Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Si bien estaba prácticamente diluviando éramos la única dupla con las ropas
empapadas. ¿Cómo no lo recordé? Todos los de esa zona y clase media alta tenían ya
sus propios coches de forma legal. Genial. Y yo todavía estaba terminando de pagar la
chatarra que con suerte me transportaría hasta clases todos los días. No solía juzgar, Tré
vivía allí y tenía auto (era el que nos llevaba a todos lados), pero las miradas que
algunas chicas nos dieron dejaban mucho que desear.
—¿Qué? ¿Creían que Jesús no se mojaba porque podía caminar sobre el agua?
Mi sentido del humor era extraño. Le guiñé el ojo de manera seductora al grupo
de muchachas que me despreciaban con la mirada y fuimos directo a la cocina, donde
estaba la verdadera fiesta. No necesitaba agradarles a los demás, a veces disfrutaba ser
uno de los bichos raros, me reía solo de mis bromas.
La planta baja de la casa estaba repleta, como debería estarlo la planta alta con
las parejas, pero donde se aglomeraban todos (o los inteligentes) era en la cocina.
Alcohol, y libre. Algo bueno tenía ser mayor de edad para contrarrestar el hecho de ser
imputable. Perdí a Mike de vista en seguida, seguramente se había escabullido entre
algún grupo de damas. Damas, casi podía verles el alma con lo cortas que eran esas
minifaldas. Me abastecí de un par de pequeñas botellas de cervezas y salí de allí,
comenzaba a hacer calor entre tanto amontonamiento. Caminé por la casa varias veces,
quizás buscando a alguien… Mis pensamientos se vieron bruscamente interrumpidos
cuando alguien me arrojó alguna bebida en todo el rostro. A juzgar por el aroma era
tequila.
—De nada —contestó una voz realmente particular.
Era algo aguda y graciosa, aún con los ojos cerrados extendí mi brazo y le di un
puñetazo al que tenía delante. Me refregué el rostro, saboreando el líquido que incluso
había entrado a mi boca y finalmente enfoqué mi vista en Tré, quien se sostenía la nariz.
—No tienes por qué golpearme, te hice un favor, al menos ahora apestas a
alcohol y no a mierda.
—No tienes por qué molestarte, te hice un favor, con ese golpe te acomodé la
nariz.
Lejos de realmente estar molesto sonreí ampliamente y saludé a mi amigo con
alguna extraña clase de abrazo. No es que sea tan cariñoso, pero mi intención era mojar
su ropa. En ese momento justo otra voz aguda apareció, pero ésta era de una
muchacha.
—Al menos mojan de alguna manera…
Cuando ambos nos volteamos nos encontramos con quien yo, por alguna extraña
razón, venía buscando hacía rato ya. Las facciones de ese rostro femenino eran tan
delicadas como sin duda parecía la suavidad de su piel. Una tímida sonrisa se marcaba
en sus labios color carmesí y sus ojos grisáceos, indecisos, iban de mi amigo hacia mi y
viceversa.
—¿No? —se encogió apenas de hombros, fingiendo inocencia.
Inocencia que dudaba que tuviera. Tré ya la había repasado con la mirada sin
reparo, aún aunque la tenía a menos de dos metros y resultaba realmente obvio. Así era
él, descarado. Por lo que, conociéndolo de hace varios años, decidí hablar primero para
que él no lo hiciera y terminara espantándola. Muchas veces dábamos esa extraña
reacción en las mujeres. Cosa que de verdad no entiendo. Aunque seamos algo… idiotas,
somos bastante apuestos. “¿No?”
—No voy a contestarte eso y lo ignoraré para que me sigas agradando —sonaba
bastante convincente aún siendo una broma. —Encontraste la dirección, ¿vives por esta
zona?
La primera respuesta de Summer fue una risa, a la que ambos respondimos solo
observándola. Tosió un poco, quizás incómoda por algo, y se tocó el cabello,
enroscándose un mechón en los dedos. Parecía una de esas acciones que te salen
cuando estás nervioso.
—Vivo en los suburbios… así que no —sonrió un poco y me quedó mirando.
—También yo —contesté rápido, ¿para que no se sintiera mal?
¿Desde cuando vivir en los suburbios estaba mal? Arrugué un poco la frente por
mis pensamientos y fue cuando Tré se acercó a mí, de lado, observándola a ella.
—¿Quién es este bombón?
—Puedo escucharte… —le avisó a mi amigo. —Summer.
Ambos miramos como ella extendía la mano hacia nosotros. Tuve la intención de
tomarla, pero luego recordé que yo la había visto antes y habíamos intercambiado unas
pocas palabras. Se presentaba con Tré. ¡Claro! A simple vista parecía callada, incluso
tímida, pero se mostraba simpática y graciosa una vez que tenías la oportunidad de
sacarle unas palabras de la boca. Nuevamente quise hablar primero, la mirada que mi
amigo parecía ser de rayos X y ver a través de sus prendas de ropa. Sin embargo él le
tomó la mano, cosa que jamás hubiera hecho… vaya a saber dónde habían estado, y la
obsequió un beso en el dorso de ésta.
—Él es Tré —negué una vez. —Nadie sabe lo que significa —me burlé.
—Cool —aseguró ella y contuvo una risa ante la actitud de mi amigo.
—Ambos vinimos de lejos… ¿Cómo es que no te empapaste?
Me intrigaba, porque ella estaba completamente seca, salvo de algunas gotas
que sin duda le habían caído en el cabello. Tré seguía tomando su mano y me di cuenta
de cómo ella buscaba soltarse, así que lo hice por ella. Le di un codazo al de cabello
castaño y lo empujé para que se apartara. Summer hizo una mueca graciosa con los
labios, y volvió a mirarme, alzando ambas cejas.
—Los beneficios de ser… “mujer” —hizo las comillas con sus dedos y rió un poco.
—Supongo que hay que beber por eso. ¿No?
Miré las dos botellas de cerveza que aún sostenía en una de mis manos y le tendí
una. Ella la aceptó, sin embargo no bebió cuando yo lo hice, como si pensara en si debía
hacerlo o no. El alcohol era lo mejor que se podía obtener en la fiesta, porque no lo
pagábamos, así que rápidamente la convencí para que lo hiciera. Sorpresa fue la que me
llevé al ver que era una esponja bebiendo.