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UN DRAGÓN

PELIGROSO

Érase que se era,


en un lejano lugar,
una inquieta población
angustiada de tanto esperar.
Esperaban a que el dragón
que rondaba la ciudad,
se cansara de comer arroz
y los quisiera devorar.

Pero el dragón muy malvado


no los quería escuchar
y exclamó alborozado:
-¡Menuda panchada me voy a dar!

Las gentes huían espantadas,


despavoridas abandonaban la ciudad,
buscando cobijo en el castillo,
deseando que el rey los pudiera salvar.

Mas el anciano soberano


no podía su sable empuñar.
El dragón era una bestia enorme
y él ya viejo para batallar.

Pero por suerte su hija,


la bella e inteligente Flor,
calmó el llanto de sus súbditos
y les prometió protección.

Valiente como una espada,


inteligente como Merlín,
brava como una fiera,
suave como el jazmín.

Así era la hija del soberano,


la Flor de aquel triste jardín
que con sus mejores galas
de palacio tuvo que salir

Caminó pausadamente
y recorrió el largo sendero
que la llevaría hasta la gruta,
terrible como el mismo infierno.

La cueva era apestosa,


pequeña, húmeda y marrón
y olía a humo y a fuego.
Horrorizada asió su zurrón

-Aun puedo volver- pensó-


Aun no todo está perdido.
Puedo ocultarme en el bosque
y decir que nada he podido.

Tras mucho meditar,


a las puertas de la caverna,
el deber la volvió a arrastrar
y el valor volvió a poseerla.

Un primer paso dio,


un pasito muy cortito.
El umbral de la cueva atravesó
y se sumergió en el abismo.

Miles de sombras danzaban


entre la oscuridad de la gruta.
¿Eran fantasmas o espectros,
o eran hechizos de brujas?

Los dientes le castañeteaban,


el sudor le iba a inundar.
Las piernas le temblequeaban
y no podía respirar.

-¿Hay alguien en la cueva?


-se atrevió por fin a gritar.
Por respuesta una llamarada
del abismo comenzó a brotar.

-¿Quien se atreve a estas horas


a mi digestión interrumpir?
¡Como seas comestible
de postre me vas a servir!

Flor quedó paralizada.


El miedo le impedía contestar,
le impedía mover las piernas
y correr para escapar.

Así que se quedó en su sitio,


rodeada de oscuridad,
de olores nauseabundos
y de frío y de humedad.

Unos pasos se aproximaban,


haciendo la cueva retumbar,
a la hija de un soberano
que estaba a punto de llorar.

-¡Qué visita más estupenda!


-exclamó el dragón al llegar.
¡Una jovencita tierna
para la hora de merendar!

Tenía las horas contadas.


¡Flor lo sabía muy bien!
O su terror espantaba
o se la comería con miel.

-¡Traigo un presente de mi padre!


dijo intentándose relajar-
Es para que te diviertas
y no quieras atacarnos más.

-¿Qué presente ese tan maravilloso


que puede él solo lograr
que un dragón apestoso
no quiera humanos matar?

¿Es acaso una pócima


que preparaba el mago Merlín,
o un prodigio de otros mundos
que aun están por descubrir?

Algo muy fabuloso


me deberás entregar,
si quieres realizar el milagro
de convertir la maldad en bondad.

El dragón escudriñaba
el bolso de la pequeña Flor,
intentado descubrir el artilugio
oculto en el interior del zurrón.

-Si me ofrecieras una silla,


y un caldo o un tentempié,
ya más tranquila te mostraría
el presente que te anuncié.

El dragón escupió fuego,


un poco antes de aceptar,
para indicarle a la niña
que con él no se debe jugar.

Así que Flor y un dragón peligroso,


por un oscuro corredor echaron a andar.
El se relamía en silencio,
ella no dejaba de temblar.

Fuente: http://www.encomix.es/

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