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inspector
Cambalache
peg
un
salto.
-No te has preguntado por dnde he entrado yo? Porque no estaba cuando
t
entraste,
recuerdas?
-Vaya, es cierto. Cmo has entrado? Tal vez pueda yo salir por ah.
El gato le ense el agujero al inspector. Como era demasiado pequeo
para l, Cambalache cogi la mesa y la parti de un golpe contra el suelo.
Sac una de las patas y la utiliz para hacer palanca y romper la pared. Tal
vez no fuera muy listo, pero Cambalache era increblemente fuerte.
El inspector y el gato salieron a la calle. No saba dnde estaba, ni poda
avisar
a
nadie.
-Cmo
vamos
a
llegar
al
museo?se
lament.
-Tranquilo,
tengo
una
idea
-dijo
el
gato-.
Ven
conmigo.
El gato, que conoca muy bien la zona porque llevaba tiempo viviendo por
all, condujo al inspector Cambalache hasta un garaje en el que haba una
avioneta.
Sube
-dijo
el
gato.
-Qu? Cmo? Hace aos que no piloto! No s si podr hacerlo...
- Eres polica y no tenemos demasiado tiempo as que tendrs que
intentarlo.
El inspector Cambalache pens que no tena nada que perder as que se
concentr y consigui poner la avioneta en marcha. Despegaron y en unos
minutos
estaban
en
el
tejado
del
museo.
Aterrizaron en el tejado del museo. Bajaron de un salto de la avioneta y se
metieron en el museo rompiendo la claraboya de la sala central. Las
alarmas saltaron por la rotura de los cristales justo cuando los ladrones
empezaban a meter los lienzos en sus bolsas. Asustados, los ladrones
intentaron huir, pero la polica haba llegado ya y los cogieron in fraganti.
El inspector haba sufrido un fuerte golpe en la cabeza al caer y estaba
inconsciente
en
el
suelo
mientras
esto
suceda.
Cuando despert en el hospital no estaba muy seguro de lo que haba
pasado. Cuando le cont a la polica y a los mdicos lo que recordaba todo
el mundo lo tom por loco. Pero cuando l mismo empez a dudar de su
cordura, un gato negro con mechones claros apareci en la ventana y le
gui
un
ojo.
Loco o no, el inspector Cambalache era un hroe y fue premiado con la
medalla de honor de la ciudad por evitar el robo. Eso s, no volvi a
contarle a nadie sus planes, por si acaso.