NUESTRO INFRAMUNDO
cruzdndole el pecho, le Ilevé hacia el averno de la
realidad:
—jAy general! No sé por qué anoche se me
aparecié por aqui el fantasma de don Plutarco —al
gue Cardenas habia anulado sacdndolo del territo-
rio nacional.
Y el semblante inexpresivo de don Lazaro ape-
nas se torcié, comprendiendo acaso que otro can-
cerbero cuidaba el paso, por la ruta de los chapuli-
nes, hacia el inframundo mexicano. También supo
que debia esperar por la historia que inevitable-
mente habria de abrigarle para siempre.
zeCémo se ctea o inventa un presidente hasta
ser moldeado supuestamente infalible por seis
afios? Ni uno solo de los mandatarios que ha tras-
pasado el umbral entre la ciudadania comtin, que
vela por el dia a dia, y la reverencia exultante
gue conduce sin remedio al terminar cada periodo
a la agridulce experiencia de la muerte en vida, ha
podido librarse de esta condicién, la de percibirse
incapaz de equivocarse y por tanto casi divina,
como la de los monarcas de otras épocas, converti-
dos en prohombres de un conglomerado experto...
en la resignacién. Ni uno solo, insisto.
Cuantos recuerdan a Felipe Calderén Hinojosa
en la década de los ochenta —él nacié en 1962—,
no tienen mayores referentes sobre preseas acadé-
micas o relevantes exposiciones ante auditorios
avidos de conocimientos. Situado en la mediania
no pasd, sin embargo, desapercibido. Juan Miguel
Alcantara Soria, irapuatense nacido en 1955 y a la
sazon profesor de derecho en la Universidad
Iberoamericana, se vio de pronto convertido en el
confidente de un joven hondamente confundido
por las tentaciones inevitables de la juventud. Y,
21RAFAEL LORET DE MOLA
desde entonces, irfan paralelos por los derroteros
del PAN.
Fue Alcdntara quien recibié la confesién civil
del escolapio que deseaba ser puro, incluso para
evitar contaminar sus ideas con la moda maojsta en
auge desde tres lustros antes, cuando menos, en los
circulos vanguardistas al lado de los iconos guerri-
lleros —con inclusién de los mexicanos Genaro
Vazquez Rojas y Lucio Cabafias—, y no se permi-
tia la menor desviacién moral. Para él, aunque ale-
jado de los seminarios, era primordial la castidad
antes del matrimonio como signo perenne de
entrega espiritual al Creador. La lujuria, por tanto,
era observada como una llamada del Maligno que
hacia circular la estadounidense revista Playboy
con tal clandestinidad que llegaba a todos los sitios
en donde los desfogues eran vitales. ¢Quién no lo
recuerda si pasdé por esos pasillos de la existencia?
Felipe pecé. La pasién de la carne, como tantas
veces, se impuso a la fuerza de la fe. ;Si hasta los
santos sucumben, como cuentan las escrituras
sagradas! Que si no hubiera pecadores acaso sobra-
ria Dios y esto es casi como una blasfemia. Las fal-
das cortitas, el aliento cdlido, el tacto que arrolla
los obstdculos y la disposicién de dos por ser uno
durante unos instantes, rompieron con la férrea
resistencia de la conciencia atenaceada. Y aquel
muchacho devoto, temeroso de un Dios visto como
flagelo contra los placeres mundanos, se rompié
por dentro. Asi se lo dijo a su mentor y confiden-
te, Alc4ntara Soria —quien, afios después, forma-
ria despacho con los abogados Diego Fernandez de
Cevallos y Antonio Lozano Gracia, protagonistas
igualmente del relato contempordneo, hasta con-
vertirse en secretario ejecutivo del Sistema
22NUESTRO INFRAMUNDO
Nacional de Seguridad Piiblica bajo la égida de su
antiguo protegido, quien supo pagar la vieja factu-
ra—, como si estuviera condenado, sin remedio, al
fuego inextinguible.
—jYa no llegaré puro al matrimonio! —sollozé
el futuro dirigente politico—. Traicioné mis prin-
cipios, me traicioné a mf mismo. Y esto es para mi
una carga tremenda, insoportable.
Alcéntara buscé confortarlo sin conseguirlo en
principio. Otros jévenes, socarrones, le indujeron a
olvidar para mitigar la angustia que le quemaba por
dentro. Y por alli aparecié una cantina, y otra,
y otra. Desde entonces, sus condiscipulos tuvieron
otra imagen de Felipe. Uno de ellos, Gabriel Reyes
Orona —procurador fiscal en la administracién de
Vicente Fox, en la apoteosis de la primera alter-
nancia—, lo observé, decenas de veces, desmoro-
nado. Asi lo narra, firmes sus recuerdos tras mds
de cinco lustros:
—Nadie me lo contd. Yo lo vi. Ahogado de
borracho, recostado sobre las puertas o durmiendo
sobre los pasillos de la Libre de Derecho. No una,
diez, veinte, no sé cudntas veces. Asi reacciond por
haber deshecho sus intimos votos de virginidad.
Quizd en estos tiempos parezca exagerado el apun-
te, pero no en aquellos dias cuando chocaban, de
frente, los radicalismos, religiosos y jacobinos. En
fin, por eso se hizo conocido Calderén entre nos-
otros, sus compafieros de aulas o quienes fbamos
un afio adelante o un periodo atrds. Fue comidilla
frecuente entre sus compafieros mientras cursdé por
la escuela. Y luego le siguié sin parar.
A la par con las parrandas su reclutamiento
politico fue mds intenso. Es fama que amenizaba,
como buen pulsador de guitarra para entonar corri-
23RAFAEL LORET DE MOLA
dos, las tertulias intelectuales presididas por quien
seria su preceptor, el yucateco Carlos Castillo
Peraza, el primero de los grandes negociadores de
Accién Nacional en la gradual escalada hacia el
poder. Castillo armaba estrategias a futuro;
Calderén cantaba hasta el amanecer sin disimular
su admiracién por el culto idedlogo peninsular,
fallecido en Bonn, Alemania, unos meses antes de
la asuncién de Vicente Fox, con quien tantas veces
chocé por controversias doctrinales, a la Presiden-
cia. Ya Castillo, por cierto, no era miembro del
PAN al igual que don Luis, el padre de Felipe, en
su hora final. Las coincidencias también resultan
sintomaticas.
De la depresién del joven Calderén, al fin, lo
sac6é adelante Alcantara Soria, miembro del PAN
desde 1970, lo que marca diferencias con quienes
pretenden ser candidatos presidenciales en el 2012
y apenas cuentan con militancia, muy forzada
desde los cargos ministeriales, en ausencia sensible
de liderazgos naturales. El alcoholismo, en cambio,
permanecié como ponzofioso mal que carcome por
dentro y mds cuando tratarlo implica un reconoci-
miento a las debilidades personales que inhiben la
capacidad de quienes pretenden llegar a las alturas
del ejercicio institucional. Es preferible disimular
para efectos de mercadotecnia. (Lo mismo solia
darse cuando se temfa salir del cléset —ahora es
moda bajo las banderas de la modernidad que exal-
tan los derechos de las minorfas a despecho de los
de las mayorias—, para exhibirse como distinto en
cuanto a las apetencias sexuales.)
Las enfermedades sin diagnésticos ni medica-
ciones correctas degradan, y pocas veces se curan
por la milagreria a la que convocan las beatas deNUESTRO INFRAMUNDO
pueblo, Mas bien permanecen y corroen por den-
tro hasta la total consumacién fisica. Y para des-
gracia de los mexicanos, no han sido pocos los
mandatarios que han arribado al poder profunda-
mente alterados por males congénitos, traumas
familiares severos o dependencias fisicas adquiri-
das por los andares entre el vicio asfixiante. Y lo
peor es que, por lo general, solemos enterarnos a
toro pasado, esto es cuando las cornadas sociales y
politicas nos han puesto en serio predicamento de
supervivencia. Nunca antes o durante el ejercicio
presidencial de los insanos. Para eso sirve, claro, el
marketing politico, que tan bien venden las cadenas
de televisién.
Apenas lIlegé a la residencia oficial de Los
Pinos, Felipe Calderén, perseguido por las voces
que le gritaban “espurio” a su paso, en cada acto
ptblico, sobre todo en el Distrito Federal, traté de
suavizar las tensiones del dificil desempefio, contra
la manifiesta oposicién de la mayor parte de los
electores —sdélo voté a su favor el 35 por ciento de
éstos—, dejdndose llevar por los encantos de aque-
lla primera juventud en la que las represiones de
conciencia tanto le agobiaron. Y conté para ello,
instalado ya en la residencia oficial, con un incon-
dicional, mds que un amigo capaz de evitarle que-
brantos innecesarios, listo a alegrarle las tediosas
sesiones vespertinas: Julio Esponda Ugartechea,
quien pretendid ser diputado por Oaxaca pero le
vino mejor fungir como abogado de cabecera, y
operador polftico, del titular del Ejecutivo federal.
Y fue Esponda el encargado de abrir la Puerta
Cuatro de Los Pinos a los variados trios que esco-
gia, muy al gusto de Felipe, para aligerar la tremen-
da carga de un gobierno cortado a la mitad y vul-nerable ante una oposicién radicalizada y exultan-
te. Y no sélo eso. Por allf transitaban parvadas de
jovencitas —algunos insisten en que también se
veia por alli a muchachitos que parecian cortados
con la misma tijera, muy bien peinaditos y con
atuendos casuales pero elegantes—, con la alegria
y el jolgorio pintado en los rostros. Primero fueron
los jueves, los dias sefialados para el discreto espar-
cimiento; después los viernes, también a medida
que se reducia la agenda presidencial por las tar-
des. Y la frecuencia se fue haciendo cotidiana.
A unos cuantos metros de donde estaba esta-
blecida la primera familia, derivacién malsana del
término “primer mandatario” ya caduco, Felipe
Calderén solfa invitar, entre otros, a los jueces y
hasta los ministros de la Corte para ensanchar
bienaventuranzas. Y a los altos mandos militares y
policiacos también. Esponda organizaba todo, a
sus anchas, como empresario del gran palenque
intocable, hasta que Margarita Zavala Gémez del
Campo, la primera dama, confirmé sospechas e
intenté terminar drdsticamente con los nuevos cor-
tesanos de la Puerta Cuatro. Y comenzaron los
grandes jaloneos entre las mujeres poderosas de
Los Pinos.
No sélo hablamos de Margarita sino también
de Purificacién Carpinteyro Calderén, subsecreta-
ria de Comunicaciones, y de Patricia Paty Flores
Elizondo, a la que muchos observaron, durante los
primeros cuatro afios del sexenio calderonista,
como una vicepresidenta de facto. Paty, por cierto,
es sobrina de Rodolfo Elizondo Torres, el duran-
guense que se mantuvo como secretario de
Turismo tras el traspaso del Ejecutivo en 2006 y
con quien Felipe Calderén mantuvo una correla-cidn zigzagueante, entre el odio y el afecto profun-
dos. Lo primero porque, sin reparar en su condi-
cién de casado, engendré un hijo con Luisa Maria
Guadalupe Calderén, hermana del mandatario y
con pretensiones, a su sombra, de encabezar la
gubernatura de su natal Michoacan si se adelanta
en las elecciones de noviembre de 2011; y lo
segundo porque, mas alld de los rencores por los
amorios irrespetuosos, nunca dejé de ser uno de
los simpaticos convidados a las reuniones del selec-
to grupo presidencial. Vaivenes, claro, sdlo expli-
cables por la complicidad o el escaso apego al
honor gregario, esto tltimo muy alejado del cardc-
ter de Felipe.
No es posible precisar por cudl de las damas
mencionadas, las sefioras Flores o Carpinteyro, sin-
tid mds incomodidad la primera dama ante los
registros de los porteros de la “cuatro”, la entrada
libre a la residencia oficial convertida en un bun-
ker militar —con mds de mil efectivos cuidando-
la—, pero facilmente traspasable con los intransfe-
ribles de Esponda... y de Juan Camilo Mourifio
Terrazo, de origen gallego, nacido en Madrid y
avecindado en Campeche, favorito que fue para la
carrera sucesoria hasta su extrafia muerte, al venir-
se a tierra sobre Las Lomas, en la ciudad de
México, el Lear Jet donde viajaba desde San Luis
Potosi, el 4 de noviembre de 2008. Pero el acceso
a la casona alba se complicé, meses antes, con la su-
pervisién celosa de Margarita, cansada de la doble
imagen del consorte.
A principios de 2007 algunos columnistas,
entre ellos el autor de este ensayo, divulgamos, con
creciente preocupacién, la propensién del manda-
tario en funciones a serlo, como expresé entonces,de medio tiempo, puesto que las tertulias vesperti-
nas solian prolongarse en la residencia oficial. Fue
por demas incémodo que se cancelaran, por esta
raz6n —aun cuando los mercenarios al servicio de
la Presidencia intenten ocultarlo—, cenas de Es-
tado de alto nivel, especfficamente con delegados
parlamentarios de los Estados Unidos y la Unién
Europea. Y peor fue que, en algunos discursos,
luego de comer con dirigentes patronales y perso-
nalidades del sector privado incluyendo miembros
de las comunidades extranjeras, el mandatario no
pudiera disimular un tono pastoso, evidentemente
afectado, con salidas histriénicas tales como golpes
al atril y forzadas advertencias sin destinatarios.
Las sospechas, claro, fueron en aumento.
Tras una de las publicaciones —en E/ Univer-
sal—, durante un viaje de Calderén por el exterior,
Margarita Zavala, francamente molesta, telefoned
a su marido y le reclamé airadamente, segtin ver-
sién de quien la escuché de su propia voz:
—éYa ves hasta dénde han Ilegado las cosas?
Ahora todo mundo sabe...
Como reaccidn, casi fuera de si, el mandatario
solicité la cabeza del columnista... a Emilio
Azcdarraga Jean, presidente de Televisa, en donde
el difusor cuenta igualmente con un espacio noti-
cioso. Azcdrraga, mds sereno, le hizo ver los incon-
venientes y apoyé a su colaborador aduciendo que,
en todo caso, el desaguisado no se habia producido
ante las cdmaras de televisién sino a través de un
cotidiano de circulacién nacional. Calderén, al fin,
se calmé. En apariencia.
Las tardeadas, no obstante, prosiguieron. Y
casi siempre con los mismos contertulios: el gene-
ral secretario, Guillermo Galvan Galvan, el secre-tario de Seguridad Nacional, Genaro Garcia Luna,
Rodolfo Elizondo, quien cesé6 como titular de
Turismo y luego también como organizador de la
Cumbre de Canctin, y algunos amigos habituales
como el mencionado Esponda. Quiza en ese ambi-
to han sido gestadas y hasta consumadas algunas
de las grandes fraguas polfticas como las que favo-
recieron, en distintos momentos, a dos de los alfi-
les calderonistas: su secretario particular, César
Nava, proyectado a la dirigencia nacional del PAN,
y German Martinez Cazares, quien pasd de la
Secretarfa de la Funcién Publica al liderazgo panis-
ta, en donde fue imposible sostenerle tras el fraca-
so electoral de 2009. El averno, nada menos, con
demonios con rostros de monaguillos regafiados.
eSerd que Luzbel anda suelto?
Por esos dias Felipe, el sefior de Los Pinos, apa-
recié ante las camaras con un brazo enyesado. Dijo
que habia sufrido un percance bicicletero, emulan-
do con ello a su admirado doctor Zedillo, famoso
por ejercitarse asi y hasta competir —perdiendo—
con el entonces presidente del gobierno espafiol,
José Maria Aznar. La versién que me filtré un cer-
cano colaborador de los Calderén es otra: el man-
datario se fue de bruces sobre una escalera cuando
discutia, y algo mds, con su esposa Margarita y la
madre de ésta, dofia Mercedes Gémez del Campo.
Por cierto, pocos saben que Margarita nacid en
Brasil y que su padre, Diego Zavala, uno de los res-
petados y antiguos militantes del PAN, era conoci-
do como “el abogado traguitos”.
Las escaleras, al parecer, tienen un papel deter-
minante en la vida institucional. Luego de publicar
Marta —Océano, 2003—, pregunté a Manuel
Bribiesca Godoy, primer esposo de Marta SahagtinJiménez, la primera dama del foxismo, si alguna
vez le habfa puesto la mano encima a ésta como se
estaba rumorando con insistencia a pedimento de
la sefiora en cuestién. Y me respondié, alzando
mucho las cejas y con evidente vivacidad:
—Bueno, la verdad: juna vez se me fue por la
escalera!
En algo, naturalmente, tendrian que ser distin-
tos Fox y Calderdn; fue Felipe quien se derrumbé
y rompié el brazo, no su consorte. Menos mal. Por
cierto, no olvidemos que Margarita, nacida en
1967, es abogada por la Escuela Libre de Derecho,
lo mismo que su marido, y era legisladora cuando
éste emprendio la ruta hacia la Presidencia. Y en
tres ocasiones cuando menos ha salido de Los
Pinos, la residencia oficial, muy a disgusto. Pero
regresa siempre, acaso ansiosa y angustiada por el
devenir de su marido.
Durante las exequias de Mourifio Terrazo, ele-
vado al nivel de la heroicidad tras el dictamen
sobre un mero accidente aéreo, acaso como una
proyeccién del intimo desasosiego de quien fuera
su jefe y protector, en noviembre de 2008, al dejar
atrds los atatides —el de Mourifio cubierto con el
lienzo tricolor— de las victimas del incidente fatt-
dico —sdélo faltaba el de José Luis Santiago
Vasconcelos, uno de los mds aguerridos combatien-
tes contra el narcotrdfico hasta aleanzar la condi-
cién de subprocurador general, por decisién de su
familia obviamente dolida—, Margarita Zavala
tomé con firmeza el brazo de su marido y le dijo
en voz alta:
—Espero que esta terrible experiencia... te
libere a ti también. Sabes a qué me refiero. Hay
suefios por cumplir.NUESTRO INFRAMUNDO
Calderén, obviamente incémodo, apenas pudo
disimular el enfado bajo el peso del dolor terrible
gue le asfixiaba por dentro. Con agobio tal, en el
revuelto escenario contempordneo, las frases polf-
ticas mal cortadas, circunstanciales, suelen revelar
los traumas internos o las aficiones ocultas. En un
periplo por Estados Unidos, en mayo de 2or1,
Calderén fue muy especffico sobre la realidad
mexicana y dijo:
—In México for tourists only tequila shot’s. (En
México a los turistas sdlo les disparamos tequila.)
Muy conveniente para promocionar la bebida
con amplio mercado internacional, a la manera del
gobernador de Jalisco, Emilio Gonzdlez Marquez,
guien con fama de alcohdlico se justifica diciendo,
a los cuatro vientos y en cuanta entrevista se toca
el tema, que sélo promociona el agave como ele-
mento sustantivo de la riqueza regional; y ya le lla-
man Etilio o Ebrilio entre los suyos. Pura identi-
dad con su presidente y por ello, faltaba mas, ha
aspirado a sucederlo porque nadie, como él, se le
parece tanto.
En la linea que separa a la vida de la muerte,
sobre el oscuro sendero a través de Los Pinos, la
entrada al inframundo, ¢cudntos de los ultimos
mandatarios han sido flagelados en sus afectos mds
intimos? La respuesta concatena magnicidios con
escenografias criminales y autores intelectuales
premiados, claro, por el establishment. En politi-
ca ya no quedan Angeles desde mds allé de los
recuerdos.
Los satanes fueron golpeados pero, al final,
ganaron no sélo la impunidad sino incluso el privi-
legio de acompafiar, como si desempefiaran el
papel del “carretero de Ja muerte” de Selma
31Rafael Loret de Mela
| NUESTRO
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Los 7 infiernos de México