Está en la página 1de 4

VII

“21 guns”
Relatado por Summer, continuación de Deadbeat Holiday.

Quizás suene exagerado, pero mi castigada mente encontró descanso en


esos brazos. Todo gracias a él. Seguía abrazando Billie Joe Adams con la misma
fuerza, mis brazos daban la vuelta entera por su torso y sostenía mis manos detrás
de su espalda, las cuales comenzaban a dolerme de esa presión. No tenía registro
de cuanto hacía que estábamos así, pero mis piernas comenzaron a cansarse
también. Ignoré el cansancio y el temblor que recorría mi cuerpo, no quería
separarme. Había respetado mi silencio y no tendría palabras para agradecerle
luego. Apenas pude notar cuando mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Me
encantaba la sensación que su abrazo me brindaba, me sentía a salvo. No sabía si
lloraba por eso o por toda la mierda que era mi vida, pero simplemente estaba
llorando. Al principio no supe si él lo había notado, pero cuando el llanto se hizo más
fuerte fueron los espasmos que golpeaban nuestros torsos los cuales me delataron.
No quería que me viera llorando. Me sentía débil e indefensa, pero a la vez él
lograba confortarme con su cercanía. Una mano soltó mi cintura para subir a mis
cabellos ondulados, donde enredó los dedos acariciándome lentamente. Recostó su
rostro sobre mi hombro derecho con una delicadez que pocas veces había sentido.
Eso me hizo llorar aún más, le estaba mojando el cuello y parte de su ropa con mis
lágrimas, pero no podía detenerme. Intenté acercarme más a él, pero fue imposible,
no había espacio alguno entre nuestros cuerpos y todo alrededor parecía no existir.
Me llevó otro buen rato recuperarme de las lágrimas, quizás habíamos
estado de pie por una hora o dos, no podía saberlo. Suspiré profundamente, con
toda la angustia que tenía adentro y despegué mi rostro de su piel sin soltarlo.
Busqué sus ojos, a los cuales encontré antes de lo que esperaba. También me
observaba mientras me corría unos mechones de cabellos pegados a mi mejilla a
causa del llanto. No dije nada, no sabía que decirle, por donde empezar. Él me
observaba atento, pero como si esperara a cualquier reacción mía. No quería hablar
de lo ocurrido con Philip, ya bastante me avergonzaba el hecho que Billie hubiera
escuchado los gritos.
—Lo siento —fue lo primero que me salió.
Mi voz estaba tomada, sin duda a causa del llanto y toda la fuerza que
había soportado mi garganta. Billie se tomó un momento para observarme, bajo de
la tenue luz de la luna y luego de unos segundos formó una sonrisa en sus labios.
Parecía apenas divertido, por algo que no entendía. Creo que cuando vio mi ceño
fruncido fue cuando contuvo su sonrisa.
—¿Por qué lo dices, pecas?
Pecas. Durante la noche dudaba que pudiera percibirlas pero al parecer
había visto antes que parte de mi nariz y pómulos estaban llenos de minúsculos
puntitos de un tono levemente más oscuro que mi blanquecina piel. Apenas podían
percibirse lo que dejó en evidencia que me había observado más de lo que creía.
Me sonrojé como me sucedía incontables veces con él y le agradecí a la oscuridad.
—No tienes nada que sentir —agregó en un susurro.
Sus palabras hicieron que su cálida espiración rozara mi rostro. Me
desequilibré una vez más y tuve que empezar de nuevo a ordenar lo que intentaba
decirle. Si seguía así de cerca no podría decirle nada, así que con un gran esfuerzo
solté mis manos y di un paso hacia atrás, sacando mis brazos de su alrededor. Él,
en cambio, deslizó sus manos por mi cintura cuando me alejaba y continuó por mis
brazos hasta llegar a mis manos, las cuales tomó sin reparo alguno. Comenzaba a
pensar si era así de seguro y encantador con todas las chicas. Bajé mi vista a
nuestros dedos entrelazados y abrí mi boca para hablar pero nada salió. No sabía si
él me estaba mirando pero tiró de mis manos haciéndome caminar hasta el tronco,
me hizo sentar y tras sacarse su abrigo me lo tendió. Yo solo miré el buzo verde sin
decir nada y negué dos veces, a eso el contestó rodando sus ojos.
—Si no lo haces lo haré por ti —me advirtió de manera juguetona.
Nuevamente subí mi mirada a su rostro, para asegurarme que su expresión
coincidía con su tono. Curvé apenas las comisuras de mis labios en lo que intentaba
ser una sonrisa y acepté su ropa colocándomela sin muchos ánimos. Sabía el frío
que hacía y no quería que se congelara por mí. Miré como las mangas cubrían mis
manos y me quedaban más largas, todo me quedaba grande aún cuando él era
extremadamente delgado, debía ser porque era más alto. Sentí en seguida su
colonia mezclada con un leve aroma a tabaco. Aquello no me molestó, también
fumaba cuando tenía dinero para comprarme cigarros.
—No es gusto, te queda mejor que a mi —me dijo al sentarse a mi lado.
—No es cierto —esa vez si le sonreí. —Lamento haberme… portado tan
seca contigo esa tarde e ignorar tus llamadas toda la semana.
¡Al fin lograba sacar una frase con sentido! Tragué despacio mientras
desviaba mi mirada hacia la luna la cual se colaba entre algunos árboles. Esperé a
su respuesta pero no dijo nada por un buen rato. Quizás si le había molestado mi
actitud.
—No quería fastidiarte con las llamadas… —comenzó a decir, pero volvió a
quedarse en silencio. —Solo quería entender por qué te había molestado tanto.
Justo cuando me giré a verlo pude notar que su rostro se había oscurecido,
sacando la razón obvia por ser de noche parecía amargado por algo. Mike me había
comentado el comentario que había desatado el primer golpe, pero no lo creía.
¿Había sido por mí? Quería preguntárselo pero no lo haría. Sonaría exageradamente
egocéntrico. Me intrigaba saber como estaba su relación con Tré, puesto que
también recordaba como éste se me había tirado encima al ofrecerse para
acercarme a mi casa luego de todo lo ocurrido. Recordar eso me daba gracia, aún
aunque estaba algo afectada por ver los golpes el intento de el castaño me dieron
ganas de reírme. Era groseramente descarado. Pero no me ofendía, no le prestaba
demasiada atención en realidad.
—¿Has hablado con Tré?
—¿Por qué? —me respondió en seguida, sonaba algo a la defensiva.
—Es… es tu amigo… ¿no? —fijé la vista lejos de su intensa mirada.
—¿Por qué te molestó tanto? No fue nada.
—¿No fue nada? —repetí recelosa ahora si mirándolo. —¡Te habías partido
la ceja y él tenía un corte en el labio!
Quizás mi voz había sido bastante exagerada en su volumen, estábamos a
menos de 50 centímetros de distancia y podía oírme sin problemas, pero me
indignaba su indiferencia a lo ocurrido. Los tres amigos me habían dicho
exactamente lo mismo, que no era nada.
—Tranquilízate, pecas…
—No —lo corté en seguida, sentándome de costado. —No me pidas que me
tranquilice, Billie Joe.
Lo señalé con un dedo, o eso quise al menos, porque la manga me cubría la
mano entera. Él no pudo evitar reír ante eso y aquello me molestó aún más. Bajé mi
mano en seguida y me crucé de brazos observándolo seria. Siguió riéndose por
unos segundos más y cuando se recuperó se abrió de brazos agachando la cabeza,
como si se disculpara. Sin embargo lucía divertido. Hombres.
—No te golpeas con alguien a quien aprecias y lo tomas como que no fue
nada. Simplemente… —mi voz se quebró y nada pude hacer para disimularlo. —No
lo haces.
Repetí en un susurro y aparté la mirada de él con rencor, intenté quitarme
su abrigo pero me enredé dentro de la ropa y ni siquiera encontraba el agujero por
donde sacar la cabeza. ¡Odiaba ser tan torpe más cuando estaba enfadada! Seguí
intentando en vano hasta que sentí sus manos rescatándome de mi enredo. Aunque
2
no me quitó el abrigo, sino que me ayudó a sacar la cabeza por donde debía y se
agachó frente a mi. Aunque la escena había sido patética y ameritaba a risas el no
lucía divertido ni nada por el estilo. No lograba leer su expresión, pero era una
severa que lo hacía ver aún más maduro.
—Lo siento —se disculpó sinceramente.
—Olvídalo —suspiré intentando escapar de su mirada. —En realidad no
tengo nada que disculparte, Billie.
—Claro que si —insistió, tomándome del mentón para que lo mirara. —Hice
que te sintieras mal, y no quería eso. No creí que te… afectara tanto.
—No es tu culpa —resolví soltando un suspiro.
—No me lo dirás, ¿no? —insistió, en voz baja, como con cuidado.
Una vez más lo miré a los ojos, estudiando sus facciones. No era el típico
chico bonito por el que todas las chicas morían, ni el típico musculoso consumidor
de esteroides pero me había robado el corazón. Y me aterraba sentir algo tan
intenso. Más cuando me había prometido a mi misma que no lo haría de nuevo. Me
limité a negar con un movimiento de cabeza, y me encogí de hombros levemente.
Sentí un vacío en mi estómago que me hizo descomponer la expresión en el rostro
y él lo notó.
—Está bien, no importa —se apresuró a decir volviendo a sentarse a mi
lado.
—¿Pue… puedes abrazarme de nuevo? —pedí tímidamente.
Creí ver que formaba una sonrisa cuando se me acercaba. Pasó una pierna
para el otro lado del tronco y se me acercó al costado del cuerpo rodeando un brazo
por mi espalda y el otro por mi abdomen, me acercó a él y esta vez me acurruqué
en su pecho con los ojos cerrados. Quería decirle tantas cosas, pero me sentía tan
idiota que no me salía nada de lo que en realidad quería decirle. ¿Cuánto tiempo
más iba a callar mi cariño hacia él? Decirle que me había alejado de él para
olvidarlo, pero había sido aún peor, que no importaba cuanto intentara no podía
dejar de pensar en él. Que había algo que me recordaba a Ben y me hacía
miserable pero completa a la vez. No era en lo físico sino en la forma esa forma tan
dulce con la que me trataba.
—Me gustas —susurró apenas sobre mi cabello.
Su frase hizo que me convirtiera en una estatua de piedra allí mismo en sus
brazos. Abrí los ojos como platos, aún sin moverme y los fijé vaya a saber donde. Mi
mente repetía su voz como si se tratara de un eco divino del que no iba a zafarme
nunca. No me animaba a mirarlo a los ojos, no iba a resistirme, no quería hacerlo.
Sentía tantas cosas y tantas sensaciones contradictorias que no sabía como
reaccionar. Mi corazón latía desbocado en su caja, lo sentía resonar en mis oídos.
—Mucho —convino, despacio.
—Cállate —al parecer se me escapó de los labios.
Maldije para mis adentros al hacer público ese pedido que era solo para mi
misma. Me devané los sesos buscando que decir pero nada se me ocurrió. Me
contraje sobre mi misma pero él no me soltó.
—Ya no puedo ocultarlo…
—Basta —lo corté cuando volvía a cerrar los ojos. —Por favor.
—¿Por qué? —sonó indignado y me soltó, pero yo no me moví. —Summer.
Me llamó, con tono serio y firme. No quería creer que él sintiera algo por mí.
Y si lo sentía, no era tan intenso por lo que yo sentía por él, estaba segura. Me tomé
un minuto, quizás dos en finalmente despegarme de su torso y fijé la vista en mis
manos. Sentía su respiración en mi rostro nuevamente, probablemente estaba
esperando que alzara la mirada, pero dudaba de poder hacerlo. Sentí sus dedos
sobre mi mentón una vez más, alzó mi rostro aún así tenía la vista baja. Pareció
esperar, quizás como adivinando que necesitaba tiempo, no podría huir de su
mirada por siempre. Finalmente lo hice. Subí mi mirada para encontrarme con sus
ojos color verde.
—De verdad me gustas —me miró fijo, convincente, otra vez me sonrojaba.
Sostuve su mirada por un largo tiempo, que no sé decir si fueron segundos
o minutos y noté como él bajaba la mirada a mis labios. Oh, no. Se inclinó hacia mí
3
y yo sentía como mi corazón golpeaba violentamente dentro mío adelantándose a
lo que vendría. Debía pararlo, estaba a tiempo. También bajé la mirada, hacia sus
labios mientras la distancia entre nosotros se acortaba cada vez más. Mi mente me
gritaba que lo detuviera o que me apartara, pero mi cuerpo inmóvil pedía a gritos
su tacto. Cuando sus labios rozaron los míos sentí como cada centímetro de mi piel
parecía electrizarse. Mis ojos se cerraron en seguida, como un reflejo. Fue un roce
suave, en el cual capturó apenas mi labio inferior antes de separarse apenas. Mi
respiración se había agitado sin que pudiera evitarlo y sentí cuando el apoyó su
frente en la mía.
—No te contengas —me pidió pegado a mis labios, volviendo a rozarlos
apenas.
Sentía que iba a desmayarme de momento a otro. Era inexplicable como
sentía algo así por un simple contacto. Aunque no era cualquier otro tacto. Atrapé el
cuello de su remera con mis manos y lo acerqué para que nuestros labios se
encontraran nuevamente. Fui yo quien comencé el beso, quizás algo torpe, parecía
no encontrar su compás que era más rápido que el que yo estaba preparada para
llevar. Pareció entenderlo puesto que se detuvo y me dejó guiarlo. Saboreé sus
labios lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Encontramos un ritmo
sin apuro, mientras él rodeaba mi rostro con ambas manos y me acariciaba las
mejillas con las yemas de sus dedos. De repente me separé, ejerciendo presión en
su torso para apartarlo, quizás bastante brusca. Necesitaba respirar. Busqué aire,
aún con los ojos cerrados y percibí que él buscaba seguir besándome.
—No, no… —solté apenas y me sequé un poco los labios con un dedo.
—¿No… no te gustó? —me colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Ese no es el problema —me estremecí ante sus caricias.
—Entonces no entiendo.
Claro que no entendía. Ni siquiera yo me entendía. Una risa silenciosa se
me escapó y me pasé una mano por el cabello, colocándomelo a un lado de mi
rostro. Tenía que decirlo en voz alta. No importaba cuanto me costara.
—El problema es que… —abrí los ojos para mirarlo, —si me gustó. Fue
increíble —admití a mi pesar mientras jugaba con el borde del abrigo. —Tú me
gustas, tú eres increíble…
—No veo el problema en eso —una radiante sonrisa se dibujó en su rostro.
Me dolía que me gustara así, exageradamente. Quiso volver a acercarse
pero yo posé dos dedos sobre sus labios, sin dejar de mirarlo a los ojos. No quería
que se sintiera mal por mi rechazo, por eso lo miraba fijamente. Pasé mis dedos por
su mentón y parte de su cuello mientras seguía con la mirada el dibujo invisible que
trazaba.
—No… no soy lo que buscas, créeme —le aseguré, aún acariciando su piel.
—¿Y cómo sabes qué busco? —interrogó en tono bajo.
—No quieres estar conmigo —agregué en tono amargo y volví a acariciar
sus labios.
—¿No? —sonaba incrédulo.
—Billie, yo… —aparté mi mano y negué. —No estoy bien. Tengo… serios
problemas psicológicos. Soy un desastre.
—¿Me has visto a mí? —arrugó su frente, tomando mi mano. —Summer, no
te pido que entiendas lo que siento, solo déjame demostrártelo. Quiero estar
contigo.
Yo también quería estar con él, me hacía sentir como no recordaba que
podía sentirme. Pero no podía ser tan egoísta de hacerlo soportar mi mierda.
Porque ni siquiera yo sabía como iba a comportarme el día siguiente. Me aterraba.
Estaba enamorada de él, mi corazón no soportaría otra herida si las cosas no salían
bien.
—Tengo miedo —informé finalmente.
—Bienvenida al club —entrelazó nuestros dedos y sonrió de costado.

También podría gustarte