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CAPITULO I: Un domingo cualquiera.

Recuerdo que hacía una mañana especialmente agradable. De aquellas que cualquiera
duda si etiquetarla como una cálida mañana primaveral o una fresca mañana de verano.
Se podría decir que el sol y el viento estaban ambos de buen humor, en paz con ellos
mismos, como una pareja que acaba de hacer las paces después de una gran discusión,
como una estación de trenes en huelga de transportes, como la primera vez que un hijo
recién nacido se echa a dormir. Además por si semejante clima fuera poco, resultaba ser
domingo, entre los siete posibles, el día de la semana favorito de John.

John era un señor algo mayor, jubilado, que en su día fue uno de los directores de un
prestigioso museo en Madrid. Después de haber vivido una vida muy ajetreada,
saboreaba su jubilación como si fuera una segunda niñez. Vivía en una casita muy
acogedora en la costa mediterránea. Esas casas que uno compra el terreno baldío y poco a
poco va construyendo los cimientos, las paredes, el muro... todo al gusto propio, faltaría
más. A su lado, su esposa Ana. La mujer que creyó en él cuando aún era un universitario
testarudo y extremista. Ana era de aquellas mujeres que además de esposas eran madres y
abuelas. Ambos, John y Ana, no eran expertos jugadores de dardos pero se podría decir
que tenían buena puntería. Sus hijos nacieron todos sanos e inteligentes. Así como los
hijos de sus hijos. Entre ellos, John tenía una especial devoción por uno de sus nietos,
Marc quien acababa de pasar su primer lustro de vida. Entre ambos había una relación
que sobrepasaba la del abuelo y nieto. Es difícil de explicar. Parecía como si uno tuviera
paciencia con el otro, como si se entendieran sólo con la mirada… no estoy seguro si su
relación se podría calificar de amistad, debido a la diferencia de edad, sin embargo me
arriesgaría a afirmar que sí había una cierta dependencia emocional entre ambos.
Justamente, aquella mañana, estaba John leyendo “The News of the World ” como escusa
para disfrutar de semejante bendición climatológica, en un sillón en el rincón de la terraza
de su acogedora casa. Al pasar las hojas del periódico, John remarca que los artículos
mantienen de una forma u otra el mismo tema. Ya no era una novedad: la Reina había
fallecido. De hecho estaba lejos de ser una novedad. Lo que en su día fue una borrachera
mediática para hombres y mujeres, monárquicos o republicanos, seguía alimentando
páginas y más páginas en los diarios y horas y más horas en la radio y en la televisión.
John, ya empezaba a estar saturado de tanta resaca periodística e intentaba enterarse de
las demás novedades que suceden en el mundo aparte de semejante catástrofe.

John pasaba las páginas como un analfabeto que leyera el periódico al contrario y
bocabajo. Quien no le conociera pensaría que se había puesto delante del periódico para
dárselas de intelectual. La sección de cultura resaltaba la exposición de cuadros
procedentes de la colección privada de la Reina. La sección de literatura menciona la
última bibliografía sobre la vida y la muerte de la Monarca. La parte dedicada a la
Economía citaba un gráfico con las variaciones de la bolsa desde la pérdida de su
majestad. John finalmente se refugiaba en la sección infantil para los más jóvenes. Al
momento, llega Marc recién salido de la ducha, oliendo a talco, muy repeinado, con una
galleta en la mano y se sienta a su lado en silencio. John apenas nota su presencia hasta
que al pasar tímidamente una hoja del periódico nota a su nieto mirándole fijamente.
<<Buenos días abuelo. Buenos días Marc. ¿Qué haces? Leer el periódico. La abuela dice
que estás tomando el Sol. Bueno… eso también>>. Marc se queda en silencio, no
sabemos si reflexionando, con la mente en blanco o simplemente disfrutando del clima
igual que su abuelo.

John había nacido en Cork. Lejos ya de las hambrunas de 1845, Irlanda seguía siendo un
nicho migratorio. Sus padres fueron emigrantes que dejaron su país natal en busca de
nuevas oportunidades, como otros muchos, en tierras extranjeras. El padre era profesor de
inglés en una escuela primaria, que al perder su empleo decidió intentar una mejor suerte
en una España que empezaba a abrirse al mundo y solicitaba un sin fin de profesionales
extranjeros. El padre se aventuró en solitario pero tanto la madre como John le siguieron
enseguida. Por lo que éste tuvo el privilegio de aprender un idioma en el colegio y otro
diferente en casa, convirtiéndose desde niño en bilingüe. Su hija Carol, la madre de Marc,
nunca había emigrado a ninguna parte sin embargo se había enamorado de un hombre
inglés, de Manchester, llamado Philip, el padre de Marc.

Ambos, Carol y Philip, en su día, habían consultado un pediatra, conocido de Ana, para
informarse de la posibilidad de educar a su hijo en dos idiomas diferentes. Éste les indicó
que antes de los dos años es recomendable que un niño sea educado en una misma lengua
sin embargo después de dicha edad no habría ningún problema en acostumbrarle a dos
idiomas. Así que por curiosidades del destino tanto el abuelo y el nieto, John y Marc, aún
que por circunstancias muy diferentes, eran los dos bilingües con pedigrí, de la familia.
De repente suena el teléfono. Tanto el abuelo como el nieto hicieron oídos sordos a tal
acontecimiento, como si no fuera con ellos. La terraza suponía la parte de la casa más
alejada del teléfono. Con un símil geográfico, aquella tranquila terraza sería Hong Kong
y el ruidoso teléfono Buenos Aires. Sin embargo el timbre del mismo, hizo que uno
volviera a remarcar la presencia del otro.

<<Oye, Marc- dice John ejerciendo de abuelo. ¿Qué? ¿Te suena la historia de la niña y el
árbol? ¿Historia de la niña y el árbol? Sí esa. No, no me suena>>. John, se mantiene en
silencio, contento porque aquel día su nieto no sufría una de sus “crisis monosilábicas”,
como solía decir. << No me suena, ¿de qué va? - pregunta Marc, en su papel de nieto. Te
la contaría si la supiese. ¿No te la sabes, abuelo?- sorprendido, como si el abuelo tuviera
que saberlo todo. La verdad es que acabo de leer un artículo sobre ella en el periódico,
referente a un famoso libro para jóvenes de tu edad y te preguntaba por si la conocías tú.
¿Artículo?- a veces John se olvidaba que estaba hablando con un crío de cinco anos. Sí,
este artículo… si quieres te lo leo, viene un extracto de la historia. ¿Extracto? Sí, me
parece que viene el principio de la historia. Bueno, vale. Well, it is in English. Vale- con
la naturalidad propia de alguien que desconoce que no todos los seres humanos son
bilingües nativos. It is called he Girl and the Tree. Vale- vuelve a contestar Marc, con un
cierto aire ansioso, como si su abuelo se estuviera repitiendo innecesariamente. Here we
go.

There are many types of stories and also many ways of writing them. There are true stories which
look like fiction and there are untrue stories which become real from the moment we believe
them. It is up to us, writers and readers, to decide whether to believe it or not.

Our Story is a story within another story. However it is more than that. It is a harmonic dance
between fiction and reality. It also is an endless war, between our common sense and our
imagination, of which we are the only moderator. We also must read it carefully because it might
trick us. The most unreal character might be the one who is telling the truth, and the most real,
whose hands you can almost shake, may not even exist.

This remarkable story was born out of a friendship. Or was it a friendship which gave birth to
this remarkable story? Whatever the case it does not really matter because this friendship could
not have been more unusual. It was not a friendship between two people, nor was it between two
animals; still, they were living creatures. And they found in each other a connection which they
have never found before.

Aparece Ana e interrumpe la lectura con una sonrisa. <<John perdona cielo, tienes una
llamada>>.

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