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Cien Prepucios de Filisteos Extraña dote

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En 1989, estando yo estudiando en Estados Unidos, un compañero mío de


Uganda dedicaba sus vacaciones a trabajar como una bestia porque necesitaba
completar el dinero con el que compraría unos chivos que tenía que entregar
como dote a los padres de su novia para que ésta le fuera entregada como
esposa. Curiosa costumbre, pensé yo. En nuestra cultura no existe eso.[1]
Algunos a duras penas se gastan un helado y una ida a cine, y ya se creen con
plenos derechos conyugales sobre la novia.

Lo del chivo puede sonar extraño, pero ¿se puede imaginar usted una dote que
se paga en prepucios? ¿Sabe lo que es un prepucio? Sin duda que los tiempos
pasados eran diferentes; muy diferentes. Pero ¿pagar una dote de cien
prepucios[2] de filisteos por una mujer y después incluir el dato en un reclamo
como si fuera gran cosa (2S 3:14)? ¡Eso es el colmo! Sí; pero eso hizo David, el
rey de Israel. A David le pareció una gran idea y le entregó a Saúl cien
prepucios de filisteos para recibir a Mical como esposa (1S 18:20–30). Sin duda
eran otros tiempos, ¿pero David, el gran rey por quien tanta tinta narrativa y
teológica se ha vertido en la Biblia? Que lo haga Sansón, bueno, ¿pero David?

Sea como fuere, para que se puedan coleccionar cien prepucios de filisteos o
de cualquier grupo étnico, existen dos requisitos principales; en primer lugar,
que los intervenidos no hayan sido circuncidados antes; y en segundo lugar
que la donación del prepucio no sea voluntaria. Y por qué prepucios, se
preguntará usted. Las razones son puramente pragmáticas: como prueba de
los muertos, son más cómodos de cargar (a diferencia de cabezas, por
ejemplo), fáciles de contar (sobre todo si se ensartan en una cuerda no muy
gruesa), y no se puede hacer trampa (a diferencia de orejas o dedos).

Uno podría decir “¡Qué tipos tan salvajes los de esos tiempos!” Pero no se
apresure; el asunto no es tan sencillo. Los seres humanos seguimos siendo los
mismos; lo que han cambiado son las armas. Las armas actuales eliminan el
contacto cuerpo a cuerpo entre quien oprime el botón o el gatillo y quien
recibe el impacto. Pero el destrozo a la humanidad del impactado es mucho
peor hoy que antes. Las armas actuales son más devastadoras en todo sentido;
matan más gente de un solo golpe y los muertos quedan más destrozados. Así
que si de salvajismo se trata, hoy somos más salvajes.

Tampoco debemos olvidar las historias de motosierras y descuartizamientos de


enemigos que se ven hasta la fecha en el mundo, incluyendo repetidos y muy
lamentables casos en América Latina, generalmente relacionados con el
narcotráfico. Entre algunos, estos hechos atroces son actos de heroísmo; y se
entiende, si viene de gente deshumanizada y animalizada. Por cierto, estas
guerras se libran entre organizaciones y con armas financiadas principalmente
con dineros provenientes de los países “desarrollados”, “avanzados” y de
mucha “cultura”; no se nos olvide.

Ninguno de estos dos jabones (armas devastadoras, motosierra) podrán


desmanchar las manos ni las ropas de David. El problema para el lector de la
Biblia es que allí se cuente como hazaña que alguien mate cien hombres, los
circuncide, y así gane una apuesta porque él es el vivo y su contendor el bobo.

Ahora pensemos, si es una dote, ¿qué puede hacer Saúl con cien prepucios?
Pues nada; la idea es que son cien filisteos enemigos menos. Cien prepucios
podría ser una expresión equivalente a “maté cien filisteos”; lo cual tampoco
es que sea más amable que cortarles los cien prepucios. Pero en el texto no se
presenta como expresión idiomática, sino como hecho.

¿Qué hacemos con una historia tan extraña, tan cruel, pero al mismo tiempo
humorística y heroica? ¿Son meras historias de folklore picaresco? ¿Se
equivocaron actores y narradores? ¿Podemos afirmar que no eran menos
humanos que nosotros y por lo tanto hijos de su época incluyendo las formas
de la violencia? ¿Patrocina la Biblia la violencia? ¿Cambiamos corte de
prepucios por balazos y bombazos y seguimos campantes y orondos?
Continuará . . .

©2010Milton Acosta
[1]Una excepción que conozco en Colombia son los Wayúu de La Guajira, al norte del país. También
entregan chivos o vacas. No se trata de comprar la novia, sino de dar un regalo a la familia. En
algunas culturas no se puede desconocer el elemento económico puesto que al perderse un miembro
de la familia se pierde mano de obra productiva.

[2]¡En la Septuaginta son 200!

marzo 15, 2010 Cien Prepucios de Filisteos [2] Extraña dote


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Algunos ateos se sirven de historias como la de los cien prepucios para afirmar
que el problema de la humanidad es la religión. No se les puede responder que
“el cristianismo no es una religión si no una relación” porque te preguntarán
“¿Qué relación quiere que tenga yo con un Dios que cuenta entre sus
representantes a un tipo que anda por ahí cortando prepucios a placer y
utilizándolos para comprar mujeres?”[1]

No toda lo que se cuenta en la Biblia es digno de imitación porque no se cuenta


para que se imite; sobre todo si es del Antiguo Testamento y si contiene
escenas de sexo o violencia. Estos relatos son como el caso del cabezazo de
Zidane a Materazzi en el mundial del 2006: “Prefiero morir antes que pedir
disculpas (a Materazzi).” La Biblia no pide disculpas por estos prepucios.
Entonces, ¿Cuál es la intención comunicativa del texto y la pertinencia y
permanencia de estas prácticas y modelos de vida para los cristianos?

¿Equivale la exhibición de los 100 prepucios filisteos a los videos del F-16 que
muestran las bombas caer contra “los enemigos de la democracia”. Para nada;
no creo. Ambos son símbolos de triunfos militares, pero David nunca
representó el ejército más poderoso del mundo, como sí lo representan los
aviones, los satélites y los videos de bombardeos. ¿Qué hacemos con una
historia así? La respuesta corta es ¡Nada! ¿Qué vamos a hacer? Aplicarla
literalmente no podemos; espiritualizarla sería todo un indecoroso acto de
malabarismo hermenéutico. Se imagina qué podrían significar los prepucios, lo
que los sostiene, el cuchillo, la mano, el dueño del prepucio, David, Saúl, Mical.
¡Deténgase! ¡Por favor! ¿A dónde vamos a llegar con todo eso?

Saúl pide 100 prepucios como dote por Mical y David le trae 200.[2] ¿Qué
aplicación tiene esta historia para la vida cristiana? A primera vista muy poco;
y a segunda vista, menos. No vivimos en esos tiempos; así que ni siquiera sirve
como mal ejemplo. Necesitamos situarnos en el tiempo, en la historia y en la
teología bíblicas. El tema de Samuel aquí es el descenso de Saúl y el ascenso
de David. En este relato se encuentran la olla y la tapa. Un Saúl que quiere
acabar con David, y un David que quiere probar que es más que Saúl. Esto
ocurre dentro de los parámetros antiguos de un héroe en la lucha por el poder
durante la formación de una nación llamada Israel. Estamos hablando de
historias de hace tres mil años, ¡treinta siglos! Si las cosas eran tan diferentes
en tiempos de nuestros abuelos, ahora imagínese cómo lo serían hace tres mil
años.

El descalificado de la historia es Saúl y el escogido es David; Saúl quiere que


los filisteos hagan el trabajo sucio por él. La historia muestra que David es más
sagaz que Saúl: se le sale de todas las trampas, escapa de todas las
emboscadas y le saca el cuerpo a todas las jugadas. Saúl no le gana una a
David. La historia de los cien prepucios es parte de ese plan narrativo en
Samuel. Saúl quiere ver a David muerto y termina siendo su suegro.[3] Además
de violenta, la historia es cómica.

A quien le disgustan los prepucios debería leer más la Biblia para notar la otra
cara del realismo bíblico. David le jugó muy sucio al soldado Urías después de
haberse acostado con su mujer Betsabé (2S 11). En ese caso a David sí se le
acusa de haber procedido mal. Aunque ambos casos tienen que ver con el
mismo órgano pero de manera distinta, en el caso de los 100 prepucios a
David no se le culpa de nada. Uno podría decir que para quien nos cuenta la
historia en Samuel, el que David haya cortado cien prepucios filisteos estuvo
bien (porque superó a Saúl en astucia y porque los filisteos son enemigos);
pero el que haya mandado a matar a Urías estuvo mal (porque lo hizo para
ocultar su adulterio y porque Urías es un hombre íntegro).

En la cosmovisión de quien cuenta esta historia en Samuel, el éxito de David es


muestra de que Dios está con David. De paso, David entra a formar parte de la
familia del rey gracias a la idea del mismo Saúl, su enemigo. Es la historia de
un autogol, del tiro que salió por la culata, del tramposo engañado, del que fue
por lana y salió trasquilado. Es una burla. Por eso cuenta que las mujeres
cantan las victorias de David menospreciando a Saúl, y que Jonatán, el hijo de
Saúl, hace un pacto lealtad y amistad con David.

Seguramente un tema tan complejo como el de los cien prepucios requerirá


más estudio y reflexión, pero lo dejamos así hasta una próxima oportunidad.

©2010Milton Acosta

[1]Otros cortaban los dedos gordos de los pies (Jue 1).

[2]¿Y los sentimientos de Mical?, pregunta un autor. No hay mucho porque ese
no es el tema, ni es esta la biografía de Mical sino de David. Además recuerde
que son muchas las mujeres de David. Sin embargo, “este es el único lugar en
los relatos del Antiguo Testamento donde se describe a una mujer como
enamorada de un hombre.”[2] Lo que no se menciona son los sentimientos de
David hacia Mical. Steven L. McKenzie, King David: A biography (Oxford: Oxford
University Press, 2002), 87.

[3]Hasta le daba un derecho indirecto al trono. Ibid., 81.

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