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II

Billie Joe Adams, Mike Davis,


Tre cooper.
El sonido y las pocas chispas que emitía mi encendedor comenzaban a irritarme.
No porque fuera impaciente, sino porque estaba bajo la lluvia y aún con el intento de
techo con mis manos no podía encender el cigarrillo. Detuve mi andanza intentando
cumplir mi misión, dejando a mi amigo hablando solo, aunque ni siquiera lo notó.
Cuando Mike se emocionaba sobre algún tema que le interesaba, que en realidad le
interesaban tan pocos como a mí, era difícil detenerlo. Finalmente se dio cuenta que no
iba caminando a su lado, por lo que se giró y se acercó con unos trotes.
—Billie… Nunca lo prenderás si tienes el encendedor mojado —se burló soltando
una risa.
Era cierto, mi mechero ya se había mojado, como casi toda mi ropa. No íbamos a
correr para no mojarnos, era solo lluvia. Además… la verdad era que no quería llegar
temprano a la fiesta que habían organizado mis compañeros de último curso.
Generalmente no solíamos ir a esas hipócritas clases de fiestas que se armaban, no
éramos precisamente los “chicos geniales”. Aún así, esta vez mi otro mejor amigo, Tré,
nos había obligado a ir.
“Habrán chicas… que de verdad lucen como chicas” había sido la razón que me
dio el de cabello castaño. Y honestamente eso me bastaba. Además no olvidaba que
había invitado a la muchacha que habíamos conocido la semana pasada en detención.
Finalmente podría verla, si era que asistía, fuera de la escuela y quizás…
Al parecer el rumbo de mis pensamientos no solo me había distraído y casi olvidé
completamente que íbamos por el medio de unas de las calles de Hanford, sino que al
parecer estaba… ¿sonriendo? Carraspeé un poco, pasándome una mano por el rostro
ante la mirada de Mike, quien había comenzado a reírse. Antes de que pudiera decir algo
más retomé la caminata y guardé el cigarro en mi bolsillo junto a mis manos.
—Olvídalo, sabelotodo —solté en tono alto para que me escuchara y apuré mi
paso.
Habíamos viajado en colectivo desde los suburbios hasta la cuidad, pero nos
había dejado bastantes paradas antes de nuestro destino por el simple hecho de que las
calles estaban inundadas. Si, podía notarlo, mis zapatillas chapoteaban contra los
enormes charcos. Mi acompañante ni se molestaba en saltar los pozos, empapándose
aún más, todo el camino.

Si bien estaba prácticamente diluviando éramos la única dupla con las ropas
empapadas. ¿Cómo no lo recordé? Todos los de esa zona y clase media alta tenían ya
sus propios coches de forma legal. Genial. Y yo todavía estaba terminando de pagar la
chatarra que con suerte me transportaría hasta clases todos los días. No solía juzgar, Tré
vivía allí y tenía auto (era el que nos llevaba a todos lados), pero las miradas que
algunas chicas nos dieron dejaban mucho que desear.
—¿Qué? ¿Creían que Jesús no se mojaba porque podía caminar sobre el agua?
Mi sentido del humor era extraño. Le guiñé el ojo de manera seductora al grupo
de muchachas que me despreciaban con la mirada y fuimos directo a la cocina, donde
estaba la verdadera fiesta. No necesitaba agradarles a los demás, a veces disfrutaba ser
uno de los bichos raros, me reía solo de mis bromas.
La planta baja de la casa estaba repleta, como debería estarlo la planta alta con
las parejas, pero donde se aglomeraban todos (o los inteligentes) era en la cocina.
Alcohol, y libre. Algo bueno tenía ser mayor de edad para contrarrestar el hecho de ser
imputable. Perdí a Mike de vista en seguida, seguramente se había escabullido entre
algún grupo de damas. Damas, casi podía verles el alma con lo cortas que eran esas
minifaldas. Me abastecí de un par de pequeñas botellas de cervezas y salí de allí,
comenzaba a hacer calor entre tanto amontonamiento. Caminé por la casa varias veces,
quizás buscando a alguien… Mis pensamientos se vieron bruscamente interrumpidos
cuando alguien me arrojó alguna bebida en todo el rostro. A juzgar por el aroma era
tequila.
—De nada —contestó una voz realmente particular.
Era algo aguda y graciosa, aún con los ojos cerrados extendí mi brazo y le di un
puñetazo al que tenía delante. Me refregué el rostro, saboreando el líquido que incluso
había entrado a mi boca y finalmente enfoqué mi vista en Tré, quien se sostenía la nariz.
—No tienes por qué golpearme, te hice un favor, al menos ahora apestas a
alcohol y no a mierda.
—No tienes por qué molestarte, te hice un favor, con ese golpe te acomodé la
nariz.
Lejos de realmente estar molesto sonreí ampliamente y saludé a mi amigo con
alguna extraña clase de abrazo. No es que sea tan cariñoso, pero mi intención era mojar
su ropa. En ese momento justo otra voz aguda apareció, pero ésta era de una
muchacha.
—Al menos mojan de alguna manera…
Cuando ambos nos volteamos nos encontramos con quien yo, por alguna extraña
razón, venía buscando hacía rato ya. Las facciones de ese rostro femenino eran tan
delicadas como sin duda parecía la suavidad de su piel. Una tímida sonrisa se marcaba
en sus labios color carmesí y sus ojos grisáceos, indecisos, iban de mi amigo hacia mi y
viceversa.
—¿No? —se encogió apenas de hombros, fingiendo inocencia.
Inocencia que dudaba que tuviera. Tré ya la había repasado con la mirada sin
reparo, aún aunque la tenía a menos de dos metros y resultaba realmente obvio. Así era
él, descarado. Por lo que, conociéndolo de hace varios años, decidí hablar primero para
que él no lo hiciera y terminara espantándola. Muchas veces dábamos esa extraña
reacción en las mujeres. Cosa que de verdad no entiendo. Aunque seamos algo… idiotas,
somos bastante apuestos. “¿No?”
—No voy a contestarte eso y lo ignoraré para que me sigas agradando —sonaba
bastante convincente aún siendo una broma. —Encontraste la dirección, ¿vives por esta
zona?
La primera respuesta de Summer fue una risa, a la que ambos respondimos solo
observándola. Tosió un poco, quizás incómoda por algo, y se tocó el cabello,
enroscándose un mechón en los dedos. Parecía una de esas acciones que te salen
cuando estás nervioso.
—Vivo en los suburbios… así que no —sonrió un poco y me quedó mirando.
—También yo —contesté rápido, ¿para que no se sintiera mal?
¿Desde cuando vivir en los suburbios estaba mal? Arrugué un poco la frente por
mis pensamientos y fue cuando Tré se acercó a mí, de lado, observándola a ella.
—¿Quién es este bombón?
—Puedo escucharte… —le avisó a mi amigo. —Summer.
Ambos miramos como ella extendía la mano hacia nosotros. Tuve la intención de
tomarla, pero luego recordé que yo la había visto antes y habíamos intercambiado unas
pocas palabras. Se presentaba con Tré. ¡Claro! A simple vista parecía callada, incluso
tímida, pero se mostraba simpática y graciosa una vez que tenías la oportunidad de
sacarle unas palabras de la boca. Nuevamente quise hablar primero, la mirada que mi
amigo parecía ser de rayos X y ver a través de sus prendas de ropa. Sin embargo él le
tomó la mano, cosa que jamás hubiera hecho… vaya a saber dónde habían estado, y la
obsequió un beso en el dorso de ésta.
—Él es Tré —negué una vez. —Nadie sabe lo que significa —me burlé.
—Cool —aseguró ella y contuvo una risa ante la actitud de mi amigo.
—Ambos vinimos de lejos… ¿Cómo es que no te empapaste?
Me intrigaba, porque ella estaba completamente seca, salvo de algunas gotas
que sin duda le habían caído en el cabello. Tré seguía tomando su mano y me di cuenta
de cómo ella buscaba soltarse, así que lo hice por ella. Le di un codazo al de cabello
castaño y lo empujé para que se apartara. Summer hizo una mueca graciosa con los
labios, y volvió a mirarme, alzando ambas cejas.
—Los beneficios de ser… “mujer” —hizo las comillas con sus dedos y rió un poco.
—Supongo que hay que beber por eso. ¿No?
Miré las dos botellas de cerveza que aún sostenía en una de mis manos y le tendí
una. Ella la aceptó, sin embargo no bebió cuando yo lo hice, como si pensara en si debía
hacerlo o no. El alcohol era lo mejor que se podía obtener en la fiesta, porque no lo
pagábamos, así que rápidamente la convencí para que lo hiciera. Sorpresa fue la que me
llevé al ver que era una esponja bebiendo.

Maldición, me enamoraría de esa chica si seguía así.

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