Está en la página 1de 4

PROCESAMIENTO DE LA ERASMUS SEVILLANA, ADRIANA ESPINOSA, POR LA JUSTICIA

TURCA EN RELACIÓN CON APOYO AL TERRORISMO. RELATO DE LOS HECHOS.

Resumen:

Me llamo Adriana Espinosa, soy estudiante de periodismo de la Universidad de Sevilla y me enfrento a un


juicio el próximo 1 de julio en una corte penal de Gaziantep (Turquía) acusada de “dirigir, coordinar y
participar en manifestaciones ilegales” en apoyo al terrorismo. Estaba allí acogida por la Universidad de
Gaziantep como estudiante Erasmus durante 2008-2009, pero he interrumpido la beca y he vuelto a Sevilla,
por temor a ser encarcelada en Turquía. Este texto constituye mi relato de los hechos.

Contexto:

Mi nombre completo es Adriana Espinosa González, con DNI 77809799-V, nacida en Sevilla el 7 de enero
de 1985; hija de Isidoro, profesor de la Universidad de Sevilla, y de Ana María, trabajadora autónoma. Mi
domicilio es Avda/ Ramón y Cajal nº 34, 41005-Sevilla y mi teléfono móvil español, el (0034) 690 39 25 49.
Estudio quinto curso de la Licenciatura de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de
Sevilla. El año pasado me concedieron una beca Erasmus para completar mis estudios en la Facultad de
Sociología de la Universidad de Gaziantep, en virtud del acuerdo entre ambas universidades –Sevilla y
Gaziantep- que se ponía en marcha por primera vez en este departamento.

El inicio del curso:

Mi compañera, también becaria, Isabel Martínez y yo llegamos a Gaziantep el 15 de septiembre de 2008. Ese
mismo día nos alojamos en el piso de dos estudiantes que unos profesores nos presentaron: Darya Demir, de
nuestro departamento de Sociología, y Senay Özgur, de Ingeniería. A propuesta de estos profesores, yo me
quedé con Darya y Senay en un piso que alquilamos, e Isabel se mudó con otra estudiante de sociología,
Asuman Kiraç. El objetivo era facilitar nuestra integración en el idioma y la cultura de la región (en la vida
cotidiana, allí sólo se habla turco, pero el convenio sólo nos exigía saber inglés). Además, Darya y Asuman
son las estudiantes que vendrían a Sevilla como Erasmus en este intercambio. Asuman está ahora en Sevilla
cumpliendo su beca, pero a Darya se lo han prohibido, por estar vinculada con los hechos que me imputan.

Durante las primeras semanas, realicé lo propio en estos casos: conocer el entorno, las costumbres y hacer
amigos, de acuerdo con el espíritu del programa Erasmus de integración europea. Por ejemplo, una semana
después de mi llegada, durante el festival del Ramadán, Darya y Senay me invitaron a sus casas en la cercana
ciudad de Diyarbakir.

Con todo ello, me fui sumergiendo en el ambiente de Gaziantep, localizada en el sudeste de Turquía. En esta
región, frontera con Siria, Irak e Irán, se concentra mayoritariamente la población de etnia kurda, la segunda
del país. Cuentan con partidos políticos legales con representación parlamentaria, como el DTP (Partido de la
Sociedad Democrática). En los años 80 comenzó el enfrentamiento entre el Gobierno turco y el grupo
armado PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), considerado grupo terrorista por la Unión Europea,
la ONU, Estados Unidos y España. Aunque es el principal grupo armado en la zona, no tiene el apoyo
unánime de la población de etnia kurda.
La manifestación:

El dieciocho de octubre (2008), a un mes de mi llegada, Darya me dijo que al día siguiente habría una
manifestación para defender las condiciones sociales de la población kurda, a la que ella y Senay pertenecen.
Según me contó, la concentración era legal y sería una de las muchas que se celebrarían en el sureste del país.
Pensé que ello me permitiría conocer mejor la realidad sociológica de la región y hacer el trabajo de campo
para un proyecto que iba a presentar en una asignatura de Sevilla.

Con esta intención, observar el suceso desde el punto de vista periodístico, sin participar activamente, me
dirigí con mis amigas al encuentro, en el centro de la ciudad.

Como aún no conocía Gaziantep, me uní al grupo de Darya y Senay en el camino hacia la manifestación.
Entramos en un edificio que, según supe más tarde, es la sede del DTP, que convocaba la protesta. (Este
partido es legal y tiene diputados dentro del Parlamento nacional, aunque el Gobierno vincula algunas de sus
facciones al PKK). Después de unos minutos, nos indicaron salir del edificio y nos distribuyeron frente a la
puerta. Yo quise salir de la aglomeración y juntarme a los periodistas, pero la marcha estaba formada y la
cabeza de la manifestación cerraba el paso. Finalmente, la policía no permitió la protesta y la reunión se
disolvió pacíficamente después de las palabras de un líder político y algunos gritos y eslóganes.

Lo que yo no sabía era que la policía estaba grabando la manifestación y fotografiando a los presentes.
Simplemente, continué mi vida con normalidad. Me documenté para mis trabajos de investigación, descargué
información sobre el conflicto kurdo de páginas legales de internet (el Gobierno tiene bloqueado el acceso a
las que considera “separatistas”) y guardé los archivos en mi ordenador portátil de trabajo.

El seguimiento policial:

Diez días más tarde, el miércoles 29 de octubre, regresaba a mi casa después de pasar unos días en Siria con
el resto de estudiantes Erasmus. Al llegar al piso, el guarda me avisó de que ese día, a las cinco de la mañana,
la policía había irrumpido en el piso, llevándose a mis compañeras, Darya y Senay. Encontré la casa
totalmente revuelta: todo estaba por el suelo, los muebles abiertos, la ropa esparcida… y se habían llevado mi
ordenador portátil. Cogí unas pocas pertenencias y corrí a casa de Isabel, allí me instalé. Durante los dos días
siguientes Darya y Senay estuvieron retenidas y nadie pudo saber de su estado.

Supe que las habían soltado a través de una profesora, que me hizo llegar mi ordenador. Según me contaron,
Senay se fue a Diyarbakir y Darya se quedó en el piso, pero no volví a verla porque me recomendaron
encarecidamente que no contactara con ella. Supe entonces que la policía tiene presencia total en el campus
universitario, donde disponen de una oficina y policías vestidos de incógnito que se mueven entre los
estudiantes. Además, supe que probablemente mi teléfono y cuenta de correo electrónico estarían pinchados
desde entonces y yo, sometida a vigilancia. Durante el siguiente mes, tanto Isabel como yo nos sentimos
observadas. Por miedo, dejé de escribir en mi blog y reduje el contacto con todos hasta el mínimo; incluso
con mi familia, que no sabía nada y me notó extraña. Sin embargo, desde la facultad nos tranquilizaron,
diciéndonos que probablemente aquello no tendría consecuencias.

El interrogatorio:

El 19 de noviembre, un mes más tarde, me llamaron desde el Decanato de la facultad de Sociología para que
acudiera “urgentemente” al centro. En la entrada del campus existe un puesto de control donde hay que
identificarse. Allí, además de los dos guardias habituales, había un hombre de paisano que, al verme, sacó su
placa policial y me pidió que le acompañara a la comisaría “sólo a responder unas preguntas”. Pude
entenderle gracias a la traducción de una estudiante que sabía inglés. Del interior del campus salió un coche
conducido por otro policía, donde me metieron sin dejarme hablar con nadie más.
Me condujeron durante casi media hora hasta unos edificios junto a la cárcel. Allí tuve que pedir
reiteradamente que trajeran a un traductor de inglés, que apareció una hora después y era sólo un transcriptor
oficial que conocía algo el idioma. Un hombre, que se presentó como fiscal, me interrogó durante una hora
sobre lo sucedido en la concentración. Me enseñó un dossier sobre mí, donde había una foto en que aparecía
junto a los demás concentrados, e información que habían copiado del disco duro de mi portátil. Me
preguntaron quién era yo (parecía no saber qué es un estudiante de Erasmus), qué hacía en la protesta, que
pensaba del PKK y de los kurdos, por qué había ido a Gaziantep… y sobre mi relación con Darya, a quien
investigaban por posible vinculación con el DTP. En la habitación había una mujer que no habló durante todo
el interrogatorio y que después me dijeron que era mi abogada de oficio. Con aquellos documentos y por
acudir a la protesta, a través del traductor el fiscal me dijo que me podían acusar de propaganda del
terrorismo. Sin embargo, tras las explicaciones que ofrecí, y que supuestamente se recogen en la declaración
oficial, me dijeron que podía irme tranquila y que no me pasaría nada.

Los policías tuvieron a partir de ese momento un trato amable, me dieron un teléfono por si quería ponerme
en contacto con ellos y me volvieron a llevar al campus. Insistieron en el “peligro” de los movimientos
kurdos, me hicieron un recorrido por la oficina policial y reiteraron que no contactara con Darya, a quien
estaban investigando por ser “muy peligrosa”. Mi compañera tiene 21 años y proviene de una familia
humilde de Diyarbakir. Sin embargo, la policía la investiga desde hace tiempo, según he sabido, por su
supuesta vinculación al partido pro kurdo DTP.

La acusación:

Hasta mi vuelta a Sevilla para realizar unos exámenes, a mediados de enero, no volví a saber del tema. Pero
un día antes de volver a Turquía, recibí un correo de una persona bien informada que me instaba a quedarme
en España, por “peligros” en Gaziantep. No se me informó oficialmente hasta que yo misma lo solicité, pero
descubrí que, a mediados de febrero, la policía se había presentado en el despacho del jefe de mi
Departamento (sociología) reclamando mi presencia y mis huellas dactilares antes del 1 de abril de 2009, de
cara al juicio en mi contra programado para el 1 de julio de 2009 por “presunto delito de dirección,
preparación y participación en concentraciones ilegales”. Además, he averiguado que el mismo fiscal de
Gaziantep había hecho una primera acusación por “propaganda del terrorismo” ante el Alto Tribunal de
Adana, donde se procesan especialmente delitos relacionados con terrorismo. Sin yo ser informada del caso,
este tribunal desestimó la acusación por considerar válidos los argumentos que declaré ante el fiscal. Por ello
el mismo fiscal insistió en una segunda acusación ante el tribunal común de Gaziantep, derivado en el juicio
del 1 de julio.

Conclusión:

En virtud de lo narrado, creo que estoy siendo objeto de una persecución judicial por parte de las autoridades
del Gobierno de Turquía debido a mi acercamiento a la población kurda de lo que se conoce como sudeste de
Turquía. Ignoro si por un malentendido o por una motivación política, he sido acusada, investigada, y
procesada por un delito que no he cometido, como demuestra la sentencia desestimatoria del Tribunal de
Adana. Sin embargo, me enfrento a un segundo juicio que no sólo ha afectado mi actividad académica, sino
que es el del todo injusto e insólito.

Yo me encontraba en la universidad de Gaziantep en el marco del programa Erasmus, en un destino que mi


Universidad propició y ofertó. Desarrollé una actividad sociológica y académica de periodismo conforme a
los estudios que contempla el Convenio suscrito. Mi presencia en la protesta tenía un carácter sociológico y
académico y no supone delito alguno conforme los parámetros de la Unión Europea, a los que se ajustan, en
teoría, los destinos ofertados. Ninguna de las dos universidades me precisó lo contrario. De cualquier
manera, la acusación que se me hace traspasa mi presencia en el acto, pues deriva de una investigación
policial y de los vínculos que me han adjudicado con el movimiento del PKK.

Por todo ello, asumo que la Universidad de Sevilla reconocerá que el hecho está relacionado con las
particularidades del destino del programa Erasmus y resolverá la situación por los medios académicos,
jurídicos y políticos que sean necesarios, para no dejar sin protección a los estudiantes que envía a destinos
potencialmente inseguros políticamente.

Para terminar, quiero enfatizar expresamente que el único problema que he afrontado en Gaziantep ha sido
este procesamiento judicial. Mi experiencia al margen de esta cuestión ha sido íntegramente positiva y
enriquecedora en todos los sentidos. Turquía es un país lleno de bellezas, de una multiculturalidad inmensa, y
con un bagaje histórico y humano que merece la pena conocer en persona.

Fui a este destino motivada por el convencimiento de que es necesario conocer otras culturas para abrir la
mente y ampliar perspectivas, segura de que lo que allí encontraría sería bueno en cada una de sus caras. Con
mi experiencia lo he confirmado: he encontrado hospitalidad, cariño y aceptación de toda gente que me ha
rodeado. Es más, uno de los principales motivos por el que quiero resolver este problema es para poder
volver a Turquía y reencontrarme con los muchos amigos que allí he dejado.

Por ello, estoy plenamente convencida de que hay que mejorar las condiciones de los Convenios Erasmus e
incluir salvaguardias para acompañar jurídica legal y académicamente a los futuros estudiantes que se
enmarcan en esta empresa enriquecedora para su desarrollo académico y personal.

En Sevilla, Junio de 2009.

Adriana Espinosa González

Alumna de la Facultad de Comunicación, de la Universidad de Sevilla, España.

También podría gustarte