0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
53 vistas15 páginas
Este documento presenta información biográfica sobre la poeta mexicana Adelaida Caballero. Ganó el primer lugar en poesía en el XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria con su poema "Apología de los puntos cardinales". El poema consta de siete secciones y explora temas como los orígenes del universo, la naturaleza y la mortalidad a través de imágenes surrealistas.
Descripción original:
Poesía mexicana joven
Título original
Adelaida Caballero - Apologia de Los Puntos Cardinales (en Antes de Nosotros, UANL 2007)
Este documento presenta información biográfica sobre la poeta mexicana Adelaida Caballero. Ganó el primer lugar en poesía en el XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria con su poema "Apología de los puntos cardinales". El poema consta de siete secciones y explora temas como los orígenes del universo, la naturaleza y la mortalidad a través de imágenes surrealistas.
Este documento presenta información biográfica sobre la poeta mexicana Adelaida Caballero. Ganó el primer lugar en poesía en el XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria con su poema "Apología de los puntos cardinales". El poema consta de siete secciones y explora temas como los orígenes del universo, la naturaleza y la mortalidad a través de imágenes surrealistas.
1 lugar, Categora: Poesa XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria Universidad Autnoma de Nuevo Len, Mxico Imagen de portada: Antes de nosotros, Literatura Joven Universitaria 2007 Primera edicin, 2007 / UANL ISBN 970-694-422-2 Este .pdf de "Apologa de los puntos cardinales" fue creado a partir del archivo (.doc) original que una vez impreso particip en el XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria convocado por la UANL en 2007. No es, por lo tanto, una reproduccin del libro que rene a las obras ganadoras (Antes de nosotros) y cuya cubierta se incluye slo con fines informativos. Adelaida Caballero naci en Monterrey, en 1986. Comenz a escribir a los seis aos. A los catorce public por primera vez (Cuervos en mi ventana, 2000). En 2007 dio a conocer Cuando los demonios cantan, y obtuvo el Primer lugar (poesa) en el XVII Certamen de Literatura Joven Universitaria, con Apologa de los puntos cardinales (en Antes de nosotros, UANL 2007). En 2009 colabor con Oscar Carlquist y la banda sueca de heavymetal RAM, leyendo poemas en su lbum Lightbringer (AFM Records, Alemania). Ese mismo ao, la Fundacin Gloria Fuertes de Madrid le concedi el X Premio Gloria Fuertes de Poesa Joven a su libro Mecnica del fuego (Torremozas, 2009). El Instituto de los Mexicanos en el Exterior y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Mxico) le otorgan tambin en 2009 el primer lugar en el III Concurso de Historias de Migrantes a su crnica El triple exilio (en Historias de Migrantes, CONAPO-CONACULTA 2010). Horcas invisibles, su poemario ms reciente, se publica en julio de 2013 por 2.0.1.3. Editorial Aliengena y Yaxkin Melchy en la Ciudad de Mxico. Adelaida radica en Suecia desde 2008. Es antroploga cultural y psicloga social por la Universidad de Uppsala y se dedica al desarrollo de metodologas para el anlisis neurohermenutico de la intersubjetividad, con nfasis en la relacin entre lenguaje simblico, discurso potico y memoria semntica. Apologa de los puntos cardinales I Antes de que los peces hurgaran en las costas con la memoria deshecha, el gesto sobrecogido y los pramos secaran sus primeros muertos, [antes de nosotros, inclusive, cuando no tenamos nombre], cuando el Cosmos se extendi, negro mantel, por los 3.1416 lados de la mesa 1
y en la tierra fragmentada como pan se hizo la noche los amantes ya se acariciaban. No se fue la luz, pero como un pjaro dormido abri un silencio gris en el estruendo y se apag una vela, el cuarto en luto. Nos gustaba el aire. Abrimos cada uno de los prpados y suave era el azul como una nia y era la lluvia como un traje verde. 1 Todo era perfecto y redondeado, un clamor de gnesis perpetuas las percusiones del Pi () ramos los clavos en la cruz, eso cuanto haba entre ocanos, hielos, montes, oros, aguas, piedras, cuarzos como ofrendas e incensarios. Uno en uno, transfigurados siglos configuraron el tiempo, lo vistieron de navo y decidieron de pronto que deba izarse al mar. Nuestras piernas, ngulos, compases, estaban entreabiertas. Las aristas de la infinitud. Quirn hizo otra vez a cabalgatas las lneas todas de las latitudes, sendas espirlides que mojan hondas y calladas procesiones. Hablaron Hunahp e Ixbalanqu Amo, amas, amare, amavi, amatum una hoz de pjaros celestes cortaba las esquinas de los cielos y la tierra. Astrnomos que flechan las planicies de este Oeste,
la oliva del olvido era su oliva, el canto de los cntaros su canto, la almendra de la alondra era su almendra.
Y as fueron pobladas de sudor las catedrales. II
Nosotros alargamos nuestros brazos y bajo la sombra endurecida de una roca, preguntamos quines somos? y brinc del suelo la primera violeta y el primero de los hombres bes la planta izquierda de la primera mujer. Un fruto conmovido de ser fuego baj desde las ramas laminadas de un durazno y se amarr la boca para no gritar, hueso desnudo lo que bajo tierra se confiesan las serpientes cuando convertidas en despojo de los santos vienen a hablar de negros querubines.
[Y la piel terrestre, enredadera, en su esfrica tumba, guardaba como un lienzo al mentiroso barro.]
Escucha los dictados de la noche con sus orquestas azules, melodas csmicas y oscuros telones. Como un veneno clido que morder gustoso la pulpa mineral, el estallido inoculado del espasmo, un aquelarre acrobtico en el que los nombres son torsos desvestidos olorosos a sulfuro, escucha los dictados de la noche.
Fuimos candelabro a luna nueva y desde el cuarto equinoccial de las mitades abrimos sobremesa y atades, crculos perfectos, infinito
y eran cuatro en uno los ombligos y ocho en dos los ngulos obtusos de la boca. 2
En el altiplano del cenit el capricornio brota de la azul iridiscencia.
Corrimos por los crtalos abiertos en el medioda, turquesas, cmaras nupciales, acueductos, caracoles desnudando las marinas letanas y las inscripciones en los muros agrietados. Los arquitectos arcanos escribieron nuestro nombre en los pliegos amorosos de los mapas estelares: con su voz bestial multiplicaron los rincones bajo una corona de frutas y desempolvados tambores los dolos fundados en la arcilla.
2 Uno solo fue como algn mstil erguido sobre el cero antes del dos, o bien: cuando ramos guarismo indivisible.
III
Llegaron en tropel diseminado por las siete escuadras de la geometra inmensa lmparas astrales de sustrato polietlico, vrgulas y giros de saliva incandescente con que la palabra prendi vida al filamento. Sus manos eran pndulos oblicuos a las fosas en que como hormigas olvidadas mueren los planetas o peor an, ms fuerte: desde el movimiento oscilatorio de los mundos cae sobre los pechos la obsidiana, armas y legiones se deshojan, dormidero de las rotaciones. Todo lo dems fue pausa, nube, entierro, silencio desgranado de carmn sobre los labios del embarcadero.
IV
Fue as como los llantos perforaron la longitud radial de los crepsculos, una mano lbrega cay de los umbrales y nos asi los brazos, los deshizo: Cuatro veces cuatro extremidades extendidas cuidarn del polvo y de los pasos ulteriores los sagrados puentes levantados.
[De nosotros, vrtebras boreales nace la sustancia con que estn hechos los ritmos.]
Esas danzas nuevas en penumbra eran como estrellas sobre nuestros hombros cardinales.
Los puntos ms distantes fueron siempre como dos espaldas que se tocan.
Esto y otras cosas nos cantaban la fisonoma del volcn y del aullido.
V
Del divn amorfo de los sueos despertaron ciegas mariposas, danzas circulares que en el vuelo curvo de las frmulas primarias aman a la luz aunque no ven y llevan en el cuerpo como un beso la infertilidad de los augurios constelados. Desde las arenas fugitivas hasta las cavernas de los roncos arrecifes se escuch el estruendo de sus alas acerosas y no hubo en este orden organismo que no huyera del primer presagio de esas abominaciones.
[La mariposa, plomo y arenisca alete en la habitacin oscura y sacudi las velas encendidas.]
Se mir a sus iris transparentes y se encontr desnudo entre fractales. Para ese golpe atroz de los segundos muertos bajo el vuelo de sus triangulares sombras fue materia mstica la nada
y era el movimiento de las formas equilibrio y la voz el signo humedecido de la lengua.
Avanz brutal, corriente arriba. Era l la noche sin estrellas, la cerrazn profunda en que las bestias excretan vahos negros, muerden cuellos rotos, cadveres ensangrentados, marcas ancestrales que le cantan la absoluta muerte del destino y fue su voz el soplo destrozado de los bosques por los seiscientos sesenta y seis rostros del fuego.
Para callar el hambre de su dios fue necesaria una herida honda, sangre espesa: con el filo blanco de su carne ultramarina penetr los muros resguardados de los templos, multiplic los cuantos y las bvedas celestes, se arrastr en el vrtigo y las ondas, hizo con las manos estructuras naturales, dio la oscilacin a las mareas, calent en su pelvis las primeras vibraciones, y traz con eses las caderas de la elipsis.
Era tan exacto en lo ms alto de la hiprbole, que hasta en su nombre llevaba la universal simetra.
VI
A la cada de la sexta puerta, sobre la falda irregular de las ciudades se esparci el adis como un desgarre silencioso, sal entre los muslos de la mujer del trueno. Del resplandor agudo que preaba la recmara cuando los amantes frente a pecho se contaron cmo naci el orbe subterrneo de sus venas camin el ciclpeo retumbar de los balcones, con su golpe hmedo sobresalt los pisos, e hizo al fro enraizarse en la columna de los rboles.
Medio cuerpo en uno retorcido, el embravecido serpenteo del huracn un girn de lunas en la oscuridad espesa.
Ella lo bendijo para siempre.
Ronco entregemir el monstruo alado, pozo palpitante el halo gris de sus pupilas.
Afuera dormitaba la tormenta. Tierra y vendaval abiertos en fragmento duplicado se diseminaron como polen, agua sobre el filo de la cama, plata pedernal en lo nocturno y todos nuestros vientres eran cuatro por el ojo austral del Universo.
Partculas de piano, los amantes, dolieron como un eco desmembrado en la blanca oreja de la muerte.
VII
Los rincones vieron a los pasos prolongarse por el empedrado epitelial de los andenes y era en el final como al principio: luego de la danza impostergable del deceso se sobrevino la msica, un caer de ropas y de pieles sobre nuestro cuerpo cuadriltero y amaneci el adis, su miserable calma rojos cuchillos sobre el planisferio. Era en lo ms bajo del crepsculo, las voces se ensancharon hasta el fin del mundo
y rod en la boca alguna rota despedida y se apag el sistema endurecido de los besos.
Lejos de ellos mismos se encontraron en las antpodas viejas. Se bifurc su confundida sombra y se apartaron sin reconocerse. El monstruo vaga por nosotros, desterrado. La hembra busca la penetracin del fuego. Pero en la perfecta eufona de lo que existe, paradoja fsica, en la esfera cuanto ms al Sur se llega al Norte, la mano izquierda del Este toca la mano derecha de Oeste y as, como ms distantes ms cercanos. Nosotros, tetracfalo horroroso, tallamos cicatrices para encontrar lo perdido y que entonces, cuando la cancin de los demonios se detenga, cuando interrumpido en el oleaje el barco oscuro de las horas se desplome, los soles mueran, nuestras cansadas espaldas no sostengan la distancia, esa curva negra de nombrar lo que est ausente, de los abisales emerja el vaco, reinos esculpidos en silencio y sean creados ritmos nuevos, otras lenguas estelares. Pero desde el fondo del desorden, graves como antiguas procesiones, ellos se tomarn las manos claroscuras, se lavarn los cuerpos y se harn la luz hasta mojarse. [Ya en la habitacin ensombrecida alguien ha despertado, de repente.]