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la madre y al hijo. El pastor pens en no perder de vista a aquel hombre hasta averiguar lo que todo aquello significaba. Y se levant y le sigui hasta un lugar donde se detuvo el forastero. El pastor vio que el hombre no tena ni una mala cabaa como habitacin y que su mujer y el nio se hallaban en una cueva de la montaa, cuyas paredes desnudas eran de dura y fra piedra. Al ver que el pobre e inocente nio se helara en aquella gruta, se sinti conmovido y decidi hacer algo por el nio, no obstante ser de corazn duro. Y del zurrn que llevaba al hombre sac una suave piel blanca de cordero y se la entreg al forastero, dicindole que acostase al nio sobre ella. Y en el mismo instante en que demostr que l tambin era capaz de sentir piedad, se abrieron sus ojos y vio lo que antes no haba podido ver y oy lo que no le haba sido dado or. Vio cmo en torno suyo se agrupaba un gran coro de pequeos angelitos con alas de plata. Cada uno de ellos tena una lira en la mano, y todos cantaban con voz armoniosa y potente que aquella noche haba nacido el Redentor. Y entonces comprendi por qu aquella noche todas las cosas estaban tan contentas que no queran causar el menor dao. Y no slo en torno suyo, sino por todas partes, vea ngeles el pastor: los vea posados en la gruta, en la montaa y volando por la inmensidad de los cielos. Llegaban en legiones incontables y al pasar ante la gruta se detenan y contemplaban al nio. La naturaleza toda hallbase entregada a indefinible jbilo. Por todas partes resonaban los cnticos de los angelitos juguetones. Todo aquello lo vea y senta el pastor en medio de las tinieblas y del silencio de la noche, an cuando, poco antes, nada haba podido percibir. Y su corazn se llen de tal alegra al ver que sus ojos se haban abierto por fin a la VERDAD, que cay de hinojos y dio GRACIAS A DIOS.