonte había sido tomado con las manos en la masa.
Como gerente general de la compañía dedicada al comercio de la
plata, él tenía siempre posibilidades de hacer viajes hacia México City
y hacia Taxco y Acapulco. Cada tres meses viajaba hacia los Estados
Unidos, Canada y Europa. Las ventas entonces eran mayores. Un
sábado caluroso del mes de julio, Miguel Duarte Agramonte fue
sacado de su residencia por policías federales. Miguel había sustraído
de la cuenta de la compañía en el banco millones de dólares y se había
dilapidado todo el dinero en una gira permanente y fiestas con putas
profesionales y visitas diarias al casino Monte Carlo en Mónaco. La
gravedad de todo, es que él había sido apresado con varios kilos de
cocaína en la residencia que alquilaba. Desde ese momento, la familia
Duarte-Ducasse se vino lo que se dice abajo. A cambio de entregar el

9
dinero que Miguel había robado, un juez federal le prometió la
libertad. A Miguel no le había quedado mas alternativa que entregar lo
que le quedaba - ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón - y
borrarse del mapa social para siempre. Cuando la familia Duarte-
Ducasse llego a Coatzacoalcos, no tenía nada que llevarse a la boca.
Pero como siempre pasa, Miguel nació hampon con un poquillo de
suerte, la iglesia y el padre Francisco, que verdaderamente era una
gran alma de Dios, intercedieron por la familia y le consiguieron a
Miguel un trabajo en la compañía de Petróleos Mexicanos, donde el
sindicato corrupto le concedió una plaza de planta a cambio de que
Miguel les entregara el cincuenta por ciento de su salario durante los
primeros tres meses, el treinta por ciento los siguientes tres meses y
después quedaría exonerado de pago alguno, pero con la promesa de
votar siempre por ellos y de entregarles su fidelidad de por vida. Así
sucedieron estas cosas, se los juro, solía repetir Estela Ducasse y las
pocas amigas que ya había hecho se quedaban dudando de las
afirmaciones de Estela. Un día cualquiera, Estela no tiene ni el
recuerdo, Miguel Duarte Agramonte desapareció y nadie, jamás de los
jamases, pudo rendir cuenta de su paradero. Unos decían que la
policía lo había matado por ladrón; otros, los más benévolos, hicieron
circular una historia menos rigurosa: Miguel se había largado y había
abandonado a su familia porque ya estaba simplemente cansado de
jugar el papel de proveedor. La verdad es que Miguel se había ido tras
unas nalgas que le habían ofrecido lo que la pobre Estela no estaba en
condiciones de dar. Victoria, la hermana mayor de Edna Duarte, sabía
que su padre, aunque su madre se negara aceptarlo, se había ido con
una mujer sadista que encabezaba a un grupo de payasos masoquistas
del circo “El trapecio”que había pasado por Coatzacoalcos. Disfrazado
tras la máscara de colores Miguel se había sustraído del mundo para
desaparecer en el anonimato de las giras y las risas arrancadas de la
miserable asistencia, pues el público era siempre escaso. Mi padre
Miguel Duarte Agramonte devino un clown desquiciado y esa es la
pura verdad, dijo Victoria y no volvió nunca a mencionar su nombre
delante de nadie. Estela Ducasse, muy poco tiempo después, murió de
la enfermedad llamada tristeza y Edna y Victoria se vieron obligadas a
refugiarse en lo de Gloria Montenegro, la hija del general
Montenegro. Gloria y Edna, se convirtieron en grandes amigas desde
el primer año de la escuela primaria y no se volvieron a separar sino

10
muchos años después. Al principio, Victoria era la voz de sus
conciencias, pero después, con el transcurso del tiempo, cuando las
cosas se fueron complicando y todo se fue convirtiendo en un caos
irresoluto, Victoria fue perdiendo su influencia y ni Gloria ni Edna
volvieron acudir a ella para pedirle sus consejos. El general
Montenegro, por su parte, se fue apoderando de los movimientos, de
los pensamientos y de toda la vida de Victoria. Victoria se convirtió
en la puta preferida de Montenegro, pero el general no se metió con su
hija Gloria ni con Edna Duarte Ducasse. Eso si, Victoria fue
transformada en una especie de soberana subrepticia de quien todos
sus deseos y caprichos eran inmediatamente cumplidos al instante.

Portinari había partido para New York antes que Ernesto. Javier
Calderón, como habían quedado de acuerdo, le estaba esperando en el
aeropuerto John F. Kennedy. Ellos sabían que Ernesto llegaría
después. Javier había logrado que un amigo de un amigo le hubiera
podido conseguir un piso en la quinta avenida y la vigésima tercera
calle. El edificio, “Flatiron Building”, había pasado a formar parte de
la cultura visual de todo estudiante, aficionado o diletante de
Arquitectura, del mundo fílmico o específicamente del mundo del
Arte. Casi todos saben, le dijo Javier, que la plancha, este edificio
triangular, fue diseñado por el arquitecto Daniel Burnham. Muchos
artistas y fotógrafos han querido siempre encontrar una fuente de
inspiración en los adornos emparentados con el renacimiento italiano
que cubren al edificio. ¡Aquí vivo yo, Portinari, de este lugar solo me
sacan muerto!, le gritó Javier cuando estaba introduciendo la llave en
la cerradura. Esa noche, Javier y Portinari se enfrascaron en una
especie de lucha cultural donde el intercambio de ideas y
conocimientos los obligó a trasladarse a muchos sitios del mundo; por
lo menos a las ciudades preferidas de los artistas. Javier, que había
empezado a viajar antes de entrar a la adolescencia y Portinari, que
había usado los textos para llegar a los sitios que la imaginación
concede a sus súbditos, iniciaron una excursión que los introdujo,
primero que nada en Venezia. Siglos de información sobre la
existencia de sitios, pequeñas historias y anécdotas, cafés, trattorias,
hoteles, leyendas, restaurantes, bares. La Piazza San Marco, por
supuesto, ocupó el lugar remarcable. Esa noche, los dos discutieron
sobre el vino, los spaghetti, la polenta, el espresso, el capuchino, el

11
pescado, la carne, las salsas y las verduras y frutas. Javier discurrió
sobre la introducción del café en Venezia en el siglo XVI y el año en
que los venezianos habían abierto las primeras cafeterías en la Piazza
San Marco y después le explicó, con lujos de detalles, las fechas de
inauguración de dos de los lugares, muy famosos, de la Piazza San
Marco: el café Florian y el café Quadri.

Javier le propuso a Portinari el juego basado en los conocimientos


superficiales o profundos, muy conocidos o desconocidos de New
York y de Venezia.

¿Qué es lo que tu sabes de Venezia?, le pregunto Javier a Portinari.

Portinari respondió como un rayo.

- Venezia tiene 118 islas.

El turno de preguntar es ahora de Portinari.

- Dime algunas cosas interesantes sobre Estados Unidos y


sobre New York, Javier.

Y Javier dijo:

- En New York viven, ilegalmente, más de un millón y medio


de personas. Todas trabajan pero no tienen ningún tipo de papeles
legales para hacerlo. Los habitantes que hablan español se reproducen
a una velocidad insospechada y crecen sin control ni medida. Veinte
millones de norteamericanos pobres se despiertan con hambre cada
día. Veinte por ciento de los newyorkinos están vinculados a la
asistencia económica social del estado. Sesenta mil personas viven en
calles, parques, casas derruidas, túneles, estaciones de trenes, cloacas
y vehículos abandonados. Todos los que no pagan el alquiler de sus
casas y pisos son echados a la calle. De seis a siete personas son
asesinadas cada día, sostienen las cifras oficiales. Diariamente se
cometen de dieciocho a diecinueve mil delitos de todo tipo. El sucio
negocio de la cocaína se calcula en ciento veinte mil millones de
dólares al año. La mayoría de las cárceles en Estados Unidos están

12
sobre saturadas de prisioneros. Cada año son robados más de cien mil
vehículos. Arriba de cuarenta mil personas son sentenciadas por asalto
a mano armada y robo. Doscientas mil personas deberían estar en las
cárceles. En N.Y. se cometen cincuenta mil robos cada año. Los
delincuentes que han sido puestos en libertad bajo fianza cometen uno
de cada cuatro hechos de violencia. Treinta y siete mil policías se
encargan de la seguridad de la ciudad. Doce millones de niños, en
todo Estados Unidos, viven en una constante pobreza y sufren los
estragos del hambre. El poder militar de Estados Unidos se encuentra
estratégicamente situado en ciento cuarenta naciones.

- Iluminame, Javier!, le grito Portinari.

Y Javier continuó:

- En el año 1702, Lord Combury que es travesti, es nombrado


gobernador de Manhattan. Lord Combury se paseaba vestido de mujer
por los elegantes salones y contoneaba su cuerpo al ritmo de las
aspiraciones femeninas que saturaban el ambiente mientras atendía sus
despachos. Desde los primeros habitantes de Manhattan, los indígenas
algonkin, la isla ha sido escenario y teatro de un contrastado grupo de
artistas y atletas profesionales fuera de todo lo común: Marilyn
Monroe, Mina Loy, Marcel Duchamp, Man Ray, Arthur Cravan,
Francis Picabia, Henry Dreyfuss, Bob Dylan, Talking Heads, De
Kooning, Charles Eames, Ruben Blades, Eugene O´Neill, Ramones,
Mark Rothko, Norman Mailer, Michael Graves, Martin Scorsese, John
Cassavetes, Jack Kerouac, Dizzie Gillespie, Hector Guimard, Franz
Kline, el Public Theatre de Joseph Papp, Raymond Loewy, Richard
Meier, Isamu Noguchi, los artistas del graffiti, Adolph Gottlieb, Eliot
Noyes, Wall Street, Louis Henry Sullivan, Mae West, los hermanos
Marx, Edgar Allan Poe, Walter Darwin Teague, Charlie Chaplin,
Mark Twain, Ella Fitzgerald, Louis Comfort Tiffany, Andy Warhol,
Count Basi, Charles Mingus, Robert Indiana, Thomas Wolfe, Frank
Lloyd Wright, Richard Wright, Ray Ellis, Eva Zeisel, Emilio Ambas,
Greta Garbo, Philippe Starck, Marcel Breuer, George Gershwin, los
artistas Pop Andy Warhol, Roy Lichtenstein y Robert Rauschenberg,
Leonard Bernstein, Frank Sinatra, Lena Horne, Marlon Brando, James
Dean, Paul Newman, Elízabeth Taylor, Ava Gardner, Laurence

13
Harvey, Robert Motherwell, Frederick Carder, Donald Deskey, Allen
Ginsberg, Romaine de Tirtoff Erté, Robert de Niro, Jean Michel
Folon. En esta orgullosa ciudad mataron al artista John Lennon. Y el
grupo selecto: Muhammad Ali (noqueó al establecimiento
norteamericano en los primeros diez segundos del primer round),
Jesse Owen (batió el parloteo del nacionalsocialismo nazi ganando
cuatro medallas de oro en las olimpiadas en Berlin), Jackie Robinson,
Ray Sugar Robinson, Malcolm X, Martin Luther King, Ray Charles,
Thelonious Monk, John Coltrane, Don Byas, James Baldwin, Milton
Glaser, Leroi Jones. Miles Davis, Jimmie Lunceford, Lionel Hampton,
Bessie Smith, Levi Maddison, Jimmy Cobb, Dexter Gordon, Coleman
Hawkins, Charlie “Bird” Parker, Dizzy Gillespie, Freddie Webster,
Fletcher Henderson, Duke Ellington, Sara Vaughan, Ella Fitzgerald,
Kenny Clarke, Roy Eldridge, Joe Guy, Bud Powell, Fats Navarro,
Max Roach, Jackie Mc Lean, J.J. Johnson, Benny Carter, Kenny
Dorham, Ben Webster, Clifford Brown, Ahmad Jamal, Lester “Prez”
Young, Al Haig, Keith Jarret, Curly Russell, Stan Levey, Lucky
Thompson, Art Farmer, Charlie Mingus, Malcolm X, Sonny Stitt,
Sonny Rollins, Julian, “Cannonball” Adderley, Art Blakey, Ornette
Coleman, Al Foster, Vincent Wilburn, Gil Evans, Al Mc Kibbon, John
Lewis, Kenny Hagood, Bill Barber, Huey Newton, las Panteras
Negras, Amiri Baraka, Archie Moore, Muddy Watters, B. B. King,
Adam Clayton Powell, Joe Louis, Larry Doby, Philly Joe, Red
Garland, Paul Chambers, Winton Kelly, Don Cherry, Charlie Haden,
Billy Higgins, Booker Little, Jack DeJohnette, Ron Carter, Herbie
Hancock, George Coleman, Buddy Anderson, Gene Ammons, Billy
Eckstine, Chick Corea, Dave Holland, Bobby Hacket, Tony Williams,
Clark Terry, Buck Clayton. Todos estos músicos negros crearon el
Bebop, el Cool, el Walking, el Blue ´n´Boogie, el Hard bop, el Jazz
Fusion. No olvidemos a Darryl Jones, Harry Belafonte, Sammy Davis
Jr., John Scofield, Bradford Marsalis y Winton Marsalis. Estoy seguro
que he olvidado a muchos, pero nosotros sabemos que la memoria
siempre traiciona.
Los músicos blancos Stan Getz, Gerry Mulligan, Red Rodney, Chet
Baker, Dave Brubeck, Kai Winding, Lee Konitz, Lennie Tristano,
Michael Zwerin no aportaron más que la ejecución de sus
instrumentos. Sin embargo, los críticos de la cultura blanca

14
“olvidaron” decir que el jazz y el blues eran creación exclusiva de la
raza negra. Ellos fueron saqueadores de la música negra.

- En New York han existido y/o existen: el “Minton`s Playhouse”,


“Small´s Paradise”, en Harlem, el “Mc Kinley Theatre”, en Bronx, el
“Spotlite”, “Three Deuces”, “Kelly´Stable”, “Onyx”, “Downbeat”,
“Heatwave”, “Famous Door”, “The Yatcht Club”, “The Street”,
“Royal Roost”, “Clique”, el “Café Bohemia”, el Apollo Theatre, The
Metropolitan Museum of Art, Broadway, Harlem (Gospel), The
Cotton Club, The Museum of Modern Art, Sugar Cane Club, The
Brooklyn Museum of Art. En New York se hacen cada año 200
filmes, en N.Y. tenemos acceso al museo Met donde podemos ver las
obras de Cezanne, Degas, Gaugin, Manet, Monet, Pisarro, Renoir,
Rodin, Tolouse-Lautrec. En N.Y. podemos ir al Barrio, a la Marqueta,
a los bares para los homosexuales y a los bares para las lesbianas. Un
exacto modelo de New York City ha sido construído en The Queens
Museum of Art. En New York viven dos millones doscientos mil
personas de raza negra, un millón ochocientos mil latinoamericanos,
seiscientos mil italianos, ciento cincuenta mil chinos, un millón de
judios, en total más de siete millones de no americanos más todos los
mexicanos que se encuentran viviendo ilegalmente. No podemos
olvidar a los ucranianos, rusos, abisinios, japoneses, irlandeses y todas
las demás nacionalidades. Y el último dato: cada día los newyorkinos
hacen treinta y seis millones de llamadas telefónicas.

- Di los nombres de tres grandes venezianos, le dijo Javier.

- Uno: Marco Polo, que a los diez y siete años de edad


abandona Venezia en 1271 y regresa en 1295. Marco Polo no estuvo
jamás ni en Aden, ni en Etiopía, ni en Japón y ni en Madagascar.
Cuando Marco Polo describía la ciudad de Kin-Sain su población
excedía la cifra del millón seiscientos mil, mientras que en Venezia
vivían por esos tiempos cien mil habitantes. Marco Polo, que era un
maestro en lenguas, vivió en la corte de Kubilai Khan dieciséis años y
trabajó bajo todo este tiempo como funcionario en la cosmopolita
sociedad sin cargo especifico.

15
Portinari cierra los ojos, cuando los abre sonríe levemente y mueve la
cabeza satisfactoriamente.

- Dos: Carlo Goldoni. Con él se inicia la liquidación de la Comedia


del Arte y se configura el principio de lo que hoy llamamos teatro
moderno. Muchos expertos deducen que la obra de Goldoni es la base
de la comedia de Moliere.

- No quiero entrar en discusiones, pero acepto tu respuesta.


Tres: Jacopo Robusti, llamado el Tintoretto. Pinto el Juicio Final en el
palacio del Dogo.

El turno de preguntar es de Portinari:

Tres cosas que te hayan impactado mas de Venezia:

Javier piensa cinco segundos, mueve los ojos hacia Portinari y


entremezcla los dedos de su mano derecha con los dedos de la mano
izquierda; entonces responde:

- La primera: la Torre del reloj conocida bajo el nombre de


La Campanile, que se construyó en el siglo VIII. Galileo Galilei la usó
de observatorio. En el año 1902, La Campanile se vino abajo y, en ese
mismo instante, el 14 de junio, un artista tomó una foto de la Torre al
momento de caer.

- ¡Lo importante aquí es el artista que hizo la toma


fotográfica!, exclama Portinari.

- ¡Por eso mismo!, responde Javier.

- La segunda: las columnas bizantinas en la entrada de la Basílica


de San Marco.

- Allí estamos de acuerdo.

16
- Tercera: la calle más bella del mundo es el Canal Grande de
Venezia y no Les Champs Elisees ni la Via Venetto ni la Avenida
Reforma.

- Dime algo importante de Tiepolo, dijo Javier.

Los ojos de Portinari brillan intensamente y la luz de sus pupilas se


refleja en los ojos de Javier:

- Giovanni Batista Tiepolo terminó sus días de pintor en la


corte de Madrid. En el Museo Ca Rezzonico de Venezia existe un
cuadro de él: “Saltimbanchi e Pulcinella”.

Portinari había estado dispuesto abordar el tema Tiepolo desde todos


los ángulos, pero Javier, de pronto, le interrumpió.

- Me conformo con eso.

- ¿Puedes decirme quince nombres de personas fuera de lo


común que han dado a New York algo fuera de lo común? , le
pregunta otra vez.
- Culturalmente?
- Si
- Louis Armstrong, Lester Young, Coleman Hawkins, Dizzy
Gillespie, Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane, Philly Joe, Red
Garland, Paul Chambers, Julian “Cannonball” Adderley, Thelonious
Monk, Sonny Rollins, Ornette Coleman y Billie Holiday.

- Siete personajes que más ames?

- Fácil, magíster, contesta Portinari: la Comedia del Arte


encapsula a siete personajes: Arlequín, Pulcinella, Pantalone, Zanni,
Colombina, Il Capitan e Il Dottore.

- ¡Aprobaste con mención de honor!, le dijo Javier. De niño,


soñaba yo con esos siete personajes también.

17
Portinari, haciendo un pequeño paréntesis, relató las aventuras de
Lord Byron en Venezia. Se extendió a Percy B. Shelley, Igor
Stravinsky (que , de acuerdo a Luis Buñuel, gustaba arrodillarse y
golpearse en el pecho), Dickens, Sergei Diagiliev, M. Proust, Thomas
Mann, George Sand, Ernest Hemingway, Ezra Pound, Casanova,
Joseph Brodsky.

Javier gritó casi y le dijo que no se olvidara de Henry Pierre Roches y


su libro “Jules y Jim”, que la cabeza de Francois Truffaut convirtió en
un buen trabajo fílmico. Los dos estuvieron también de acuerdo en
que el mejor libro que jamás se ha escrito sobre Venezia es la obra del
historiador artístico John Ruskin: “Las piedras de Venezia”, libro al
cual consideraron como una pieza angular para los que se atrevieran a
incursionar en la Arquitectura que estuviera conectada con la Basílica
San Marco y el Palacio del Dogo.

Entre las Trattorias que yo prefiero, interrumpió Javier, están la


“Furatola”, en Dorsoduro, la “Trattoria ai Scalinetto”, en Castello y la
“Trattoria ai Cugnai”, en Dorsoduro también.

Para no quedarse atrás, Portinari se metió en el tema de los hoteles.


Dijo que el mejor lugar, no solo para dormir, sino para pasarla bien
del todo, siempre había sido el hotel Gritti, que se encuentra en las
orillas del Canal Grande.

- La “Muerte en Venezia”, de Thomas Mann, sucede en las


playas del Lido, no lo olvides, le advirtió Javier.

- La pasión de Sands y de Musset se incendia en el hotel


Danieli, le contesto Portinari.

- Y allí vivieron también d` Annunzio y Proust, sonó la voz


de Javier lo mismo que un eco en sus inicios.

- Para decirte la verdad, confeso Portinari, mi lugar favorito


es el hotel “Flora”; de la puerta para adentro, pasas de pronto a otro
tiempo.

18
- ¿Nunca estuviste en el hotel “Casa Frollo”, que esta en
Guidecca?, le preguntó Javier. En la Guidecca estas lo que se dice en
paz: las ventanas de la sala comedor son góticas. Cuando yo ví eso, no
sé por qué, me puse a pensar en la cantidad de víctimas que fueron
quemadas en las hogueras de la inquisición. Esas ventanas son,
todavía hasta el día de hoy, el puesto de observación que me traslada a
todos los tiempos. El jardín es grande y acogedor; el sentimiento (o
los sentimientos) que todo esto pueda producir es que, estando sentado
allí, llegues a descubrir que la paz que reina en lo que el hombre no
toca ni envenena es de otra naturaleza. Las recamaras son amplias. ¡Y
los muebles son auténticos del siglo XVIII! Se te ha ocurrido
comparar alguna vez esto de las recamaras enormes de ciertos sitios y
los lugares pequeñísimos para dormir de los trenes, por ejemplo, para
viajar en el Japón?

Portinari hizo una observación que no tenia nada que ver con los
titubeos culturales que ellos en esos instantes estaban intercambiando:

- Si yo salgo a dar una vuelta por el mundo y llego a Venezia,


entonces prefiero hospedarme en el hotel “Cipriano”, que está en la
isla de la Guidecca. Es el único hotel de toda Venezia que tiene
piscina.

Portinari, en realidad, estaba solo jodiendo a Javier.

Del tema de los bares, restaurantes y hoteles pasaron a los museos:


“Academia” (aquí esta el cuadro “La coronación de la virgen”, de
Paolo Veneciano). Aquí nos las tenemos que ver con los mejores
pintores venezianos: Giandomenico Tiepolo, Tiziano Veccellio,
Giorgione, Palma el joven, Paolo Veneciano, Paolo Caliari (el
Veronese), los Bellini – el padre Jacopo y sus hijos Gentile y
Giovanni - , Bassano, Giacopo Robusti (el Tintoretto), Carpaccio,
Lotti, Giambono, Andrea Mantenga, Francesco Zuccarelli – “El rapto
de Europa” - , Marco Ricci, y una sola obra del Canaleto, A. Vivarini
y Giovanni d`Alemagna. En Venezia se funden todos los tiempos:
Max Ernst, Botticelli, Piero de Cosimo, Pontorno, Filippo Lippi, Piero
de la Francesca, Alberto Giacometti, Picasso, Kandinsky, Jackson
Pollock, G. Braque, Magritte, Paul klee, S. Dali, Miró, Henry Moore,

19
Mondrian, Malevich, Chirico, Brancusi, Marini, etc., que sé yo,
exclamó Portinari. “Ca`Pesaro” es un palacio barroco. Aquí se puede
uno quedar mudo de admiración por la Madona que Tiziano Veccellio
pintó. Los expertos han lanzado un veredicto sobre este cuadro: la
Madona no se encuentra, geométricamente hablando, en el centro,
pero Tiziano Veccellio la coloca en un centro imaginario lleno de
pureza y todo lo que sucede en el cuadro a partir de eso deviene en un
resultado que se contrapone a lo que los hombres iniciados en el arte
sostienen. “Palazzo Labia” (En una gran sala podemos admirar el
fresco de Giambattista Tiepolo; el motivo fue tomado de la vida de
una de las siete Cleopatras)- En la sala grande de San Rocco, pintó la
crucifixión en el panel central del techo de la sala Albergo.

Portinari habló sobre el concurso que se organizó para decidir quien


pintaría el panel del techo. Tintoretto, entonces, colocó su cuadro, ya
pintado, antes de la decisión oficial. El caso es que Tintoretto fue
declarado vencedor del torneo antes de empezar.

- “Ca ` D `Oro” (parece que es un palacio de estilo gótico):


aquí encontramos la Anunciación de Vittore Carpaccio y las obras de
Luca Signorelli.

- “Ca `Dario” (donde la muerte ha rondado y cobrado


numerosas víctimas).

Después de esto se perdieron en un laberinto de preferencias que les


fue entusiasmando hasta terminar en los delirios poéticos del arte
cuando este penetra en nuestra sangre y mueve al alma a presentarse
en manisfestaciones eternas de alegría, entusiasmo, fe y creencia en
los valores de las grandes verdades de la creación expresándose a
través de los grandes artistas.

- Los valores de los grandes artistas somos nosotros; gracias a


nosotros ellos pueden extenderse en la eternidad, rugió Javier, y
Portinari añadió que un artista vive en el alma de un ser humano que
lo descubra y lo haga suyo. En fin, dijo Javier, en Venezia se te puede
ir la vida entera y nunca vas a lograr ver y admirar todo lo que hay
allí.

20
- “Oh, Venezia sin ti …”, cantó Portinari y los dos se
carcajearon hasta doblarse. Eran las tres de la mañana y ambos
cayeron en sus camas como dos viejos contentos y, como está escrito
en las sagradas escrituras, llenos de mosto. Dormirían, seguramente,
hasta casi la noche del día siguiente que sería un sábado y los sábados,
en New York, le había dicho Javier en el aeropuerto, a mi me gusta
escuchar blues y jazz.

- Portinari se levantó a las once de la mañana. Sin


concentrarse en nada, la conversación de hacía ocho horas entre él y
Javier empezó a marchar otra vez desordenadamente en su cabeza.
Los pensamientos de Portinari volaban como saetas en el aire y se
dirigían hacia un cielo que los retornaba limpios de residuos. La
palabra Ghetto, que la gran mayoría intuye pero que la desconoce,
proviene del término geto – en italiano – y significa (taller de)
fundición. Los primeros ghettos existieron en Venecia: en el siglo
XVII, el ghetto novísimo, el nuevo ghetto. Yo he leído en alguna
parte, pensó Portinari, que en siglo XVI, el Consejo de los diez de
Venezia, declaró que todos los judíos - eran más de cinco mil – serían
mantenidos presos en una isla frente a Cannaregio. Más adelante,
cuando Napoleón invade Venezia hace derruir las puertas del ghetto,
pero al tomar los austriacos el poder, los judíos son de nuevo
encarcelados. Esto sucedía, Portinari tenía un agudo dolor de cabeza,
antes de que los nazis hubieran querido extirparlos. Hoy en día, los
judíos matan a los palestinos - ancianos, niños recién nacidos, jóvenes,
mujeres – y nadie se asombra. Claro, los judíos tienen el apoyo militar
y económico de los Estados Unidos. Portinari se acercó a una de las
ventanas del piso. Estaba observando que el Madison Square Park se
encontraba bastante cerca de ellos. Hacia el frente, se extendía la
Quinta Avenida, y hacia su derecha y sesgadamente hacia atrás,
emergía Broadway. El edificio se encuentra entre la vigésima tercera
calle y la vigésima segunda calle. Portinari había caído en una
confusión que no le permitía pensar claramente. Se empecinaba
tratando de construir, le costaba mucho trabajo, una pregunta que no
fuera ni muy personal ni muy alejada a los sentimientos que le unían a
Javier. ¿Le preguntaría algo sobre Edna Duarte? El estaba seguro que
Javier podría reaccionar igual que una ostra; si eso llegara a suceder,

21
era claro que las cosas que él había planeado al principio, se vendrían
todas abajo. Si Javier me elude lo va a embromar todo. Mientras
pensaba en todo esto, abrió automáticamente el refrigerador y tomó la
leche, el queso, mantequilla, pan y unos chorizos que preparó con un
par de huevos revueltos. Desayunó con toda calma ensimismado en
una serie de viejas-nuevas-tardías-persistentes ideas que casi le
perforaban la cabeza. Portinari tomó una ducha y se puso uno de sus
trajes predilectos - un Armani oscuro – que Ernesto le había regalado
recientemente. Al salir de la ducha vio que Javier ya estaba
enfrascado en una lucha con la preparación del desayuno. Javier le
pidió que se sentara y Portinari le pidió unos minutos más ya que
necesitaba estar listo en, por lo menos, diez minutos. Portinari entró a
su recámara y Javier se dedicó a lo que en esos momentos le era tan
necesario.
- Hoy en la tarde nos meteremos a algún bar a tomarnos un
tequila margarita, expresó Javier.
- Eso me caería de maravillas, contestó muy alegre Portinari.

Portinari se había sentado y Javier le miraba fijamente.

- Ernesto llega el lunes, de manera que no podrá escuchar lo


siguiente, o lo escuchará a través de ti, pues yo no intentaré repetirlo
otra vez. Cuando Edna Duarte y yo iniciamos nuestra relación, Edna
había ya terminado con Federico Gómez de la Serna. El matrimonio
de ellos se acabó en un abrir y cerrar de ojos. Edna y yo nos
encontramos en una fiesta que Gloria Montenegro había organizado
en una de sus casas en Cuernavaca. Yo estaba solo y Edna estaba sola;
los dos andabamos tras el sexo y tras la carne, un poco de
acercamiento humano, caricias nuevas, conversación excitante con
alguien que nos electrizara, y esa fue una buena ocasión que reunió
todas esas exigencias. Edna y yo empezamos a, lo que se dice, coger
en todas partes: bajo las escaleras de cualquier edificio, en las
recámaras de los amigos y de las amigas, en el bosque, en los jardines
desconocidos, en los sanitarios de los restaurantes y de los bares, en
mi coche, en el coche de ella; una vez hicimos el amor en un vuelo
entre New York y Paris, eso fue lo máximo, te lo juro. Toda esa
incomprensible experiencia nos amenazaba, quemaba el interior; no
podíamos vivir uno sin la otra o una sin el otro. Cogíamos por todas

22
partes, en las playas, a los lados de las carreteras, a todas horas: en los
amaneceres, en el día, en los atardeceres, en las noches, en las
alboradas, en los desiertos, bajo la lluvia y las tormentas, en los ríos y
los lagos; no hubo un cabrón lugar en el que no cogiéramos. Edna,
empecé a notar con cierta dosis de miedo, sentía una inclinación por
los juegos sado-masoquistas peligrosos y allí me entraron ganas de
reflexionar, pero Edna me volvía loco; no es que yo quisiera dejarla,
pues la niña me gustaba un montón. Un día de Julio, hacía un calor del
carajo, estamos en medio de una sesión erótica cuando Edna se
levanta, de pronto, de la cama y va en busca de su bolso de mano; lo
abrió y empezó a sacar todo lo que tu te puedas imaginar sobre los
objetos que las mujeres emputecidas y degeneradas y los machos
venidos a menos usan en sus tardíos deleites sexuales. Edna sacó dos
penes colosales, uno rojo y el otro azul. Méteme el rojo primero, me
dijo; después me das con el azul, pero hazlo despacito, con calma y,
cuando el placer me distraiga, porque con estas cosas me vuelvo
loquita, les das vueltas con mucha violencia; me das con mucha
dulzura por la vulvita, esa conchita de la cual disfrutas ahora, ese
coñito insaciable y, con el otro, me despedazas si quieres el recto, que
nunca se ha portado tan recto; por el culito que tanto te gusta acariciar,
mi hombre, me dijo. Yo empecé a tratar de manejar los penes con
destreza y ella empezó a revolcarse como una fierecilla herida. Daba
alaridos, gritaba lo mismo que una enajenada, bufaba, chillaba,
lloraba, suplicaba, se mordía los labios y, moviendo los brazos y las
manos hacia todas partes, me suplicaba que le diera más, que ella
estaba apenas empezando, que eso era un juego de niñitos para ella,
que yo debía recordar que todos los niños corren detrás de las gallinas
y los puercos para meterles las pequeñas pijitas, que eso era lo más
natural del mundo y por eso, de letanía en letanía, me pedía, me
suplicaba, me rogaba y jalándose los cabellos, me ordenaba que yo
hiciera con ella lo que se me pegara la gana. Me mantuvo en esa tarea
de esclavos más de tres horas; yo estaba a reventar de cansancio, pero
Edna estaba más fresca que un rábano recién recolectado. En un
momento en que tomamos una pausa, Edna entró al baño a limpiar y
lavar los penes y yo, que no podía más, me quedé dormido. Yo no
recuerdo cuánto tiempo estuve tirado sintiéndome una lagartija en la
cama. Me desperté dando de gritos. Edna me había metido el pene
azul, que tenía casi treinta centímetros de largo, por el culo. La sangre

23
me escurría por las piernas y yo saltaba tratando de comprender lo que
había pasado. Desde ese nefasto día, Edna Duarte y yo no nos vemos
más. Allí terminamos con toda la fiesta, Portinari. Si quisieras saber lo
que pasó entre Edna y Federico, tendrás que preguntárselo al propio
Federico. Yo en eso no me meto. Lo que más me pesa es haber
perdido esa conchita; los labios de esa deliciosa vulvita los chupaba
yo horas enteras y ella y yo disfrutábamos como una pareja que sabe
hacer lo suyo. Edna me chupaba la pija horas, días, semanas; quedaba
yo tan agotado que me tenía que escurrir de sus trampas para irme a
relamer las heridas por otra parte: era la única forma de reponerme.
Voy a descubrirte algo y prométeme que no lo vas a propagar por
todas partes: a Edna no le satisfacía ni le satisface nadie; no había
nadie que hubiera podido darle lo que ella necesitaba. Ella quería
muchos vicios, todos los vicios, pero yo creo que los necesitaba para
seguir viviendo; es decir, para seguir respirando, comiendo, hablando,
moviéndose, cogiendo con quien ella atrapara, en fin, tú sabes lo que
quiero decir. Cierto día me obligó a que le metiera los dedos en la
concha; después me suplicó que le introdujera toda la mano. No me lo
vas a creer, pero lo hice. En esos instantes pensé que no había nada
que pudiera satisfacerla, pues a una mujer a quien le metes la mano en
la vulva, es una mujer que no se parece a las demás y también existe la
posibilidad que esté jodida de la cabeza, me entiendes? Además, las
ilusiones caen partidas en pedacitos y lo que tú sientes en tu interior es
un rompimiento de muchas cosas. La moral nos jode, es verdad, pero
también nos protege. Antes de Edna, las mujeres que llegaron a mi me
dieron una cierta dulzura; después de Edna me ha sido muy laborioso
salvaguardar lo que considero lo mejor de mi. Pero eso si, nunca traté
de buscarla ni tampoco la quise encontrar; muchas cosas habían sido
fragmentadas y reconstruirlas hubiera sido trabajo de titanes
desquiciados.
Portinari se acarició la parte que está entre los labios y la nariz con la
mano izquierda. Mirando directamente a Javier a los ojos le soltó la
pregunta:
- Y Edna, dónde se encuentra ahora?
- Te lo juro que no lo sé. Lo que si sé es que Edna y Gloria
viven juntas y que se la pasan dándole la vuelta al mundo. No puedo
decirte donde están porque no lo sé, respondió Javier con una calma
verdaderamente pesada.

24
Edna Duarte y Gloria Montenegro habían desaparecido de
Coatzacoalcos y de Mexico City. No se les veía por ninguna parte.
Amigos ocasionales daban explicaciones sobre su paradero, pero todo
era bastante difuso: nadie las había visto. Sin embargo, algunas
amigas de ellas decían que Edna y Gloria andaban de gira permanente.
Vuelan de Mexico City a New York, de New York hacia Ámsterdam,
de Ámsterdam a Paris, de Paris a Praga, de Praga a Venezia, de
Venezia a Firenze; saltan de Europa hacia Africa, de Africa hacia
Asia y de Asia hacia las islas de todo el Pacífico. En cualquier
momento se les puede ver por acá pero, la verdad, que no la sabe
nadie, es que están borradas, se han quitado de acá, ya no nos
recuerdan, precisan de otros aires y otras vergas, naturales o
fabricadas, pero grandes y gruesas para que puedan llenarles sus
vulvas hambrientas. Alguien dijo en cierta ocasión que las dos
estaban en London, pero nadie lo creyó, porque había una vieja
conocida de ellas que las había encontrado en el aeropuerto de
Acapulco. Un mes más tarde, la misma mujer había relatado lo
mismo pero en lugar de Acapulco apareció el nombre de Cancún. El
padre de Gloria Montenegro era la copia exacta que nos hacia recordar
al general que había comprado todos sus grados. Su mano derecha, en
términos administrativos, era un oscuro contable veracruzano que le
falsificaba todas las cuentas para que el general pudiera presentar la
declaración de impuestos. El general no pagaba un coño y había
absorbido hacia su círculo delictivo nada menos que a Ricardo Ponce
de León, que alguna vez había estado casado con su hija Gloria.
Ricardo Ponce de León se había metido hasta los cojones con Gloria
que casi se volvió loco cuando Gloria lo echó afuera. Ricardo le había
contado a Federico Gómez de la Serna que Gloria estaba llena de
secretos y que estos se revelaban siempre en la cama, decía Ricardo, y
después relataba que cuando ellos cogían, la vida era entonces muy
peligrosa y fue allí que le nació la idea de que todas las mujeres eran
brujas bellas y diabólicas y seres terribles, capaces de cometer todos
los delitos que fueran en contra de las promesas dadas bajo el fuego
del amor. Qué imbécil era yo, repetía Ricardo y ahora, para no
perderlo todo, vivía bajo las alas del general Montenegro y esas alas
eran, lo aseguraba, largas y negras como la sombra del diablo.

25
Portinari descubrió que para investigar el paradero de Edna, había que
pasar por esa prueba corrosiva llamada Gloria Montenegro. En
Coatzacoalcos voy a intervenir todos los teléfonos adónde ella, se
refería a Gloria, pueda llamar; sobornaré al cartero para que me
entregue copias de las cartas; pagaré a quien sea para que registre la
basura de todos los días, me conectaré con todas las agencias de viajes
en Coatzacoalcos, Mexico City, Acapulco, Cancún, Monterrey,
Guadalajara y con todos los inverosímiles lugares para que me
entreguen la información que preciso. Lo que Portinari no sabía es que
el general Sergio Villar, el chacal de Montenegro, andaba vigilándolo
a él y a Ernesto y a todos aquellos que entraran en contacto con ellos.
El chacal Villar había obtenido órdenes bien estrictas sobre todo esto.
El general Santiago Montenegro, por su parte, se había enterado,
Villar le había informado con lujo de detalles, que Portinari y Ernesto
andaban tratando de rastrear las huellas de su hija Gloria, y eso no le
había gustado para nada al general. Para colocar las cosas en balance
hay que vigilar a estos cabrones, le había ordenado Montenegro a
Villar, y saber todos los pasos que ellos fueran a tomar; después ellos
no podrán hacer nada; si lo hacen, de todas formas están jodidos. Una
cosa quedó muy cristalina: Ernesto y Portinari no tenían mucho
espacio para moverse. Villar vigilaba, también, a Ricardo Ponce de
León; la mano derecha de Montenegro se movía como una víbora
silenciosa y traicionera. Las órdenes del general Montenegro había
que cumplirlas y obedecerlas ciegamente y llevarlas a cabo a pesar de
todos los pesares, se dijo Villar todo el tiempo para convencerse de
que los destinos de todos ellos dependían de su tarea.

Era un sábado, y Javier y Portinari se dedicaron a perder el tiempo.


Javier alquiló un automóvil para enseñarle algunos edificios en New
York cuya arquitectura había sido creada según Javier, bajo los
impulsos irresistibles de la lucidez y la fiebre artística. Se desplazaron,
primero, por Manhattan y visitaron la Central Synagogue - Javier era
judío -, para que Portinari viera el trabajo que los judíos de Bohemia
habían hecho. Las formas de inspiración árabe no eran sino un reflejo
de la herencia adquirida por los judíos durante su estancia en la
España mora.

26
- Esto es un edificio admirable!, exclamó Portinari
entusiasmado.

Después de haber permanecido allí una media hora se fueron a ver el


edificio Alwyn Court Apartments. Javier trataba de explicarles las
cosas que a él le habían apasionado.

- Concéntrate en los elementos de terracota y el estilo. Es


bellísimo!, no te parece?

Portinari le dijo que el edificio tenía algo que transmitir a los que
pasaran por sus cercanías. Javier le había confesado que él jamás
había estado adentro, pero le relató que él había leído que cada piso en
el edificio tenía cinco baños.

- Te voy a llevar a un hotel situado en Broadway: el Ansonia.


Por este hotel han pasado nebulosas de gentes apasionadas del arte,
grandes creadores: cantantes estrellas de rock and roll y ópera,
escritores, dirigentes de música, productores, directores de filmes,
guionitas, poetas , bailarines, etc. Portinari le confesó que la próxima
vez que llegara a New York se hospedaría en el hotel Ansonia. Javier
le dijo que él no necesitaba hacer eso, pues tú y Ernesto pueden venir
a vivir cuando quieran y el tiempo que deseen a mi piso. A mi lo que
más me gusta es codearme con los artistas, le susurró al oído Portinari,
y Javier le respondió que a él también. Nos dirigimos ahora a la casa
conocida bajo el nombre de Waldo House, construída, creo yó, de
acuerdo a los principios de los primeros tiempos del Renacimiento
francés. Es, dicen, una copia exacta de un viejo castillo del valle del
Loire, ó es el original, no lo sé. Creo que ahora le pertenece a un
exitoso modisto y fabricante de perfumes. Esos tipos se lo quedan
todo!, gritó Javier. Tomaron rumbo a Brooklyn para admirar la
inmensa puerta del cementerio. Las dos entradas han sido esculpidas y
los teman tratados atraen por la curiosidad visual que despiertan.
Portinari quiso quedarse allí mucho tiempo pues sentía que las
enormes puertas le estaban casi prometiendo la entrada a un reino
ficticio donde las mentiras, los engaños, las trampas, los enredos, las
burlas, las traiciones y los defraudes no existieran más. Regresaron al
piso bastante tarde y sin energías para dilapidarlas en bares,

27
restaurantes o clubes de música. Decidieron quedarse en casa y dormir
lo más que pudieran; mañana sería otro día y habría que enfrentarlo
con un cuerpo descansado y con una sonrisa inmensa y agradable en el
rostro, no te parece?, le preguntó Javier.

El domingo pasó volando. Ernesto había hablado por teléfono para


comunicarles que él llegaría a las dos de la tarde del lunes, hora New
York. Javier y Portinari tomaron un taxi al aeropuerto Kennedy para
recibirlo. Lo primero que Ernesto hizo fue confesarles que el
gobernador del estado de Veracruz le había invitado a dar cuatro
conferencias sobre Paracelsus. El aceptó que las conferencias se
realizaran en Tuxpan, en Xalapa, en el puerto de Veracruz y en el
puerto de Coatzacoalcos. Me pagará cinco mil dólares por
conferencia, más los gastos de hotel durante un mes y todas las
comidas. El trago será libre y corre por cuenta de él. Igualmente
tenemos una avioneta a nuestra disposición.

- Y no pediste nada para tus asistentes?, le preguntó Portinari


con intenciones de sorprenderlo.

Ernesto pensó unos momentos y agregó:

- Yo le dije que mis asistentes deberían ser también contados


en la gira. El gobernador me ofreció mil dólares por semana para cada
asistente; ustedes dos son mis asistentes. Tengo que decirles que todo
el paquete concilia viajes, trabajo, hotel y comida.

Portinari y Javier le abrazaron con efusión.

Antes de salir del aeropuerto entraron a uno de los bares y liquidaron


entre los tres una botella de whisky escocés. Abandonaron el
aeropuerto a las siete de la noche y se fueron directo al piso para dejar
el pequeño equipaje de Ernesto.

- Como ustedes ya deben de saber, el gobernador es mi


amigo. Yo le salvé la vida una vez cuando niños; él nunca olvidó eso.
Era un viernes caluroso y en pandilla nos habíamos escapado de las
lecciones para irnos a nadar al río. El gobernador era muy mal

28
nadador. A medio río empezó a perder las energías y el miedo se le
subió a la cabeza y se le metió entre los cojones. El resto de nosotros
ya habíamos llegado a la otra orilla y él todavía estaba entrampado en
una lucha a muerte para tratar de salvarse de la difícil corriente que lo
jalaba hacia abajo; el gobernador la estaba quedando. Me tiré al río
luchando contra la corriente, esta vez para rescatarlo. Nadé con toda
calma hasta colocarme a sus espaldas; lo que yo quería, mas que nada,
era sacarlo de su terror y de su desesperación. Cuando todo eso pasó,
regresamos a la ciudad en bote. Después, los años nos cayeron encima
y tomaron por sus rumbos estrictos obligando a cada cual escoger sus
senderos y cavar sus trincheras. Hacia muchos años que no le veía y
sucede que cuando él se entera que he llegado a México me propone
cuatro conferencias sobre Paracelsus.

Federico Gómez de la Serna había abandonado definitívamente


México. Quería viajar, encontrar nuevas gentes, bañarse en todos los
mares que hay en el mundo, leer los rostros y las vidas de los otros,
descansar su adolorido cuerpo, descansar como el guerrero avejentado
y olvidar, olvidarlo todo para poder volver a renacer. Federico había
alquilado un piso en Paseo de la Gracia y, desde que había llegado a
Barcelona, había usado todo su tiempo en buscar incógnitas por los
bares, visitar museos e iglesias, verles los ojos a las mujeres para tratar
de descubrir misterios jamás vividos antes y caminar y caminar sin
hacer planes y, sobre todo, dejarse llevar por las sorpresas que le
llegaran cuando él, sin estar en estado de defensa, las recibiera para no
tratar de colocarlas en cualquier rango de valor e importancia. Sus
pensamientos viajaban por todos los tiempos y de esta vida a las
demás vidas que la eternidad guarda celosamente en sus mansiones
para que los problemas caigan exactamente en sus nichos y puedan ser
disueltos en la sencilla complejidad de los sucesos y el lugar donde
estos sucesos vayan a ser revelados y vividos y por qué. San Pablo –
de Tarso - había pasado por Barcelona para hablar con los judíos que
trabajaban en los misterios del Cristo. Federico cayó en cuenta que
para que eso fuera posible él tenía que aceptar primero los lazos
eternos, sin cuestionarlos, entre los seguidores del Cristo y los judíos.
Federico pensaba en Edna Duarte. El solo la había amado. Mientras
que Portinari buscaba a Federico por todo México y por todo Estados
Unidos, había llegado a descubrir que el ex marido de Edna Duarte se

29
encontraba viviendo en Barcelona y en el mismísimo Paseo de la
Gracia. Juliana Montenegro, la hermana del general, le había escrito
una carta a lista de correos a su sobrina Gloria. El cartero había abierto
la misiva y le había sacado una copia que había sido entregada a
Portinari. Cuando Portinari recibió la copia le expuso sin demora toda
la situación a Ernesto. Ernesto y él viajarían a Barcelona, pero primero
visitarían a Javier en New York. Portinari y Javier ya estaban en New
York. Esta parte del relato trata sobre Federico cuando este va a ser
visitado en Barcelona por Ernesto y Portinari. Pero ahora Federico
estaba en Barcelona y lo de Javier ya había pasado. Federico Gómez
de la Serna no tenía enemigos. Desde el momento en que él había
pisado la tierra Barcelonesa sintió unos impulsos vigorosos por
olvidarlo todo; él cambió a tal extremo que se vio obligado no solo a
reconocerlo sino sentirlo y, sobre todo, hacer de esa maravillosa y
dolorosa experiencia una parte valiosísima de todo su ser. Federico
estaba renaciendo. Lo de Javier, en realidad, estaba pasando; en estos
mismos instantes estaba pasando, pero Federico había levantado la
tapa de su ataúd y había abandonado su sepultura y no se había puesto
a sentir ni siquiera el miedo que antes le había atacado a traición y le
había amenazado oprimiéndole por todo el pecho hasta bajarle al
estómago y escondérsele en los intestinos. Federico estaba muy
conciente de su renacimiento. Esa mañana se había levantado cerca de
las diez. Un poco más allá del mediodía se había encaminado hacia la
Rambla, que le quedaba muy cerca, y se había sentado en una de las
sillas de un restaurante chino. En realidad, a Federico le había atraído
la belleza de la mesera china que sonriéndole le había invitado a
sentarse. Federico había observado detenidamente las exquisitas
formas de la mesera que se movía con una delicadeza que no era de
este mundo. Cuando Federico le preguntó por su nombre, ella le
respondió Li, solamente Li. Federico se sentía complacido. En una de
las mesas cercanas, un viejo inglés le había preguntado por la hora,
pero Federico no pudo responderle pues había dejado su reloj en el
piso. De todas formas, ellos sostuvieron una conversación superficial
que se extendió un poco más allá de las expresiones comunes que a
pesar de todo son las que a veces provocan los acercamientos. Li puso
la botella de whisky sobre la mesa. En la bandeja, había traído un vaso
lleno con hielo hasta la mitad; también había dejado una cubeta
repleta de hielo y un par de servilletas blancas con motivos chinos.

30
Robert, el inglés, alzó su propio vaso de whisky hacia la dirección de
Federico. Federico hizo lo mismo. A partir de aquel día Federico llegó
al restaurante chino todos los días; permanecía sentado tres o cuatro
horas y en esas tres o cuatro horas consumía una botella de whisky.
Algunas veces comía, pero esto no lo hacía muy a menudo. En cierta
ocasión, el tiene grabado en la memoria que era lunes, el calor intenso
caía sobre toda la ciudad igual que una venganza irritada, llegó una
extraña mujer a la mesa situada a su lado. La mujer parecía una visión
salida de los encantamientos. Federico trató de comparar la altura de
los dos y pensó que sus 177 centímetros de altura estaban bien para
salir a dar un paseo con ella. Esa semana, la mujer y Federico llegaron
al restaurante casi a la misma hora y, casi a la misma hora,
abandonaron el restaurante para acudir al llamado de los sucesos por
vivir. El sábado, Federico estaba sentado esperando por la llegada de
la extraña mujer. Federico permaneció en el lugar cuatro horas y
cuarenta y cinco minutos pero la mujer no llegó. Federico empezó a
reconstruir la figura completa de ella usando las armas de su memoria.
A su mente fue convocada la figura del dragón alado que ella tenía
grabado en el tobillo derecho. El rostro de ella apareció después, sus
dientes blancos y bien formados, su cuerpo de Diosa (él estaba
convencido que ella era una Diosa), su elegancia perfecta al moverse,
sus ojos color magenta; los dedos de sus manos y sus pies eran
exquisitos y perfectos. Alta, quizá más alta que él; 179 o 180
centímetros. La voz era tan delicada que cuando ella hablaba los
sonidos estallaban como cristales rotos siguiendo una secuencia que se
alargaba en armonías celestiales. Lo mismo sucedió el domingo. El
lunes, Federico llegó muy temprano. La mujer estaba allí y entonces el
corazón de Federico dio vuelcos pero él, de todas formas, se sintió
muy alegre y restituido nuevamente al mundo. Oleadas de felicidad le
entraron al cuerpo por todita la piel. No pudiéndose resistir más
Federico le preguntó por su nombre. Ella le miró de arriba abajo y
levantó la mirada, lentamente hacia los ojos de Federico. Sus miradas
se cruzaron y a partir de ese momento de fulminación, Federico quedó
enamorado. La conversación se deslizó por la plática suave en donde
los dos descubrieron signos comunes de identificación. El tiempo se
había detenido. Un hombre y una mujer, la fórmula perfecta. Desde
ese momento los dos supieron que todo el pasado quedaba atrás y allí
se hicieron cómplices de un secreto que solamente el amor que había

31
brotado entre ellos podía guardar en su interior. Ellos lo aceptaron en
el silencio que fue creciendo por todos sus órganos para avasallarlo
todo y se expresó intensamente en las miradas y los movimientos
imperceptibles de sus cuerpos. Ellos robaban fuerzas de todo lo que
les rodeaba. Catalina Rivera Altamonte, es mi nombre, le dijo ella casi
como revelando un gran secreto. Federico le dijo que el nombre
sonaba a agua y a montaña y a río. Y es verdad, le había contestado
ella. Donde yo nací hay un río, y el valle se encuentra en las partes
bajas de la montaña; a dos kilómetros de allí aparece el mar. Y tú,
cómo te llamas?, preguntó Catalina. Me llamo Federico Gómez de la
Serna. Espera un momento, le dijo ella, tu nombre evoca la influencia
del dinero y el poder; quizá hasta noble seas. Federico se quedó, por
unos segundos, hecho una pieza de metal. Soy rico, mi familia es
económicamente poderosa; en nuestras manos se concentra una gran
fortuna. Manejamos diversas empresas, bancos, seguros, metales y
valores extranjeros. Lo que me impacta es que hayas sabido o intuido,
no lo sé, lo otro; somos nobles y yo, que nunca uso el título, soy el
duque Federico y ella le interrumpió y continuó con lo que Federico
estaba por decir…. Gómez de la Serna. Yo, dijo Catalina, provengo de
una familia de iniciados. Me casé a los veinte años con un hombre
muy rico, Luis Espuche, que después de diez años fue abatido en
cuatro meses solamente por el cáncer. Después de esto nuestra familia
se vino abajo y lo único que nos queda es el título de nobleza. Soy la
duquesa Rivera Altamonte. Vivo de unas rentas que mi madre
salvaguardó y la verdad es que los últimos diez meses he vivido sin
saber quién soy y hacia donde me lleva la vida y qué es lo que hago
aquí. Lo mismo he sentido yo, Catalina; desde el día de mi divorcio he
andado viajando para todas partes en busca de algo que sostenga mi
caída. Uno debe caer hasta el mismo fondo, dijo Catalina. De allí
subes, no queda otra. Las leyes de la naturaleza tienen la ley del ir y
del venir; entre ese espacio de lo que tu le quieras llamar suceden los
portentos. Esto que nosotros dos estamos viviendo ahora es el
portento, le confesó Federico y ella le tomó de las manos y le miró
con una limpieza única. Diotime de Mantinea le había dicho alguna
vez a Sócrates que el amor era parecido a un demonio. Catalina y
Federico sabían esto, pero sus corazones estaban llenos del valor
imbatible. Ellos, los dos, sabían que los habitáculos predilectos de los
demonios son los cuerpos humanos, pues son los únicos sitios en

32
donde ellos se pueden esconder sin que la gente llegue a descubrirlos;
pero ellos se sentían seguros de abatir a todos los demonios juntos.
Catalina llegaba a la vida de Federico igual que una lluvia bienhechora
hecha especialmente para él; la lluvia lo limpiaría. Federico, según los
sentimientos más recónditos de Catalina, había aparecido de la nada y
le había dado un lugar muy especial a ella y los dos eran rehenes de
una pasión sabiamente controlada y un amor infinito y, estaban
seguros, eterno. Esa vez se fueron caminando hasta la Sagrada
Familia, la iglesia de Gaudí. Comieron en uno de los restaurantes
cercanos para después tener tiempo de continuar con la excursión.
Cuando la noche llegó, los dos tomaron cada cual un taxi para
perderse en la espera de las horas y poder juntar la paciencia vigorosa
tan necesaria y llamarse varias veces al día para concertar otro y
muchos encuentros más. Al otro día, alrededor de las doce, Catalina le
había llevado al Tibidabo. Allí, le dijo: te doy, te concedo, te otorgo,
me entrego a ti, soy de ti Federico. Y el le contestó: soy tuyo, Catalina
mía; mi esperado gran amor, le musitó Catalina y Federico le había
respondido que toda ella era la flor del perfume que el siempre había
buscado sin poder encontrarlo. Jamás había podido saber el origen del
olor, le dijo. Catalina entrelazó sus manos con las de él y le prometió
los cielos y las tierras soñadas y muchos viajes al país de las
innumerables imaginaciones. Federico estaba lleno de Catalina y ella
se sentía no vencida, sino cedida a ese hombre que la había
encadenado a los valles eternos de las fantasías perdidas. Soy otra, le
dijo ella y Federico contestó lo que un hombre enamorado es capaz,
bajo los rayos benéficos de la verdadera ciencia del amor, de
contestar: nací para ser tuyo. Ella lo atrajo hacia sí y le dijo que ella
había llegado al mundo para encontrarlo a él y nada más que a él. Esa
noche se fueron a dar un paseo por los muelles. Frente al mar, no se
prometieron nada. Ese día se habían dado uno a la otra y una al otro y
supieron que el amor que los unía sería como la más antigua roca del
mundo, pues en la sencillez de esa forma elegida, los grandes
maestros habían depositado el secreto de todos los secretos. Federico
montó la mítica yegua del reposo y la fue conduciendo por los
desfiladeros de la aventura peligrosa, pero pudo siempre controlarlo
todo. Catalina había encontrado que su pasión por las delicias del
amor no se había extinguido y se dejó caer en los remolinos de la
seguridad. Visitaban una sola galería de arte cada día y regresaban al

33
piso de Federico a preparar algo de comer y se metían a la cama para
continuar sus investigaciones sobre sí mismos. Si la visita era a
cualquier museo, permanecían en el museo varias horas y después
tomaban el viejo Jaguar de Catalina y se perdían por una de las
solitarias playas cercanas a Barcelona. Todos los días eran distintos y
estaban engarzados en las sorpresas que siempre los dejaba
estupefactos. Las mañanas, también, eran luminosas y distintas. Todos
los atardeceres eran culminados por los rayos intensivos de una delicia
portentosa que se negaba a desaparecer, le había dicho Catalina alguna
vez. Las noches no podían compararse a nada. Los amaneceres venían
acompañados del silencio de la lucha de la luz para vencer a la
oscuridad. Al fin, llegó el ansiado día que los dos tanto habían
esperado. Federico le pidió que se casaran y ella respondió, sin
titubear, que sí. Catalina quiso comer, en esos momentos de alegría,
frutas frescas y llevó a Federico al mercado de la Boquería. Entre el
olor de las frutas, los vegetales, los pescados y las carnes, Catalina le
pidió que se casaran en la Catedral Gótica. Se introdujeron a la
Catedral por la Plaza de la Sue. Estaban admirados de retornar a la
edad en que los niños pueden, todavía, descubrir la naturaleza inicial
de las cosas. Las saetas del amor los habían atravesado y ellos se
dejaban llevar por esa brisa que a veces se convertía en huracán y era
portadora de nubes que volaban a la velocidad extrema de la dicha. A
veces otras nubes oscuras se podían vislumbrar en la línea del
horizonte, pero ellas siempre se mantenían a esa distancia. Otras veces
aparecían los días extenuantes del calor y el sol brillaba entonces todo
el día como un astro que traía en su seno los beneplácitos de los
prodigios irrepetibles. Los dos estaban ya poseídos por los secretos
que conducen a sus elegidos a entender y hablar con la naturaleza e
interpretar sus símbolos de la manera clara en que los símbolos se
revelan; es decir, ellos corrían a la par que las cosas que provocan
todas las partes bellas de la vida. Federico estaba subiendo por las
escaleras de su piso cuando escuchó el teléfono repiquetear. Portinari
le hablaba desde New York y le suplicaba por una cita. Federico se
abrió a la proposición de Portinari gracias a la situación por la que él
estaba atravesando. Federico se sentía simplemente reconciliado con
la vida. Portinari llegaría con Ernesto y ellos hablarían con Federico
sobre Edna Duarte. El encuentro se llevaría a cabo entre una semana,
dentro de siete días exactamente.

34
Al día siguiente, Federico y Catalina tomarían el barco rápido para
llegar a Mallorca donde permanecerían solamente cinco días. Después
regresarían a Barcelona para encontrarse con Ernesto y con Portinari.
Dos noches antes, Federico y Catalina habían estado hablando sobre
los tiempos idos. Catalina, por alguna curiosa reacción, se había
extendido sobre Raimundus Lullus y sobre Arnaldo de Villanova.
Lullus había sido el impulsador de la lengua catalana y había nacido
en Mallorca. Villanova vió la luz del mundo en Valencia y había
estudiado medicina en Montpellier. Cuando los dos se encontraban
frente a un cuadro con la efigie de Lullus, Catalina expresó que, al
igual que el Dante, Lullus había escrito gran parte de sus obras en
catalán, dándole un impulso decisivo a la lengua catalana en su
desarrollo. El escribió en la lengua del pueblo e impulsó de esa
manera la lengua catalana. Raimundus Lullus había hablado, desde
temprana edad, y había escrito en latín, catalán, árabe, hebreo, francés
y español. Lo que yo me resisto aceptar, le había dicho Catalina, es
que Lullus ardía en deseos de conciliar las tres grandes religiones de
ese tiempo – y de todos los tiempos, había añadido Federico – del
mundo occidental; estoy hablando del siglo XIII: Israel y la lengua
hebrea, el mundo Islámico y la legua árabe y el mundo cristiano y
muchas lenguas aglutinadas en torno a la religión cristiana. Lullus
manejaba en toda su retórica el pensamiento Aristotélico. Lo que él
pretendía no era erradicar los puntos explosivos, sino usarse del
pensamiento de Aristóteles para meter al mundo en un callejón sin
salida. No pasó ni lo uno ni lo otro; si pasó, es decir, el mundo cayó
rendido ante el pensamiento Aristotélico, pero eso sucedió después.
Claro, el pensamiento de Aristóteles estaba estructurado sobre las
bases de la duda racionalista, por eso fue que se alejó definitivamente
de la ciencia que pregonaba el maestro Platón. Allí, Mi amado
Federico, se jodió el mundo entero. En el pensamiento anterior a la era
cristiana, todo se sustentaba en los maestros Sócrates y Platón.
Aristóteles estaba lleno de soberbia y del poderoso veneno de la
envidia. No te olvides que Lullus era hijo de un terrateniente
barcelonés.

- Sabes el nombre de algunas de sus obras?, le pregunto


Federico.

35
- Claro, tenemos, por ejemplo, “El libro sobre el orden de la
Caballería”, “Felix o el Libro de los prodigios”, “El libro sobre la
contemplación de Dios”, “El Canto de Ramon”, “La Pesadumbre”, “El
libro sobre el amante y la amada”. No recuerdo el título de uno de sus
libros, creo que es “Blanquerna”. Esta obra es un relato sobre el
sendero del joven guerrero. Este joven pasa primero por las
experiencias del amor, después se convierte en monje, llega a ser
cardenal y deviene en Papa. Al final de todo, el joven termina en
Eremita. Escribió otras obras: “Ars Magna”, conocida igualmente bajo
el nombre de “Ars Compendiosa Inveniendi Veritatem”, “El perfecto
arte para encontrar la verdad”. A riesgo de entrar en repeticiones,
citaré la mayoría de los libros que los estudiosos creen que Lullus
escribió: “Ars abreujada d`atrovar veritat”, Ars Principorum et
Gradum Medicinae”, “Libro de contemplació de Deu”, “Ars Major”,
“Ars Generalis”, “Ars Compendiosa Medicinae”, Llibre de l´Ordre de
Caballeria”, Ars Dedmostrativa”, “Lliber de Figura Elementari”,
“Llibre de Èvast”, “Blanquerna”, Libro Felix” o “Maravillas del
Orbe”, “Ars Magna Generalis”, “Desconhort”, “Proverbis de
Ramon”, “Declaratio per modem Dialogui”, “Liber de Geometría
Nova”, “Tractatus Astronomiae”, “Llibre de Òració”, “Liber de
Ascenso et Descenso Intellectus”, “Ars Generalis Ultima”, “Logica
Nova”, “Vita Coetanea” En su batalla contra Averroes edita
“Disputatio Raymundi et Averroystae de Quinqué Quaestionubus”,
“Lamentatio Duodecim Principiorum Philosophiae” contra los
Averroístas. “Lliber de existentia et Agentia Dei contra Averroem”,
“Liber de Reprobatione Errorum Averrois” y otras obras más que
están seguramente perdidas en algunas bibliotecas europeas. Lullus
recorrió Libia, Egipto, estuvo en Avignon, Roma, Génova,
Montpellier, Paris, Chipre, Mallorca y la península española. Lullus
estuvo en muchos de los puertos mediterráneos y trató de mantener
siempre un constante intercambio con el Islam. La idea básica “matar
a todos los árabes” seguía siendo la consigna número uno en esos
tiempos. Solo unas cuantas almas prestaron oídos al sueño de Lullus.
Su plan era llevar las ideas cristianas a las dos religiones monoteístas:
el Islam y el Judaísmo, en realidad él quería cristianizarlas. Lullus fue
victimado por las manos de la turba fanática que le atacó a pedradas y
golpes, siendo después abandonado a su suerte. La tripulación de un

36
barco que cargaba y descargaba mercaderías en el norte de Africa le
rescató, pero ya era demasiado tarde: Raimundus Lullus feneció en el
barco camino a Mallorca. Algunos historiadores sostienen que los
cristianos y los musulmanes vivían en relativa armonía; es decir
existía un normal convivió entre los mercaderes cristianos y los
enviados de la realeza, por una parte y, por la otra, el pueblo
musulmán. En esos tiempos no se arremetía a pedradas contra los
extranjeros. Las causas que provocaron la muerte de Lullus quedan
pues en la oscuridad. Sobre Lullus existen un montón de leyendas y a
veces tiene uno la impresión que el hombre era un ser muy especial.
Al momento de morir, Lullus tenía ochenta y cuatro años. Esto sí que
es admirable!, no te parece, Federico?, le dijo Catalina.

- Y de Arnaldo de Villanova, qué me puedes decir?

- Arnaldo de Villanova era considerado un alquimista.


Muchos - hasta la fecha los hay – creían que Lullus y Villanova eran
alquimistas. Villanova tenía una gran influencia sobre la nobleza y el
poder. Villanova manifestaba vivir como un santo, pero al mismo
tiempo, los reyes acudían a él en busca de consejos. De Villanova
sabemos que era médico, tiene un montón de libros sobre medicina.
Se le señala como místico, hombre de ciencia y predicador del reino
de Dios. Villanova había estudiado medicina en Montpellier. Pero
Villanova era distinto a Lullus. Villanova iba en contra del
racionalismo. Para él, lo más importante era la inspiración en Dios. El
no podía conciliar la creencia con el llamado sentido común. Si
retornamos hacia Aristóteles, encontramos que él encuentra su más
grande campo de ensayo y éxito en la cultura occidental, que es la
cultura de la duda lanzada a las muchedumbres para, de esta manera,
dar cabida al control de ellas: duda, reina, domina, luego inventa,
luego mete al mundo entero en la máquina del racionalismo que
conduce al desastre, me entiendes?

Federico estaba bastante sorprendido por los conocimientos que


Catalina mostraba. Después de enterarse sobre esto se inclinó todavía
hacia ella y se juró amarla hasta que, incluso, su belleza física hubiera
desaparecido. Era el alma de Catalina la que vibraba y era el alma de
Federico la que recibía esas vibraciones. Estuvieron por Mallorca no

37
cinco días sino solo tres, pues él quería estar en buena forma a la hora
en que se encontrara con Ernesto y con Portinari. Al retornar a
Barcelona, Federico le pidió a Catalina que le dejara primero
encontrarse con sus dos amigos a solas. Después que ellos hubieran
hablado, él iría a recogerla a su piso para que los cuatro fueran a
comer por algún sitio. Llegaron a ese acuerdo. Al regresar a Barcelona
decidieron tomarse dos días de tregua. Se encontrarían después que
Federico hubiera hablado con Portinari y con Ernesto. Federico estaba
pensando en las lagunas que Catalina había dejado sobre Raimundus
Lullus. No todo estaba totalmente cubierto. Lo que Lullus quería no
era conciliar sino erradicar el Judaísmo y el Islam y colocar en el trono
a la llamada filosofía cristiana. Cómo se expresaba esto en la vida de
Lullus? Había una serie infinita de relatos sobre la vida de Lullus que
Federico empezó a evocar una de ellas: Lullus había hecho un viaje
hacia el Africa en un bote. El bote, en una noche que empezaba a
anunciar los signos de una tormenta, fue atacado por piratas árabes.
Lullus es hecho prisionero y es convertido en esclavo; Lullus es
vendido a un jeque de cierta importancia. Lullus trabaja bajo el mando
del jeque durante muchos años. Aquí hay que hablar de todas las
imposiciones sufridas por Lullus: un esclavo blanco no es solo un
esclavo en el sentido más común del término. En la cultura árabe de
esos tiempos a un hombre blanco podría vérsele de muchas formas
siniestras. Lullus es abusado, sexualmente, cierto tiempo. El jeque, al
descubrir los aspectos brillantes de Lullus lo hace su amigo y después
de pensarlo minuciosamente le concede la libertad. Yo tengo dos
objeciones. En todo acto de violencia entre dos contendientes
sobreviven posteriormente dos aspectos: el cultural; es decir, lo que se
acerca más o menos a la verdad y el psicológico, en donde uno se
defiende y el otro trata siempre de quebrar las defensas del aspecto
psíquico del otro para reforzar sus barreras de defensa. Podría ser que
la historia permita ver uno de los aspectos solamente? Lullus no había
estudiado árabe sino lo había aprendido en la vida diaria, cuando él se
había visto obligado a compartir lo cotidiano con esa gente cuyos
principios eran tan diferentes a los suyos. Qué es lo que, a través de
ese tiempo de esclavitud, había pasado por la cabeza de Lullus? Había
sido Lullus esclavo? No sería factible tomar en cuenta que tal vez
Lullus había buscado el refugio en la soledad para pensar mas
calmadamente sobre el problema Islam? Era muy difícil que el

38
proyecto inicial de Lullus hubiera mantenido la misma fuerza.
Federico creía que Lullus había desembocado en el centro de una
especie de nudo irresoluto. Tal vez ya no le hubiera interesado
mantenerse en la misma línea de los principios. Quizá su alma hubiera
descubierto que todos los hombres, a pesar de las religiones que
profesaran, son esclavos de sus pasiones, de sus vicios, de sus
pequeñeces, de sus orgullos y miedos, de sus vanidades y sus
esperanzas, de sus odios, mentiras y traiciones. Tal vez Lullus ya no
era la misma alma sedienta de los años idos; tal vez Lullus habría al
fin aprendido que un hombre cambia todo el tiempo y se transforma y
en esa transformación encuentra nuevas verdades para poder
continuar. Conservaba Lullus energías suficientes para continuar?, y
continuar qué …! A pesar de todo, la gente seguía hablando de Lullus
como un verdadero Alquimista. Después, Federico pensaba en la
enorme capacidad de lucha que Lullus poseía. Ser liquidado a
pedradas a los ochenta y cuatro años es algo muy raro. Pero ahora
Federico deseaba vivir y mucho y muy intensamente. Desde que
Catalina había entrado a su vida lo había revuelto todo. Después de
esa etapa aparentemente caótica vendrían años luminosos en donde
ellos tendrían que ser muy generosos para aceptar todos los dones que
ellos recibieran. Federico pensó que lo mejor era aceptar lo que la vida
le diera y por ese camino desembocar en un lugar donde cada quien se
expusiera sin temores ante el otro y, sin tener que confesar nada ni
arrepentirse de nada, lograr reconciliarse con sus sufrimientos y
aceptarlos y enterrarlos definitivamente para que ellos pudieran al fin
diluir todas sus culpas en las cansadas brisas del olvido. También
existía el relato sobre Lullus y la monja. Había habido una monja
verdaderamente bella. Los amigos de Lullus y el propio Lullus
acuerdan una apuesta: Lullus se propone conquistar a la monja.
Después de muchos días de cortejo, la monja le pide a Lullus ir a
visitarla. Los amigos y conocidos involucrados en la apuesta están
observando los sucesos desde una ventana desde donde ellos no
pueden ser descubiertos. La monja empieza a despojarse de la cubierta
de la cabeza; después se quita la capa; luego se despoja de su blusa y
Lullus cae impactado por la visión estremecedora: todo el pecho de la
monja está cubierto de pústulas, sangre y gusanos. A Lullus no le
queda otra alternativa que la de huir. Desde ese día, Lullus se adentra
en los misterios de la vida. Federico dudaba que esto hubiera pasado.

39
El relato está sostenido por demasiados eslabones fuertes. Y si el relato
había realmente sucedido? Bueno, la vida nunca es lógica; ella nunca
nos avisa de sus intenciones; las cosas suceden y nada más. De todas
formas, Catalina había mostrado signos de sabiduría y, según
Federico, eso era lo más importante. Todos los milenios y los siglos
habían sido cubiertos por desgracias y tragedias provocadas por la
voracidad y la ira de los hombres. La idea de los grupos de poder,
dispersados por todo el mundo occidental, había estado siempre
circunscrita a la voluntad que esos grupos mostraran. En el siglo XX y
en los principios del XXI todo el mundo había sido testigo presencial
de guerras y más guerras; todas guerras de rapiña. Las almas abatidas
que siempre las han proyectado están en la etapa cercana a su
desaparición. Federico creía en la eficacia sanadora de una nueva era
donde los hombres estuvieran en libertad de expresar sus verdaderos
deseos y por ese camino llegar a la consecución de una paz real y
verdadera que lograra que los hombres se vieran, por primera vez,
como hermanos: todas las culturas hermanadas. Somos bestias
viviendo en un planeta al que estamos hostigando con nuestras
decisiones y nuestros aborrecibles actos. Hemos erigido, y lo
seguimos haciendo, las circunstancias adversas que nos están llevando
al sacrificio universal. Si ponemos un alto a la locura paranoica ahora
mismo podemos parar las enfermedades, la pobreza, el desempleo, los
crímenes, en fin, todos los conflictos que nos convierten en
adversarios. El arte renacería con todas sus fuerzas creadoras y los
hombres vivirían en la armonía y el placer de disfrutar de la vida e
iniciarnos en el descubrimiento de la verdadera magia que la madre
naturaleza posee; veríamos entonces a la naturaleza como ella es y no
como nosotros la suponemos, la veneraríamos: ella es la fuente que
sostiene a todo el universo creado.

Federico se estaba preparando para dirigirse al aeropuerto. La verdad


es que seguía pensando en Lullus. También, meditó en voz alta,
tenemos la otra leyenda sobre la mujer jineteando un caballo blanco y
que hace que Lullus se vea empujado a ir en pos de ella. La mujer se
baja del caballo y entra corriendo a una iglesia solitaria. Lullus sigue
tras de ella. La mujer se quita la capa, la blusa y le muestra el pecho
lleno de gusanos. Lullus, horrorizado, escapa de allí. Esta historia, tal
vez, fuera la más cercana a la realidad. Es imposible reconstruir lo que

40
ha pasado., esa facultad la tiene solamente el gran creador de todo lo
que existe. Sobre una persona conocida de muchos, se van siempre a
encontrar historias diferentes, pero ninguna tendrá la apariencia
verdadera. Algo de estos relatos relatos pertenece, sin duda, a la
historia real.
A los treinta y un años Lullus peregrina a Santiago de Compostela.
Lullus estuvo en Barcelona, en Monpellier, en Mallorca, en Roma, en
Paris, en Génova, en Túnez, en Nápoles, en Chipre, en Armenia, en
Lyon, en Bujía, Túnez, donde pasa un tiempo en prisión, en Pisa,
donde había naufragado. Algunos historiadores aseguran que Lullus
encuentra a Villanova en Marsella. Lullus estuvo tambien en Avignon,
en Vienne, Francia, en Sicilia, en Mesina. Lullus, aseguran otros
historiadores, muere a la edad de ochenta y cuatro años. Encontramos
demasiados datos.
Alguien gritó que el taxi había llegado. El chofer, gitano, puso la proa
del vehículo hacia el aeropuerto. El taxi, debido a congestionamientos
repetidos, llegó tarde, pero Ernesto y Portinari se habían pertrechado
en la cafetería - bar “El Secreto” y desde allí podían ver todo lo que
sucedía en la sala de entrada. Regresaron al piso de Federico. Ernesto
y Portinari le pidieron hacer uso del baño pues la verdad es que ellos
querían tomar una buena ducha, vestirse y llevárselo a comer y
conversar con él acerca de Edna ó de Gloria; algo podrían sacar de
todo esto, algo, simplemente algo. Después de una media hora todos
estaban listos y dispuestos para irse de aventura, hablar, beber un buen
vino o un buen whisky, pero no comer les había dicho Federico; la
comida la dejamos para después, cuando nos encontremos con
Catalina.

Barcelona, que siempre está en ebullición, se había tornado en una


ciudad dispuesta en todo momento a permitir que sus visitantes
disfrutaran de su hospitalidad. Se fueron a sentar en uno de esos
modernos restaurantes especializados en mariscos y bebieron whisky
hasta que la conversación normal fue apagándose en los principios de
lo que después sería un silencio casi absoluto. Federico, que en verdad
ansiaba desprenderse de la desgraciada experiencia que había pasado
con Edna Duarte, dijo que la oportunidad era muy buena para poner
definitivamente todos los puntos donde estos faltaran.

41
- Siempre Edna Duarte, no es verdad?, expresó Ernesto, como una
pregunta lanzada al aire para provocar una reacción en la respuesta.

- El noviazgo de nosotros duró seis meses. Durante todo ese


tiempo no la llevé jamás a la cama, pues, de acuerdo a lo que ella
afirmaba, eso iría a fortalecernos y más adelante y nosotros
sacaríamos muchas ventajas de ello. Lo nuestro, si es que puedo
llamarlo de esta manera, fue de principio a fin, una verdadera mentira
de su parte. Mientras que conmigo, por el día, se paseaba y me
mostraba como a un dócil animal por todos los lugares en que se
celebraba algo o alguien había organizado algún suceso especial,
fiestas simplemente, la afición predilecta de la humanidad para
disolver el aspecto tedioso del tiempo, mientras todo eso sucedía,
Edna salía por las noches en busca de aquello que su sexualidad
enferma le exigía. De esto me pude enterar mucho tiempo después. El
día de la celebración religiosa salimos disparados de la iglesia para
tomar el avión hacia Acapulco. Yo había alquilado una suite para toda
la semana. Cuando llegamos al hotel ella me dijo que le gustaría que
yo la llevara a la playa, pues a ella le gustaba nadar en el mar cuando
el sol estaba por abandonar el día. Estábamos a unos diez metros de la
orilla y, de pronto, ella se lanzó a nadar y poco a poco fue haciéndose
más pequeña. Yo, que había reaccionado muy tardíamente, regresé al
hotel y contacté a la policía. El inspector me suplicó que esperara.

- Y tú por qué no nadaste tras de ella?, le preguntó Portinari


muy confundido.

- No soy muy diestro para eso de la natación. Yo termino


totalmente abatido después de nadar diez metros, a lo más.

- Continúa!, le apremió Ernesto.

- Pues bien, ella llegó al hotel como a las cinco de la mañana.


Llevaba una toalla sobre los hombros. Yo la abracé y la consolé y me
dijo que le hacía falta descansar y me pidió que yo durmiera a su lado,
mi amor, recuerdo que me dijo. Dormimos casi todo el día. Desperté
cerca de las siete de la noche. Ella dormía todavía, pero yo la empecé
acariciar y entonces Edna abrió sus negros ojos y colocando sus

42
brazos en mi cuello me atrajo hacia sí y me besó con una pasión
animal sedienta de engullirlo todo. Cuando la penetré sentí todas las
tentaciones esclavizantes del mundo cercarme y acorralarme; el único
lugar que me amenazaba era su vulva pero yo no podía salirme de ella
ni tampoco quería. Me perdí en el remolino que ella significaba en
esos instantes y sus brazos y sus sedosas piernas me atraparon y sus
acuosos y, a la misma vez, ardientes labios me absorbieron y se
pegaron a mi boca y me lanzaron a un pozo en donde yo estaba
jugando con el diablo sin saberlo. Esa noche Edna y yo pasamos a
través de un túnel en donde yo estaba obligado a vérmelas cara a cara
con el sexo. Eso era algo más que sexo. Saben lo que quiero decir.
Después de haber hecho el sexo durante cuatro horas Edna abandonó
la cama y se metió al baño para lavarse la vulva. Yo, hipnotizado,
seguí sus pasos. Retornamos a la cama y la abandonamos unos
instantes después. Nos metimos a la cocina y preparamos algo de
comer. Yo abrí una botella de Chateau Petrus, había comprado una
caja pensando en nosotros, y Edna colocó la comida sobre los platos,
trajo dos vasos, las servilletas, dos cuchillos, dos tenedores y dos
cucharillas. Comimos sin hablar nada.. Y aquí viene lo extraño. Ella
me confesó que desde hacia muchísimo tiempo hubiera deseado
probar, conmigo esta vez, la preparación maravillosa de la marihuana,
la datura arbórea y el hongo teonanacatl, mi amor, me dijo, todo esto
junto. Ella no tuvo que insistir; en unos cuantos minutos yo ya me
había vestido, había llamado un taxi y me había despedido de ella con
besos ardientes de amor para irme a cumplir con lo que mi amada me
pedía. Yo estaba aturdido. Si yo hubiera podido pensar en claro, lo
más fácil hubiera sido ir en busca de una de las muchas brujas que
existen en Acapulco, México entero está lleno de mujeres semejantes.
Estoy hablando de las brujas verdaderas, de esas que pueden juntar
miserablemente a un hombre y a una mujer para que ni la muerte los
separe. Hablo de esas brujas que preparan sus pócimas de pasión
maligna y les corroen las almas a sus víctimas. Pero yo no pensé en
las brujas y me pasé toda la noche con el taxista dando vueltas y
preguntando mientras el tiempo corría y Edna estaba sola en el hotel,
pensaba yo, pero no obstante seguía encerrado en ese círculo diabólico
sin poder abandonarlo. Le pedí al taxista que me llevara directamente
a la inspección de policía y allí coheché al inspector de policía para
que me consiguiera todo lo que Edna me había pedido. El inspector

43
ordenó a uno de sus subordinados para que me llevara a lo de la bruja
Eulalia Patraca. En un dos por tres tenía yo toda la mercadería. El
taxista se dirigió hacia el hotel. Cuando entré en la suite Edna había
desaparecido. Tomé el avión hacia Mexico City al día siguiente. Me
pasé una semana entera buscando a Edna. A los quince días,
exactamente, me visita un abogado y trae unos papeles para que yo los
firme: es la exigencia de divorcio. Yo, exasperado, los firmo y me
prometo olvidarla a ella y olvidarme de todo eso. Hacía cinco
minutos, a lo sumo, que el abogado había dejado mi oficina y yo ya
estaba arrepentido de haber firmado los papeles. Desde ese día jamás
he visto a Edna. Estuve tirado en cama dos meses. Poco después
abandoné México y no he vuelto. Vivo en esta maravillosa ciudad y
pienso iniciar una gira permanente alrededor del mundo, por todos los
continentes, ciudades populosas, islas, montañas, lagos, canales,
ciudades pequeñísimas, valles, ríos, playas, puertos, aldeas, selvas,
desiertos, ciudades abandonadas, ruinas, ensenadas, golfos, mares
abiertos, polos, playas y más playas, todas las playas del mundo. Los
sitios escondidos y las playas sin gente son todo para mí.

Retornaron a la vida normal. Federico les introdujo en su reciente


aventura: Raimundus Lullus. Cuál había sido la idea central que se
había apoderado del extraordinario cerebro de Lullus? Quería él,
quizá, abolir al Judaísmo y al islamismo, para dejar solamente la
corona del Cristianismo en lo alto? Estaba la filosofía de Aristóteles
detrás de todo esto? Dónde se encontraba la filosofía del maestro
Platón? Federico tiró todas esas interrogantes sobre la mesa de
conversaciones y Ernesto y Portinari se sintieron a gusto en su
compañía. Había sido Lullus, como muchos han siempre afirmado,
alquimista? Cuáles eran los secretos que envolvían la vida de Arnaldo
de Villanova? Había sido Arnaldo de Villanova alquimista?

- Hay dos clases de alquimistas, dijo Ernesto, para entrar


definitivamente en la conversación de manera activa.

Todos sentimos que la pausa que se fue alargando y nadie hizo nada
para romper los límites que el silencio fijaba.

44
- Hay aquellos que se dicen alquimistas sin serlo. Los que son
alquimistas no lo dicen. Estas son las dos clases de alquimistas que
existen. Recuerdan ustedes que los doce apóstoles eran hombres lo
que se dice normales. Ellos, en los principios, no tenían ningún tipo de
poder Al recibirlos directamente del principio Cristos; es decir, la
oportunidad concedida por las sabiduría para crear la secretísima
condición universal que el ser dona a los que trabajan intensamente
sobre sí, para que devengan hombres y puedan, por ejemplo, hablar en
muchas lenguas extrañas, a curar a la gente de sus enfermedades,
darles de comer, consolarlos, ayudarlos, en fin, ser los caballeros
seguidores de las leyes de la naturaleza dedicados solamente hacer el
bien. Estos hombres, todos ellos, eran verdaderos alquimistas que
habían recibido sus facultades del principio Cristos sin intermediarios
de ninguna naturaleza.

Ernesto se quedó callado; tosió un poco, bebió después medio vaso de


agua y se limpió las comisuras de los labios con una servilleta azul
marina:

- Los que han logrado esa meta, desde el siglo XIII hasta
nuestros días, han tenido que luchar vida tras vida, muchos de ellos
durante siglos y siglos enteros son, en verdad, muy pocos : Alexander
Sethon, Paracelsus, Nicolas Flamel y Perrenelle, Ireneo Filaleteus,
Basilius Valentinus.

El silencio se escuchaba.

- Vamos a hacer un pequeño paréntesis para hablar de otras


cosas alarmantes: la inmensa mayoría de muchos de los gurúes de la
India han sido puestos en el banquillo de los acusados. Se han visto
expuestos a mostrarse tal cual ellos verdaderamente son. Detrás de
todos ellos había un batallón de colaboradores que estaban bajo las
negras alas de los negocios nada limpios. La fuerza que los ha movido
a todos ellos es y ha sido siempre el dinero. Pero volvamos, dijo con
voz suave y apaciguadora:

- Si yo me viera obligado a escoger a alguno de los


alquimistas, me inclinaría, sin dudarlo, por Paracelsus. Este hombre lo

45
veía todo. Cuando uno lo lee puede uno descubrir en el fondo de
nuestro ser, que él estaba conectado a la conciencia universal que se
encarga de unirlo todo. Paracelsus tenía una inteligencia portentosa.
Desde los nueve años de edad escribía y hablaba en latín, conocía
todas las plantas, raíces, hierbas, hongos, arbustos y árboles de toda
Europa; la había recorrido a caballo y en torno a él, muchas de sus
curas verdaderamente milagrosas empezaron a crearle una leyenda
inmortal. Paracelsus tenía muchos enemigos y muchos le hubieran
eliminado si la oportunidad se les hubiera presentado, aunque nunca
se hubieran atrevido a expresarlo de ninguna forma en las
conversaciones con sus socios y colaboradores. Todo el basamento
mágico en el cual se sustenta el reino vegetal era conocido por
Paracelsus, pues él conocía el espíritu de las plantas llamadas
antiguamente Doire Oigh, Driadas, Dusii, Faunos, Grove Maidens,
Hadas, Hamadríadas, ninfas, silvanos, silvestres. Paracelsus estaba
conciente de la Kabala, del Magnetismo, la Telepatía y de la
Transmisión de pensamiento a distancia y conocía toda la simbología
de la tierra.

Ernesto tomó a Federico con sus dos manos por los hombros:

- Federico, le dijo, te invito a México. Tengo que dar cuatro


conferencias sobre Paracelsus en el estado de Veracruz. Estás
invitado. Federico, desgraciadamente, tuvo que declinar el
ofrecimiento, pues sus planes con Catalina eran otros y la verdad es
que ellos necesitaban y querían estar solos un tiempo bastante largo.

Ernesto dijo que él lo comprendía.

Después de dos días todos convinieron en ir a comer juntos. Federico


les dijo que esta vez Catalina les acompañaría; eso fue lo que Federico
les dijo. Federico había propuesto ir a “L`Hostal de Rita” para
saborear los platillos de la zona. A las ocho de la noche apareció una
gran máquina negra. Cuando entraron al Hostal sintieron que el
ambiente era tranquilo y que la gente, esa noche, conservaba una
actitud silenciosa y muy a punto con todo. Comieron distintos platillos
y bebieron, como los huéspedes conocedores lo hacen, vinos de
Cataluña y vinos de Rioja. Catalina, entonces, propuso que todos y

46
cada uno de ellos deberían disertar sobre lo que quisieran siete
minutos. Ni un segundo más, les había advertido ella. Al principio, el
juego había dado la impresión de parecer bastante infantil. Portinari,
que deseaba hacer el juego más difícil y más agresivo, agregó que los
temas deberían ser fijados primero: cuatro temas, cuatro
conferenciantes, tres preguntas, es todo. La prueba la pasa aquel de
nosotros que salte al frente y conteste tres preguntas que los demás le
hagan. No olviden, les dijo Portinari, tres interrogantes cada uno, en
total nueve preguntas. Todos estuvieron de acuerdo con la
proposición.

Y el premio!, grita alguien. Qué ganaría el vencedor?

Después de discutir el asunto unos cuantos minutos llegan a la


decisión de enviarlo a Sevilla cuatro días a divertirse y pasarla bien;
eso sí, acordaron, el ganador iría acompañado de alguna amiga de
Catalina.

- Si yo gano, aclaró Catalina, yo voy con Federico. Cuartos


separados, menos para Federico y para mí !, había gritado Catalina
cuando todos brindaban por todos.

Después de transcurrir algunos minutos, los cuatro temas han sido


escritos y depositados en una copa enorme. En otra copa de las
mismas dimensiones hay cuatro números. Cada uno de ellos saca un
número. Cuando Catalina saca el primer número, lo desenrolla y lee:

- El conferenciante número uno va a hablar sobre Ahalya.

Los otros le piden que lea todos los temas.

- Número dos: tres preguntas a Portinari de parte de cada uno


de nosotros.

- Número tres: una frase de algún personaje importante.

- La última, la número cuatro: la Divinidad Shiva.

47
Catalina inicia su intervención.

- Ahalya, como todos saben, fue la esposa de Sidharta Gauthama


Sakyamuni, Buddha. Voy a hablar sobre Ahalya, a quien la Divinidad
Indra seduce. En los duros años en los cuales Buddha y Ahalya se
encuentran sometidos a cansadísimas pruebas, Ahalya y Buddha viven
separados del mundo. En cierta ocasión, Buddha va a tomar un baño y
se ausenta; la Divinidad Indra, entonces, se coloca las ropas
miserables de un asceta y se dirige hacia la gruta de Buddha. Indra es,
de todas formas, reconocido por Ahalya. Lo que Indra quiere es hacer
el amor con ella y Ahalya accede a la petición de la Divinidad de los
mil ojos. De regreso a sus mansiones, Indra encuentra a Buddha.
Buddha, entonces, le recrimina por haber tomado su figura y haber
cometido ese acto de maldad. Perderás tus testículos, exclama Buddha
y, en el mismo momento, los testículos de Indra caen al suelo.
Buddha, también, recrimina a su esposa y lanza a los aires una
condena: vivirás siendo invisible en la Eremita, te alimentarás del aire
y yacerás cubierta en cenizas, hasta que el gran rey Rama, el noble
hijo de Dasharata, llegue hasta este bosque. Qué sucede con los
testículos de Indra? : las Divinidades reemplazan los testículos de
Indra por los testículos de un macho carnero. Cuando el rey Rama
entra a la Eremita, Ahalya se inclina para saludarlo y en ese mismo
instante la maldición desaparece.

El segundo número, el dos, había sido escogido por el detective, como


ahora le llamaban todos a Portinari.

- Ustedes tienen que preguntar. Tres preguntas. Yo solo me


limitaré a contestar.

Ernesto pregunta primero:

- Descríbeme a la Divinidad Artemisa.

- La Divinidad Artemisa es descrita siempre en posesión de


un arco con cuernos en forma de media luna; se le asocia por esto a la
madre Luna. Artemisa fue, es y será siempre virgen. Artemisa era la
Divinidad de la cacería. También ocupaba su misión en fortalecer y

48
cuidar a las mujeres en el momento del parto. El aspecto curioso de
Artemisa es el de traer, también, las enfermedades y la muerte sobre
todas las mujeres.

Federico piensa unos minutos. Le lanza la pregunta al amigo


Portinari:

- Para seguir en la misma línea que Ernesto, quién fue Orión?

- Orión es un gran cazador que tiene la intención de ultrajar y


violar a la Divinidad Artemisa. Como la Divinidad Artemisa posee
poderes sobre todas las cosas llama a su presencia a un escorpión de
las entrañas de la tierra. El escorpión no puede ser descubierto por
Orión y pasa inadvertido cuando el cazador es atacado por él. El perro
de Orión sale en auxilio de su amo cuando le ve en peligro, pero
también sucumbe. Orión es colocado en los cielos como la nebulosa y
su perro es transformado en Sirius, la estrella-perro.

- Me toca a mí, ahora, creo yo, dice Catalina. Cuál es la


última tarea de Herakles?

- La de traer al mundo a Cerberos, el perro de tres cabezas. El


perro de las tres terribles cabezas vigila la entrada de los infiernos.
Herakles llega al mundo subterráneo, los mundos infernales, y en una
lucha espantosa vence a Cerberos y lo lleva consigo para que
Euristheus lo admire. Pasado esto, Herakles lleva de regreso al perro a
los mundos infernales.

La rueda ha girado una vez. Se inicia la segunda vuelta de la rueda.


Ernesto brinda por el amigo Portinari y brinda también por la segunda
pregunta:

- Quién fue la única mujer argonauta ?

- Atalanta, la cazadora, era la única mujer argonauta.

- Menciona los nombres de cuatro argonautas.

49
- Orfeus, Castor, Pólux y HeraKles.

Catalina es la siguiente en preguntar:

- Dónde se encontraba la Colquide?

- En las costas del Mar Negro.

Todos están de acuerdo que Portinari ha contestado respetando las


reglas. Ahora se iniciarían otras preguntas.

- Dime, Portinari, quién fue la madre de Orfeus?

- La ninfa Calliope.

Federico estaba ya preparado:

- Relátame sobre las transformaciones de Tiresias.

- Tiresias ve dos serpientes apareándose. En silencio las


observa y las golpea con la vara mágica; al instante, se inicia una
transformación en él: se convierte lentamente en mujer. Ocho años
después, Tiresias es testigo de otro apareamiento por parte de las
mismas serpientes. Tiresias las golpea otra vez con su vara mágica y
se convierte nuevamente en hombre.

La última pregunta de la sesión Portinari es hecha por Catalina.

- Cuál es el lugar de nacimiento de Merlín?

- En el sur de Scotland.

Federico se ha dispuesto a responder las preguntas de Ernesto,


Portinari y Catalina.

Quién dijo que “Los filósofos deberían ser reyes en el Estado“ y “Los
reyes deberían ser filósofos”.

50
- Sócrates. Platón, en el quinto libro sobre el Estado trata el
tema

Catalina tiene la intención de tratar a Federico con delicadeza y


consideración.

- En qué lugares se adoraba a Atum, Amon-Ra y Khnum?

- A la Divinidad Atum se le adoraba en Heliopolis. Tomando


su propio pene en sus manos, Atum crea a Shu y Tefenet. Amon era
adorado en Tebas. Después, poco antes del cristianismo, Amon es
asociado y unido a Ra, el Dios del sol y deviene Amon-Ra, la fuerza
poderosa que permanece escondida pero que crea a las Divinidades.
En otro mito, Amon es el huevo cósmico, en la figura del ganso, de
donde la vida tiene su inicio. En la isla Elefante, o isla Elefantina, en
la parte sur de Egipto, se adoraba al Dios Khnum. Su animal favorito
era el morrueco padre. Todos nosotros sabemos que en las culturas
pobres, que todavía viven bajo la influencia de sus dioses o que nunca
han abandonado sus viejas creencias, el morrueco o el carnero ocupan
sitios privilegiados: ellos producen beneplácito a la gente por su
contribución para solucionar el problema del sexo en los hombres
viejos. Las mujeres no necesitan de eso, las mujeres son diferentes.
Khnum, con el barro, creó a todos los seres humanos y a todos los
animales. Después sopló sobre los animales y estos obtuvieron la vida.
Se decía de Khnum que era la Divinidad que siempre controlaría las
inundaciones del río Nilo.

Ernesto, que ha sentido la responsabilidad de portarse muy amable


con Federico, le pregunta:

- Cuáles son los seres que Caos creó?

- Caos origina a Gaia, la Tierra; a Tártaros, el infierno; a


Eros, el deseo; a Erebos, la oscuridad del infierno y a Natt, la
oscuridad de la Tierra.

51
Todos han contestado sin cometer errores y sin tiempos de reflexión.
El que ahora está en la línea de fuego es Ernesto. Todos saben que su
intervención será sobre la Divinidad Shiva.

- Shiva es el destructor. El orígen de Shiva, de acuerdo a los


Rudra, está en las palabras “aullante”, “salvaje”, “el malo”. Después,
la palabra Shiva, con la cual se designa su nombre, revela el
significado de “aquel que posee la suerte”. Shiva es el señor de las
almas, el vengador, Lo que caracteriza a Shiva es su heroísmo y el
aspecto doble de su actividad como yogi y como asceta. La mujer de
Shiva aparece bajo diferentes figuras: Parvati, Sati, Uma. Algunas
veces se le asocia a Durga, “la inalcanzable”, o a la Divinidad oscura
Kali. En cierta ocasión en que el mar estaba fermentado, Shiva
absorbe el veneno que la fermentación producía; su cuello, entonces,
adquiere el color azul. Shiva salva a la humanidad la cual es
amenazada por el mar efervescente. Los atributos de Shiva son el
collar de cráneos, la corona de serpientes, la media luna y el tercer ojo:
el ojo de la iluminación y el ojo de la destrucción al mismo tiempo. A
Shiva se le adora en la forma del santo falo. Ustedes, dijo Ernesto,
seguramente conocerán la leyenda aquella en la que Shiva cubierto de
cenizas entra al bosque donde los hombres practican el ascetismo.
Todos los hombres del bosque sospechan que Shiva anda en busca de
mujer; todos ellos, entonces, pronuncian una maldición: “perderás el
falo”. La maldición funciona, pero con la participación secreta de
Shiva. El mundo entero, entonces, se transforma, la oscuridad y el frío
cubren la tierra. Los ascetas pierden la virilidad que pueden recuperar
un tiempo después, gracias a que ellos crean un linga en su honor.
Shiva los perdona a todos. Cuando danza, a Shiva se le conoce bajo el
nombre de Narayana: Esta actividad, este gran arte, es el origen del
movimiento en todo el universo. Shiva danza sobre los lomos de un
enano, la significación, según la leyenda, de la ignorancia. Shiva
posee cuatro brazos y el círculo de fuego que lo cubre es la idea de la
creación: el fuego produce la creación, todo sale del fuego. En la
figura del enano, que seguramente confundirá a muchos, podríamos
encontrar la definición primaria del hombre. Pero, me atrevo a
preguntar: es el hombre mejor que el enano? No es verdad que en esta
pregunta se podrían originar trampas dudosas? Es el tercer ojo de
Shiva el ojo de la iluminación? Hay que tener presente que este ojo no

52
es nada ficticio. La otra parte, el ojo de la destrucción, no es acaso la
imagen del hombre al cual Dios otorga los poderes de la sabiduría que
distorsionada le lleva a la tierra de las conquistas y las desolaciones de
la maldad? Cuando cualquier cultura, sea el nombre que ella reciba,
practica el culto al falo, esa cultura nos hace una invitación a eso que
conocemos con el nombre de danza: si hay sexo divinal hay alegría y
el cuerpo inicia el movimiento para acompañarle en la odisea.
Recuerden que en la danza de Narayana se inicia el origen del
universo. Danza y falo están asociados intrínsecamente. El encuentro
íntimo entre dos, el amado y la amante, sucede gracias al fuego;
después las dos chispas en actividad, el movimiento (danza) y el sexo
se disponen buscar la sabiduría. Dios otorga a los seres más sabiduría
en el sexo que en cualquier otra cosa.

Portinari pensó, sin omitir palabra alguna, que ese encuentro se había
de pronto convertido en un maratón intelectual. Ernesto, por su parte,
reflexionó para sus adentros que cada uno debería en verdad
adentrarse en las preguntas con más calma.

- No tenemos que contestar todas las preguntas hoy, dijo


Ernesto.

Esa noche se dedicaron a visitar algunos de los bares más antiguos de


Barcelona. Llegaron a las diez de la mañana al piso de Federico.
Federico entró con Catalina a su recámara. Portinari y Ernesto cayeron
en sus camas como dos caballos cansados. Todos ellos sabían que ese
día dormirían más de lo que las reglas permitían.

Gloria, le había afirmado Ricardo a Ernesto, ha sido una verdadera


acción suicida. Nada de lo que yo hubiera hecho, le hubiera podido
satisfacer. El no creía que nadie pudiera haberlo comprendido. Sin que
yo entrara en cuenta, me fue convirtiendo poco a poco en un
verdadero adicto al sexo de las sombras; pero un adicto con todas las
de la ley. Edna, a su lado, ha ido corrompiéndose a la misma
velocidad. Parece que las dos escogieron el camino fácil y nefasto de

53
la maldad: por su forma de desafiarlo, no le tienen miedo a los
peligros y ni les estremecen tampoco los riesgos que ellas toman sin
pensarlo dos veces. Las experiencias por las que las dos han pasado
habría asustado hasta a las putas más envilecidas. Yo no se si el
sendero que las dos han tomado tenga verdaderamente un fin.
Ricardo se atrevía observar su propia situación con más atrevimiento.
En el tiempo que estuvo al lado de Gloria, todas las cosas se le
solucionaban de la manera más fácil: el dinero le venía de todas partes
a carretadas, los viajes eran siempre en primera clase, todos los
placeres se encontraban, sin él quererlo incluso, a su alcance: fiestas
macabras, banquetes que terminaban siempre en orgías, salidas en
botes lujosísimos al mar, expediciones sorpresivas hacia todos los
continentes, brevísimas vacaciones en islas desconocidas, grupos de
sexo libre un viernes de cada semana que eran conocidos como
homenajes a la diosa del amor, mujeres de una belleza tan inigualable
que la imaginación más fértil no hubiera sido capaz de trascender,
drogas. Ricardo quiso extenderse un poco más y relató que cada
martes o miércoles una mujer siempre desconocida llegaba a donde el
se encontrara para entregarle el paquete de la semana. El primer
paquete, recuerda con toda claridad Ricardo, contenía algunos cactus
de los cuatro vientos, el Achuma. El Cimora, el árbol del águila del
mal , que estaba emparentado con la Datura, se bebía en forma de
infusión saludando hacia los cuatro puntos cardinales. El Hikuri,
conocido como peyote, Lophophora williamsii, que siempre había
sido usado por los indígenas kiowas, los comanches, los cora y los
tarahumaras, se comía para alcanzar el Wirikuta, el paraíso. Cuando
la sacerdotiza oficiante se encontraba bajo el influjo del peyote
planteaba sus preguntas al Tatewari, o sea el arquetipo del primer
shaman. Otras veces, el grupo selecto de mujeres guiadas por Gloria y
Edna, dedicaban tres o cuatro días para comer los hongos psilocybin,
psilocybe mexicana, que los indígenas mazatecas de Oaxaca usaban
en sus rituales sagrados para hacer los diagnósticos de las
enfermedades; ellas, por el contrario, los usaban para entrar en
contacto con los demonios menores con el fin de que éstas larvas les
revelaran las posiciones sexuales usadas por ellos para obtener más
placer. Los hongos Teonanacatl, la carne de los Dioses, fueron
siempre consumidos por los indígenas aztecas, los mazatecas, los
nahuas y los tarascos. Estos hongos eran comidos solamente los

54
sábados; pero ni Gloria ni Edna nunca le explicaron el por qué. La flor
del día, Rivea crymbosa e Ipomoea violacea, llamadas por los aztecas
Ololiuhqui, era también usada por los zapotecas para incrementar la
capacidad de la revelación de lo que iría a suceder en el futuro. A esta
flor, dijo Ricardo, se le conoce bajo los nombres de la yerba de Maria
o la semilla de la Virgen. Lo que a Gloria le gustaba más era cocer la
liana llamada Natema por los indígenas jívaros del Ecuador. A esta
liana se le ha llamado con diferentes nombres: ayahuasca, caapi, yaje.
Yó bebí el ayahuasca con Edna y Gloria y las visiones que tuve
estuvieron a punto de costarme la vida. Una vez hicimos un viaje a
Piura y a Huancabamba, Perú, para tomar el cactus San Pedro, ya que
una de las amantes del general Montenegro había adquirido cáncer y
la mujercita quería entrar en contacto con los espíritus curadores y
preguntar de paso si alguien había ejercido magia negra en contra de
ella. Sucede que a Edna le habían robado un Cartier y Gloria quería
saber quien había sido la ladrona, pues el reloj se había perdido en un
bacanal compuesto solo de mujeres. Esa ocasión comieron los
sacrosantos hongos Ntixitjo de los mazatecas. Cada una de las
asistentes ingirió trece hongos. Una dosis de cinco o seis hongos, es ya
muy fuerte. Ya te puedes imaginar lo que sucedió. Todas las mujeres
fueron posesionadas, por sus bocas se expresaron larvas, sacerdotes y
sacerdotisas, espectros, curas, demonios, actores y actrices relevantes
del cine ya muertos, cantantes que terminaron sus últimos días en
accidentes de toda naturaleza, políticos degenerados, diablos. Por sus
gargantas no hablaba Dios, sino seres de ultratumba que habían sido
invocados a ese encuentro para enseñar a sus nuevas discípulas los
placeres olvidados, los vicios relegados y las fantasías guardadas en el
silencio de las tumbas.
Gloria, le continuaba relatando Ricardo, le había convertido en una
máquina de sexo sin control que lo dilapidaba todo. Ricardo hace
claros recuentos del día de su boda. De la ceremonia religiosa,
oficiada por un bonzo del Tibet, salieron al aeropuerto para tomar una
avioneta que les llevaría hacia Puerto Angel; a dos o tres kilómetros
del pueblo, el general les había mandado a erigir una gran mansión.
Regalo de bodas, había dicho el general, y le había entregado a
Ricardo los papeles del inmueble. Ricardo pudo comprobar que todo
estaba en orden y puesto a su nombre. El general le había hecho el
regalo a él. Gloria, por su parte, había recibido dinero en efectivo, una

55
suma repartida en distintas cuentas bancarias en los cinco continentes
del mundo. Por aquel entonces, Ricardo creía que su suerte
sobrepasaba todo lo que él antes nunca hubiera podido imaginar. La
segunda noche, Gloria había organizado una cena en un restaurante
cerca del mar. Gloria había comprado el restaurante días antes y
sorprendió a Ricardo cuando le llevó a tomar un paseo por la orilla del
mar, para ver la luna, mi amor, le había dicho ella besándole el cuello
y enlazando sus manos en las manos de él. Cuando entraron al
restaurante Ricardo no podía dar crédito a lo que él estaba viendo:
todos los amigos de Gloria y de él mas un montón de gente
desconocida estaban esperándolos. Las puertas fueron cerradas y
alguien, con un grimorio levantado a lo alto, dijo que siete guardias
vigilarían adentro y afuera para que nadie saliera ni entrara. Edna le
entregó una bolsa a cada uno de los presentes. En cada bolsa había
marihuana de Acapulco, marihuana de Michoacán, Datura arbórea y
sobre una escultura de la Diosa Kali, pendían bolsos que contenían
hongos teonanacatl. Edna había iniciado su caminata alrededor de las
cuatro largas filas que ordenadas formaban un rectángulo. En el
centro, al cual solo se podía entrar por la mesa en donde Gloria y Edna
estaban sentadas, había una pirámide a cuyo alrededor estaban
hacinados hongos, marihuana y datura arbórea. Abre las mandíbulas,
desdichado, había dicho Edna y le había dejado caer en la boca a
Ricardo dos Lucy in the sky with diamonds. Muchos habían recibido
hasta tres LSD. La fiesta se había iniciado. Ricardo cree recordar que
él estaba tratando de levantarse para ir a bailar con Gloria pero, a
pesar de todos sus esfuerzos, no pudo lograrlo. Unas manos femeninas
le abrieron la bragueta y él sintió una boca enorme caer sobre su pene
y chupárselo y mordérselo con verdadera ansiedad sexual. A lo lejos
vio a Gloria sentada en un gran sillón con las piernas levantadas y a
un tipo, no le pudo reconocer, que le metía la verga y se balanceaba
como un diestro bailarín gritando improperios y convocando a los
espectros del mundo desconocido en un lenguaje extraño. A Edna la
tenían clavada entre dos tipos. Uno le daba por delante y el otro por
detrás. Pasados unos diez minutos se turnaban. Leticia González tenía
cuatro tipos y dos mujeres encima y todos ellos estaban ocupadísimos
en su tarea. Uno le besaba y le mordía solo los senos; otro le había
metido la pija en la boca; había un tipo que por detrás le metía una
verga de plástico; por delante le habían caído un par de tipos que se

56
esmeraban para introducirle cada uno su pene. Un par de mujeres le
chupaban los dedos de los pies y Leticia gemía y lanzaba chillidos
mientras cuatro enanillas le sostenían por los brazos y las piernas.
Ricardo, después de muchos esfuerzos, pudo llegar al fin a las
cercanías de Gloria. Esta empezó a lanzar amenazas al aire, muchas de
ellas dirigidas a él. Cuando Ricardo estuvo en las cercanías de Gloria
la asió por un brazo y empezó a luchar hasta llegar a situarse a sus
espaldas. Métemelo por detrás, le gritó ella y él, sin voluntad de
ninguna naturaleza, le metió la verga por el culo a su mujer, mientras
que el tipo que estaba por delante de ella se había descargado en un
orgasmo que le hizo estremecerse como un epiléptico por diez
minutos por lo fuerte y estremecedor. Ricardo pudo observar que el
tipo tenía una verga enorme y la cabeza de su pene era similar a una
patata descomunal. Eso es lo que Ricardo cree haber visto. Un enano
vestido con las ropas del Medioevo, repartía LSD en las bocas de
todos. El maldito enano me había metido en la boca dos LSD más,
dijo Ricardo. Ernesto seguía con mucho interés el relato. Ricardo
empezó a sentir que una ebullición eléctrica le subía atropelladamente
desde estómago a la cabeza y se le repartía por todo el cuerpo. Ricardo
tomó al enano de la cintura y lo lanzó por una ventanilla que daba
hacia la mar. Los guardias habían abandonado sus lugares. Ricardo
trepó por una silla y se lanzó también por la ventanilla. El enano se le
subió a los hombros y se le sentó colocando sus piernas alrededor de
su cuello. Caminaron un gran trecho hasta que se introdujeron en el
bosque. Ricardo creía que los ruidos crecían. Vio un chivo pastando;
después sintió que el chivo le metió el hocico entre los testículos pero
él no pudo reaccionar. Negros pajarracos revoloteaban alrededor de la
cabeza del enano que ya se había bajado de sus hombros y que trataba
de espantarlos con los pequeños bolsos llenos de marihuana y LSD. El
enano y Ricardo fueron a parar cerca de una laguna y se sentaron a las
orillas. En realidad, como Ricardo pudo recordar más tarde, los dos
estaban en un charco de agua sucia lleno de bosta de vacas. Ahora, el
enano luchaba contra fantasmas gigantescos y le pedía ayuda para
espantarlos. Ricardo le había dicho al enano que tuviera cuidado con
las ramas de los arbustos pues, a esas horas, de las ramas salían púas
como cuchillos y atacaban a quien estuviera en sus cercanías. Uno de
los guardias, por un ojo de la cerradura, vio a hombres enfrascados
como bestias con otros hombres, mujeres con mujeres, hombres con

57
mujeres, enanos con enanas. De una vulva los hombres saltaban hacia
otra o abandonaban la vulva para caer en una verga; de unos labios
hacia un culo, de un culo hacia una concha y de una concha hacia otro
culo. La orgía se alargó hasta pasadas las cinco de la mañana. El sol se
empezaba a levantar por el mar y todos andaban en busca de un sitio
donde echarse para abandonar la realidad. Ricardo y el enano habían
regresado y se habían echado a dormir en la cocina, entre platos con
restos de comida, sartenes, cacerolas y ollas sucias. Los dos habían
caído entre dos mujeres; una de ellas, Amanda, yacía entre las piernas
del enano y hacía esfuerzos sobrenaturales por ponerle la vulva entre
los labiecitos. Dolores se había quedado prendida a la pija de Ricardo
y le succionaba lo mismo que una aspiradora. Ricardo echó una
mirada a su alrededor y notó que todos estaban desnudos. Cuando
alguien abrió las puertas del restaurante, los guardias, todos
desordenados, estaban en sus sitios de vigilancia. La verdad es que
ninguno de los guardias había vigilado nada. Ni Ricardo ni Gloria
volvieron a mencionar la fiesta de bodas, él porque todavía se
avergonzaba un poco y ella porque eso no le importaba un carajo. Era
ella la que tenía el control de lo que pasaba y de lo que no pasaba, no
lo olvides, le había dicho ella con determinación. Al retornar a casa; es
decir, a Mexico City, Edna se vino con ellos. Edna era la hermana de
Gloria; también era la amante, la puta, la ramera, la discípula, la
prostituta, la hetaira, la meretriz, la zorra, la testigo de todos sus
deslices. A veces Edna se convertía en la madre de Gloria, la virgen
intocable, la Diosa inalcanzable, la deidad única, la dadora, la
verdugo, la divinidad vengativa. Cuando Gloria estaba con el mes,
entonces Edna era la enemiga, la soplona, la espía, la acusadora, la
policía, la juez, el supremo poder. Cuando Gloria se sentía lo que se
dice bien, lo que sucedía esporádicamente, Edna entonces se
transformaba en su doble, en su hermana de leche y su hermana
nocturna a quien nada ni nadie hubiera podido jamás indicarle sus
caminos. De manera que las cosas estaban muy claras para Gloria y
para Edna, pero muy difíciles para Ricardo. Nueve meses pasaron
igual que el viento: nadie los notó. Ricardo tuvo que aceptar todo lo
que a Gloria se le pegó la gana. Una noche en la que él había llegado a
casa para cambiarse de ropa, Gloria le estaba esperando en la sala con
tres maletas. Gloria le dijo que todo había tocado a su fin y que él
tenía que abandonar la casa. Ricardo solicitó un taxi por teléfono y

58
media hora después estaba viviendo en un hotel de la avenida
Reforma.

Ricardo juró que esa era la verdad. Que el cielo me caiga encima si te
miento. Pasaron muchas cosas más; esto que te relato no es nada si lo
comparo con otros sucesos todavía más increíbles.
Ernesto iba modificando poco a poco su concepción de los sucesos. El
y Portinari se encontrarían en lo del abogado Mendizábal. Portinari le
esperaría hasta que él llegara.

- Voy a encontrarme con Leticia González, Portinari!, le dijo


Ernesto, y por la voz se le escurría una firme seguridad.

Ernesto y Ricardo se separaron. La próxima cita de Ernesto era con


otra parte de la verdad, pero esta se le escabullía cada vez que él
intentaba llegar a ella. Ricardo estaba metido en un proyecto peligroso
que él, para soslayarlo un poco, colocaba en manos del general
Montenegro íntegramente y de esa forma quedaba, según sus propios
cálculos, libre de todo tipo de acusaciones. La droga, la principal
mercancía de ellos, Ricardo la metía - la verdad es que eran sus
soldados de batalla los que hacían esto - a los Estados Unidos por toda
la frontera, por avioneta y por el mar, por túneles y por correos que
sobornaban a los guardias americanos; estos correos eran mexicanos
duros acostumbrados a los desafíos de la muerte y no conocían el
miedo. En los principios habían empezado con la marihuana; después
siguieron con la cocaína. Tenemos que meter la morfina, le había
dicho el general, con la morfina ganaremos mucha plata. Introducían
toda clase de drogas y estaban abiertos a todas las proposiciones que
les dejaran ganancias económicas astronómicas. Cuando las cosas
entre él y Gloria llegaron al final, - habían llegado desde el comienzo
– Ricardo dejó de tomar, no volvió a consumir ningún tipo de droga,
terminó con todos sus líos menores y con todas las putillas que le
merodeaban insistentemente y echó de sus cercanías a todos los
moscardones que siempre querían algo de él. Ricardo había comprado
recientemente una casa en San Angel. Los únicos que entren a esta
casa serán aquellos que siempre han sido mis amigos, le dijo él en
cierta ocasión a Leticia; incluyó, pese a todo, al peor de los males: el

59
general Santiago Montenegro. Leticia era una vieja amiga de Ricardo,
y él, pese a sus dudas, se negaba a echarla de su lado. Con el paso del
tiempo, Leticia se fue alejando de su compañía, pero seguía
frecuentando a Gloria y a Edna asiduamente.

Edna y Gloria se habían ido para Las Vegas. El general había


dispuesto su Jet, que estaba a nombre de su hija Gloria, para
transportarlas adónde ellas quisieran y el piloto tenía órdenes estrictas
de dejarlas en Los Angeles, California. Desde Los Angeles, ellas
alquilarían un auto y manejarían hasta Las Vegas. Portinari se había
enterado de esto a través de una conversación telefónica que Gloria
había tenido con su tía Juliana Montenegro. Ricardo había volado en
su avioneta para Las Vegas con Ernesto y Portinari. Este es el favor
que uno puede hacer a los viejos amigos, les dijo. Un par de día antes,
el general Villar, que era el jefe de la policía en el país, le había
informado de todo esto al general Montenegro. Cuando el general
Montenegro le puso a Gloria al tanto de los acontecimientos, ésta y
Edna volaron de Los Angeles a New York y olvidaron Las Vegas.
Estuvieron en New York solamente tres días y de allí se dirigieron
hacia London. Tenían pensado pasar una semana en London, pero a
los dos días estaban tan aburridas que se trasladaron hacia
Ámsterdam. Se hospedaron en el hotel Grand Ámsterdam, situado en
Oude Zijde. El hotel estaba cerca al barrio de los burdeles.
Recorrieron Ámsterdam de la mañana a la noche en cuatro días
consecutivos y sin descansar para nada. Estuvieron en muchos clubes
nocturnos: el Odeon, el Cash, el Marcanti Plaza, el Mazzo, el Escape;
fueron a algunos gay-Clubs: Homolulu, April´s Exit, Habana, It, COC
Ámsterdam y De Trut. Pasaron igual que las saetas por el barrio de los
museos: el museo Rijks, el museo Van Gogh y el museo Stedelijk,
donde pudieron ver algunas obras de pintores contemporáneos. Al
quinto día decidieron que tenían que tomar un buen descanso y se
dedicaron a visitar cafeterías donde pudieran encontrar algo que
satisficiera sus inclinaciones y gustos. Era el mes de julio y la ciudad
estaba llena de gente como siempre. Cerca de las siete de la noche
estuvieron en el bar del hotel tomando un tequila margarita. Después
se fueron nuevamente a deambular. La curiosidad las había llevado al
Homolulu y allí se quedaron unas horas. Cuando salieron, serían tal
vez las dos de la madrugada, Gloria iba acompañada de un judío que

60
era el guardia del Joods Historisch Museum. Salomón, el judío, le
puso en sus propias manos los cinco libros del viejo testamento, el
Torah, y le enseñó todo el museo. Regresaron a la sala donde se
guarda el Arca Sagrada. Gloria empezó a despojarse de la ropa y el
judío, que era bisexual, la penetró muchísimas veces. Gloria, que
siempre andaba preparada, tomó su bolso de mano y sacó una de sus
vergas preferidas. El judío le miró durante algunos segundos, después
sonrió y le dijo OK, señorita, métemela toda. Mientras el judío
Salomón la cogía, Gloria le metió el aparato de plástico por el culo.
Estuvieron dándole a los cueros varias horas. Abandonaron el museo a
las siete de la mañana. Cuando Gloria llegó al hotel le habían dado
una buena tunda. Gloria le había comentado a Edna que el judio
Salomón tenía una verga antidiluviana. A Edna, por el contrario, le
había salido todo al revés. Ella había estado tratando de conquistar a
un bonaerense; la verdad es que había sido el bonaerense el que le
había tirado los perros primero, pero las horas huyeron espantadas y el
bonaerense se perdió entre la muchedumbre de buenas hembras que
habían salido para comérselo todo. Edna salió a la calle sola y pensó
que lo mejor sería tomar un taxi para llegar más pronto al hotel. Trató
de adivinar por donde andaría. Edna no sabía que se encontraba en el
barrio de las putas. De un edificio viejo salieron cuatro africanos, ella
no recuerda la nacionalidad, que la trataron de conquistar. Edna, que
andaba ya un poco entrada en tragos, no opuso resistencia y les
acompañó al mismo edificio desde donde ellos habían salido. Los
africanos, ella creía que los tipos habían sido senegaleses, la
despojaron de sus ropas y la besaron de la cabeza a los pies durante
una hora. Después, relata Edna, comenzó mi fiesta: me comí las
vergas más grandes que jamás me había comido. Uno de ellos me
penetró por la vulva mientras yo estaba sentada en otra verga mayor.
El tercero me besaba los senos y las manos y el estómago y el cuarto
me chupaba los dedos de los pies y me mordía levemente por todos
lados. Después cambiaban de posición y la función volvía a empezar.
Les chupé la verga a todos y a uno de ellos se la mordí tan fuerte que
el negro salió corriendo al baño para buscar un esparadrapo y
ponérselo en la herida. Me soltaron a las seis de la mañana y estoy
todavía lo que se dice con una calentura insoportable y con unas
terribles ganas de regresar al mismo sitio, pero no recuerdo el nombre
de la calle. Lo que si sé es que la calle estaba en el barrio de las putas,

61
eso si lo se, porque me enteré de ello a través de sus intercambios de
comentarios. Bueno, le contestó Gloria, a mí me cogió un judío
homosexual y a ti te dieron cuatro senegaleses, ó de donde hayan sido,
hasta la saciedad. Edna ya no estaba muy segura que sus dadores de
verga, como ella los denominaba, hubieran sido senegaleses; tal vez
serían, según sus dudas, del Sudán. Gloria le dijo que ellas se
quedarían en Europa hasta fines del mes, pero primero pasarían por
Paris y por España: Barcelona, Sevilla, toda Andalucía, pues. Nuestro
objetivo inmediato es Barcelona. Mi amada Gloria, había respondido
Edna, soy fiel acompañante. Al día siguiente, Gloria y Edna estaban
en camino hacia Barcelona. Lo que ni Edna ni Gloria sabían es que
Ernesto y Portianri habían abandonado Las Vegas y se encontraban en
Barcelona, precisamente ahora. Los íones andaban sueltos y
continuaban con su marcha, que era lo habitual; las dos mujeres olían
el esperma y el sexo y todas las acciones que no tuvieran que ver con
la Etica y las reglas morales que impiden que los hombres se pierdan
en los pozos de las miserias y trampas, situaciones muy preferidas de
los hombres y de las mujeres en la vida. Cuando llegaron a Barcelona
Edna estaba muy contenta y Gloria se sentía feliz de que Edna
estuviera contenta. Tu estás contenta y yo estoy feliz, Edna linda,
había expresado Gloria con su lengua doble de víbora, suponía ella
llena de seguridad. Se hospedaron en uno de los hoteles de Paseo de la
Gracia. El primer día lo dedicaron a dormir y a comer. El segundo día
se habían recuperado un poquillo. Barcelona me calienta la vulva y me
levanta los senos y me cosquillea por el culo, gritó casi en éxtasis
Gloria. Y Edna, sin perder para nada el tiempo, le había contestado
que la conchita de ella estaba esperando por nuevas aventuras y
nuevas sorpresas; tal vez una verdadera verga, un verdadero miembro
viril, una pija de buen kilate, un buen órgano de reproducción, aunque
no reproduzca nada en mi vagina; un pico, como dicen los chilenos,
que me ataque y me ponga casi en jaque mate y me despierte y me
vuelva a penetrar cuantas veces quiera y siguiendo esa misma ruta
llegar al día de la continuación. Una pija, dijo Gloria, lo que tú
necesitas es una pija sedienta de tus olores y tus miedos y tus sabores
y tus fiebres imprudentes y osadas, una pija que te transporte allá, a
los sitios deleitadores y deleznables que tu incandescencia y tu
curiosidad demandan. No solo una pija, gritó Edna, sino un cara de
patata, un machaca piña, un basto de campeones, una verga demente

62
como mi ratoncito, dijo en voz baja para finalizar. Pasaron por la
Plaza de Cataluña. Allí compraron hasch y un poco de cocaína y
recibieron algunas invitaciones por parte de los hombres que llevaban
meses, años quizá, esperando por los papeles legales para quedarse en
España, africanos la gran mayoría. En Las Ramblas – o La Rambla -
tomaron una mesa en el mismo restaurante chino donde Federico y
Catalina solían sentarse a comer. Ese día andaban con ganas de
llevárselo todo con calma y pidieron dos jarras grandes de cervezas.
Federico y Catalina habían tomado el avión, ese mismo día, hacia
Mallorca. Ernesto y Portinari se estaban preparando para acercarse a
Las Ramblas, pero Portinari no se sentía muy bien; los últimos días se
había agarrado una diarrea terrible y prefirió quedarse en el piso, de
manera que Ernesto tomó hacia Las Ramblas. Ante de cualquier otra
cosa, Ernesto pasó primero por una farmacia y compró unas pastillas
anti-diarrea para Portinari. Lo que él deseaba era tomarse un whisky.
Ernesto estaba cruzando la Plaza Cataluña cuando Edna y Gloria
estaban abandonando el restaurante para ir al barrio gótico. Cuando
Ernesto llegó al restaurante chino, la mesera estaba limpiando la
misma mesa que Gloria y Edna habían abandonado unos siete, diez
minutos atrás. La vida los colocaba en el mismo sitio, pero ellos no se
podían encontrar. Ernesto se tomó un par de whiskies y estuvo sentado
casi unas dos horas. Disfrutó de un payaso que, cada vez que alguien
pasaba, le seguía imitándolo en todos sus movimientos que eran
perfectos. Uno veía a dos personas que parecían la misma, caminando
hacia un destino no manifestado sino por los ademanes, los tics, las
facciones del rostro o simplemente el tedio y el no tener idea para
donde dirigir sus pasos. Ernesto decidió caminar un poco y se dirigió
hacia el barrio gótico. Entró al museo Picasso. Unos instantes atrás,
Edna y Gloria habían abandonado el museo. Cuando Ernesto estuvo
de vuelta al piso de Federico, Portinari estaba durmiendo. Ernesto se
sentó en un sillón de mimbre que estaba en el jardincillo y se puso a
reflexionar sobre Edna, Gloria, los amigos que siempre habían estado
a su lado y la cacería de Edna que se alargaba y se complicaba sin que
él obtuviera resultados concretos. Ernesto estaba pensando en rechazar
del todo la invitación del gobernador de Veracruz. Lo mejor sería
esperar por el retorno de Federico y Catalina; dejar, junto con
Portinari, el piso de Federico y alquilarse algún piso en la misma zona.
En la tarde, cuando Portinari había despertado, los dos abandonaron el

63
piso de Federico y se dedicaron a la búsqueda de un piso para ellos. El
asunto no tomó más que unas horas. Ernesto había depositado la suma
de dinero que le pidieron y había obtenido un buen piso, también en
Paseo de la Gracia. Por la tarde del día siguiente, estaban instalados en
el nuevo piso. Un día después, cuando Federico y Catalina habían
regresado de Mallorca, ellos habían ido a lo de Federico para
informarle que estarían fluctuando entre Mexico City y Barcelona,
pero que se quedarían en Barcelona hasta julio y para evitarles
molestias habían alquilado un piso por las cercanías. Federico
protestó, pero aceptó al final la decisión de ellos, en realidad, la
decisión de Ernesto y convinieron en que las cosas marcharían como
debieran. Ernesto, había pedido a Federico y, especialmente, a
Catalina por su ayuda. Ernesto necesitaría un lugar donde dar una o
varias conferencias sobre Paracelsus. A Catalina, la solicitud de
Ernesto le cayó como una dádiva del cielo y le aseguró que ella
conseguiría un auditorio, tal vez en la universidad, para que Ernesto
pudiera llevar sus proyectos a cabo. Portinari dijo que él, por fin,
podría escribir su libro sobre la búsqueda del alma en los campos de
devastación humanos. Catalina se puso en acción. Primero que nada,
consiguió el lugar; no el auditorio de la universidad, sino la iglesia
Santa Maria del Mar – de estilo gótico catalán - y después fue a
encontrarse con los directores de los diarios de Barcelona y de toda la
parte sur de España para anunciar las conferencias de Ernesto, pues a
ella le había parecido que las conferencias fueran cuatro. Las cosas se
habían solucionado en un abrir y cerrar de ojos. Ernesto se preguntó el
por qué de la dificultad para encontrar a Edna ? A la semana siguiente,
los diarios anunciaban las conferencias que Ernesto expondría en esa
iglesia que el rey Jacobo I había jurado levantar en Barcelona toda vez
que hubiera conquistado Mallorca. Catalina le había explicado a
Ernesto que la iglesia Santa María del Mar había sido proyectada por
el arquitecto Berenguer de Montagut. En esta iglesia, le dijo, se
esconden incalculables tesoros que el mismo arte podría seguramente
envidiar. Lo que tú quieres decir es que el Arte proyectó, buscó el
lugar, colocó la primera piedra y levantó sobre todo eso una obra para
preservar las verdades eternas, no es verdad ?, le dijo Ernesto.
Catalina se vio obligada a reconocer que lo que Ernesto sostenía era la
verdad. La primera conferencia – de las cuatro que el daría cada
domingo, exactamente a las doce del día – sería dentro de quince días.

64
Edna, que ese día había salido a desayunar sola, estaba leyendo el
diario cuando se encontró con las páginas anunciando las conferencias
de Ernesto. El corazón de Edna se llenó de sangre arrepentida. Ella no
le diría nada a Gloria y pretextaría hacer un viaje hacia Andorra, sola,
remarcaría, para tener un par de días de respiro y estar en
posibilidades de acudir a la primera conferencia. Se prometió que
haría exactamente lo mismo cuando las restantes conferencias se
llevaran a cabo. Se hospedaría en algún hotel de las cercanías a la
Iglesia Santa Maria del Mar. Edna le mentiría a Gloria por primera
vez, aunque mentir no era la palabra adecuada. Encontró, para no dar
lugar a las interpretaciones que siempre llegan como cuñas, que lo
mejor sería no decirle nada; es decir, ocultarle la verdad; no hablarle
de sus planes concretos referentes a este asunto concreto, era mejor
que mentirle a la carne de sus desgracias gemelas. Ese día, Edna
regresó al piso cansada y preocupada. Esta vez estaba pensando en
Ernesto y solamente en él. Y si ella se dedicara a investigar el sitio
donde Ernesto se encontrara ahora? Era, no obstante, una posibilidad
que había que mantener viva. Lo pensaría durante algunos días. Lo
que si era importante era conocer el lugar donde Ernesto estaba; es
decir, su piso. Fue a una agencia de investigación privada y le expuso
su problema al detective: encontrar a Ernesto Covadonga. Para el
investigador, esto no fue ningún problema; ese mismo día había
localizado a Ernesto. Le entregó la dirección a Edna: Paseo de la
Gracia 33. El corazón de Edna recibió torrentes de sangre.

Es necesario poner algunos puntos en claro. Después de haber hablado


con Ricardo Ponce de León, Ernesto y Portinari se encuentran en lo
del abogado Mendizábal, en Reforma. Como los dos sabían, el
encuentro con Leticia González podría aportarles nuevos datos que
ellos, por esos momentos, no estaban en condiciones de conocer.
Ernesto se decide por acercarse al artista grabador Lucrecio Morales.
Lucrecio, a su vez, invita a Leticia y a Ernesto a comer en el Jardin del
Arte, en San Angel. Ellos dos, Lucrecio y Ernesto, saben que lo que
están haciendo son solo maniobras para tratar de que Leticia ponga su
confianza en Ernesto. Ernesto pide para él una jarra de tequila
margarita. Lucrecio y Leticia piden, igualmente, dos jarras más. Todos
ellos reciben el menú. De pronto, alguien llega a la mesa y le dice a
Lucrecio que su abogado quiere encontrarlo. Lucrecio se disculpa y

65
los deja solos. Después de la intervención clásica en que todo inicio de
conversación se sustenta – Ernesto no conoce a Leticia, pero Leticia sí
sabe quien es él – piden tacos con ensalada, aguacate – paltas - ,
frijoles negros refritos, mucho picante y una botella de vino de Rioja.
Hablan de todo: de las mujeres, de los hombres, de la moda, de
literatura, del tiempo, del futboll, de las vacaciones, de los últimos
sucesos en el arte y, al fin, del sexo. Como Leticia es un alma que se
considera imposible de retener esclava, usted sabe, esas ideas extrañas
de la gente acerca de la libertad, inicia una especie de narración
donde ella se coloca como la heroína principal. Yo empecé con el sexo
a edad muy temprana. Cada vez que yo estaba preparándome para ir a
la secundaria, el secretario de mi padre, que siempre llegaba muy
temprano a la casa, se metía a mi cuarto y allí hacíamos el amor por lo
menos una hora. Ni mi padre ni mi madre se enteraron jamás de
esto.Una vez le dije a Jacinto, que era el nombre del secretario, que se
metiera debajo de la cama. Mi padre había entrado para despedirse de
mí. Yo tenía entonces solo quince años y nadie, ni siquiera mis padres,
sabía de mis cosas. Con Gloria fue la primera amiga con la cual yo
me abrí. Gloria había cometido todo esto que yo pasé a los quince
años, cuando ella tenía solo doce años. Gloria siempre me ha llevado
una gran delantera pues ella siempre ha llevado prisa. Ernesto, que no
se atrevía a menciona ni a Edna ni a Gloria, se dispuso a escuchar lo
que Leticia quisiera relatarle. Para alentarla un poco, Ernesto habló de
los amores inmortales; no es que esos (los) amores hubieran sido
inmortales, dijo Ernesto, sino que esas mujeres estaban señaladas
desde los mismos comienzos para llevar a cabo las tareas difíciles que
les hicieran llegar al conocimiento de las cosas. Ernesto se atrevió
hacerle una pregunta-trampa: cuál es la mujer a quien usted admira
más y por qué? Leticia sintió que las puertas de su imaginación
habían sido abiertas de par en par. Leticia había contestado que
existían dos mujeres y que, para ella, por muchísimas razones,
merecían ocupar la atención y la admiración de todos: Edna Duarte y
Gloria Montenegro. Igual que ellas no hay nadie más. Las dos
representan a la mujer de los últimos tiempos. No necesitan de ningún
hombre, no necesitan usarlo sino solo en las ocasiones que ellas
deciden. Si lo usan, obtienen de todas formas lo que desde los
principios han querido; manejan el dinero en forma inteligente y se
cogen a quien ellas quieran, no importándoles si el tipo es homobisex,

66
travesti, lesbiana, mujer u hombre, como quieran y a la hora que se les
pegue la chingada gana. Ernesto había obtenido lo deseado, pero la
tristeza había entrado en su corazón. Ernesto estaba seguro que el
mundo iba camino al desastre, pero no le dijo nada a Leticia. Leticia
ya había mencionado a las dos. Las cosas, aunque desastrosas, se
presentaban en una pantalla más nítida y él en eso no se llamaba a
engaño. Ernesto, entonces, le confesó que él había conocido a Edna
Duarte y a Gloria Montenegro, cuando los tres iniciaron el primer
grado en la escuela primaria. Fuímos compañeros de escuela algunos
años, le había remarcado Ernesto. Ernesto estaba seguro que relatarle
la verdad a Leticia sobre Edna y Gloria podría causarle problemas,
pero haciendo todo eso de lado, se arriesgó a pasar la prueba. Leticia,
al lado de Ernesto, se sentía en buena compañía y siguió soltando la
lengua y se mantuvo ocupadísima en ello. Ernesto le propuso escribir
un libro entre los dos, pero le pidió mantener todo esto en secreto. La
novela trataría sobre la vida de ellas tres: Leticia, Gloria y Edna.
Leticia ya había empezado a pensar en el título. Me han dicho que
usted es una personalidad sorprendente, le había confesado Ernesto, y
había añadido que muchas personas importantes hablaban siempre de
ella en términos de admiración. Convinieron en que se encontrarían en
algún lugar tranquilo para poner en marcha el proyecto. Leticia le
había invitado a su mansión y Ernesto había aceptado muy
complacido. Para Ernesto, las cosas habían marchado mejor de lo que
en un principio había pensado y para no correr el riesgo de implicar
nuevas mentiras en las viejas cosas, Ernesto se había atrevido invitarla
a Veracruz. Le explicó detalladamente sobre la serie de conferencias
que él daría en Veracruz. Las cosas cambiarían más adelante y las
conferencias serían dadas en Barcelona. Esa misma noche, se
encontrarían en lo de Leticia para tomar una copa juntos y poder
continuar hablando sobre la vida de Leticia. Los dos cambiaron
tarjetas con los datos sobre sus señales. Ernesto pagó la cuenta y le
acompañó hasta su auto. El chofer de Leticia abrió la puerta trasera del
Cadillac y Leticia se sentó cómodamente. Por la ventanilla agitó las
manos y se despidió lanzando besos al aire. Rumbo hacia su mansión,
Leticia iba pensando en la suerte extraordinaria que tenía: Ernesto
Covadonga va a escribir un libro conmigo, he recibido una invitación
para visitar Veracruz con todo pagado y esta misma noche me traerá
los boletos de avión. Leticia González se sentía en el aire. Ernesto,

67
bastante apremiado, se dirigió a una agencia de viajes y compró un
boleto abierto de avión hacia Veracruz, ida y vuelta, para Leticia;
reservó, también, una suite en uno de los mejores hoteles. En el futuro,
tiempo después, en Barcelona, cambiaría todo esto y se vería obligado
a reservar, de igual manera, un boleto de avión ida y vuelta para
Barcelona y una suite en uno de los mejores hoteles. A las siete de la
noche se encontraría con Leticia González Lo que Ernesto no sabía es
que la fantasía de Leticia estaba en marcha y sobrepasaba a la
realidad. A las siete de la noche en punto, Ernesto estaba oprimiendo
el timbre de la puerta de la mansión que Leticia tenía en San Angel.
Cuando Leticia abrió la puerta se encontró con la mano derecha de
Ernesto esgrimiendo dos sobres; uno de ellos contenía el boleto de
avión ida y vuelta para Veracruz y, el otro, la reservación de la suite
en el hotel. Leticia había gritado, con una alegría exagerada, que las
personas exhuberantes y cachondas como ella, reciben siempre todo
de la vida, siempre a tiempo y siempre a manos de la diosa suerte.
Ernesto le dijo que era un alma a la cual le esperaba todo lo mejor por
vivir. Leticia se le colgó al cuello y Ernesto tuvo que hacer grandes
esfuerzos para impedir que ella le derribara. Le preguntó si él prefería
la marihuana al hasch, o los hongos a la datura arbórea, o la concha al
culo, o la lengua a los dedos. Ernesto, que ya había escuchado
bastantes bizarras historias sobre Edna y Gloria, no tuvo impedimento
en pensar que Leticia podría ser todavía más loca que ellas, o estar
más loca que ellas, o haber nacido ya loca para permanecer en ese
estado durante décadas enteras. El no le contestó nada y se limitó a
mover la cabeza hacia uno y otro lado y la abrazó con delicadeza.
Leticia recibió las señales y se sintió de pronto un poquillo
avergonzada. Ernesto se sentó en la nueva poltrona; Leticia escogió su
diván favorito. Le preguntó si él deseaba whisky o tequila margarita.
Ernesto le había contestado que dos de sus principales bebidas en la
vida eran esas que ella había mencionado. Leticia trajo dos jarras
conteniendo tequila margarita y regresó después con una botella de
whisky. Dejaron que un silencio presagiador de buenas nuevas clavara
sus pezuñas en las ganas de hablar de los dos. Por unos instantes nadie
dijo nada. Háblame de ti, le había pedido ella y Ernesto le describió la
figura de una persona dedicada al estudio de documentos, libros,
textos y manuscritos antiquísimos; los viajes le salían cuando menos
lo esperaba, las mujeres, eso era un tema vedado para él; él ya había

68
enterrado el hacha de la lucha en lo concerniente a ellas. Yo me
relaciono con ellas, le afirmó él, con la misma fineza con que
considero mi alma y el alma de los demás. No me afecta si ellas van a
caer, si aún se mantienen en la afrenta o ya están cayendo. Yo soy un
testigo del cielo y no un condenador. Mi piel resiste toda clase de
ataques, no importando ni quién los lanza ni de donde vienen.
Abreme tu corazón, Leticia, no ando en pos de ti sino en búsqueda de
la verdad. Cántame las canciones que tu alma quiere revelar, no te
condenes al silencio de la espera y las dudas de tu indecisión. A
Leticia le encantó la suave y fresca personalidad de Ernesto. Voy a
empezar mi relato partiendo desde hace diez años que ya han pasado.
Yo estaba entonces casada con un hombre viejo, pero muy bondadoso:
Vicente Corner. Vicente había heredado una considerable fortuna y,
sobre todo, una gran cantidad de acciones en la Ford, en la Volvo, en
empresas dedicadas a la fabricación de medicinas, en empresas de
juego, en compañías inversoras en países muy pobres, etc, etc. Vicente
murió de un fulminante ataque al corazón y me dejó en medio de un
mar de riquezas. Me encerré en mi recámara dos meses y me negué a
salir. Uno de los directores de un banco importante vino a verme para
hacerme entrega de tres toneladas de oro que yacían en las arcas del
banco. Yo no recibí el oro, sino los papeles de propiedad sobre las tres
toneladas. Un día del mes de junio, lo recuerdo como si fuera hoy
mismo, el sol brillaba en lo alto y yo salí a la calle para asistir a una
corrida de toros. En la misma fila que yo, a mi lado, estaban sentadas
dos bellezas sorprendentes: Edna y Gloria. Las dos competían para
llevarse a la cama al matador de moda. Era del todo imposible que
nosotros no hubiéramos podido hablar. La que se llevó al matador a la
cama fue esta persona que tú ves aquí y no ellas. Desde ese afortunado
mismo día ellas son mis amigas y mis protectoras. Hay cosas de las
dos, como comprenderás, que no puedo revelarte, pues de hacerlo
rompería con mis promesas y contra eso no puedo ir. El caso es que
ellas me invitaron algunos días después a una gran fiesta de disfraces
en una de sus incontables mansiones. Esa noche llegué puntual a la
fiesta, lo que nunca hago. En la puerta, Edna y Gloria estaban
recibiendo a todos sus invitados. Cuando ellas me vieron, me
abrazaron con mucha alegría y me juraron respetarme hasta que el día
siniestro de la muerte viniera y ellas tuvieran que verse obligadas a
llevarme al cementerio y enterrar conmigo todos mis deseos y mis

69
confesiones. Todo eso era, por supuesto, broma; con las dos nunca se
podía saber si la realidad era realidad o el juego realidad o la realidad
juego o todo lo que tú quieras o te imagines inventar. Yo había
escogido de disfraz la figura de Venus. Llevaba una mini-falda color
cobre y unos mini-brassiers que apenas si cubrían mis senos. Conmigo
había llevado al enano con el cual, ciertas veces, me divertía en mis
juegos sexuales; él llevaba una varita mágica y una maleta negra en
donde guardaba vergas de plástico de todos tamaños, muñecas,
aparatos eléctricos para masajes de todos tipos y otros inventillos
ideados por su mente calenturienta y loquilla. El enano cargaba otra
maleta, que era mía, en donde había vergas de todos tamaños: grandes,
muy grandes, gigantescas; vergas con verrugas, con erupciones
redondas y cabezas enormes y venas muy sobresalientes para frotarse
con todos los clítoris que le cayeran por el camino. Edna llevaba una
piel de tigre de plástico con cola. El estómago iba al descubierto y en
la parte que le cubría la vulva había un cierre que cualquiera, el que
Edna escogiera, podría abrir y penetrarla. Gloria había preferido
dedicar esa noche a la orgía exclusiva del culo. Su disfraz tenía un
cierre en la parte de las nalgas que todo curioso podría abrir para
invadirla. Las tres nos fuimos a una de las recámaras que daban al
jardín; había tres enormes camas y en cada cama un negro
veracruzano, un negro acapulqueño y un grupo formado por siete
enanos que recordaban cifras parecidas: las pléyades, Blanca Nieves,
etc. A mi me cayeron encima los enanos y cualquiera se puede
imaginar lo que hicieron conmigo. Hicieron lo que se les pegó la gana
con mi cuerpo. A Edna la desfloró el negro veracruzano con tanta
fuerza que la cama se partió en dos pero ellos siguieron la cogedera en
el colchón que yacía en el piso junto con los pedazos de cama. A
Gloria le fue bastante mal – no sabría si decir bien – pues el negro
acapulqueño la estuvo martirizando con su enorme pija solamente por
el culo. Cuando las tres cambiamos de actores, me tocó entonces el
negro veracruzano y me hizo ver las mías. El negro pidió la ayuda de
tres de los enanos y entre todos me pusieron a punto de explotar. Al
negro acapulqueño se le sumaron los dos enanos restantes y Gloria se
vio obligada a entregar la vulva; puedo decirte que fue violada una y
muchas veces. A Edna se le metió uno de los enanos por el culo y la
estuvo chupando horas enteras. Uno de los enanitos se dedicó a
saborear con su lengua toda la piel de Edna y no le dejó lugar libre. El

70
negro acapulqueño, por su parte, se mantuvo a la expectativa y solo
entraba a la batalla cuando alguno de los enanos daba muestras de
cansancio. Después cambiábamos: nosotras tres nos chupábamos y
nos metíamos por todos los orificios lo que la imaginación tuya no
puede concebir. Lo genial fue ver a los enanos atacados por los
negros, o los negros con las vergas de los enanos en la boca o el culo.
Estuvimos ocupadas toda la noche; de la fiesta ni me enteré y no creo
que ninguno de los que estábamos en la recámara lo haya hecho
tampoco. Cuando mi enano me tomó de la mano y me condujo hasta
mi auto, yo no podía ni caminar; me dolía del culo a la cabeza y de los
dedos de los pies hasta los labios. Me despedí pensando en el negro
veracruzano y su desusada y extraordinaria verga. En estas fiestas no
puede uno establecer relaciones permanentes; el que se atreva hacerlo
corre el riesgo de quedar marginado con la amenaza de nunca más
volver a ninguna de las reuniones, las fiestas y los encuentros cuando
la luna está llena; estas son situaciones especiales en que todas las
mujeres tienen que pasar primero por la verga, las manos, los labios,
los dedos, las lenguas de veinticuatro tipos, uno por cada hora del día.
Los enanos quedan exentos; para ellos tenemos las reuniones de luna
en caída. En esas reuniones se enfrentan treinta enanos con treinta
enanas y todos cambian de mujer o de hombre cada media hora. El
caso es que todos los machos deben meterse con todas las hembras y
todas las hembras con todas las hembras y todos los machos con todos
los machos. Cada tres meses tenemos las reuniones del primero,
segundo, tercero y cuarto trimestre; allí está permitido que todos
participen: hombres, mujeres, homosexuales, enanos, enanas,
travestis, lesbianas, bisexuales; es decir, todos los matices sexuales.
Yo, por mera curiosidad, me puse una vez un cinto con una verga
enorme y se la metí a varias enanas y a varios enanos; al negro
veracruzano lo hice parir lo que se dice vergas. Otra de las reglas más
severas, es que nadie puede rehusar una verga, unos labios, una vulva,
unos dedos, una lengua, un culo. Aquí todas las marcas están
registradas y a nadie se le puede negar lo que alguien quiera. Hemos
legalizado la licencia sexual. En las más viejas tradiciones de estas
similares especies de cofradías, - Gloria asegura que ella fue iniciada
por su propia tía - existe una osadía muy peligrosa. Te lo voy a
explicar: cuando Dédalos abandona Atenas – había matado al inventor
Perdix -, se refugia en la isla de Creta. En la isla, Dédalos se convierte

71
en el arquitecto e inventor autorizado del rey. El soberano Minos le
permitía a Dédalos lo que él quisiera. El rey Minos, al hacer sus
ofrendas, pide a Poseidon le conceda a un toro para sacrificarlo en
holocausto a las divinidades. Poseidon, la divinidad de los mares, le
concede un toro tan hermoso que el rey Minos lo retiene y no lo
sacrifica, causando la ira de Poseidon quien en venganza llena de
deseos sexuales incontenibles a la reina Pasifae por el animal. Pasifae,
pensando siempre en la hermosa bestia, no duerme ni come; se pasea
en todo el palacio días enteros cavilando; al fin, Pasifae pide a
Dédalos construir una vaca sagrada con la cual el toro pueda parearse.
Dédalos construye, de madera de cedro, la vaca que atraería la
atención de la bestia. La leyenda sostiene que Pasifae, después de sus
amores con el toro, da nacimiento al Minotauro. Pero si podemos
hacer un pequeño paréntesis, existe otra leyenda en donde se
menciona a Dédalos haber hecho una vaquilla muy atrayente, con la
cual el toro que Poseidon había dado al rey Minos, se apareja. En esa
vaquilla se escondía la reina Pasifae mientras el coro de mujeres
vírgenes le cantaba los himnos inmortales a la vaca. Gloria y Edna han
seguido con la antigua tradición y yo no sé si ésta ha sido alterada.
Ellas, Gloria y Edna, iniciaron otra vez la ceremonia de la vaca. En
algún lugar de las costas del Pacífico, en uno de esos puertos que los
turistas todavía no conocen, hay una mansión donde todos los
concurrentes cantamos el himno de la vaca, mientras una mujer
permanece encerrada en la vaquilla en tanto que un toro, en el mismo
cuarto, se pasea en pos de lo que su verga busca. Las muchachas han
mandado hacer la vaquilla con una vulva tan real que hasta el mismo
toro es engañado. Edna y Gloria han estado dentro de la vaquilla y
han recibido la gran verga del toro. Antes de que el toro las penetrara,
un coro de mujeres, que habían perdido la virginidad en aquelarres,
cantan el himno de la vaca: “A la vaca que va a ser penetrada y a
quien nosotras vigilamos, a la vaca eterna ofrecemos nuestros
sacrificios. El toro ha llegado y con su briosa verga va a impregnar a
la mujer elegida. Detenéos, Oh!, mortales, las vergas de los hombres
no son nada comparadas con las vergas del toro. A la verga
resguardada en la vaca, a su vulva, a su pasión que es nuestra,
nosotros le cantamos el himno de los sacrificios. Al toro, a su verga, a
su potencia, pedimos que nuestra ofrenda sea aceptada”. Yo no he
tenido, hasta la fecha, el valor de esconderme en la vaquilla para ser

72
poseída por el toro. Edna, el día que el toro le introdujo su gran verga,
bramaba como una bestia herida, aullaba, gritaba, se dolía, lloraba.
Ella relata que al ser penetrada por el toro había sentido los
beneplácitos dolorosos de la pasión animal. Dijo que la pasión de la
mujer por la bestia es real. A Gloria, la experiencia estuvo a punto de
enloquecerla; durante tres meses se negó abrir las piernas y nadie,
absolutamente nadie, pudo introducirle ni siquiera la lengua o los
dedos en su vulva. Creo que al segundo mes, le suplicó a Edna que le
chupara los labios del coño, pero nada más. Tampoco Edna, por tres
meses, quiso coger con nadie. Al cumplirse los tres meses, ellas se
metieron a la cama y se satisficieron con todos los recursos sexuales a
su alcance. Para no dejar de lado a los homosexuales, se les permitió
entrar en el cuerpo hueco de la vaquilla. Los homosexuales hacen más
ruido y escándalo que las mujeres; Gloria dice que ellos no contienen
en su interior los secretos de la naturaleza. Una de las enanillas se
atrevió permanecer en el cuerpo de la vaquilla, pero al ser penetrada
por el toro murió tras una intensa agonía. Desde ese día, a los enanos,
no les es permitido participar en esa ceremonia. En el puerto donde
hacemos la ceremonia de la vaca, hay un pescador a quien hemos
rebautizado con el nombre de Dedillo; él es el arquitecto de la
vaquilla. Dedillo ha hecho la vaquilla con una vulva tan real que
muchos hombres han dado vueltas alrededor de la vaquilla
queriéndola penetrar. Lo que ellos quisieran sería introducir sus penes
en la vulva de la vaquilla, me entiendes? Todas las actividades en las
que nosotras estemos metidas cuestan platales, pero Gloria tiene una
inmensa fortuna. En términos de riqueza, Gloria ocupa el primer
puesto; después viene Edna y yo creo ocupar el tercer lugar, pero no
te lo puedo asegurar. Ernesto le dijo a Leticia que él regresaría a
Barcelona lo más pronto posible. Leticia estaba enterada que Edna y
Gloria estaban en camino hacia Barcelona, pero las dos le habían
pedido que no le relatara de esto a nadie. Al día siguiente, Ernesto
tomaría el vuelo de la mañana para Barcelona. Leticia, usando su
celular, se había puesto en comunicación con Edna y con Gloria, pero
no les mencionó la conversación que había tenido con Ernesto: ni ellas
sabían que Ernesto iría a Barcelona y ni Ernesto sabía que ellas ya
estaban camino hacia allá. En los últimos dos meses, Gloria había
estado sufriendo una extrañísima transformación. No hablaba con
nadie y las pocas ocasiones en que abría la boca era para dar

73
indicaciones de cómo hacer las cosas a todas sus subalternas, un grupo
de putas profesionales que habían sido, desde los principios, sus
ayudantes preferidas. Gloria las había pasado a todas en todas las
pruebas debido a su calidad de experta: ella era la más puta y nadie
amenazaría derrocarla de su trono. Edna llegó a creer cierta vez que
Gloria había quedado embarazada, pero no estaba muy convencida de
ello. Todo se pudo esclarecer cuando Gloria le confesó a Edna que
había sido contagiada con el Sida. No es que yó esté condenada a
morir, no, necesariamente no, pero si estoy condenada a pasarla mal y
de eso nadie, incluyéndote a tí, mi dulzura, puede salvarme. Edna
recuerda muy bien esas palabras. Debido a eso, Edna podía moverse
más libremente y Edna se estaba aprovechando ahora de esas
circunstancias. De la enfermedad de Gloria, Leticia no estaba
enterada todavía, pero en algunas semanas más ella se encontraría con
sus maestras en Barcelona y eso le causaba tanta alegría que ella
sentía un extraño escozor en el coñito y los senos se le erguían y se les
ponían duros y las piernas le temblaban y el culo le indicaba que ya
era la hora de poner todo eso en movimiento. Leticia estaba muy
contenta por haber conocido a Ernesto y ella estaba segurísima que
Ernesto les daría una gran sorpresa cuando Edna y Gloria se
encontraran con él. A Leticia le pesaba que Ernesto fuera ya tan viejo;
de todas maneras, se dijo, setenta años es un montón de experiencias.
Leticia había cumplido treinta años y empezaba a sentir los debates
del tiempo en su cuerpo. Sin embargo conservaba todavía unos senos
muy firmes, una cintura pequeña, un traserito bien formado y duro,
unas bellas y bien delineadas piernas, brazos perfectos y delicados y
pies finos; pero el aspecto fuerte de Leticia era su rostro; su rostro era
de una delicadeza divinal, y sus manos, cuando las movía, los que se
encontraran cerca de ella caían en éxtasis; esas manos parecían haber
salido de las leyendas perfectas e inverosímiles.

Mientras tanto, el general Santiago Montenegro seguía recibiendo una


cantidad enorme de mails a través de su ordenador. En el pasado no
muy lejano, el general Montenegro había mandado asesinar a Luis, el
hermano menor de Fernando Marino. El cadáver había sido
encontrado en uno de los basureros de Ciudad Netzahualcoyotl. Luis
tenía atado a las manos un mazo de dólares hechos en la copiadora.
Tenía incrustados unos labios rojos de plástico en la boca, lo que

74
indicaban que él había abierto el pico y por eso lo habían silenciado. A
partir de ese día, Fernando Marino se había dedicado a inventar toda
una serie de mails que él enviaba, desde distintos ordenadores
siempre, al general Santiago Montenegro. Marino, igualmente, le
enviaba una dosis semanal de virus. Todos los ordenadores de los
dominios del general estaban siempre bloqueados y no podían
funcionar, sin embargo, el ordenador personal del general funcionaba
a la perfección. En la pantalla del ordenador privado del general
aparecía siempre el cuerpo deforme de un tipo con el rostro del
general. Otras veces, el general aparecía siendo cogido por uno de sus
subordinados. En otras ocasiones, el general aparecía con un cuerpo
raquítico. A veces, el general aparecía cogiéndose a un grupo de
muertos. Fernando Marino usaba el swich, el flash y el dream weaver
y los manejaba magistralmente para hacerle la vida imposible al
general. El general recibía diariamente una verga gigantesca que
alguno de los negros míticos de Africa le ofrecía. El general
Montenegro, como cualquiera se pudiera imaginar, vivía dedicado a
tratar de cazar a su detractor, como el le llamaba, por intermedio de
sus expertos en computación, pero Marino le iba siempre adelante.
Montenegro condenó, sin conocerlo, a Fernando Marino a la muerte y
le dio órdenes al general Sergio Villar que le trajera el cuerpo de ese
hijo de perra. Con esa noticia, le dijo, tienes licencia de despertarme a
la hora que necesites. Pero no sucedió nada de eso, pues Fernando
Marino había renunciado a la vida y se la pasaba siempre a salto de
mata para continuar haciéndole amarga la vida al insoportable general
de estrellas compradas. Fernando Marino había entrado al sistema
computacional de Montenegro y le había substraído todos los
documentos que le implicaban con el tráfico de drogas. Fernando
Marino había enviado al FBI y a la CIA, que andaban tras los pasos
del general Montenegro, toda esa documentación. De esto, el general
se olía algunas cosas, pero no todo. Un día de febrero, el veintitrés,
Fernando Marino se sacó el premio mayor de la lotería y se decidió
por abandonar para siempre México e irse a vivir a Barcelona.
Fernando Marino se había comprado un piso en Paseo de la Gracia, al
lado del piso donde Ernesto y Portinari vivían. Era el día miércoles de
la primera semana de Fernando en Barcelona, cuando este bajó a
tomarse un tequila margarita y se sentó en uno de los bares-cafeterías
que estaba situado casi frente a su piso. Había ordenado también un

75
sandwich de jamón. En la mesa de al lado, Portinari comía un
sándwich de jamón y bebía un tequila margarita. Los dos se miraron
uno al otro con cierta curiosidad. Pero como los dos tenían el mismo
tipo de rostro y el mismo tipo de cuerpo y eran iguales de estatura,
dedujeron que, quizá, serían mexicanos. Portinari se inclinó hacia
Fernando y le preguntó la hora. Fernando le contestó que él no usaba
reloj, pues los relojes te encadenan sin misericordia a las mandíbulas
nefastas del tiempo. No hablaron entre sí por lo menos unos cinco
minutos. Fernando le preguntó lo que él tenía que hacer para llegar a
la Sagrada Familia y Portinari le indicó los pasos a seguir. Fernando
le confesó que él recién había llegado a Barcelona y que pensaba
quedarse en la ciudad hasta que muriera. Portinari le dijo que él recien
también había llegado y que el era mexicano, pero que estaba de paso
y que seguramente regresaría a México. Al cabo de una media hora,
los dos estaban compartiendo la misma mesa y ya habían establecido
una conversación basada en los principios del dar y el recibir. Sin
saber de qué manera, Portinari había mencionado el nombre del
general Santiago Montenegro y Fernando, sin perder el tiempo, le
había presentado un cuadro completo acerca de la vida del general, sus
negocios con el contrabando de drogas, sus trampas, sus fraudes y su
afición a los asesinatos y a las depravaciones. Portinari había
descubierto que Fernando estaba en posesión de muchos secretos
sobre el general Montenegro y se interesó en ahondar en el tema. Los
dos pagaron lo que les correspondía y se encaminaron hacia la Rambla
a tomarse un whisky y, tal vez, comer. Portinari pensó que al día
siguiente, Ernesto llegaría de México y que él, estando libre, podría
establecer un poco de amistad con Fernando. Fernando, por su cuenta,
había descubierto que Portinari estaba enterado de muchas de las
actividades del general Montenegro y entró en elucubraciones que le
llevaron a interesarse todavía más por la personalidad de Portinari.
Pero si nos trasladamos hacia el pasado, tenemos que enterarnos que
Fernando Marino había llegado de refugiado político a Suecia.
Durante algunos años, de la forma que el mismo lo ha relatado tantas
veces, Fernando se había sentido identificado con la estupidez esa de
la nacionalidad. Por todos los golpes recibidos, fue modificando esa
actitud; ahora se denominaba ciudadano del mundo y defendía
siempre a los débiles, aunque en ello le fuera la propia vida. Después
de la liquidación del gobierno de Allende por el títere Pinochet,

76
Fernando había recibido dos balazos y estuvo casi a punto de perder la
pierna derecha. Un amigo mexicano, que también había sido echado
de Chile y que había recibido asilo en Suecia, le había escrito una
carta al primer ministro Olof Palme suplicándole por su intervención.
Olof Palme le había enviado toda la documentación referente a
Fernando al entonces embajador Caj Groth (que había substituído al
gran embajador Harald Edelstam) y este había enviado un fax de
regreso indicándole a Palme que la vida de Fernando no se encontraba
para nada en peligro. El amigo mexicano, sin perder la fuerza de
persistencia, había escrito una carta al maestro de documentales
fílmicos Joris Ivens el cual se había puesto en contacto con Olof
Palme. Lo que ocurrió fue que Olof Palme ordenó al embajador sueco
Caj Groth que le concediera el asilo político a Fernando. Regis Debré,
a quien Joris Ivens inmiscuyó, y algunos políticos de la
socialdemocracia sueca estuvieron muy activos para lograr que esto se
realizara. Desgraciadamente, la socialdemocracia sueca no pudo
preservar la herencia de Palme y empezó a trasladarse hacia la parte
contraria de su línea política. En el 2006, Göran Persson obligó a la
socialdemocracia girar hacia el clásico tipo de gobierno de centro
derecha dando lugar a que el partido moderado, con Reinfeldt
dirigiéndolo, tomara el poder. El caso es que Fernando Marino había
permanecido en Suecia algunos años, hasta que al fin se decidió
trasladarse a México. En México le había ido muy mal. Fernando
estuvo siempre muerto de hambre; se procuraba a veces trabajos a
destajo que le permitían sobrevivir algunas semanas. Al final de todo,
con la ayuda de la suerte, había abandonado definitivamente México y
ahora residía en Barcelona. Estando sentados en el mismo restaurante
chino de la Rambla, Fernando le relata a Portinari sobre los distintos
grupos que el general de las estrellas compradas, Santiago
Montenegro, tiene bajo su poder y control. Son grupúsculos de
liquidación, le había dicho Fernando, especializados en las artes más
negras de la historia de nuestro infeliz mundo. El general Montenegro
adopta cuando son niños a los que irán a ser miembros de estos
grupos. Todos estos niños han sido abusados sexualmente. Todos, de
igual manera, han sido abatidos por disturbios psico-sexuales. Pero
para ellos, el general representa la figura limpia y sin manchas del
padre. Ellos viven en mansiones, en su tiempo libre tienen acceso a
las diversiones sanas, ropa fina, alimento; las mujeres a cargo de ellos

77
los tratan con respeto y amor, con mucha deferencia. Cuando llegan a
la juventud, que es la etapa de la vida donde los hombres dan la vida
por sus ideales, ellos son convertidos en la tropa de defensa y ataque
que el general usa en todas sus acciones. Portinari se había quedado
sin habla. Cuáles grupúsculos eran esos? había preguntado Portinari y
Fernando le fue ilustrando detalladamente: el grupúsculo de las dagas
usa las dagas con una precisión sorprendente; ellos manejan toda clase
de dagas, estiletes, navajas, facas, como el premio Nóbel de literatura
usa el lenguaje. Matan con dagas que contienen veneno en las puntas
y envían a sus víctimas al otro mundo en cuestión de minutos. Todos
ellos han recibido un entrenamiento selecto, por eso liquidan a sus
víctimas selectivamente.. Después de ellos viene el grupúsculo de los
expertos en armas de fuego, pistolas y rifles de largo alcance, que
operan solitarios y sin testigos. Estos matan a la gente a corta y a larga
distancia, viéndole los ojos a los sacrificados. Manejan, eso si, con
muchísima destreza toda clase de armas y se encuentran en constantes
viajes hacia los lugares donde ellos puedan adquirir todavía más
conocimientos acerca de su profesión. Montenegro, también, usa el
grupúsculo de los Jinas. Estos han vivido seis meses de cada año en
China, Japón, Thailandia, Burma. Los Jinas matan con las manos, los
codos, los pies; sus golpes son siempre precisos y mortales.
Montenegro no es un mal Portinari, el general es el mal, me entiende?,
le había dicho Fernando. La curiosidad y las dudas habían llenado la
cabeza de Portinari y él ya no sabía ni sobre qué preguntar. Existen
otros grupúsculos?, se atrevió a preguntarle a Fernando. Claro, había
respondido Fernando con la velocidad del rayo partiendo en dos el
instante de la conversación. El grupúsculo de los venenos. Estos
matan con jabones envenenados, licores, vinos, refrescos, la lista es
inacabable. De esos no te protege nadie; solo la voluntad que está por
sobre todos puede salvarte el pellejo, le dijo. El insospechable
grupúsculo de los médicos es el más legal. Con ellos todas las pruebas
desaparecen, no hay huellas, nadie puede presentar una acusación, las
pruebas simplemente no existen. El grupúsculo de las mujeres que
llevan a sus víctimas al mundo del sueño. Ellas usan pastillas
soporíferas y detrás vienen los que colaboran con ellas en todas sus
operaciones para dar el golpe final; sus propios liquidadores, pues. El
séptimo grupúsculo está formado por locos a los cuales se les ha ido
almacenando toda una biblioteca de información falsa; esta

78
información les ha llevado al final a un callejón sin salida donde no les
queda más que una alternativa, y esta favorece al general Santiago
Montenegro por los siempre de los siempre. Pero, por qué Montenegro
hace uso del sexo?, le pregunta directamente Portinari. Fernando le
había respondido que el sexo era la fuerza más avasalladora que
existía en todo el universo. Desde el único instante de la creación, le
son donados a la energía sexual todo lo mejor y todo lo peor. El
hombre ha tenido que luchar en contra de los aspectos negativos del
sexo durante todas las eras. Aquel hombre que llega a dominar el
aspecto positivo de la energía sexual se convierte en un maestro de la
naturaleza. En el sexo se encuentran todos los secretos de la vida y
todos los secretos de la muerte. Fíjate, le dice Fernando, todas las
trampas que existen en las variaciones del sexo; es decir, las distintas
formas que el sexo toma para expresarse. Hay hasta aves lesbianas! Lo
importante aquí no es quedarse en esto, sino examinar todos los
niveles de degradación. Para entender todo esto tendremos que
trasladarnos a la zona donde todo se produce. Aquí, Portinari,
entramos al mundo de los distintos sexos; esos sexos son
desconocidos para la humanidad, pues ella está totalmente distraída –
dormida – y no ofrece ninguna clase de resistencia ante el oscuro velo
de la ignorancia que le cubre su capacidad de percepción. Miremos a
los homosexuales. Estos seres, que de por sí son otro sexo, no son
equivocaciones de la naturaleza, sino reestablecimientos del orden que
ella demanda de los hombres para que estos tengan el derecho de
avanzar. Tenemos que cometer errores para aprender. Hay
homosexuales a los cuales les gusta solo dar y no recibir. Ellos viven,
desde el mundo de su distorsionada psique, para introducir todos sus
deseos entre todos los huecos. Ellos son prisioneros del elogio propio,
del desprecio por los demás, de su mala voluntad, del falso honor, del
hambre, del orgullo, de la sed, del halago, de la necesidad, de la
ganancia, de la flojera, del endurecimiento, de la duda y de todas las
expresiones inimaginables de los demonios que los poseen. Existen,
igualmente, los homosexuales que tienen la psique adiestrada para
recibir. Ellos solo reciben vergas y en eso se les va la vida. Después
vienen los homosexuales que dan y reciben y se sienten muy a gusto
en el mundo pendular: me dan y doy y todos están felices y contentos.
Las lesbianas están divididas en diferentes grados; las diferencias son
muy tenues: las lesbianas que tienen el cuerpo de mujer y que tienen

79
la psique de macho. A estas mujeres les encanta penetrar, aunque todas
las apariencias las apunten como mujeres, ellas poseen penes y las
vergas las gobiernan. Ellas no van a la cama con los homosexuales,
aunque los consideran aliados momentáneos y algunas veces pasan
cosas, pero esto está fuera de la ley. Estos seres andan en búsqueda de
una psique que pueda resistir las presiones y las demandas de las leyes
erigidas por el juego social y para que ellas puedan evadir los cercos
del Establecimiento. Cuando ellas tienen la suerte de encontrar este
tipo de psique las dos se unen y viven felices durante algún tiempo. En
esta categoría existen subdivisiones: algunas son sadistas y otras
masoquistas; es decir, unas gozan haciendo sufrir a sus víctimas y
otras gozan sufriendo castigo. Existen, también, las lesbianas que por
su cuerpo de mujer solo se van a la cama con mujeres. Los machos les
repulsan; es la mujer la que la atrae y ella es la única que puede
satisfacerlas. Las experiencias que estas mujeres han tenido con sus
anteriores machos han causado grietas inolvidables en su psique.
Entres estas existen las degeneradas; estos seres sufren y gozan a
momentos y viven y mueren en este interminable ejercicio, todo lo
viven y todo lo mueren, son siempre inestables y están impedidas de
lograr una felicidad en balance. Son igual que algunas flores, bellas en
apariencia, y fenecen a edad prematura, diríamos, aunque no mueren,
en verdad, prematuramente sino a su preciso tiempo. Observemos
también el mundo de los putos. Estos solo buscan vergas y nunca
pueden ser saciados. Ellos mancillan a los niños y envían a muchos
hombres jóvenes a la red intrincada de los laberintos diabólicos de la
psique. Hay que ser aves y tener el plumaje virginal de ellas para pasar
por ese infierno devastador y salir limpios. Las putas, mujeres
entrenadas ya desde niñas en el castigo, solo encuentran sentido en ser
penetradas: las vergas las vuelven locas. Algunas de ellas se someten a
su primera experiencia brutal y sufren en silencio la repetición de esta
experiencia con todos los hombres pues nunca se pueden desprender
de ella. Otras de ellas nunca pudieron resistir las indicaciones
represivas de la familia, la sociedad entera y la moral restringida. Se
perdieron en las sombras cuando su psique no pudo explicarles el por
qué. La psique está hecha de una red imposible de circuitos eléctricos
que envían y reciben la información y la seleccionan, pero cuando no
encuentran el nicho donde colocarlas, entonces se sublevan y sublevan
hasta su mismo mundo psíquico. Tenemos después a los hombres y las

80
mujeres que solo gustan de los niños. Después de abusarlos
sexualmente, para ocultar sus delitos, los asesinan, o los esconden en
sitios, considerados por ellos impenetrables, durante muchos años. En
este grupo se encuentra el general Santiago Montenegro, comprador
de grados y estrellas, asesino degenerado, loco siniestro, alienado,
demente, pieza necesaria para todas las democracias que prefieren
soslayar y esconder los problemas y conflictos sociales y políticos
antes de solucionarlos de acuerdo a la Etica del hombre a quien la
creación seleccionó como la obra de arte más acabada. Mira en lo que
hemos terminado, Portinari! Existen los que vienen al mundo solo
para causar infelicidades a los demás, matar a la gente, maltratar a
quienes surjan en sus caminos e imponer sus deseos sobre todas las
demás voluntades. Estos yacen escondidos en los bajos fondos de los
grupos profesionales aceptados. Antes del penúltimo lugar vienen los
que solo gustan de una raza: o negro o asiático o indio o blanco o
árabe o indígena. Muchos de ellos tienen una correspondencia
armónica con su psique, pero los hay aquellos que trascienden estas
fronteras. En el penúltimo sitio están los que castigan con la violencia
y se deleitan en ello y también los que son castigados y encuentran
placer en esto. Castigador y castigado están en la misma dislocada
ecuación. Al final de todo, están los hombres. Estos solo sufren
persecuciones, muertes de familiares y amigos, insultos, vejaciones,
torturas, injusticias, robos, humillaciones, despojos, pérdidas. Ellos
vinieron al mundo para salvarlo pero tienen todo en contra. Ellos
tienen que luchar contra la basura, la podredumbre de los cuerpos y
vidas, las difamaciones, los abandonos, las mentiras, los defraudes, la
pobreza, los castigos, el hambre, la falta de dinero; a pesar de todo
esto y mucho más, ellos no se venden jamás. Pasan por las cámaras de
tortura, por las inmundas cárceles, por el frío, por la soledad, por la
traición, por el abandono total y a pesar de todo tienen todavía fuerzas
para creer y, lo que es más increíble, para continuar viviendo: sus
fuerzas no son de este mundo. Todavía no ha llegado el hombre que
vea en los demás seres a hermanos llegados a este planeta para
cumplir con la misión de servir a la humanidad con el propósito de
realizar los sueños maravillosos del presente. Deberíamos palpitar al
unísono con toda la naturaleza, con este mundo y con los demás
mundos, con todo el espacio y con todos los demás seres que desde
hace tantas eras nos han estado esperando: el universo debería ser

81
nuestra morada filosofal! Portinari estaba atónito; miraba la cara
alargada de Fernando Marino y veía en sus ojos la luz de la vida. El
hambre se les había ido y entonces pidieron dos botellas de whisky,
una para cada uno, y se emborracharon de la misma manera que
suelen emborracharse los sabios: vivo pero no vivo, muero pero no
muero.

Ricardo Ponce de León había estado en contacto con el FBI desde


hacía mucho tiempo atrás. Unidades especiales, norteamericanas y
mexicanas, en la lucha contra las drogas, actuaban con todos los
medios y bajo todos los subterfugios, contra el tráfico que se
introducía siguiendo la linea de toda la frontera de México con los
Estados Unidos. Toda esta operación estaba, por supuesto, encubierta:
el gobierno de los Estados Unidos, en colaboración con el gobierno de
México, iba a iniciar una serie de discusiones sobre el problema de la
droga. En realidad, unidades secretas de la policía mexicana y de la
policía norteamericana venían para apresar al general Montenegro.
Pero Montenegro no era ningún bobo. El poder de los yankis ha
devenido el más corrupto de la tierra. Para salvarnos, ya que no
podemos vencerlos con las armas, tenemos que corromperlos a ellos
aún más. A mi me puede llevar el carajo, pero los voy a llenar de
drogas para ver si ellos entienden de una vez por todas lo que se siente
ser invadido. Ellos invaden usando las armas y su maldito estilo de
vida. Yo les invado con drogas para que sus generaciones se vayan al
mismo desfiladero de la muerte, precisamente al mismo desfiladero
nefasto al cual ellos envían a las generaciones de los países que ellos
invaden. El general Montenegro, pues, estaba enterado de todo. Los
agentes pagados que el tenía incrustados en los dos aparatos de los dos
países le tenían diariamente informado. El general conocía todos los
detalles de la traición de Ponce de León, pero Ponce de León estaba
totalmente transfigurado. Sus ojos ya no eran azules sino negros; el
mentón le había sido cambiado; su cabello era ahora oscuro y no
rubio; la nariz le había sido empequeñecida. Se le había
proporcionado nuevo nombre. Ricardo Ponce de León estaba muerto,
ahora se llamaba Carlos Andrés Michelena y vivía en New York. En
cierta ocasión en que él había asistido a una muestra de arte, el pintor
uruguayo Alvaro Arredondo exponía, descubrió a una mujer muy
hermosa que estaba observando uno de sus cuadros. Carlos Andrés

82
Michelena (Ricardo Ponce de León) se colocó al lado de ella. Por
algunos minutos, la mujer permaneció callada tratando de llegar a
descubrir la técnica empleada por el artista. El momento inevitable
estaba creándose en la atmósfera, en sus cuerpos y en sus sentidos, en
sus almas, por una fuerza invisible que les empujaba a estar uno junto
del otro. Se examinaron a reojo, se trasladaron un poquito hacia los
lados, casi giraron y, en una especie de risa en sus comienzos,
empezaron a reírse más abiertamente hasta casi llegar a las carcajadas.
Qué le parece a usted esta pintura ?, le había preguntado ella. El
pensó solo unos segundos y después le dijo que esta específica obra
del artista contenía diversos planos de presentación. Fíjese en el color
!, no le parece a usted que se mueve iniciando una especie de danza
transformadora?, no es esta una tentativa de llegar a la perfección para
iniciar la creación de la irrupción de los elementos en todo lo que
devenga después? Los símbolos pueden ser vistos por un ojo
penetrante, pero pueden también desaparecer. Continuaron
intercambiando impresiones. Michelena (Ponce de León) había
tomado dos vasos conteniendo algo de Champagne y le había ofrecido
uno a la bella mujer. Ella se había presentado como Galatea
Wellington y él se atrevió, por vez primera, a pronunciar su segundo y
falso –aunque verdadero - nombre hecho de símbolos extraños que en
su principio le eran tan difíciles de aceptar: Carlos Andrés Michelena.
Ella le dijo que era fotógrafa; él le contestó que él era hombre de
negocios, pero que el arte le interesaba tanto que él había decidido
empezar a tratar de luchar con los problemas con los cuales el arte
desafía siempre a todos los que quieran iniciarse en sus senderos. Mi
alma, le dijo Michelena (Ponce de León), está vibrando con casi la
misma intensidad de ese arte mayor al cual llamamos vida. Galatea
Wellington había llegado de Boston pero ahora vivía en New York.
Cuando abandonaron la galería de arte él solicitó que le trajeran su
auto. Ella no dijo nada. Le preguntó si la podía llevar hacia alguna
parte. No lo necesito, le había contestado con calma y después le había
explicado que ella vivía en el mismo edificio, en el tercer piso. Como
Michelena (Ponce de León) no podía dejar de pasar esa gran
oportunidad y la invitó ir a tomar algún drink. Catalina aceptó. Desde
ese día, se inicia una historia de amor que más adelante iría a emular a
todas las otras grandes historias de amor pasadas. El instante mismo
no estaba absorbido en los manantiales de la pasión, sino estaba hecho

83
de sonidos celestiales y vibraciones agradables que sus cuerpos y
almas recibían con la ansiedad esperada de los instantes más cercanos
a la belleza de la perfección. Los dos habían sido lanzados a los
jardines del amor que la vida ofrece a todos - solo una vez – y cada
uno de aquellos seres humanos que se atrevan aceptar los llamados de
los secretos indescifrables del sendero por el cual la mayoría camina a
ciegas y sin despegarse de toda la enseñanza recibida de aquellos que
siempre se han encontrado en torno a uno para darnos, quitarnos,
cedernos, hacernos sucumbir, asustarnos, amenazarnos, iniciarnos,
haciéndonos sentirnos pequeños e indefensos y de esta manera
arrojarnos a los pozos desconocidos del olvido o de la plena felicidad.
Ese era el peligro de caminar sobre la cuerda floja; no se podía
avanzar sin antes hundirse en las brumas espumosas del dolor. Pero
Dorotea Wellington estaba allí y Carlos Andrés Michelena (Ricardo
Ponce de León) la había descubierto y los dos se sentían muy bien y
cuando se miraban a los ojos conocían los secretos sobre sí y esto les
hacía sentirse bastante inseguros. Disfrutaban de días que se extendían
y parecían no tener fin. Una semana vivían en el piso de él y la otra se
trasladaban al piso de ella. Algunas veces permanecían encerrados,
como animales en cuevas, por semanas enteras trabajando cada uno en
lo suyo. Después se juntaban y se prometían lo que ni el uno ni la otra
se habían permitido prometer en sus relaciones anteriores. Las cadenas
invisibles que los unían los enlazaban y ellos estaban decididos a
recorrer todo el sendero. La primera noche hicieron el amor en tantas
posiciones que ella propuso revivir uno con el otro toda la serie de
posiciones del Ananga Ranga y del Kama Sutra. Juntos dedujeron los
“asanas” que ellos sintieron cercanos a la verdadera tradición y no a
las tentativas de los que siempre se habían apropiado del escenario
para propagar sus filosofías de ganancia. No eran seres unidos por
deseos ancestrales bestiales, sino dos seres unidos por la fuerza
esencial del amor que siempre, sin descanso, trabajan para preservar,
en la psique, todos los sueños imperecederos de todos aquellos que ya
han despertado en las verdades que jamás pueden morir. Esa
experiencia no la poseían todos. Galatea estaba trabajando sobre una
nueva exposición. Durante los últimos cinco meses anteriores, Galatea
había estado tomando fotografías, en los cinco continentes, de los
niños pobres, enfermos, indefensos, abandonados y atacados por el
hambre. También había tomado fotografías de niños descuartizados,

84
mutilados, asesinados, muertos por los soldados en la guerra. En todas
esas fotografías podía verse la indiferencia de los hombres de estado.
Todas las gigantescas imágenes mostraban claramente un mundo en
estado de enajenación; por una parte, millones de niños cayendo en las
corrientes infernales del hambre, el vicio, los pecados y, por la otra
parte, hombres con tanto dinero que a Galatea le era del todo
imposible poder entender las incógnitas que hacían posible toda esa
horrible pesadilla. Pero Galatea quería documentar, no el tiempo, sino
el corazón de los hombres políticos y el resultado de sus evasivas,
explicaciones y conducta en el terreno de la realidad verdadera. Todo
esto le parecía a ella estar de alguna manera conectado a los procesos,
bautizados como lógicos, de la inteligencia artificial. Carlos Andrés
Michelena (Ricardo Ponce de León) le había asegurado que esa
exposición la consagraría como una verdadera artista y ella le creyó y
entonces, sin haberlo ni planeado ni esperado, los dos se sumieron en
proyectos que, con pequeñísimas variaciones, los conducían hacia el
mismo sueño: una isla con pocas gentes y mucha paz. Este era el
campo de descanso y trabajo que los dos más ambicionaban.
Ambicionar no es la palabra adecuada, desear, tampoco lo es; tal vez
imaginar y crear con los insólitos sonidos dados a la vida a través de
la garganta en todos los tiempos y vez tras vez.

El general Montenegro había dado órdenes de que el grupúsculo de


los Jinas saliera con todas sus unidades para quitarle la vida a Ricardo
Ponce de León. Pero nadie encontraba sus rastros. El general Sergio
Villar, haciéndose pasar de listo, le había presentado pruebas a
Montenegro de haber liquidado a Ricardo. Una noche, Montenegro y
Villar, fueron a la estación medular de uno de los centros de tortura e
investigación para examinar lo que quedaba de lo que había sido el
cuerpo, según Villar, de Ricardo Ponce de León. La masa de carne; es
decir, lo que Villar presentaba, no tenía ni manos, ni piernas y ni
cabeza, era simplemente un torso sanguinolento. Aunque Villar
consideró que el caso estaba solucionado, Montenegro no había
quedado convencido. Sin que Villar se enterara, Montenegro mandó a
examinar el DNA del torso y la cuestión quedó más ténue que nunca.
El torso no había pertenecido a Ricardo Ponce de León. Montenegro
le dijo a Villar que él había hecho un buen trabajo, pero se guardó de
hablarle de la verdad. Montenegro jamás volvería jamás a confiar en

85
Villar. Ricardo Ponce de León (Carlos Andrés Michelena) había
desaparecido pero, al mismo tiempo, había reaparecido en New York,
bajo la identidad de Carlos Andrés Michelena. Michelena había
encontrado en Galatea a la mujer que se introducía en su vida y que
iniciaba su propia vida confiriéndole a sus objetivos una fuerza
inquietante y rejuvenecedora. Galatea, muy conciente, había
encontrado en Carlos Andrés Michelena a su hombre y estaba llena de
energías que le obligaban a producir un trabajo de gran entrega y de
gran nobleza. Los dos estaban dichosos, felices, contentos,
despidiendo todo el tiempo una robustez y un verdor que los
incendiaba y los hacía producir más de lo generalmente esperado. No
había quedado lugar para el descanso: los dos trabajaban enterrados en
sus tareas y hacían el amor, comían y hacían el amor, se bañaban en la
piscina y hacían el amor, jugaban y después del juego se veían
envueltos en las perturbaciones con las cuales el amor enceguece a sus
víctimas para obligarlas a rendirse. Carlos Andrés Michelena tuvo el
placer de leer las noticias en todos los diarios de Mexico City. Todos
los encabezados hacían mención al detenimiento y encarcelamiento
del general Montenegro y su mano derecha, el general Sergio Villar.
Se les acusaba de cientos de crímenes y de ser los jefes del tráfico
organizado de drogas en la frontera entre México y Estados Unidos.
Se les vinculaba, también, a los carteles colombianos. Las acusaciones
más severas provenían del FBI y estaban concentradas,
fundamentalmente, en lo concerniente a las desapariciones de muchos
agentes secretos norteamericanos. Montenegro y Villar habían sido
detenidos en un automóvil que pertenecía al mismo presidente de
México. Los dos habían sido transportados a un campo de aviación
militar; de allí, los habían metido a un Jet que voló directamente a Los
Angeles. Los militares norteamericanos concentrados en el caso
Montenegro habían esperado por el general y su camarada de
aventuras en Los Angeles y habían partido con los dos hacia Arizona,
New Mexico, primero y habían hecho escala en Florida después para
llevarlos finalmente a Texas. En Texas los habían sometido a
constantes interrogatorios. Portinari y su amigo ocasional, Fernando
Marino, al enterarse a través de los diarios de tan felices que estaban,
entraron en una espiral vertiginosa que los llevó a pasarse una semana
entera visitando monumentos, edificios, museos, galerías de arte y
restaurantes. Hablaban sin cesar del general Montenegro y del final de

86
todo su reinado de pavor y del de todos sus tentáculos siniestros.
Portinari, aunque permanecía ignorante de toda la verdadera situación
por la que Gloria Montenegro pasaba, no dejó de sentir piedad por
ella, Edna y Gloria habían comentado el asunto y Gloria había dicho
que si su padre Santiago Montenegro había caído preso no había nada
que hacer. El que recorre el sendero de los problemas encuentra lo
suyo, dijo, y después cerró las puertas de hierro de su endurecido
corazón. Las dos se olvidaron del asunto. Edna, porque guardaba
malos recuerdos de Montenegro referente a su hermana Victoria, y
Gloria, porque su sangre había sido heredada de las oscuridades de la
maldad. Gloria fue obligada a someterse a los interrogatorios que,
aunque muy intensos al principio, fueron perdiendo fuerza en el
transcurrir de los meses hasta diluirse en los archivos débiles de los
remolinos del olvido. Pero Gloria estaba como siempre en pie de
guerra, solo que antes de verse involucrada en las orgías de siempre,
se preparaba ahora con mucha paciencia para poder soportar las
obligaciones que su degeneración le demandaban. Aunque condenada
a muerte, Gloria había atrasado sus planes, digamos, finales. Ella se
había decidido por vender definitivamente su alma al diablo. Estaban
por cumplirse ya los dos años del acuerdo, podríamos decir, que
Gloria y Edna habían hecho con el diablo en una de esas noches donde
solo están presentes los deseos de poseer algo que los demás no tenían
y a precio de cualquier cosa tratar de obtenerlo. Ellas habían cumplido
con todos los requisitos en la organización de la conversación
diabólica. El diablo estaba esperando por el cumplimiento del pacto.
No mezclaron su sangre sino solo se comprometieron con la palabra y
eso les había dado un pequeño margen de seguridad. Pero esos dos
años había sido el tiempo en la que ellas habían retornado a la
juventud, tenían mucho dinero y vivían todos los instantes de sus
vidas sin ningún riesgo en los acantilados del peligro. El diablo,
entonces, había querido darles el sabor de los que más adelante les
esperaría; esto según las propias palabras del diablo. Pero Edna y
Gloria no eran tontas, ellas sabían que si el diablo no les daba
muestras de lo que ellas verdaderamente querían, entonces estarían en
la libertad de romper con el acuerdo. Pero al diablo no lo engaña
nadie; es decir, es verdad que existen los que poseen las armas para
neutralizarlo y obligarlo a desistir de sus tentativas, pero esos no
nacen cada día. Edna estaba pasando por una etapa de dudas y más

87
dudas. Ella sabía que Gloria estaba decidida a dar el último paso, pero
el caso es que ella no lo estaba. Lo que más le preocupaba era llegar a
estar convencida de su propio destino. Lo que sucedía es que Edna no
quería encadenarse al diablo y tampoco quería morir; lo que ella
requería en esos días era la ayuda de alguien, por eso, quizá, se
explicaban las vacilaciones de su débil corazón. Ella, en realidad, tenía
la misma edad que Ernesto Covadonga. La vida la había expuesto a
una constante prueba donde ella se había visto empujada hacer lo que
su cuerpo le clamaba; para decirlo en pocas palabras: placeres y
dolores sufribles que se diluían en la debilidad de su alma. Pero Edna
se encontraba en un túnel negro donde no se podía vislumbrar ni la
salida ni la entrada; un túnel donde la luz estaba ausente y donde las
angustias se habían ido almacenando en su pecho y en su cuerpo y
retumbaban como tambores repicando en manos de los invocadores
del diablo. Edna había llegado a una cierta clase de claridad y después
de muchas semanas de haber estado a solas consigo misma había
llegado a la decisión que le era más necesaria: encontrarse con Ernesto
Covadonga.

Al llegar a Barcelona, Ernesto se dirigió a su piso. Portinari no estaba.


Después de tomar una buena ducha se colocó su bata y buscó un lugar
cómodo en el jardín para descansar. En la mesilla puso un manojo de
correspondencia. Había una carta que, por su tamaño y las formas de
la escritura, le atrajo la atención más que ninguna de las demás: era la
carta que Edna Duarte le había escrito. Edna le suplicaba por un
encuentro lo más pronto posible. El lugar lo determinaba ella: la
iglesia Santa María del Mar. Cuando entres, te vas directamente al
confesionario, allí estaré. En la misma iglesia, tendría él su
conferencia tres días después a partir de ese día. Ernesto buscó en el
interior de su maleta y comprobó en su agenda que era jueves. La cita
con Edna sería para el jueves de la siguiente semana. El corazón de
Ernesto le susurró que ese hecho tan sorprendente se debía a todos sus
esfuerzos invertidos. Sin nunca ceder, sin jamás rendir las armas ante
sus enemigos, es como se crean las defensas que, después, se
convierten en las armas invisibles de la verdad y nos salvan de las
situaciones consideradas por todos como imposibles. El samurai había
retornado a su corazón, el mago brujo se había convertido en el más
fiero y sabio animal y el guerrero zen empuñaba en sus manos la

88
espada de la lucidez. Ernesto se puso un buen traje, desistió de la
corbata y se encaminó hacia La Rambla para tomarse un whisky en el
restaurante chino. Portinari y Fernando estaban, también, en el
restaurante chino y habían ocupado una mesa. Hablaban sobre las
catedrales góticas, Platón y Aristóteles. Le presentó a Fernando y éste
le dijo que él había leído los artículos que Ernesto escribía en el Times
una vez al mes. Ernesto observó a Fernando y pudo saber de esa
manera que Fernando era una persona en correspondencia con las
partes buenas de las corrientes de la vida. Fernando, el nuevo rico, les
propuso ir a comer mariscos a la costa y todos estuvieron de acuerdo
en que la idea era justa. Ernesto aceptó la invitación pero dijo que la
hora de la conferencia se acercaba y él estaba obligado a revisar todos
los manuscritos de Paracelsus. De fiestas no puedo estar ahora, les
explicó, la hora es de los trabajos y las obligaciones con la sabiduría.
Fueron a un restaurante cercano y comieron fruti di mare, tres
enormes platones conteniendo mariscos de todas clases. Los tres eran
amantes de los mariscos: Portinari, por vivir en la costa, en
Coatzacoalcos; Ernesto, por haber educado sus gustos en su lugar de
nacimiento: Coatzacoalcos; y Fernando Marino, por haber nacido en
las costas del norte de Chile. No era que las razas se estuvieran
hermanando, era el mundo el que se estaba transformando y las
gentes, todas casi, estaban sintiendo que la era de los cambios
mayores había llegado. Los tiempos indetenibles del acercamiento
estaban arribando, también. Todo daba la impresión de haberse
convertido en una realidad doble. Fernando pensó que ese era el
instante preciso de irse a los dos extremos para llegar a una mejor
comprensión de las cosas. Aquel que hubiera escogido el centro como
lugar de observación hubiera sido una víctima más de una de las dos
partes en pugna, o de las dos unidas contra él. El hombre no posee la
fuerza unificadora del amor. De lo que se trataba era el de estar en
todas partes al mismo tiempo, para que todos pudieran tener
posibilidades de probar lo experimentado en la guerra de todos los
días y no sentirse de esa manera defraudado. Ernesto había
descubierto en la persona de Fernando a un guerrero más y le tomó
estimación y cariño a partir de ese momento. Sin embargo, las
circunstancias obligaban a Ernesto a controlar toda suerte de excesos.
Ernesto había regresado al piso solo. Portinari y Fernando habían
caído víctimas del placer cuando este se nutre de la cultura intensa,

89
vislumbrante y exigente del instante y se habían quedado en el mismo
restaurante para disfrutar de un par de buenas botellas de vino Rioja.
La noche entró por todos los espacios y se colocó en los hombros, en
las cabezas y en los sentidos de los hombres y en las superficies
muertas aún más pequeñas. El cielo se había cubierto de estrellas que,
con sus variaciones, ya habían sido de testigos de las mismas historias
una y otra vez, todas desintegrándose en el transcurso imperturbable
de los milenios. Esa era la lección del círculo: cuando entras es
imposible abandonarlo. Para poder desprenderse de sus fuerzas
magnéticas era necesario convertirse en un gran guerrero y estar
dispuesto a perderlo absolutamente todo para ganarse el derecho de
entrar, por fin, a las grandes avenidas de la inmortalidad. Portinari
siempre había expresado que Ernesto Covadonga era uno de estos
impecables guerreros. A Fernando le había parecido que Ernesto
Covadonga era un ser muy profundo y muy misterioso.

La conferencia de Ernesto sobre los elementales según Paracelsus


causó conmoción. Muchos de los iniciados de distintas partes del
mundo y, principalmente, de España, habían estado presentes.
Disuelta entre el auditorio, aunque no hubiera querido resaltar, Edna
Duarte no había despegado su mirada de Ernesto Covadonga mientras
este se mantuvo hablando. No se trataba solamente de que Ernesto
supiera manejar virtuosamente el lenguaje y ni la manera incisiva de
conocer lo escrito por Paracelsus, sino entrar en el universo
majestuoso del propio Paracelsus, lo que le distinguía de aquellos que
alguna se habían visto envueltos en faenas semejantes. Cuando la
conferencia hubo concluído, todos habían ido a comer en compañía de
Ernesto. Portinari y Fernando se mantuvieron siempre a distancia,
pero bastante cerca de él. Edna se había esfumado. Era el principio de
la tarde del domingo. Al inicio, él había estado esperando por la señal
del presentador y pensaba en ese entonces que el tiempo le estaba
combatiendo; su mirada estaba clavada en Portinari que a cada
instante miraba si el reloj ya marcaba la hora señalada. El jueves
entrante, él se encontraría con Edna. Ernesto había depositado un
montón de energías en el encuentro y resultaba que ahora el encuentro
iba a tener lugar. Ya en su piso, Ernesto había empezado a revisar
viejos documentos que un amigo catalán, al cual él había acudido, le
había proporcionado. Ernesto tenía toda la obra de Paracelsus ante si.

90
Pero su grado de concentración había sido invadido por pensamientos
que tenían que ver con Edna Duarte. Se la había figurado en sus
quince años y llena de sueños únicos. Esa había sido una época en que
el tiempo se había aliado a la perfección y él simplemente hubiera
querido sucumbir allí mismo en los ofrecimientos incontenibles del
amor. Ernesto regresó a si mismo: nada de sueños elaborados con el
polvo que la cola del diablo levanta para arrojar el veneno de sus
mentiras contra sus víctimas. Ernesto se sintió feliz de saber que al fin
iba poder hablar, no rostro a rostro, pero rostro-red-cortinilla-rostro en
el confesionario, con su amada de siempre Edna Duarte. La hora se
acercaba misteriosamente. Camino hacia la iglesia, Edna había sido
detenida por una niña que le había preguntado cómo llegar a la iglesia
Santa María del Mar. Edna, mirando los ojos llenos de luz intensa de
la niña, trató de explicarle el camino, pero después se había decidido
llevar a la niña a la iglesia pues ella misma estaba sobre el mismo
rumbo. Edna había tomado la mano derecha de la niña y las dos
habían caminado unos doscientos metros. De pronto, la niña se
desprende suavemente de la mano de Edna y mirándole directamente a
los ojos, le dice: no dejes que el miedo triunfe sobre ti, hija mía,
confía en aquel que difunde las verdades de la naturaleza. La niña
desapareció, se volatilizó en los aires, es esfumó y detrás de todo esto
quedó flotando el perfume de una verdad bienhechora y limpiadora.
Edna había sentido que su sangre se había lanzado a una carrera
desbocada. Al entrar a la iglesia miró hacia el confesionario y avanzó
con un poco de dificultad. Se miró las manos y observó que las
arrugas aparecían lentamente. De los veintidós años, que Edna tenía
hace solo unos minutos atrás, unos cuantos segundos después había
sido colocada en su edad verdadera de setenta años. Edna era una
anciana. Una cosa curiosa que ella había sentido es que el miedo
nunca había hecho presa de ella. Edna seguía pensando en la niña y las
palabras “no dejes que el miedo triunfe sobre ti”. Aceptó las cosas tal
cuales eran y se sentó unos minutos en espera de la llegada de Ernesto.
En esos mismos instantes, Ernesto estaba entrando a la otra parte del
confesionario. Hola Edna, dijo Ernesto, cómo te encuentras? Edna,
antes que cualquier otra cosa, le confesó que la conferencia sobre
Paracelsus y su obra la había dejado sin habla. El que ella estuviera
allí, con él, se debía a que ella, Edna Duarte, necesitaba de su ayuda.
Qué es lo que Edna pedía ?, le había preguntado él, dejando caer en la

91
pregunta una piedad ilimitada por ayudarla. Los dos siempre se habían
entendido hasta en el silencio. Edna le relató entonces sobre la prueba
de los dos años que ella y Gloria habían acordado con el diablo como
tiempo de pausa y de reflexión pero, principalmente, como tiempo de
certificaciones para que el diablo les mostrara lo que ellas irían a
recibir en el caso de ellas venderles sus almas. Yo, le había dicho
Edna muy serena, ni quiero ni ansío las riquezas del diablo y ni quiero
la belleza y la juventud eternas. Quiero romper todo contacto con ese
acuerdo. Y Ernesto le había contestado que eso no era ningún contrato
y que el acuerdo no tenía de ninguna manera la validez de un contrato,
ni en los infiernos y ni en los cielos. Nadie te puede obligar, le había
dicho, que tú te veas ligada a hacer lo que el diablo quiera sin la
participación de tu voluntad. Ella le había preguntado si había forma
de diluir toda esa pesadilla en los cataclismos del tiempo. Muy fácil,
había dicho Ernesto, hay que acudir a la ayuda de los Elementales.
Uno de ellos va a hacer lo que tú le pidas para ayudarte! Edna salió
del confesionario y esperó por Ernesto. Los dos hacían una extraña
pareja. Se abrazaron mirándose a los ojos durante un buen rato y en
esa posición permanecieron hasta que las campanas de la iglesia
empezaron a doblar con sonidos que recordaban a la misma intensidad
de la alegría. Edna sintió que algo la obligaba a mirar hacia la figura
de la virgen: el rostro de la niña que ella había encontrado camino a la
iglesia había tomado lugar en el rostro sereno de la madre del mar,
pero desapareció en un instante fugaz. Tomaron un taxi y Ernesto la
dejó en su hotel. Ernesto continuó hasta Paseo de la Gracia y en el
cafetería-bar de abajo pidió un whisky antes de subir a su piso para
tomar una siesta. Ernesto y Edna comerían juntos esa noche y después
irían a la ópera. Hoy hay una ópera de Verdi en el teatro, le había
invitado Edna mostrándole dos boletos. Fueron a la ópera y después
cada uno tomó un taxi para que los llevara a sus sitios. Cuando Edna
entró a su cuarto, se sintió muy ágil y llena de energías. Se quitó las
ropas y las arrojó a la alfombra. Se fue a mirar al espejo y, oh!
demonios !, ella era la misma Edna de los dos últimos años: veintidós
años, cuerpo de diosa maligna, bella como la misma palabra dolor.
Edna se sentó en la cama unos momentos, se levantó casi
inmediatamente para abrir una botella de cerveza checa y reconoció
que la fuerza del diablo, cuando de verdad desea cercarnos, nos otorga
siempre lo que más nos halaga. Unos momentos antes Edna había

92
asistido a la ópera, al lado de Ernesto y su fuerza bienhechora, hecha
una anciana y ahora, al llegar al cuarto del hotel había recuperado su
antigua belleza diabólica. Marcó los números del celular de Ernesto y
le dijo que ella pasaría a buscarlo a la mañana siguiente. Iré a tu piso,
le dijo, a las once de la mañana en punto estaré allá. Ernesto le había
prometido que él la esperaría a esa exacta hora. La noche cayó
acompañada de todos los ruidos que los humanos descargan en la
atmósfera para disipar sus amarguras y complejos y la ciudad fue
exacerbado sus ánimos para entrometerse en todos los conflictos,
encuentros, ideas individuales, rompimientos, deseos, movimientos,
lenguas, silencios , tentativas, represiones, expresiones, resoluciones,
ceses, gritos, impulsos animales, silencios, todo ese desorden
mezclado con el alcohol y las drogas y el sexo, dándole a la ciudad
una efigie donde el que llegara tendría que gastar energías para tratar
de empezar a comprender toda esa fuerza que se desataba para invadir
todas las superficies y todos los orificios, todas las luces artificiales y
todas las sombras. Barcelona ha sido, es y será, por los tiempos
venideros el lugar en donde el que arribe lo hará para descansar,
recuperar fuerzas perdidas y encontrar el principio de nuevos
senderos. Las horas se escurrieron suavemente y el sol empezó a
levantar por la línea que fijaba el horizonte. Era una mañana limpia y
silenciosa. Edna entró al cuarto de baño y tomó una ducha llena de
una alegría hace mucho tiempo no sentida. Cuando caminaba por la
Rambla algunos turistas mañaneros fueron despertados por la
sorpresa. La diosa infernal, Edna Duarte, despedía peligro y
provocaba ofuscaciones al pasar por cualquier lugar. Aquellos que se
atrevían mirarla a los ojos caían rendidos ante una insana pasión que
los encadenaba a sufrimientos momentáneos muy dolorosos. Edna
Duarte, seguida muy de cerca por el diablo, llegaba a Paseo de la
Gracia para ir a lo de Ernesto Covadonga. Edna oprimió el timbre.
Ernesto bajó las escalerillas para abrir la puerta. Al verla frente a el,
Edna despedía una deslumbrante belleza, pero poco a poco, al poner el
primer pié en el piso de Ernesto, su belleza fue desapareciendo para
dar lugar a la anciana Edna Duarte. Edna empezó a sentir por todo su
cuerpo las ebulliciones del tiempo cuando este revierte todas las
concepciones para advertir a sus víctimas que las fronteras creadas
pueden trascenderse por la acción del mal actuando sobre todas las
concepciones establecidas como verdaderas. Ernesto mismo había

93
sido testigo del cambio que Edna había sufrido al entrar a su piso.
Edna, al sentir las descargas eléctricas que la estremecían, se había
cubierto el rostro con las manos, no para ocultarse, sino por el dolor
que le causaba saberse en manos de las trampas del diablo y nada
poder hacer. Cuando los dos entraron al jardincillo, Edna se
preguntaba el por qué de muchas cosas. Ernesto, que conocía la
naturaleza de las cosas, le distrajo con una taza de té de manzanilla
con miel. El sabía que los símbolos que él había colocado en la parte
superior de todas las puertas y ventanas de su piso, dejaban sin efecto
todas las maldiciones y todas las tentativas del mal para intentar
despojar los valores del bien de las vidas que la naturaleza había
puesto en sus partes secretas. Edna había llegado a la misma
conclusión: cada vez que ella se encontrara en las cercanías de
Ernesto, especialmente en su morada, el mal quedaría abatido y no
podría jamás poner en funciones sus maniobras. Toda esa energía
maligna, quedaba simplemente abatida. Si ella envejecía cuando se
encontrara cerca del bien, el diablo le volvería a dar su belleza
maligna cada vez que ella se alejara del bien y sus fuentes.
Ernesto le hizo entrega de un medallón que había pasado por las
manos de uno de los grandes magos de la hermandad blanca hacía casi
quinientos años. El medallón contenía los símbolos de protección
sobre los que Paracelsus había trabajado. Ernesto mismo le colocó la
cadena de oro con el medallón en el cuello. Al oído, le dijo que no
volvería a caer bajo el dominio que la sujetaba a la influencia de las
transformaciones y los cambios; contra esto no hay nadie que pueda,
le había asegurado Ernesto. La confianza de Edna en Ernesto se fue
fortaleciendo a tal grado que Edna no podía dejar de pensar en todos
los años perdidos junto a Gloria Montenegro y todos los adoradores de
las malas artes. Edna veía claramente que la intención de Ernesto era
adentrarla en esos misterios que aún permanecían totalmente ocultos
para las grandes mayorías. Paracelsus, le había repetido Ernesto vez
tras vez, ha descrito las cuatro diferentes clases de Elementales cuando
nadie hubiera pensado que eso fuera posible: los seres del Agua, los
seres del Fuego, los seres de las Montañas y los seres del Viento.
Después le explicó la inclusión por parte de Paracelsus de los
Gigantes, las Melusinas y los seres de la Montaña de Venus. Pero, de
dónde provenían ?, le había preguntado Edna descubriendo todas las
dudas que se alargaban en su silencio. Ernesto le había contestado que

94
a todos ellos siempre se les había considerado como hombres, pero no
descendientes de Adan (Adam). Ellos, los Elementales, eran otras
criaturas, diferentes de los hombres y diferentes de los animales. Pero
Ernesto le quería hablar sobre los misterios de la creación. Paracelsus
había dicho que antes que nada estaba la creación y después lo que los
seres Elementales eran. Ellos, le explicaba Ernesto con paciencia,
habían considerado la importancia de sus vidas en un orden: su
nación, en primer lugar y sus moradas, en segundo lugar; es decir, su
existencia colectiva a través de los milenios y el lugar donde ellos se
encontraban y vivían. En tercer lugar, Ernesto trataba de concentrarse
en la claridad de las líneas de las explicaciones, ellos se habían
acercado a los hombres dejándose ver por ellos. Los Elementales se
concentraban todos en una sola persona que estuviera en sus cercanías
y esta persona estaba entonces en capacidad de poderlos ver. Después,
los Elementales se habían mezclado con los humanos para sobrevivir
su maldición: ellos habían sido escogidos por la perfecta voluntad, que
nosotros los humanos apenas si percibimos algunas veces, a pesar de
su enorme fuerza, para tratar de apropiarse de un alma; lo que los
Elementales siempre han deseado es el alma. En cuarto lugar, se
trataba de elucidar cómo es que los Elementales habían podido llevar
a cabo sus maravillosas obras y sus extraordinarios trabajos artísticos.
Ernesto hizo un paréntesis y le habló un poco sobre las Melusinas y
los seres de las Montañas de Venus. En quinto lugar, Ernesto habló
largamente sobre los gigantes y sus orígenes, su desaparición y su
retorno. Es que los gigantes habrán de retornar ?, le preguntó Edna
con angustia. Claro, los gigantes aparecerán en la Tierra poco antes de
los tiempos finales. Ernesto le había dicho a Edna que nada de estas
cosas aparecían en las Sagradas Escrituras, Las Sagradas Escrituras
han sido siempre expuestas a la revisión y han sido siempre bien
limpiadas de las verdades y los portentos; de eso no quedaba
absolutamente nada. Ernesto le estaba diciendo que todo eso
aparecería alguna vez en el futuro cercano. En las Sagradas Escrituras
se cita a los Gigantes, pero de una forma breve y ligera casi sin
importancia. Estos seres habían tenido vida, le había asegurado
Ernesto y después había añadido que los Elementales todavía existían.
Convertirse en amigos de los Elementales era casi un imposible. Ellos
no se atreven acercarse a los humanos, pues los actos de los hombres y
las mujeres les horrorizan. Los Elementales son muy necesarios a la

95
abundancia de la creación. La creación ensaya todo el tiempo en ellos;
es por eso que sus caminos no podían desligarse ni de los hombres ni
de las mujeres. Ernesto necesitó combatir la creencia de que los
Elementales habían sido siempre innecesarios. Los seres humanos no
hablan nunca sobre ellos ni de ellos porque los consideran
inexistentes. Las razones de su existencia están en que ellos forman
parte del propósito final. El corazón de Edna latía aceleradamente.
Esto, le había asegurado Ernesto, permanecía en la parte impenetrable
de los secretos. Le habló de cosas tan increíbles como la carne.
Siempre ha habido dos clases de carne: la carne que proviene de Adán
(Adam) y la carne que no proviene de Adán (Adam). En la mente de
Edna surgieron luces que le alegraron pues ella nunca había pensado
así de estas cosas ni nunca se hubiera atrevido a imaginar que estas
cosas tenían una explicación tan sencilla. La carne de Adán (Adam),
lo había sostenido Paracelsus, es burda y ordinaria porque es terrícola
y no es más que una carne que puede ser tomada y asida igual que
cuando nosotros tomamos un pedazo de madera o una piedra. La otra
carne, gritó casi Ernesto, la que no provino nunca de Adán (Adam), es
una carne sutil y no puede ser tomada ni asida porque no ha sido
hecha del barro de la tierra. Edna, entonces, se perdía en laberintos de
pensamientos ofuscados que le llevaban a las tierras desaparecidas de
los principios y la traían a la tierra incomprensible de la muerte y los
hechos brutales. Sobre la carne de Adán (Adam), Paracelsus había
dicho que eso significaba el hombre de Adán (Adam). La carne de
Adán (Adam) es tan corriente como la carne compacta de la tierra. Ese
es el motivo por el cual los hombres no pueden atravesar las paredes.
Pero ante la carne que no era herencia de Adán (Adam), las paredes
cedían, lo que valía decir que esa carne no requería ni de huecos ni de
puertas, esa carne traspasaba las puertas y las paredes y permanecía
intacta sin ser alterada en lo más mínimo; tampoco rompía o
adulteraba nada. Pero cuando los Elementales trabajaban en sus obras
y en el arte las cosas podían ser asidas; sus obras de arte, para quedar
testimoniadas, pasaban a formar parte de la realidad, entiendes?, le
suplicaba casi Ernesto con su dulce mirada. Misterios y más
misterios. Edna estaba concentrada hasta en el silencio de Ernesto.
Secretos impenetrables para mí, suspiraba Edna; pero ella confiaba en
Ernesto y todo lo que él le dijera tenía el mismo valor que el cielo, el
mar, el aire que ella respiraba, las estrellas y la presencia muy real de

96
los días y las noches. Edna empezó a comprender que los Elementales
eran carne, carne y huesos y todo lo demás y entendió entonces que
toda la naturaleza protegía a la naturaleza de los hombres. Pero los
Elementales eran diferentes por su origen doble. Después Ernesto dijo
que los Espíritus, por el contrario, pasaban a través de las paredes,
pero no poseían carne, ni sangre ni huesos. Los Elementales tenían
hijos e hijas y esos niños hablaban y orinaban y cagaban y jugaban y
comían y tomaban sus paseos, y eso no podrían hacerlo los Espíritus.
Ernesto le aseguró que los Elementales eran igual de veloces que los
Espíritus, para desplazarse por todas partes. Los Elementales, le dijo,
se parecen al hombre y a la mujer: los mismos gestos, los mismos
ademanes; su alimentación y su figura les eran semejantes. Algunos
Elementales tenían el carácter de los Espíritus y el carácter de los
hombres al mismo tiempo. Aunque sean Espíritu y hombre a la vez,
no son ni lo uno ni lo otro. No pueden ser hombres porque poseen la
misma conducta que los Espíritus, no podrían ser Espíritus, tampoco,
porque ellos comían y bebían y tenían sangre y estaban hechos de
carne, aunque su carne no fuera la carne de Adán (Adam). Ellos son
una creación única, diferente de las otras dos, la de los hombres y la
de los Espíritus: igual a un remedio compuesto de dos distintas
substancias, una dulce y agradable y la otra desabrida y ácida; o dos
clases de colores que mezclados devenían uno y, sin embargo, seguían
siendo dos. Sería muy necesario aclararte, le había dicho Ernesto, de
acuerdo a Paracelsus, que ellos son Espíritus y ellos son hombres,
pero no son ninguno de los dos, en verdad. El hombre posee un alma,
el Espíritu nó. Los Elementales son las dos cosas, sin embargo no son
idénticos a los Espíritus. Los Espíritus no fenecen, pero los
Elementales sí. Los Elementales no son igual que el hombre, pues
carecen de alma. El Elemental era una bestia y moría igual que las
bestias. El animal no poseía, tampoco, alma, era el hombre el único
que poseía alma. El no tener alma era lo que le confería al Elemental
su condición de bestia. Edna había sido golpeada con la contundencia
de una verdad con la cual ella nunca había estado en contacto. Pensó
en su alma y se asió a esta verdad como si en ello le fuera más que la
propia vida. Cuando Ernesto la fue a dejar a su hotel, Edna le confesó
que ella pensaba alquilar un piso por las cercanías del mago.

97
Ernesto lo había decidido después de haberlo pensado detenidamente:
se quedaría en su piso tres días. Portinari había pasado por lo de
Fernando y los dos se irían de visita a la Sagrada Familia. Las horas
habrían querido sujetarse al asombro de los hombres para no
abandonar el día. Serían cerca de las siete de la noche cuando Portinari
llegó al piso para, las últimas tendrían que ser cosas de importancia,
repetir la gran noticia de que el FBI había detenido a un doble de
Santiago Montenegro y no al verdadero general Montenegro.
Montenegro se había ocultado en los subterráneos de las sombras y
actuaba desde allí con su habitual agilidad y astucia. Lo último que se
sabía es que no se sabía mucho. Portinari contactó a varias de sus
fuentes y éstas le informaron que el general Montenegro había tomado
un Jet y había volado hacia España y desde Madrid, en donde le
habían proporcionado documentos de identidad falsos, había sido
transportado hacia la India, decían algunos y, otros sostenían que él se
encontraría seguramente en Bangladesh o en Thailandia. La última
pista lo situaba entre Thailandia y Burma. Una de las fuentes le
aseguraba que Montenegro estaba preparándose para asesinar a
Ricardo Ponce de León (ahora Carlos Andrés Michelena ). El general
Montenegro había sido informado por uno de sus agentes dobles que
él estaba en posesión sobre la nueva identidad de Ricardo Ponce de
León. Este agente, Julio Ezquerra, que había escapado a las redadas
del FBI y de la policía mexicana, era el único hombre de Montenegro
que conocía la nueva identidad de Ricardo Ponce de León. Julio
Ezquerra le había hablado directamente a un número de un celular que
jamás había sido usado pero que el general había dedicado al caso
Ricardo Ponce de León. Ricardo Ponce de León vivía normalmente en
New York, pero ahora se llamaba Carlos Andrés Michelena. Después,
Julio Ezquerra le fue informando a Montenegro de los nuevos
negocios de Ricardo, del contrato hecho con el FBI para caerle a usted
general, le había susurrado a Montenegro el proscrito Julio Ezquerra.
En unas cuantas palabras: Ricardo Ponce de León (Carlos Andrés
Michelena) se encontraba en los sótanos abiertos hechos para aquellos
que ya hubieran decidido cambiar radicalmente de vida. Julio
Ezquerra mencionó a Galatea Wellington y todo lo que ella
significaba para Ricardo. Entre Ricardo y Galatea no existían los más
mínimos secretos. Galatea estaba enterada de todo y estaba conciente
de los riesgos que corría. Portinari, que movía sus piezas en diversos y

98
continuos planos, había llevado a Julio Ezquerra a los terrenos de la
colaboración con la promesa de salvarle de la cárcel o por lo menos de
que le dieran una condena bastante corta. Julio Ezquerra no le había
substraído ni una pizca a la verdad. Portinari había hablado con
Galatea y le había puesto al tanto del peligro que Ricardo y,
especialmente, ella corrían. Ricardo y Galatea fueron introducidos a la
clandestinidad y recibieron nuevos documentos sancionados por el
FBI. Ernesto que había escuchado la conversación de Portinari le dejó
hablar y extenderse por lo menos cuarenta y cinco o cincuenta
minutos. Hoy, le había dicho Ernesto a Portinari, has salvado dos
vidas. Y Portinari se había quedado sin nada que decir. Ernesto sabía
que, para salvar a Edna, habría que estar incondicionalmente al lado
de ella; a él le era imposible moverse ahora de Barcelona. Edna, que
ya no era atacada por los cambios y las transformaciones, se había
refugiado en Ernesto y la visión que este hombre, su primer amor en la
adolescencia, tenía de la vida y el conocimiento sagrado de las cosas
que su sabiduría le permitía manejar para defender a los errados y a
los débiles. Ernesto, había recordado ella, siempre había actuado de
esa clara manera.

Federico Gómez de la Serna y Catalina Rivera Altamonte habían


abandonado Barcelona y habían partido hacia Italia. Pasaron algún
tiempo recorriendo las ciudades de Firenze, Venezia y Roma. Después
volaron hacia Grecia, Egipto y visitaron las catedrales góticas en
Francia y se perdieron por las huellas que los antiguos iniciados
fueron dejando en las piedras cuando se desplazaban hacia los lugares
en donde ellos se reunían para intercambiar ideas, hablar entre ellos y
compartir todos los hallazgos que hubieran hecho. Esos viejos
senderos eran, en verdad, bibliotecas eternas: la universidad en manos
de la sabiduría, en pocas palabras. Javier Calderón había hecho un
viaje relámpago hacia Barcelona. Cuando Portinari le fue a buscar al
aeropuerto internacional, los dos se metieron a la primera cafetería-bar
que encontraron y hablaron sin parar casi cinco horas. Portinari le
había puesto en conocimiento de todas las historias. Todo era como
una red donde la telaraña esperaba pacientemente para atrapar a sus
infelices víctimas y después entregarlas a la araña para deshacerse de
ellas. El domingo había llegado. Ernesto ya se había duchado y estaba
listo. Portinari, Javier y Fernando, que ya se había adherido al grupo,

99
estaban esperándole impacientemente. Los cuatro gatos partieron
hacia la iglesia Santa Maria del Mar. La iglesia estaba a reventar.
Ernesto entró por una puerta lateral. Los muchachos estaban apoyados
contra la pared y esperaban por la aparición de Ernesto. Esa
conferencia causó una verdadera conmoción, especialmente entre los
sostenedores de las ideas anticuadas que ya habían cerrado sus
corazones a la verdad. Ernesto sabía muy bien que muy pocos habrían
podido entender los significados sagradísimos de la magia. Es verdad
que siempre han habido muchísimos escritores que siempre han
abordado la magia sin saber de lo que están tratando. A Ernesto le
parecía que la gente estaba más dispuesta aceptar la debilidad del
engaño que entender la fuerza inconcebible de las leyes ocultas de la
naturaleza; ocultas pero a la vista de todos, especialmente cuando
nosotros la vemos e interpretamos y realizamos su marcha
precisamente como ella lo hace. Ya no hay dos marchas; por un lado
la marcha de la naturaleza y, por el otro, la marcha desbocada del
hombre. Ahora las dos marchas deberán suceder al mismo tiempo,
diluirse una en la otra para limpiarse de las influencias malignas y
arrojar las escorias de esa podredumbre a los abismos a los cuales
ellas pertenecieran. Esa misma semana, los organizadores de los
aspectos sociales de la conferencia de Ernesto sobre los Elementales
según Paracelsus, habían organizado una especie de encuentro entre
todos los iniciados que se estuvieran en Barcelona. Ernesto no pudo
rechazar esta tarea y tuvo que verse obligado a comer, beberse solo
una copa de vino y hablar con gentes provenientes de muchas partes
del mundo. Como a las diez de la noche, la conferencia había
transcurrido entre el mediodía y las tres de la tarde, Ernesto fue
conducido en una limousine a su piso. Portinari, Javier y Fernando
habían tomado un taxi y llegaron unos quince minutos después que él.
Ernesto y Edna estaban en el jardincillo disfrutando de un vaso de
whisky. Los cinco habían tomado asiento en torno a la mesilla.
Ernesto les dijo que la batalla de todos los días siempre ha
transcurrido entre los que pertenecen a la luz y los que se esconden en
la parte opuesta donde ella se encuentra. Podríamos decir, añadió, que
es la misma lucha entre la filosofía de Platón y la filosofía de
Aristóteles. Exactamente!, exclamó Fernando. Javier miraba la
reacción de ellos clavando su vista en los ojos de todos y los pequeños
e imperceptibles movimientos de sus rostros. Javier meditaba

100
milésimas de segundos y después retornaba al centro de la
conversación. Esa noche hablaron hasta de la importancia de los
animales en su tarea de realizar los trabajos que la naturaleza les
asignaba a todas y cada una de las incontables especies que existen en
el mundo. Muchas especies desaparecían, pero siempre surgían nuevas
especies de la nada. Unas especies recogen, otras devoran los restos;
unas polinizan, otras conducen sus trabajos y los elementos les
ayudan; unas fertilizan, otras se encargan de limpiar; unas se
sacrifican alimentando a la especie humana, otras devoran; unas
trabajan y trabajan creando cosas que el hombre jamás podría hacer,
otras viven entregadas a tareas secretísimas de las cuales nosotros no
tenemos ni una sola idea. En fin, había dicho Ernesto antes de dirigirse
hacia la puerta para despedir a Edna, que no nos basta la vida de todas
las generaciones idas y por venir para entender la magia escondida en
los secretos que tenemos al lado y que desconocemos. Todos se
quedaron pensando. Portinari y Javier acompañaron a Edna a su piso.
Fernando se fue a lo suyo y Ernesto se tiró a descansar. El día había
dejado sus marcas!

El lunes por la mañana, Fernando había llegado, como lo había


convenido, al piso de Ernesto. Ernesto, Portinari y Javier, habían
estado esperando por la llegada de Fernando. Los cuatro gatos
desayunaron con toda calma pues ya todos habían hecho sus maletas
de viaje. Ese mismo día partirían para Santiago de Compostela para
quedarse allá un día y asistir a una nueva visión sobre la lucha por el
existir que la filosofía de los iniciados sostiene y su defensa contra
todo lo que como fuerza enemiga le salga al paso. Recorrerían el
mismo camino de las estrellas al revés, para irse adentrando en lo más
reciente, primero que todo, y desde allí andarían el sendero de las
rutas de iniciación. Ernesto estaba obligado a tomar el avión de
regreso el sábado, de manera que la lucha era contra el tiempo.
Acordaron que lo mejor sería alquilar un automóvil y se pusieron en
marcha a las once de la mañana. Tendrían tiempo hasta el sábado y no
deberían de perder tener en cuenta que les era necesario encontrarse en
las cercanías de algún lugar con aeropuerto. Todas las medidas habían
sido tomadas. El sábado habían recorrido casi todo el camino, pero se
habían quedado en Pamplona para desde allí tomar el avión hacia
Barcelona. Fernando, Javier y Portinari regresarían con el coche.

101
Ernesto estaba de regreso el sábado y los tres gatos restantes llegaron
al lunes en la mañana. Fernando pensaba que el nombre Barcelona
encerraba significados que le causaban cierta desconfianza: Bar te
puede, por lo celona, dejar. En la lona de un Bar está ce. El Bar ce-lo
en la lona. El ce de la lona en el Bar. Todas las posibilidades
examinadas por él le llevaron a la conclusión de tener que considerar a
las simples palabras, Arce B lo-na, como las más importantes de todo
este juego sin aparente sentido en el cual él había entrado sin quererlo;
bueno, eso en apariencia, sobre todo si este resultado le conduciría a
una lucha abierta contra el general Montenegro. Las delicias son
pasajeras, se dijo, después hay que hacer lo que un verdadero ser
humano está obligado hacer: luchar, caer, levantarse, volver a iniciar
la lucha, volver a caer y volver a levantarse y asi por todos los asi que
cualquiera quisiera, jamás rendirse. Fernando se sentía señalado por el
privilegio. Fernando caminó hacia el estanquillo de periódicos y
compró el diario. Observó el encabezado: El banquero Arce, que nadie
conocía, estaba en Barcelona. Fernando recibió un hilillo de luz
reveladora: y si Arce era el general Montenegro?

Ernesto, Portinari, Javier y Fernando habían hablado sobre la enorme


oportunidad que ahora surgía referente al general Montenegro. De
todo eso obtuvo una idea. Javier ya había hablado con el embajador
mexicano en Estados Unidos y los dos habían acordado un encuentro
con el FBI. Ellos le habían propuesto a la Oficina Federal de
Investigaciones un sencillo plan que les permitiría atrapar al general
de estrellas falsas. Lo que el general, - por la misma intensidad del
deseo que se había desatado en su locura para reclamar el
cumplimiento de la hora de la revancha -, exigía era un encuentro.
Arce, pues, no era el general Montenegro. El general, por su parte,
pensaba que la hora decisiva había llegado. El FBI, de acuerdo al plan
de los cuatro gatos, haría un doble de Ricardo Ponce de León (Carlos
Andrés Michelena), doble que desde el momento en que Michelena es
creado había sido ya “construído” por los especialistas de la oficina
federal. Era un sábado lluvioso y triste; el general de brillos peligrosos
les había, cinco horas antes, - error del general -, señalado el lugar del
encuentro. El sitio era una de las antiguas residencias de Montenegro
que estaba situada en el centro de la isla de Manhattan. La oficina
quiso alargar el tiempo y pudo obtener de Montenegro dos horas

102
extras. Ellos, Montenegro y Ponce de León (Michelena), se
encontrarían para hablar. Michelena sería situado en el segundo piso,
pero reflejado varias veces por grandes espejos. La atmósfera había
sido atenuada eliminando la efectividad de cuatro lámparas, por un
lado y, por el otro, cambiando las antiguas ampolletas de elevados
watts por otras de menor potencia. Dos años atrás, los hombres de
Montenegro habían colocado, en la base del edificio, explosivos para
hacerlo volar. El FBI tuvo tiempo para eliminar cierta cantidad de
cargas explosivas, pero el tiempo no les había bastado para
neutralizarlas a todas. Montenegro había llegado exactamente a la
hora convenida. Cuando Montenegro estaba parado en el centro de la
sala mayor – debajo había cargas explosivas de gran potencia –
Michelena parecía encontrarse al principio de la escalera que conducía
al segundo piso. El general Montenegro había hecho uso de su celular.
Los testigos relatan que la explosión levantó por los aires toda la
superficie donde Montenegro se encontraba. Ese fue el verdadero final
del general Montenegro y lo que él había creído en los últimos
instantes de su alevosa y desquiciada existencia: la muerte de Ricardo
Ponce de León. Pero Ricardo (Carlos Andrés Michelena) había
salvado el pellejo. Algunos agentes resultaron heridos, pero no había
habido muertos. Una semana después de todo esto, Ricardo Ponce de
León y Galatea Wellington estaban volando hacia Barcelona. El FBI
les había informado de la activa y eficiente participación de los
hombres “barceloneses” para lograr eliminar a Montenegro, general de
estrellas no ganadas, cabrón, marrano, sombra siniestra de pasados
crímenes escondidos por su alevosía, presencia voluptuosa del mal.
Ricardo quería encontrarse con Ernesto y con Portinari para
agradecerles, de alguna caprichosa manera había que decirlo, por todo
el valor mostrado, examinado desde las fronteras de las variaciones en
que la realidad hubiera tomado forma. Gloria Montenegro había sido
llevada a una clínica en Suiza y había quedado bajo el control de los
médicos por algún tiempo. Gloria fue el tema central de los chismes y
muchos la situaron en distintos y lejanos países. Gloria había vendido
su alma al diablo y su belleza se había convertido en una fuerza activa
sin control que arrasaba con las almas que cayeran a su paso. Leticia
González se había unido a los proyectos de Gloria y había caído en la
corriente que lleva a la gente de mediana inteligencia a los valles
hambrientos del olvido y las desesperanzas. Mientras tanto, Ernesto y

103
Edna, habían roto con el convenio de encontrarse cada jueves para
hablar. Ahora se encontraban todos los días y Ernesto le había
incendiado el corazón al confesarle que dentro de muy poco tiempo
arreglaría todos los problemas de ella en forma definitiva. Pero hoy
era lunes y Edna estaba en camino a lo de Ernesto.

Cuando Edna y Ernesto estaban en el jardincillo del piso del primero,


prosiguieron con la conversación que habían dejado anteriormente en
suspenso. Paracelsus, le había recordado Ernesto, dijo que los
Elementales eran igual que los hombres, pero sin alma; eran mejor que
el hombre en el sentido que se parecían a los Espíritus a los cuales
nadie puede, ha podido y podría cargar; es decir, llevar a cuestas;
después le dijo que los Elementales aparecían ante nosotros como en
visiones que semejaban a los sueños. Paracelsus, continuó Ernesto,
escribió que los Elementales estaban separados de los hombres porque
su carne no era igual a la carne de los descendientes de Adán (Adam);
es decir, ellos no participaron en las leyes que hicieron posible la
tierra con la cual Adán (Adam) había sido creado. Tienen hijos y sus
hijos son parecidos a sus fuentes, pero no son iguales que los hombres.
Sus descendientes son ricos, inteligentes, hábiles, pobres, tontos e
ingeniosos, como aquellos que provienen de la carne de Adán (Adam).
Se parecen a nosotros los hombres en distintas maneras. Recuerda,
Edna, aquellas palabras que incendian muchos corazones todavía: el
hombre es la imagen de Dios; esto quiere decir que el hombre ha sido
creado de acuerdo a la imagen de Dios. Los Elementales son la
imagen del hombre y han sido creados de acuerdo a la imagen del
hombre que Dios creó después. Paracelsus dijo que el hombre no era
ni podría ser Dios, pero había sido creado a su imagen. Pero Edna no
entendía del todo la dirección hacia la cual Ernesto deseaba llevarla.
Se había enterado, por la pasión incendiaria de Ernesto más que nada,
que los Elementales no podrían ser lastimados por ningún elemento y
que las enfermedades, distintas a las enfermedades de los hombres,
los agobiaban y exterminaban a muchos de ellos y que ellos trataban
todo el tiempo de conservar su salud. Ellos morían igual que el
hombre, pero estaban muertos igual que las bestias; es decir, carecían
de alma. Sus costumbres y su conducta eran humanas; hasta la forma
de hablar, cocinar, vestirse, dormir, trabajar, limpiarse, discutir. Ellos
no poseen la presión de los hombres en lo concerniente a servir a

104
Dios, proseguir en sus senderos y recoger sus buenas cosechas de la
vida porque no poseían alma. El hombre, por el hecho de poseer alma,
poseía el juicio de escoger. A Edna le había fascinado la forma como
Ernesto había abordado la cuestión referente a sus moradas. Los seres
del Agua eran las Ninfas; los del Aire, Sylphides; los seres de la Tierra
eran los Pigmeos y los del Fuego, las Salamandras. Paracelsus difería
de estos nombres y prefería llamar Ondinas a los seres del Agua, y a
los del Aire, Seres Silvestres; a los Seres de la Montaña, les
denominaba Gnomos y a los Seres del Fuego, los Vulcani, en lugar de
usar el nombre de Salamandras.

Después, Edna recordaba las palabras de Ernesto repitiendo lo que el


maestro Paracelsus había escrito casi quinientos años atrás: Los Seres
del Agua, Las Ondinas, no se cruzan jamás con los seres de las
Montañas, los Gnomi, ni con las Salamandras, los Vulcani. Cada cual
tiene su propia morada. Para los seres de la Montaña, los Gnomi, la
Tierra es su aire y es su Caos. Todo lo que es de ellos existe en ese
Caos; todos tienen su morada en ese Caos. Y si para nosotros es fácil
caminar a través del aire, rodeados de aire, en el aire, el aire no puede
detenernos; las rocas y los picachos son una cosa fácil para los Gnomi,
pero para los hombres no. Edna Duarte estaba en los inicios de un
gran aprendizaje y para detener su asombro iniciaba entonces una
caminata eléctrica que le llevaba de regreso a los sabios aciertos del
maestro Paracelsus. Edna analizaba ahora las cosas con otros ojos y
los sucesos ya no le parecían tan espontáneos: toda su anterior falsa
vida, Ernesto, el diablo, Ernesto y el retorno de ella a una desconocida
realidad en donde sus propiedades escondidas se esforzaban por salir a
la superficie y salían. Ernesto, notaba Edna, podía explicar
simplemente los asuntos más complicados con una par de frases. A
veces, era suficiente con una sola frase. Pero Ernesto era una
explosión intermitente de frases que obligaban a todos sus oyentes a
pensar con el vigor de sus propias fuerzas internas. Tener la suerte de
encontrarse cerca de Ernesto significaba aprender a una velocidad
pocas, muy pocas, veces sentida. La forma de vestir, no solo para los
hombres, era obra de Dios. Las Ondinas, los Gnomi, los Vulcani y los
Seres Silvestres, al igual que el hombre, estaban todos bajo la
protección y guía de Aquel que en verdad, teniendo todos los
nombres, posee solo uno: Dios. Edna se había quedado prendada de la

105
frase con la cual Ernesto había terminado su segunda conferencia:
“Porque Dios ha revelado el diablo al hombre, para que el hombre
conozca al diablo. Dios ha puesto ante los ojos del hombre los
espíritus y otros portentos todavía más difíciles de percibir para él.
Los Angeles del cielo han sido también enviados al hombre, para que
el hombre pueda ver que Dios tiene Angeles que le sirven”.

Ernesto hablaba con sus amigos y con la gente que caía en sus
cercanías, usando las palabras que Paracelsus había escrito con el
fuego inextinguible de la sabiduría. Ernesto no trataba de
convencerlos, pues sabía que era muy difícil obligar a un hombre
abandonar viejos rastros para iniciar nuevas aventuras. Los problemas
candentes estaban evidentemente en el interior de cada uno; un
hombre pocas veces llegaba a la meta de sus sueños. La vida no era un
torneo en la que sus participantes demandaban el cumplimiento de sus
caprichos y después se contentaban por ello el resto de sus actividades
por períodos muy largos de tiempo. La vida consistía en ganar y
perder, atreverse y fracasar, manifestar alegría y llorar, entrar en el
juego que se nos presentara y descubrir que en las aventuras se
escondían sorpresas agradables que, por su extremada variación,
pondrían nuestras existencias en peligro o en crisis. El hombre había
perdido más que el tiempo durante el transcurso de los milenios – en
realidad no se tenía un cálculo de estas edades – y todas las vidas
humanas habían continuado cayendo a los huecos desconocidos de las
sorpresas. Ernesto había leído, en las distintas expresiones de su
rostro, que Edna caía rendida ante situaciones y frases que estaban
cargadas de contenidos jamás atrapados por la red peligrosísima del
tiempo. Ella había repetido, con una precisa exactitud, frases y
expresiones que, a los demás, hubieran pasado desapercibidas o
menos llenos de la verdad tan necesaria a nuestras almas durante
circunstancias consideradas insalvables: “porque Dios los ha dejado (a
Los Elementales) marchar hacia nosotros y quedarse en nuestras
cercanías todo el tiempo que nosotros necesitáramos para conocerlos
mejor y llegar a la sabiduría de la creación en todas sus maravillosas
obras”. También para que los hombres llegaran al conocimiento de
que existían criaturas en los cuatro elementos y que ellas estaban ante
nuestros ojos. Las criaturas del Agua no solo habían sido vistas por los
ojos de muchos hombres, sino que habían entrado al templo en donde

106
después de pasar por la ceremonia de bodas con un ser humano,
habían dejado atrás su antigua forma de vivir para dedicarse a ese ser
humano y tener un hogar y llenarse de hijos. Este era el momento por
ellos tan esperado. Entrando por esta puerta ellos conseguían alma.
Todo esto estaba vinculado a una verdad que ponía en contacto al
hombre con los Elementales y estos le relataban al ser humano,
entonces, las cosas secretas que jamás habían sido antes reveladas. El
hombre era eterno e inmortal, porque nada existe que permanezca
eternamente sellado y no sea revelado. Todo tendría necesariamente
que salir a la luz pública: criaturas, naturaleza, espíritus, el mal y el
bien, el lado de afuera y el lado escondido, todas las artes y todas las
doctrinas enseñando el objeto por el cual ellas habían sido creadas.
Había secretos en la ciencia de Paracelsus que permanecían todavía en
las regiones seguras de las posibilidades retardadas: las Ninfas habían
sido, durante algún tiempo, consideradas semejantes a nosotros; pero
ellas no lo sentían de la misma forma. Ellos, los Elementales, no
tenían poder sobre el hombre y sus moradas eran tan diferentes que
ellos estaban imposibilitados, incluso, hasta de adoptarnos o ser
adoptados por nosotros, salvo contadísimas excepciones que no
entraban en esta esfera. Para poder verlos había que ser un gran mago.
El hombre no era sutil en cuerpo, sino poseía un cuerpo burdo en un
Caos sutil, que era lo contrario de los Elementales. El elemento de los
Elementales era su Caos y no era este el caos del hombre. Paracelsus
sabía que los Elementales no eran eternos. Bastaba que uno de los
Elementales entrara en contacto con un hombre para que los deseos
del Elemental se vieran obsedidos por la idea de la unión para
conseguir alma. Lo más importante era salvar el alma de Edna Duarte
casándola con un Elemental. Pero Ernesto había conservado durante
muchísimos años la amistad con un Elemental del Agua, Marcel Ray,
que siempre le había proporcionado muchísimo material de
información sobre la vida, las costumbres, los secretos y la muerte de
todos los Elementales. Ernesto le había pedido a Marcel Ray entrar en
alianza de bodas con Edna Duarte y Marcel Ray había aceptado con
lágrimas de felicidad en sus ojos. La boda se llevaría a cabo en
Pamplona, en una iglesia gótica olvidada por la marcha de la vida. Ya
Ernesto había hablado con el sacerdote, un anciano vasco dedicado a
los estudios de la alquimia durante toda su vida. Ernesto y el sacerdote
realizarían el matrimonio que sería una ceremonia llevada a cabo entre

107
el reino de la leyenda y el mito poético de la realidad. Para hablar con
la verdad, Ernesto estaba creando circunstancias similares a la de
aquellos tiempos en los que el maestro Paracelsus se atrevió a escribir
que “la unión de una cosa con otra puede lograr mucho, ya que la cosa
que se encontrara en lo inferior se beneficiaría siempre de la cosa que
era del mundo superior y que todo esto le concedía la adquisición de
poder”.

Gloria había prometido traer otra vez al mundo a su padre Santiago


Montenegro. Alejandro Portinari y Fernando Marino iniciarían una
agencia de contactos con fines matrimoniales en Barcelona. Javier
Calderón se había hecho socio capitalista de la nueva empresa.
Federico Gómez de la Serna y Catalina Rivera Altamonte habían
comprado una propiedad en Mallorca con el fin de convertirla en un
permanente workshop para todo aquel que estuviera interesado en
trabajar con grupos dedicados a la magia, a la preservación del clima y
del medio ambiente del planeta y a la consecución de medicinas a
través de los rituales mágicos de las plantas. Santiago Montenegro
estaba muerto y enterrado. Ricardo Ponce de León y Galatea
Wellington habían sufrido un accidente automovilístico en un túnel no
muy lejos de la frontera entre Francia e Italia. En el caos provocado
por el incendio de muchos vehículos y máquinas casi todos habían
muerto, excepto Ricardo y Galatea. El brazo izquierdo de Ricardo
había quedado estragado y Galatea había sido mutilada de la pierna
derecha; sin embargo los dos vivían y solucionaban sus problemas
incendiados por el amor que, desde los comienzos, los había
desesperadamente unido. Leticia González había partido hacia Haiti
para adentrarse en los misterios del espíritu de la vegetación. Allá se
había hecho alumna de un Boco (Bocono), que es el nombre con que
conoce a los sacerdotes que se dedican a la brujería y a la magia negra.
Lo que a Leticia le atraía era adentrarse en los embrujos del “coup
poudre”, el polvo mágico con el cual se llega a producir la muerte o la
enfermedad. Marcel Ray, entraba al mundo de la inmortalidad
sostenido por la amistad de Ernesto y la recuperación de la belleza con
la cual Edna Duarte había sido bendecida al nacer. Marcel Ray había
recibido el milagro majestuoso de poseer un alma. Dicen que en el
momento en que el sacerdote los sacralizaba con el agua que se
dispersaba de su hisopo hacia todos lados, Edna Duarte se fue

108
empequeñeciendo hasta detenerse a la misma altura de Marcel Ray.
Los pocos presentes, Ernesto, Portinari, Ricardo, Galatea, Federico,
Catalina, Javier y Fernando, fueron testigos de la disolución de los
cuerpecitos de Marcel Ray y de Edna Duarte en el aire y escucharon,
durante cuatro o cinco minutos, sus voces melodiosas y alegres que
rebotaban como ecos celestiales en las paredes de piedra de la vieja
iglesia. Muchos meses después, Edna Duarte y Marcel Ray habían
llegado a visitar a Ernesto para informarle que tendrían un hijo al cual
le pondrían el nombre de Ernesto. Si fueran gemelos, le habían
repetido, se llamarán Ernesto y Edna ó Ernesto y Alejandro; y si el
cielo los bendecía y les daba dos niñas éstas recibirían los nombres de
Alborada y Amanecer.

FIN
LAS DONCELLAS DE COATLICUE
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR
JAIME FALCÓN
EDITADO POR ARROSAMENA ART STUDIO SWEDEN
CON LOS LA CORRESPONDIENTE AUTORIZACIÓN
EL 3 DE ENERO DE 2011
REG.NR.3300945-77

También podría gustarte