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V ALOR D E C AMBIO
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ciones por el valor de cambio que tiene el conocimiento que adquieren en
ella. Es decir, porque al demostrar que lo han adquirido les conceden una
calificación, una nota, que les sirve para obtener un certificado académico.
Todo ello tiene que ver con la evaluación de los aprendizajes. Cuando
lo que predomina es el valor de cambio, lo único importante es conseguir
la calificación mejor. O, al menos, la suficiente para tener un aprobado. Lo
más importante es, pues, aprobar, no aprender. Y menos aún, ser mejores
personas.
De ahí muchos vicios que se hallan presentes en las instituciones escola-
res. No importa no aprender nada con tal de conseguir un buen resultado.
No importa acabar odiando el aprendizaje con tal de alcanzar una buena
calificación. Decía Winston Churchill: “Me encanta aprender, pero me ho-
rroriza que me enseñen”. No importa copiar o alcanzar la nota por métodos
tramposos. Lo que importa es aprobar como sea.
Las familias ante las calificaciones no se hacen las siguientes preguntas :
¿te has esforzado mucho?, ¿has aprendido cosas interesantes?, ¿has ayuda-
do a otros que no entendían? Las preguntas clave son: ¿cuántas has suspen-
dido?, ¿tienes que recuperar?, ¿qué te ha quedado? Por eso los estudiantes
están obsesionados por las calificaciones, no por el aprendizaje, no por los
valores. Si se suspenden las clases, no hay problema. Si no se aprende, no
hay problema. El curso se pierde cuando no se aprueba, no cuando no se
aprende.
El alumno aprueba cuando es capaz de repetir, no cuando demuestra
que es capaz de pensar, de criticar, de analizar, de aplicar positivamente el
conocimiento. “Señor, haz que Felipe V sea hijo de Carlos II, porque escribí
eso en el examen”, pide un niño después de realizar un examen de historia.
Para satisfacer el deseo del niño, diría un teólogo al uso, a Dios no le hace
falta siquiera usar de su fuerza retroactiva, le basta modificar solo el presen-
te, corregir el Manual de Historia y las ideas del profesor, ya que a ese niño
sólo le importa aprobar el examen, no tiene interés en que Carlos II goce de
una descendencia milagrosa.
Las finalidades de la evaluación pueden ser múltiples. La más elemental
es la de comprobar si se han producido los aprendizajes. Hay otras desea-
bles. Y algunas perniciosas. Es deseable la de comprender el proceso de
enseñanza y aprendizaje para poder mejorarlo. Las negativas conducen al
sometimiento, a la comparación, a la clasificación, a la selección.
Muchos padres y madres, en estas fechas, se muestran inquietos por los
resultados. Algunos sólo se preocupan al final, aunque el proceso seguido
durante todo el curso sea lo importante.
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Las finalidades
de la
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pueden ser
múltiples. La
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es la de
comprobar
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producido los
aprendizajes.
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