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El fin del periodismo

Por Javier Calvo | 23/05/2014 | 21:46



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Parece inconcebible que alguien no milite en algo; y, en consecuencia, no odie
cuanto quede fuera del territorio delimitado por ese algo. Aqu, reconocer un
mrito al adversario es tan impensable como aceptar una crtica hacia lo propio.
Porque se trata exactamente de eso: adversarios, bandos, sectarismos
heredados, asumidos sin anlisis. Toda discrepancia te sita como enemigo ()
Ese conmigo o contra m envenena, tambin, las redacciones () Las
redacciones estn tan contaminadas de ideologas o actitudes de la empresa, se
exige tanta militancia a la redaccin, que hasta el ms humilde becario que
informa sobre un accidente de carretera se ve en la necesidad de dar en su folio
y medio un toquecito, una alusin poltica, un puntazo en tal o cual direccin, que
le garantice, qu remedio, el beneplcito de la autoridad competente. Y ya que
hablo de sucesos, est bien recordar que hasta los sucesos, los accidentes, las
desgracias, son tratados ahora por los medios, a menudo, segn el parentesco
poltico ms cercano. Segn sea la militancia de los responsables reales o
supuestos. Y a veces, hasta de las vctimas.
Estas palabras las pronunci hace unas horas, en Madrid, el periodista y escritor
Arturo Prez-Reverte, como parte de su largo e impactante discurso con motivo
de la entrega de los Premios Ortega y Gasset que entrega el diario El Pas. Se
refera a Espaa, claro, pero sin mover casi una coma se podra aplicar
perfectamente a nuestro pas y a muchos otros.
A ms de un lector o colega le inquietar que, una vez ms, lo que sucede en la
Argentina no es excepcional. Ni los mejores, ni los peores.
Convendra no explicar la patinada de ayer respecto a la falsa carta papal que
result autntica slo como un error flagrante de monseor Kacher, que lo fue.
Deberamos aprovechar desde los medios y desde nosotros, los periodistas, para
hacer un examen ms riguroso sobre lo que hacemos y cmo lo hacemos.
Porque no lo estamos haciendo bien.
Sin autocrtica y con tanta impostura, adjetivacin y sobreactuacin ponemos en
riesgo el bien ms preciado de nuestra actividad, que no es la derrota o el xito
de un gobierno, sino la credibilidad. Ella es nuestro fin. Sin ella, nuestro final.

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