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Universidad de La Serena

Departamento de Ciencias Sociales y Económicas


Pedagogía en Historia y Geografía

Síntesis:
Síntesis:
Orígenesde
Orígenes delalavida
vidaeconómica
económica
chilena
chilena
1659-1808
1659-1808
De: Armando de Ramón y José Manuel Larraín
De: Armando de Ramón y José Manuel Larraín

Autor: Samuel Olivares Cortés


Autor: Samuel Olivares Cortés
Curso: Descubrimiento y conquista de Chile
Curso: Descubrimiento y conquista de Chile
Profesor: Milton Godoy Orellana
Profesor: Milton Godoy Orellana
Introducción

Es difícil llevar a cabo una síntesis de una obra acerca de historia económica,
dada la cantidad de datos y estadísticas que maneja y su invaluable apoyo a la
comprensión de nuestro estudio. Sin embargo intentaré llevar a cabo tal tarea de
tal manera de que se abarque los aspectos más relevantes en función del período
que estamos estudiando y del rescate de aspectos eminentemente cualitativos, en
búsqueda más de lo procesos que las cifras en sí.

El desarrollo en sí de una historia económica requiere de bastante rigurosidad


en el manejo de datos, no es cosa de seleccionar valores al azar y barajarlos en
un esquema estadístico. El estudio de los precios se ciñe a la época que se
abarque, por ende no deben ser ignoradas las preferencias y costumbres
contemporáneas al margen temporal que se especifique.

¿Qué podemos aportar acerca de la historia económica, además de lo


señalado por de Ramón, Larraín y Mellafe?

O mejor planteado

¿Qué diferenciaría a la historia económica o la historia de precios de una mera


indagación financiera?

No se trata sólo de recolectar y tabular datos, la contextualización de los datos


y su interpretación en base de los conocimientos previos respecto a la materia en
estudio son claves para la realización de una historia basada, en este caso, en los
precios.

El título es elocuente: “Orígenes de la vida económica chilena, 1859 – 1808”


Apela a un sentido más cualitativo de la disciplina, lo cual se ve bien reflejado
en el planteamiento de la obra, y que realmente cumple a cabalidad a través del
desarrollo del tema.

Las primeras obras de esta rama para la historia chilena fueron llevadas a cabo
por los historiadores Ruggiero Romano y Marcelo Carmagnani. Sin duda son muy
importantes y marcan un verdadero precedente en es esta área: aportaron los
primeros datos y bases metodológicas para abordarla. Sin embargo, por tratarse
de las primeras aproximaciones a una historia económica, su valor como fuente de
información es limitada: el primero sólo se limitó a generar esquemas de productos
vendidos entre 1693 y 1810 elegidos al azar.

En cuánto al segundo, llevó a cabo un estudio acerca de la variación de los


precios, agrupando los datos de variación en batería de decenios, restando mucha
precisión para su análisis.

La falta de fuentes de información y lo innovador de este estudio en Chile les


jugó en contra a la hora de llevar a cano sus estudios. De todas formas esta
experiencia entrega las bases para los trabajos que posteriormente se realizaría al
respecto.

Armando de Ramón y José Larraín acudieron a los archivos del monasterio de


Santa Clara, los conventos de La Merced, San Francisco y San agustín, a los
antiguos archivos de hospitales de Santiago y la biblioteca del Instituto Nacional
durante el transcurso de los años 1971 a 1977. Todo esto para construir una
historia de los precios desde mediados del XVII hasta comienzos del XIX, no
desde un mero enfoque cuantitativo, sino entregando además valiosa y completa
información acerca de las preferencias, costumbres y usos acerca del consumo en
Chile durante el marco temporal señalado.
El producto es una obra agradable, bien redactada y con gran habilidad por
parte de los autores para describir las ideas que se exponen de manera clara,
completa y asequible para el lector.

Área de estudio

La obra se basa fundamentalmente en el área de jurisdicción del Santiago


colonial. Para estos efectos se debe comprender por ésta a un marco geográfico
que comprende desde el río Choapa por el norte hasta el río Longaví. En un
comienzo fue Santiago la única ciudad situada entre La Serena y Chillán, en los
comienzos de la colonia. A medida de que el tiempo transcurría, más ciudades
fueron fundándose en este espacio, ocupando gradualmente el territorio. Dado
que Santiago desde un comienzo surgió como un punto importante, un puente
entre los extremos norte y sur de nuestro país, inició una hegemonía económica y
administrativa que perduró a través del tiempo, a pesar del, surgimiento de nuevos
centros en las cercanías. Por el contrario, éstos últimos se plegaron y sustentaron
el domino santiaguino.

Especialización económica

En un comienzo nuestra economía se sustentó en la producción de los


lavaderos de oro, durante un tiempo éstos eran prolíferos y aportaban grandes
recursos a la colonia. Los tres grandes centros mineros estudiados son en La
Serena, Santiago y Valdivia durante 1575 al 76. De éstos, Valdivia muestra un
dramático descenso de su producción, lo cual auguraría el cambio dentro de
nuestro sistema económico. La rápida explotación de este metal condujo a la
escasez, empezaba a acabarse el oro en las minas y su calidad a la par
descendía.

El levantamiento de los indígenas en 1598 trajo consigo una escasez de mano


de obra significativa para el sistema productivo del oro. La concepción del trabajo
del hispano, muy similar a la de la antigua Roma, produjo que al encontrarse ante
este problema se enfrentaran a un complicado escenario productivo. En otras
palabras, el español en la colonia no era dado a trabajar en labores demasiado
pesadas, para las cuales tenía al indígena a su disposición.

Volviendo al punto, para esta época ya era poco productivo explotar el oro, ya
que su bajo valor, las dificultades que implicaban su extracción, la cual era
recolectar un poco de piedras que valieran algo, sumado al alzamiento de los
naturales en el sur de Chile que trajeron consigo la muerte al gobernador Martín
García Oñez de Loyola, perdiéndose no sólo mano de obra, también los territorios
al sur del Bío-Bío con sus centros mineros. Todo lo anterior hace declinar esta
actividad, cambiando la especialización a otro rubro: la actividad agropecuaria.

Ésta en sí no era novedad alguna: desde los albores de la ocupación española


se había estipulado y planificado en función de la repartición de tierras a modo de
incentivo para el trabajo agrícola y ganadero, utilizando como instrumento la
merced de tierras, a pesar de ciertas restricciones por parte de la cabeza del
virreinato.

Así que surgió como el sistema alternativo de sustento una vez perdido el sur y
declinada la gran minería aurífera, convirtiéndose en la espina dorsal de la
economía colonial.

Producción

En función de lo antes señalado, los autores parten por una interrogante clave:

¿Cómo era la alimentación en Chile?

Se pueden establecer aproximaciones, mas no tenemos certeza de cuál era la


dieta del habitante santiaguino. La falta de documentación para realizar tal estudio
obliga a recurrir a la fuente más aproximada: el inventario de productos para el
sustento de un navío mercante. Existía una alimentación relativamente normal,
según parámetros actuales, con un consumo calórico casi al tope de lo normal y
más bien cargada hacia los lípidos. Esto es sólo una aproximación, pues las
condiciones y, por ende, las demandas para el consume en alta mar perciben
diferencias en relación a tierra firme.

Productos cárnicos

A pesar de las limitaciones que pesan sobre la indagación cuantitativa acerca


de la dieta, sí podemos tener mejor suerte en la consideración de los productos
más demandados durante el período. Lo primero que llama la atención es la
demanda de carne, de la cual podemos encontrar del orden bovino, caprino y
ovejuno.

Huelga decir que de éstos de obtenían diversos productos además de la carne,


tales como la grasa, cuero, sebo, charqui, cecinas, etc.

Abundante era en ese entonces el ganado, incentivado por proteccionistas


medidas para asegurar su prolífero crecimiento y la cobertura de las necesidades
de los consumidores.
Tales medidas respondían a la problemática del consumo desmedido,
incentivado por la creciente demanda por los productos secundarios antes
mencionados. La demanda del sebo cobra especial importancia, pues es esencial
para la elaboración de velas, codiciado también desde el Perú. Los ganaderos
eran permanentemente tentados por los comerciantes peruanos para comprar
sebo a buen precio, desembocando en matanzas de animales con el sólo fin de
obtener este preciado producto.

Ante esta situación y a modo de prevenir una inminente carestía, las


autoridades no dudaron en normar, so pena de multas, la actividad de los
mataderos llegando inclusive a confiscar cabezas en caso de extrema necesidad.
En estricto rigor tal confiscación consistió en tomar el ganado que necesitaban, por
ejemplo para el ejército, y pagar al productor su precio.

Tal vez con el fin de evitar el descontento general ante tan impopulares
medidas entre los productores, se crearon fechas especiales de matanzas,
convirtiéndose a lo largo del transcurso del tiempo en tradición. Es más, hasta
rituales se crearon dentro del arraigo de tal costumbre.

Para efectos del consumo inmediato de carne fresca, el carnero fue muy
popular, dadas las dificultades que el vacuno presentaba para su conservación.
No era de extrañarse que por razones sanitarias se enterrase o arrojase a los ríos
los excedentes de vacuno por no dar abasto en su producción y mantención, o
porque sólo se extrajera un producto en específico de ésta.

Fue también el caso del preciado carnero, dada la alta demanda por parte del
público, fue más evidente el abuso de la matanza para la obtención de sebo. Éste
era bien pagado, no faltaron quienes ejecutaron grandes matanzas a fin de
proveerse únicamente de sebo para comercializar. El punto es que esto iba en
desmedro del consumidor de carne.

Como antes se señaló, la respuesta de las autoridades es categórica:


Confiscación de cabezas para asegurar el consumo de la población local. Hemos
llegado entonces a la médula del conflicto entre productores y autoridades: el
interés particular frente al común. Por una parte tenemos al comerciante que opta
por la vía más rentable y por otro el de la autoridad que vela por el abastecimiento
de la población local.

El Trigo
No estuvo exento de estos conflictos el trigo, dadas las dificultades que
implican el manejo de los cultivos, tales como pestes y malas temporadas. El
problema de desabastecimiento generalizado hizo que la demanda creciera y las
exportación aumentara de igual forma para cubrirla. Sin embargo, esto conllevó a
que los campos cubrieran mejor la necesidad de las zonas más alejadas que de
las aledañas, lo cual llevó al cabildo a fijar un radio determinado para la venta de
este cereal.

Uno de los afectados en este problema eran los molinos de harina, dado la
mala distribución del trigo entre éstos. Entonces se suscitaron algunas dificultades
de un producto bastante preciado: el pan.

Curiosamente, a modo de regular el consumo y provisión de éste, la autoridad


no era dada a legislar acerca de los precios del pan, sino que regulaba cuál debí
ser el peso de la porción. De esta forma procuraba por la cobertura de la
población.

Otros productos

Existía también una escasa (y poco documentada, por cierto) plantación de


olivos que sustentaban la producción de aceite, de una calidad bastante pobre.

Sí tuvo mayor fortuna la plantación de la vid, que rápidamente proliferó a lo


largo del territorio y que marcó el génesis de la producción de vinos en Chile. A
pesar de su abundancia, también tuvo reveses y escaseó. Y, cómo era de
esperarse, el cabildo no dudó en confiscar y revender, como antes se ha descrito,
el vino que se encontrase guardado.

En cuanto a verduras y hortalizas, cabe destacar el peso que tuvieron las


legumbres en el mercado colonial y por sobre todo el indiscutido éxito de la papa
en la cocina chilena.
Podemos también mencionar la presencia de otros productos, como las aves,
pescados y mariscos. Las primeras no tuvieron un impacto muy significativo
durante la colonia, aunque tuvieron un precio respetable. El segundo, sin
embargo, tuvo un consumo más asiduo y masivo, dadas las costumbres religiosas
de la población (semana santa, por ejemplo). Además presentaba mejores
propiedades para su conservación, por ejemplo se le podía salar y mantener buen
tiempo a resguardo. La sal requerida, se obtenía de la desembocadura de los
ríos, normándose su común extracción.

No existieron plantaciones de arroz y azúcar, o al menos no lo suficientemente


desarrolladas para constituir una fuente de abastecimiento, en territorio chileno.
Para suplir tal carencia, se importaban desde el Perú.

Textiles

Se produjeron paños, frazadas, ropa y cordobanes (cuero curtido, para hacer


zapatos, por ejemplo). Fue común la constitución de obrajes, o sea una
dependencia dónde se trabajaban los textiles. Esto tendió a acentuar el desarrollo
de la ganadería caprina y por ende a suscitar conflictos ya conocidos, como el
antes visto en el caso del sebo.

Los ropajes que por limitaciones de materias primas o de acabado no se


producían en Chile eran traídos desde Perú e inclusive desde la misma España.
Por ejemplo vestidos, trajes ceremoniales pomposos y/o costosos. La clase
acomodada colonial era proclive al lujo y a la ostentación que, muy a menudo,
iban en contraste a las estrecheces del tiempo de carestía. También los religiosos
no quedaban atrás al respecto, sin embargo tal condición la normaba las
costumbres y usanzas que el rito exigía a su dignidad.

Esto produjo el curioso efecto de la limitación al lujo a modo de política de


conservación del patrimonio financiero de la colonia. A fin de moderar el gasto en
las lujosas alhajas y vestiduras que, se pensaba, empobrecían y conducirían a la
miseria a quienes se empeñaban en adquirirlas y ostentarlas, se limitó la “cantidad
de lujo” que cada buen habitante debía portar. El castigo consistía en la pérdida es
tales prendas, multas hasta pena de encarcelamiento. También se pensaba que
tanto lujo era poco recomendable para un buen cristiano.

La vivienda

Otro importante punto es el que abarca la construcción y consumo para la


vivienda. Abundaba en ese entonces en Chile bosques y canteras. No ofrecía
mayores impedimentos el encontrar materiales para construir: Había de dónde
extraer madera, piedras y la tierra era inmejorable para la producción de ladrillos,
tejas y el muy preciado adobe, verdadero adelanto técnico de la construcción
colonial, dada su durabilidad y fácil manejo.

Precisaban ser importados, para la obtención de clavos y rejas, ciertos metales


como el hierro y el plomo; para embadurnar la brea y el alquitrán; para las
ventanas, vidrios y cristales. Las casas construidas eran sólidas y toscas,
costumbre arraigada tras el terremoto de 1647, además desaparecieron casi por
completo las casa de dos pisos, optándose por mantener una sola planta.
Conclusión

Este estudio de la historia de los precios nos ha ofrecido un rico panorama


acerca de usos y costumbres de la vida colonial chilena. En esta síntesis omití
cualquier referencia a precios o cifras por dos motivos fundamentales:

1. Rescatar los datos cualitativos en torno a la dinámica económica con el


fin de interiorizar más en el estilo de vida en la colonia más que en la
mera fluctuación de precios a través de la historia.

2. Respetando la obra leída, es bastante arriesgado citar cifras, valores y


medidas de manera sesgada ya que tratándose de una síntesis se
atenta al principio poniendo todos los datos y cuadros que los autores
citan. ¿Y por qué no seleccionar algunos? Pues sólo se sustentan en su
conjunto y con la concordancia entre valor-descripción, perdería sentido
nombrar cifras sueltas sin la acabada descripción que le complementa.

En función de lo anterior, me he tomado la libertad de reestructurar, cubrir u


omitir algunos temas de la obra. También intenté evitar las numerosas
redundancias temáticas encontradas. Espero haberlo de hecho de la manera más
útil práctica, en la medida de lo posible.

Uno de los elementos fuerza que podemos notar es la dinámica entre


productor-consumidor-autoridad. El mercado de la exportación se ofrece como una
atractiva fuente de ingresos para quién produce, sin embargo ha de toparse con
las barreras y restricciones que el cabildo dicte para asegurar el aprovisionamiento
local.

A pesar de estos conflictos, se aprecia un activo comercio entre Perú y Chile,


los cuales se complementan de manera recíproca en torno a los productos que
necesitan para la cobertura de sus necesidades.
Para redondear, insisto en aclarar que este trabajo es más bien una síntesis en
torno a la historia de precios realizada por De Ramón y Larraín, no de esta
disciplina en sí. No desmerezco, ni mucho menos, la importancia y el grado de
validez que posee la historia económica. Sólo me acerco a esta obra con un
enfoque propio en el personal intento de no caer en la mera reiteración de cifras lo
cual constituiría más bien un resumen (sutil diferenciación semántica).

Espero que se haya cumplido el principio de ir a los procesos pues, desde un


enfoque eminentemente pragmático, el repetir números, pesos, medidas, precios,
etc. sería un esfuerzo vano: para eso se creó el libro. Lo que importa es atacar al
contenido, también se encuentra en el libro, pero su dominio es mucho más útil
para el estudio y comprensión de la historia que memorizar y repetir una sarta de
cifras.

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