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CARTA A UN VERDADERO AMIGO…

Antes de conocerte aprendí a respetarte. Sé que vivo por ti, sé que


me conoces mejor que cualquiera. Me gustaría ponerte un rostro
pero mi mente aún no me permite descifrarlo. Quiero imaginar que
eres igual a mí, que me acompañas siempre, que no necesitas palpar
mi cuerpo para conocer mis dolencias, ni tampoco escuchar mis
palabras para entender mis penas.
Sé que eres la energía que mueve a este mundo, sé que tu perfección
te aleja de mi pobre realidad llena de imperfecciones, debilidades y
negligencias.

No quiero sentir temor de ti, pues mantengo encendida la llama de la


esperanza que nos reunirá en un futuro corto o lejano. Y si en algún
momento llego a sentir temor no es hacia ti sino hacia la rectitud de
tu justicia.

Te hago partícipe de todos mis planes como el mejor amigo que eres,
aunque tu presencia sólo pueda ser percibida con los ojos del alma.

Tu energía es perceptible en mis sueños, en las palabras que escribo


en este instante, en los pensamientos positivos que se convierten en
nobles acciones, en la perfección de la naturaleza, pero sobre todo,
en la flaqueza de mi ser y mi voluntad.

Cuando pienso en ti, viene a mi mente la imagen de la sabiduría


misma, de la perfección y del infinito poder que permite transformar
el sufrimiento en alegría, la maldad en bondad, la esclavitud en
libertad y la oscuridad en luz.

Durante mucho tiempo, creí que los obstáculos y dificultades de la


vida eran el resultado de los malos actos. Hoy creo que las piedras en
mi camino, responden a la planeación perfecta de la misión que me
has conferido. Hoy creo firmemente que las espinas que nos laceran,
son las vivencias necesarias para la formación de nuestras vidas.

Con el paso del tiempo, comprendí a través de tus palabras que el


“Sufrimiento ajeno” no es sólo el reflejo de la maldad y la injusticia,
sino también la oportunidad de demostrar que podemos “AMAR”
tanto como tú nos amas.

Como el Gran Amigo que eres, tengo que agradecerte muchas cosas,
pero creo que la más importante de todas es el haberme dado la
oportunidad de conocerte y confiar en ti. Es esa confianza la que en
veces creo que me permitiría caminar a ciegas hasta en un terreno
desconocido, es esa confianza la que me permite entender que no
necesito pedir, pues tú sabrás cuando dar, es esa confianza la que
me permite agradecer hasta los malos momentos en los cuales me
acerco más a ti.

Sé que constantemente pones a prueba nuestra amistad, se que la


dificultad de tus pruebas es el resultado de lo mucho que en mí
confías. Pero debes saber que en ocasiones soy débil y traiciono
vilmente tus preceptos. Por lo tanto, te pido fortaleza para enfrentar
las dificultades que no están en mis manos poder resolverlas. Te pido
tolerancia para comprender las ideas y acciones ajenas a mi persona.
Te pido perseverancia y ánimo para no abandonar mis metas. Te pido
la humildad suficiente para no sólo pensar en mí. Te pido sensibilidad
para percibir tus señales. Te pido pensamientos sabios que me
permitan ser un mejor ser humano sin que ello implique cuestionar
tus actos y existencia.

Por todo lo anterior, como muestra de mi fidelidad he puesto mi vida


y todo lo que amo en tus manos. Agradezco todo lo que me has dado
por el tiempo que lo desees, aunque con cierta nostalgia trataré de
comprender que de todos tus preciosos regalos algún día tendré que
desprenderme.

Pdta. Si yo llegara a olvidarme de ti, espero que tus señales sean las
suficientes para recordarte

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