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Permaneci rgida en esta posicin, mirando con sus grandes ojos de agitados prpados,
agrandados ms an por la atropina. Estaba sentada entre Poldina y Paulina, que tambin
miraban a mi padre con ojos muy abiertos. El tosi, se call, se inclin hacia adelante y
enrojeci de golpe. En un segundo, su rostro, hasta entonces vibrante y proftico, se
ensombreci y tom una expresin humilde.
El heresiarca inspirado se haba replegado bruscamente sobre s mismo, se haba
descompuesto y encogido; su entusiasmo lo haba abandonado. Pareca haber sido
reemplazado por otro, ese otro que permaneca ahora petrificado, lleno de rubor y con los
ojos bajos. Poldina se acerc a l y, palmendole el hombro, le dijo con tono de amable
estmulo: "Jacob ser razonable, Jacob va a escuchar, Jacob no ser testarudo... Vamos,
Jacob, Jacob!"
Siempre apuntando a m padre, el zapato de Adela temblaba un poco y brillaba como una
lengua de serpiente. Siempre con la vista baja, mi padre se levant lentamente de su silla
con la actitud de un autmata y cay de rodillas. En medio del silencio la lmpara silbaba.
El empapelado se llen de miradas elocuente murmullos venenosos, pensamientos
zigzagueantes.