Está en la página 1de 32

Un acreedor

del Ministerio de
Economía
Um credor da fazenda Nacional
Qorpo Santo
Traducción/Tradução:
Stella Maris Baygorria
Edición/Edição:
Marcelo Barbão
Revisión/Revisão:
Miriam T. Osuna
Proyecto Gráfico/Projeto Gráfico:
Vanderley Mendonça

Amauta Editorial
2005
AMAUTA EDITORIAL LTDA, 2005

Distribuição Gratuita
Distribución Gratuita

A Coleção Muro de Tordesilhas é distribuida


gratuitamente em Buenos Aires (Argentina),
Cidade do México (México) e São Paulo (Brasil).

La colección Muro de Tordesillas es distribuida


gratis en Buenos Aires (Argentina), México DF
(México) y São Paulo (Brasil).

Amauta Editorial
Rua Augusta, 1378 - Cj 72
01304-001 - São Paulo - SP - Brasil
www.amautaeditorial.com
contato@amautaeditorial.com
LA MÁSCARA DE LA LOCURA

JOSÉ JOAQUIM DE CAMPOS LEÃO (1829-1883) fue un


precursor del Teatro del Absurdo. No el absurdo de
Ionesco, más centrado en el lenguaje sino del absurdo que
conocimos años más tarde en el universo kafkiano del
escritor de Praga y en el mundo patafísico de Alfred Jarry.
Considerado loco en su época, José Joaquim de
Campos Leão sufrió un proceso de interdicción promovido
por su esposa hasta ser internado, considerado esquizofré-
nico por las autoridades médicas.
Inventó una nueva ortografía para la lengua portugue-
sa, empezando por la firma de su nombre: Qorpo Santo —
se creía santo y decidió adoptar un seudónimo para su
cuerpo santo, a los 34 años, cuando se creía imbuido de
una misión divina. La justificativa era vivir alejado del
mundo de las mujeres.
A partir de 1877, se empeñó obsesivamente en escri-
bir e imprimir los 9 volúmenes de su Ensiqlopédia, en
una tipografía propia, abierta con el consentimiento de las
autoridades locales.

3
Con humor ferino, “El acreedor del ministerio de eco-
nomía”, una de sus obras de teatro más conocidas, mues-
tra la manera por la cual un pobre diablo es empujado
de una ventanilla a otra, de un sector a otro, sin nunca
llegar cerca de su objetivo: el dinero que se le debe. En
nada difiere de los días actuales.
Qorpo Santo pone en escena la perversidad con que
los ciudadanos son tratados por las autoridades. Una rea-
lidad que esconde a un hombre enredado por la burocra-
cia. Y sus personajes surgen como vehículos de su ven-
ganza contra el medio social, elaborada en el más alto
grado de creación artística.
Leer y ver Qorpo Santo significa percibir las tensio-
nes de una mente perturbada y genial que se enmascara
de locura. Para usar la máscara de loco, José Joaquim de
Campos Leão tuvo que sacarse su propia máscara. Es un
acto voluntario en el que él busca la locura como másca-
ra, la máscara irreal, que él escribió como Qorpo Santo,
que le dio sentido y realidad y que fundió su historia y
su obra. Qorpo Santo, más real que la realidad, fue per-
sonaje de sí mismo.

4
UN ACREEDOR DEL MINISTERIO
DE ECONOMÍA

Personajes:
– Acreedor – Empleados de la repartición
– Portero – Otro acreedor
– Un mayor – Leopoldino, el contador
– Un mensajero – Jefe de sección
– Sr. Barbosa

PRIMER ACTO

UN ACREEDOR (entrando a una repartición públi-


ca, al Portero) — ¿Está el Sr. Inspector?

PORTERO — Está, pero no se le puede hablar


ahora.

ACREEDOR — ¿Por qué?

PORTERO — ¡Está muy ocupado!

ACREEDOR — ¿En qué?

5
PORTERO — Hay gente allí con él.

ACREEDOR — ¿Quién es?

PORTERO — ¡Un Mayor!

ACREEDOR — ¿Tardarán mucho?

PORTERO — Lo ignoro.

ACREEDOR — ¡Pues dígale que quiero hablarle!

PORTERO — No puedo ir ahora.

ACREEDOR — ¿Cuántas horas tendré que esperar


que el Sr. Mayor salga para que yo pueda entrar?
(Pasea).
(El Mayor, saliendo y encontrándose con el
Acreedor).

ACREEDOR (al Mayor) — ¡Oh! ¡Usted por aquí!


¡Lo creía quién sabe dónde! ¡Me dijeron que hace
días había ido a Río Pardo!

6
MAYOR — Numerosos quehaceres me vienen rete-
niendo aquí, por eso no sé cuándo iré.

ACREEDOR — Sepa que siento el más vivo pla-


cer en verlo gozando de la más perfecta salud.

MAYOR — ¿Dónde es la tesorería?

ACREEDOR — En la Tesorería estamos; pero el


tesorero está allá abajo.

PORTERO — Allá, no; ¡allá está el pagador!

ACREEDOR — ¡Ah! Entonces es acá arriba, pero


en el fondo, creo que en la última sala.

MAYOR — Entonces allá voy. (Sigue).

ACREEDOR — Ahora entro yo. (Dirigiéndose a la


repartición).

PORTERO — ¡Allí está el Sr. Leopoldino


Contador!

7
ACREEDOR — ¡Es célebre! Entonces voy a la sec-
ción respectiva para saber si fue informado mi
requerimiento! (Camina y entra).

PORTERO — ¡Qué diablos de hombre es este!


Vino más de cien veces a la repartición… si hay
que…

MENSAJERO — ¡Hace muy bien en venir acá! Si


se le debe ¿por qué no se le ha de pagar?

PORTERO — ¡Hombre, eso es verdad! ¿Por qué


esta repartición ha de escabullirse meses y años?
¡Cuesta creer la tardanza en el pago, o la pregui-
nha, según dicen algunos empleados!

MENSAJERO — ¡El caso es que él ha procedido


siempre con toda prudencia!

PORTERO — Eso es verdad. ¿Pero cuántos habrán


sufrido por la falta de cumplimiento del deber de
algunos empleados públicos?

8
MENSAJERO — ¡Es verdad! Hubo tantos males,
que enumerarlos sea tal vez imposible.

PORTERO — ¿Pero usted sabe lo que los emple-


ados quieren? Tal vez no lo sepa. Pues yo se lo
digo:
1º – ¡Acabar con la Monarquía Constitucional y
Representativa!
2º – Ponerle fin a las reparticiones públicas; o sea
¡terminar con todas estas imposturas!
3º – Cambiar la forma de gobierno por una
República.
4º – Hacer una liga entre todos los que…

MENSAJERO (Poniéndose las manos en la cabe-


za y tirándose de las orejas) — ¡Está loco!
¡Hombre! ¡De dónde vinieron estos pensamientos!
Si no cambia su modo de pensar, va a ir a parar
a la Caridad.

PORTERO — ¡Ah! ¡Usted no oye! ¡Es sordo! No


ve. ¡Tiene ojos y no ve! ¡Oídos y no oye! ¡Habla
nada más! ¡Ya verá la revolución que en breve se

9
ha de operar! Fíjese; estoy viendo el día en el que
entra por aquí una fuerza armada; va a los cofres,
papeles y roba cuanto encuentre en ellos. Enciende
una antorcha y prende fuego todo lo que sea papel.

MENSAJERO (corriendo) — ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Parece


que ya estoy oyendo el ruido de las espadas! La
voz del cañón tronar. Dios mío ¡Ayúdame! ¡Ay! ¡Que
me muero! (Se cae sentado) ¡Ay! ¡Ay! ¡Estoy can-
sado! ¡Fatigado! Casi… ¡Dios mío! ¡Cuántas muer-
tes te placerá hacer todavía! ¡Cuándo te compade-
cerás de tus entes aunque sean malos! ¡Cuándo se
acabará tu ira! ¡Cuándo se saciará tu venganza!
¡Cielos! ¡Qué veo! (como amparado con las manos;
poniendo el cuerpo de lado; al oír el sonido del true-
no que se produce arriba). ¡Ahí!...

PORTERO (Queriendo ayudarlo) — ¡No es nada,


compañero y amigo! Son los primeros preparativos
para el estruendo que enseguida tendrá que ver y
oír. Tranquilice a su corazón. ¡Aún no descendieron
rayos, fuego, y todo lo que se está preparando para

10
la gran revolución! Empezará de arriba y descende-
rá a la tierra, como el granizo en ciertos días llu-
viosos. (Se oye otro trueno, relámpagos).

MENSAJERO (un poco mejor y levantándose) —


¿Se me ve un poco mejor? Pareciera que esto no
me está pasando a mí. ¿Qué dice, eh? (dándole una
palmadita en el hombro al Portero) Qué diablos,
pues no he hecho nada, ¿por qué debo temer? Soy
muy pusilánime.

PORTERO — Usted siempre fue un comodón. ¡De


todo se asusta; a todo le tiene miedo! ¡Diablos!
(empujándolo) ¡Sea consciente! Déjese de…

MENSAJERO — ¡Vamos, vamos! Y no entiendo qué


es tener consciencia, por lo que veo y por lo que
escucho. Vivo en mi casa. Trabajo incesantemente
en mi provecho y en el de mi familia. ¡No ofendo
a nadie! ¡Y me pasa esto! Dígame: ¿qué es tener
consciencia?

11
PORTERO — Tener consciencia es cometer… y…
¡ay! ¡ay! (poniéndose las manos en la cara) ¡que yo
también me estoy enfermando!

ACREEDOR (volviendo) — ¡Hoy tampoco recibo


dinero! Me lo prometió un Empleado a mí y a otro
individuo que espera… Como de… (Sale) ¡Veremos
si se puede cobrar el lunes!

UNO DE LOS EMPLEADOS — ¡¿Por qué razón no


se le ha de pagar a este hombre?!

OTRO — ¡Qué se yo!

ACREEDOR (volviendo) — No puedo tomar otra


resolución más que sentarme en una de las sillas
de esta repartición y esperar hasta que se me
pague.

CIERTO INDIVIDUO — Entonces, ¿por qué?

ACREEDOR — ¡Cómo, por qué! Porque no doy


un paso sin encontrarme uno que no me pida el

12
alquiler de la casa. ¡Otro que no me pida… que
no me hable!

EL INDIVIDUO — ¡Todo eso es bueno!

ACREEDOR — Sí; lo es; para ciertos individuos,


¡para mí es pésimo! Nunca me gustó ser atacado
en casa, mucho menos por las calles de la ciudad!
Todos los que compelen la honra, o a los que dese-
an vivir con seriedad, — a estas escenas, — debe-
rían, en mi opinión, ser condenados a idénticos o
a otros procederes peores, contrarios a su voluntad
o deseo.

EL INDIVIDUO (con la mano queriendo hacer una


cruz) — Resquié d’impace! Resquié d’impassere;
¡Amen! ¡Amen! ¡N’amen! ¡N’amen! (Saliendo) Yo
me voy (Sale).

13
SEGUNDO ACTO

Salón en el que funcionan diversas secciones.

ACREEDOR (entrando) — ¡Es la vigésima… no


me acuerdo si quinta o séptima vez que vengo a
esta casa a cobrar alquileres de casa! ¡Y tal vez
también hoy salga sin dinero! (A parte) ¡Pero ten-
drán que arreglárselas! (A uno de los empleados, el
Contador) ¿Su señoría me hace el favor de decir-
me si está despachando el contenido, o lo que sea,
sobre un requerimiento que aquí tengo?

CONTADOR — ¿Será... (leyendo) Castro... Car...


Cirilo ¡Dilermando!?

ACREEDOR — ¡No! Es un requerimiento mío, fir-


mado José Joaqim de Qampos Leão, Qorpo-Santo.

CONTADOR — ¡Ah! Ese lo tiene el jefe de la


cuarta sección.

14
ACREEDOR — Bien, entonces allí iré.
(Dirigiéndose al jefe) Hágame el favor de decirme
si ya está despachado un requerimiento que aquí
tengo.

JEFE (señalado) — Hable allí con el Sr. Barbosa.

ACREEDOR (dirigiéndose a este) — ¿Todavía no


encontró lo que buscaba sobre mí?

BARBOSA — ¡Todavía no! ¡Aquí hay tantos papeles!

ACREEDOR — Bueno, ¡en efecto! Pues ¿tanto


cuesta ver un oficio de la Presidencia o ver el asen-
tamiento que en virtud de este oficio debe existir
en el libro competente? ¡¿Es decir, en el mismo en
el que se encuentran debitados tales alquileres!?
(Se sienta).

JEFE — Su excelencia. ¡No sirve de nada espe-


rar aquí! ¡Así atrasa usted el trabajo para conse-
guir lo que quiere; deje estar que aquí se está
trabajando!

15
ACREEDOR — ¡Yo, ni vengo a interrumpir, ni
vengo a adelantar! ¡Sólo para saber! Me parece una
cosa tan simple, tan fácil…

BARBOS — ¡Son tres oficios de la Presidencia que


el Sr. Inspector quiere ver! No es uno sólo.

ACREEDOR — Señores, ya sé lo que haré, ¡lo que


ustedes quieren! ¡Volveré más adelante! (Al salir, se
encuentra con otro).

OTRO ACREEDOR — Al señor le gusta…

ACREEDOR — ¡Está usted equivocado!

OTRO ACREEDOR — ¡Entonces, ¿no?! (Le da una


caja de fósforos).

ACREEDOR — ¡Estoy enfermo, y así me pongo


cada vez que vengo a esta casa, y de ella salgo
sin dinero!

16
OTRO ACREEDOR — ¡Entonces me quedo yo por
usted! (El Acreedor sale; y El Otro entra).

OTRO ACREEDOR — ¡Mucho le cuesta a esta


casa pagar a quien debe! ¡Se hace una docena de
requerimientos para obtener un despacho! ¡Cada
requerimiento cuesta otra docena de informaciones!
¡El despacho definitivo se obtiene por milagro! ¡Y
el pago o dinero que se le debe a alguien — casi
a la fuerza o por la fuerza!

UNO DE LOS EMPLEADOS (a ese Individuo) —


¡En efecto! ¡Usted es demasiado audaz!

EL OTRO — ¡No! ¡No es por audacia! Sólo me


refiero a lo que pasa… ¡a lo que es verídico!

EMPLEADO — ¡Sí, pero nosotros no tenemos la


culpa!

OTRO ACREEDOR — ¡Yo tampoco culpo a nadie!


Pero me temo, señores, que las numerosas moles-
tias que vengo sufriendo por el proceder que esta

17
repartición tuvo para conmigo: los papelones; las
faltas; las privaciones y hasta las enfermedades que
me han causado y numerosos otros trastornos, harán
de repente que se extienda el fuego a estos pape-
les — y todo se incendie (Enciende y arroja una
caja de fósforos en una mesa; esta se incendia; él
la tira hacia las mesas de uno de los lados; hace
lo mismo con la otra, la tira hacia el otro lado;
mientras los empleados trabajan para apagar el
fuego en algunos papeles que empiezan a incendiar-
se, él sale).
(Ya se ve que hay desorden, reprensiones, atropello,
carreras en busca de agua, prisa para apagar el
fuego, entrada de algunos otros empleados al oír los
gritos, etc. Puede terminar así: con la escena de la
entrada del Inspector reprendiéndolos a todos por lo
mal que cumplen sus deberes. Escena que termina
en discusiones y peleas, y los libros y las plumas
volando por los aires).

Por José Joaquim de Campos Leão Qorpo-Santo.


En Porto Alegre, de 26 a 27 de Mayo de 1866.

18
UM CREDOR DA FAZENDA
NACIONAL

Personagens:
– Credor – Empregados da repartição
– Porteiro – Outro Credor
– Um Major – Leopoldino, o Contador
– Um Contínuo – Chefe de seção
– Sr. Barbosa

ATO PRIMEIRO

UM CREDOR (entrando em uma repartição públi-


ca; para o Porteiro) — Está o Sr. Inspetor?

PORTEIRO — Está; mas não se lhe pode agora


falar.

CREDOR — Por quê?

PORTEIRO — Está muito ocupado!

CREDOR — Em quê?

19
PORTEIRO — Tem gente aí com ele.

CREDOR — Quem é?

PORTEIRO — Um Major!

CREDOR — Demorar-se-á muito?

PORTEIRO — Ignoro.

CREDOR — Pois diga-lhe que lhe quero falar!

PORTEIRO — Não posso ir lá agora.

CREDOR — Quantas horas estarei eu aqui à espera


que o Sr. Major saia para que eu entre! (Passeia).
(O Major, saindo e encontrando-se com o Credor).

CREDOR (para o Major) — Oh! O Sr. por aqui!


Julgava-o quem sabe onde! Disseram-me que tinha
ido para Rio Pardo há dias!

MAJOR — Tenho tido aqui numerosos afazeres, por


isso não sei quando irei.

20
CREDOR — Fique certo que sinto o mais vivo pra-
zer em vê-lo no gozo da mais perfeita saúde.

MAJOR — Onde é aqui a tesouraria?

CREDOR — Na Tesouraria estamos; mas o


Tesoureiro está lá embaixo.

PORTEIRO — Lá, não; lá está o pagador!

CREDOR — Ah! Então é cá em cima; porém nos


fundos; creio que na última sala.

MAJOR — Então para lá vou. (Segue).

CREDOR — Agora entro eu. (Dirigindo-se à repar-


tição).

PORTEIRO — Está lá o Sr. Leopoldino Contador!

CREDOR — É célebre! Então vou à seção respec-


tiva saber se foi informado o meu requerimento!
(Caminha, e entra).

21
PORTEIRO — Que diabo de homem este! Tem
vindo mais de um cento de vezes à repartição... se
há de...

CONTÍNUO — Faz ele muito bem vir cá ! Deve-


se- lhe, por que não se lhe há de pagar?

CONTÍNUO — Homem; isso é verdade! Qual a razão


por que esta repartição há de paliar meses e anos!?

PORTEIRO — Custa a crer a retardação de paga-


mento ou a preguinha, segundo dizem alguns
empregados!

CONTÍNUO — O caso é que ele tem procedido


sempre com a maior prudência!

PORTEIRO — Isso é verdade. Mas quantos terão


sofrido pela falta de cumprimento de deveres de
alguns funcionários públicos?

CONTÍNUO — É verdade! Tem havido tantos


males, que enumerá-los talvez fosse impossível.

22
PORTEIRO — Mas tu sabes o que os empregados
querem? Talvez não saibas. Pois eu te digo:

1º – Acabar com a Monarquia Constitucional e


Representativa!
2º – Pôr termo às repartições públicas; isto é,
acabarem com todas estas imposturas!
3º – Mudar a forma de governo para República.
4º – Fazerem uma liga entre todos que...

CONTÍNUO (pondo as mãos na cabeça e puxando


as orelhas) — Estás louco! Homem! D’onde vieram-
te esses pensamentos!? Se não mudas de modo de
pensar, vais parar à Caridade.

PORTEIRO — Ah! Tu não ouves! És surdo! Não


vês. Tens olhos e não enxergas! Ouvidos, e não
ouves! Só falas! Tu verás a revolução que em breve
se há de operar! Olha; eu estou vendo o dia em
que entra por aqui uma força armada; vai aos
cofres, papéis. e rouba quanto neles se acha.
Acende um facho, e laça fogo em tudo quanto é
papéis.

23
CONTÍNUO (a correr) — Ih! Ih! Ih! Parece que já
estou ouvindo o tinir das espadas! A voz do canhão
troar. Deus meu! Acudi-me! Ai! Que eu morro! (Cai
sentado) Ai! Ai! Estou cansado! Fadigado! Quase...
Meu Deus! Quantas mortes vos aprazerá ainda
fazer!? Quando vos compadecereis de vossos entes
ainda que maus!? Quando se aplacará a vossa ira!?
Quando se saciará a vossa vingança! Céus! Que
vejo! (Como amparado com as mãos; pondo o corpo
de lado; ao ouvir o som da trovoada que em cima
se faz) Ah!...

PORTEIRO (querendo acudi-lo) — Não é nada,


companheiro e amigo! São os primeiros preparativos
para a estralada que logo mais terá de ver e ouvir.
Tranqüiliza o teu coração. Ainda não desceram
raios, fogo, e tudo o mais que se há preparando
para grande revolução! Começará de cima; e
descerá à terra, como a saraiva em certos dias chu-
vosos. (Ouve-se nova trovoada; relâmpagos).

CONTÍNUO (melhorando pouco; e levantado-se) —


Acho-me um pouco mais animado? Parece-me que

24
isto não é comigo. Que dizes? Hem? (batendo no
ombro do Porteiro) Que diabo, pois eu nada fiz, o
que devo temer!? Sou muito pusilânime.

PORTEIRO — Tu sempre foste um poltrão. De tudo


te assustas; de tudo tens medo! Diabo! (Empurra-o)
Toma juízo! Deixa-te de...

CONTÍNUO — Ora, ora! E não entendo o que é


ter juízo, pelo que vejo, e pelo que ouço. Vivo em
minha casa. Trabalho incessantemente em proveito
meu, e da minha família. Não ofendo a pessoa algu-
ma! Sucede-me isto! Dizei-me: — O que é ter
juízo?

PORTEIRO — Ter juízo é cometer... e... ai! ai!


(pondo as mãos no rosto) que também estou fican-
do doente!

CREDOR (voltando) — Ainda hoje não recebo di-


nheiro! Prometeu-me um Empregado, e a mais um
indivíduo que espera... Como de... (Sai) Veremos se
se pode receber segunda-feira!

25
UM DOS EMPREGADOS — Por que razão não se
há de pagar a este homem!?

OUTRO — Eu sei disso!?

CREDOR (voltando) — Não tenho melhor resolução


a tomar, que a de sentar-me em uma das cadeiras
desta repartição e nela esperar até que se me
pague.

CERTO INDIVÍDUO — Então, por quê?

CREDOR — Ora, porque!? Porque não dou um


passo que não encontre um que não me peça o
aluguel da casa. Outro, que não me peça... que não
me fale!...

O INDIVÍDUO — Tudo isso é bom!

CREDOR — É, é, para certos indivíduos; para mim


é péssimo! Nunca gostei de ser atacado em casa,
quanto mais pelas ruas da cidade! Todos os que
compelem a honra, ou aos que desejam viver com

26
seriedade, — a essas cenas, — deveriam em minha
opinião ficar condenados a idênticos; ou a outros
procederes piores, contrários à sua vontade, ou
desejos.

O INDIVÍDUO (com a mão querendo fazer uma


cruz) — Resquié d’impace! Resquié d’impassere;
Amem! Amem! N’amem! N’amem! (Saindo) E vou
m’embora (Sai).

ATO SEGUNDO

Salão em que trabalham diversas seções.

CREDOR (entrando) — É a vigésima... não me


lembro se quinta ou sétima vez que venho a esta
casa haver aluguéis de casa! E talvez ainda hoje
saia sem dinheiro! (À parte) Mas eles hão de se
arranjar! (A um dos empregados, o Contador) Vossa
Senhoria faz-me o obséquio de dizer se está
despachando o conteúdo, ou quer que seja, quando
a um requerimento que aqui tenho?

27
CONTADOR — Será... (lendo) Castro... Car... Cirilo,
Dilermando!?

CREDOR — Não! É um requerimento meu, assi-


nado — José Joaqim de Qampos Leão, Qorpo-Santo.

CONTADOR — Ah! Esse está no chefe da quarta


seção.

CREDOR — Bem, então lá irei. (Dirigindo-se ao


chefe) Faz-me o obséquio de dizer se já está
despachado um requerimento que aqui tenho?

CHEFE (apontado) — Fale ali com o Sr. Barbosa.

CREDOR (dirigindo-se a este) — Ainda não encon-


trou o que procurava a meu respeito?

BARBOSA — Ainda não! Há aqui tantos papéis!

CREDOR — Ora, com efeito! Pois tanto custa ver


um ofício da Presidência, ou ver o assentamento
que em virtude desse ofício deve existir no livro

28
competente? Isto é, no mesmo em que se acham
debitados tais aluguéis!? (Senta-se).

CHEFE — V. Exa. Não adianta nada em esperar


aqui! Antes atrasa o serviço para conseguir o que
quer; deixe estar que está se trabalhando!

CREDOR — Eu, nem venho interromper, nem


venho adiantar! Mas apenas saber! Parece-me cousa
tão simples; tão fácil...

BARBOSA — São três ofícios da Presidência que


o Sr. Inspetor quer ver! Não é um só.

CREDOR — Srs., eu já sei o que hei de fazer, o


que os Srs. querem! Voltarei em tempo! (Ao sair,
encontra-se com outro).

O OUTRO — Então, não!? (Dá-lhe uma caixa de


fósforos).

CREDOR — Estou doente; e assim fico todas as


vezes que venho a esta casa, e dela saio sem di-
nheiro!

29
O OUTRO — Então fico eu pelo Sr.! (O Credor
sai; e o Outro entra).

O OUTRO — Muito custa esta casa pagar a quem


deve! Faz-se uma dúzia de requerimentos para se
obter um despacho! Cada requerimento leva outra
dúzia de informações! O despacho definitivo obtém-
se por milagre! E a paga ou dinheiro que a alguém
se deve — quase à força, ou pela força!

UM DOS EMPREGADOS (para esse Indivíduo) —


Com efeito! O Sr. é audaz demais!

O OUTRO — Não! Não é por audácia! É apenas


referir o que se passa... o que é verídico!

EMPREGADO — Sim; mas nós não temos culpa!

O OUTRO — Nem eu inculpo a alguém! Mas


receio, Srs., que os numerosos incômodos que tenho
sofrimento, pelo procedimento que esta repartição
para comigo — vai tendo; os vexames; as faltas; as
privações; e até as enfermidades que tem me cau-

30
sado e numerosos outros transtornos, farão de
repente com que se espalhe fogo nestes papéis —
e tudo se incendie (Toca uma caixa de fósforos
numa mesa; esta incendeia-se; ele a atira para as
mesas de um dos lados; faz o mesmo à outra, e
atira para outro lado; enquanto os empregados tra-
balham para apagar o fogo em alguns papéis que
começam a incendiar-se, ele sai).
(Já se vê que há descompostura; repreensões; atro-
pelamento, carreiras em busca d’ água; ligeireza
para se-apagar; aparecimento de alguns outros
empregados, ao ouvirem o grito de fogo, etc.
Pode acabar assim; ou com a cena da entrada do
Inspetor, repreendendo a todos pelo mal que cumprem
seus deveres; e terminando por atirarem com livros e
penas; atracações e descomposturas etc).

Por José Joaquim de Campos Leão Qorpo-Santo.


Em Porto Alegre, de 26 a 27 de Maio de 1866.

31
Coleção/Colección

Os Imigrantes – Horacio Quiroga


Ciudad Ácida – Marcelino Freire
Uma Pena Extraordinária – Martín Kohan
Más allá de la calle – Rogério Augusto
O pássaro azul – Rubén Darío
Un acreedor del Ministerio de Economía –
Qorpo Santo

Próximos autores:
Claudinei Vieira - Brasil
Furio Lonza - Brasil
Glauco Mattoso - Brasil
Indigo - Brasil
Joca Reiners Terron - Brasil
Marcelo Barbão - Brasil
Marcos Cesana - Brasil
Nelson Oliveira - Brasil
Osvaldo Lamborghini - Argentina
Ronaldo Bressane - Brasil
Salvador Elizondo - México

32

También podría gustarte