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El Leon y La Cebra
El Leon y La Cebra
“Sobrevivir en la sabana nunca había sido fácil, de sobra lo sabían la cebra y el león.
¡Qué lejos quedaba, en ese momento, en el que la cebra estaba herida, el recuerdo
idílico del día anterior!: ella pastaba tranquila en la pradera, mientras el león
dormitaba plácidamente bajo la sombra del baobab, un bucólico estado de equilibrio.
Pero hoy, el león se agazapaba entre las altas hierbas observándola, al acecho, y la cebra
sabía que estaba hambriento; sabía que ella era presa fácil precisamente porque estaba
herida; sabía, con el conocimiento certero
que otorga el instinto, que no era tiempo de lamerse las heridas o lamentarse de su
mala suerte, que era tiempo de huir...
Por su parte, el león sentía en lo más profundo de su ser la llamada de la vida; tenía
hambre, necesitaba comer; su cuerpo reclamaba, imperioso, el alimento; debía
abandonar su descanso y prepararse para la dura tarea de sobrevivir, para él era tiempo
de cazar... La sabana tenía sus insondables dictados, los ritmos inexorables que
permiten que haya vida y, así, ambos habían sido apartados de ese idílico estado de
equilibrio”.