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va, los haba pescado el capitn. Seguro que los aguardaba una
temporada en el calabozo.
Las quejas de los vecinos y de los deudos ampliamente recogidas
por la prensa- decidieron el destino de los dos compadres. Los robos
en las tumbas y en los modestos monumentos se haban
incrementado hasta alcanzar un lmite intolerable. Las autoridades
resolvieron establecer una vigilancia nocturna permanente. La mala
suerte de Helnando, y la desgracia subsidiaria de Paiva los haban
elegido para las guardias de la noche.
Llegaban a las diez en sus caballos y se instalaban en la puerta del
cementerio. En realidad tenan rdenes de patrullar sus oscuros
senderos y, de ese modo crean los burcratas del ministerio- con
seguridad los intrusos se veran desalentados y abandonaran sus
rendidoras incursiones. Nunca cumplieron esta parte de la orden de
servicio que, como es natural, nadie se preocup jams de controlar.
Las tres o cuatro primeras noches fueron otros tantos itinerarios del
ms puro y legtimo terror.
- Hay muchas cosas raras en ese cementerio coment Helnando
afrontando el gesto burln de su mujer. No me mirs as, Lucy, te
prometo que es cierto Y como la mujer callaba, Helnando,
envalentonado se atrevi: Se oyen ruidos extraos, voces y
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