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La muerte y la marca trágica de la acción humana

El enlace clásico griego con el pensamiento postmoderno


Vivir de muerte, morir de vida
Heráclito
1. Introducción

Podríamos decir que la muerte, es decir, el reconocimiento de la


muerte, es el trauma que origina la aparición de “lo humano”.
La cita de Heráclito impone una reflexión que moviliza nuestra
actitud frente al problema.

“Moviliza la actitud”, es decir, que la acción que se desprende


del ser que “sabe que morirá” no será la misma. Si la vida no se
agotara, entonces, esto implicaría estar en un nivel ontológico
diferente, implicaría un ser que se regenera permanentemente y
sin entropía, es decir, sus células nacen y mueren
incesantemente al mismo nivel y sin deterioro; o que no
necesita regenerarse y que simplemente está por encima de los
requerimientos biológicos que hacen posible la vida como la
conocemos. Un ser así es un Dios o un Demonio. Más acá,
nuevamente en el reino de nuestra biosfera, entre todos los
seres vivos aquel que “sabe” que morirá es “automáticamente”
también diferente al resto, no por ser inmortal, sino
precisamente y nada más por saberlo. Por saberlo hará las cosas
de manera diferente. Saberlo hace nacer a un ser diferente.

Para el pensamiento complejo 1 la consideración de la muerte


también tiene carácter fundante, originario y vital. Es un
problema ético esencial que se enlaza con el destino
específicamente humano. Reivindica a Heráclito y construye un
pensamiento a partir del reconocimiento profundo del problema.
Para Edgar Morin la ética es siempre un acto que va desde el
individuo hacia su religación, es acción humana desplegada por
ese ser diferente que individualmente se religa con el prójimo y
con el cosmos. Es la conciencia moral que a su vez se desprende
de la subjetividad en sentido fuerte. Es una emergencia no-
natural que surge de la naturaleza de la vida y de su auto-eco-
organización.

2. Antecedentes

a. La actitud mágico-religiosa
1
Edgar Morin, El Pensamiento de la ética y la ética del pensamiento
El hombre ha asumido la muerte desde diferentes perspectivas.

Con la muerte nuestra conciencia cesa, es el final concreto e


individual de la vida consciente. Es este carácter consciente el
que problematiza el asunto, porque en ausencia de tal cualidad
la vida cesa, sin que ningún sujeto consciente lo haga. Sin
consciencia la vida pasa pero no pasa nada. Sin embargo,
precisamente estar consciente es no sólo saber que la muerte
existe, sino saber que habrá de llegar, que el final para cada uno
y para todos está allí. La muerte es quizá el problema más
claramente individual entre los grandes problemas universales.
La previsibilidad de la muerte cambia a quien la reconoce
porque angustia y desinviste, creando la sensación de vacío que
pulsiona y deriva.

Pulsiona y deriva quiere decir que de ninguna manera el


hombre puede ignorar este descubrimiento y frente a la
necesidad de “hacer algo” ha desarrollado diversas estrategias.

Está, en primer lugar, la reacción irreflexiva que destruye


inmediatamente la vida: si hay la muerte, entonces no vale nada
la vida. Si voy a morir que sea de una vez. Curiosa reacción que
conduce a la muerte inmediata por no estar de acuerdo con la
muerte posterior, es una postura radical que seguramente
estará en la psique del suicida potencial. Pero que, en realidad,
está en la mente de todos y requiere respuesta porque el riesgo
es la desaparición del hombre y, potencialmente, de su especie.

¿No está también esta reacción en la base de la conducta que


decide acabar con la libertad, por ejemplo, porque no es
perfecta? ¿Acabar con la democracia porque ésta no es
“satisfactoria”? ¿Aspirar al individuo y la sociedad perfecta no
es, en el fondo, una aspiración suicida? ¿O todo o nada? ¿Patria,
socialismo o muerte? ¿O muerte? Cuando estas creencias son
honestas, ¿no serán la expresión de algún tipo de patología
generada por esta deriva mágico-religiosa del hombre frente al
miedo a la muerte?

También como parte de esta primera reacción pueden incluirse


otras respuestas que resultaron fundamentales para la historia
humana. Están todas las teorías sobre la inmortalidad. La vida
no muere o, mejor dicho, esta subjetividad mía no muere, sino
que es otra cosa que el cuerpo y es independiente. Así aparecen
las ideas del alma inmortal que abandona el cuerpo y viaja,
transmigra, seguramente hasta un destino final que no es la
muerte sino alguna visión finalista de la perfección o de Dios.

Eventualmente, en sus extremos, esta postura conduce a las


teorías de la reencarnación y a la resucitación, la resurrección de
los muertos: volveremos a ser, con este cuerpo, con este
nombre, en fin, con esta subjetividad. 2 3

Así que la idea de la muerte también puede derivar en las


actitudes que están en el origen de la magia y la religión y,
muchas veces, ambas han prometido que, al final, la muerte no
existe, se supera de alguna manera. Que existe la inmortalidad.
Todas estas posturas entregan a una fuerza no humana el
destino del ser humano y por eso podemos decir que niegan la
autonomía moral como la entiende Morin, niegan, en
consecuencia, toda la problemática compleja y niegan el
pensamiento complejo. Recordemos de paso que negando la
autonomía moral, la libertad está negada también de plano.

b. La actitud Griega

Para los griegos, el reconocimiento de la muerte da lugar al ser


humano. Es un hecho contundente como lo muestra su
pensamiento filosófico y, sobre todo, su pensamiento mítico-
religioso. 4 Ese imaginario que es recogido por la tragedia griega
es una lucha por conocer y, sobre todo, por comprender qué es
el ser humano. Ellos también pudieron atribuir su existencia y su
esencia a fuerzas extra-humanas, pero optaron por fundar al
hombre en el hombre mismo.

2
La resucitación es la visión extrema de la reencarnación y obliga a preguntar: ¿Con qué cuerpo? ¿Uno
viejo o uno joven? ¿Con la dentadura completa? ¿Con miopía o con lentes? ¿Andaremos por ahí
desnudos? ¿Andaremos por dónde?
3
“La historia religiosa del hombre occidental ha estado más preocupada con la resurrección, que con la
muerte” Rafael López-Pedraza, Hermes y sus hijos, Editorial Festina Lente, 2001, Pág. 108 Caracas,
Venezuela. Y podemos decir que, desde la perspectiva compleja, esta preocupación ha estado orientada a
evadir y hasta oponerse a la muerte, a negar su realidad como parte de la naturaleza y de la vida.
Nuevamente López-Pedraza: “Pero, insisto, tenemos que entender lo difícil que nos resulta aceptar
nuestra naturaleza” Pág. 110.
4

Está también toda la corriente órfica y pitagórica que funda la idea del alma independiente del cuerpo.
Esto se instituye desde el comienzo, en su visión de la religión y
los dioses. Para los griegos, los dioses, los hombres, el resto de
la vida y la naturaleza, el cosmos, nacen conjuntamente, todos,
desde el caos.

Los griegos interpretaron esta aparición del cosmos como la


insinuación de que si los dioses no crearon a los hombres,
porque ambos fueron creados del mismo origen, el caos, no
tienen por qué responder por ellos e, inmediatamente, derivaron
la idea de que los hombres tendrían entonces que responder por
sí mismos.

Esta idea de la auto-responsabilidad, así como sus


consideraciones acerca de la muerte, marcan la visión general
del mundo griego y dan lugar a expresiones que terminan
fundando la ciudad, la filosofía, la política y la democracia. Más
allá, que terminan fundando una visión compleja del ser
humano, una visión autónoma y no heterónoma del ser humano.
Es esta autonomía la que funda las bases que originan la
aparición histórica de la consciencia moral moriniana y de su
compleja visión de la ética y del hombre.

Dos ejemplos emblemáticos de la postura griega y su evolución


son Esquilo y Sófocles. Ambos consideraron en toda su obra el
problema de la constitución del ser humano. Les antecede toda
la tradición mítica y vivieron en la gran Grecia Clásica. Esquilo
con su “Prometeo Encadenado” 5 y Sófocles con “Antígona” 6
representan saltos cuánticos en el tratamiento del problema.

En Prometeo Encadenado, Esquilo escribe que Prometeo enseña


a los hombres el conocimiento y las artes de la técnica, entrega
el fuego, pero también les enseña que son mortales y con
esto inaugura la raza humana. 7 Con esta enseñanza entran en
5

Esquilo, Las Siete Tragedias, Editorial Porrúa, 2007, México. Es la versión cuya lectura se comenta.
6

Sófocles, Las Siete Tragedias, Editorial Porrúa, 2007, México. Es la versión usada en este ejercicio.

7
Según el mito griego, los hombres le deben a Prometeo su condición de “seres verdaderamente
humanos”. Antes de esa intervención, “los hombres son como sombras vacías. Veían sin ver, sin sacar
ningún provecho de la mirada, escuchaban sin escuchar y (…) sus vidas transcurrían sin ningún orden, al
azar. (…) hacían todo sin reflexionar, sin pensar. Y no podían prever –no conocían – la muerte.”
Cornelius Castoriadis, Figuras de lo Pensable, FCE, 2001, Pág. 18
el juego humano las ideas del presente, el pasado y el futuro, la
idea del tiempo, su medición y el número y la idea de todo lo
mensurable.

Vemos pues como la consciencia de la muerte inaugura el hecho


humano, pero este conocimiento es, a la vez, una “enfermedad”
que requiere remedio, porque de otra manera puede aniquilar.
Así de difícil es aceptar la idea de la muerte.

Cuando el coro le pregunta, Prometeo responde: “Les he


inculcado esperanzas ciegas”. 8

Los griegos supieron metabolizar la consciencia de la muerte y


extraer de ella no la deserción, la angustia y el abandono sino la
reafirmación de la vida. 9 No existe una ley para establecer esta
actitud, simplemente desde el momento en que se reconoce la
muerte, se puede originar la frustración y el desengaño que la
acelera o la esperanza basada en la capacidad de hacer algo
con esto. 10

Italo Calvino citando a Cioran en su libro ¿Por qué leer los


clásicos?, recuerda cómo Sócrates en los momentos previos a su
muerte estudiaba la flauta y entonces le preguntan para qué
hace eso, si ya va a morir. El responde: porque quiero
aprenderlo antes de morir. Esta actitud no es deducible de
ningún conocimiento, pero es una posibilidad. Quien la asume
hará algo con su vida, quien no pueda, la desinviste y la
destruye.

Pero si todo esto es en Esquilo un asombroso paso en el camino


de la comprensión de lo humano, todavía tenía que llegar
Sófocles. Porque Esquilo aún presupone la aparición del hombre
como el producto de una atribución debida a una fuerza
sobrehumana. Es Prometeo (que no es hombre, aunque tampoco
un dios) quién nos enseña la mortalidad.
8

Prometeo: He hecho que termine para los mortales la no-previsión de la muerte


El Coro: ¿Habiendo encontrado qué medicamento para esta enfermedad?
Prometeo: Les he inculcado esperanzas ciegas
El Coro: Es un regalo de gran utilidad el que hiciste a los mortales.
9
“Grecia constituye la más brillante demostración de la posibilidad de transformar esta antinomia en una
fuente creativa” Ibídem, Pág. 23.
10
A propósito, por ejemplo, ¿el humor como conducta refinadísima del ser humano no deriva también de
la esta aceptación irónica, modesta e inteligente de la vida y de la muerte.?
Sófocles, en cambio, no supone ninguna fuerza exterior al
mismo hombre. Para él “los hombres no han tomado nada de los
dioses, y ningún dios les dio nada”. 11

Sófocles en Antígona afirma que “muchas cosas son terribles,


pero ninguna lo es más que el hombre”. Su sabiduría y su arte
superan cualquier expectativa y, aunque siempre puede fallar
en el intento, es terrible porque él origina su propia existencia
humana, nada de lo que hace puede atribuirse a dioses ni
naturaleza, sino a sí mismo. El mismo crea las condiciones de su
existencia y, sobre todo de su sentido, y el mismo puede
destruirlos.

Pero esta capacidad creadora está inmersa en limitaciones e


incertidumbres infinitas. Los griegos abordaron a profundidad el
problema, pero el desvío racionalista condujo por otros caminos
hasta que con el siglo XX todas las ilusiones deterministas caen.
El pensamiento complejo surge dialógicamente de todo este
entorno histórico, para plantear una forma desafiante de
concebir la acción humana.

3. El pensamiento complejo y la acción humana

La muerte es el futuro de todo lo vivo, pero además es la forma


de vivir y regenerarse de todo lo vivo, la muerte se convierte en
una cuestión vital y de no ser por ella tampoco es posible
concebir la vida. La muerte es un dato y como tal no es
refutable. Morin afirma que asumir esto es asumir nuestro
destino.

Aprender a vivir con todo esto es aprender a ser humanos. El


punto es que se puede. Es que el proyecto humano es posible y
no un error de la naturaleza. Se puede intentar una vida que
valga la pena ser vivida, pero para eso hace falta no solamente
buena voluntad, sino un pensamiento correcto, hace falta la
“cabeza bien puesta”.

En fin, el hombre puede hacer, pero morirá; morirá, pero puede


hacer. Pero con su actitud, a partir de esto, puede escoger vivir
y no sólo la muerte y la postración nihilista.

Con esta actitud se desata toda la fuerza vital y autónoma que


recursivamente viene con toda la fuerza destructiva y mortal
inherente al ser humano. El pensamiento complejo es el trabajo
11
Ibídem, Pág. 25
de descubrir esa esencia compleja, dialógica, paradójica y
contradictoria, que es siempre una apuesta y una posibilidad
frágil, pero posible.

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