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SABINES moverse,
de lamentables charcos, ataúdes del agua,
PRIMERA PARTE de troncos derribados en que ahora duerme el
rayo,
I y de la yerba, que es la sombra de las ramas
del cielo,
viene Dios, el manco de cien manos,
Déjame reposar, ciego de tantos ojos,
aflojar los músculos del corazón dulcísimo, impotente.
y poner a dormitar el alma (Omniausente, lleno de amor,
para poder hablar, el viejo sordo, sin hijos,
para poder recordar estos días, derrama su corazón en la copa de su vientre.)
los más largos del tiempo.
De los huesos también,
Convalecemos de la angustia apenas de la sal más entera de la sangre,
y estamos débiles, asustadizos, del ácido más fiel,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso del alma más profunda y verdadera,
sueño del alimento más entusiasmado,
para verte en la noche y saber que respiras. del hígado y del llanto,
Necesitamos despertar para estar más viene el oleaje tenso de la muerte,
despiertos el frío sudor de la esperanza,
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos. y viene Dios riendo.
Apagarse es morir, lento y aprisa ¿Será posible que abras los ojos y nos veas
tomar la eternidad como a destajo ahora?
y repartir el alma en la ceniza. ¿Podrás oírnos?
¿Podrás sacar tus manos un momento?
XIII
Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,
Padre mío, señor mío, hermano mío, tu cumpleaños, viejo.
amigo de mi alma, tierno y fuerte, Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos
saca tu cuerpo viejo, viejo mío, venimos a abrazarte, todos, viejo.
saca tu cuerpo de la muerte. ¡Tienes que estar oyendo!
No vayas a llorar como nosotros
Saca tu corazón igual que un río, porque tu muerte no es sino un pretexto
tu frente limpia en que aprendí a quererte, para llorar por todos,
tu brazo como un árbol en el frío por los que están viviendo.
saca todo tu cuerpo de la muerte. Una pared caída nos separa,
sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme y tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
XVII
Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo como un gusano lento a lo largo del alma.
que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No eras distinto a mí, ni eras lo mismo. ¡Si sólo se pudiera decir: "papá, cebolla,
Eras, cuando estoy triste, mi tristeza. polvo, cansancio, nada, nada, nada"
!Si con un trago te tragara!
¡Si con este dolor te apuñalara!
¡Si con este desvelo de memorias
Eras, cuando caía, eras mi abismo,
-herida abierta, vómito de sangre-
cuando me levantaba, mi fortaleza.
te agarrara la cara!
Eras brisa y sudor y cataclismo,
y eras el pan caliente sobre la mesa.
Yo sé que tú ni yo,
ni un par de valvas,
Amputado de ti, a medias hecho
ni un becerro de cobre, ni unas alas
hombre o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada el alma, abierto el pecho,
sosteniendo la muerte, ni la espuma
en que naufraga el mar, ni -no- las playas,
Ofrezco a tu dolor un crucifijo:
la arena, la sumisa piedra con viento y agua,
te doy un palo, una piedra, un helecho,
ni el árbol que es abuelo de su sombra,
mis hijos y mis días, y me aflijo.
ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,
ni la fruta madura, incandescente,
ni la raíz de perlas y de escamas,
ni tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
SEGUNDA PARTE sabrán del tiempo obscuro que nos corre
desde las venas tibias a las canas.
(Tiempo vacío, ampolla de vinagre,
caracol recordando la resaca.)
I
He aquí que todo viene, todo pasa,
Mientras los niños crecen, tú, con todos los todo, todo se acaba.
muertos, ¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros?
poco a poco te acabas. ¿para qué levantamos la palabra?
Yo te he ido mirando a través de las noches ¿de qué sirvió el amor?
por encima del mármol, en tu pequeña casa. ¿cuál era la muralla
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas, que detenía la muerte? ¿dónde estaba
otro día sin garganta, el niño negro de tu guarda?
la piel sobre tu frente agrietándose,
hundiéndose, Ángeles degollados puse al pie de tu caja,
tronchando obscuramente el trigal de tus y te eché encima tierra, piedras, lágrimas,
canas. para que ya no salgas, para que no salgas.
Todo tú sumergido en humedad y gases
haciendo tus desechos, tu desorden, tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu traje, III
más madera tus huesos y más huesos las
tablas. Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo
Tierra mojada donde había tu boca, y van y vienen máscaras.
aire podrido, luz aniquilada, Amanece el dolor un día tras otro,
el silencio tendido a todo tu tamaño nos rodeamos de amigos y fantasmas,
germinando burbujas bajo las hojas de agua. parece a veces que un alambre estira
(Flores dominicales a dos metros arriba la sangre, que una flor estalla,
te quieren pasar besos y no te pasan nada.) que el corazón da frutas, y el cansancio
canta.