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Buenos Aires Memorioso

Los autos eran todos negros. Cuando salió el Valiant parecía un


avión y todos se asombraban: daba más de 120!
No había semáforos. No había luz de giro. Para doblar se sacaba
la mano por la ventanilla.
Las mujeres no manejaban.
En las esquinas estaba la garita del vigilante desde donde un
cana dirigía el tránsito, vestido con unas mangas blancas en el
antebrazo y tocaba el silbato y hacía señas para que la gente
cruzara.
Con tan pocos autos, no había problemas de estacionamiento en
ningún lado; y casi todas las calles eran de doble mano.
Había muchos carros tirados a caballo. La mayoría de los
vendedores pasaban en carro por la mañana: el lechero, el
sifonero, el papero, la panificadora,el que vendía pescados, el
verdulero, el escobero, el basurero.
Como no todos tenían heladera había uno que vendía hielo en
barra: el
yelero. Cortaba el bloque con un golpe de serrucho y lo cargaba al
hombro con una bolsa de arpillera.
A los tranvías los conducía el motorman y un guarda cortaba los
boletos.
Los asientos eran de madera y en invierno se colaba un frío que
daba
calambre.
Los medios de transporte público eran el colectivo y el troley que
era un colectivo enorme con dos fierros arriba conectados a la línea
eléctrica,
¡Ah, también estaba el tren!, pero con locomotoras a carbón.
Viajar en avión era cosa de ricos.
Se usaba el correo postal con la estampilla. En muchas esquinas
había un objeto cilíndrico pintado de rojo: el buzón.
Muy poca gente tenía teléfono particular, tal vez uno o dos por
cuadra y entonces se lo prestaban a los vecinos. No había teléfonos
públicos y para hablar había que ir a la empresa telefónica donde
la comunicación la hacía a operadora conectando cables de dos
colores en unos enchufes.
Todos los teléfonos eran negros.
La gente se visitaba sin previo aviso, directamente caía en la casa de
uno y golpeaba la puerta, aunque la gente "fina" sí mandaba una
tarjetita avisando unos días antes.

Casi todas las fotos caseras eran Kodak sacadas con una maquinita
tipo “cajón”. Los estudios profesionales tenían cámaras de madera.
El documento de identidad de los hombres se llamaba Libreta de
Enrolamiento y el de las mujeres Libreta Cívica.
Ir a la colimba era ir a Servir a la Patria o a hacerse hombre: si te
tocaba Marina tardabas dos años en hacerte hombre.
Los inviernos eran crudos y los pulloveres los tejían a mano las
abuelas, las mamás, las tías y las madrinas. A los chicos les ponían
guantes de lana,bufanda y orejeras. Los sabañones en los dedos
eran un suplicio.
Había solo 4 "made in": Made in USA, Made in England, Made in
Germany y Made in Japan
La mayoría de los países del África eran colonias británicas,
francesas, belgas o portuguesas.
Asia quedaba allá lejos. Oceanía no existía.
Todos los envases de bebida eran de vidrio y las gaseosas venían
en botellas chiquitas.
También la leche venía en botellas de vidrio.Los chicos tomaban
una cosa llamada Granadina y un concentrado que se diluía:
Refrescola. En las confiterías se pedía una Bidú.
A los bares se iba para tomarse una ginebra y sólo iban los
hombres.

Se usaba el exprimidor de carne, había calentadores Primus y


cocinas económicas. Las planchas no eran aerodinámicas.
La mayoría de las cosas se vendían por precio y no por peso: 5
centavos de azúcar, 10 de fideos, 5 de manteca. El vino se compraba
suelto llevando la damajuana lo mismo que el aceite. Las gallinas y
los pavos se vendían vivos.
Se los mataba y se desplumaban con agua hirviendo.
Los almaceneros, los dueños de restaurantes y los mozos eran todos
gallegos. Los albañiles y carpinteros italianos, los tintoreros
japoneses, los vendedores ambulantes de ropa turcos y los lecheros
vascos.
Los hombres usaban gemelos para las mangas de camisa, chaleco,
moñito en vez de corbata, sombrero, ligas para las medias,
tiradores, anillos grandes y guantes.
Se peinaban con raya al medio y Glostora o gomina Brancato.
Se afeitaban con brocha. No se había sido inventado el champú, ni
crema de enjuaguede enjuague. El desagüe del inodoro era una
cadena.
Los colchones y las almohadas eran de lana, pluma o algodón, no
existían la goma espuma, ni el Polyester. Había un oficio que era el de
cardador, un hombre que iba a la casa, descosía el colchón, lo
cardaba y lo volvía a armar. Se lo llamaba anualmente en primavera.
La ropa necesitaba plancha y almidón, y cuando se rompía se zurcía
o se le ponía un remiendo.
Los lavarropas eran un lujo y tenían rodillos. Todo se lavaba en una
enorme pileta de cemento armado refregando contra una tabla de
madera y se colgaba en una soga que cruzaba el patio.
La entrada a la adolescencia estaba marcada por los pantalones
largos, la llave de la casa y el reloj pulsera.
Las mujeres no usaban pantalones, a ninguna edad.
La luz se pagaba a domicilio; pasaba un cobrador, leía el medidor
y le pagabas ahí mismo.
De noche un policía patrullaba las calles y se fijaba las puertas de
las casas estuvieran con llave.
Casi no existían productos electrónicos, el tocadiscos había
desplazado a la victrola y los pudientes tenían un combinado que
era un enorme cajón de madera madera con radio. Los discos
eran de pasta, de 78 rpm. Después apareció el Wincofon. Las
noticias se conocían por el diario y la radio. El domingo al
mediodía se escuchaba La Revista Dislocada.
Cuando había golpe de estado se buscaba a Ariel Delgado en
Radio Colonia
Cuando apareció la TV era en blanco y negro y sólo había un canal
que transmitía dos o tres horas diarias. Muy poca gente tenía
televisor.
No había cosas a pila salvo las linternas. Los encendedores eran a
bencina.
Los fósforos de cera. Los juguetes que se movían eran a cuerda.
La medicina casera era de aplicación común: friegas de vinagre, la
barrita
de azufre, ventosas, purgas laxantes de aceite de castor, las píldoras
Ross para regularizar el intestino, el ajo con leche para sacar la
lombriz solitaria, las enemas, los tópicos en la garganta, el carbón
para cortar la diarrea, el Geniol para el dolor de cabeza, paños con
alcohol para el dolorde estómago, la emulsión de Scott.
Los chicos se enfermaban de sarampión, viruela, poliomielitis,
escarlatina, tos convulsa, varicela. Por cualquier cosa te metían un
supositorio.
Para eliminar las moscas se usaba una paleta o se les echaba Flit
Para desinfectar se usaba la lavandina, el fluido Manchester y la
acaroína.
Había muy pocos bancos, lo más común era la cuenta corriente y la
libreta de hule negra; la palabra era suficiente para cerrar un trato.
Nadie compraba dólares.
Todos los vecinos se conocían y se visitaban, uno llevaba unas tortas
fritas y el otro unas uvas de su parral, empanadas o cosas así. Por
las tardes la gente salía a la vereda a tomar mate, leer el diario y
conversar de bueyes perdidos.
Para fin de año se iba a saludar casa por casa con una sidra bajo el
brazo.
Las mujeres se pasaban la mañana entera cocinando, siempre
había ollas de agua hirviendo en alguna parte.
La calefacción era a carbón o a kerosén o con estufas eléctricas con
una espiral.. Había pocas heladeras.
Los cigarrillos eran sin filtro. Fumar era cosa de hombres, no de
mujeres.
Se podía fumar en cualquier lado, incluso en los colectivos.
El diarero traía todos los días La Nación o La Prensa. Los lunes
llegaba el Billiken y en el kiosco se compraban Patoruzú, El Pato
Donald, Superman, El Tony o Misterix por unas monedas.
Los chicos andaban en bicicleta, jugaban a las bolitas, a las
figuritas, al ludo, a las damas, a la lotería, patinaban, y hablaban
en jeringozo.
Tocaban el timbre de una casa y salían corriendo, jugaban a la
escondida y a la mancha, al rango y a la rayuela. Cuando llovía y
se inundaba la calle hacían barquitos de papel.
Remontaban barriletes, coleccionaban estampillas y leían
revistas mejicanas y los libros de la Colección Robin Hood.
En las plazas había un guardián que cuidaba que la gente no
ensuciara ni rompiera nada, también retaba a los chicos que se
portaban mal. Todas las tardes aparecía el barquillero el que
vendía pirulines, el pochoclero y el manisero. Todas tenían
hamacas, sube y bajas y toboganes. En muchas había calesitas.
El heladero pasaba siempre a eso de las 2 de la tarde en un triciclo:
¡palitos, bombón, helado!
Se iba al cine semanalmente a ver una de cowboys o pistoleros.
Daban tres películas y las familias llevaban comida. Cada vez que
se quemaba la película se armaba un griterío infernal y volaban las
cáscaras de
cáscaras de banana. La mayoría de las películas eran en blanco y
negro pero comenzaban a llegar algunas en technicolor…y era
lindo!
Los libros y cuadernos se forraban con papel araña y los chicos
tenían una libreta de ahorro postal con estampillas, y el chanchito
alcancía. El único pegamento para el colegio era el Pegalotodo.
Se usaban los repuestos Rivadavia.El hombre de la bolsa se llevaba
a los chicos que no querían tomar la sopa.
A los bebés los traía la cigüeña de París.
No se hablaba de animales en extinción ni de tala indiscriminada de
árboles.
Había indios salvajes y zonas del planeta inexploradas.
Los mares no estaban contaminados y el agujero de ozono todavía
no se había inventado.
No se hablaba de marketing, anorexia, aerobismo, clonación,
tercera edad, globalización, stress, ni celulitis.
No había teflón, fax, FM, sachets, countries, ninjas, shoppings,
prepizzas CDs, locutorios, freezers, DVDs ni kiwis.
Nadie sabía que significaba diet, biodegradable, delivery, tenedor
libre, ADN, freeshop, y nadie iba al psicólogo.
En la mesa los chicos no hablaban.
En Pehuajó todavía no había nacido Manuelita.
Fin

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