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Circula por las redes sociales un vídeo (youtu.

be/ja9I6rCv-Zs) con el título de


“RIDICULOUS”, cuya campaña pretende hacernos notar que el español se enfrenta a una
guerra de idiomas y, en especial, frente al inglés.

Una nota de prensa, firmada por Voz populi, (goo.gl/4pCkWN) afirma que «la RAE
ha mostrado su “desagrado” por el cada vez mayor uso de anglicismos en este sector, y lo
achaca a un “complejo de inferioridad” respecto al idioma».
Sin
embargo, «guerra»
no parece ser el
término adecuado
para esta misión.
De lo que se trata
es de defender la
lengua que
hablamos. En este
caso, el español.
¿Cómo hay que
defenderla? Pues
huyendo de
anglicismos
innecesarios y
evitando emplear
términos en inglés
que tienen equivalencia en español. Por ejemplo: «impeachment» (juicio político).

En otros casos, por vecindad fonética, utilizamos calcos idénticos del inglés, pero que en
español significan algo distinto Event ≠ evento (aunque esta voz para la RAE ya significa lo
mismo).

Quienes tienen mayor audiencia en los medios (políticos, deportistas, economistas,


abogados, jueces, politólogos y periodistas) no comprenden –por lo general– ese postulado.
De modo que los medios difunden los «errores» de estas personas con audiencia y la gente
que consume información y espectáculos, a través de la televisión, aprehende esos términos
y los consagra en el habla diaria.

Y, lo que me parece más grave aún, es que la Real Academia Española recoge muchas
de estas palabras y las incluye en su diccionario. Otra cosa muy distinta es conocer el habla
de uso.

En estos tiempos en los que se impone la tecnología, se hace necesario conocer el


idioma inglés. Pero otra cosa muy distinta es demostrar un complejo de inferioridad ante esta
lengua, tal como nos lo sugiere el anuncio (muchos solemos decir «spot») que Fabiola ha
compartido.

Se pensó que la evolución, el crecimiento y el desarrollo de un idioma los definía el


pueblo; aquella gente que no tienen audiencia ni cobertura en los medios masivos. Y es
cierto...

Pero también debemos aceptar que vivimos tiempos en los que los idiomas conversan,
se acercan, intercambian ideas. Es necesario eso, pero es importante –lo digo como
periodista– estar alerta a no cometer en estos errores. Ojalá los editores de periódicos, en
especial, asuman esta tarea. Entiendo, por lo general y por la dinámica de su trabajo, que no
les queda tiempo para reparar en estos temas.

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