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El Cuarto Milagro
El Cuarto Milagro
En una cabaña en el monte, apartada del mundo, abrí los ojos por
primera vez. Supongo que la mejor manera de llamarme en ese momento,
habría sido “un milagro”. Frente a mí estaba un niño. En su cara se dibujaba
una sonrisa de lado a lado aunque desconocía por qué estaba sonriendo. Dijo
que yo estaba incompleta, que me faltaba un programa: el Corazón. “¿Por qué
no tengo corazón?”. “Porque tu cuerpo no puede soportar el gran peso de ese
programa”. Respondió él, no se porqué, cambiando la amplia sonrisa por una
cara de angustia. Los siguientes días hicimos todo tipo de actividades que mi
creador denominaba juegos. Me regaló un pequeño cerezo y me llevó a un
pequeño monte donde me enseñó a plantarlo y a darle vida. Siguiendo sus
órdenes subía con él a la colina todas las tardes, regaba nuestro árbol y
aprendía a leer, escribir, tocar el violín y a cantar. Yo siempre creí que mi canto
era perfecto, pero mi creador siempre le echaba en falta algo, algo que ni
siquiera él podía explicar. Todo esto tenía como fin enseñarme lo que era la
felicidad y la tristeza, decía mi autor, pese a que esos eran dos conceptos fuera
del alcance de mi entendimiento.