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Entonces vino 

aquel joven y me dijo: ¿cuál es la visión?, ¿cual es la gran idea?... Yo abrí mi


boca y mis palabras fueron las siguientes... ¿La visión? La visión es Jesús obsesivamente,
peligrosamente e irrefutablemente Jesús. La visión es un ejército de jovenes, ¿ves huesos?
Yo veo un ejército y son libres del materialismo. 

Se ríen ante las prisiones de la rutina. Pueden comer caviar el lunes y migajas el martes, ni
siquiera lo notarán. Son flexibles como el viento, pertenecen a las naciones. No necesitan
pasaporte. La gente escribe sus direcciones en papel y se pregunta de su extraña
existencia. Son libres y sin embargo esclavos del dolorido, del sucio, del desahuciado.
¿Cuál es la visión? La visión es la santidad que duele a los ojos. Hace a los niños reír y a
los adultos gritar de furia, deja a un lado el juego de la mínima integridad para poder llegar a
las estrellas. Desecha lo bueno y busca lo excelente. Es peligrosamente pura. Da luces de
cualquier motivo secreto, de cada conversación privada, con amor lleva a la gente lejos de
sus sueños de suicidio, de los juegos de satanás. 

Este es un ejército que daría su vida por su causa. Un millón de veces sus soldados
escogen perder la vida si como resultado un día pudieran ganar la fe de sus hermanos y
hermanas. Estos héroes son radicales tanto el lunes por la mañana como el domingo por la
noche. No necesitan reconocimiento, en lugar de eso pelean en silencio y escuchan a las
multitudes decir una y otra ves "¡Vamos!". El ejército es disciplinado. Jóvenes que rinden
sus cuerpos en sumisión. Cada soldado recibiría con gusto las balas dirigidas a sus
compañeros. El tatuaje en sus espaldas dice: "para mí el vivir es Cristo, y el morir es
ganancia". El sacrificio aviva el fuego de la victoria en sus ojos celestiales. Ganadores,
mártires, ¿quién lo puede detener?, ¿Pueden las hormonas pararlos?, ¿Puede el fracaso
derrotarlos?, ¿Puede caso el miedo asustarlos o la muerte matarlos?

La generación ora como un hombre muriendo con gemidos, con llanto de guerrero, con
lágrimas sulfúricas y grandes clamores de gozo. No importa lo que cueste, ellos lo darán.
Renunciarán a sus derechos, diversiones y pasatiempos esenciales. Los publicistas no los
pueden moldear. Hollywood no los puede atrapar. La presión juvenil no tiene poder para
hacer tambalear su resolución y su decisión. Son increíblemente divertidos y
peligrosamente atractivos en su interior. 

¿Su exterior? Les vale, visten ropas para comunicar y celebrar, pero nunca para ocultar.
¿Rendirían si imagen y su popularidad?. Ellos dejarían hasta sus propias vidas, cambiarían
su asiento con el hombre en la vía de la muerte -con culpa infernal- un trono por una silla
eléctrica. Con sangre, sudor y muchas lágrimas, con noches sin dormir y días sin comer,
ellos oran como si todo dependiera de Dios y viven como si todo dependiera de ellos. Su
ADN escoge a Jesús (Él exhala, ellos inhalan). Su subconsciente canta, han tenido una
transfusión de sangre con Jesús. Sus palabras hacen gritar a los demonios en los centros
comerciales. ¿No los escuchas llegar?, ¿Los heraldos del Señor?

Los perdedores y los caídos, los temerosos y los olvidados con fuego en sus ojos. Ellos
hablan y los árboles aplauden, los rascacielos se inclinan, las montañas son aplastadas por
estos niños de otra dimensión. Sus oraciones convocan la atracción de los cielos e invocan
el antiguo sueño del Edén.  

Y ésta visión será, llegará a ser, vendrá con mucha facilidad, vendrá muy pronto ¿Cómo lo
se?. Por que éste es el clamor de la creación. El grito del Espíritu, el mismo sueño de Dios.
Mi mañana es su presente, su hoy. Mi esperanza es su tercera dimensión. Y mi oración
débil, suave, falta de fe. Invoca un AMEN grandioso, resonante como un trueno que hace
temblar los huesos de un sin número de ángeles, de héroes de la fe, de Cristo mismo. Y Él
es el soñador original y el único ganador garantizado.

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