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salmn que haba atravesado una verja cercana. A las dos nos gustaba
mirar la carroza violeta de jacarandas en flor al balancearse en su
amarradero. Alice (o cmo la llamaban una tarde para que entrara en
casa) las golpeaba con la pata.
Cuando las jacarandas se marchitaron instalaron un feo enrejado de
tablones para
contener el rosal. Para entonces mis caminatas se haban extendido una
milla ms arriba, y se haban unido a nuestra compaa ms gatos,
perros y nios. Y para cuando la rosa color salmn desapareci detrs de
su verja, yo haba encontrado una casa ms arriba con un jardn vallado
de estilo morisco y un loro vitrilico al que cog cario. El pjaro era
colorido, con opiniones radicales y mucha tendencia al dramatismo y me
recordaba a mi ex marido. Y el dolor se haba convertido en algo ms
valioso: en experiencia.
Al abordar la atencin me doy cuenta de que he escrito mucho sobre el
dolor. No es por coincidencia. Puede que en otras personas no funcione
as, pero el dolor es el precio que tuve que pagar para aprender a prestar
atencin. En tiempos de dolor, cuando aterra contemplar el futuro y
escuece demasiado recordar el pasado, he aprendido a prestar atencin
al aqu y al ahora. El momento preciso en el que estaba era siempre el
nico lugar seguro para m. Cada momento tomado en soledad era
siempre soportable. En el aqu y el ahora exactos todos estamos siempre
bien. Ayer puede que el matrimonio se rompiera.
Maana puede que el gato se muera. La llamada del amante, por mucho
que la espere, puede que no llegue nunca, pero justo en este momento,
justo ahora, no pasa nada. Estoy respirando, inhalando y exhalando.