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San Francisco, una alegre ciudad, es testigo de un

homicidio perturbador...
El último caso del detective Francis Deloitte pondrá
a prueba sus recursos. Usted podría adivinar quién
es el asesino... sino fuera tan cretino.

Fabián “Lo Macho Animal” Gatti

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"Fui arrollado por ser gay". El barrendero reproducía así
por séptima vez las últimas palabras de Johnny Velázquez.
Los inspectores de la Policía de San Francisco tomaban nota
e intercambiaban inescrutables miradas.
A solo unos metros aún podía verse como Johnny dejó este
mundo con una incomprensible expresión de satisfacción,
como habiendo creído que aclaró su situación con ese
sencillo epitafio.
Lamentablemente, conocer el motivo no es suficiente para
resolver una investigación si la casualidad nos juega una
mala pasada.
Mr. Moreno, el barrendero, lo recordaba practicando el
mismo ritual desde hace años. Volvía a su casa cada mañana
a las 6.30 tras correr unos siete kilómetros. Las veces que
hacía su ronda un poco más tarde, lo veía despedirse de su
mujer, irse al trabajo en su Chrysler color berenjena.

Un hombre casado, no había dejado descendencia. La viuda


estaba en su casa cuando todo sucedió. Practicaba pilates
con ESPN a todo volumen. No escuchó el impacto. Luego, el
sonido de la ambulancia la hizo mirar por una ventana. Tres
pasos fuera de la puerta de calle, se desmayó.
Un hombre arrollado, solo eso. No era la clase de caso que
atraía la atención pública. Cada día se dan decenas de
casos de atropello y fuga. La prensa no lo consideraba
noticia.
Sin embargo, las últimas palabras de Johnny convertían lo
que podía haber pasado por un homicidio culposo en, muy
probablemente, un homicidio premeditado.
Los motivos expuestos hacían de este crimen un asunto
personal para el inspector Francis Deloitte. Tal como
sucede en las malas películas policíacas, su último caso
habría de ser también el más duro.
No dejaría una mancha en una carrera intachable. Para
cualquier otro hombre hubiera sido muy fácil archivar el
caso en una estantería. Pero Francis sabía que podía seguir
una pista hasta el final. Siempre había una huella, un
rastro, una insignificante evidencia que delataría al
culpable. Los indicios estaban allí, solo necesitaba
aclarar su mente una vez más.
No llegó hasta donde estaba siguiendo los manuales: " La
intuición es una perra" solía decirle a Templeton. "Si
quieres encontrar a los cabrones, hay que seguir a la
perra".
Sabía que podía contar con su compañero para dedicar todo
el tiempo y los recursos posibles a descubrir a él o los
culpables.
Ahora Templeton Peck interrogaba a los vecinos de la
cuadra. Nadie vio nada. Sólo dos personas se percataron de
que había ocurrido algo extraño: una anciana que creyó
escuchar un vehículo pesado, "tal vez un camión" y el señor

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Kuznetsov, un tipo en sus cincuenta, de complexión mediana,
que aún estaba atónito por el incidente. Dijo ver un furgón
grande, gris, probablemente un GMC, que estaba aparcado a
media calle. Esto fue a las 6.15, cuando volvía de una
buena noche de pesca. A las 6.30, cuando sintió el impacto
y se asomó a la calle, el furgón ya no estaba allí. Eso era
todo.

Al volver en sí, la viuda se increpó ante la delicada


pregunta del inspector Deloitte. Que ella supiera, su
marido nunca la había engañado. Muchísimo menos con un
hombre.
No importa. Eso piensan todas, se dijo. La mujer es siempre
la última en saber. Pero alguien debía saber. No puede
ocultarse una predilección sexual a todo el mundo.
Seguramente tenía otro círculo social, al otro lado de la
ciudad. Una vida paralela. El primer vínculo entre estos
dos mundos: el automóvil. La perra lo tiraba hacia el
garage. Sabía qué buscar: recibos de parquímetro, tickets
de restaurants, cualquier indicio de dónde pasaba su tiempo
cuando no estaba trabajando ni en su casa.

Los primeros meses de la investigación resultaron


agotadores. La evidencia apuntaba a la chica de un chulo,
presunta pareja de Johnny. Fue una pista falsa. La chica no
podía estar en dos lugares al mismo tiempo: una cámara del
subterráneo la había registrado a las 6.30 de aquel día en
un acto por el que fue, de todas maneras, condenada por
atentado violento al pudor.
Conforme la situación se hacía más indiscutible para los
investigadores, la viuda tuvo que ceder ante la evidencia.
Linda Evans se vio sumida en sentimientos encontrados. Todo
este tiempo había sido engañada por el hombre que amó.
Johnny se veía a escondidas con hombres.
Sin embargo, se sorprendió al saber que su esposo le había
dejado una importante suma a través de una póliza de
seguros. Después de todo sí pensaba en ella. Procesó toda
esa información como mejor pudo. Finalmente el despecho
pudo más...
Salía cada fin de semana a bares en busca de compañía
masculina, pero no era mujer de una noche y no tardó en
involucrarse sentimentalmente con alguien. Kuznetsov se
había portado muy amable con ella durante los primeros
meses de ese invierno maldito. Él terminó por enamorarse de
sus ojos azules y ella de sus ocurrentes proverbios rusos.
Su compañía era agradable y, en su sencillez, jamás le
reprochaba nada. Johnny, en cambio, que se ofuscaba si no
encontraba sus camisas Van Heusen bien almidonadas.

Al inspector Deloitte le reconfortaba saber que Linda


estaba rehaciendo su vida. Pero por otra parte se

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preguntaba por qué Johnny se había atado a ella durante
tanto tiempo. Quizás creía que era insustituible. Los
hombres tienden a creerse más necesarios de lo que
realmente son.
Sus visitas a la viuda durante la pesquisa habían mejorado
su relación, que había comenzado con mal pie, pero conforme
Linda pudo apreciar su genuino interés en resolver el caso,
se fue transformando, gradualmente, en una buena amistad.

Finalmente Templeton encontró un informante dispuesto a


intercambiar nombres por una reducción en su condena.
Describió con precisión el furgón, y señaló a sus
tripulantes. Era todo lo que necesitaba Deloitte para
arrestarlos. El resto puede leerse en el San Francisco
Chronicle:
"Una peligrosa banda de criminales homofóbicos fue puesta
tras las rejas por la oportuna intervención de los agentes
Deloitte y Peck. El grupo actuaba desde las sombras. Su
misión: desterrar a la comunidad homosexual de San
Francisco. Ya habían cometido un asesinato y planeaban una
masacre a gran escala, como atestiguaban las fotos en las
habitaciones de estos tres cuarentones que aún vivían con
sus respectivas madres.
En febrero pasado arrollaron con una furgoneta a Johnny
Velázquez. Si bien no pudieron encontrarse rastros del
accidente en la camioneta, el testimonio de un jefe de
taller fue fundamental para la decisión del jurado. Los
criminales llevaron la camioneta a su negocio los últimos
días de febrero. El paragolpes fue abollado supuestamente
por un perro que habían atropellado en los suburbios. "
El fiscal era un pitbull famélico y feroz. Logró una
condena rápida e implacable.
Los oficiales fueron condecorados. Finalmente tras un año
de notable esfuerzo, Deloitte puede retirarse a disfrutar
de su pensión. Compraría un bote para pasar las tardes en
la bahía.
A pesar de su ánimo festivo se va de su fiesta de despedida
temprano, al día siguiente debía levantarse a las cinco
para acompañar a sus amigos al aeropuerto.
Tras la boda, Linda convenció a su flamante esposo viajar a
Moscú para conocer a su familia. Siempre había querido
conocer Europa y ahora que el dinero no era un problema
podía darse el lujo de cambiar de ambiente y volver a
empezar su vida. Se despidieron de Francis y abordaron el
Boeing.
El señor Kuznetsov dejó la ciudad de buen talante. Con
una leve sonrisa en los labios, recordó las palabras que le
dijera su madre cuando era apenas un mocoso que iba de
pesca por los muelles de Stalingrado y soñaba con conocer
América: "El hombre que hace su fortuna en un año debería
ser ahorcado doce meses antes. No lo olvides, Sergei"

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