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Hace más de 40 años que leí esta

historia, que parece de anónima


autoría. Trata de caravanas en el
desierto y de un viajero que
encuentra a un comerciante árabe
muy triste, descansando en un
oasis. Los camellos del árabe iban
cargados de ricas mercaderías y
cofres llenos de tesoros.
-¡Buen amigo, salud! Te veo preocupado. ¿Puedo tal vez
ayudarte en algo?-preguntó cordialmente el recién llegado
con ganas de entablar una conversación.
-Es mucho el dolor que siento- respondió el hombre del
turbante-. He perdido la más preciada de las joyas, y eso es
irreparable.
-Estimado amigo, puedes reponerla con facilidad, veo que
tus animales llevan gran cantidad de tesoros, eres rico,
repuso el interlocutor.
-Era una alhaja que no volverá
a repetirse nunca. Nadie
puede construir otra igual,
trabajada en un pedazo de
piedra llamada vida, en el
taller del tiempo. Estaba
adornada con veinticuatro
brillantes, alrededor de los
cuales se agrupaban sesenta
esmeraldas pequeñas. Ya ves que tengo razón al decirte que
no podré hallar otra alhaja igual, contestó el árabe.
-Comprendo, has perdido un bien muy preciado, amigo, pero
a fe mía, estoy seguro de que con buen dinero podrás
conseguir algo similar, replicó el viajero.
-La joya que he perdido es una perla que no volveré a
encontrar jamás.
Se llamaba … ¡un día!
Quienes logran reconocer el
valor de esta joya por lo
general son ancianos sabios a
los que no les resta mucho
tiempo de vida.

Los jóvenes y los ladrones


sólo ven en ella una
oportunidad más.
Tras largas décadas de
absolutismo, el Partido
finalmente perdió el poder.
Es que las prácticas
habían corrompido el
sistema de gobierno hasta
las misma bases. Los
nobles de la corte,
compraban los votos, se
servían de la autoridad para enriquecerse escandalosamente
y convirtieron al Partido en una segunda república. O mejor,
en la primera república y la verdadera, en segunda … con
vasallos de tercera categoría.
Todos en la corte gozaban de impunidad, hacían lo que
querían. Manejaban, creaban y torcían las leyes a su
descarada y propia conveniencia.
Pero el pueblo se cansó. Basta dijo y el cetro rompió. De eso
hace ya más de dos años.
Hace más de dos años que
conducen por la ruta de la
desgracia. ¿Y qué hicieron
hasta ahora? ¿Nada? Error.
No se quedaron quietos un
segundo. Desde aquella
increíble caída, los ex
cortesanos y hasta los
bufones lanzaron campañas de descrédito contra el nuevo
gobierno y en vez de apoyar la gestión, “democráticamente”
organizaron propagandas de obstrucción. Traicionaron la
esencia del progreso ciudadano y avivaron el egoísmo de
color. Con hábiles movimientos no sólo reagruparon fuerzas,
sino que las aumentaron.
Se unieron para ganar y no para gobernar para el pueblo.
Para gobernar para el Partido.
Desperdiciaron dos años para volver a ganar y no en analizar
la razón que los había llevado a la derrota.
Hace tanto tiempo que conducen
a sus anchas los destinos del
condado, que hasta se olvidaron
cómo honrar sus nobles
principios. Sólo vociferan que el
Partido tiene la mejor de todas las
doctrinas pero en realidad ni
recuerdan cuál era. Al contrario,
los vicios de antaño fueron
perfeccionados, surgieron nuevos
líderes que buscan ganar una vez
más. ¿Para qué? ¿Qué ética, qué
moral ofrecen a sus adherentes?
Ninguna. Sólo prebendas como es
su costumbre.
Los pagados gritan a los cuatro vientos que sólo el Partido
hizo por el condado todo lo que en él de bueno hay. Y es
cierto, pero cuánto dejaron de hacer.
Hace más de veinte años,
desde que esa misma corte
partidaria logró matar al Gran
Dragón que amenazaba el
castillo del tesoro, lentamente
fue destruyendo la línea aérea
de palomas que había. También
se encargó de robar y
apropiarse de la flota del
estado, hizo desaparecer el
ferrocarril, malvendió o mejor
regaló empresas que les
resultaba molestas para la
competencia financiera y
acogotaron al pueblo con
impuestos de última generación. Pero estas recaudaciones
hasta hoy salen del bolsillo de los menos pudientes para los
engordar a los adeptos al Partido.
¿De qué pueden estar
orgullosos estos
caídos cortesanos,
miembros del Partido?
Si tuvieran un gramo
de vergüenza o de
arrepentimiento por
sus acciones del
pasado (que la derrota
de hace dos años les
hizo notar), habrían
castigado a los ladrones que usaron sus banderas para
enriquecerse. Y si el fundador del Partido, un cabal
Caballero, viera lo que sus discípulos hicieron en 20 años de
Paz tras la muerte del Dragón, se revolcaría en su tumba.
Tantas bellas intenciones impresas en un envidiable ideario
no son letras muertas, sino violadas.
Hasta ahora ningún rey pagó su culpa con la sociedad. Al
contrario, usaron a La Ciega para proclamarse honorables.
Y sin embargo, nada saben de honor.
Pero la aldea los mira. La aldea no olvida. Y la historia
escribirá nuevos epitafios en la tumba de cada uno de ellos.
Se las dan de inocentes como
aquel niño que robó una
manzana del huerto y como
no fue descubierto pregona la
culpabilidad de los pillados.
¿De qué están orgullosos?
¿De ser más astutos que
otros? ¿Que es correcto robar
y no ser descubiertos, que
hay que engañar al prójimo para tener una vida mejor que la
de los demás? ¿Qué vida llevarán sus hijos en esta misma
sociedad? ¿O será que por eso roban tanto, para huir de la
huerta que les proveyó de riquezas para que no habitar en la
inmundicia que dejan detrás? ¿Qué pasaría si todos
pensáramos que robar está bien y todos nos robáramos todo
todos los días? Con qué amaneceríamos mañana? Hoy
iríamos a dormir con una fortuna en los bolsillos y mañana
amaneceríamos sólo con una ilusión.
Es la anarquía de la
delincuencia, en la que el
tuerto es rey. Pero ahora la
historia toma un nuevo
camino. Con dinero mal
habido se compran campañas
y puestos de decisión, de
gobierno. ¿Para qué? Si no
hay interés en ir por la senda
apropiada, ¿cuál es el nuevo
fin que se persigue? La
respuesta es de temer. Así
como pintan las cosas, el
condado sólo se va a
capitalizar para explotar
mejor a los habitantes.
Capitalizar con dinero y no
con virtudes.
¿Quién en su sano juicio
les daría un voto de
confianza más en adelante
si no castigan a sus
culpables (que todos
conocemos) y dan
ejemplos de
arrepentimiento? Hay
grandes cabezas que
fueron blanqueadas ante
La Ciega y que pagaron
buen dinero (o mal dinero)
por gozar de la impunidad.
Tramoya de vericuetos estratégicos impúdicos los dejaron
sin castigo. Pero ellos conocen muy bien su culpa y no osan
caminar por las calles sin temor. Viven rodeados de sistemas
de seguridad y de carceleros de lujo pagados por ellos
mismos.
¿Qué hicieron en más de dos años de
vacaciones? Desaprovecharon el
tiempo, dilapidaron la joya más
preciada. Nuevamente tomaron el
camino torcido, cuando que sus
propios adeptos les mostraron que
estaban cansados de eso. Y creen que
con dinero, con nuevas alquimias y
fórmulas mágicas podrán volver al
poder.

Son viejos, pero no sabios. Son ladrones oportunistas que


no saben valorar la joya que tienen.
“¿Hasta cuándo, ¡oh Catilina!,
abusarás de nuestra paciencia?
¿Hasta qué punto te empujará tu
audacia desenfrenada? ¿No te
das cuenta de que estamos al
corriente de tu conjura? ¡Oh
Catilina, hacía falta haberte
llevado hasta la
muerte mucho
antes de llegado
este momento y
hace recaer sobre
tí la desventura
que estabas
preparando
contra todos
nosotros!”
(Cicerón)
La joya más preciada no
está perdida.
Fue robada por ladrones
disfrazados de políticos.

sin-ley1@hotmail.com
www.sinleyprensa.blogspot.com

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