Está en la página 1de 2

Pedazo a pedazo parece que vuelvo a entrar en el mundo: primero empec como un punto pequeo, fijo; todava veo

aquel viejo yo, una chincheta azul oscura empujada a escena, una dura cabecita emergiendo del rumor y el florecer puntillistas. Despus de un tiempo la mota empieza a licuarse. Ciertos calores La derriten. Ahora a toda prisa, me iba diluyendo en gamas de rojo quemado, verde ardiente, biografas completas nadaban hacia m y me engullan como a Jons. Jons! Yo era Wittgenstein, Mary Wollstonecraft, el alma de Louis Juvet, muerto en una fotografa ampliada. Hasta que devorada, casi hecha jirones, aprend a volverme poco apetecible. Escamosa como un bulbo seco tirado en el stano me serv de m misma, no dej que nada me usara. Era como cobrar un subsidio personal, a veces ms como modelar ladrillos en Egipto. La vida que all haba era ma, poner una y otra vez la mano sobre un ladrillo caliente y tocar el espritu del sol con frugal alegra, nombrar una y otra vez las meras necesidades. Qu importan ya aquellos das. Pronto la prctica puede hacerme casi perfecta, me

atrever a habitar el mundo con el movimiento vigoroso de una anguila, slida como una cabeza de col. Tengo invitaciones: un bucle de niebla se eleva humeante de un campo, visible como mi aliento, las casas a lo largo del camino permanecen esperando como ancianas que tejen, ansiosas por contar sus historias. ADRIENNE RICH

También podría gustarte