Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Es cierto lo que se dice acerca del estrecho paso que separa el amor del odio: la relación de
Ludwig van Beethoven con Napoleón Bonaparte así nos lo confirma.( www.gh.profes.net)
¡No es más que un hombre vulgar, solo satisfará su ambición y como tantos otros, hollará los derechos
del hombre para ser un tirano! Estas fueron las palabras, con esa exaltación que caracteriza al espíritu
romántico, que el colérico y furibundo Beethoven pronunció mientras rompía en mil pedazos la primera
de las páginas que conformaban su nueva sinfonía. Una página que sólo contenía dos nombres, y ni una
sola palabra más; arriba, Bonaparte, debajo, Beethoven. Tal era el lugar donde se hallaba la admiración
y el reconocimiento al que en su momento fuera el adalid y baluarte de los derechos y libertades del
género humano, Napoleón.
La pulsión revolucionaria de Beethoven era muy fuerte y esto se dejaría notar en su obra. Tras sus dos
primeras sinfonías, en las que culmina formal y expresivamente el sinfonísmo clásico de Haydn y
Mozart, llega la revolucionaria tercera, con la que inicia una nueva andadura que rompe en muchos
aspectos con la tradición del sinfonísmo vienés. Es en esta época cuando asimila los hallazgos del
sinfonísmo francés: refinamiento armónico, temas de marcha, colorido orquestal y libertad formal.
El 18 de mayo de 1804 un alumno y biógrafo del compositor (Fernando Ries) fue el primero en llevarle
el anuncio de la autoproclamación de Napoleón como emperador, con idea de crear su propia dinastía
hereditaria. El que fuera un héroe nacional, encarnación de los valores republicanos, se convierte por
ello en villano a ojos de Beethoven, que amaba profundamente los principios de la república.
En 1821, cuando murió Napoleón, Beethoven comentaría: “Hace 17 años que compuse su oración
fúnebre”.