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Ensayo sobre Hipatia

“E l movimiento de los astros se debe a asociaciones de figuras perfectas,

el cubo, el tetraedro, la esfera, el círculo...”

Johannes Kepler trataba de demostrarlo en su casa, pero el modelo no era posible, no


cuadraba y ello le provocaba un gran desazón a él, y a su familia por no entender el
porqué de esa investigación, pero Johannes lo sabía, entender los astros era entender
la obra de Dios, era leer su mente, era llegar a la idea de Dios, era llegar al
conocimiento máximo. Hacía pocos años que su enemigo, su compañero, su maestro
Brahe había muerto, y le dejó una serie de textos, anotaciones, cifras, que el no
conseguía cuadrar en ningún sólido perfecto.
Sin encontrar un momento para el descanso, decidió salir a la biblioteca, a fin de
encontrar algo, una muestra del saber que le permitiera salir del laberinto.
Entre los grandes volúmenes de la misma, halló un pequeño manuscrito en latín, con una
gran cantidad de fórmulas, escritos y operaciones en lenguaje matemático. Comenzó a
leer y vio que su creador era un tal Ptolomeo Arástico, un hombre del que nunca había
oído hablar, pero cuyos desarrollos geométricos llamaron su atención, comenzó a leer
el legajo...

“ La heredera de Platón, la continuadora de Aristóteles, la geómetra desde pitágoras,


la filósofa, la hermana, la madre, ha sido atacada, mutilada, arrastrada y muerta, por
una turba incontrolable, entre los cuales destacan algunos parabolanos seguro
controlados por Cirilo. La luz del faro, ha sido apagada”.

Johannes queda intrigado, ¿de qué va esto?, no lo entiende, decide seguir y no


desechar la lectura.

“Hipatia, hija de Theón, filósofa, astrónoma, matemática, nace en el año 355 desde el
nacimiento del Dios cristiano, en Alejandría, provincia de Egipto.
Auspiciada bajo su padre, es instruida en todas las materias del saber, llegando a
impartir clase en el Ágora de la ciudad, en el Serapeo. Continuadora del pensamiento
de Platón, planeó su existencia entorno a la búsqueda de las ideas, razón por la cual,
aun cuando era una mujer de extraordinaria belleza, no se la conoció ningún
pretendiente correspondido, puesto que mi compañero Orestes, lo intentó pero fue
rechazado por un manchado pañuelo, símbolo del aborrecimiento de mi maestra por el
cuerpo.
Por esa época, el Augusto Emperador Teodosio, impuso la religión cristiana en el
Imperio, produciéndose la influyente entrada en el poder de Alejandría los jefes de
esta fe, Teófilo y su sobrino, Cirilo, que seguro influye en el cruel sino de mi maestra.

Un día en la Academia, mientras exponía el modelo del sabio Ptolomeo (Johannes se


emociona al leer esta palabra), comenzó a tomar conciencia de los fallos de éste, vio
que su complejidad era demasiada y fortuita; el Arquitecto no podía ser tan azaroso;
lo fue pensando pero hubo de apartarlo, pues, de repente, una turba de esclavos y
pobres cristianos y sus agitadores atacaron el símbolo de poder de sus amos, el
Serapeo.
Mi maestra huye de Alejandría con lo poco que ha podido salvar, pero sin dejar de
pensar en el problema de Ptolomeo.
Pasan los años, el cristianismo acumula una cantidad indecente e impropia de poder y
no nos deja a los Olímpicos, ni a los Hijos de Israel, mantenernos al margen, e incluso,
guerrean entre ellos; los antiguos alumnos de la maestra se han convertido, el
despechado aunque ya resignado Orestes es el nuevo Prefecto de la Ciudad, (aunque el
que de verdad gobierna es Cirilo, sus palabras mueven masas), e incluso Sinesio ha
llegado a ser Obispo de Cirene.
Hipatia, estaba preocupada, por muchas causas, los disturbios, las matanzas, el nulo
respeto a los demás por lo que piensan y no por lo que son, el rechazo a la razón, la
superioridad de un grupo de tiranos que no dejan nada ni nadie libre auspiciados por el
poder y su religión... Su única distracción proviene de las frecuentes charlas que
mantiene con Orestes para la labor de gobierno de éste, hecho que el Obispo Cirilo
detesta, creo que presta demasiada atención a las palabras de Pablo de Tarso; aunque
también sigue conmigo discutiendo la “armonía mundi”, la distribución de la materia
que lo compone, la idea que lo configura, y el Arquitecto que lo une y le da estabilidad.”

Kepler está cada vez más maravillado, comprueba que ese mismo odio, el que sufre él
por haber tenido que abandonar su hogar por el pensamiento propio, por sus creencias,
cosa que detesta; “ son más las cosas que nos unen que las que nos separan”, piensa,
pero sabe que no es el mejor momento para pedir esa clase de calma. Vuelve a su
lectura...

“El círculo no explica el movimiento de las errantes,- me dice mi maestra-, no podemos


describirlas así. Mientras ella dice eso, yo desmonto el cono con el que nos enseñó las
formas circulares; el círculo, el cono, la elipse; y las curvas; la hipérbole, la parábola...
cuando de repente se queda absorta al ver la simple elipse, un círculo cuyo centro se
ha bifocado al separarse, ( Kepler no da crédito, su cabeza bulle en imágenes,
fórmulas, planteamientos, intuye algo pero no llega al fondo, falta algo), rápidamente
se dirige a su banco de arena, y me pide que coja dos estacas, y las clave en él, al
mismo tiempo coloca una bola, un poco apartada del centro, ata las estacas, y con un
punzón traza en la arena una curva, que al reunirse, forma algo similar a un círculo,
pero no exactamente lo mismo, gracias al reflejo de las teas en el banco comprueba la
luz que se refleja en la bola. Emocionada, llora, sabe que ha encontrado la verdad de
los hechos, ha visto la idea tras la naturaleza; me abraza, y me confiesa que ya se
puede morir tranquila. Desafortunadas palabras.
Espero que el lector de este escrito entienda lo que mi maestra intentó, lo que
consiguió y lo que la crueldad de la sinrazón provocó”
415d.C

Bajo la fecha, hay una firma y una confirmación


“De acuerdo, recogeré el testigo, Tycho Brahe”
Kepler no sale de su asombro y en su rostro aparece una sonrisa condescendiente,
pero que se confunde con las lágrimas por el atropello a la razón, por los cerca de mil
doscientos años de oscuridad, sabe que la teoría es correcta, la experimentará, el
universo, no lo explican los sólidos de Pitágoras, eso le desconcierta, pero no mucho,
puesto que sabe que ha podido leer la mente a Dios.
Es 1609.

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