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Me gustan los zoológicos. A veces sueño que el hospital municipal es un zoológico. Sé que las ratas
nunca se exhibirán en los zoológicos; para ser exhibidas es necesario ser una especie extinta, un
fetiche como el paralítico de mi jefe.
Nuestro cristiano se llama Alejandro y en algún momento entre Luthero y Voltaire, olvidó que lo era
– dos tomos de la reforma y un volumen de la obra completa de Voltaire cayeron sobre su
desprevenida testa durante las obras de restauración de la biblioteca pública –. Alejandro olvidó
aquel incidente y el único testigo se abstenía de revelar detalles. Hay guerras que no queremos
recordar, olvidos obstinados. Pero los fantasmas atraviesan las paredes y lo premeditado también
engedra sorpresas desagradables. Alejandro cree explorar tierras inhospitas cuando solo camina
sobre las ruinas de su memoria. Un día se levanta y encuentra su carta de despido. Era solo un
cheque con una suma de sobria elocuencia.
Todo comenzó con la línea de ensamblaje... Dicen que la imprenta dió la victoria protestante. Si
acaso la imprenta tuvo lugar en dicha empresa, fué como avatar de la producción tecnificada. La
industrialización desmanteló el teatro de la moral cristiana. Ah! otros dirán que fué el Estado
Keynesiano, pero dá igual para un fatalista como Alejandro. El Estado del Bienestar comparte con
la bomba atómica las dos virtudes de la máquina monstruosa: es bella y terrible. Un buen día se
levantó Alejandro, buen cristiano, sin saber que a la puerta aguardaba su carta de despido. Alejandro
no sabe lo que olvida, pero si lo hiciese, qué diria? supongo que pregunta nunca habría. Si acaso
rebelde, esnobista no sería.