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Me encontr con Carmen en la reunin.

Haca rato que no nos veamos y


decidimos que una cerveza y muchos chismes era el cierre perfecto de una
noche de mucho calor y debate.
Propuse el bar que tiene en su entrada un sector para fumadores. Protest, fiel
a su costumbre de retarme por ese tema, pero se dej convencer rpidamente.
La nica mesa disponible era la ubicada por Maip, casi en la parada de taxis.
All nos acomodamos, llamamos a la moza y pedimos una cerveza con algunas
papas fritas, manes y queso. La charla flua, entre historias de hijas, yernos,
nietos. Historias que nos mostraban las partes de la vida que nos habamos
perdido la una de la otra.
-Pedimos otra? Pregunt mientras llamaba a la chica que atenda el sector,
segura de mi conformidad.
Fue entonces que se acerc, nos sonri y comenz a contar chistes. Era una
mujer regordeta, de unos 50 aos, con un vestido floreado tan gastado como
limpio. Sus ademanes, la entonacin y hasta su risa sugeran un estudiado
monlogo. Mechando picarda con ingenuidad y algo de irona, estaba muy
atenta a nuestras reacciones. Repentinamente corri hasta el taxi que se
estacionaba, abri la puerta y salud en francs. Conocimiento que le report
una muy buena propina del viajero, que le respondi en la misma lengua.
Volvi a la mesa, ahora s sonriendo de verdad, con un billete de 20 en las
manos, cerrando la presentacin que nos haba dado. Retribuimos con
monedas, nos agradeci y sali cantando, muy bajito, un bolero.
A las dos charlatana nos cost volver al punto donde fuimos interrumpidas. El
personaje se nos haba metido en medio, como lo hacen los buenos actores.
Supimos por la moza que todas las noches anda por la zona, que no cuenta de
su vida. Que a las preguntas indiscretas ella responde con chistes.

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